"El Camino, en la actualidad desaparecido, continuaría bordeando la playa de la Palombina para enlazar con la pista que une esta playa con las instalaciones del camping, es necesario seguir por ella hasta llegar a Barro, donde el Camino fue aprovechado para construir la LLN-11 siendo preciso seguirla hasta el río Niembro"
"Así se llamó una unidad de explotación –un documento la cita como villa y el otro como heredad– ubicada sin duda en Celoriu, aunque en la actualidad de imposible localización. Un chalet de indianos situado en lo que hasta hace unas décadas era la ería contigua al monasterio lleva el nombre de Villamar, pero es improbable que transmita un topónimo antiguo"
"Es la playa que constituye la zona oriental del conjunto Palombina-Las Cámaras-Curas. Se trata de una playa urbana, con acceso rodado. Se encuentra en pleno paseo costero de Celorio, en la zona derecha del paseo de «La Rotonda». Tiene unos 120m. de ancho y unos 230m de longitud en bajamar. Durante la pleamar queda bastante reducida, pero suele existir una zona de arena seca que permanece salvo mareas muy fuertes. Es una playa de arena fina, que al considerarse parte del mismo arenal que las ya mencionadas, cuenta con los mismos servicios de chiringuito, aparcamiento, restaurante, acceso rodado, aseos y salvamento. Tiene además, acceso para minusválidos y duchas, situadas en la entrada desde la Iglesia.
En concreto se puede entrar a la playa desde la plaza de la Iglesia de San Salvador, desde el paseo costero de «La Rotonda» y desde la vecina playa de Palombina. Además, cuenta con el distintivo de Bandera Azul y la «Q» de calidad turística. En esta playa se puede solicitar el servicio de préstamo de «Anfibuggie», una silla adaptada a personas con problemas de movilidad que permite introducirlas fácilmente en el agua. Los interesados deben contactar con antelación con los responsables de salvamento para disponer del servicio.
Cuenta con varios pequeños manantiales de agua dulce, que en ocasiones nacen bajo la arena produciendo unas pequeñas «arenas movedizas» llamadas gorgoritos.
No es una playa especialmente peligrosa, pero sí bastante abierta en situaciones de bajamar, y puede presentar oleaje del noroeste contra la zona oriental, la parte de «Curas», que será la zona a la que haya que prestar mayor precaución en el baño. Comparte con Palombina y Curas dos rocas o castros muy característicos, llamados «El León», situado en la misma arena de Las Cámaras, y el «castru Gaiteru», que se encuentra unos 500 m mar adentro y que se divisa perfectamente desde cualquier punto de la playa. Debido a su ocasional oleaje es idónea para el aprendizaje del surf, si bien los surfistas experimentados la pueden encontrar insuficiente"
"La próxima inauguración del puerto deportivo de Llanes provocará el traslado de alguna de las embarcaciones de mayor eslora que actualmente utilizan el embarcadero celoriano.El Club Marítimo de Celorio despedirá con cariño a alguna de sus embarcaciones de cara al próximo verano. El motivo es que alguna de las embarcaciones más grandes de las que actualmente utilizaban el embarcadero celoriano, abandonarán nuestro pueblo para utilizar el nuevo puerto deportivo de la villa llanisca más adecuado a su calado y eslora.Celorio ha prestado servicio a multitud de embarcaciones algunas de las cuales tuvieron que buscar abrigo en puertos y embarcaderos secundarios como el de Celorio, al menos mientras duraban las obras del puerto llanisco en los últimos veranos. Otras, tradicionalmente ligadas a Celorio, buscarán en el flamante puerto llanisco una infraestructura más adaptada a sus necesidades.En concreto es posible que 5 de las 30 embarcaciones que en 2011 utilizaron el puerto celoriano pasen al llanisco si finalmente resultan beneficiarios de un amarre. Estas cinco embarcaciones son «La Boga«, «Caribe II«, «Kalupa BAT«, «Pibón I» e «Isa y Meli«, todas de gran tamaño y difícil maniobra en el embarcadero celoriano, y de las que el Club Marítimo se ha querido despedir simbólicamente mandándoles un fuerte brazo a sus propietarios y esperando verles pronto de nuevo por Celorio. En caso de que éstas u otras embarcaciones abandonen el embarcadero celoriano, se procederá a aplicar la Normativa del mismo para reordenar las plazas disponibles"
"Varios establecimientos de Celorio muestran su apoyo al Club Marítimo y patrocinarán la V Travesía de natación «Castros de Celorio» que se celebrará el 13 de julio en Palombina.La prueba de natación en aguas abiertas se consolida como una cita ineludible en el calendario deportivo veraniego del Principado, y también entre los vecinos del pueblo, que ven en ella algo positivo para Celorio y para los establecimientos hosteleros. Y es que son precisamente 4 de estos establecimientos los que ya han cerrado con el Club Marítimo de Celorio un acuerdo de patrocinio de la prueba para este verano, que celebrará su quinta edición.En concreto el Hotel Restaurante «El Tábanu», el bar Époka, el Chiringuito de Palombina y el Restaurante-Sidrería Villamar, 4 establecimientos celorianos y emblemáticos de nuestro pueblo muestran así su apoyo a la prueba y al Club Marítimo como organizador de la misma. Sin duda un apoyo importante no sólo en lo económico, sino también a nivel de apoyo anímico y popular para la prueba y sus organizadores. El Club Marítimo continúa buscando nuevas colaboraciones con el objetivo de implicar a cuantas más personas y establecimientos de Celorio"
"Se trata de una de las playas más conocidas de Celorio. Es una cala de arena blanca y fina, como las anteriores, que supone la parte más occidental del conjunto formado por Curas-Las Cámaras-Palombina, aunque en muchas ocasiones se hace referencia bajo este nombre a todo el arenal. Es una playa de unos 130m. de ancho por 240m. de longitud en bajamar. Es la única playa de Celorio que cuenta con embarcadero privado, que gestiona actualmente el Club Marítimo de Celorio. Cuenta con todo tipo de servicios como restaurante, chiringuito, aseos, hotel, acceso rodado, aparcamiento, duchas y salvamento. Es además el lugar donde se sitúa el puesto de socorro y salvamento que presta servicio al conjunto de las tres playas durante la temporada de verano entre las 11:30h y las 19h aproximadamente. La peligrosidad de esta playa es baja, presentando bandera verde la mayoría de los días del verano.
En esta playa se puede solicitar el servicio de préstamo de «Anfibuggie», una silla adaptada a personas con problemas de movilidad que permite introducirlas fácilmente en el agua. Los interesados deben contactar con antelación con los responsables de salvamento para disponer del servicio.
Cuenta con tres entradas, dos de ellas aptas para vehículos. Una procede del paseo costero de La Rotonda, y está compartido con la playa de Las Cámaras. Otro acceso procede de la carretera LLN-19 que une Celoriu con la localidad vecina de Barru, contando estas dos con parking. Una tercera entrada, únicamente peatonal, procede del embarcadero situado en el costado noroccidental de la playa, y es el único acceso que no es apto para minusválidos.
Cuenta con un manantial natural de agua dulce cuyo curso de agua se desvía a la contigua playa de Las Cámaras.
Es una playa muy familiar y tranquila, que presenta una afluencia aproximada de 1.500 personas en temporada alta y cuya situación muy protegida del noroeste la hace bastante segura"
Sirenas y Xanas verásy aún el busgoso no ha de andar muy lejos.A mi playa vendrásy te has de mirar presa de los encantos viejos
“expediente promovido a instancia de Pedro Gurrea y Melchor Díaz de Posada vecinos del valle de Celorio, solicitando que se reformaran los tocados de las mujeres de aquel valle por su gran coste y perjuicios que se seguían a sus haciendas, por ser cortas sus facultades para hacer estos gastos y porque era motivo de envidia para las demás; que dichas tocas se habrán de reformar como las que se usaban en la villa de Llanes, por cuanto las mujeres casadas de Celorio las traían largas de veintiuno a veintidós varas de lienzo fino sin tejeduría de seda y que cada una tenía por lo menos tres”
Estos tocados deberían ser sucesores de los que, 150 años antes, ya habrían sorprendido a Carlos I y su séquito a su paso por estos pueblos, tal y como señala su cronista Laurent Vital que los describe pormenorizadamente, así como de los disgustos que causaban. En 1685 hay noticias en el cercano concejo de Parres, en concreto en la parroquia de Viabañu, de que ya lo habían sustituido por monteras, según apercibe el obispo en su visita
"... las mujeres llevan monteras a la iglesia y mientras los oficios divinos las tienen en la cabeza, se las quiten; entrando pena de 10 reales por la primera vez aplicados para las luminarias del Santísimo, y por la segunda vez el cura les evite y de aviso al tribunal”
“Las mujeres de Posada, como gastan tanta ropa, parecen a bergantines navegando viento en popa”
"Casi una cuarentena de buceadores participaron en un campeonato que ha conseguido convertirse en un fijo en el calendario de los amantes de la pesca submarina en el concejo.La jornada comenzó a las 8:00H con la llegada de los buceadores al puesto de control donde se confirmaba su asistencia y se verificaba documentación. A las 9:00h Rafa Antuña dio por comenzada la prueba con un toque de bocina y los buceadores fueron entrando al agua por la zona de Las Cámaras.Varias lanchas del Club Marítimo de Celorio velaron por la seguridad y el cumplimiento de las normas durante toda la mañana. Cuando cada buceador lo estimaba oportuno y hasta las 14h, poco a poco fueron saliendo del agua dando por concluida la competición a las 14:00H.Finalmente, y tras tener que cerrar el cupo de participantes el pasado viernes ante el gran número de solicitudes, han sido 36 los nadadores que finalmente entraron al agua, procedentes de Asturias y Cantabria.La pesca, mas de 90 Kg de pescado de muchas variedades y tamaños, fue donada al Colegio Don Orione de Posada de Llanes que agradeció públicamente el donativo"
Vemos bien la rampa de El Picu, con su caseta en forma del puente de mando de un barco, los amarres y la grúa, todo a buen resguardo de la pared rocosa de la punta
"Los ocleros de Llanes quieren que el Gobierno del Principado garantice "por escrito" que el arranque de algas en los fondos marinos del concejo no arrasará el sector, del que dependen directamente más de 120 familias. Los recolectores no se fían de "palabras" y exigen "compromisos": que haya "marcha atrás" si el arranque con barcos, que se autorizará en Llanes por primera vez en tres decenios este verano, provoca una disminución apreciable del ocle recolectado en las playas esta temporada.El presidente de la asociación Ocleros del Oriente, Fernando Abad, admitió ayer que preferiría que no se autorizara el arranque de algas en Llanes, pero matizó que no está en contra de esa actividad. "Lo que queremos es que se garantice por escrito lo que la Consejería nos ha dicho de palabra, que el arranque no afectará más allá de un tres por ciento a la cantidad recolectada en las playas". Así, dado que en el concejo llanisco se recolecta cada año una media de un millón de kilos de ocle en seco, la cantidad reunida durante la próxima temporada no debería estar muy por debajo de los 970.000 kilos.Abad mostró su preocupación por el futuro del sector, que del 15 de agosto al 31 de marzo es uno de los motores de la economía del concejo. Y no solo porque se vaya a autorizar el arranque con barco, sino porque para este año se han concedido autorizaciones para que trabajen sesenta tractores más en las playas asturianas que el año pasado, lo que augura la "masificación" de algunas playas en días puntuales.Pero hay más: los recolectores de ocle asturianos no pueden trabajar en Cantabria, pues la ley de aquella comunidad autónoma exige residir allí para obtener la licencia. Por el contrario, los recolectores cántabros sí pueden trabajar en Asturias, pues la normativa del Principado no establece ninguna restricción por el lugar de residencia. Esta situación disgusta a los asturianos. "Que quede claro que los recolectores asturianos no queremos trabajar en Cantabria, pero sí que el Gobierno del Principado cambie la normativa para que los cántabros no puedan hacerlo aquí", señaló Fernando Abad. Ocleros del Oriente, con 90 asociados, quiere que el arranque (la Consejería ya ha trasladado a los profesionales que no hay marcha atrás y que este año lo autorizará) sea regulado de tal manera que incida "lo menos posible" en la recolección de algas de arribazón.No obstante, la petición para que Pesca autorice a partir de este año el arranque de ocle de los fondos marinos de Llanes, ha partido de miembros de Ocleros del Oriente. Antonio Oves, recolector y comprador de ocle ha iniciado una recogida de firmas entre sus colegas en defensa del arranque. Subrayó que la mayor o menor disponibilidad de ocle en las playas se debe, "esencialmente, a los ciclos naturales, los vientos y el estado de la mar". Y añadió que las cantidades que se pierden en el mar (muchas veces por el viento del Sur) son "mayores que la suma de las algas que se autorice cortar"."Apostamos por un aprovechamiento de los recursos naturales de forma ordenada, ya que somos muchos los que venimos haciéndolo desde hace muchos años como medio de vida, y no de una manera oportunista, atraídos por los precios actuales", recoge el escrito elaborado por Oves, quien se pregunta: "¿Acaso se puede negar a los pescadores y buceadores que puedan complementar sus ingresos trabajando también en la temporada de algas?"
Y ahora, mirando más allá de El Revellín, vamos viendo mejor ya El Castru'l Gaiteru
"Según ha podido saber Celoriu.com «La Tertulia» mantendrá la esencia de su carta del establecimiento originario en Barro, con desayunos, tapas, pinchos, sartenes y bocadillos entre la oferta gastronómica que ofrecerá a los visitantes.La zona de «La Rotonda», recibe así «savia renovada» que seguro que reactiva y da vitalidad a la zona, donde Pedro Sotres también ha realizado algunas mejoras en su Bar Cantábrico, como por ejemplo sustituir las puertas de los aseos y otras mejoras interiores.El local de «La Tertulia» ultima estos días la reforma principalmente centrada en la cocina. Les deseamos mucha suerte en su negocio en Celorio, y estamos seguros de que supondrá un atractivo más para nuestro pueblo, y que será sede de animadas jornadas en su compañía"
"En el mundo hostelero, muy similar al de otras actividades comerciales o profesionales, cuando una empresa funciona se suele decir que los promotores han tenido suerte, que han inaugurado con buena mano o que han encontrado el camino idóneo, el camino del éxito, y quizás sea cierto, aunque más que suerte, creemos que se trata de hacer bien las cosas, de desarrollar mucha imaginación y mucho trabajo, de dar calidades en los productos que ofrecen, además de una buena carga de simpatía con la clientela y otros muchos factores que hagan inclinar la balanza para la parte positiva.
En la localidad llanisca de Barro o Barru, como ustedes lo prefieran, y en el local que desde hace muchos años ocupaba el bar Yucatán, conocido también como Casa Manolo, establecimiento limítrofe con el camping de Sorraos, fundado por la familia Cué, viene funcionando con gran éxito La Tertulia, lugar de encuentro de veraneantes y lugareños y que ahora está abierto todo el año.
Todo empezó cuando una guapa langreana, Soraya González Barreñada, de familia procedente del pueblo de Les Pieces, casada con un mocetón también langreano de nombre Alfredo que, tras pre-finalizar su vida laboral en la Brigada de Salvamento Minero y su vida deportiva como delantero en el Unión Popular, siendo asiduos a pasar las vacaciones en la localidad de Celorio, ahora también Celoriu, se percataron de las necesidades hosteleras de la zona. A la vez, consideraron que había un espacio por cubrir ciertas carencias y que ellos podían ofrecer buenos y muy variados vinos y a precios de crisis, sartenes con revueltos, tapeo, tostas y ‘servicio esmerado a la carta’, como se anunciaban antiguamente las casas de comidas. El matrimonio se colocó al otro lado de la barra y el resultado no se hizo esperar. Un éxito. Ya lo dice el refrán: hay que ser cocinero antes que fraile.
Tanto en el interior como en la animada terraza, mirando las cumbres de la sierra del Cuera, cuando las nieblas lo permiten, la clientela a quienes Soraya y Alfredo llaman a cada uno por su nombre, fue creciendo e, incluso, hasta los peregrinos que diariamente caminan hacia Compostela, aprovechan la terraza para tomarse un respiro antes de llegar y fotografiar la ensenada junto a la iglesia de Nuestra Señora de los Dolores, en el largo trayecto que les lleva desde Llanes hasta Ribadesella.
Se puso como establecimiento de moda tanto entre los vecinos y veraneantes de Niembro, de Celorio, de Llanes o del propio Barro, y así llevan cinco veranos, que es como ellos cuentan los años. Y como no quieren dormirse contemplando el éxito, tras las vacaciones navideñas han reformado el local y ampliado la oferta. Más plazas en el cuidado comedor. Contrataron como cocinero a Juan Manuel Fernández, perteneciente a la escuela cántabra y marinera, procedente del afamado restaurante Augusto, de San Vicente de la Barquera, puerto desde donde les llegan los pescados diariamente. Juan Manuel tiene muy buena mano para los arroces y está consiguiendo colocarlos como platos estrella de la casa, además de los postres caseros… ¡ni les cuento!
Haciendo honor al nombre del restaurante, Soraya y Alfredo –que tanto monta– mantenedores de buenas y amenas tertulias donde se habla de lo divino y de lo humano, incluso de fútbol, que ya es decir, han decidido ofrecer a sus amigos y clientes una actividad más paralela a la profesional. Se trata de organizar los miércoles catas de vinos con caldos de diferentes comarcas o denominaciones de origen que los propios bodegueros ofrecen y que los clientes y amigos agradecen, porque, como nos comentaba uno de ellos, poleso para más señas y no exento de cierta gracia, al menos nos enseñan a beber, no a trasegar. Mientras tanto, el polifacético Alfredo puede coger su guitarra y con campanuda voz, cantar con estilo cualquier tema del legendario Nuberu recordando los años de mina, o preparar un viaje cultural a Bermeo u a otro lugar de la cornisa cantábrica para conocer sabores de otras culturas"
"La Asociación El Patiu organiza el próximo día 1 de mayo la segunda edición de su Comida Solidaria. Será, a partir de las 13 horas, en el club Marítimo de Celorio y el precio del menú serán 15 euros para los adultos y 5 para los niños. Después de la comida se entregarán reconocimientos a una institución del Oriente y a una persona particular por sus labores de colaboración y solidaridad"
"Tras poner a punto el kiosko, Seny Martínez inicia una nueva temporada de verano, convencida de que "hará un tiempo de espatarrar"
Poco a poco el verano que técnicamente empieza este jueves, va cogiendo color en nuestro pueblo. A la apertura de los chiringuitos, restaurantes de temporada y hoteles, se suma este viernes la apertura del kiosko de prensa de La Rotonda
Seny inicia la temporada con la ilusión de que sea algo mejor que la anterior y tras efectuar unos leves arreglos en el kiosko que durante el verano nos ofrece prensa y revistas, juguetes de playa, chucherías y demás artículos que hacen las delicias de los visitantes"
De la misma manera, cuando el kiosko cierra, es el símbolo del final de los tres meses de la temporada estival. El mismo periódico digital el 7 de septiembre:
"Uno de los símbolos inequívocos del verano es el Kiosko gestionado por nuestra querida Seny, que cierra temporada este domingo.
Seny lo comentaba ya a sus clientes la pasada semana de viva voz, pero por si alguno no se había enterado aún, ayer lo anunciaba desde las redes sociales. Seny calificó de «regular» del verano que finaliza en cuanto a las condiciones meteorológicas, pero afirmó que gracias a sus clientes de siempre puede seguir abriendo cada verano.
Además Seny desarrolló una tarea importantísima este verano para el proyecto de fotografías antiguas de Celoriu.com, ya que gracias a una fotografía proporcionada por José Antonio Velázquez se han identificado a más de 100 celorianos en el año 1924. Seny fue enseñando dicha fotografía a todos sus clientes, y pidiendo colaboración para identificar uno a uno a los celorianos que aparecían en esa foto y que la mayoría están fallecidos. Una vez que Seny se incorpore a su rutina fuera del Kiosko podremos ofreceros toda esa información fruto del excepcional trabajo de Seny, y de la fantástica fotografía proporcionada por José Antonio Velázquez que ya podéis ver en nuestra galería.
Nuestros mejores deseos para Seny, desenando verla de nuevo en 9 meses en Celorio con el Kiosko en pleno rendimiento"
Un mojón jacobeo con concha y flecha nos indica, al final de La Rotonda, continuar por el paseo marítimo
Y un cartel nos informa de la zona de baños y otros servicios de estas playas en verano
Seguimos pues el paseo marítimo de Celoriu bordeando todo este gran arenal de varios nombres según cada informante y lugar que en las bajamares es realmente uno solo
Hay también algunas casetas de escuelas de surf y empresas de turismo aventura, como NaturAsturias, otra de las actividades veraniegas que animan la estación del veraneo
Por aquí, bajando en rampa, pasaríamos del Arenal de la Iglesia al Arenal de la Juente, teniendo ya de frente El Castrellín
Otro admirable paisaje de la rada de Celoriu, recogida entre El Picu, El Castrellín, El Revellín y El Mirador del Conventu. El gran poeta Celso Amieva llamaba a estas Las Costas de Tor, que pusieron título a estos versos:
Desde Cabo de Mar hasta Tinamayor
extiéndanse las costas escarpadas de Tor.
Sin duda el dios del Norte tiene un solio en sus brumas
y es quien del mar exige tanta ofrenda de espumas
que ascienden a los cielos en la marea llena.
Su majestad gravita, fatal, sobre la arena
de las playas sagradas… Le he comprobado yo
en Torimbia y Toranda, en Troenzo y Toró.
Su sombra amenazante muchas veces la veo
proyectada en el alto litoral de Toreo
y él es el que golpea toda la crestería:
la montaña en Benzua y el cantil en Bendía.
Los bufones marinos le rinden homenaje
de sus frémitos hondos en un coro salvaje.
¿No lo oyes, doncella la del blondo cabello
que en la noche medrosa te abrazas a mi cuello?
Son San Tiuste y Vidiago, son San Martín y Pría:
el dios del trueno truena encima de Tronía.
Desde Tinamayor
hasta Cabo de Mar,
el martillo de Tor
golpea sin cesar.
"uno de los principales destinos del turismo llanisco, que recala aquí atraído por la proximidad de la capital del concejo y de numerosas playas de fina arena blanquecina que se cuentan entre las preferidas por los bañistas"
"Por un momento el Camino Norte se convierte en una ruta litoral, pues desde la iglesia bajamos al paseo marítimo que recorre la playa de Las Cámaras-Palombina..."
"Despedida de Celorio es un poema que recoge los momentos vividos por el último abad del Monasterio de San Salvador de Celorio en la víspera y la noche previa al día en que la comunidad religiosa fue exclaustrada del monasterio. Los versos de este poema trasladan al lector los pensamientos del primer fraile de Celorio entre la tarde del 27 de octubre de 1835 y la mañana del 28 de octubre de 1835. Cuando se producen los acontecimientos relatados en el poema, sólo habían pasado 17 días desde la firma de la Real Orden impulsada por el ministro Juan Álvarez Mendizabal.El mayor valor de este poema está en la especial temática, al no existir poemas contemporáneos a la exclaustración sobre las consecuencias de la misma y que fuesen alumbrados por los frailes que la padecieron. Es por ello un testimonio de primera mano. El poema busca envolver al lector en la angustia del último abad de San Salvador de Celorio. El abad intenta buscar un motivo a la extrema situación en que vive su comunidad. La impotencia, la culpabilidad, la angustia, la incertidumbre todos estos sentimientos se van superponiendo verso a verso"
El poema está escrito en clara letra marrón en un librillo manuscrito de diez hojas incluyendo las portadillas hechas con el mismo papel que las páginas, pero permaneció 173 años en el olvido, hasta que el investigador y escritor Salvador Fernández de la Cigoña Fraga lo dio a conocer en 2008 en el boletín Studium Ovetense del Instituto Superior de Estudios Teológicos del Seminario Metropolitano de Oviedo:
"El poema, encabezado con la cita de Ovidio “Est aliquid, fatale malum per verba levari» (Males comunicados son aliviados), comienza con una breve presentación de Celorio, y continúa con una elegía a Ramilio (tal vez un hipotético abad fundador) y sus tiempos de bonanza en Celorio. Brevemente se nos informa de los negros nubarrones que se ciernen sobre el monasterio
¿Al agudo dolor de que mi pechoa la sazón se encuentra poseído,viendo que ya está escrita la sentenciadel funesto destierro tan temido,viendo el dulce vergel de las deliciasconvertido en morada del afligido?
Sigue el abatimiento del abad y de toda la comunidad informándonos de la ruina del despojo al que ya fue sometido el edificio. Especialmente dura es la descripción de la ruina del jardín del monasterio:
“y lo encuentro cubierto ya de luto;pues sus flores hermosas han salidode él; que sin dejar ni las raícesse dieron al primero que las quiso,cual bienes de un país ya conquistadocual si fueran hacienda de perdidos”
El abad, sin poder dormir la noche anterior a su expulsión, saldría de su casa e iría a intentar relajarse y conciliar el sueño a estos prados ante el mar...
"Posteriormente el abad busca refugio a sus penas y espera la noche ansioso en el prado viendo las olas que en un momento parecen querer engullirle. Esa noche llega pero no concilia el sueño, se viste para ir a la iglesia y en el claustro escucha los lamentos de su comunidad que salen de sus celdas. Ya en la iglesia Dios, enfurecido, eleva las olas sobre el templo y le hace conocedor de su indevoción, le indica que los sollozos llegan tarde y que el futuro del monasterio está determinado. Momentos después será la Virgen la que le transmita una esperanza que termina mezclándose con el humano temor en el momento en que el abad se retira a su celda. En este momento asume que será expulsado del monasterio y hace examen de conciencia, descubriendo que su única culpa ha estado en el descuido del culto y la rutina con la que asumía el mismo. Finalmente, tras una larga noche en vela, amanece y siente agitación en el claustro, lo que indica que los funcionarios estatales han llegado dispuestos a exclaustrar a la comunidad. Uno a uno los frailes en una escena de desolación terrible se despiden de su abad:
Uno a uno penetran en mi estancia,
a mi cuello se cuelgan afligidos,
y lo estrechan con lazo cariñoso,
y mezclando su llanto con el mío
el muy terrible A Dios ya me dirigen
mil veces del sollozo interrumpido,
que inhumano y cruel hiere de muerte
cual tiro de arcabuz el pecho mío”.
Los últimos versos son para pedir consuelo a Ramilio y despedirse de él"
De la orilla del mar más proceloso
donde residen los hijos de Benito
próximos ya a huir y malhadados
dejar de la virtud el sacro asilo,
que Celorio se llama y se interpreta
Cielo de Oro, tal nombre ha merecido
lo hermoso y apacible de su clima,
el más suave y dulce, el más benigno:
nombre, que en si compendia la alegría
de su ameno variado y bello sitio:
nombre el más conveniente y adecuado
(discreta antigüedad se lo ha escogido):
desde aquí, dó en un tiempo el puro gozo,
el placer inocente ha resistido,
y hoy habita la angustia y desazones,
sinsabores y sustos repetidos,
y por la caridad de sus estancias
vuelan multiplicados los suspiros:
desde aquí hoy Filino, el sin ventura,
en verso rudo, tosco y desabrido;
cual conviene al disgusto en que se encuentra,
dirige sus lamentos a Ramilio
Los antiguos caminos muy rara vez pasaban por la misma orilla del mar, como hace este paseo, sino unos metros más al interior. La razón principal es la misma que ahora con las carreteras y autovías, se buscaba más el trayecto más corto, fácil o conveniente, evitando las sinuosidades costeras. Además, el concepto de paisaje pintoresco relativo al mar es bastante más reciente de lo que pensamos, en términos históricos. Durante siglos el mar y su litoral, incluidas playas eran tenidos como lugares no demasiado salubres, propicios sí para la pesca y navegación marítima, pero también como vertederos donde arrojar las inmundicias y que se las lleve el flujo mareal y las resacas
"En 1835, un inglés acampó en una playa de las Islas Galápagos. Allí observó miles de especies animales y vegetales que le ayudaron a elaborar la teoría que le encumbró. Hoy no cuesta vislumbrar una escena bucólica al imaginar a Darwin caminando por la playa, observando animales y plantas. Al fondo, el sonido de las olas. En aquella época, sin embargo, era una imagen todavía impensable, aunque a punto de irrumpir en el imaginario colectivo.
Colonos, piratas, monstruos marinos, naufragios, epidemias y catástrofes naturales. A la playa no llegaba nada bueno. Era, por tanto, un lugar horrible que había que evitar y que hasta el siglo XVIII provocaba auténtico pavor. Si todavía quedaba alguien a quien las playas no infundieran temor, los artistas japoneses se encargaron de difundir imágenes en las que el oleaje traía barcos cargados de colonos con sus epidemias y la familia Gibson se dedicó a buscar naufragios para fotografiarlos. La historia de Robinson Crusoe también hizo su parte para que la playa fuera un lugar temible que atraía todos los males del mundo.
Para que la playa pasara de ser un infierno a un paraíso, los artistas tuvieron una gran influencia. Los poetas y pintores románticos extendieron la idea bucólica del mar como un lugar en el que relajarse escuchando las olas del mar, sintiendo la brisa y contemplando el horizonte. Byron, Shelley y Keats fueron algunos de los abanderados de esta idea que comenzaba a abrirse paso en la poesía y en la sociedad inglesa.
La playa de Dover, un poema que Matthew Arnold escribió a mediados del siglo XIX, incluye adjetivos y metáforas sobre el paisaje marítimo inconcebibles de haber sido escrito un siglo antes. «La plácida bahía», «el dulce aire nocturno», «donde el mar besa la tierra» son algunas de las figuras más novedosas en este sentido.
Poetas, pintores, médicos y aristócratas se encargaron de convertir aquel horrible destino en el lugar «donde el mar besa la tierra» y que para Walter Benjamin, ya a principios del siglo XX, se había convertido en el lugar «más épico»
"Hasta mediados del siglo XIX, ni siquiera las vacaciones significaban descanso ni gozaban del anhelo de la gente de la época, que más que disfrutarlas las sufría. En plena Revolución Industrial, vacación significaba parón a la fuerza y cese de ingresos durante al menos una semana al año, mientras se limpiaban y reparaban las máquinas.
Pero fue precisamente la Revolución Industrial, con la introducción del ferrocarril, la que vino a cambiar el significado de la playa al igual que el de las vacaciones. El tren redujo el coste de los viajes y acercó los lugares más remotos. Fue entonces cuando los resorts junto a la playa dejaron de ser exclusivos para aristócratas y empezaron a ser frecuentados por la clase trabajadora inglesa.
El historiador Alain Corbin explicó en su libro The Lure of the Sea: The Discovery of the Seaside in the Western World, 1750-1840 que ir a la playa no ha sido una necesidad placentera hasta hace relativamente poco, por impensable que resulte hoy. «El periodo clásico no tenía ni idea de la atracción de las playas, de la emocion de un bañista bajo las olas, o los placeres de permanecer en la costa», escribió.
Corbin hizo en su libro un recorrido por la historia del arte y la filosofía para explicar cómo el turismo playero habría surgido en Inglaterra a mediados del siglo XVIII para convertirse en un hábito mainstream a finales del XIX. 1840 es la fecha clave en la que sitúa el inicio de una nueva visión de la costa como un lugar deseable para todos; una percepción cuya eclosión coincide con la aparición del ferrocarril.
Casi cinco siglos antes de Cristo, Eurípides había afirmado que el agua del mar era capaz de curar cualquier enfermedad. Pero Corbin habló de descubrimiento y no de redescubrimiento. Por eso, al historiador se le ha achacado que para demostrar su tesis haya olvidado u omitido que incluso a los romanos les encantaban las costas. Lo que sí es cierto es que la idea que prevalece hoy sobre el turismo de sol y playa que sostiene la economía de las zonas costeras españolas surgió hace relativamente poco en Inglaterra"
"Otros autores como John Gillis, autor de The human shore: Seacoasts in History, entienden el cambio de forma más gradual. Según Gillis, justo antes de la aparición de los complejos turísticos ingleses, la playa era meramente «una fuente de comida y el lugar en el que los viajes comenzaban y terminaban». Aunque el cambio fue gradual, sus efectos fueron devastadores ya que, según insistió, la playa se había convertido en una especie de «no-lugar» que el ser humano «fue destruyendo con el desarrollo de las costas».
John K. Walton, autor de The British Seaside: Holidays and Resorts in the Twentieth Century y profesor de historia en la Universidad del País Vasco, coincide en que al menos los resorts costeros fueron «una exportación británica».
Sólo a partir del siglo XVIII, la brisa marina y la necesidad eventual de cambiar de clima se convirtieron en recomendaciones médicas recurrentes. Cuando el ferrocarril hizo que la llegada hasta la playa fuera accesible para todos, los desplazamientos a las zonas costeras se intensificaron en Inglaterra y esos mismos turistas comenzaron a frecuentar las playas francesas para, después, llegar a España.
En las playas españolas, a menudo asediadas por piratas y corsarios, la idea sobre la costa no distaba de la percepción inglesa previa a la irrupción del turismo. «El hacer bien a villanos es echar agua en la mar», escribió Cervantes"
"La obra es «un estudio sociológico» confeccionado, en buena medida, gracias a artículos de prensa que narran el siglo durante el que el turismo pasa de ser una realidad incipiente en el litoral asturiano a convertirse en un «recurso transformado en producto económico» cuando llega de lleno al interior de la provincia. En este sentido, los arenales juegan un papel determinante. «La playa se inventa en torno al año 1840», asegura De la Madrid, que considera que los arenales fueron hasta bien entrada la centuria decimonónica «unos desconocidos para la ciudadanía», que los veía como «vertederos, lugares peligrosos donde morían las olas y que constituían la parte trasera de los pueblos y las ciudades». Una visión que cambiará radicalmente con la llegada de «los primeros bañistas», que aparece recogida en los periódicos de la tercera década del siglo XIX.
«Las primeras menciones se refieren a las playas gijonesas, como recoge Junquera Huergo». Y no precisamente a la playa de San Lorenzo, alejada de la vida neurálgica de la ciudad. «Las que recibieron turistas en un principio eran las que se encontraban entre el actual puerto deportivo y la parroquia de Jove», explica el historiador tras citar las «playas de Pando, de El Natahoyo y El Paredón». Por entonces, los bañistas buscaban en las aguas marinas «una fuente de salud».
«Pronto la costumbre se extendió y abarcó la zona del Cabo Peñas, con Gijón y Salinas como símbolos de ese auge. A mediados de siglo ya había una colonia elegante de bañistas», aclara De la Madrid.
En este despegue fueron determinantes los cambios sociales y económicos de la época y jugó un papel clave la Corona. «1856 es la inauguración oficial de la costumbre de bañarse en las playas asturianas», dice el estudioso en relación a la visita oficial que la reina Isabel II realiza al Principado, durante la «que toma baños en Gijón para curarse de una patología cutánea». A pesar de este acontecimiento histórico, la provincia será posteriormente marginada de los veraneos regios, de los que sí se beneficiarán San Sebastián y Santander. «Durante cuarenta años, la región intentó captar a la Familia Real, sin ningún éxito», hasta la visita que rindió Alfonso XIII en 1912. Aún así, la costumbre de meterse al agua cala hondo y se extiende sin parar.
Fracasado el empeño de crear una Corte de verano en Asturias -con dos proyectos de construcción de palacios en Salinas y Gijón incluidos-, De la Madrid pasa a tratar en su obra la nueva realidad que se abre a principios del siglo XX: el turismo de interior y con él, «el desarrollo de este negocio», tal y como hoy lo conocemos. «El libro tiene mucha vigencia porque habla del primer intento importante en Asturias de convertir en industria el ocio del verano y, ahora, nos encontramos en el segundo intento», explica el autor. Ese primer intento, que se desarrolla poco antes de la Guerra Civil española, cuenta con los mismos referentes que existen en la actualidad y se centra en vender la región como «una Suiza con mar».
«El turismo era por entonces el ocio de unos pocos, porque las vacaciones pagadas para algunos no llegan hasta los años 30», dice el historiador. Aún así, lugares muy concretos de Asturias se hacen un hueco en la agenda de las élites, que comienzan a visitarlos con diferentes motivaciones. Así, la mejora de las comunicaciones -especialmente gracias al desarrollo del paso de Pajares- convertirá Covadonga y los Lagos en un lugar preferente para los amantes de la Naturaleza, la caza y el patriotismo. «Estamos hablando de una época posromántica, de marcados tintes nacionalistas, por lo que se valora especialmente el paisaje como símbolo de un país», afirma el avilesino. Tampoco Oviedo será ajeno al bullir del turismo lejos del mar y potenciarán su capitalidad y monumentalidad para atraer a los visitantes. «Un factor determinante será también la construcción de la plaza de toros, que posibilitará la celebración de festejos a los que acude público de toda España», dice De la Madrid. Además, los ovetenses serán los encargados de relanzar otros lugares como Salinas o Luanco.
El desarrollo del ferrocarril potenciará también las primeras llegadas masivas de foráneos al ala oriental de la provincia. Un fenómeno que no alcanzará plenitud en el Occidente, con peores accesos. «Sólo Luarca contará con las visitas veraniegas de un grupo reducido de turistas», se puede leer en la obra.
Son los años dorados del turismo de «playa fría», como llama De la Madrid a la predilección de las élites por el Norte en contraposición a la tendencia de los viajes al Mediterráneo y el Sur que se generalizarán a mediados del siglo XX. Un modelo que el experto considera «muy útil a día de hoy». «Si queremos mantener nuestra identidad, no podemos matar la gallina de los huevos de oro, es decir, tenemos que conservar nuestro patrimonio cultural y natural», aconseja, como conclusión, a los artífices de las políticas turísticas asturianas del siglo XXI"
"El estimulante contacto con la naturaleza que el Camino de Santiago proporciona es para algunos peregrinos y estudiosos más un mito contemporáneo que una realidad contrastada, tanto a lo largo de la historia como en el presente. Es fácil observar que los textos y testimonios históricos de la peregrinación apenas mencionan la naturaleza en sentido positivo y cuando lo hacen aparece de pasada y en relación con algún momento o lance de la ruta. Los testimonios escritos contemporáneos, con darse más al disfrute del entorno natural, tampoco la confirman, al final, como un elemento determinante en la voluntad del peregrino.
Las penalidades que a los caminantes históricos les ocasionaba la naturaleza sin aditivos, que obligaba a grandes esfuerzos de supervivencia, no estimulaba precisamente los sentidos para una percepción positiva del medio físico. Para el peregrino medieval y de los siglos posteriores el entorno era, como casi todo, un concepto utilitario: resultaba bueno en función de si ayudaba o no en el viaje.
Si en la actualidad se valora de forma positiva la naturaleza incluso en condiciones extremas durante la ruta y se acepta el padecimiento momentáneo como parte de la experiencia del Camino -siempre habrá la oportunidad de una ducha y un reparador descanso al final del día-, el peregrino histórico tenía una visión de esta cuestión completamente distinta. Incluso caminantes tan animosos y dispuestos a disfrutar del viaje y de cualquiera de sus oportunidades como el italiano Nicola Albani (s. XVIII) observan y valoran el entorno natural en función sobre todo de sus dificultades: “Tuve que hacer una subida de cuatro millas por una montaña tan horrible que incluso las caballerías se habrían cansado.” Así se refiere Albani al hoy considerado espectacular entorno del Camino Francés en el límite entre León y Galicia.
Los relatos conservados reservan sobre todo las muestras de admiración y disfrute del entorno -aunque también reciba críticas- para los espacios urbanos, los grandes edificios y, en alguna ocasión, el mar. En el medio urbano el peregrino tenía la posibilidad real de recibir ayuda, alimentos y calor humano. Y estos eran valores supremos en ruta. También aparecen algunas consideraciones positivas cuando la naturaleza se combina con el tiempo agradable para caminar. Poco más"
«las Concas», «las cuencas» [Castañedo y alberguería de]: Cabe la posibilidad, ante lo frecuente de este topónimo incluso en el mismo pueblo de Celoriu y más aún en toda su parroquia, de que las tres menciones documentales aludan, cuando menos, a dos sitios diferentes. Las dos primeras señalan escuetamente «concas» y «las cuencas», y pueden corresponder a cualquier sitio caracterizado por una hondonada. La tercera es la más importante históricamente, pues hace referencia a una alberguería, probablemente relacionada con el Camino de Santiago. En el actual barrio de La Fonda existe una parte a la que se denomina Las Cuencas, en la que los vecinos más viejos recuerdan unos castaños. Asimismo existe un caserón que recibe ese nombre, con una huerta rodeada por algunas partes de un muro de buen grosor que, con seguridad, en su día fue el corral de la «alberguería» al que se refiere la documentación. Afirma aún más esta suposición su proximidad a la carretera –antes camino real– y el hecho de que a principios de siglo aún los pobres se refugiaban en el hórreo que se levantaba en dicho corral. Era conocido como horriu de Quina y en la actualidad se encuentra en Navalcarnero (Madrid). En el barrio de Corrazones existe un lugar también denominado Las Cuencas, pero todo indica que el lugar de que se trata en nuestro caso es el antes mencionado. Orónimo. Citado en 1127 (concas) y en 1497 (el castañedo y la alberguería)"
«Tras aquellas tierras, sobre las que antes hemos hablado, de nuevo se abre una gran ensenada, que abarca una extensa llanura marina hasta Ofiusa. Retrocediendo desde su litoral hacia el llano del mar interno por donde dije antes que el mar, al que llaman Sardo, se adentraba en las tierras, se emplean siete días de marcha a pie. Ofiusa presenta un flanco tan prominente hacia adelante, cuanto oyes que se extiende la isla de Pélope en tierras de los griegos. Al principio se la denominó Oestrimnis,y los habitantes de estos lugares y campos eran los oestrímnicos; posteriormente una plaga de serpientes puso en fuga a sus habitantes y logró que esta tierra quedara despojada hasta de su propio nombre.»
«Los cempsos y los sefes dominan las colinas escarpadas de las tierras de Ofiusa; cerca de éstos, el ágil lucio y la raza de los draganos asentaron sus hogares bajo el rigurosamente nevado septentrión «
"El peregrino había pernoctado en Celorio en lo que había sido hogar benedictino con alberguería, y en otro tiempo, importante centro de estudios, hoy perteneciente a la Compañía de Jesús. Al salir del convento y en la misma plaza observa la inmensa “hoguera”-eucalipto gigante- plantada por los mozos del pueblo siguiendo las instrucciones y normas del vecino ya difunto Esteban Llaca quien manejaba las cuerdas y los bueyes de arrastre como nadie. Dejamos a nuestra derecha la playa de La Palombina, poco concurrida en ese día que más que veraniego parecía otoñal. Saludamos al escritor José Manuel Vilabella que cargado de periódicos se va a tomar un café a La Rotonda donde le espera Rosita, la propietaria, con ganas de comentar los titulares de El Comercio"
"José Ignacio Robledo es un mocetón cántabro, de buena planta y con sonrisa agradecida, bonachona y nunca forzada, que ya desde joven sintió afición por los fogones, así que se matriculó en la Escuela de Hostelería de Santander y pronto comenzó su singladura por las cocinas de casas de comidas en Santillana, en Aguilar de Campóo y en su Torrelavega natal, aprendiendo como el dice, lo más básico de cada uno, pero que le serviría a él para ir creando y forjando su propio estilo, muy inducido hacia la cocina tradicional, así que en su casa, en la carretera general en Celorio, no falta en la carta diaria la fabada, las verdinas tan solicitadas de la zona, el cocido cántabro y hasta el cocido de garbanzos todos los fines de semana, que en su casa hay clientes de todo tipo y de varias comunidades autónomas, muchos de Cantabria que al segundo día de estar por Asturias ya piden su particular cocido de alubias con berzas muy troceadas, incluso la olla podrida que citaba Clarín cuando el personal sesteaba en Vetusta y que se han encargado de mantener los burgaleses principalmente y que han tipificado como suya.
José Ignacio lleva desde 1994 al frente de su propio restaurante y por lo tanto ya es conocedor –pero sin confiarse- de las aficiones del viajero, bien sea caminante a Santiago, visitante circunstancial a las playas de Celorio, o turistas con cartera como definía un ministro -creo recordar de la UCD- a los representantes de comercio, sin olvidar los que quieren prolongar el veraneo, aunque solo sea de fines de semana por la comarca oriental.
Cuando le preguntamos a José Ignacio si existen diferencias entre las cocinas cántabras y astures nos dice que sí, pero que son mínimas, que la asturiana es algo más fuerte, basta ver los chorizos mas cargados de pimentón y por lo tanto con mas color y sabor reforzado y la morcilla de los potajes también mas grasienta. Creo que fue Paco Ignacio Taibo I quien aseguraba que en Asturias teníamos la influencia de los gallegos con la cebolla por el occidente y de los cántabros con el ajo por el oriente, pero son diferencias por zonas, no generales, pues lo mismo dicen en Cantabria de las influencias astures o vascas, así se pueden comer unos callos al estilo montañés en El Sardinero muy similares a los nuestros y en cambio los probamos en Potes, concretamente en el Valdecoro del recordado Paco Wences, cargados de especias muy similares a los del estilo leonés, pero exquisitos al fin.
José Ignacio no se queda solo con los cocidos que asegura son su debilidad y prefiere atender él mismo su cocción desde el principio hasta final, porque es sabedor de que la olla que muy rápido hierve, sabor pierde, pero también ofrece al cliente pescados al horno al estilo vasco; el rabo de ternera bien gelatinoso o cualquier otra especialidad que él, José Ignacio, le pone el marchamo de cocina casera que es lo que le agrada demostrar.
Habla de la hostelería con el sentimiento del profesional hecho asimismo, que la cocina es un arte y debe de cuidarse, que sobran los cocineros temporeros que con dos platos se consideran merecedores de estar en la “michelín” y a los dos días están de camioneros y a mucha honra en La Camocha y se olvidaron del fogón en favor del gasoil"
"Un remanso de tranquilidad y buenos recuerdos en el que siempre viene bien refugiarse del bullicio del día a día. Es lo que la localidad llanisca de Celorio representa para Carmen Lomana, quien pasó en sus caleyas, sus praos y, sobre todo, sus playas, «muy buenos momentos» durante su infancia y juventud. Sin embargo, ha pasado mucho tiempo desde que sus padres comprasen la vivienda, cuando ella apenas contaba nueve años, y hace ya muchos meses que tanto la empresaria como sus tres hermanos decidieron deshacerse de ella, no sin cierto pesar. «La casa lleva ya tiempo en venta, más que nada por las complicaciones que suelen traer los inmuebles que tienen varios propietarios, pues todos queremos ir a la vez y es un lío ponerse de acuerdo para hacer obras y esas cosas», explica Lomana a EL COMERCIO (...)
Como sea, esta leonesa enamorada de Llanes, «un lugar estupendo, precioso», reconoce que le gustaría pasar un último verano en la casa de su infancia. «Si para entonces aún no se ha vendido, seguramente vaya a pasar unos días, a modo de despedida, pues está llena de tantos y buenos recuerdos que me encantaría», indica. Y echa la vista atrás para rememorar lo mucho que les gustaba a ella y los suyos pasar tiempo en una vivienda que «mis padres siempre tuvieron maravillosa, muy arreglada y bonita»
"Recuerdo esos preparativos haciendo baúles para irnos tres meses de vacaciones a la casa de Asturias. Eran unos veranos largos siempre en el norte y en nuestros equipajes había desde botas katiuskas e impermeables a trajes de baño, porque en mi familia estaba prohibido usar biquini. Es más, cuando yo era pequeña nadie lo llevaba, excepto alguna francesa o sueca que se acercaba a las playas norteñas y que eran una especie de diosas que hacían con sus preciosos cuerpos revolverse de envidia a las lugareñas veraneantes de toda la vida, que se dedicaban a criticarlas. Hubo una época en la que vivimos en Valencia y cruzábamos toda España hasta llegar a Llanes. Salíamos con dos coches cargados hasta los topes y un remolque enganchado a uno de ellos con dos enormes baúles. Íbamos mi madre y mis hermanos con dos chóferes. Mi padre nos despedía horrorizado de vernos partir igual que la caravana de un circo. Llevábamos hasta un pájaro en su jaula. Siempre pensé que se sentía liberado por unos días haciendo vida de «Rodríguez». Solíamos irnos por San Pedro, en junio, y parábamos a dormir en Soria coincidiendo con sus fiestas. Era lo más divertido de aquella enorme excursión. Dejábamos el equipaje en el hotel y salíamos con mi madre felices a perdernos por la locura que era Soria en fiestas. Todo el mundo bailaba por las calles, mamá compraba mantequilla pues decía que era buenísima. Recuerdo que tenía colores y dibujos con un sabor dulce riquísimo. Había fuegos artificiales y nos acostábamos tarde, por lo que al día siguiente continuábamos el viaje durmiendo y sin dar la tabarra. En la segunda jornada nos plantábamos en nuestra casa «Rocamar», en la playa de Celorio. Un lugar de ensueño: nuestro jardín terminaba donde empezaba la arena. Y el olor intenso a mar y algas del Cantábrico siempre impregna mi memoria.El mar y la playa son mi pasión. Lo primero que hacía al despertar era pisar la arena virgen después de subir la marea. Me gustaba correr y bañarme saltando las enormes olas. Así cada día, como en un ritual mágico. Era la felicidad total... Después, un delicioso desayuno y me ponía mona para volver a bajar a la playa, esta vez de postureo con mi pandilla. Era una adolescente que vivía la vida con pasión de la misma forma que ahora, pero sin el bagaje de la vida que te erosiona el corazón. Por la tarde, chocolatadas en el monte, hacíamos hogueras y asábamos chorizos; jugábamos a las prendas y coqueteábamos con los chicos que nos gustaban... Estas tardes terminaban al volver del monte en un lugar «mítico» que ya no existe, «La Pista», una antigua casona de indianos en la que nuestros padres merendaban y jugaban al chinchón y otros muchos bailábamos en la parte de atrás, donde estaba la pista de baile. Sonaba Adamo, «Mis manos en tu cintura», y nos emocionábamos con algún beso robado o una caricia de nuestros primeros amores...Esos veranos de Asturias siempre con un suéter al atardecer, el olor a mar y eucaliptos, el «orballu» mojándonos la cara suavemente, el sonido de la sidrina escanciándose... Eran unos veranos únicos. Aprendí a amar la naturaleza también a conocer el amor y la belleza. Pero lo que nunca olvidaré serán los paseos por la tarde con mi madre hacia Porrúa un pueblo al pie de la Sierra de Cuera, para tomar queso blanco recién hecho con membrillo mientras contemplábamos ese paisaje abrupto con mil matices verdes que las dos amábamos tanto. Ahora acabo de llegar a St.Tropez, que no está mal, pero nada comparado con aquellos veranos"
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