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domingo, 12 de junio de 2022

EL SABLÓN, LA PLAYA URBANA DE LLANES: ANTIGUA ENSENADA BALLENERA ANTE "LOS CUBOS DE LA MEMORIA" Y EL PASEO DE SAN PEDRO, ATALAYA DEL MAR Y DE LA TIERRA (ASTURIAS)


El Sablón y el Paseo de San Pedro

Aunque no está en el mismo Camino Norte, siguiendo su trazado oficial, que atraviesa la villa asturiana de Llanes, la playa de El Sablón (aumentativo de sable, arena) es una preciosa playa urbana muy muy cercana a él que recomendamos conocer a todo peregrino que pase por aquí, con la posibilidad en verano de darse un merecido zambullón en sus aguas o descansar al sol en lo que fue una antigua ensenada ballenera, cuya atalaya desde la que se oteaba el paso de cetáceos es ahora el Paseo de San Pedro, complemento ideal para esta visita, pues desde su cresta se divisa una hermosa vista de la población y su entorno, incluyendo un buen tramo de costa

Como referencia para dirigirnos a El Sablón vamos a tener la iglesia parroquial de Santa María del Conceyu, y enfrente, el Palacio de los Duque de Estrada, en ruinas desde que fue quemado en 1809, dentro de los trágicos episodios de la francesada o invasión napoleónica, tal y como hemos comentado en la entrada de blog correspondiente a este templo y los palacios que le rodean

Palacios como el de los Posada Herrera, actual casa de cultura, que se dice construido entre los siglos XVII y XVIII también en el entorno de la iglesia, que vemos a la izquierda de la foto, mirando a la portada occidental de la iglesia-basílica


De este palacio también hemos comentado en dicha entrada de blog de la iglesia y sus inmediaciones, pero conviene recordar que sin duda su más famoso inquilino fue José de Posada Herrera, jurista y político que llegó a ser Presidente del Consejo de ministros entre 1883 y 1884


Ante el arruinado Palacio de los Duque de Estrada, construido en el siglo XVII en el solar de una más antigua torre medieval, el Camino sigue a la izquierda, pero nosotros continuaremos a la derecha si queremos ir a El Sablón


Recorremos así la pared sur de este palacio, a la sombra de los muros de la iglesia, su fachada sur, en el espacio que fue en origen en camposanto


Al fondo, otro de los palacios que miran al templo parroquial, El Cercáu, así llamado por disponer también de alta cerca o muro que lo cierra. Es evidente, como ya lo señalábamos al recorrer estas casonas, el ansia de las familias principales por estar en las cercanías de la iglesia, espacio sagrado y profano pues además de las liturgias se dirimían los asuntos del común en los conceyos abiertos o asambleas vecinales, de ahí el nombre del templo. Era además una cuestión de estatus y prestigio social, como el de enterrarse en el interior del santuario, a ser posible contando incluso con capilla propia


En el caso del fundador de este Palacio del Cercáu, su fundador, Pedro Junco de Posada, construyó su capilla-panteón en el mismo palacio ante la negativa a que su sepulcro estuviese dentro de la iglesia-basílica. Al llegar aquí ante los muros palaciales iremos a la izquierda


Y continuamos pues por la calle a la derecha de la también cercada quinta de La Bombilla, sobre cuyos muros asoman las soberbias torres del Palacio de los Duque de Estrada, de cuya historia, estado actual y características nos informan en la ficha correspondiente de la Lista Roja de patrimonio en peligro editada por la entidad Hispania Nostra:
"Construido sobre otro palacio anterior del que se conservan algunos fragmentos. La fundación original del edificio no está documentada. La familia asturiana Estrada fue regidora del castillo de Llanes y en 1647 recibió el título de condes de la Vega del Sella. De la construcción primitiva sólo se conserva la Torre de los Aguilar San Jorge del siglo XI. El edifico fue remodelado en el siglo XIV. La fachada de estilo barroco fue construida en el siglo XVII. 
Descripción: 
Se trata de un palacio barroco, con una superficie de 1.351 m2, construido a finales del siglo XVII por Fernán Duque de Estrada, conde de la Vega de Sella. Tiene una torre a cada lado de la sobria fachada principal. 
El palacio presenta una planta de forma rectangular de dos pisos con patio interior adosada a la torre de los Aguilar de San Jorge, de época medieval y por  tanto lo más antiguo del complejo. El edificio principal  corresponde en su mayoría a la remodelación efectuada en el siglo XVIII. En la fachada principal, en el centro, se pueden contemplar dos escudos nobiliarios perteneciente a la familia de los Duque de Estrada. Lo más sobresaliente de todo es el magnífico pórtico, constituido por dos pisos de arquerías apoyadas en pilares. El cierre de esta edificación coincide en gran parte con la muralla románica. Se encuentra abandonado y en ruinas desde el incendio de la villa en 1809, por las tropas francesas del general Bonet"


Como comentábamos en la mencionada entrada de blog dedicada a la iglesia, esta destrucción del palacio por las tropas francesas es la versión más extendida, aunque también se ha esgrimido que pudieron ser los propios vecinos en venganza a una supuesta simpatía afrancesada de sus dueños que de la que no hay señal palpable. Más posible sería que fuesen precisamente sus dueños los que lo quemasen, al estar infectado de peste, dado que fue habilitado forzosamente como improvisado hospital militar de las tropas asturianas que guardaban el frente del Deva, en cuyas filas surgió esta epidemia que causó gran mortandad entre ellos y en la población, llegando a tener que improvisarse también incluso un cementerio en Las Barqueras, paso a Llanes por el Ríu Carrocéu en El Riveru


Estas altas paredes pétreas de estos palacios de los Duque de Estrada y El Cercáu, en buena parte almenadas, no dejan aparentemente de ser una prolongación privada de la muralla o cerca local, la cual discurría unos metros más al norte y cercana a la playa, no en vano la morfología del Llanes medieval y moderno estaba plenamente marcada por ella


Entre ambas cercas palaciales, subsidiarias de alguna forma de la muralla llanisca, el camino hacia la playa es ancho, adoquinado-enlosado y peatonal (o más o menos semi-peatonal). Frutales y árboles ornamentales, así como hierbas, hiedras y malezas trepadoras arrojan algo de sombra sobre las veredas. Esta vía constituye en nuestros días un acceso directo entre el casco histórico de Llanes con El Sablón y El Paseo de San Pedro, por lo que es muy normal encontrarnos con gentes yendo y viniendo, sobre todo en verano

Por aquí pasaríamos el umbral de la antigua muralla de Llanes y llegaríamos a El Sablón, viendo en lontananza el Paseo de San Pedro, cuyo origen data del año 1847 cuando, con la idea de conseguir una zona de recreo para el paulatinamente creciente vecindario, se reaprovechó la vieja atalaya natural de los balleneros, que lo mismo que divisaban cetáceos avisaban de la presencia de corsarios en las endémicas guerras de la antigüedad. Su utilidad actual, que esperemos que no cambie nunca, es la de ser, y transcribimos textualmente según leemos en Guía Turismo Asturias...

"ENCLAVE espectacular especialmente al atardecer, cuando la luz del sol lo convierte en ese lugar tradicional y muy solicitado para enamorados"

Calles anchas pero con abundantes pasos de cebra para los peatones, bulliciosas en los días estivales de buen tiempo, silenciosas en los grises y nublados de orbayu, no digamos en los de invierno, cruzamos en dirección a la Avenida de las Gaviotas para dirigirnos al sable de El Sablón, en nuestros días plenamente urbanizado

La Punta del Guruñu cierra la playa por el norte haciendo de ella ese refugio portuario natural tan apreciado por los balleneros de antaño. En la Enciclopedia del paisaje de Asturias dicen esto de ella:

"Punta caliza que guarda por el norte la playa de El Sablón y que va perdiendo altura poco a poco hasta sumergirse en el mar. Accesible desde San Pedro, forma parte de la parroquia llanisca de Santa María del Conceyu de Llanes y del Paisaje protegido de la Costa Oriental. La Punta del Guruñu llama la atención porque, vista desde El Sablón, parece que está ligeramente entornada, pero mirada desde la costa de Cue o desde el aire se aprecia bien que en un momento dado pierde súbitamente la mayor parte de su anchura, por la parte que mira a la mar abierta. En esa parte presenta varias paredes de escalada, no muy difíciles pero sí bastante peligrosas"

Entre El Sablón y La Punta del Guruñu está El Pozu los Pulpes, indudablemente referido a la existencia de pulpos en esos pedrales o pedreros que cerraban una ensenada en la que, bien dejada atrás la tradición ballenera, se asentó la playera, al ir apreciándose, avanzando el siglo XIX y adentrándonos en el XX, las virtudes terapéuticas de los baños de sol y de ola, fundamento de toda una tradición vacacional en costas y playas tenidas falsamente durante siglos por lugares insalubres. Seguimos leyendo en la Enciclopedia del Paisaje de Asturias:

"Antaño, los bañistas de El Sablón eran de más rango social que los de Puertu Chicu y los sexos se apartaban por lugar y por horas. De arena blanquecina y forma de concha, su utilización es masiva"

No es una playa grande en tamaño, unos 115 metros de largo según mareas, si bien de relativa profundidad, pero sí en historia. Grandes pioneros del turismo playero en Llanes vinieron a esta playa, se trata de la familia madrileña Igual Esteban, muy bien plasmados por el gran Higinio del Río, Director de la Casa de Cultura de Llanes, en el artículo Calumbos iniciáticos en El Sablón, publicado en La Nueva España el 24-3-2018:

"En el verano de 1916, cuando el edificio del Casino, que llevaba abierto apenas cuatro años, albergaba acaloradas tertulias entre los socios (unos, partidarios del káiser, y otros, aliadófilos), un matrimonio de Madrid, formado por José Igual Martínez-Gabán y Ascensión García-Alix Fernández, llegó a Llanes con sus hijos: Antonio, Blanca y Marta. Alquilaron una casa próxima a la playa del Sablón y desde el primer momento fueron empapándose del llanisquismo, descubriendo tradiciones y vericuetos de la identidad local, captando humildemente y con exquisita atención el pulso de la localidad y sumándose al ambiente con naturalidad y respeto. No había en ellos ánimo alguno de imponer códigos ni de contagiar estrés (que es lo que hoy intentan, patéticamente, y en vano, algunos foráneos). Actuaban sin prepotencia urbanita y sin despreciar la aldea y lo provinciano. 
Nunca cambiaron de destino estival. Llanes pasó a ser su segunda patria. La querencia de aquel matrimonio hacia la villa de Ángel de la Moría la heredaron sus hijos, en especial su primogénito, el ingeniero industrial Antonio Igual García-Alix, casado con la vallisoletana Ana Esteban de la Mora. La familia Igual-Esteban había alquilado un piso en la última planta de lo que había sido el glamuroso hotel Victoria, en vecindad con Emilio Sobrino Mier, el escultor que haría a principios de los años 60 la réplica de la estatua de Posada Herrera en el parque. Era un Llanes que aún conservaba vivas estampas de su pasado, como el paso de los entierros por la calle Nemesio Sobrino camino de Camplengu. Eran veranos plácidos y larguísimos en los que a la pareja y a sus hijos (José María, Marta, Ana, Cristina y Blanca) les daba tiempo a hacer muchas cosas: chapurrear el vocabulario llanisco ("calumbu", por ejemplo, que significa chapuzón playero); ir a la fiesta de Santa Marina en Parres a bordo de los autocares de Mento; vestirse, ellas, de aldeanas y actuar en los teatros del bando de San Roque que se organizaban en el Benavente y en el Cinemar; comprar jamón en "La Pilarica", la tienda de Pilar Pérez Bernot; disfrutar en solitario de las playas de Borizo y Torimbia (escenarios prácticamente vírgenes entonces) y enseñarnos a los lugareños a nadar y a tirarnos con buen estilo en el Pozu de los Pulpos. 
Los Igual, por fortuna, siguen estando entre nosotros. Una estela invisible, como el olor a salitre, nos sigue vinculando a los llaniscos con aquel tiempo feliz. Los veraneos de aquella familia, que tenían mucho de la película "Las vacaciones del señor Hulot", ha venido a recordárnoslos ahora, por un efecto colateral, la obra de teatro "Luxemburgo", de la compañía gijonesa "Viesqueswood". Una comedia corta construida sobre una imaginativa ficción histórica. Escrita por Beatriz Meré y ambientada en el Gijón de 1905, tiene como protagonistas a tres damas de distintas clases sociales, que coinciden en el Ateneo Obrero guiadas por la misma inquietud: formarse, aprender y cultivarse. Una es Victoria Eugenia de Battemberg, a punto de convertirse en reina consorte de España; otra es una obrera, Eulalia, estereotipo de las jóvenes trabajadoras asturianas, y la tercera es Blanca Igual, una dama con una fuerte vocación política, que llegaría a ser una de las primeras mujeres concejales que tuvo el Ayuntamiento de Madrid (a ella se debe la creación del cementerio de la Almudena y la institucionalización del Día del Libro). Blanca Igual, vizcondesa de Llanteno por matrimonio, era tía abuela de aquellas mozas madrileñas con las que compartimos calumbos en el Sablón"

Hemos de recordar que ya en el verano de 1892 esta playa tenía un balneario construido "a expensas del indiano y benefactor Román Romano Mijares", como bien nos explica la erudita Maiche Perela Beaumont en su artículo Los Balenarios del Sablón, edificio destruido por un temporal en las postrimerías de1917 pero del que, en los mareajes del invierno, salían a la luz las pilastras sobre las que se apoyaba, en las que jugaban los niños para, subiéndose a ellas, aguantar los golpes de las olas

Posteriormente se inauguró en junio 1921, y abriendo la temporada veraniega, un segundo balneario, gestionado, no sin serias dudas previas, por el mismo Ayuntamiento, el cual celebraba alegres bailes en aquellos locos años 20, amenizados por un piano-manubrio y a veces por la misma banda municipal, hasta ser también arrasado por las galernas cantábricas. De él afloran a veces también sus cimientos

Capítulo aparte merece la memoria de la célebre Mari Jesús Goiti Somohano, Chucha la Churrera, personalidad destacada de Llanes, también glosada por Higinio del Río, quien tuvo aquí uno de los primeros puestos de patatas fritas para los bañistas: 

"El luto de su viudez le cubrió el alma desde los veintinueve años y trazó para ella un itinerario diferente al de las demás mujeres. Mientras otras se divertían vestidas de domingo, ella freía churros sobre los dos metros que se le reservaban en el prau de la romería, previo pago de la correspondiente tasa municipal. Su existencia transcurrió sobre aquel estricto par de metros cuadrados. Sonaba la música y la gente bailaba, mientras ella, en su rincón de hierba y de aceite hirviendo, daba forma a ruedas de dos duros. Sus suspiros y su recogimiento contrastaban crudamente con el jolgorio del entorno. Era el ejercicio de supervivencia de una madre dolorosa, sin que apenas nadie reparase en ella. 
La madre de Chucha, Concepción Somohano, era de San Roque del Acebal, y su padre, Juan Toribio Goti Parás, de Silva (Vizcaya). “Juanillo”, como era conocido su progenitor, fue uno de los marineros que tomó parte en la primera acción de rescate realizada en Llanes por la Sociedad de Salvamento de Náufragos, en 1887. Personaje poco común, Juan Goti dio la vuelta al mundo a bordo del “Nautilus”. A comienzos de los años veinte, Juanillo y Concha, que tuvieron dieciséis hijos, habían arrendado al Ayuntamiento el Balneario del Sablón.  
Sin que le hubiese quedado ninguna paga del marido, al socaire de muchas “nochebuenas” y “nocheviejas” con un plato de pulientas resecas sobre el mantel, sólo Dios sabe lo que Chucha tuvo que luchar para sacar a los suyos adelante. Cuando llegaban los Reyes Magos, los críos aguardaban en la cola que se formaba en la acera del Puente, vigilada por Venancio, el municipal. En el primer piso del edificio de los actuales almacenes “El Siglo” estaba la sede de Falange, y allí se repartían juguetes: un tambor, una “pepona”, un rompecabezas, una trompetuca.... La cola era muy larga, y la esperanza seguramente también, pero los juguetes iban siempre a parar a las manos de los mismos. A los hijos de Chucha nunca les tocó nada. 
Trabajó la anchoa durante cincuenta años en la fábrica de conservas “La Llanisca”, de Conde y Teresa; también fregó pisos; fue a pedir por los pueblos (no dinero, sino comida; las aldeanas eran caritativas y siempre le daban patatas, recortes de cerdo y otras cosas, para poder dar de comer a los suyos), haciendo caminatas hasta Meré y Los Callejos. 
En su vida laboral, para Chucha lo primero era la fábrica (allí alcanzó el Montepío), donde descabezaba el pescado y envasaba las anchoas. Aparte de esto, por las noches, a las cuatro o a las cinco de la madrugada, iba al “charrangue” a la estación de FEVE (“charrangar” era robar carbón, y lo hacía mucha gente en aquellos duros tiempos). Si hacía dos viajes, el carbón traído en el primero era para venderlo, y el segundo para consumo de casa. Una vez, recién fallecido su marido, fue sorprendida por un guarda de la estación, que le dio una paliza y la metió en el almacén para los paquetes.  
Chucha hacía también bollas, que vendía ella misma por las casas, a peseta, y durante un tiempo tuvo un puesto de patatas fritas en el Sablón. En varios viajes, bajaba ella la mesa, la gran sartén, el sacu de patatas, el aparato para cortarlas, el papel de estraza para los cucuruchos y la caldera, que funcionaba con coque. Su modo de ganarse el pan más definitivo, sin embargo, fue la venta de churros por las romerías y verbenas, codo con codo con su hermana Dorila. 
Aquéllas sí que eran romerías y verbenas de verdad: pasodobles toreros y autocares de Mento yendo y viniendo; los ritmos de las orquestas “Gran Kapytol”, de Trubia, “Cubanacán”, de Torrelavega, y “Los Panchines”; las almendras garrapiñadas y las pistolas de agua; las tómbolas, los caballitos, los petardos, los globos de colores, la hierba húmeda y las casetas del tiro al blanco; el ron de garrafa, las mejillas sonrosadas, los ojos vidriosos y las miradas lujuriosas. El Cristo de La Portilla, Santa Marina en Parres, el Carmen de Celorio... 
Los utensilios que necesitaba se los llevaban el entrañable Domingo “el Tibo”, en una carretilla, o Chovero en una furgoneta: el bidón de gasoil, las garrafas de aceite y de agua, las bolsas de harina, el azúcar y todo lo demás. Ella iba andando con Sarina y Matilde. Salían a las diez de la mañana, llevaban la comida preparada (cuando la había), y regresaban en silencio a las tantas de la madrugada, una vez que la orquesta había interpretado la última pieza"

Es verdad que, en verano, pese al inconveniente de su alta ocupación, ofrece a cambio El Sablón todas las ventajas de una playa urbana, duchas, vigilancia, cercanías a alojamientos, tiendas, bares, etc., así como, para los amantes de la buena historia, su cercanía al centro histórico, con el que está plenamente vinculada, dado su pasado ballenero al que tantas veces hemos aludido


Es especialmente llamativo el argayu o desprendimiento, corrimiento, o como queramos transmitir, de tierra y rocas en la ladera bajo el paseo, un fenómeno harto frecuente en las costas acantiladas pero que hizo correr ríos de tinta durante años al tratarse de una zona altamente conocida y frecuentada, haciéndose de ello un largo culebrón. El periodista-erudito Luis Sordo, en sus Cróniques del Oriente d'Asturies, decía así de ello el 13-12-2011:
"Ocurría el 20 de Marzo de este año: la playa de El Sablón (Llanes) amanecía con un gran argayu producido en la ladera del Paseo de San Pedro. Rocas (algunas de grandes dimensiones) y tierra se habían precipitado al arenal en torno a las 6-7 de la mañana.
Al día siguiente un técnico y un geólogo comprobaban sobre el terreno la situación, después de que el Ayuntamiento diera aviso a Demarcación de Costas de lo sucedido. 
Desde el consistorio se ordenaba a la Policía Local que instalase unas cintas cerrando el paso. Sin embargo se instalaban en el acceso a toda la playa y, claro, había personas que no estaban dispuestas a dejar de pasear o visitar el arenal sólo por haberse producido un desprendimiento en una zona muy concreta del mismo. Así que a la vista de que las cintas de nada servían, se procedió -10 días después- a colocar unos carteles de advertencia del peligro… que tampoco evitarían el paso de personas pero que servirían para que el Ayuntamiento se liberase de cualquier responsabilidad ante un accidente. 
El Ayuntamiento, posteriormente, enviaba un informe -elaborado por su arquitecto- a Demarcación, informe en el cual se alertaba de la inestabilidad del terreno y la necesidad de estabilizar la ladera. Esto aparte de la propia labor que debía realizar Costas, departamento encargado de dar una solución al problema. 
Luego el Teniente Alcalde, José Balmori, anunció que el Ayuntamiento había contratado a una ingeniería “con experiencia en este tipo de casos, para que realice un estudio pormenorizado de la situación”. 
En Junio, a la vista de que se presentaba la temporada estival con el argayu en la misma situación que el primer día, Foro Asturias preguntaba un escrito por la existencia o no d un estudio técnico pormenorizado de la situación, el riesgo de desprendimientos posteriores, la previsión de algún trabajo de estabilización de la ladera y desescombro de la playa, así como medidas que se pensaban adoptar para la seguridad de los bañistas. 
Dos días más tarde el Alcalde en funciones, José Manuel Herrero, reconocía que «no tengo ninguna nueva información sobre el tema». 
Con la llegada del mes de Julio, la “novedad” era una nueva cinta de la Policía Local, en este caso situada justo en la zona del argayu. 
El 7 de Julio la Alcaldesa, Dolores Álvarez Campillo, declaraba que “estamos esperando que Demarcación de Costas nos haga llegar una solución definitiva, no un parche” y añadía “así que a la espera de que desde el Ministerio se ponga esa solución definitiva sobre la mesa lo único que podemos hacer es acordonar la zona y confiar en que la gente haga caso a los carteles y la cinta de la Policía Local”. 
El 30 de Agosto era el Delegado del Gobierno, Antonio Trevín, el que declaraba que “la Demarcación de Costas está ultimando el proyecto para actuar en la zona del desprendimiento”, llegando incluso a adelantar que “en unas semanas se podrían fijar plazos para el comienzo de la actuación”. 
Posteriormente, ya en el otoño, se producía un derrumbe –el segundo en pocos meses- en la zona de Las Marismas. A la hora de anunciar su próxima declaración, la Alcaldesa declaraba que era “muy probable” que ambas actuaciones –la de Las Marismas y la del Sablón- las acometira Costas “a un tiempo”. 
Pero… lo que en Agosto era una actuación a la que podrían fijarse los plazos en unas semanas y en Septiembre era una actuación que era muy probable que se acometiera al tiempo que la reparación del derrumbe de Las Marismas, el 11 de Octubre era ya algo que no preocupaba: el 11 de Octubre declara el Teniente Alcalde, José Balmori que “de todas maneras la situación en la playa ya no es tan preocupante hasta el verano que viene”.

Sobre las durante mucho tiempo visibles cicatrices del argayu siguen abriendo sus puertas en verano los populares chiringuitos, sucesores de los antaño célebres merenderos, más o menos evolucionados a los nuevos tiempos, así como, en lo alto del paseo, el Mirador de San Pedro, en el paseo de este nombre, cinematográfico escenario de la película Historia de un beso de José Luis Garci, estrenada en 2002


A ese mirador del paseo, donde también hay una cruz y una cueva, El Taleru, le dedica el cronista de la vida llanisca, director de la Casa de Cultura, Higinio del Río, uno de sus célebres artículos, Gaseosas y arquitectura, repasando alguno de los pormenores de su construcción a cargo del arquitecto Miguel García-Lomas Somoano:
"El arquitecto madrileño Miguel García-Lomas Somoano (1888-1943), que veraneaba en Ribadesella, de donde era oriunda su madre, Regla Somoano Rivera, mostraría en Llanes una notable actividad durante el período de la dictadura del general Primo de Rivera. El tándem que formó con Rogelio Gutiérrez Sordo en los años previos al 14 de abril de 1931 es equivalente al que representaron Joaquín Ortiz y Francisco Marcos Purón en la etapa inmediatamente posterior. Un fructífero entendimiento, en ambos casos, entre un arquitecto y un indiano decidido a implicarse en el urbanismo. 
Ya era autor en Ribadesella de un amplio catálogo de obras de estilo regionalista (entre otras, la mansión de Llano Margolles). A Rogelio Gutiérrez Sordo, con negocios en México, le proyectaría en la calle Egidio Gavito, esquina a la calle de la Estación, un chalé unifamiliar (que sería requisado por el Frente Popular en 1936 y albergaría la sede de las Juventudes Socialistas Unificadas hasta septiembre de 1937) y un edificio de pisos en la calle Mercaderes, junto a la Puerta de la Villa (donde había estado la capilla de Todos los Santos), en cuya planta baja se inauguró la glamurosa confitería “Auseva”.  
Pero García-Lomas, padre del último alcalde franquista de Madrid, también concibió proyectos de una gran singularidad. Por ejemplo, a él y a su socio Urbano de Manchobas (arquitecto municipal de Eibar desde 1926, militante del PNV y exiliado en Venezuela tras la victoria de Franco) les fue encargado en 1921 el diseño de reconstrucción del palacio Duque de Estrada, en ruinas desde que fuera incendiado por los soldados de Napoleón en 1812. Este proyecto, denominado ”Hotel-Mansión Astur”, pasó al olvido con el advenimiento de la Segunda República. Sí se llevó a cabo, en cambio, el de la reconversión de los restos de la torreta de San Pedro en un mirador al Cantábrico y a la villa provisto de mástiles para banderas marítimas. La obra, realizada por el contratista Celedonio Torre, costó trescientas pesetas con setenta y cinco céntimos, y coincidió en el mismo paraje con un novedoso negocio estival ideado por Antonio Martín García (1884-1964). (A este simpático personaje, nacido en Ribadesella y casado en Pancar, lo recordamos en su época de representante de una fábrica de embutidos, cuando en la tienda La Pilarica fascinaba a los niños con una ocurrencia sin parangón: sacaba del bolsillo dos botones que parecían ojos, los colocaba entre los dedos de su mano izquierda, que envolvía con su pañuelo, y convertía el puño en un expresivo muñeco, con la cara de una vieja desdentada, al que ponía voz de ventrílocuo).  
Años atrás, Antonio Martín, que había vivido la experiencia, no muy afortunada en su caso, de la emigración a México, abrió una tienda de calzado frente a la plaza de Parres Sobrino, y en julio de 1928 obtuvo permiso del Ayuntamiento para poner un puesto de bebidas, refrescos y meriendas en la Cueva del Taleru. Todo bajo la sombra de la cruz levantada en 1884 en lo más alto del paseo, que sería derribada al principio de la Guerra Civil y repuesta en 1938. Mesas, bancos, sillas y toldos se desplegaban sobre la hierba a pocos metros de la nueva torre vigía de la Sociedad de Salvamento de Náufragos. De la construcción recién terminada (un mirador excepcional levantado a partir de los restos de un antiguo semáforo pétreo de planta circular) José García Arco, Pepe, hizo unas cuantas fotografías. En dos de ellas posaron para el fotógrafo las hermanas Sira y América Ruales (las Pininas), apoyadas en la barandilla del templete de García-Lomas como modelos de una revista parisina de modas"

Efectivamente, antes del paseo, fue este promontorio de atalayeros o vigías del Gremio de Mareantes de San Nicolás, el cual empezó a ser transformado en el actual paseo por el Alcalde Francisco Posada Porrero, si bien desde tiempo atrás llevaban realizándose diversas intervenciones, como la colocación de un canapé de piedra en 1720, justo donde arrancaba la senda que subía desde El Sablón. En la actualidad el acceso se realiza por unas escaleras que vemos desde aquí y por las que vamos a subir, tal y como hace Higinio del Río Pérez, y tal y como plasma en 2018 en Paseo de San Pedro de Llanes: observatorio de ausencias:
"Son ya cerca de sesenta y cuatro años subiendo la escalinata del Paseo de San Pedro desde la playa del Sablón, un recorrido de cien escalones que permite acceder a un privilegiado puesto de observación. Es y ha sido siempre, para los llaniscos, una ascensión iniciática a un lugar en el que, en medio de la envolvente visión del mar, la montaña y la doble fila de tamarindos, nos reencontramos con nuestra historia personal y colectiva.

A medida que nos hacemos viejos, a donde conducen realmente esos peldaños es a un monumental observatorio de ausencias. Desde él, los años y la nostalgia nos revelan sin medias tintas la pérdida irreparable de elementos sustanciales del paisaje urbano de Llanes. Han ido desapareciendo del patrimonio común, víctimas de un inexplicable desdén, edificios que habían formado parte de nuestra identidad y de nuestras vivencias, como el Palacio del Coju de la Guía (“Villa Vicenta”, aquel majestuoso ejemplo de la arquitectura neogótica inglesa, proyectado a finales del siglo XIX por Casimiro Pérez de la Riva, que parecía sacado de una producción de Disney); el Teatro Benavente (obra de Mariano Deogracias Lastra), en el que descubrimos el cine y el territorio infinito de los sueños; las antiguas Escuelas Públicas (diseñadas en 1914 por Juan Álvarez Mendoza, en las que fuimos alumnos de don José Caso); la Compuerta (nuestra Torre Eiffel, proyectada en 1930 por el ingeniero de Puertos José María Aguirre, desde la que se tiraban los rapaces a la ría en marea alta); el sanatorio del doctor García Gavito (que después de la Guerra Civil sería instituto de enseñanza media y, más tarde, el Hotel México), la mansión racionalista de Ceferino Ballesteros en la avenida de la Paz, el chalet construido en la Segunda República por la Asociación de Comerciantes e Industriales (ACI) en la avenida de México… La voracidad de una mal entendida modernidad, que siempre es un feo asunto, ligado a piquetas, insensibilidades y desprecios, hizo aquí de las suyas.

La capacidad evocadora de todo eso resulta elocuente desde la escalinata de San Pedro. En la última parte de la subida solíamos jugar de críos con carros, diligencias, figuras de plástico de indios y vaqueros y mucha imaginación. Recreábamos sobre aquella rocosa orografía un escenario de desfiladeros, valles, colinas y montañas, en el que discurrían episodios de la conquista del legendario Oeste. Allí cerca, como observándonos mientras jugábamos, se levantaba una gran higuera, pegada a la piedra, que nos daba sombra refrescante en los días de calor. Era el techo abovedado de nuestros sueños del Far West, en aquéllos tiempos en los que toda la semana esperábamos con impaciencia que llegara el domingo para ir al cine de las 5.

La higuera ya no está. Ahora pertenece al catálogo de ausencias del que hablábamos antes. La escalinata de San Pedro, ideada en 1930, había formado parte de un plan de ensanche proyectado por el arquitecto municipal Joaquín Ortiz cuando era alcalde Francisco Saro. Venía a rematar un planteamiento novedoso para modernizar racionalmente la villa. Ese plan incluía una calle entre el Ayuntamiento y el Casino (una arteria que se abrió mucho más tarde, en 1956, aunque sólo parcialmente, que no se completaría hasta los primeros compases del siglo XXI, aunque sin respetar, lamentablemente, el trazado recto que había pensado Ortiz), y la apertura de lo que es la avenida de las Gaviotas, paralela al Paseo de San Pedro, que se haría realidad con casi 70 años de retraso. Del proyecto de Ortiz lo único que se hizo fue la escalinata, que hoy, sin la higuera, se nos muestra más vacía y descarnada que nunca"

La playa y el paseo, de la misma manera que más rincones de Llanes, inspiraron a la poetisa Teresa Merodio en su obra Llanes, descanso del alma. Esta es la reseña de su presentación, firmada por Guillermo Fernández en El Comercio el 12-8-2016 y titulada con una frase de Teresa: "Hablar de Llanes es un sueño":
"María José Merodio Rodríguez 'Tesa Merodio' presentará en la Casa de la Cultura de Llanes, el próximo jueves 18 de agosto, a las 20 horas, su ópera prima, un volumen con 48 poemas de matiz intimista en los que la autora tira de su propia vida para obtener conclusiones comunes. A lo largo de sus versos se hace presente el pasado, con la finalidad de revivirlo por medio de la palabra. La obra tendrá una tirada de 600 ejemplares y en la presentación, acompañando a la autora, estarán presentes Higinio del Río, director de la Casa de la Cultura; la editora Carmen Casal, y José Antonio Anca, periodista y recuperador de patrimonio llanisco. 
Bajo el título 'Llanes, descanso del alma', Tesa Merodio fracciona el libro en cuatro apartados: cosas de Llanes, sentimientos, rincones únicos y actitudes. Ya en la primera página, en el poema titulado 'Llanes, tierra y sabor', desgrana la esencia del concejo a través del callejero de la villa, el mar, el cielo, el folclore y la gastronomía. En sentidos versos describe lugares comunes como el paseo de San Pedro, la basílica, las playas del Sablón y Puerto Chico, los atardeceres, el mes de septiembre y hasta el cementerio de Camplengo. 
Dentro de los poemas del sentimiento se detiene en su infancia, los seres queridos, la huida y el olvido. Y entre los rincones únicos se ocupa de la sierra del Cuera, Naves, Nueva, Pancar y Porrúa, y, sobre todo, de las playas: Ballota, Barro, Buelna, San Antolín, Toranda y Torimbia. 
Así pues, Merodio hace de Llanes y su concejo el tema central de un poemario que ha ganado el premio de la imprenta. En propias palabras, la poetisa explicaba ayer que «es un sueño, un privilegio, poder hablar de Llanes». Y no tenía inconveniente en señalar que Llanes «es único, principalmente por sus fiestas, que recogen lo más selecto de la tradición religiosa junto a actividades folclóricas, lúdicas y culturales»

Dentro de esta faceta literaria, hemos de decir que El Guruñu, como El Taleru tienen una historia curiosa, fueron topónimos que, junto con los de otros lugares de la población y motes populares, sirvieron como seudónimos de los autores de artículos en una revista editada por los llaniscos emigrantes, El Ribero, excepcionalmente crítica, por lo que no debería ser aconsejable firmar en ella con el nombre real, tal y como publica el investigador Ramón Sordo Sotres en La Nueva España en la carta de los lectores titulada Un llibelu de 1908, redactada en la jabla llanisca del autor:
"Ello qu’era l’añu de 1908 cuando en Méjico (Mérica) sacaren “El Ribero”, una revista mensual en llengua castellana, jecha en Llanes (Uropa) sobre asuntos d’esta villa y conceyu (“redactado por llaniscos y para los llaniscos”). No se caltienen exemplares d’elli, yo conozco solu unu del númeru 2, del 5 de mayu de 1908, d’ocho páxinas y con un preciu de 1 cs (que no sé si quier dicir centavu o céntimu). El nombre del pedióricu tien que vinir d’El Riberu, qu’e como llamamos al ríu los vecines de la Villa.

La revista jacíase, ta claru namás mirala un poquitín, pa echar per muchos vecines, per políticos (Alejandro Pidal y Mon o Pepín Parres), partíos políticos del conceyu, los conceyales del Ayuntamientu, otros pedióricos, l’alcalde de Cue y asociaciones como el Casino o los bandos de las funciones, el clericalismu, el tradicionalismu... La revista e anónima, pos las firmas qu’apaecen nella son llamaos sacaos de sitios de la Villa (C. del Taleru = la Cueva el Taleru, P. del Goruño = la Punta el Guruñu) o presonas nombradas del pueblu (Federico Pata Podre y Pepín de la Suela).

No sé si poner pingando a tanta xente era corriente nesi tiempu n’España, pero pue ser por eso que no se caltienen más números de la revista"

El Paseo de San Pedro conoció la figura de los serenos, guardando la zona donde se construyeron los primeros chalets. A uno de ellos, Eulogio Cue Inés, le dedica esta gran semblanza Higinio del Río Pérez en la galería de personajes de su blog, artículo publicado en El Oriente de Asturias el 5-5-1995:
"A los ocho años, Eulogio Cue Inés (“Logio el Chulu”), hacía de lazarillo de su padre, que perdió la vista en la mar. Poco después empezó a trabajar como marinero. La primera lancha en la que embarcó fue “La Troya, en 1926. Era un chavalín de diez años.
Trabajó en “La Tienda Nueva” y de peón con su tío “el Niñu”, y más tarde repartió carbón por las casas. Le daban dos pesetas por llevar sacos de cincuenta kilos. Cuando no salían a la mar descargaba trenes. A su lado murió reventado alguno de sus compañeros. También fue sereno en el paseo de San Pedro, cuidando la fila de chalets que hizo Peláez Cebrián 
De joven, Logio pasó alguna vez hasta tres y cuatro días sin llevarse a la boca ni un triste mendrugo de pan. Era todo pura miseria para los pescadores, que no tenían más remedio que pedir empréstitos a Ramón Miranda, a Saro y a Llerandi. Contraían deudas de hasta quince mil pesetas en los años treinta y cuarenta, y todavía deben quedar pendientes algunos pufos. 
Anduvo enrolado en casi todas las lanchas de Llanes: la “Socorro número uno”, “Virgen María”, “El Orinoco”, “Virgen del Rosario”, “Rita García”, “San Pedro”, “Migarrena” y “La Castaña”, junto a tripulantes como Juanillo (Juan Toribio Goti Parás, el padre de Chucha la churrera), Tintán y Daniel “Sacafuegu”. 
A los llaniscos, durante mucho tiempo, no nos era posible concebir la figura de Logio sin la de su hijo pequeño, Logín, que había nacido con una minusvalía psíquica. Siempre iban juntos y estaban incorporados plenamente al paisaje urbano más humano. Paraban mucho en el puente, en cordial plática con unos y con otros, y les gustaba sobremanera ir a ver las películas de vaqueros que echaban en el Benavente o en el Cinemar. “Logín liaba los cigarros como nadie”, dice el Chulu, y se le aguan los ojos. Por circunstancias de la vida, Logio se tuvo que quedar con él cuando el crío tenía cuatro años. A partir de ahí hizo de padre y de madre. Le lavaba y le peinaba; le enseñó a hacer aparejos, “y el probín no se cansaba nunca. ¿Estás cansau, Logín? ¿Quiés que lo dejemos un pocu?”, le decía el Chulu a su hijo. “No; tú tira p’ alante, Eulogio”, le contestaba Logín sin levantar la vista de la faena. 
Logín siempre llamó a su padre “Eulogio”, nunca papá o padre. Tan sólo el día de su muerte, postrado en la cama de un hospital y casi sin fuerzas, le susurró: “Papá, sácame de aquí”.  
Logio está ahora en la residencia “Faustino Sobrino”, y se acuerda más que nunca de las palabras de Logín: “Tú tira p’alante, Eulogio”. Anda estos días algo fastidiado por culpa de una gripe que le impide cerner por la villa como él quisiera y seguir más de cerca las obras del nuevo puerto de Llanes, que él supervisa y comenta con criterios sobrados de sentido común desde el paseo de San Antón, como un general dirigiendo una batalla"

Pero antes de que, tras las guerras napoleónicas y las pestes de las primeras décadas del siglo XIX, junto con los adelantos médicos subsiguientes, se descubriesen las facultades salutíferas de los baños de ola y sol, origen del turismo playero, El Sablón había sido, entre los siglos XIII y XVIII aproximadamente, la ensenada ballenera de Llanes, a donde se traían los cetáceos cazados a golpe de arpón tras ser descubiertos desde la atalaya de San Pedro, donde una desaparecida capilla dio nombre al lugar, de quien escribe concienzudamente José Ignacio Gracia Noriega:
"Es el punto de referencia natural inevitable en la villa de Llanes, aunque desde el alto de Tieves, al Sur, una vez pasadas las vías del ferrocarril, tal vez se ofrezca una perspectiva urbana más precisa; pero desde San Pedro es más completa, porque la villa aparece perfectamente enmarcada en su grandioso contorno de mar y de montañas. Para Manuel de Foronda, «lo grandioso del espectáculo que la naturaleza nos ofrece recompensa sobradamente lo largo del viaje, lo áspero de la subida y la escasez de cómodos asientos, desde los cuales podamos contemplar el vasto panorama que se presenta a nuestra vista».

No es para tanto: ni la subida es tan áspera (aunque lo es más si se sube desde el Sablón que si se va por la amplia avenida del Asilo, que se llama precisamente de San Pedro), ni carece tan por completo de asientos, y no digo ahora: Jovellanos, viajero hipercrítico, y de absoluta insensibilidad hacia el paisaje, anota en sus «Diarios», con entrada de 25 de septiembre de 1790: «Mirador sobre el mar, del cual se descubre a la derecha la punta de Santander y a la izquierda la de Lastres; el canapé nuevo de dos caras se fabricó en el año anterior». Esto último obedece sin duda a un error o a una inadvertencia, ya que en el copete del mencionado canapé de piedra figura grabada la fecha 1720..."

Gracia Noriega relata en El paseo de San Pedro , dentro de su blog Entre el mar y las montañaslos cambios urbanísticos acontecidos en estos parajes que fueron del Llanes intramuros por los que fue desparramándose la población desde sus viejas murallas:
"De todos modos, el paseo de San Pedro, desde Foronda acá, ha perdido parte de su agreste belleza, aunque haya ganado en extensión, prolongándose en dirección a la Talá, finca en la que hay, como su nombre indica, una antigua atalaya. Otra atalaya, en el paseo, avisaba de la presencia de ballenas o de velas vikingas o inglesas sobre el horizonte, y ahora es un mirador. En una elevación rocosa, a su lado, se abre la cueva del Taleru, que Ángel Pola quiere derivar de llatalayero» o «talayero»

Fue en 1846, cuando hacía tiempo que las ballenas habían sido prácticamente extinguidas del Cantábrico, cuando el Ayuntamiento de Llanes, junto con algunos ilustres y apoyo vecinal, realizaron una colecta para construir este paseo que era ya un lugar de asueto de la población, el cual sería inaugurado en 1847 partiendo de la antigua capilla de San Pedro. Una placa inmortalizaba su inauguración:
"Transmita el marmol a la generación venidera la gratitud que merecen los beneméritos hijos de Llanes que invitados por su ilustre ayuntamiento y alcalde presidente D. Francisco Posada Porrera han contribuido generosamente a la construcción de este paseo. AÑO DE 1847"

La playa, recalcamos, cuenta con duchas, servicios, salvamentos... vemos algunas de estas dependencias a la derecha de la foto, bajo el gran edificio de amplias cristaleras del Restaurante Sablón, también con prestigioso Hotel, ya en la zona de La Moría. La gran reforma de este lugar comenzó allá a mediados del siglo XX, nos cuenta Higinio del Río en otro de sus artículos:
"durante los años 40 y 50 se acometió la mejora de los aledaños del Sablón: se eliminó la rampa lateral que descendía al arenal; se desmontó el puente, que salvaba un desnivel en el camino al antiguo cementerio, se rellenó ese tramo, y se construyó la soberbia pared semicircular de la playa, con una escalera de dos brazos en la parte central (trabajos en los que participaron canteros como Alonso Sordo Turanzas  y los hermanos García Fervienza)"

Nada parece haber quedado de los tiempos en los que este lugar fue puerto ballenero y arenal de arribada de cetáceos para su despiece, salvo varios documentos e incluso algún plano y dibujo. La primera referencia a su caza en Asturias es del año 1232 y continuó hasta primeros del siglo XVIII. Al extinguirse en el Cantábrico algunos barcos iban a por ellas a Terranova, hasta que esta actividad cesó completamente en Llanes, así como la comercial, haciéndose puerto eminentemente pesquero y, últimamente, también deportivo, como vimos cuando recorríamos El Riveru


La especie propia de este litoral era la llamada franca septentrional, que procedía del Atlántico Norte, medía entre 13 y 18 metros y pesaba de 30 a 60 toneladas, según expresa el especialista Manuel Ramón Rodríguez:
"Los marineros, en número de seis, acompañados por dos arponeros, se movían en chalupas pequeñas. Al clavar el arpón «soltaban la estacha con una boya y la recuperación era sencilla porque este tipo de ballena era menos densa que el agua y siempre emergía».

La ballena franca septentrional era una presa relativamente fácil porque «era lenta y paría en el Cantábrico, lo que la hacía muy vulnerable». «Los pescadores mataban primero a la cría», subrayó Rodríguez.

La temporada de pesca iba «de noviembre a marzo» y los beneficios económicos eran muy importantes: «El principal aprovechamiento era el saín, llamado grasa de arder, que los vascos comercializaban y exportaban en barriles por toda Europa». «Y estuvo vigente hasta la llegada del petróleo»

Otros aprovechamiento eran «la carne en salmuera; los huesos para la construcción, y las barbas para corsetería, paraguas y botones»

Si bien es una historia con no muchos datos y abierta a debate, se supone que en el siglo XIII algunos marineros vizcaínos idearon este sistema de caza de ballenas con chalupas, remeros, timoneles y arponeros, sin duda tras muchas pruebas y experiencias no exentas de peligros y tragedias, el cual irían extendiendo por todo el Cantábrico, pues se encuentran referencias a su establecimiento en muchas localidades costeras desde Francia hasta Galicia, de ellos sus artes pasarían prontamente a los naturales si bien parece que llegaron a monopolizar prácticamente esta actividad. Leemos en Puertos balleneros asturianos, del blog Mitología Asturiana de Marisa Díaz:
"Las noticias históricas más antiguas que acreditan las actividades balleneras en las costas cantábricas se remontan a los primeros años del Siglo XI, mientras que en el litoral asturiano están plenamente documentadas desde el primer tercio del Siglo XIII.

El mes de marzo del año 1232 se constata la primera cita documental a la caza de ballenas en Asturias en el puerto de “Entrelusa”, (pequeña cala situada en la costa de Carreño, al abrigo del islote de Entrellusa, en el término actual de la Ciudad Residencial de Perlora). En la Carta Puebla otorgada en 1270 a los hombre de la Tierra de Valdés se menciona expresamente el “Puerto de Vallenación”, término que parece tener una clara referencia con la práctica ballenera en las cercanías de la villa y el puerto de Luarca. De finales del siglo XIII, año de 1291, es un documento que confirma la existencia de dicha actividad en el litoral oriental asturiano, en el que figura la renta anual que se satisfacía a los monarcas castellanos sobre la “ballenación de Turnada” topónimo que se identifica con la actual playa de Toranda, situada entre el cabu Prietu y la embocadura de la pequeña ría de Niembro (Barro, Llanes). Otros dos testimonios documentales pertenecientes a la colección diplomática del monasterio de San Vicente de Oviedo reseñan los repartimientos de los beneficios obtenidos con la actividad ballenera en dos pequeños enclaves costeros de la zona central asturiana que estaban bajo el dominio de ese importante centro monástico. Se trata del pequeño puerto d´Estazones (Villaviciosa), año 1294, y del lugar de Antromero (Bocines,Gozón), fechado en 1331. A partir de las primeras décadas del siglo XVI las fuentes documentales aportan abundantes referencias sobre las actividades balleneras en nuestras costas, y durante la centuria siguiente comienzan a escasear sus capturas, lo que determinaría su abandono definitivo en los primeros años del siglo XVIII. 
(...) Durante el mismo periodo adquieren un destacado protagonismo los pescadores y balleneros vascos, principalmente guipuzcoanos, que al tenor de la documentación conocida monopolizarían casi en exclusiva la caza y comercialización de las ballenas a lo largo de toda la costa cantábrica"

En principio las ballenas apenas tenían enemigos naturales, se capturaba a las que varaban en playas y pedrales y, en algún momento, se pensaron sistemas para atraerlas a las orillas, luego se fue a por ellas al mar, primeramente desde los mismos puertos, pues pasaban cerca, luego ya en barcos especializados, los tan citados balleneros, surgiendo la caza de cetáceos a nivel industrial.  En la Wikipedia hallamos un buen resumen de esta larga historia:
"La caza de ballenas se realiza desde tiempos prehistóricos. En un inicio se limitaba a la captura de animales en la costa. Al pasar los siglos, la técnica de caza comenzó a mejorar, usando pequeñas embarcaciones en mar abierto para asustar a los cetáceos con ruido y llevarlos a la costa. Esta forma de cacería era usada con especies pequeñas, como ballenas pilotobelugasnarvales y marsopas

En la Edad Media, desde las atalayas de los pueblos de la costa del mar Cantábrico los vigías daban la alarma cuando las ballenas, escapando de las aguas frías del mar del Norte, se acercaban a estas costas. Entonces se preparaban pinazas con 10 o 15 remeros y un arponero que clavaba el arpón en la cabeza del animal, comenzando una dura lucha hasta que el animal era vencido y se lo remolcaba hasta la costa"

En lo concerniente a Llanes sabemos por diversos testimonios que existió una Casa de las Ballenas, propia de prácticamente de todos los puertos balleneros, de la que nos habla, así como de la historia de este puerto de ballenación, la Gran Enciclopedia Asturiana, citando a varios autores:
"Llanes. Existe "Casa de las Ballenas", donde se beneficiaban estas. Francisco Mijares (Monografía Geográfico-Histórica del Concejo de Llanes, Llanes 1904) dice que el Gremio de Mareantes data del siglo XIII, y que los marineros llaniscos disputaron en Holanda el premio ofrecido a los arperos (sic) de la ballena". "Armaron lanchas de altura, buques de pequeño porte y barcos de cruz para pescar ballenas". Se sabe también que se pagaban multas al Ayuntamiento -durante los siglos XV y XVI-en grasa de ballena para alumbrar al Santísimo. Manuel de Foronda (De Llanes a Covadonga, M. 1893) cita en Llanes la "Casa de las Ballenas", y luego afirma que por los años 1620 y 22 los armadores dela villa, unidos a los vizcaínos, se dedicaban a esta pesca (según manuscritos en la Real Academia de la Historia para la formación del Diccionario sobre Asturias que dirigía Martínez Marina); se pagaba a la iglesia como diezmo y según costumbre inmemorial, un ala de cada ballena "y constituyendo un arbitrio del concejo cierto derecho que se pagaba por el arriendo de los cestos que se daban a los pescadores, cuyo arbitrio, con otros menores, ascendía a unos 1.300 reales". Cita también a la "Casa de las Ballenas", así como al Gremio de Mareantes, José Saro y Rojas, en la monografía Llanes, publicada en Asturias, de Bellmunt y Canella.

Se sabe que en el Picu Soberrón, o del Castiellu, era donde se hacían ahumadas para dar cuenta de la presencia de ballenas"

La caza, insistimos, más que pesca, de los grandes cetáceos, requería una gran especialización de todos los participantes, valor, experiencia, pericia, fuerza dentro de un sistema excepcionalmente coordinado que abarca también el instrumental necesario, su fabricación y manejo, siguiendo unas pautas. Volvemos a Puertos balleneros asturianos de Marisa Díaz para saber un poco más de esta ardua faena:

"La practicaban por medio de varias lanchas bien prevenidas de arpones, fisgas y otros instrumentos y aparejos necesarios al efecto: establecían vigías a lo largo de la costa como en el circuito de dos leguas que, acechando la llegada de estos cetáceos la indicaban con humaredas haciéndose a la mar en busca de la presa, la cual herida, desangrada y muerta era remolcada a la playa a donde estaba la casa destinada para el beneficio de la grasa. 
El producto de esta pesca, era sin duda alguna de mucha consideración y quizá su vencimiento anual no bajaba de los cien mil reales(...) 
Esta actividad estaba totalmente organizada y ocupaba a un buen número de personas altamente especializadas, por lo que existía un tipo determinado de asociación o concierto denominado compañía, de características muy similares en todo el Cantábrico. En un principio tan sólo participaban en ella empresarios, armadores y los propios pescadores, pero con el paso del tiempo las compañías pasaron a ser controladas por las poderosas cofradías y gremios del mar establecidos en cada puerto. En ellas quedaba fijada la contratación para realizar la caza de ballenas por temporadas o costeras concretas, la organización de dicha pesca y la regulación de las condiciones económicas de todos los que participaban en ella. La compañía también cubría el servicio de vigilancia y localización de las ballenas, que se realizaba desde pequeñas torres ubicadas en lugares y promontorios estratégicos con amplia visión de la costa, denominadas genéricamente atalayas. Esta misión estaba encomendada a los talayeros, que se encargaban de otear el horizonte marino y avisar de la presencia de ballenas mediante humaredas y otras señales"

La costera de ballenas en Asturias se realizaba fundamentalmente entre noviembre y febrero, en pleno invierno, por lo que ya estremece sólo pensar en la simple salida al mar en la temporada de las peores marejadas y galernas, que a veces se producen de improviso, pero las ballenas constituían la garantía de supervivencia de familias enteras en su sustento, pagándose además a los poderosos sus preceptivos tributos:

"Avistada la ballena, y tras la señal convenida, salían del puerto en varias embarcaciones provistas de los instrumentos y útiles necesarios para proceder a su captura y muerte, tales como arpones, estachas, lanzas y sangraderas, que en el argot ballenero formaban la parte del “armazón”. Estas lanchas, denominadas según las épocas pinazas, chalupas, esquifes... estaban tripuladas por entre seis y ocho hombres que manejaban los remos e intentaban aproximarse lo más posible al cetáceo. Entonces entraba en escena la figura del arponero, sin duda el más importante de todos los que participaban en el lance, pues de su destreza dependía en gran medida el éxito de la empresa. Éste, desde la proa de la embarcación, lanzaba su largo arpón de hierro con el que hería al animal. Tras este primer arponazo, la ballena quedaba unida a la lancha por medio de una larga estacha o cuerda de cáñamo ensartada al arpón, entonces muy enfurecida, intentaba escapar sumergiéndose bajo el agua, pero cuando volvía salir a la superficie desde el resto de las embarcaciones le clavaban más arpones para debilitarla, sobre todo las denominadas sangraderas, produciéndose grandes heridas hasta lograr desangrarla y matarla. 
El final de la captura: 
Muerta la ballena, era remolcada hasta el puerto de origen, en donde se remataba en pública subasta ante la presencia del escribano y de los representantes de las instituciones que participaban en el reparto, que estaba convenido de antemano según las costumbres de cada puerto. Así en la mayoría de los puertos asturianos una parte era para el arrendador del puerto y de la actividad, generalmente el Ayuntamiento respectivo, aunque en otras ocasiones eran las jurisdicciones señoriales quienes ejercían estos privilegios. Otra parte sustancial solía ser para la Iglesia, bien para la fábrica parroquial, el cabildo catedralicio o para el sostenimiento de algunas cofradías religiosas vinculadas a la marinería local. Para la parte más importante la llevaban los arrendatarios o empresarios que explotaban su captura y posterior comercialización (en la mayoría de los contratos conocidos se trataba de comerciantes y armadores de procedencia guipuzcoana). Éstos eran los que repartían, mediante quiñones con los miembros de las compañías participantes en el lance, las cantidades asignadas con anterioridad. Entre estos últimos gozaban de privilegios los tripulantes de la primera chalupa que había logrado herir al cetáceo y en especial el primer freidor o arponero, que recibía además de su sueldo una aleta de la ballena capturada y tenía la potestad de designar las lanchas que ayudarían en las posteriores tareas, con lo cual también participaban en el reparto de beneficios, al igual que los pescadores ancianos y enfermos y las viudas de los que con anterioridad habían tomado parte en las capturas"


Desde el Picu Castiellu, donde estuvo el Castillo de Soberrón, donde se gobernaba la Tierra de Aguilar antes de la fundación de Llanes con sus fueros por Alfonso IX, se veían las ballenas desde alta mar, pero la atalaya más inmediata a puerto era, insistimos, esta de San Pedro, donde se colocaban los atalayeros o vigías y se instalaba una torre ballenera, la cual básicamente consistía en una cavidad en la que poder hacer fuego con leña verde, fogata que producía un humo blanco que era señal, junto con otras acústicas, como el cuerno, para avisar a los balleneros de la presencia de cetáceos y que había que prepararse apresuradamente para salir a la mar


Se dice que en Llanes esa cavidad era una torreta reaprovechada para hacer la torre del Mirador de San Pedro, la cual vemos desde aquí, muy cercana a la ubicación de la desaparecida capilla, en la gran explanada de la atalaya a la que enseguida vamos a subir


Antes de subir al Paseo de San Pedro vamos terminando de recorrer el Paseo del Sablón, con su forma de media luna, comunicado, como la playa, con lo alto de la atalaya, por unas escaleras de piedra. De frente vemos el portón de la depuradora de aguas, inaugurada en 1994, siendo por entonces de las más modernas de Asturias, con la peculiaridad de que está situada bajo tierra, entonces una gran novedad


Desde aquí disfrutamos de una muy buena vista de esta concha de El Sablón bien resguardada por La Punta'l Guruñu y los cantiles de La Moría, un topónimo muy frecuente en el oriente de Asturias, cuya etimología nos apunta Xosé Lluis García Arias en Toponimia Asturiana. El porqué de los nombres de nuestros pueblos:
"Toda una serie de topónimos menores del oriente asturiano tie nen como expresión La Moría, posible seguidor de un estadio anterior La Moriya. En realidad parece que aluden a terrenos que fue ron comunales pero que se caracterizan por ser pedregosos. En este sentido se ha propuesto relacionarlos con una raíz preindo europea MOR- ‘piedra, roca’ que parece expandirse por zonas de Italia, Francia y España y que, entre nosotros, acaso explique el apelativo morra ‘cabeza’, morru ‘morro’ y, metafóricamente, ‘elevación del terreno’, así como el diminutivo morriyu ‘pedrusco’, todos ellos presentes en nuestra toponimia menor. La explicación etimológica dada, dentro de ese difícil mundo preindoeuropeo, parece más adecuada que la que quiere partir del lat. MORARI.

Mantenemos, sin embargo, alguna reserva acerca del origen prerromano del término pues hay que sospechar que moriya —> La Moría tratándose de terrenos comunales, esto es, sometidos a lo que el uso consuetudinario exige, podrían ser continuadores de un posible término formado sobre el lat. M¯OREM ‘costumbre’, ‘modo de comportarse', acaso MORILIAM o MORICULAM. No sería de extrañar, por otra parte, que con expresiones similares se hayan cruzado los posibles derivados del también latino MORAM ‘tiempo que transcurre hasta que suceda una cosa’, ‘retraso de tiempo’, todo ello muy en consonancia con la referencia a la regulación de terrenos comunales en cuanto a épocas de apertura y cierra para su disfrute"

Existen grabados que recrean cómo pudo haber sido la arribada y despiece de las ballenas capturadas en este lugar, bien protegido de mareajes y donde habría espacio suficiente para arrastrar los cetáceos a y proceder a esta operación, así como sobordar o meter a tierra las embarcaciones balleneras a buen recaudo y protección. En el muy recomendado Blog de Acevedo y citando a varios autores (Alberto Álvarez Peña, Higinio del Río, Fusión Asturias y Javier Ruisánchez, se da buena cuenta de estos avatares:
"Con el nombre de “Ketos” se designaba en la Antigua Grecia al monstruo marino sin especificar, poco a poco fue designándose con este apelativo a las ballenas y otros congéneres, de hecho de ahí deriva la palabra cetáceo
Según Plinio El Viejo (siglo I de nuestra era) un tal Scaurus de Joppa había llevado a Roma el esqueleto de un “Ketos” de doce metros de largo (probablemente un rorcual). En el yacimiento castreño de la Campa Torres (Xixón) apareció un resto de ballena (probablemente Eubalaena glacialis, en la actualidad una especie extinguida), lo que induce a pensar en su caza o el aprovechamiento del animal varado. Durante la Edad Media europea siguió siendo considerada un monstruo marino que tenía por costumbre echar arena sobre su espalda para semejar una isla y así engañar a navegantes incautos que desembarcarían allí y la ballena se sumergiría ahogándolos. (Leyendas de este tipo pueden verse en los viajes del monje irlandés San Brendan y en los viajes de Simbad el Marino). 
Un antiguo documento fechado en 1232 habla de la caza de ballenas en Entrellusa (Perlora-Carreño) donde los arrendatarios tenían que pagar en maravedís y barriles de saín a los monjes del monasterio de Santa María d’Arbás. La caza y aprovechamiento de las ballenas continuó y en 1695 el padre Carballo comenta en su obra “Antigüedades y cosas memorables del Principado de Asturias” lo siguiente: (…) “Hay un pez tan monstruoso en este mar de Asturias, que solamente las barbas se venden en mucho dinero, y el pez trae a los que lo pescan, de provecho más de mil ducados y lo más es de la grasa, que llaman saín, con que se alumbra la gente común de esta tierra”. Evidentemente por aquel entonces no estaban catalogadas como mamíferos marinos. Poco a poco esta caza despiadada llevó a varias especies de cetáceos a la extinción, principalmente cuando se extendió el uso de arpones explosivos en el siglo XX..."

En nuestros días El Sablón es una pequeña y coqueta playa de arenas blanquecinas, muy frecuentada en verano, a veces masivamente, desde ella vemos El Espigón, La Barra del Puertu, que guarda el muelle llanisco, así como un buen tramo de costa, hacia el este


Este Espigón de la Osa no se construyó hasta 1931 tras reiteradas peticiones a las reticentes autoridades de la época, una verdadera odisea que narra muy bien Guillermo F. Buergo en El Comercio el 27-1-2013, Reivindicación histórica de los llaniscos:
"Acondicionar el puerto de Llanes fue una reivindicación histórica de los marineros llaniscos y el principal anhelo de los modernos pescadores deportivos. A marea baja, sucesivas generaciones de lugareños contemplaron impávidos a los barcos varados en la Dársena y el Sablín. A lo largo del siglo XIX cualquier político que se acercaba a Llanes en busca de un sillón en el Senado o el Congreso de los Diputados, traía como principal promesa electoral la remodelación definitiva del puerto de Llanes. Una vez obtenido el puesto, el compromiso electoral terminaba diluyéndose en las oficinas del Ministerio de Fomento. Por fin, desde hace un año, las aguas cubren completamente la rada. Existen testimonios escritos de la actividad portuaria en Llanes desde el siglo XIII, pero la primera instancia del Ayuntamiento de Llanes, dirigida al Ministerio de Marina solicitando la reparación de los muelles del puerto, data del 13 de febrero de 1827. El 9 de marzo de ese año se elaboró un informe para «reparos radicales en la estrechísima entrada del puerto», que recogía un presupuesto de obras de 1819 por importe de 341.999 reales de vellón. 
El estudio de 1819 no veía viable ni necesario invertir en el puerto de Llanes por tres razones: «Llanes y Cabrales carecen de producciones dignas de exportación; los barcos matriculados son pocos; Llanes se ubica entre Ribadesella y San Vicente de la Barquera, lugares más capaces y con caminos abiertos para la exportación». Y como detalle económico de gran relevancia se explicaba que «los llaniscos sufren importantes contribuciones y gravámenes, por lo que sería imposible imponer un nuevo arbitrio». 
Por todo ello, la petición del Ayuntamiento de 1827 llevó a cerrar el expediente «por ser insuficientes las medidas propuestas», a pesar de que se había rebajado el presupuesto a 180.000 reales. Entre 1833 y 1861, otros seis intentos de remodelar el puerto de Llanes resultaron infructuosos. 
Una nueva petición del Ayuntamiento, mejor fundamentada, se produce el 19 de septiembre de 1872. La necesidad de las obras de remodelación se apoyó en tres mejoras: «Para la entrada y salida del puerto; para el abrigo de los barcos que lo frecuentan y para facilitar la carga y descarga en los muelles interiores». La contestación de los técnicos volvió a ser demoledora para las aspiraciones llaniscas: «La decadencia de la pesca no se debe al estado del puerto; Llanes carece de las condiciones naturales de Ribadesella y San Vicente para ofrecer refugio a los barcos, y la carretera Torrelavega-Ribadesella y la del Pontón, dan mejores servicios a cualquier otro puerto del litoral que al de Llanes». 
En esas condiciones se llega al siglo XX. En marzo de 1900 se inician las obras del espigón de la Osa, conocido como la Barra, pero nueve meses más tarde el temporal destruye la obra de cimentación. El 25 de junio de 1901, por Real Orden, se desestima la construcción del muelle de la Osa porque «sería dudoso el éxito, dadas las circunstancias y condiciones de emplazamiento. El Estado no debe comprometerse en obras tan costosas dada la escasa importancia comercial de Llanes». La obra contaba con un presupuesto de 1.256.239 de pesetas y se iba a realizar en «grandes cajones asentados a cinco metros por debajo del nivel del mar sobre la escollera natural, defendida del exterior por un manto de bloques artificiales que recibirán el primer choque de la ola». 
Los llaniscos, y los políticos de la nueva hornada, debieron resultar pesadísimos para los ministros de Fomento de turno y en octubre de 1931 se inició la construcción del espigón de la Osa. A pesar de que un informe de 28 de octubre de 1924 explicaba que «el muelle de la Osa no dará al puerto de Llanes carácter de refugio, pero beneficiará la posibilidad de ofrecer entrada a los barcos y mejorar las condiciones como puerto pesquero». 
Así estuvo el puerto de Llanes hasta la remodelación de 1993 que, por fin, dejó a la infraestructura cumpliendo la doble función de ensenada útil para la pesca y el refugio. Además, los bloques de hormigón fueron aprovechados por las brochas y pinceles de Agustín Ibarrola con el fin de llevar el nombre de Llanes por los cinco continentes y atraer a miles de visitantes. 
En febrero de 2012 se entregaban las obras del puerto deportivo, ejecutadas por la empresa Sato con un coste de 3,7 millones de euros, aunque el presupuesto de licitación previsto por el Principado de Asturias era de 5,4 millones. Parecía que los sueños de ocho siglos se habían hecho realidad pero la rotura, el pasado martes, de los hidráulicos del cierre de la compuerta traían a la actualidad las palabras de Laurent Vital, cronista de Carlos I, cuando visitó la villa el día 26 de septiembre de 1517:
«El puerto de Llanes está situado a un tiro de ballesta cerca de la mar, la cual llega por una entrada muy peligrosa hasta dentro de la villa y bate incesantemente contra las rocas, que son altas en sumo grado, pareciendo que es una sima del infierno por el ruido del agua, la cual salta continuamente más alto que una lanza a causa de las grandes olas que allí se encuentran y redoblan contra aquellas rocas cavadas y partidas en grandes hoyos. Y cuando esos hoyos están llenos, entonces vuelve a salir fuera, saltando, espumando y subiendo tan impetuosamente que apenas si se oye uno a otro gritar, no hablar. Lo que es una cosa horrorosa y espantosa de ver y oír. Y cuando hace tiempo rudo es muy peligroso para los barcos entrar en esta villa y también salir»

Los grandes bloques de hormigón del espigón son la base de la obra pictórica Los Cubos de la Memoria, de Agustín Ibarrola, una intervención plástica de vivos colores que destacan desde la distancia y en los que se plasman motivos llaniscos, motivos del arte, y motivos de la inspiración y memoria del propio artista, quien contó para culminarla con un pequeño grupo de ayudantes


Los motivos siguen tres ejes básicos: la memoria del Arte, inspirada en los símbolos prehistóricos de la zona, la memoria del Artista preocupada por formas y colores, y la memoria del territorio, recuerdo de Llanes y sus gentes, los marineros, los emigrantes, la villa y los pueblos. El escritor y periodista Javier Cuartas escribe de ello en El País el 2-11-2001:
"Agustín Ibarrola (Bilbao, 1930) define su nueva actuación al aire libre, Los cubos de la memoria, realizada sobre los grandes bloques de hormigón de la escollera de defensa del puerto marítimo de Llanes (Asturias), como 'una creación plena, total' y como 'una obra abierta', 'totalmente vanguardista', porque rompe las fronteras entre pintura y escultura y la distinción entre arte figurativo y no figurativo; innova un paisaje y un universo inéditos, independientes del entorno, sobre una construcción de ingeniería -el dique del puerto-, que le ha obligado 'a revisar conceptos artísticos históricos e internacionales', y en el que plasma 'ideas múltiples, dispersas y variadas', con 'contenidos plurales'. 
Ibarrola postula en Llanes que la línea ya no es un hecho aislado y cerrado en un único plano, sino que se construye en la discontinuidad de caras anexas de prismas distintos. Ibarrola, que ha concluido la primera fase del proyecto, la actuación en el refuerzo sur del espigón, acometerá el verano próximo la cara norte, a mar abierto. 
La obra, de fortísimo cromatismo, luminoso y jovial, reconstruye con una rica simbología la memoria histórica y ancestral de Llanes, que acaba enlazando en un discurso no lineal desde los vestigios prehistóricos del territorio a las tendencias más modernas del arte. Ibarrola, en la presentación de la obra el mes pasado, estimó el valor mercantil de la primera fase ahora concluida en 3.000 millones de pesetas a precios de mercado, a razón de 25 millones de pesetas por cada uno de los 120 bloques sobre los que ha actuado hasta el momento. El coste de la obra en su conjunto, que estará acabada en octubre de 2002, ha sido presupuestado en 42 millones de pesetas. 
'Ésta es una obra de alta investigación', asegura Agustín Ibarrola. 'He trabajado con conceptos históricos que me he visto obligado a revisar. Aquí la interactividad con el espacio plástico ha sido más profunda de lo que habíamos realizado antaño los integrantes del Equipo 57. Esta obra supera con creces todas las mías anteriores'. El artista se ha enfrentado a una superficie inédita: los grandes bloques de entre 30 y 60 toneladas de peso, que sirven de refuerzo al dique del puerto de Llanes y sobre los que ha estado trabajando, a sus 71 años, con un reducido equipo de colaboradores, en jornadas maratonianas durante tres meses"

Sobre la escollera, el Paseo del Espigón, un buen lugar para contemplar los cubos de cerca, al que podemos acceder desde La Moría. De ellos leemos en la página de Turismo de Llanes:
Es una obra de gran belleza destinada a la contemplación armónica de sus formas y colores que cambian a cada momento con la luz, el agua... cubriendo y descubriendo elementos y símbolos como los ojos y los peces"

La pintura de los cubos abarcó varias fases entre 2001 y 2006, son en total 236 bloques de la escollera y su presupuesto llegó a los 700.000 euros. Veinte años después de la primera intervención se abordó el tema de restaurarlos con la participación de familiares del mismo artista. Esto reseña G. Pomarada en El Comercio el 24-2-2021:
"Desde que en 2006 Agustín Ibarrola terminase de pintar los Cubos de la Memoria, definidos por el mismo artista como una «creación total», muchas han sido las reivindicaciones y polémicas que han envuelto a la conservación de la más célebre de las obras artísticas de Llanes. Finalmente, y tras afirmar el cuatripartito en 2019 que en sus planes no entraba invertir en los Cubos, ayer anunciaron que sí serán restaurados. Detrás de esta nueva postura está la alianza entre la Concejalía de Turismo y las asociaciones de turismo Otea Llanes, Allares y Llanescor, que «han dado los primeros pasos para desbloquear la situación de parálisis que vive desde hace años la obra». Sin «calendario cerrado ni fechas concretas» por el momento, el compromiso es «avanzar con seguridad para que los Cubos de la Memoria recuperen todo su esplendor».

En esa meta jugará un papel principal la familia del propio artista, con quien ya han mantenido contactos. La pasada semana se reunieron de forma telemática con su hijo mayor, José Ibarrola, a quien trasladaron su voluntad de «recuperar la obra». Según afirmaron desde el equipo de gobierno, existe «buena disposición por todas las partes para hacer realidad el proyecto» y José Ibarrola les manifestó incluso la intención de la familia de «colaborar de manera altruista para posibilitar la restauración, asesorando y dirigiendo él mismo los trabajos que se lleven a cabo»

Pero las cosas de palacio van despacio, en diciembre el corresponsal publica en ese mismo diario El Comercio cómo va prolongándose el asunto...
"En sus dos décadas de historia, los Cubos de la Memoria no han sido ajenos a la polémica por su estado de conservación. Los años han ido pasando sin intervención alguna y la creación de Agustín Ibarrola ha ido perdiendo colorido, lo que ha servido a menudo de arma arrojadiza en Llanes. En un 2021 marcado por el aniversario de la obra de arte y una alianza de asociaciones turísticas y Ayuntamiento para desbloquear la reclamada restauración, unos y otros coinciden en que los Cubos deben quedar al margen de las cuestiones políticas. «No queremos politizar la obra de Agustín Ibarrola», sostiene el concejal de Turismo, Iván García, quien señala que el actual gobierno «no usa» con esos fines un recurso «de primer orden». Afirma asimismo que «los que abandonaron los cubos no fuimos nosotros» y rechaza que se hayan opuesto a la rehabilitación. El problema, insiste, ha sido económico, pues «entramos con 8 millones de deuda». La inversión en las tres fases de los Cubos superó en su momento los 700.000 euros y el concejal insiste en que el Ayuntamiento -entonces en manos del PSOE- «no pagó ni un euro». 
La vía para buscar fondos iniciada en los últimos meses por equipo de gobierno y asociaciones ha sido la de los planes de sostenibilidad del ministerio, cuya convocatoria extraordinaria se resolverá previsiblemente este mes. De conseguir esa financiación, la obra afectaría a la primera fase, por ser la «más importante y expuesta al mar» 
Para Javier Garaña, copresidente de Otea Allares, «hubo una mala gestión, no se tuvo en cuenta un protocolo de conservación» y se debería haber reservado «una cantidad para la rehabilitación». Recuerda que las asociaciones turísticas siempre han apostado por la restauración, pues lo contrario «sería una deslealtad a alguien como Ibarrola, que puso Llanes en el mapa cultural». Para José Alberto Concha, también copresidente de Otea Allares, los Cubos «son un buen ejemplo de cómo cuando las cosas se convierten en arma política, lo acaba pagando el ciudadano». Insta por ello a «despolitizar» la cuestión y centrarse en mejorarlos, pues «no es de recibo que estén como están». En el mismo aspecto coincide el presidente de Llanescor, Raúl Herrero: «Politizar los Cubos es un error, son patrimonio del pueblo de Llanes». Considera además «una pena que estén abandonados, como tantas cosas en Llanes». 
Que su estado no es digno de una obra artística de su categoría es una percepción compartida en Llanes y de ello vienen advirtiendo desde el Foro Veneranda Manzano, que llegó a emprender una campaña de donativos. En enero presentaron ante el Ayuntamiento una petición para pintar y restaurar la obra que no fue autorizada, pues según les indicaron ya estaba previsto realizar actuaciones «a la mayor brevedad posible». 
A la espera de ayudas 
La convocatoria de los planes de sostenibilidad turística en destino de la que Llanes está ahora pendiente es la segunda a la que concurre este año, pues en la primera su proyecto fue rechazado. En el actual, además de los Cubos de la Memoria, se incluye la recuperación ambiental del paseo de San Pedro, la señalización y digitalización de las rutas del concejo o potenciar la economía circular. Con esa subvención aspiran a conseguir dos millones de euros y el concejal de Turismo recuerda que su propuesta va en la línea de la «hoja de ruta» de esos planes, pues se centran en «restaurar lo que tenemos»

Más allá de los cubos, la acantilada costa de Llanes. En primer término La Punta Mojosa o de Santa Clara, al norte del pueblo de Cue, donde existió una capilla de esta advocación, en cuyas antiguas fiestas dice alguna tradición que nació el célebre baile de El Pericote, así llamado por los pericos, nombre que se daba a las mujeres que se vestían de hombre para realizar la danza, si bien no obstante el origen podría ser mucho más antiguo. Otra leyenda dice que en Cue las mozas ensayaban con un vaso de agua en la cabeza sin que esta se derramase, para una correcta ejecución de la danza


A lo lejos se divisa la costa más oriental de Asturias bajo La Rasa de Pimiango y hacia La Punta San Emeterio o Santu Medé, concejo de Ribadedeva, cuya capilla y advocación dio pie a una estrofa del canto del mencionado Pericote...
Valamé Valamé, mio tíu coxu rompió un pie
y depués que lu rompió, llevólu a Santu Medé

Esto se debe a que tradicionalmente, en la Fuente Santa cercana a la capilla de Santu Medé allí existente, se mojaban las partes del cuerpo afectadas por huesos rotos o torceduras, pues su agua era tenida por curativa y milagrosa, en un lugar en el que la cueva de El Pindal, llena de resonancias mitológicas, era ya hace milenios una gruta-santuario, con numerosas representaciones rupestres muy destacadas


Más allá la planicie del monte El Llanu (223 m) bien a la vista, ya está en tierras de Cantabria, en concreto entre las rías de Tinamayor y Tinamenor, el paso entre los ríos Nansa y Deva, hitos camineros de nuestro paso por el Camino Norte que ya han quedado atrás, entre Pesués y Unquera


Aunque no vemos la población, a resguardo de si ría. la vista alcanza hacia la costa de San Vicente de la Barquera, otra de las grandes e históricas villas del Camino Norte, en las antiguas Asturias de Santillana


En días claros la vista puede llegar a Oyambre, sobre la Playa de Gerra, por donde viene el Camino, procedente de Comillas por la Ría de la Rabia


Estos amplios paisajes marítimos los divisaremos aún mejor desde lo alto del mirador. A sus pies y a mitad de la ladera, el Bluu Beach Llanes, otro buen balcón sobre la playa, incluido por la redactora gastronómica  Elena S. Guerrero en Las diez terrazas que no te puedes perder en AsturiasPero su instalaciones en este lugar no estuvo exenta de polémica, según publica en La Nueva España E.G. Cea el 4-7-2017:
"El montaje del polémico chiringuito de la playa de El Sablón, en la villa de Llanes, comenzó ayer. Situado en la ladera del paseo de San Pedro, muy cerca de un argayo, las autoridades locales se mostraron contrarias a este bar de temporada, pero no presentaron alegaciones cuando la Demarcación de Costas ofreció esa posibilidad"

El Sablón es una de las más de 30 playas llaniscas, se dice que es el concejo de más arenales de Asturias a lo largo de sus 56 kilómetros de costa. Esta es como hemos dicho netamente urbana. Al otro lado del dique están también las de Puertu Chicu y El Sable Toró. Aquellos peregrinos que, siguiendo la Senda Costera de Llanes decidan bajar directamente a la villa desde Cue, pasarán por ellas


Es importante saber que en el Cantábrico la diferencia entre pleamares y bajamares es mucho más acusada que en otros mares como el Mediterráneo. Eso se comprueba fácilmente en la cantidad de arena que aflora a la superficie según la hora del día. Aproximadamente cada doce horas se produce un ciclo competo de marea por lo que en una jornada ocurren dos pleamares y dos bajamares, tal y como advierten en Turismo Llanes:
"La diferencia de cotas de nivel marino entre una bajamar y una pleamar oscila entre 4 metros en las mareas vivas (coincidentes con días de luna llena y luna nueva) y 1,5 metros de mareas muertas (coincidentes con días de luna creciente y luna menguante).

La temperatura del agua oscila entre los invernales 11º C y los estivales 19º C. No obstante, estos registros térmicos se ven modificados ocasionalmente con el ingreso de alguna corriente marina cálida o fría"

Más allá de El Espigón divisamos las praderías de la ladera norte de La Cuesta, por donde va el citado Camino de Cue que comunica con la senda costera propiamente dicha en La Boriza, a donde llegan los peregrinos que emplean esa ruta litoral en vez del Camino, subiendo de Andrín y tras pasar el Ríu Purón, procedentes de Buelna y Pendueles


En los tranquilos y largos días del verano las aguas de El Sablón son casi una piscina natural muchas veces, a resguardo de olas y vientos y siempre dando vista a la escollera de Los Cubos de la Memoria. En la página Llanes.net hallaremos un buen reportaje de texto y fotos de lo llamativos que lucían en el momento de su inauguración:
"El pintor y escultor Agustín Ibarrola realiza sobre los bloques de hormigón que conforman la escollera de defensa del puerto pesquero de Llanes su obra de mayor envergadura. A decir de sus palabras, la actuación, constituye el “mayor reto al que me he enfrentado, convirtiendo la escollera del puerto llanisco en una gigantesca escultura policromada de infinitos escorzos”. A petición del alcalde de Llanes, Ibarrola pintó la superficie de los bloques de hormigón plasmando, según su propia interpretación, el paisaje, la cultura y el modo de vida de los llaniscos a lo largo de la historia. Los temas, tanto figurativos como no figurativos, son engarzados por una estructura ajustada a la geometría de los cubos y a la discontinuidad de sus aristas, prismas y superficies. Las pinturas se componen de múltiples composiciones, para ser observadas desde los más diversos puntos de vista próximos o lejanos, desde tierra o desde el mar. Con esta obra el espigón del puerto pesquero de Llanes tiene, según Agustín Ibarrola, un fuerte impacto internacional, tanto por sus dimensiones como por su originalidad y, también, “porque es mi obra más poderosa”. Con esta actuación, Llanes se convierte en el eje central de la actuación de Ibarrola en la cornisa Cantábrica, tras sus obras en el bosque de Orna (Vizcaya) y el entorno del pueblo de Allariz (Galicia). Llanes dispone, además, de un elemento diferenciador de gran espectacularidad y originalidad, y de un indudable valor artístico"

Escribiendo en futuro según los reportajes que se publicaban en aquel momento, la página informa de las fases de tan magna obra, así como de los artistas llaniscos que ayudaron a Ibarrola:
"El proyecto se ejecutará en dos fases. La primera, comienzo en el mes de julio y finalizo en septiembre.  
La segunda, se llevará a cabo el verano del 2002 después de que se refuerce con nuevos bloques de hormigón la parte Norte del dique. La empresa danesa Hempel, con fábrica en Cataluña, sirvió desde su distribuidora en Gijón la pintura y el apoyo técnico necesarios para la realización del proyecto. La empresa danesa dispone de una división especializada en pinturas para plataformas petrolíferas, barcos, buques, etcétera. Agustín Ibarrola cuenta con un equipo de trabajo para acometer la ejecución de este importante reto artístico. El grupo encargado está integrado por tres jóvenes artistas llaniscos, cinco trabajadores de la empresa de pinturas local Juan Ángel Pedrayes y la también empresa llanisca Aguamar, que se encarga de la limpieza previa de los bloques a intervenir. En este equipo de “Los cubos de la memoria” junto a Ibarrola se encuentran algunos prometedores artistas locales: Jorge Ayús Sobrino, natural del pueblo llanisco de Pancar y residente en Gijón; Carlos Rodríguez y Francisco Miyares Díaz “Kiko”, ambos naturales de la capital del municipio. Los tres han realizado numerosas exposiciones pictóricas y atesoran un prometedor futuro artístico tanto dentro como fuera de las fronteras asturianas"

Recogen también el momento de la inauguración de la primera parte de la obra, en la que Ibarrola tasó en 25 millones de pesetas el precio que tendría en el mercado de cada bloque pintado, al menos en aquel momento, recién pintados y luciendo en todo su esplendor:
"El artista vasco Agustín Ibarrola finaliza la primera parte del mural «Los cubos de la memoria» que desarrolla en la escollera del puerto de Llanes. Junto con el alcalde de Llanes, Antonio Trevín, el creador compareció ante los medios de comunicación locales, regionales y nacionales para valorar esta primera parte de su obra, de la que aseguró sentirse muy satisfecho por haber superado sus perspectivas iniciales, y a la que calificó como un auténtico hito en la creatividad e investigación plástica al ser el único paisaje creado completamente por el artista y la única obra de arte realizada en una escollera de un puerto. 
Ibarrola se refirió a la diversidad de opiniones que suscita su intervención asegurando que es bueno el debate y valorando cada uno de los bloques pintados y firmados por él tiene un valor en el mercado de veinticinco millones de pesetas. El artista aseguró que deja a los llaniscos «un patrimonio muy serio. Que lo cuiden». El artista vasco agradeció su apoyo tanto al Ayuntamiento como a los llaniscos"

Como nota curiosa, hemos de decir que en la Confitería Vega se hacen bombones con la forma y pinturas de estos cubos. El 22-11-2001 Fernando Granda da la noticia en El PaísLos bombones de la memoria:
"Son más pequeños que los que adornan el puerto, pero más sabrosos; quizá no sean tan artísticos como los de la bocana, pero sí más ricos. Son de chocolate de colores. A Agustín Ibarrola le ha salido una competencia pastelera. Si en el espigón de entrada al puerto de Llanes el escultor bilbaíno está realizando una de sus obras artísticas de colaboración con la naturaleza, los Cubos de la memoria, al lado del puente que cierra la zona portuaria, las hermanas Maribel y Carmina Ampudia Vega, copropietarias de la confitería Vega, realizan ya en sus hornos los que comienzan a llamarse Cubos de Llanes, unos bombones de chocolate y mucho colorido. El autor del sufrido Bosque de Oma ha pintado en el puerto llanisco imágenes ancestrales de Asturias como la maleta del indiano, la palmera que suele plantar cada emigrante a las Américas en su parcela cuando vuelve, las gaviotas y las conchas marinas, los monumentos megalíticos que abundan en la zona o los trajes típicos de sus pretéritos habitantes. Los bombones son la dulce representación del arte muralista del fundador del Equipo 57.-

Efectivamente, Agustín Ibarrola fue uno de los artistas españoles, pintores, escultores y pintores, fundadores del Equipo 57 en el café Rond Pont de París en mayo de 1957 y que estuvo activo hasta 1962. Una reseña-resumen de su obra la encontramos también en la citada Llanes.net:

"Ibarrola puede ser catalogado sin lugar a duda como uno de los artistas plásticos más importantes del siglo XX. Con una extensa y multidisciplinar obra reconocida mundialmente, este vasco de mostacho cano y sempiterna chapela calada se inició en la pintura como pupilo de Ruíz Blanco, Arteta y Vázquez Díaz. Fue miembro fundador del Equipo 57, agrupación artística de carácter neorracionalista y experimental que revolucionó el clima de las artes plásticas españolas en las las décadas de los años cincuenta y sesenta. 

Desde entonces, su obra ha ido evolucionando paulatinamente de la abstracción a la pintura épica y de denuncia social, conteniendo una gran carga ecologista y pacifista. Puede decirse que ha pasado del constructivismo a una ecoestética en la que las raíces de las personas y las cosas tienen voluntad natural. Ha experimentado con diversos materiales como ceras, traviesas de ferrocarril, cartones, hierro colado, cortezas de árboles y piedras calcáreas. Dos son las constantes de Ibarrola: la búsqueda personal y artística de la libertad y la relación entre arte y naturaleza. Sus pinturas y esculturas se pueden ver en espacios públicos como en los Puertos de Guipúzcoa y de Vizcaya, el bosque de Oma (desgraciadamente objeto de atentados terroristas) y muchísimos más lugares a los que ahora se suma Llanes"


Agustín Ibarrola, nacido en Basauri, Vizcaya, el 18 de agosto de 1930, empezó su faceta artística muy joven, pintando de manera autodidacta y realizando su primera exposición con sólo 16 años. Dados sus evidentes méritos, en 1948 la Diputación de Vizcaya y el Ayuntamiento de Bilbao le conceden una beca para estudiar en el taller de Daniel Vázquez Díaz, donde permanece hasta 1955, dando sus primeros pasos con él en el cubismo. Durante esos años, en 1950, conoce al escultor vasco Jorge de Oteiza, que tendrían gran influencia en su obra, según leemos en Wikipedia:
"... junto a él se introdujo en la división y análisis del espacio propia del constructivismo. También aprendió de Oteiza la mentalidad de creación artística conjunta, donde participaran numerosos artistas y diferentes artes.
En 1956, y tras realizar diversas exposiciones en España, se trasladó a París. En esta ciudad conoció a otros artistas españoles residentes allí, con los cuales en 1957, en el café Rond Point fundaron el Equipo 57; integrantes de dicho grupo fueron José DuarteÁngel Duarte y Juan Serrano. En este época, a través de José Ortega, descubre la técnica del grabado y se integra en el movimiento de "Estampa Popular" del País Vasco. Esta es su época del constructivismo. 
Durante los años 60 inicia su actividad política, siendo detenido en junio 1962 en Bilbao. Durante los 21 días que estuvo en comisaría fue torturado. «Nos pegaron hasta despellejarnos. El pellejo lo teníamos fuera de su sitio; teníamos partes del cuerpo en carne viva. Yo orinaba sangre muchos días», recordó Ibarrola. Como ha señalado el historiador César Lorenzo, «la ideología comunista del detenido, a quien acusaban de ser informante de Radio España Independiente, la Pirenaica; su relativa juventud (31 años) y el momento y el lugar de la detención, en una de las provincias de mayor conflictividad obrera, jugaron en su contra». Fue condenado en un consejo de guerra a nueve años de prisión. 
Estuvo encarcelado en la prisión de Burgos entre 1962 y 1965. Posteriormente participó en diversas huelgas obreras, motivo por el cual fue encarcelado de nuevo en 1967 y estuvo en prisión hasta 1973. Durante ambas estancias en prisión continuó pintando. El 15 de mayo de 1975 un comando parapolicial quemó el caserío que tenía alquilado en Ibarranguelua, dejándolo totalmente inutilizable. 
En 1963 se celebró una exposición de su obra en Londres donde sus trabajos merecieron que la crítica le comparase con el papel que desarrolló Goya en su obra Los desastres de la guerra. 
Su obra pictórica es un desarrollo plástico de su ideología política, pudiendo ser inscrita dentro de la pintura social, denunciando la realidad del proletariado y el mundo rural. Su obra conjuga el espíritu vasco con el compromiso social con los trabajadores, las gentes más humildes, y tiende hacia el expresionismo. Ejemplo singular de esta faceta es su monumental Guernica de 1977, versión-homenaje del Guernica de Picasso creada cuando artistas e instituciones vascas abogaban por el traslado del original picassiano, entonces en el MoMA de Nueva York, a la villa foral que lo inspiró. En 2021 el Museo de Bellas Artes de Bilbao ha adquirido la obra de Ibarrola, una impactante composición de 2 x 10 metros articulada en diez lienzos"

Un siguiente apartado en esta biografía wikipedista es el dedicado al Grupo 57, su retirada al caserío, su inspiración e intervenciones en espacios naturales, su madurez y su militancia contra ETA:
"Fundador y miembro del Equipo 57, en cuyo seno realizó diversos estudios sobre los espacios curvos y sobre las relaciones positivo-negativo y cóncavo-convexo que posteriormente influyeron notablemente en su planteamiento estético. En la década de los 80 inició su actividad escultórica y su singular visión de la obra pictórica, reflejada posteriormente en algunas de sus obras, como sus "Bosques"
Hace algunos años decidió retirarse a su caserío realizando obras pictóricas y escultóricas de gran formato, y trabajando en sus intervenciones en la naturaleza (Land Art) en sus Bosques, decoraciones pictóricas realizadas en árboles. Un ejemplo de estos, y quizá su trabajo más conocido, es el Bosque de Oma, cerca de Guernica. En él se inspiró el dramaturgo Pedro Víllora para su obra Electra en Oma. 
Siguiendo el "formato" elegido en Oma, Ibarrola realizó en Salamanca el conocido como "Bosque Encantado". Se trata de un lugar, a orillas del río Tormes, donde se han ubicado una serie de olmos secos, debido a la enfermedad de la grafiosis, propia de estos árboles. Con ellos, Ibarrola, junto con algunos alumnos de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Salamanca creó el citado bosque, decorando los olmos con motivos de pintura de vivos colores, por la que hubo gran controversia social. En 2012 y después del deterioro por las inclemencias del tiempo esta obra fue completamente desmantelada. 
Ibarrola se ha involucrado en movimientos sociales por lucha contra el terrorismo de ETA en el País Vasco, siendo miembro fundador a la plataforma ¡Basta Ya! y del Foro de Ermua (cuyo logo, El Faro, fue diseñado por él en 1998) de lucha cívica contra el terrorismo en el País Vasco. También ha manifestado en diversas ocasiones su apoyo al partido Unión Progreso y Democracia, nacido en el seno de ¡Basta Ya!, llegando a donar para subasta dos de sus obras con el fin de recaudar fondos para dicho partido. 
En 1993, algunas de sus obras, y otras de Jorge Oteiza y Jon Iturrarte sufrieron sucesivos atentados por motivos políticos, todas ellas ubicadas en el País Vasco. En el año 2000 fueron destruidas las cortezas de unos cien árboles del Bosque de Oma y dos fueron talados tras una primera agresión de los propietarios del Bosque. Otras obras del artista también sufrieron agresiones​ 
Está en posesión de la Medalla de la Orden del Mérito Constitucional"


Y se destacan en este artículo alguna de sus obras más conocidas:
"Otras de sus obras más conocidas son: El bosque de los tótems (1996) en la Estación de Príncipe Pío de Madrid; Ola a ritmo de txalaparta (1986/1987) en la estación de Chamartín de Madrid; Viaje al infinito (1985) en la estación de Abando de Bilbao; y, una de sus últimas y más espectaculares, los Cubos de la Memoria en el puerto de Llanes, unos enormes cubos de hormigón pintados de vivos colores en la escollera del dique del puerto. 
Garoza es una obra realizada en plena naturaleza de la dehesa abulense, en el municipio de Muñogalindo. Es el resultado de un íntimo y profundo diálogo entre Agustín Ibarrola y los granitos que afloran por doquier en la dehesa, con las encinas que conforman el bosque e incluso con la memoria de pobladores pasados que también dejaron su huella en piedra. La obra aborda un tratamiento integral del paisaje interviniendo sobre 115 piedras

 En 2006, el Ayuntamiento de Logroño pidió al escultor vasco levantar un monumento en apoyo a la iniciativa de Asociación de Víctimas del Terrorismo. En 2008 fue inaugurada el Monumento Homenaje a las Víctimas del Terrorismo"


También se señala que algunas de sus intervenciones en la naturaleza han causado fuerte polémica y alguna contestación, dado del empleo de pintura y su impacto en el medio ambiente. En el caso de Llanes también hubo alguna polémica al principio y luego al plantearse su restauración. Leemos en el blog de España Bizarra:
"Esta intervención del artista vasco Agustín Ibarrola fue realizada en 2001 en la localidad asturiana de Llanes y consistió en transformar los bloques de hormigón de la escollera del puerto en una enorme escultura, pintandos cada uno de ellos con un sentido distinto. Durante la primera fase se pintaron 300 caras de 100 bloques y en la segunda (el años siguiente) 177 caras más de otros 66 cubos. A petición del alcalde, Ibarrola pintó los bloques plasmando en ellos su propia interpretación del paisaje, la cultura y el modo de vida de los llaniscos a lo largo de la historia, empleando para ello temas tanto figurativos como no figurativos. Ibarralo fue asistido en la ejecución por 3 jóvenes artistas llaniscos (Jorge Ayús Sobrino, Carlos Rodríguez y Francisco Kiko Miyares Díaz), 5 trabajadores de la empresa de pinturas local Juan Ángel Pedrayes y la también empresa llanisca Aguamar, que se encargó de la limpieza previa de los bloques a intervenir"

Ahondando en sus aspectos positivos y negativos no nos resistimos a compartir Los cubos de la Memoria de Sheila Gómez Fernández, de la Universidad Politécnica de Madrid, publicado en el Servicio de blogs UPM:
"Los “Cubos de la Memoria” del pintor Agustín Ibarrola situados en la escollera que protege el puerto marinero de la villa de Llanes constituyen una atrevida y original idea que consistió en la transformación de los bloques de hormigón grises e inertes en una composición artística, con volumen, geometría, color y mensaje, otorgando de alma a aquellos cubos indiferentes. 
Ibarrola convirtió un elemento funcional y necesario en un hito bello y significativo del paisaje urbano y marinero de la Villa de Llanes. Con esta obra Agustín Ibarrola rinde tributo al paisaje y a las huellas físicas que las personas han dejado sobre el territorio llanisco a través del tiempo. 
Este espigón portuario es la obra de un artista interdisciplinar, como se considera a sí mismo el propio Ibarrola en un artículo publicado por el periódico El país: “Ni estrictamente pintor, ni exclusivamente escultor”. 
La creación de los cubos de la memoria se realizó en dos fases: 
La 1ª Fase se inició en el verano de 2001 y se desarrolló en el frente interior de la escollera del puerto (cara sur), aquí Ibarrola actuó sobre 300 caras en 100 bloques de hormigón. En esta fase las pinturas tienen carácter figurativo y representan la realidad física de las cosas. 
En noviembre de 2003 concluyó la 2ª Fase, en la que se actuó en el frente que da al mar abierto (cara norte), donde se pintaron 177 caras sobre 66 cubos. Esta segunda etapa extiende el patrimonio de la memoria del arte a través de figuras conceptuales y abstractas. Ibarrola la describió con la siguiente frase: “Será como perseguir no el alma del cubo, sino el espíritu del artista dentro del cubo” 
La obsesión del autor era componer una intervención artística de abierta interpretación para lo se valió de los colores de los elementos figurativos y abstractos que juegan con la geometría y la discontinuidad de los cubos de hormigón produciendo diversos efectos ópticos que cambian con las luces del día y el movimiento del agua que cubre y descubre los elementos. 
Ibarrola hizo convivir dos vertientes artísticas, una figurativa y expresionista, y otra conceptual y abstracta. Ambas vertientes en su conjunto entablan un diálogo del que emergen tres memorias: 
La memoria del arte que mediante símbolos abstractos representa códigos prehistóricos. 
La memoria del artista que representa una trayectoria artística preocupada por las formas y el color, y que aparece reflejada conceptualmente en el acabado de la obra. 
La memoria del territorio, resaltada en los temas figurativos, muestra las señas de identidad del patrimonio cultural de Llanes, su memoria cultural y paisajística. En ella se reproduce la vida presente y pasada de la cultura popular llanisca y se hace relación a la historia rural y urbana de la zona, al mar, la montaña, usos y costumbres, creencias religiosas y mitológicas, naturaleza, desarrollo económico, modo de vida de los llaniscos. 
La obra constituye uno de los rincones más emblemáticos y relevantes de Asturias, y no sólo ha tenido una gran repercusión a nivel nacional sino también internacionalmente, atrayendo a representantes culturales de otros estados. Con todo ello se ha alcanzado así el objetivo para el que fueron creados, ser un centro de convocatoria, un punto de atención del arte europeo contemporáneo. 
Esta intervención artística considerada una de las mejores manifestaciones de arte público por la combinación de la trayectoria del artista con el pasado histórico-cultural de la villa de Llanes, además de despertar el interés por el arte y la trayectoria del artista, pretende propiciar entre los viajeros el interés por explorar el territorio que visitan. 
Un aspecto negativo de la obra es su ubicación ya que se encuentra expuesta a los temporales, a las embestidas del mar Cantábrico y a las frecuentes lluvias propias de la zona lo que ha producido que algunos de los cubos pintados por Ibarrola presenten un avanzado estado de deterioro, especialmente los cubos pertenecientes a la primera fase, algunos de ellos ya prácticamente borrados. 
Pintar de colores el gris austero del hormigón de los cubos supuso la utilización de más de 5.000 kilos de pinturas especiales empleadas para buques y plataformas petrolíferas"

Hemos dado la vuelta a lo largo de toda la media luna que conforma el actual paseo de esta playa de El Sablón, siempre admirando este bellísimo rincón escenario de las andanzas de los antiguos balleneros. Seguimos leyendo del Blog de Acevedo:
"Hasta que los vascos iniciaron la pesca de la ballena (...)  sólo se aprovechaban estos animales cuando quedaban varados en la arena, aunque llevasen días muertos. Eso nos da idea de la valoración que se tenía de ellos y la riqueza que suponía cobrarse una pieza. Pero los vascos idearon un sistema para pescar ballenas desde las chalanas, y todo el mar Cantábrico se llenó de estos pescadores. La tarea no era sencilla y precisaba de gran arrojo, puesto que es fácil imaginar cómo se sentirían estos hombres en una barca a merced del animal que, aunque pacífico, reaccionaba golpeando violentamente con la cola cuando era arponeado y podía conducir la barca mar adentro o directamente volcarla. Las chalanas llevaban seis u ocho hombres: tres remeros a cada banda, un arponero y un timonel que también actuaba como segundo arponero 
Desde las atalayas -que hoy siguen existiendo en los concejos, pero se emplean como miradores-, se oteaba el horizonte por turnos hasta dar con estos cetáceos. Los vascos idearon un sistema para pescar ballenas desde las chalanas y todo el Cantábrico se llenó de estos pescadores. Cuando estaban a la vista, la chalana salía con todos los cazadores, además de pertrechos, arpones, tabletas de boya y muchos cabos preparados para ser unidos rápidamente. En cuando el arponero alcanzaba a la ballena, ésta se sumergía, con lo cual había que atar rápidamente los cabos al arpón, a fin de alargar la cuerda y que la barca no se fuese hacia las profundidades con el animal. Paralelamente había que seguir remando y, si el cetáceo no estaba malherido, asestarle con las lanzadas para desangrarlo más. Para cansar a la ballena se enganchaban al cordel de arpones flotamientos de madera que agotasen al animal, sin olvidar la boya que señalase su posición cuando se sumergía e indicase a su vez quiénes eran los pescadores que la perseguían. 
Si la noche llegaba en plena faena, era imprescindible llevar un farol para que las demás chalupas viesen el rumbo que se seguía. Cuando el cetáceo daba bramidos comparables a un trueno sordo, y levantaba la cola tres o cuatro veces, era cuando sabían que se hallaba moribunda. Una vez llevada a tierra, la ballena era despiezada. La actividad febril requería hogueras encendidas y muchas personas separando y cociendo la grasa, que luego se convertía en saín y era almacenada en toneles y separada por calidades. La carne se cortaba y repartía. El reparto era sagrado: había que dar las aletas -y en algunos casos, parte de los flancos- a la Iglesia, después elegía el arponero primero y la cofradía, luego el atalayero y por último los descarnacederos"

Con nuestros bártulos, empezamos a subir por las escaleras al Paseo de San Pedro mientras seguimos admirando tan deliciosa playa y costa que tantas historias nos cuenta siempre a cada paso que damos, como la del regreso de las ballenas, que así de escueto, lacónico y contundente la cuenta El Fielato el 13 de abril de 2022:
"Un aficionado a la pesca deportiva, Felipe López, avistó la mañana del martes en la costa de Llanes a lo que según algunos expertos identifican como una ballena jorobada de unos diez o doce metros, un animal que suele encontrarse en aguas más frías que las del Cantábrico.

El llanisco estaba en su embarcación "Alcides"a poco más de tres millas del puerto, frente a la playa de Ballota. Escuchó al animal y observó el fuerte aleteo, una imagen, y un sonido, francamente impresionantes"

Dice José Ignacio Gracia Noriega en El Paseo de San Pedro que es este un "lugar fundamentalmente marino, y él mismo desciende entra las rocas trabajadas por el oleaje y por los vientos hasta hundirse en las aguas en el lugar conocido por la Punta del Guruñu". Incidiendo en ello plasma estos versos de Emilio Pola:
Avanzado pavés contra el coraje
del Cantábrico mar, que en alba espuma
agita resalseros, teje bruma
o plácido se esfuma en breve encaje;
tal parece el señor de este paisaje,
paseo de San Pedro, limpia suma
de armonías que peina con su pluma
la gaviota feliz tras el arguaje.
Sotos, lomas, alcores, praderales,
río y villa en ensueño, y el castillo
que de hiedra triunfante se atavía;
y más lejos, del Cuera los riscales,
y cerrando el confín como un anillo,
el hondo mar azul... la lejanía...

Al otro lado de la concha y justo antes del espigón estuvo el Fuerte de la Moría, también llamado la Casa del Rey, que formaba parte de la defensa de puerto y villa contra los ataques corsarios en las endémicas guerras con Francia, Holanda, Inglaterra... junto con la batería de San Antón, en el Campo de Redes, construido entre 1571 y 1573 con un costo de 400 reales. Maiche Perela Beaumont le dedica su artículo Apuntes sobre el fuerte de La Moría:
"Existen muchos datos en el Archivo Histórico Municipal sobre “La Casa del Rey”, aquella fortaleza cubierta que defendía el puerto con bastiones, cestones y 5 piezas de artillería, una de ellas del calibre 25, algunos de los cuales vamos a  recoger cronológicamente y sin literatura.
Corriendo el año 1574, por orden de Felipe II, se envían cañones y municiones al puerto de Llanes. En 1582, visitó la villa el Alcalde Mayor para inspeccionar la artillería y traer pólvora de Burgos y San Sebastián.  
Diez años más tarde, se registra  que se puso en el Fuerte un puesto debajo del combrial principal. 
Asimismo, pasados cuatro años, se anotan cantidades en las cuentas del Regimiento destinadas a retechar el Fuerte y colocar cajones para  municiones y pólvora. 
En 1613, el Sargento Mayor del Partido de Llanes manifiesta que se encuentran tres piezas de artillería sobre el muelle de la puerta del Llagar, que deben ser quitadas y, junto a sus carretones, colocadas con las otras en la Casa del Rey. 
Siete años después, en mayo de 1620, el Ayuntamiento acuerda que se arregle el fuerte y los vecinos participen en la reparación de mosquetes y arcabuces. 
También, consta que los llaniscos, sin ayuda de extraños, defendieron la Villa desde el Fuerte en 1597,1635,1692, 1796 y 1737.  
Así, en el primer bombardeo referenciado, el héroe fue Juan Barreda del Corro que defendió el puerto y liberó a unos navíos perseguidos. 
En 1635, tiempos de la guerra franco-española, el protagonista fue Juan Rivero y Posada, que dirigió la resistencia a varias invasiones y dispuso tan bien las cosas que se apresaron dos barcos franceses que intentaban saquear el puerto, recibiendo por ello, a través de varias cartas, las gracias del rey, a la sazón Felipe IV. 
Y otro Rivero, Joaquín, se distinguió en 1726 por su ofensiva a barcos ingleses, los cuales  avistó a 5 leguas del puerto. Y, el mismo, al cabo de tres años, dispuso con acierto que los marineros llaniscos apresaran en alta mar un bergantín inglés,  que importó 12 mil pesos, el cual se acabó vendiendo a la Intendencia Real, que lo destinó al servicio de avisos en viajes a Indias. 
Y terminamos estos apuntes con un inventario de 1677 que relaciona los pertrechos de guerra del Fuerte: 
-11 mosquetes con calas y 9 arcabuces 
-5 cañones de arcabuz sin calas 
-9 horquillas para dichos mosquetes 
-18 manojos de cuerda 
-16 frascos grandes para dichos arcabuces 
-11 frascos pequeños del mismo género 
-19 moldes de balas 
-una barra de plomo con un peso de 20 libras 
-un sacatrapos de hierro 

Esta misma investigadora localiza también en La Moría al lado del restaurante El Sablón, la que debió ser la Casa de Ballenas, existente en todos los puertos balleneros, lugar en el que se guardaban aperos y utensilios dedicados a despiezar al animal y aprovechar su carne y grasas. Lo publica muy oportunamente en el blog de la Cofradía de pescadores Santa Ana de Llanes:
"Hay cosas que perduran ante nuestra indiferencia. Este pensamiento me vino a la cabeza cuando a finales de agosto en la playa del Sablón, con el agua llegándome a la cintura, contemplaba la que puede ser la Casa de Ballenas, lugar que servía para guardar armazones y calderas, así como para fundir la grasa y elaborar carne en salmuera, en los tiempos en que se cazaban ballenas y cachalotes en nuestras costas. 

A consecuencia de varios árboles, uno de ellos caído, lo único que se puede divisar de la casa  desde la mar es una esquina del tejado, el lado oeste en el que existe una ventana grande y otra pequeña, como una suerte de tronera, un jardín, el antiquísimo muro que la cerca y el marco de una puerta, en la actualidad tapiada, que daba acceso a la playa, y también se adivinan unos escalones que llegaban al arenal. Desde tierra todavía la visión es más limitada, ya que la casa se encuentra a cierta distancia de la calle, y apenas se entrevé a través de unas verjas oxidadas, y la otra entrada es un portón ciego de madera.

Pero voy a empezar por el principio, pues no “me arrimé” a la Casa de Ballenas por casualidad, tuvo su camino. 

Abundan, a través de los libros de actas del importante y disciplinado Cabildo de los Mareantes de Llanes, datos para reconstruir la vida y las costumbres de aquellos intrépidos y diestros pescadores, sin embargo, como no podría ser de otra manera, existen lagunas y dudas, una de ellas es la ubicación de la Casa de Ballenas.

No ayudan varios textos que erróneamente la sitúan en la Plaza de Santa Ana, muy cerca de la capilla bajo la advocación de la patrona de los marineros.

Indagando sobre ese lugar en el que se beneficiaba el cetáceo que  durante siglos dio cuantiosos recursos para el sostenimiento de la vida municipal y para el sustento desahogado de los hogares de las gentes de la mar, me he tropezado con una reseña de  Cayetano Rubín de Celis que la sitúa sobre el Sablón.

Nos cuenta Tano que en el siglo XIX únicamente había en el arrabal de la Moría sobre la playa un grupo de cuatro casas.  En una vivió la familia de Ángel de la Moría, y en ella nació el poeta según el mismo escribió: “En una casina vieya que a la orilla del Sablón tien una huertina a la vera”. En otra, Bernabé Sobrino y en la del oeste, con árboles frutales, la de Francisco de la Fuente, un popular personaje al que llamaban “Arranca”. La otra muy antigua, y la única que se conserva, era la Casa de Ballenas, que tenía un patio con servicio a la playa donde se beneficiaban los cetáceos,y añade que era propiedad de la familia Hevia.  

Siguiendo con “las pesquisas”, llegué al  libro “Antiguos mareantes de Llanes”, en el que  Antonio Celorio recoge que en la villa de Llanes existió una casa de ballenas, próxima al sable de los Estacones (La Moría), perteneciente al Ayuntamiento. Además, ilustra con un dibujo las actividades balleneras en el playa del Sablón y a la derecha aparece la Casa de Ballenas.

Así, es fácil imaginar la ballena varada en el Sablón y apreciadas sus características, a voz de pregonero, proceder a la subasta con la obligada presencia de notario, miembro del Ayuntamiento y Mayordomo de la Cofradía de Pescadores. Y  rápidamente, ejecutar el despiece por escasas y expertas manos, seguido del transporte de los productos por las tripulaciones a la Casa de Ballenas, que ahí está viendo pasar el tiempo" 

Ascendemos así escaleras arriba, en ocasiones, fines de semana de verano y buen tiempo, muy transitadas de gentes subiendo y bajando. Esta Escalinata de San Pedro fue proyectada en 1930 dentro de un plan de ensanche a cargo del arquitecto municipal Joaquín Ortiz siendo alcalde Francisco Saro, nos cuenta también del Río:
"Venía a rematar un planteamiento novedoso para modernizar racionalmente la villa. Ese plan incluía una calle entre el Ayuntamiento y el Casino (una arteria que se abrió mucho más tarde, en 1956, aunque sólo parcialmente, que no se completaría hasta los primeros compases del siglo XXI, aunque sin respetar, lamentablemente, el trazado recto que había pensado Ortiz), y la apertura de lo que es la avenida de las Gaviotas, paralela al Paseo de San Pedro, que se haría realidad con casi 70 años de retraso. Del proyecto de Ortiz lo único que se hizo fue la escalinata..."

La escalera, de peldaños y muretes de piedra, zigzaguea por esta falda de la atalaya de San Pedro para ganar altura suavemente


Toda la escalera es además, en sí misma, un buen mirador y atalaya cuyas vistas disfrutamos a la vez que vamos ascendiendo por ella


Mirando ahora al oeste, vemos la Avenida de las Gaviotas, zona de expansión urbanística de Llanes, la cual se extiende hacia La Talá


Allí están además los aparcamientos del cruce con la calle Hermanos García Gavito, amplia zona de parkings que suele llenarse en temporada estival. Dice también de este lugar José Ignacio Gracia Noriega en La Villa de Llanes:
"Desde San Pedro es fácil percibir que en Llanes se superponen una ciudad medieval y una ciudad decimonónica y de comienzos de siglo, con las importantes contribuciones urbanísticas debidas a las construcciones de los indianos; más una parte moderna y funcional, que se extiende al oeste de la Villa, en dirección al pueblo de Póo, y que en su monotonía y falta de calidad (en su mayoría, son construcciones para veraneantes), no se compaginan demasiado bien con este singular conjunto urbano"

Cada cierto tramo hay unos rellanos entre los escalones, en la entrada a algunas fincas


A la derecha la explanada del chiringuito de la cuesta, la terraza del bar


De frente uno de los chalets edificados en esta ladera entre San Pedro y El Sablón. Higinio del Río Pérez hace aflorar sus sentimientos en este lugar,  según escribe muy emocionadamente en su blog:
"Son ya cerca de sesenta y cuatro años subiendo la escalinata del Paseo de San Pedro desde la playa del Sablón, un recorrido de cien escalones que permite acceder a un privilegiado puesto de observación. Es y ha sido siempre, para los llaniscos, una ascensión iniciática a un lugar en el que, en medio de la envolvente visión del mar, la montaña y la doble fila de tamarindos, nos reencontramos con nuestra historia personal y colectiva. 
A medida que nos hacemos viejos, a donde conducen realmente esos peldaños es a un monumental observatorio de ausencias. Desde él, los años y la nostalgia nos revelan sin medias tintas la pérdida irreparable de elementos sustanciales del paisaje urbano de Llanes (...) 
En la última parte de la subida solíamos jugar de críos con carros, diligencias, figuras de plástico de indios y vaqueros y mucha imaginación. Recreábamos sobre aquella rocosa orografía un escenario de desfiladeros, valles, colinas y montañas, en el que discurrían episodios de la conquista del legendario Oeste. Allí cerca, como observándonos mientras jugábamos, se levantaba una gran higuera, pegada a la piedra, que nos daba sombra refrescante en los días de calor. Era el techo abovedado de nuestros sueños del Far West, en aquéllos tiempos en los que toda la semana esperábamos con impaciencia que llegara el domingo para ir al cine de las 5
La higuera ya no está. Ahora pertenece al catálogo de ausencias del que hablábamos antes"


En la distancia, bloques de pisos. El urbanismo en Llanes ha sido desde hace décadas objeto de agrias controversias, con varios planes urbanísticos echados abajo por la justicia al afectar a zonas y espacios protegidos o especialmente sensibles, llegando a ser llamado La Marbella Nueva en la célebre canción del músico Dark La Eme con el grupo folk Tuenda (voz de Xosé Ambás):
Te voy a hablar de ese lugar aunque no sea llanisco
porque, me sangra ver progreso disfrazado de urbanismo.
La era Trevín fue el comienzo del fin,
esa es mi opinión, y el siguiente eslabón, parking en el Sablón.
Desde el paseo de San Pedro veo Picos de Europa,
y sobre el pueblo ocho o diez grúas de obra,
no creo que sientan este sitio como su mitad
los que quieran ver la villa convertida en ciudad.
Otra urbanización para dos meses al año
surge de las cenizas del camping que había debajo.
Llanes, segunda residencia que escoge la gente,
pues que desmonte los edificios en septiembre y se los lleven.
Pidra, papel, o tijera,
ladrillo vence a paisaje y sin paisaje esto ya no es lo que era.
Mi segunda casa allí es la pensión La guía, o cualquiera,
cuidar ese tesoro es la tarea.
[Estribillo]
Vo pa Llanes, vo pa Llanes,
vo pa la Marbella nueva, vo pa la Marbella nueva.
No voy por ver la mio xente, que dellu pocu mi queda.
que dellu pocu mi queda ….

Vale está bien que opino desde fuera,
sólo voy nueve o diez veces al año y a ser posible evito el verano,
pero sólo hay que ir un par de veces pa que la gente entienda
que en la mitad de los sitios los camareros pasan de ti como de la mierda.
Si tu te vas, otros cien ocupan tu lugar,
no hay peligro de que el del bar pierda,
y esto no es un cuento de viejos,
fue de unos pocos años para acá,
bajó la calidad y subieron los precios,
quizás se quiera dar un servicio de mierda,
para un turismo de mierda invasor,
porque chalets levantan muros a su alrededor.
Hoy hablo de ladrillo en Llanes,
podría hablar de Puerto de Vega esperando los yates.
Es necesario un equilibrio entre hundirnos en el lodo
y matar la gallina de los huevos de oro
para no dejar como herencia una Asturias llena de urbanizaciones y campos de golf
con los romanos no terminó la expoliación.

[Estribillo]
Vo pa Llanes, vo pa Llanes,
vo pa la Marbella nueva, vo pa la Marbella nueva.
No voy por ver la mio xente, que dellu pocu mi queda.
que dellu pocu mi queda …

A lo lejos las montañas calizas de Llabres (689 m) la la derecha de la foto, y a su izquierda Los Resquilones (669 m), zona llamada también Sierra de Peña Villa, con La Corona Cantiellu (549 m), encima de La Verde y al este de El Bijorcu. Está en la zona de Mañanga, una de las doce franjas paralelas de calizas que, según leemos también en la Enciclopedia del paisaje de Asturias, componen las serranías del Cuera o sus inmediaciones, al sur de la parroquia de Porrúa, que si bien no tan frecuentada por los montañeros como La Sierra Cuera, que vemos más atrás a la izquierda, esa serranía dispone de varias rutas senderistas hacia sus majadas y cumbres


A la izquierda de Los Resquilones, el Alto o Cuesta la Tornería, también Vega de la Tornería, lo separa de las estribaciones del Cuera, formando un paso natural donde se libró en septiembre de 1937 la Batalla de El Mazucu, pueblo existente en ese lugar, en un último intento de las tropas del Consejo Soberano de Asturias y León, leales a la República, para detener a las brigadas navarras, ayudadas por la alemana Legión Cóndor, que acababan de tomar Bilbao y Santander


Si bien llamada de El Mazucu, la batalla se libró por todas las alturas de la sierra, cuyas posiciones cambiaron de mano varias veces y aún se ven las señales de los bombardeos en sus majadas. Lo abrupto del terreno y el clima eran la última y desesperada baza de los defensores, que intentaban con ello contrarrestar la superioridad de efectivos de los atacantes


Y ya llegamos al Paseo de San Pedro "construido en 1847 dedicado a los espíritus amantes del infinito mar", conforme leemos en Guía Turismo Asturias 



Una buena explanada de tierra y hierba nos conduce hacia El Taleru y la torreta del mirador, acercándonos a La Punta'l Guruñu. Recordemos que fue en el año 1846, cuando el Ayuntamiento y algunas personalidades ilustres, apoyadas por los vecinos, decidieron transformar esta vieja atalaya ballenera en un paseo para ocio y esparcimiento de naturales y visitantes, cosa que en la práctica ya se hacía desde tiempo atrás, pues más de medio siglo antes Jovellanos describía sus impresiones de este lugar, señalando que se había instalado en la subida un canapé de piedra, del que escribe en la entrada de sus Diarios, a fecha de 25 de septiembre de 1790 que se había colocado un año antes, si bien según su inscripción databa en realidad de 1720:
"Mirador sobre el mar, del cual se descubre a la derecha la punta de Santander y a la izquierda la de Lastres; el canapé nuevo de dos caras se fabricó en el año anterior"

El proceso de construcción, con sus ampliaciones y reformas, continuó en este paseo durante los siglos XIX y XX, un periodo del que Higinio del Río Pérez nos da oportuna nota:
"La escenografía del Paseo de San Pedro -que define el argumento más contundente del litoral urbano llanisco- es el resultado de un lento proceso de urbanización iniciado a mediados del siglo XIX y completado a finales del XX. No le falta ni le sobra nada en su condición de paisaje extraordinariamente singular. Desplegada sobre un brazo de pura roca, es metáfora de lo perenne y nexo intergeneracional de los pobladores de la villa de Llanes.

 Su configuración, tal como la vemos hoy, se terminó de fijar en 1998, tras recorrerse un largo camino a golpes de voluntarismo y planificación: ingentes trabajos, en la primera fase, para allanar el terreno y extender toneladas de tierra; cambio de posición del canapé; adecuación de la Cueva del Taleru, sin alterar la fisonomía que presentaba cuando sirvió de cobijo a los atalayeros; plantación de tamarindos, siguiendo la sugerencia de algún indiano sabedor de que esos árboles son capaces de enraizar en terrenos expuestos al salitre; y reconstrucción y reforma de la torre vigía en 1928. Las obras llevadas a cabo desde la terminación de la Guerra Civil en Asturias hasta la década de los años 60, aunque discontinuas, decantaron aspectos formales, tales como la reposición, en 1938, de la cruz sobre la bóveda de la Cueva del Taleru, o la reinstalación, en un monolito robustecido, de la lápida en recuerdo de Posada Porrero, derribadas ambas al inicio de la contienda. En 1967, con Aurelio Morales Poo en la alcaldía, se retomó un plan municipal de 1952 para la prolongación del belvedere hasta el antiguo vertedero de basura, del que las únicas realizaciones hechas hasta entonces habían consistido en adecuar la subida desde el Sablón y plantar más tamarindos. En la nueva intervención se colocaron ocho bancos de hormigón. Vinieron a sumarse a los de piedra instalados durante el primer tercio de siglo en la zona próxima a la Punta del Guruñu, en el interior de la cueva, en el entorno de la torre del mirador y frente a la escalinata principal de acceso, y se completó así un adecuado mobiliario, que incluía asientos de madera con estructura de hierro, como los del parque de Posada Herrera. (Carmen Polo, la esposa de Franco, se asomaría al lugar en 1971, en una visita casi con aires de reinauguración). Muy posteriormente, sería el alcalde Manuel Miguel Amieva quien alargaría el paseo en cuatrocientos metros más"


Aquí tenemos El Sablón ahora a nuestros pies. No cuesta imaginarse a los antiguos atalayeros dando aviso a los balleneros y a la misma población desde aquí


Vemos el mencionado restaurante de El Sablón con la que fuera la Casa de las Ballenas, así como el barrio de La Moría, del que era oriundo el poeta Ángel García Peláez, nacido aquí el 18 de agosto de 1858, quien firmaba sus obras, El Pozu del Alloral (1892), A teya vana (1893) y Recuerdo gratos (1931), como Ángel de la Moría. Esta es su biografía sacada de Academic.com:
"Muy jovenen 1874emigra a Méxicodonde se hace sacerdote y cultiva la poesíaCursa sus estudios en el Seminario Metropolitano de México D.Fycon el padrinazgo de la colonia españolacelebra su primera misa el 19 de marzo de 1891en la iglesia de San BernardoEmbajador espiritual de su tierra natal en Méxicofue mantenedor de la unión entre los asturianos: resucitó para ellos en toda su pureza el bable orientaltransmitiendo a aquella colonia los usos hábitos y cantos asturianosA los treinta y tres años regresa a España y en su villa natal desempeñóentre otros cargos específicos de su ministeriolos de sacristán mayorconsiliario de la Congregación de las Hikas de María y capellán del Hospital Faustino SobrinoColaboró asiduamente en el diario El Oriente de Asturiasy fundó y dirigió el periódico La ley de DiosSe le puede considerar como el poeta más representativo del bable oriental y el más popularSu poesíade espontánea versificaciónrefleja un conocimiento desbordado por un sentimiento exquisitosiendo sus motivos sencillos y de contenido profundamente humano"

Más allá de los barrios de La Moría y de San Antón, solar de antiguas e históricas conserveras, vemos, en un altozano, una construcción muy singular, que puede parecernos, a simple vista, un castillo por sus dos altas torres circulares almenadas, pero es la veneradísima capilla de la Virgen de la Guía también de renombradas fiestas y fundamento de uno de los tres bandos o agrupaciones vecinales de Llanes de origen festivo de Llanes, el Bando de la Guía. Los otros son los de San Roque y La Magdalena


La capilla, en lo alto de un cerro, está datada en el año 1515 aunque tuvo a lo largo del tiempo profundas reformas y ampliaciones, la Virgen de la Guía está estrechísimamente vinculada con los marineros, su nombre es la guía que les lleva a buen puerto, una advocación también muy caminera y que se manifiesta en las viejas sendas. Su misma historia aparece reflejada en el Libro de Apeos de Heredades de la Iglesia de Santa María del Conceyu, en los Libros de Fábrica y en los Libros de Actas del Gremio de los Honrados Mareantes de San Nicolás de Llanes


La leyenda piadosa afirma que unos marineros, desesperados por una fuerte galerna o tempestad, se encomendaron a la protección de la Virgen cuando de pronto hallaron un objeto, una caja flotando en el mar. Tan misterioso resultaba todo que decidieron atarla a la barca, siendo entonces cuando aparece sobre ellos una paloma, que seguirán y les guiará a tierra firme. Alborozados por sobrevivir a las desatadas furias marinas abren la caja y descubren en su interior una imagen de la Virgen


Deciden pues los marineros venerar a la santa llevándola a la capilla de San Antón, pero la imagen desaparece y, tras buscarla, la encuentran allí en el lugar donde la paloma que los trajo a tierra desapareció. Naturalmente, pensando en alguna trastada de alguien, vuelven con la talla al santuario de San Antón y pero vuelve a desaparecer, vuelven a localizarla en el mismo lugar que la anterior y vuelven con ella a San Antón. Una vez más, la tercera, ocurre lo mismo y entonces deciden patrocinar la construcción de un santuario en este sitio, con la advocación de la Virgen de La Guía, siendo llamado desde entonces El Campu la Guía.  El gran poeta Celso Amieva le dedica estos versos en Los Poemas de Llanes:
La Virgen de Guía vino por el Mar…

De Irlanda lejana, de la Verde Erin
la Virgen de Guía vino por el mar.
Vino por el mar
como vino el Santo Cristo de Candás.

Desbravando vientos, domando galernas
vino por el mar
hace cuatro siglos, cuatro siglos ya.

Vino como vienen los vientos mareros,
vino por el mar,
vino en la marea del buen marear.

Vino de la mano sabia de la luna,
vino por el mar,
vino como el ocle con yodo y con sal.

Vino por el mar
la Virgen de Guía, vino por el mar.

En concreto se sabe que el día 2 de septiembre del año 1515, Fernando León Salas, con el cargo del clero secular de Beneficiado de la iglesia parroquial de Santa María del Conceyu de Llanes, solicita su fundación al Papa mediante la intercesión del Obispo de Oviedo/Uviéu Diego de Muros. Las primeras noticias de la romería de La Guía datan del año 1632 aunque sin duda se celebraba desde, al menos el año de su fundación


Se sabe hubo Casa de Novenas para los peregrinos que acudían al santuario. Existió también una Casa del Ermitaño, persona que estaba a su cuidado. De los ermitaños que hubo se sabe del Tíu Millán, que portaba una imagen de la Virgen pidiendo limosna por los barrios de Llanes. La tradición asegura que cuando falleció su mujer mandó poner en su tumba el epitafio "Aquí yace y yace bien, él descansa y yo también"


El 15 de Octubre de 2016 la Virgen de Guía, fue Coronada Canónicamente por el Arzobispo de Oviedo, Don Jesús Sanz Montes, en la Basílica de Santa María de Asunción de Llanes, siendo la cuarta imagen de la Virgen Coronada canónicamente en Asturias

Un poco más allá La Cuesta, una de las sierras planas que dieron nombre a Llanes. Un campo de golf se extiende por el que fue el Aeródromo de Cue, empleado por los pioneros de la aviación y que fue militarizado por ambos bandos durante la Guerra Civil. Más adelante fue la Escuela de Vuelo sin Motor, conocida como La Garita, hasta 1963.Si nos fijamos veremos en esta su falda norte el camino de la Senda Costera, que va a unirse al Camino Norte oficial en la capilla del Cristo del Camino en La H.orcada


Mirando al oeste-suroeste vemos de nuevo los aparcamientos y urbanizaciones que se extienden por la Avenida de las Gaviotas hacia La Talá. Un paisaje bien diferente al que relató el geógrafo e historiador Manuel de Foronda cuando escribió de Llanes a Covadonga, relato de viaje publicado en 1893:
"lo grandioso del espectáculo que la naturaleza nos ofrece recompensa sobradamente lo largo del viaje, lo áspero de la subida y la escasez de cómodos asientos, desde los cuales podamos contemplar el vasto panorama que se presenta a nuestra vista»

En la lejanía se divisa el Sueve, Monte Sueve o Puertu Sueve, que con los 1.161 metros del Picu Pienzu señala el paso al centro de Asturias, constituyendo uno de los mayores desniveles del mundo respecto a la orilla del mar. A su izquierda y más cerca la Sierra de Santianes o de Cuana, con los 900 metros de el Mofrechu. Todas estas sierras son cordales costeros que separan el litoral de los valles del interior. Serán nuestras referencias en las etapas andariegas de Llanes a Ribadesella/Ribeseya y Colunga, e incluso más allá


Otra vista de Llabres y Los Resquilones con La Tornería a su izquierda, disputado paso a 469 metros de altitud que comunica con El Mazucu por La Cuesta la Tornería. El lugar es también llamado La Vega la Tornería y en tiempos pasados hubo una taberna que haría las veces de venta para pastores y arrieros





Más a la izquierda de La Tornería están la estribaciones de Las Mañangas y El Texéu, estas, paredes calizas que se extienden sobre las laderas de Las Cuestas, "una interminable sucesión de cuestas, paralelas entre sí y separadas por riegas (arroyos), que avanzan de sur a norte desde El Texéu hasta Mañanga", tal y como nos dice la Enciclopedia del Paisaje de Asturias. las cuales se extienden por las parroquias llaniscas de San Roque, Llanes, Parres y Porrúa, siendo uno de los accidentes geográficos más característicos del concejo de Llanes


Bajo nosotros apreciamos mejor la gran explanada de aparcamientos de El Sablón, donde hay parking para autocaravanas y el lugar es empleado también para la celebración de algunas fiestas, dentro del complicado asunto de la regulación del tráfico en verano dada la enorme afluencia de veraneantes


Al sur, dando vista a El Texéu, Las Cuestas y La Muezca, el Llanes intramuros, la parte de la población que estaba dentro de las antiguas murallas medievales: el corazón del casco histórico


Ahí destacan fundamentalmente dos edificios, la iglesia de Santa María del Conceyu y La Torre, Torre del Castillo o de la Fortaleza, que custodiaba la Puerta del Castillo, acceso occidental a la villa amurallada


Se trata de un torreón circular que formaba parte de la muralla o cerca medieval llanisca. Más allá, las frondosas arboledas entre la villa de Llanes y Pancar por las inmediaciones de Tieves o Tiebes, otro mirador excelente sobre la población


La iglesia-basílica de Santa María del Conceyu empezó a construirse en 1240. Anteriormente se habla de un templo más antiguo, pues Llanes como puebla aforada nació hacia 1226 por iniciativa de Alfonso IX, que para unos estaría aquí y parta otros sería la capilla de la Magdalena, sita algo más al sur, al otro lado de las murallas



Ante El Sablón se conserva parcialmente un buen tramo de la cerca, en concreto su lienzo norte, aprovechada como cierre de los palacios de los Duque de Estrada y El Cercáu, por donde vinimos a la playa desde la iglesia. A lo lejos, bajo La Muezca, vemos El Picu'l Castiellu, solar del Castillo de Soberrón, desde el que los representantes reales gobernaban la Tierra de Aguilar antes de la fundación de Llanes. El lugar fue posteriormente empleado como atalaya ballenera, dado que al estar a buena altura y a solo 4 kilómetros al sur de la población, permitía más campo de visión hacia el mar y ser perfectamente visible su fogata de aviso


Por supuesto, mucho más alta es la cota de La Cabeza Turbina, cuyo nombre quiere buscársele razón en los turbones de fuertes vientos imperantes a sus 1.315 metros de altitud, muchas veces ocultos entre las nubes


Es la máxima altitud del Cuera o Sierra de Cuera, mítica cima montañera no siempre fácil de coronar por las persistentes nieblas y por los numerosos h.oyos u oquedades naturales del suelo calizo. Ramón Sordo Sotres también le dedica esta semblanza en La Nueva España del 23-5-2021:
"Lo más altu que se ve de la villa de Llanes y otros pueblos del conceyu e la Pica Turbina, pica y no picu, porque los llaniscos no llamos picas a las quimas más nombradas y más curiosinas. Pero la Pica Turbina no ta en Llanes, ta en Peñamellera, nos sitios del pueblu de Rozagás, qu’ellos conócenla pola Cabeza Torbina, con “o” no con “u”, pos el nombre vien de la braña peñamellera de Torbina, que ta cerca de la pica. 
Tevi una vez nella col pastor de Rozagás Santos Antón Soberón pa saber de la toponimia del llugar, y díxiomi (o, en jabla peñamellera, díjome) que la Cabeza Torbina son do cabezas, “la de acá y la de allá”, la Cabeza chica la del norte, ente L’Escar y Cuera, y la Cabeza Grande la del merudía, toa ella dientro Cuera, más alta y que no se ve de Llanes. Más al norte, tán tovía en Peñamellera y del poniente al saliente, el Cueto los Zanjones, el Cueto los Canjalones y el Cuetu Prau, tres cuetos de mucha peña pero que vistos de Llanes paecen tres quimiquinas que casi no s’estreman. 
Asturias sin el monte no pue conocese, no e Asturias; o sin los puertos, qu’otros llaman el puertu al monte"


Desde La Cabeza Torbina y El Picu'l Castiellu, volvemos a bajar la vista hacia El Sablón, su paseo y la pared norte de la cerca. Se atribuye a iniciativa de Alfonso X El Sabio su construcción tras confirmar y ampliar los fueros de Alfonso IX, si bien no es para nada descartable que anteriormente hubiese otra más antigua, tal vez una empalizada


Este sector norte de la muralla es el mejor conservado, incluso con torreones y almenas pues los otros han desaparecido. Las necesidades urbanísticas con la expansión de la villa intramuros hacia el puerto, hacia el sur y el oeste, hicieron derribar esos muros a lo largo del siglo XIX, cuando la cerca llevaba tiempo sin función y aún no existían apenas las sensibilidades actuales para con el patrimonio y construcciones notables e históricas


La muralla ya había sido reconstruida varias veces pues resultó dañada en los asedios y ataques del conde de Luna entre 1466 y 1471. Más tarde resultó muy afectada por los incendios de 1490 y 1509 e incluso en el siglo XIX con la francesada y posteriormente por la I Guerra Carlista


Y este es el Palacio de El Cercáu, uno de los que aprovecha su correspondiente pared amurallada como cierre, casona fundada en 1597 por Pedro Junco de Posada y Valdés, obispo, Consejero de la Inquisición y Presidente de la Real Chancillería de Valladolid, enterrado en la capilla allí existente hasta que sus restos fueron trasladados en el siglo XX a la iglesia-basílica de la Asunción o de Santa María del Conceyu, como había sido originalmente su deseo


Es la parte posterior, la fachada norte, la menos lucida y con menos vanos y filigranas, pero reconocemos a la derecha la espadaña del campanario (visto de lado) de la capilla anexa que construyó como panteón, al no conseguir en vida el permiso para enterrarse dentro de la parroquial 


Fue a partir del incendio de 1509 cuando la población, mientras se reconstruían en piedra las casas quemadas, que salvo la iglesia y un par de palacios eran de madera, empezó a asentarse fuera de la cerca formándose nuevos barrios extramuros, como el de Las Barqueras, antiguo paso en barca de la ría de El Riveru, formada por el Ríu Carrocéu al desembocar y que fue el puerto natural de Llanes durante siglos. La llegada de capitales indianos, la industrialización en base a conserveras y factorías relacionadas con la pesca y navegación, y otros factores, ocasionaron un gran despegue demográfico entre los siglos XIX y XX, realizándose un plan de ensanche de la villa en 1905, el cual no se aplicó plenamente pues no fue siempre seguido 


Avanzamos por la ancha avenida de este Paseo de San Pedro, "muy solicitado por los enamorados", dicen algunas guías. En el año 2022 se anunciaba su recuperación ambiental, empleando para ello césped deportivo, dentro de una actuación general que durará varios años, dado que el trasiego continuo de gentes ha provocado que la hierba natural desaparezca en varios lugares, principalmente aquí


A lo lejos, apreciamos mejor la larga planicie de La Cuesta o La Cuesta Cue, por donde viene de La Boriza la Senda Costera de Llanes. Deel antiguo aeródromo hablamos abundantemente en la entrada de blog correspondiente a San Roque L'Acebal, pero deseamos compartir la reseña ¡Llanes a volar!, publicada en El Comercio con motivo de la inauguración de una exposición sobre su historia en 2017:
"El comisario de la misma es el periodista y gestor cultural Higinio del Río Pérez, director de la Casa Municipal de Cultura. 
Los contenidos de la exposición constituyen, a través de 28 paneles, un recorrido desde 1919 hasta 1963. Se expone asimismo diverso material (especialmente en lo que se refiere a la Escuela de Pilotos de Vuelo sin Motor), así como maquetas a escala de aviones Kranich II, Schulgleiter SG-38 y Grunau Baby, realizadas manualmente por Daniel Llaca Álvarez, piloto militar que fue jefe del Campo de Aviación. 
Higinio del Río, autor del guión y de los textos de la muestra, articula los contenidos con material complementario expuesto en varias urnas y expositores, y ha contado con la colaboración de Arnaldo Bell (Antigüedades “Intaria”), Francisco Gómez Marcos, Fernando Llaca Posada, José Ortega Fernández y Vicente Sobero García. 
El aeródromo de Llanes estaba ubicado en un lugar de los más apreciados paisajísticamente en el concejo llanisco. Actualmente coexisten allí el Campo Municipal de Golf La Cuesta y el Club Aéreo Canto El Jariu. Aquel espacio privilegiado, que al as de la Luftwaffe Adolf Galland le pareció “una cancha de tenis de gran tamaño”, mantiene aún la memoria de un pasado vinculado a la aviación. 
La recuperación de esos vestigios late en los contenidos de la presente exposición, en la que se recorre un período de casi cien años, desde la visita a Llanes, en 1919, del francés Leonce Garnier (primer piloto que aterrizó en la Cuesta de Cue) hasta nuestros días. 
La muestra desvela la importancia de personajes como el comandante Pío Fernández Mulero, Desmazières, Benjamín Gutiérrez Junco y el arquitecto Joaquín Ortiz (quien proyectó el aeródromo durante la Segunda República), el protagonismo cobrado por el campo de aviación en la Revolución de Octubre de 1934 y en la Guerra Civil, y la gran significación social que tuvo la Escuela de Vuelo sin Motor, operativa desde 1944 hasta 1963, en la que se formaron 550 pilotos de planeadores"

Y es que según vamos avanzando por el paseo continuamos viendo la población y su grandioso anfiteatro natural. A cada paso que damos cambia el ángulo de visión y aparecen nuevos detalles en cada rincón, bien plasmados por José Ignacio Gracia Noriega en El Paseo de San Pedro:

"Mirando hacia la tierra, el territorio de Llanes se presenta escalonadamente: en primer término, la villa, con su muralla medieval, la majestuosa ruina del palacio de Duque de Estrada, la torre de la Basílica, cuadrada y fuerte, y el redondo torreón. Debajo está la playa del Sablón, pequeña y encajonada entre las rocas, con lo que se toma el aspecto de una piscina, y detrás de la ciudad medieval se advierte la zona moderna y modernista, con las galerías de cristalera y las cúpulas de las casas de los indianos, y al oeste, los feísimos bloques de viviendas para veraneantes, parecidos a cajas de zapatos. Más allá del casco urbano están los bosques y las colinas, la cuesta del Cristo, con su ermita y arbolado, adosada a la cuesta de Cué, larga y plana, y, en primer término, el alto con la capilla de la Guía, casi sobre el mar y con sus dos torrecitas almenadas, que le dan un vago aspecto militar. La torre de la iglesia de Cué destaca debajo de su cuesta, y encima de ésta se eleva el impresionante murallón de la Muezca o Texeu precedido del totémico Pico de Soberrón, en cuyo interior vive una mora encantada que custodia un tesoro; y se dice en la comarca que cuando baja la niebla, no es niebla, sino el humo de los hornos de la mora, que está cociendo el pan; y a su derecha vemos las Mañangas, pardos contrafuertes de la montaña que, como un antiquísimo oleaje geológico, llegan hasta la falda del Mazucu; y por detrás y paralela se asoma, imponiéndose por su majestad y altura, la sierra del Cuera, cuya cumbre más alta es el Pico Turbina, y descendiendo un poco hacia el Este, el Liño, que recuerda desde Llanes a una pirámide; y el Jorcón de Moreda, por cuyas grandes laderas suben hayas gigantescas que se ven perfectamente desde la villa en días de nevada. Pero esta sierra no culmina el monte, sino que es la antesala de los Picos de Europa: desde el Pico de Soberrón hasta los límites al Sur de los Picos (que en León llaman las Torres o la Peña), se extiende este mar de montañas que parecen surgir directamente del mar. Quien llega de la meseta no está acostumbrado a pensar en estas proporciones casi infinitas de montañas sin término: primero, la Muezca, luego el Cuera, luego, los Picos: y entre Llanes y el Naranjo de Bulnes a 2.519 metros de altura, hay una distancia de 12 kilómetros. La distancia más corta entre dos puntos es la recta, pero como diría Víctor de la Serna, desde aquí, quién la sigue, compañero."

 

Seguimos también apreciando plenamente, ahora desde arriba, la tan llamativa forma de media luna del Paseo del Sablón. No nos perdamos ahora el detalle que empezamos a ver entre la iglesia y La Torre del Castillo


La fachada este del Palacio de los Duques de Estrada con su tramo de muralla. Destacan allí las múltiples arquerías del piso bajo y la parte posterior del edificio con sus torres y fachada principal. No se conserva la techumbre y apenas quedan en pie algunas paredes. También se ven porciones de una torre cuadrada, en la muralla medieval, antecesora del conjunto palacial. Escribe de todo esto José Ignacio Gracia Noriega en Muralla y Torre de Llanes:
"Al Norte de la muralla hay otra torre, ésta cuadrada, que fue aljibe en el siglo XVIII. Hubo intentos de derribarla, para ensanchar la carretera que lleva al Sablón, pero por fortuna se conserva en su sitio y no desentona. Si los bañistas quieren ir a la playa, que vayan andando, o en vehículo motorizado, si les apetece, que la carretera es suficientemente amplia. Esta parte de la muralla ha sido limpiada de maleza recientemente y queda a la vista un hermoso arco que correspondería a una puerta. Desde este lugar, un poco a la derecha, se ven las torres de Llanes: la de la Basílica, maciza y también cuadrada; el torreón, que se asienta sobre roca; las dos torretas de cúpula del Casino y la torre del Ayuntamiento, y, al fondo, la cumbre extendida y triangular del Pico Turbina.  
En torno a la muralla o dentro de ella se encuentran algunos de los edificios monumentales más importantes: la Casa del Cercado, del siglo XVII, con su gran capilla; la Basílica, cuyas obras se iniciaron en el siglo XII, como lo atestigua su portada románica, y que sufrió gran reforma a comienzos del siglo XIII, al que corresponde la portada principal, gótica, con los arcos apuntados, propios del período de transición del románico al gótico; el palacio de Posada Herrera, donde nació y murió el insigne político, y las suntuosas ruinas del palacio de Duque de Estrada, de comienzos del siglo XVII y quemado por los llaniscos al retirarse las tropas napoleónicas, por sospechar que sus propietarios eran afrancesados. La visión de estas ruinas evoca en Manuel de Foronda los versos de Rodrigo Caro: «Estos, Fabio, ¡ay dolor!, que ves ahora, / campos de soledad...» 
A Celso Amieva le recuerda también los mismos versos, pero los reelabora con un humorismo socarrón: 
Esas, Pinón, que ves ahí ruinas
en donde escarban las gallinas,
crecen la ortiga y el mestranto;
donde por no haber techo no anidan golondrinas
de ñétobas y cárabos, fueron (como adivinas
si las miras despacio
a juzgar por los restos) un palacio"

Sigue destacando a la derecha la torre circular que defendía la Puerta del Castillo, una referencia muy importante para nosotros pues a sus pies retomaremos el trazado del Camino Norte para salir de lo que era el Llanes amurallado


Un poco más allá, una de las cúpulas de los edificios burgueses construidos a caballo entre los siglos XIX y XX con caudales indianos, en  concreto el del Casino de Llanes, auspiciado en 1910 por la sociedad que llevaba su nombre y que también visitaremos, luego de La Torre del Castillo


Entre El Cercáu y El Picu'l Castiellu una colina boscosa que vemos en la foto es la parte más occidental de La Cuesta: La Cuesta'l Cristu y La H.orcada o Jorcada, el solar de la citada capilla del Cristo del Camino, que también tuvo su ermitaño, donde el Camino Norte que sube desde San Roque y la Senda Costera se unen para entrar, bajando, en el casco urbano de Llanes por La Portilla o La Portiella


Si nos fijamos veremos arriba a la izquierda la pista de la senda costera bajando al campo de la capilla, El Campu'l Cristu del Caminu, en una jorcada, h.orcada o collado, un paso natural que sería el origen del trazado caminero histórico, donde su loma de L'Arquera es topónimo vinculado a arca, túmulos, necrópolis megalíticas que harían de estos parajes lugares sagrados desde hace milenios


Más allá, se ha esgrimido que el Castillo de Soberrón, del que apenan quedan señales, puede estar emplazado en lo que fue una fortaleza romana de vigilancia de territorio y esta a su vez sobre otra prerromana de la Edad del Hierro. Lo seguro es que del castillo se tiene temprana referencia documental, ya en 1032, sabiéndose que era morada de un delegado regio, potestas, siendo los primeros de nombre conocido Rodrigo Moniz y Diego Urmaiz, citado este en un documento del monasterio de San Salvador de Celoriu de 1078


En cuanto a El Cercáu hemos de añadir que fue también uno de los muchos escenarios cinematográficos de Llanes, en concreto de varias escenas la serie televisiva La Señora, así como de algunos conciertos, como los del varano de 2009. El palacio que llegó a nuestros días, que tardó un par de años en edificarse, no es exactamente el original sino producto de intensas remodelaciones, reformas y añadidos, principalmente en los siglos XVII y XVIII


De la cerca o muralla de Llanes, que guarda sus jardines, sabemos que llegó a abarcar un perímetro de unos 840 metros que guardaba un espacio interior de 7 hectáreas, no considerándose terminada hasta el siglo XV. Tenía cuatro puertas principales, la mencionada del Castillo, la puerta de la Villa al Sur, la del Llegar al oeste, por donde llegaban viajeros, arrieros y peregrinos tras cruzar El Riveru por Las Barqueras y la de San Nicolás, acceso directo al puerto


La de San Nicolás estaba en la Plaza de Santa Ana, capilla más conocida antaño por la primera advocación, patrón del Gremio de Mareantes, cuyo mayordomo poseía la llave de esta puerta que era para uso exclusivo de la marinería, lo que da idea de su poder. Las llaves de las otras tres puertas las tenía el Alcalde o Juez de Llanes


Del Paseo de San Pedro cuenta Gracia Noriega en La Villa de Llanes que es uno de los tres altozanos que ofrecen unas mejores vistas del contorno, junto con los ya mencionados de Tieves y de La Guía
"Tres alturas hay, en Llanes, que permiten una excelente visión de la Villa: la de la colina en la que se levanta la capilla de la Guía; la de Tieves, donde están los depósitos de agua, y la del paseo de San Pedro. Si bien Tieves parece estar más sobre el casco urbano de la Villa, la vista panorámica más completa la ofrece el paseo de San Pedro: vista desde el mar hacia la tierra, con la zona medieval, las murallas y el fuerte en primer término, y, más allá, las colinas y los bosques, la sierra plana de Cué y adosado a ella el Cristo, donde hay otra vieja ermita, y, al fondo, las dos sierras paralelas, La Muezca y el Cuera" 

Otro autor que cuenta las características urbanas de Llanes es el también catedrático de Geografía Manuel Ferrer Regales, que escribe esto en su libro La región costera del oriente asturiano:

"La morfología llanisca opone una ciudad vieja dentro de un recinto murado y una ciudad moderna. Dentro de dicho recinto se sigue al parecer el trazado urbano de tipo cristiano medieval, es decir, el plano rectangular. La arteria principal, la calle Mayor, está atravesada por otra perpendicular, la actual de Posada Herrera y Manuel Cué, como los dos ejes de la ciudad (...). La muralla, la hermosa iglesia y algunos palacios prestan al Llanes viejo un sabor arquitectónico excepcional. Llanes es un hermoso recuerdo urbano del pasado inyectado por expresiones urbanas actuales"

Gracia Noriega se ocupa por su parte muy ampliamente de la muralla, la iglesia y los palacios que la rodean, torres y fueros:

La muralla fue construida como confirmación del Fuero, que fue el de Benavente, otorgado por Alfonso IX en el año 1206, de la que se conservan el paño Norte, parte del Este, el robusto torreón, también del siglo XIII, y algunos fragmentos en otras zonas de la villa, en las que incluso sirvió de cimiento y apoyo para construcciones posteriores. Otras edificaciones importantes, en torno a la Basílica, son el palacio del Duque de Estrada, del siglo XVII y en ruinas desde que fue incendiado por los llaniscos al retirarse los franceses, dada la sospecha de que sus propietarios fueran afrancesados; y la casa del Cercado, dentro del recinto de la muralla y con un agradable huerto sobre el mar, y capilla de notables proporciones. La Basílica se empezó a construir a mediados del siglo XII, como lo atestigua la fachada románica de la fachada del Oeste; pero su portada principal, con arcos apuntados del período de transición del románico al gótico, demuestran seguramente que se hizo en ella una gran reforma a comienzos del siglo XIII. En el interior, como escribe Magín Berenguer, el estilo ojival aparece claramente definido, tanto en las bóvedas como en las proporciones de los pilares». El retablo, realizado por un artista flamenco en el primer cuarto del siglo XVI, es de gran valor artístico; trabajaban en él cuando Carlos V pasó por la Villa, y relata el cronista Laurent Vital el encuentro con el artesano León Picardo, «un buen hombre que, como después oí, era natural de Saint-Omer, y de oficio tallista de imágenes, que tenía su mujer y su hogar en Burgos, en España, y que había sido mandado a esta Villa para tallar un nuevo altar en la iglesia mayor de Llanes». Entre los elementos que componen este retablo figuran las tallas de los cuatro evangelistas, sentados ante sus pupitres y ocupados en escribir los Evangelios: «San Mateo en actitud de humedecer la pluma en el tintero que le presenta un ángel –escribe José F. Menéndez–; San Juan, de rostro candoroso, escribe absorto y afanado, a sus pies el águila sostiene en el pico el tintero: [110] San Lucas, con anteojos, parece descansar de la escritura, entretenido en mirar la pluma que tiene en la mano: a sus pies, el toro, recostado con indolencia, sujeta en la boca el tintero; y, por último, San Marcos está ocupado en arreglar la pluma que se le ha gastado; el león, sujetando en la boca el tintero, apoya sus garras en las rodillas del Evangelio». 

La iglesia parroquial de Llanes tiene como característica el hecho de no haber pertenecido a ninguna orden religiosa o militar, aunque entre las figuras de los arcos de la portada principal figure la talla de un templario; muy en consonancia esto, por otra parte, con el espíritu histórico de la Villa, que siempre fue de «hombres libres», y nunca admitió otra autoridad que la del Rey. Dos lápidas al lado del altar mayor, con las armas de Llanes, hacen constar que «esta iglesia hicieron los vecinos y parroquianos de ella, y en su nombre como patronos presentan sus beneficios, su juez, dos regidores y un procurador general electos cada año por esta villa».

Ramón Pérez de Ayala, el gran dramaturgo, llama Reicastro a Llanes y a su valle Congosto en su novela El ombligo del mundo, describiendo las clases sociales existentes en su época, cuando los indianos constituyeron el germen de una nuevo estamento, naciendo la villa burguesa

 «Las clases sociales del valle de Congosto son cuatro. Una rústica, los aldeanos, que viven con descuido y sosiego, porque la propiedad está muy repartida, la tierra es dadivosa, cuando no la poseen pagan renta escasa. Tres clases urbanas. la marinería: hombres taciturnos, imbuidos de hereditario terror al mar, y mujeres alharaquientas, como si de continuo educasen la garganta y la carátula para las imprecaciones ante la tormenta y el naufragio. Los menestrales y artesanos. La clase media, que abarca desde los mercaderes con tienda puesta hasta las familias de añejo patrimonio, reducido ya a un rédito sobradamente parvo. Más que clases sociales son castas, y jamás se mezclan ni cruzan».


Nos acercamos ahora a la cueva de El Taleru, topónimo que quiere vincularse a atalayero, talayeru. Un poco más allá sería la torre de observación, donde se prendían las fogatas de aviso, luego torre de semáforo marino de la Sociedad de Salvamento de Náufragos, que sería transformada en mirador por el arquitecto García Lomas, tal y como contaba Higinio del Río Pérez, así como que en la cueva tuvo su puesto de bebidas Antonio Martín, antiguo emigrante a México


La Cueva'l Taleru es como un puente pétreo natural, con dos entradas que serviría de refugio a los atalayeros en días de lluvia, vientos o tormenta, permitiéndoles resguardarse sin dejar de mirar al mar. Nos la presenta así Maiche Perela Beaumont en De atalayeros y cruces:
"Entre los muchos alicientes que tiene el Paseo de San Pedro, de Llanes, está la visita a la cueva del Taleru, lugar  estratégico en tiempos  pasados para avistar cetáceos, junto a Cabo San Antonio, en Picones, y Punta de Jarri o la Torre. 

Estando allí, vienen a la mente aquellos atalayeros provistos de catalejos  o anteojos con radio de acción no mayor de veinte leguas, a los cuales pagaba la Cofradía de San Nicolás a razón de 220 reales, que se hacían efectivos en dos partes, al inicio y al final de la campaña que comprendía desde el 1 de noviembre al 15 de marzo. 

Asimismo, si el día es neblinoso, se presta a suponer que, además de valerse de los ojos, los atalayeros afinarían los oídos para percibir los sonidos de  los soplidos de esos animales.

También, resulta fácil imaginar el humo de las hogueras, que encendían con árgoma verde y brea, para alertar del avistamiento, y casi podemos escuchar tañer la campana de la iglesia y al vecindario gritando: ¡A la ballena!¡A la ballena!"


La cruz sobre la cueva sustituye a otra más antigua, unos afirman que sería parte de la antigua capilla de San Pedro pero otros esgrimen que es el recuerdo de un naufragio aquí acontecido, cuando un marinero a la deriva al desatarse una galera falleció al ser arrojado por el mar contra el acantilado 


Es fácil que se trate también del recuerdo de un viejo Viacrucis desde la iglesia hasta la capilla, pues se sabe de alguna cruz más en este trayecto


Al otro lado, una barandilla sobre los acantilados verticales. En esta gruta el artista Juan Llamas realizó su primera exposición pictórica, en agosto de 2017. El escritor llanisco Baltasar Pola escribió: 
"Es más fácil que pase la aguja del Guruñu por el ojo de la cueva del Taleru que un llaniscu entre en el infiernu"

A La Punta'l Guruñu nos encaminamos nosotros yendo de El Taleru a la torreta del Mirador de San Pedro. La corresponsal Begoña Díaz glosaba este placentero recorrido para La Nueva España el 15-7-2009 con el título San Pedro, donde Llanes pasea:
"El paseo de San Pedro, en la villa de Llanes, se convierte cada verano en uno de los lugares de obligada visita de para quienes se acercan al concejo. El sorprendente paseo, orgullo de los llaniscos, desafía al mar Cantábrico desde lo más alto del acantilado que protege a la localidad del viento del Norte (...)
Desde primeras horas de la mañana decenas de forasteros, vecinos, deportistas y paseantes deciden disfrutar de las inmejorables vistas del más conocido de los paseos de Llanes. Así seguirá siendo durante el resto del día, hasta la puesta del Sol, ya que, según algunos lugareños y visitantes, el mejor momento para disfrutar del paseo de San Pedro es durante el atardecer. «Cuando el Sol se pone, el color del mar, de Llanes y las montañas es totalmente distinto. Es digno de ver», señalaba María Luisa González, vecina de Llanes. 
Desde primeras horas de la mañana decenas de forasteros, vecinos, deportistas y paseantes deciden disfrutar de las inmejorables vistas del más conocido de los paseos de Llanes. Así seguirá siendo durante el resto del día, hasta la puesta del Sol, ya que, según algunos lugareños y visitantes, el mejor momento para disfrutar del paseo de San Pedro es durante el atardecer. «Cuando el Sol se pone, el color del mar, de Llanes y las montañas es totalmente distinto. Es digno de ver», señalaba María Luisa González, vecina de Llanes. 
Aunque la mayoría de los llaniscos sigue dejándose impresionar por este paraje cada vez que lo visita, son los turistas que lo pisan por primera vez los que se quedan sin palabras ante lo que tienen ante sus ojos. «Es precioso, habíamos oído mucho hablar de él, pero es todavía mejor de lo que pensábamos», indicaban Clara Pino y Pedro Guzmán, una pareja vallisoletana que ha decidido pasar en el concejo llanisco sus vacaciones. Entre los aspectos más llamativos del paseo figura la cercanía que existe entre la costa y la montaña. «A un lado el mar, al otro la sierra... nunca había visto algo así», señalaba Ana Castro, de Palencia. 
El paseo de San Pedro fue construido a mediados del siglo XIX. Francisco de Posada Porrero, alcalde de Llanes y principal inspirador de este proyecto, fue quien lo inauguró. Los prolegómenos se remontan al año 1846, cuando el Ayuntamiento se dirigió a los llaniscos residentes en la Península y en América solicitando recursos para llevar a cabo tan importante proyecto para la villa. Debido a ello, en la entrada principal al paseo hay una placa conmemorativa en la que se puede leer: «Transmita el mármol a la generación venidera la gratitud que merecen los beneméritos hijos de Llanes que, invitados por su ilustre Ayuntamiento y alcalde presidente D. Francisco de Posada Porrero, han contribuido generosamente a la construcción de este paseo. Año de 1847». 
La primigenia función del paseo de San Pedro era ser una atalaya desde la que se pudieran divisar las ballenas para su posterior captura, aunque se cree que, anteriormente, ya había en la loma de San Pedro alguna construcción, e incluso cuenta la leyenda que existió una pequeña ermita en honor del santo que da nombre a la loma, los acantilados y el paseo. Desde entonces, el paseo llanisco ha experimentado remodelaciones y ampliaciones, extendiéndose centenares de metros a lo largo de la villa marinera, desde las inmediaciones de la playa del Sablón, hacia el Oeste"

No han de pasarnos desapercibidos los tamarindos, otra de las esencias del Paseo de San Pedro, pequeños árboles plantados en muchas travesías marítimas a los que Higinio del Río Pérez les dedica el artículo Muerte de un Tamarindo, en el que homenajea el trabajo fotográfico de Rodríguez Trespalacios como crónica del Llanes contemporáneo:
"Tan minúsculos y tan frágiles, los árboles del paseo de San Pedro -unas docenas de tamarindos plantadas en el último cuarto del siglo XIX- parecen poca cosa en medio de la inmensidad que se divisa desde allí. Casi nadie se fija en su presencia y apenas dan sombra, pero pertenecen a un paisaje que resultaría irreconocible sin ellos. Oviedo ya no tiene su carbayón; Madrid se ha quedado sin madroño, sin oso y sin centralismo; pero los llaniscos seguimos conservando nuestros tamarindos, supervivientes fronterizos entre la tierra y la mar. Uno de sus principales valedores era Félix Martínez Marco (1911-2002), el veterinario municipal de Llanes, un científico metido en la piel de un romántico, al que alguna vez veíamos enderezar y enraizar tamarindos abatidos por la acción de los vientos y de los gamberros.
(A don Félix, pionero en las técnicas de inseminación artificial aplicadas al ganado vacuno, le cupo el honor de ser el único veterinario en la historia de Llanes que tuvo como paciente a uno de los reyes de la fauna africana. Hace 60 años, una noche le fueron a buscar los municipales por una causa mayor: el hipopótamo de un circo instalado en Las Marismas se había puesto muy malo, con un estreñimiento terrible. Allá fue don Félix, que metió en su maletín un par de jeringuillas de gran calibre, como para vacunar a King Kong. El paquidermo le recibió muy tranquilote pero con los ojos tristes de un ogro bonachón. El veterinario palpó la epidermis del hipopótamo, mientras éste lo miraba de reojo, adormilado. Al intentar ponerle la inyección, la jeringuilla se quebró como un mondadientes, y el veterinario, que en lo tocante a talante tranquilo nada tenía que envidiar al paquidermo, esgrimió la jeringa de repuesto, buscó en la mole gris otra zona más propicia y, ¡zas!, consiguió poner la banderilla. Al cabo de unas horas el animal se desatascó y el circo volvió a irradiar luces y espectáculo en aquel escenario de la posguerra).
José Ramón Rodríguez Trespalacios (Llanes, 1940) no quiere que lo llamen fotógrafo, pero se pasa la vida haciendo fotos. Ha puesto en formato JPG la crónica del Llanes contemporáneo y acumula tal número de imágenes, que llevaría años contarlas y clasificarlas (un material que ha de ser muy útil a los historiadores locales del futuro). La obra del puerto deportivo, por ejemplo, la está plasmando con mucho detalle en un conjunto de secuencias que para sí querría la autoridad portuaria.
En sus trabajos más recientes José Ramón, “el de El Siglo”, se nos revela como un poeta a flor de piel. Más que una serie fotográfica, lo que ha hecho esta vez es un poema dictado por la tristeza. El protagonista es un tamarindo que encontró este invierno tumbado y malherido por un temporal. Le hizo fotos a diario, siguiendo de cerca la evolución de su estado de salud, y al cabo de un tiempo observó que aquel árbol, ignorado y aparentemente agonizante, se aferraba con éxito a la madre Tierra. En primavera, empezaron a retoñar sus ramas, y José Ramón veía en ello una lección de esperanzada lucha por sobrevivir. Cuando ya había recuperado las constantes vitales, el arbusto apareció una tarde troceado por una motosierra. El fotógrafo quedó estupefacto, pero siguió haciendo más instantáneas para completar la serie iniciada meses atrás. El resultado de todo ese conjunto deja un sabor amargo (es como una metáfora de la amenaza de la eutanasia a un nivel más general). Por primera vez en su vida le ha salido un reportaje fotográfico con una moraleja descorazonadora"


La Cueva'l Taleru y el Mirador de San Pedro están sobre sendos promontorios rocosos y entre ellos hay una explanada verde. En este lugar empezamos a ver muy bien el mar abierto al norte, a nuestra izquierda, el Cantabricus Oceanus de los romanos, que también lo llamaron Britannicus Oceanus Gallicus Oceanus, escenario de las navegaciones prehistóricas de todos los pueblos que bañan sus aguas. Consultamos una vez más fuentes como la Wikipedia:
​"Las comunidades humanas del flanco atlántico de la Cornisa Cantábrica han estado históricamente condicionadas por las restricciones de una orografía y un ecosistema que les ha obligado a depender en materia alimentaria, sobre todo cerealística, de espacios foráneos. Los territorios de los que se abastecían han sido históricamente dos, a cada cual más complicado: de un lado, la meseta Norte, a cuyo acceso se interponía la cadena montañosa de la cordillera Cantábrica; y del otro la Galicia atlántica y especialmente el interior de Aquitania, cuyo acceso se encontraba limitado por la travesía de un mar relativamente difícil. 
En este sentido el Cantábrico ha sido considerado tradicionalmente un mare tenebrosum, cerrado, peligroso y de difícil tránsito. No obstante, las investigaciones arqueológicas actualmente están cuestionando esta visión. Desde finales del siglo i d. C., de sus resguardadas bahías y ensenadas surgieron asentamientos que con el tiempo llegaron a tener gran importancia, como demuestra el surgimiento de la Hermandad de las Cuatro Villas o de la de las Marismas, federaciones de puertos que conformaron un poder naval y económico de primer orden en el Arco Atlántico"

Un murete de piedra nos señala el borde acantilado. Aunque los caminos del mar se antojan más peligrosos que los de tierra, y  más en este Cantábrico famoso por sus oleajes invernales y galernas, durante gran parte de la historia y dada la muy complicada orografía de este litoral entre las montañas y el mar fueron considerados más rápidos, rentables y seguros que los de tierra. 
"Desde antiguo ha existido una idea generalizada de que los conocimientos sobre navegación en la Europa de la prehistoria reciente eran muy rudimentarios en comparación con las grandes civilizaciones comerciales mediterráneas. Por ello se consideraba poco probable que los pueblos atlánticos pudiesen llevar a cabo la navegación de altura con anterioridad a la Edad del Hierro. Esta imagen procede de la noción de la Europa bárbara frente al Oriente civilizado desarrollada por los historiadores coetáneos a la conquista romana. No obstante hay que tener en cuenta que en los países atlánticos las comunicaciones por tierra fueron complicadas hasta la llegada del ferrocarril, y que el transporte marítimo era el más habitual en los desplazamientos. 
En las costas del mar Cantábrico surgieron asentamientos humanos de tribus de asturescántabrosautrigonescaristios y várdulos que hicieron de la pesca su principal actividad económica"

Numerosos abrigos naturales, bahías, rías, ensenadas, arenales fueron puertos naturales desde la más remota antigüedad y fundamento de poblaciones portuarias. Buena parte de la navegación sería de cabotaje, cercana a las costas, orillando desde o hacia Aquitania, Bretaña, e incluso más al norte, pero también hay testimonios de navegaciones hasta el Mar de Irlanda e incluso de grandes movimientos migratorios:
"La presencia de determinados restos arqueológicos anteriores a la conquista romana, así como investigaciones en el campo de la genética, demuestran la existencia de contactos marítimos más allá de las costas cantábricas.​Durante el período prerromano la población trasmontana alcanzó cierto nivel de desarrollo y se dejó sentir el problema alimentario. La solución consistió en entrabar contacto con el escenario menos complejo y costoso: el espacio aquitano. A mediados del siglo i a. C. la interrelación con dicho territorio parecía haber alcanzado ya cierta consistencia. Hallazgos como el del caldero de Cabárceno, similar a los encontrados cerca de Battersea (Londres) o en Dublín (Irlanda), o la diadema de Moñes, con representaciones de la mitología celta irlandesa y galesa, parecen evidenciar que existieron intercambios comerciales marítimos al menos 600 años antes de la llegada de los romanos entre los pobladores de la zona norte de la Península y los de la zona atlántica europea, especialmente con los habitantes de las Islas Británicas.​

El final de la primavera y toda la estación estival sería el único periodo apto para la navegación de gran cabotaje y de altura. Durante el resto del año los trayectos cubrirían cortas distancias, dedicadas fundamentalmente a la pesca, y nunca lejos de la costa. En las costas del noroeste de Europa, los temporales de fuerza 7 son ocho veces más frecuentes en invierno, y la media de días con mar gruesa es cuatro veces mayor que en verano. Por ello, lo más prudente para los navegantes de la Edad del Bronce era realizar sus viajes en verano. Se ha estimado que una embarcación de cuadernas podría resistir temporales de fuerza 5 (brisa fresca de 20 nudos), y una de cuero, incluso podría manejarse en una tempestad de grado 6 (22 a 27 nudos).

Durante este periodo la navegación sería de tipo no instrumental, fundamentada en la observación de fenómenos naturales —como vientoscorriente y mareas— o el movimiento de estrellas y planetas."


En algún lugar de estas costas desembarcó la flota de Aquitania durante las guerras contra Roma, lo que delata la existencia de algún tipo de infraestructura portuaria, sólo sea el aprovechamiento de los numerosos embarcaderos existentes, posiblemente alguna playa sin muchos bajíos:
"Los datos arqueológicos indican que la evolución cronológica de los puertos cantábricos presenta notables similitudes. Así, ningún dato avala su existencia durante el controvertido período de las Guerras Cántabras y el momento inmediatamente posterior.​ No obstante sí debió existir la disponibilidad de una infraestructura portuaria capaz de acoger en un momento dado nada menos que el desembarco de la Classis Aquitanica, probablemente en un momento en que las vías terrestres eran formalmente inexistentes (...)
No obstante no será hasta los emperadores flavios cuando se produzca la articulación definitiva de los puertos del Cantábrico, con el despegue o consolidación de asentamientos como Flavium BrigantiumNoegaPortus Samanum-FlaviobrigaOiasso y Portus Victoriae, emplazamientos estratégicos elegidos bien por estar situados al abrigo de los vientos del norte y noroeste o bien por ser importantes conexiones con calzadas romanas que daban acceso al interior de la península ibérica.​ Este proceso normalizaría el sistema de navegación de altura y la integración del espacio marítimo cantábrico en el área del dominio naval romano" 
Durante el siglo ii d. C. todos los puertos mencionados disfrutarían de su máximo esplendor. Tras la profunda crisis imperial del siglo iii, se produce una recuperación a principios del siglo vi, en el que se aprecia un incremento en la importación de productos foráneos. La intensa navegabilidad de este Sinus Aquitanus aparece constatada no sólo por las fuentes literarias clásicas, sino sobre todo, por las evidencias arqueológicas al estar atestiguados gran cantidad de restos romanos e incluso pecios en la costa Cantábrica y golfo de Vizcaya(...) Lo cual, junto con otros datos como el comercio del hierro cantábrico, los hallazgos de terra sigillata sudgálica, etc., hacen pensar la posible existencia de una ruta comercial marítima que uniera todo el mar Cantábrico con Burdigala (la actual Burdeos), y desde aquí, vía fluvial por el río Garona y la llanura del Midi, hasta Narbo Martius (la actual Narbona) con salida al mar Mediterráneo. 
La región de Aquitania sería durante el imperio uno de los grandes graneros del mundo romano y, sin lugar a dudas, el más capacitado del entorno litoral cantábrico.Ya durante las Guerras Cántabras Estrabón señala como los romanos se aprovisionaban de trigo y otros víveres desde Aquitania La génesis y desarrollo comercial de todos estos puertos cantábricos seguiría una expansión de Este a Oeste si atendemos a la cronología de los materiales arqueológicos encontrados en Oiasso (Irún) y Flaviobriga (Castro Urdiales), lugares relativamente cercanos al importante puerto exportador aquitano de Burdigala. Así, todos ellos quedarían enlazados desde finales de época julio-claudia y, sin duda, a partir de época flavia, por una ruta marítima específicamente cantábrica, como parte de un sistema de navegación de altura que conectaría el Mediterráneo con el Atlántico Norte"

Llanes tiene su puerto al abrigo de la ría que conforma El Riveru, desembocadura del Ríu Carrocéu, pero también, más exteriormente, protegido por este promontorio que se alarga a La Punta'l Guruñu y, más allá, por la citada Punta de Santa Clara, en la costa de Cue. Las relaciones de sus muelles con los aquitanos, especialmente con La Rochelle, plasman esa ancestral ruta marítima a lo largo de esta costa cantábrica


Cuando, con los cambios sociales y económicos de la baja Edad Media los monarcas funden pueblas aforadas de fidelidad directa a la corona, sin dependencia intermedia de la nobleza terrateniente o las abadías monacales, se fijarán especialmente en estas villas costeras, unión de los caminos del mar y de la tierra, amparando a sus pobladores, su actividades portuarias de pesca y comercio, así como sus mercados. Así en 1210 el castellano Alfonso VIII concede este fuero a San Vicente de la Barquera, en sus dominios de la Asturias de Santillana, y poco más de una década después el leonés Alfonso IX, parece que en respuesta, hace lo mismo con Llanes


Existieron y existen otros puertos, más pequeños, entre ambas pueblas y no solo con actividad pesquera, sino también mercantil (esta hoy prácticamente desaparecida), pero estaban dentro de las respectivas zonas de influencia de estos dos puertos principales que regulaban su actividad, a veces con importantes disputas pues ni Llanes ni San Vicente deseaban más competencia cercana. En la actualidad la Cofradía de pescadores Santa Ana de Llanes viene a ser la continuadora del Gremio de Mareantes de San Nicolás. En su página aprendemos su historia:
"Desde el siglo XIII, aparece organizado el Gremio de Mareantes San Nicolás de Llanes, especie municipio industrial independiente, que en el siglo XIV logró gran prosperidad. Pertenecían a el gentes de esta villa, Póo, Celorio, Barro, Niembro, Hontoria y Cuevas del Mar, cuya principal pesca era las ballenas. Merced al trabajo tan asiduo y lucrativo que suponía la pesca de las ballenas surgió la riqueza, a cuya influencia se vio aumentar considerablemente el número de marineros, de tal modo, que en las levas de los años 1665- 1667 y 1674 correspondieron a Llanes 65 marineros, ascendiendo el número de estos en el año 1696 a 228 según una lista creada en el mismo año por el mayordomo de la Cofradía de Mareantes de San Nicolás.

Fueron en aquellos lejanos tiempos las aguas de Llanes muy abundantes en cetáceos de grandes tamaños. En la Gaceta Oficial de Madrid del 7 de Febrero de 1800, se puede leer que el diez de ese mismo mes, vararon en el arenal del abra de San Antonio, en la parroquia de Nueva, más de 400 cetáceos, de los que 138 quedaron en seco y se pudieron aprovechar por el vecindario de dicha parroquia. Las ordenanzas del Gremio de Mareantes San Nicolás de Llanes, fueron aprobadas por los Reyes Católicos y modificadas en 1492- 1594- 1608 y 1674. Decayó en el siglo XVIII y se extinguió en la primera mitad del XIX, A finales del siglo XVIII, debido a la importancia de algunos accidentes marítimos y a la falta de medios con que se contaba en los puertos para las tareas de salvamento, así como las precarias condiciones con que se encontraban las instalaciones portuarias, se crea la Sociedad Española de Salvamento. La de Llanes se constituyó en Mayo de 1887, pues de todos es sabido la importancia que tuvo el puerto de Llanes, desde los tiempos de la Edad Media, principalmente en los siglos XVI y XVII, cuando los marineros llaniscos llegaban hasta Terranova, por no decir de la pesca de la ballena que tanta importancia tuvo para la economía de Llanes. 

Desapareció la pesca de la ballena en Llanes, pero su litoral amplio en caladeros, como por ejemplo son, Pelayo, Cabeza de Manuelo, Gantíl del Medio, Resueste, Abascal, Las Piedras, La Blancona, El Reviru y parte del Cachuchu ricos en merluza, besugo, mero, palometa, etc., como asimismo su baeda en las diferentes especies de pescado, moluscos y mariscos (langosta, bogavante, centollo, nécora y otros), fue motivo por el que el puerto llanísco, en los años veinte contaba con una flota de barcos a vapor considerada como una de las principales del litoral asturiano, con un censo de Pescadores que en los años cuarenta eran superior a los doscientos cuarenta. Eran grandes las cantidades de pescado que en la lonja llanísca se subastaba, tanto de las embarcaciones locales como las de otros puertos, que a diario faenaban en aguas llaniscas, a las que también se acercaban barcos arrastreros, incluido franceses. Muchas fueron los marineros procedentes de otros puertos, que en embarcaciones de Llanes buscaron plaza y aquí fijaron su residencia"


Muchos viajeros, dada la angostura de la costa cantábrica, sobre todo en algunos puntos, y el temor al paso de las rías en endebles, caras y poco confiables lanchas de los nunca bien vistos barqueros (solo había puentes ríos arriba), hacían que no pocos viajeros y peregrinos, dentro de los posibles, de decantasen por hacer el Camino, al menos en muchos tramos, por mar, estando perfectamente documentadas numerosas peregrinaciones marítimas que con más o menos éxito o más o menos fielmente a aquellas singladuras, vienen recuperando ocasionalmente los actuales navegantes deportivos, incluso sellando en algunos puertos, o eso leemos en Navegando en el Camino: la peregrinación a Santiago por Mar, de El Camino con Correos:
"... la peregrinación por mar cuenta con varios puntos de sellado de la credencial, que se encuentran en todos los puertos de Euskadi, Cantabria, Asturias y Galicia integrados en la red Northmarinas: Hondarribia, Donostia, Orio, Getaria, Mutriku, el Abra, Santurzi, Bermeo, Santander, Gijón, Viveiro, A Coruña, Muxía, Muros y A Pobra do Caramiñal. En ellos, la tripulación podrá recoger, además, la Credencial emitida por la Catedral de Santiago que los acreditará como peregrinos"

Cierto es que las navegaciones, que buscaban llegar a los puertos más cercanos a Santiago para desde ellos emprender las últimas etapas por tierra, normalmente Ferrol, Coruña y Betanzos pero también otros, no estaban exentas de peligros, los temidos naufragios y demás zozobras, sin embargo los de tierra, con pícaros, salteadores, sinuosa orografía costera, montañas y puertos al borde del mar, etc. junto con no pocos pícaros, salteadores y otros abusos, tampoco ofrecían demasiadas garantías a un estamento tan vulnerable como el de los romeros y penitentes, además por supuesto de su duración. Si la travesía salía mínimamente bien se podía realizar en días un recorrido que andando llevaría semanas o meses


Los peligros de esta costa cantábrica son evidentes, a nuestros pies vemos los acantilados verticales sobre los que golpea la roca, escenario de no pocas tragedias marítimas


La Cruz de El Taleru, que ahora vemos desde el otro lado, es según algunas tradiciones que hemos citado, recordatorio de uno de aquellos naufragios, tristemente abundantes en esta cornisa, de los puertos cantábricos, a los que no obstante acudían no pocos peregrinos, algunos incluso tras cruzar la cordillera desde la meseta, con ansia de embarcar, pero a veces había otro inconveniente, que los vientos no fuesen favorables y las naves de pasajes no puedan hacerse a la mar, por lo que los sufridos romeros habrían de continuar por las fragosidades costeras o adentrarse en los viejos caminos del interior, por valles y puertos de montaña


Los caminantes de las peregrinaciones históricas no necesariamente buscaban la ruta más recta a Santiago sino que se guiaban por la ubicación de los lugares de conveniente acogida, principalmente los hospitales de peregrinos a ellos ofrecidos. A veces de la costa se desplazaban al interior, a veces eran los camiunos del interior los impracticables, sobre todo en invierno y con las nevadas. También buscaban otros santuarios de peregrinación con sus respectivos jubileos y otras perdonanzas y amparos, los más importantes en esta franja San Salvador de Oviedo ("quien va a Santiago y no al Salvador visita al criado y olvida al Señor" se decía en toda Europa desde la Edad Media) y Santo Toribio de Liébana, pero podríamos mencionar también a CovadongaVillaurilSan Andrés de Teixido (que vai de morto quen non foi de vivo), y un larguísimo etcétera que continuaría incluso más allá de Compostela, a las costas de FisterraMuxía y otros parajes


Ahora, desde el mirador al otro lado de La Cueva'l Taleru, divisamos la costa hacia el oeste, donde está La Punta la Talá, donde a tenor del topónimo se delata la existencia otra atayala de atalayero, también llamada Punta Jarri o Punta la Torre a causa de la existencia de señales de una torre y una fortificación con foso y parapetos de dudosa cronología, para unos castreña, de finales de la Edad del Bronce o comienzos de la Edad del Hierro y para otros plenamente medieval


Sobre esos restos, entre los que habría un poblado, que ya plasmaba el cartógrafo Pedro Teixeira en 1634, se conservan señales de una atalaya que estuvo en servicio entre el siglo XVIII y casi el siglo XX. De confirmarse que se trata de un castro estaríamos ante un precedente poblacional de la villa de Llanes y sería de los pocos localizados hasta ahora al oriente del río Sella. Aparte del corto foso el emplazamiento aprovecha la altura de los acantilados (57 m) como defensa natural, tal y como es común en los castros costeros


Más allá vemos dos islotes: especialmente llamativo es el de la derecha, por su forma llamado El Palu Poo, acantilado cilíndrico más alto (21 m) que ancho, donde se registró el naufragio del carguero vasco Pedrosa, que relata Maiche Perela Beaumont, Naufragio en el Palu de Poo:
"Al mediodía del 14 de abril de 1905, dos marineros llegaron sin aliento a la  Sociedad de Salvamento de Náufragos participando que a milla  y media del puerto, en las cercanías del  Palu de Poo, un buque estaba en apuros y que su tripulación pedía auxilio. 
(...) 
Inmediatamente de conocerse y confirmarse la noticia, se comunicó a la Brigada de Auxilio, cuyo jefe, el Cabo de Mar del puerto, Lorenzo Anca Freire, mandó un despacho telegráfico a la comandancia de Gijón, de donde salió hacia  el lugar del siniestro el buque “María”, patroneado por Florentino Cortazar. También, se le hizo saber al capitán del “Rosario”, vapor que estaba atracado en Llanes. 
Antes de que este barco se hiciera a la mar, ya  habían empuñado los remos  marineros llaniscos en embarcaciones menores para prestar ayuda a la tripulación del que resultó ser el carguero “Pedrosa”, de la compañía Vasco Cantábrica, que sufrió una vía de agua a consecuencia de averías en la máquina, que la dotación fue incapaz de reparar. Y antes de que, a altas horas de la noche, el vapor “María” llegara de Gijón, los marineros llaniscos y el “Rosario” habían logrado poner  a salvo a los 16 marineros y al capitán del “Pedrosa”. 
Al parecer, el plan de rescate ideado era sencillo, llevar el buque hacia una playa cercana y  recuperar la carga, que consistía en valiosos lingotes de cobre que se trasportaban desde Bilbao a Avilés. Sin embargo, el capitán, José Blanchard, se negó a ejecutarlo sin dar explicaciones, lo que dio lugar a que durante mucho tiempo corrieran por la Villa las más fantásticas y diversas teorías y suposiciones. 
Así las cosas, tanto el “María” como el “Rosario” acompañaron al “Pedrosa” hasta que a las cinco y media  de la mañana del día 15 de abril, hoy hace exactamente 112 años, se hundió en el mismo lugar donde había fondeado, en las proximidades del Palu de Poo. 
Desde entonces, aquel carguero construido en el año 1889, de 1.105 toneladas de registro bruto, reposa en un fondo de arena a unos 36 metros de profundidad. 
Según distintas fuentes, entre ellas  las de quienes, con grandes dificultades y esfuerzo, recuperaron los  lingotes de cobre, no queda mucho del pecio. Tan solo las calderas y algunos restos desperdigados, que  bogavantes y congrios comparten como refugio"

A la izquierda es El Castru Poo, más grande y alto (32 m en su cota más alta). Junto con otros islotes rocosos que no vemos desde aquí (Los Castrinos y El Castru Peláu, así como La Isla o L'Almenada) forman parte de un archipiélago costero que se extiende desde la Ría de Poo a las playas de Celoriu 

En Llanes normalmente estas peñas del litoral se llaman isla cuando tienen pradería y castru cuando son peñascos rocosos sin hierba o con muy poca. Generalizando, a este conjunto de le da en llamar geográficamente las Islas de Poo.Iremos viendo alguna más cuando saliendo de Llanes nos acerquemos a Celoriu



Desde El Taleru proseguimos por el Paseo de San Pedro, mirando ahora d enuevo al sur, hacia LLanes, La Cuesta Cue y la Sierra de Cuera


En el Mirador de San Pedro y mirando al paseo hay otra cruz que formaría también parte del Viacrucis a la antigua capilla, pero esta cruz, sita en la misma pared, es difícil de apreciar al estar tapada por las plantas que crecen a su alrededor


Estamos ahor ajusto sobre El Chiringuito de la terraza de la ladera que cae hacia El Sablón. Gracias al tramo de la cerca conservada se perfila muy bien desde aquí lo que fue el Llanes medieval y el barrio extramuros de La Moría a su izquierda



De todas maneras insistimos en que salvo estos trozos de muralla (incluyendo La Torre del Castillo), la iglesia, la capilla de La Magdalena (posible precedente de la parroquial) y un par de casas-palacio más, de las que hablamos en nuestros recorridos urbanos por Llanes recogidos en este blog, nada parece haber quedado del Llanes del medievo salvo la disposición de su callejero

 
La composición del Llanes intramuros sigue la estructura urbana de su fundación medieval una calle Mayor o principal, una paralela, y otra transversal que las cruza por el medio, de las que arrancan y se cruzan a su vez numerosas callejuelas transversales y longitudinales


Las casas de la calle paralela a la calle Mayor, llamada Babilonia, ocultan uno de aquellos edificios supervivientes al incendio, el Palacio de Gastañaga o de Rivero, que veíamos junto con la capilla de la Magdalena, la citada calle Mayor y la Plaza o capilla de Santa Ana, en la correspondiente entrada de blog


Desde aquí tenemos una buena estampa del conjunto formado por el arruinado Palacio de los Duque de Estrada, la torre de Santa María del Conceyu y La Torre del Castillo o de la Fortaleza


Más al sur algunas casas de Pancar y las sinuosas formas de Las Cuestas, donde nacen las riegas que dan agua a El Riveru o Ríu Carrocéu


Sobre ellas El Texéu y La Muezca, a su izquierda El Picu'l Castiellu de Soberrón y, más arriba y asomando sobre las nubes, La Cabeza Turbina. Todos estos accidentes geográficos entre el mar y la montaña son asimismo verdaderos boletines meteorológicos, según los dichos populares:
“Si se nubla el Turbina, prepara la gabardina”

“Si se nubla Soberrón, no te alejes de El Sablón”

“Si oyes campanas en Cué, el nordeste no se fue, pero si las oyes en Poo, que va a llover digo yo”

“Si hay gaviotas en Pancar, es que se metió la mar”

La prominente altura del Cuera es una referencia visual muy importante tanto desde tierra como desde el mar. De la misma forma que los marineros desde alta mar verían desde muy lejos y en días despejados, en primer lugar los dosmiles de los Picos de Europa, Torbina les señalaría la dirección al puerto de Llanes. En cuanto a los pastores, especialmente eran afamados los merenchos, naturales de la parroquia llanisca de Meré, que llegaron a tener grandes rebaños de ovejas y cabras, siendo muy solicitados en la Guerra de la Independencia para guiar a las unidades que se internaban por esos vericuetos


Según lo que sería el Viacrucis y sabiendo que en 1847 el paseo se construyó a partir de su campo, se supone que por aquí habría estado la capilla de San Pedro, advocación de los pescadores, llamada en concreto San Pedro de la Mar. En el año 2010 se recuperó la celebración religiosa y romera en esta misma pradería que fue su solar por iniciativa del párroco Florentino Hoyos, trayéndose para ello una imagen del santo existente en la iglesia de Santa María del Conceyu


Pegada a la capilla existió además una renombrada bolera, que se supone debió desaparecer al hacerse el paseo, La Bolera de San Pedro, lo que delataría que la zona, al menos en el entorno de la capilla o ermita, ya tenía una explanación natural


Se sabe que la capilla de San Pedro era pintada de blanco por los marineros, al igual que la de San Antón, sita al otro lado de la ría, pues les servían de buena orientación para enfilar sin problemas la entrada al puerto. Esa capilla ha desaparecido también pero da nombre al barrio en el que estuvo ubicada, el cual vemos ya desde aquí


En este tramo enlosado acaba el Paseo... o comienza, si atendemos al solar del santuario desde el que arrancó su construcción, con otra hermosísima vista del puerto de Llanes y de la costa "hasta la punta de Suances" como dice Gracia Noriega, ya en la vecina Cantabria


Contemplamos la escollera de los Cubos de la Memoria que guarda en su espigón la bocana del puerto, La Barra, más allá del antiguo arenal de El Sablín, que por su pequeño tamaño era llamado así, en diminutivo, en contraposición a El Sablón, en aumentativo. De todas maneras en esa playina se instalaban algunas casetas en verano, siendo frecuentada por algunos bañistas. El Sablín desapareció al quitarse las rocas en las que se acumulaba esa arena, la cual entorpecía las maniobras de entrada y salida del puerto, y hacerse La Barra o espigón


En la entrada del puerto, en Entremuelles, estuvo La Compuerta, otro desaparecido elemento cuya torre llega a compararla Higinio del Río para la identidad de Llanes como la Torre Eiffel para la de París:
"Pintada mil veces por el acuarelista Jesús Palacios, estuvo presente en el paisaje urbano llanisco durante sesenta años; no se llegó a inaugurar y nunca entró en funcionamiento (de ahí que algunos la vieran como un monumento a la inutilidad), pero adquirió desde el principio un claro protagonismo en el imaginario popular y una significación simbólica incontestable. Para Llanes, La Compuerta fue una inequívoca seña de identidad, al modo que lo es la Torre Eiffel para los parisinos.  
El proyecto para construirla, incluido en 1929 en el plan de prolongación del espigón de La Osa (las ansiadas obras del puerto), cuyo ingeniero jefe era José María Aguirre, data de febrero de 1930.   
Se emplazaría en el muelle de Santiago, frente al Sablín, en el punto denominado Entremuelles, y su presupuesto era de casi 47.000 pesetas. La Compuerta -entonces aún sin definir en sus detalles- vendría a desempeñar una “función de enfermería, de astillero”, y, al hacer posible que el puerto permaneciera siempre con agua, evitaría, entre otras cosas, “los insoportables hedores de la bajamar”, según comentaba la prensa local de entonces.  
En 1930, cuando el proyecto estaba más perfilado, visitó Llanes el industrial Luis Alonso Herrera, propietario de una importante fundición en Torrelavega y eventual proveedor de material (hierro fundido o laminado) para la construcción de La Compuerta. En ese tiempo, otro asiduo visitante era el gijonés Bienvenido Alegría García (1905-1979), constructor de la obra, quien, años después, habría de involucrarse desde Gijón, supuestamente, en una trama de espionaje al servicio de la Alemania nazi.  
Los trabajos de construcción, empezados en pleno verano de 1931, avanzarían muy lentamente, lo mismo que los de la prolongación de La Osa. En 1934 parecía próxima la fecha de su finalización, y la gente empezaba a preguntarse cuándo llegaría, por fin, el motor, pieza maestra de un proyecto de 1932 para mecanizar la maniobra del artilugio.  
El motor no llegaría nunca. La Compuerta había sido concebida en los peores años posibles y parecía condenada al fracaso. No era una obra aislada, sino un complemento a remolque de las incontables dificultades técnicas y económicas que frenaban las obras del puerto, mientras se iban sucediendo los vaivenes de la II República, los efectos de la crisis económica crónica, la Revolución de Octubre, la Guerra Civil y las penurias de la posguerra.  
La Barra del puerto se consiguió terminar en los años 40, en tanto La Compuerta quedaba en Entremuelles como un juguete roto y sin estrenar.   
La recordamos con añoranza. Fue, hasta su demolición en 1993-1994, un icono exclusivo de Llanes. Testigo de saleas, de costumbrismos, de travesuras y de pequeñas historias, desde ella se lanzaban a la ría los rapaces, emulando a los saltadores de Acapulco, y junto a ella organizaba Pedro Galguera Fernández, Pedrito, campeonatos de meadas, en los que ocasionalmente tomaban parte señores de paso, captados en sobremesas del Bar del Muelle regadas con buenos licores. Una vez, en los años 40, fue víctima de una trastada de Pedrito un industrial vasco. “Esta torre es mía, y no sé qué coño hacer con ella. Tengo tantas ganas de perderla de vista que la vendería por lo que me dieran”, le comentó Pedrito, como el que no quiere la cosa, refiriéndose a La Compuerta. El vasco, al instante, se ofreció a comprar la ganga. Cerraron el trato y lo celebraron a lo grande, por cuenta del forastero, en un buen restaurante. Al cabo de una semana, llegó a la villa un camión desde Bilbao, con obreros armados de pico y pala, para iniciar el desguace de la histórica obra de ingeniería, y se armó la marimorena"

Justo antes de El Espigón fue exactamente donde estuvo el Fuerte de la Moría, del que ya hemos hablado. Durante años, se celebró en Llanes la fiesta de Santa Mónica, pues en el día de esta onomástica, el 4 de mayo de 1801 se repelió desde aquí un ataque inglés a puerto, según sabemos gracias a las pesquisas de Maiche Perela Beaumont publicadas en la página de la Cofradía de Pescadores Santa Ana:

"Ciertamente, en esa fecha, un bergantín, que salió de Londres armado con 20 obuses y 90 tripulantes, parte ingleses y parte portugueses, tenía la intención de abordar a un patache, que se hallaba al abrigo de la batería que defendía la entrada de nuestro puerto, y hacerse con él, y seguramente con algo más. 
Como distracción y engaño, el barco pirata se fue aproximando enarbolando bandera anglo-americana, ocultando su artillería y mandando por delante a una barca de pesca de Llanes, que para tal fin había apresado horas antes, tripulada por 8 piratas, disfrazados con las ropas de los pescadores, y 20 más ocultos en la embarcación. 
Todo seguía el plan previsto hasta que el vigía, hombre muy entrenado y capaz, sospechó del bergantín y alertó al vecindario de Llanes que, acostumbrado a hacer frente a los ataques piratas, se precipitó con sus armas a las playas y costa. 
Además, casualmente, se encontraban en la Villa, de paso para la Coruña, soldados de artillería, un importante refuerzo para los encargados de guarecer la batería del puerto, que comenzaron a disparar con tan buena fortuna que al primer tiro de cañón atravesó de parte a parte la cámara del buque pirata. 

Temiendo mayor estrago la embarcación corsaria viró y se retiró en vergonzosa huida, no sin antes disparar una andanada de estribor con bala y metralla contra el pueblo de Llanes, causando daños en el tejado de la capilla de Santa Ana y en una casa particular"

Allí, en los portales de Las Casas de Fallo, José Muñoz García, El Gurri, el pionero del cine turístico, como le llama Higinio del Río Pérez, proyectaba películas artesanales para el vecindario según consta en el artículo que publica en La Nueva España el 30-12-2008:

"No hubo en Llanes nadie tan ligado al mundo del cine como José Muñoz García, «El Gurri». Nacido en el Cuetu en 1926, ya de crío prometía. Una vez abrió un juracu en una caja de cartón para ver con los ojos de la ilusión el fantástico collage de imágenes que se había procurado él mismo con recortes de tebeos, pegados a modo de tira. Las proyecciones, entre comillas, las daba en los portales de las casas de Fallo, junto al Fuerte, y los críos, que caían por allí como moscas, tenían que pagar un botón por cada sesión. El Gurri se ponía muy interesante explicando las secuencias. Toda la gente menuda del barrio de La Moría andaba, claro, sin botones y las madres se subían por las paredes.

Polifacético, altruista y soñador, El Gurri se haría pintor de brocha gorda, pero nunca dejó de oír la llamada del Séptimo Arte. Fue montañero federado y emigrante a Holanda; hizo de rey mago muchas veces y cuestaciones para el Asilo en los años malos; colaboraba con el Ayuntamiento y se encargaba de lanzar los voladores en las fiestas... Rotulaba, además, como los mejores estilistas de la Bauhaus, y esto resultó ser un atajo para llegar al cine. Maruja La Empresaria, dueña del glorioso teatro Benavente, le encargaría hacer los afiches de todas las películas, y él compuso una cartelería con trazos de glamour autodidacta que se colgaba en farolas y paredes cercanas a la cacharrería de Manolo El Marigordu. De ahí pasó a la cabina, como proyectista (durante un año, por cierto, desempeñaría esta misma función en un cine de Monrovia, capital de la República de Liberia, en 1958).

Su trayectoria como realizador aficionado se inició en 1972, cuando se le casó su hija mayor, cuyas nupcias quedaron recogidas por él con una cámara de Súper-8. Ahí empezó todo. Vivía para el cine (participó como extra en películas como «Los jinetes del Alba», en la que Vicente Aranda le dio un papel hablado, y «Parranda», de Gonzalo Suárez), sin abandonar su profesión de pintor y de rotulador de carteles para bares y tiendas (el más bello de todos fue sin duda el que hizo para Ultramarinos La Pilarica, que incluía un apetitoso jamón pintado sobre tabla) y empezó a hacer películas que hoy son valiosísimos testimonios del Llanes que se fue. Títulos como «La pícara molinera», «Romería asturiana», «La Guía», «La basílica de Llanes», «El Cristo y Santa Ana», «El despertar de la tradición», «Llanes, paraíso del turista», «Las mil y una estampas llaniscas», «Andar y ver», «Fiesta de las flores en Cue», «Artesanía llanisca», «Hombres de la mar», «Piedras con historia», «Fiesta en la aldea» y «Llanes, ayer y hoy» (quizá su obra maestra) fueron naciendo y mostrándose como un poderoso instrumento de promoción turística en certámenes nacionales de cine amateur, como los de Aguilar de la Frontera (Córdoba), Astorga, Burriana, Cádiz, Cartagena, Cuenca, Ibiza, Llanes (aquel buen certamen, famoso en toda España, que organizó hasta hace unos pocos años el Centro de Iniciativas y Turismo) y Ponferrada. Recibió innumerables premios.

Una Nochevieja (la de 1995), un poco antes de que sonaran las doce campanadas, El Gurri, que estaba hecho un mozo, salió de su casa, como había hecho siempre, cargado con un ramillete de cohetes para despedir el año y dar la bienvenida al siguiente. El cielo se iluminaba fugazmente, atizado por sus dedos con cada golpe de campana. Y, de pronto, en una de esas explosiones de traca navideña le explosionó el corazón. Fue un infarto fulminante y quedó en el sitio. Al pie del cañón. Con las botas puestas. De este suceso se cumplirán, dentro de unas horas, trece años justos. Los llaniscos aún seguimos en deuda con El Gurri"


Asoma al otro lado del muro de El Espigón, la cubierta del nuevo edificio de la Cofradía de PescadoresLa Rula o lonja, inaugurado en abril de 2008 y proyectado por el arquitecto José Luis Batalla. Al otro lado y sobre los cantiles de la boca de la ría vemos El Faru, el Faro de Llanes, acceso a las playas de Puertu Chicu y El Sable Toró. Más allá y bajo La Cuesta vemos alguna casa de Cue


Detengámonos en el faro, electrificado en 1920 y reconstruido en 1950 tras un incendio que lo destruyó cuatro años atrás, luego tuvo servicio de radiofaro en 1959. Su torre es octogonal, blanca y con casa, a 18 metros sobre el mar y a unos 8 sobre el terreno, siendo su alcance de 15 millas marinas. Trabajó en él Enrique Gerona Alarcón, El Farero-pintor, cuya obra y memoria fueron rescatadas con una exposición. Lo anunciaba así Cristina Muruzábal para La Nueva España el 3-1-2019 en El pintor del faro de Llanes:
"... gracias a la aportación de los nietos del pintor, José Enrique, María Luz y Ana García Gerona, la Casa de Cultura de Llanes ha podido inaugurar la muestra "Enrique Gerona Alarcón (1880-1954), farero y pintor", quienes estuvieron presentes en la inauguración junto al comisario de la exposición, Higinio del Río, y la primera teniente de alcalde del Ayuntamiento, Marián García de la Llana. 
La muestra, compuesta por paneles explicativos, óleos, carboncillos, bocetos y objetos personales que dan una idea de la vida del artista, pretende rescatar el recuerdo de Gerona Alarcón, sevillano de nacimiento que pronto se interesó por el mundo artístico, pues, además de para ser delineante, estudió Bellas Artes en Córdoba y su talento le llevó a ser nada menos que discípulo de Julio Romero de Torres. 
Sin embargo, la necesidad de ganar dinero para mantener a su familia hizo que, tras un periplo por otros destinos, terminara por encargarse del faro de la capital llanisca, villa en la que pronto se integró. Sin embargo, la estructura sufrió un incendio en 1946, por lo que las obras que Gerona Alarcón había realizado hasta esa fecha se perdieron. Eso sí, este pintor siguió produciendo materiales hasta su muerte, por lo que las obras que se muestran en la Casa de Cultura de Llanes corresponden a las que realizó a partir de 1947"

A la izquierda el paisaje costero, bajo las alturas de La Cuesta, abarca el litoral del Cue. El pueblo, bajo la ladera del monte, está parcialmente oculto, pero lo delata la torre del campanario de su iglesia parroquial. Islas y castros nos ocultan la playa de Antilles, el arenal de Cue: La Islona, La Islina y El Castrucu. La Islona, detrás de los otros dos islotes, es la isla más grande de Antilles, tiene 22 metros de altura y es propiedad privada. Hay restos de una cabaña pues se llevaban ovejas a pasar. Además de en lanchas se pasaba en bajamares al quedar comunicada con tierra firme. Por su parte La Islina es llamada así por su tamaño, pero también Isla de la Ballena por su forma o Isla de Ramonón por su antiguo propietario. Mide 15 metros de altura y es accesible en bajamar. En medio entre las dos está El Castrucu, la más pequeña pero que llega a los 16 metros de altura y es el de peor acceso y más peligroso por los golpes de mar. Es asimismo también el más rocoso

Más acá hay otra isla, Entremís, accesible en bajamares, que guarda otro sableEl Portiellu o El Portiellu, accesible desde la carretera de Cue (LLN-2) o desde El Sable Toró. También se la conoce como La Playa los Curas pues antes acudían aquí a bañarse dado lo resguardada que está, ahora es playa nudista. Recordamos que los peregrinos que decidan venir a Llanes por la senda costera pero la dejen en La Boriza para llegar directamente a la villa por la carretera de Cue, pasarán muy cerca de ellas. Los que prefieran continuar por dicha Senda Costera de Llanes tendrán maravillosas vistas de la población desde las alturas de La Cuesta

Con mucho cuidado, vamos a asomarnos ahora en este lugar al final de nuestro trayecto, mientras seguimos viendo en la distancia Santu Medé, lugar también glosado por el gran poeta Celso Amieva en Los poemas de Llanes:

En Tina como en Peña Tu,
¡ijujú!

Aquí de Santu Medé,
abogado sacerdote
de cojos del pericote
druida…
¿Porqué, porqué?

Santu Medero u Medé
dicen que es San Emeterio
pero aquí adentro hay misterio.
¿Porqué?

Si Emeterio y Celedonio,
dos mártires de la fe,
juntos van, ¿porqué,
porqué
no va con Santo Medero,
camina, caminaré,
su olvidado compañero?
¿Porqué?

El culto a Santu Medé
en torno al templo ancestral
que es la cueva del Pindal…
¿porqué?

Peregrinación y culto
la Tierra del Valamé
-con un atavismo oculto-
¿porqué
desde tiempo inmemorial
rinde aquí en la fecha de
eclosión primaveral?
¿Porqué?

Arcaicas, danza y caverna.
Fiesta del sol y del pie…
Vuelve la cuestión eterna:
¿Porqué?

¿Quizás un ídolo ignoto
allá en un tiempo remoto,
muy remoto, mucho más
que el pobre San Emeterio,
en Tina tuvo su imperio?
Quizás…

¿En Pindal se le rendía
inocente idolatría,
danza que te danzarás?
¿De bisontes y elefantes
tuvo rebaños gigantes?
Quizás…

¿Al llegar la primavera,
toda su tribu costera
gran jornada de solaz
tomaba en torno a la gruta
de la Deidad absoluta?
Quizás…

¿No era el baile el pericote?
¿Ofrendábasele el brote
de siempreviva, además?
¿Después la gente se iba,
en alto la siempreviva?
Quizás…

¿Pasados millares de años
llegaron monjes huraños?
¿Lo mismo que Caifás
rasgaron sus vestiduras
y dictaron leyes duras?
Quizás…

¿Convertida en romería
la pagana theoría
ya para siempre jamás,
el sol por el horizonte
lloró elefante y bisonte?
Quizás, quizás…

¡Fiesta del sol y de la siembra,
danza del macho y de la hembra,
antiguo rito del Pindal.
Xode-Medé, Gran Padre rudo,
tu identidad ya no la dudo
y te la grito en saludo
ancestral!

A partir de aquí ya no seguimos más, La Punta'l Guruñu es una afilada y peligrosa cresta rocosa que se adentra como un cuchillo sobre el mar

Por eso, extasiados por estos sublimes paisajes entre el Cantábrico y la costa, volvemos sobre nuestros pasos tras haber disfrutado de una experiencia maravillosa

Antes de volver a la población no quisiéramos marcharnos sin recordar, gracias a Higinio del Río, a uno de los grandes enamorados de este paseo, el maestro salmantino Lorenzo Vicente Criado, desterrado en Llanes en los procelosos años de la década de 1880, quien ejercía en el Colegio de la Encarnación de Llanes, formando parte de su claustro:

"Cada día, Lorenzo Vicente Criado ascendía al Paseo de San Pedro para admirar el soberbio paisaje que se divisa desde allí. Pretendía interiorizar todo lo que veía. Lo quería dibujar todo con la calma oriental de la plumilla. La fotocopia de uno de sus dibujos nos ha llegado casualmente estos días. Con una intención descriptiva que vale más que mil palabras, aparecen numeradas las referencias que se presentaban a los ojos del profesor: la iglesia parroquial; la casa de los Posada; el palacio del Conde de la Vega del Sella, con el tejado a cuatro aguas coronando todavía cada una de las dos alturas laterales; los lienzos de muralla medieval; la torre de la época del rey de León Alfonso IX; la cárcel y Casa Consistorial, levantada 20 años atrás, durante la época de Posada Herrera como ministro de la Gobernación; el palacio de El Cercado, representado con mucho detalle; la capilla de Santa Ana; el inmueble de Fallo, sobre el que rompían las olas igual que ahora; la playa; la casa que habrían de habitar los inolvidables Teto y Domingo, que aún se conserva junto al actual Hotel Sablón; y el cementerio de Estacones. En el dibujo queda constancia de otras presencias explícitas de aquel paisaje urbano de finales del siglo XIX, como la casa de Valdés, el bosque en miniatura del gremio de mareantes, camino del Fuerte, y la capilla del Cristo en la lontananza, junto a la que había pasado él al llegar a Llanes por el camino real. Fuera del encuadre, sabemos que estaba funcionando el faro de la villa desde 1860.

Lorenzo Vicente Criado, salmantino, se sentía cómodo en aquel universo (posiblemente era incluso feliz), mas el infortunio no tardaría de aparecer en su vida. Su hijo murió al mes justo de nacer, y aquella desgracia cargó en su pluma acentos enrabietados, con los que rubricó un valiente escrito de denuncia al que llevaba dando vueltas desde hacía tiempo. Era una composición poética en tono de sátira contra el caciquismo imperante en su localidad natal, Mogarraz, en la comarca de la Sierra de Francia. La tituló “Loa del cuco” y se publicó en el periódico El Progreso de Salamanca el 20 de septiembre de 1885. Los versos explicaban el drama de un alarmante deterioro social y moral, de violencia, corrupción, impunidad y tropelías: “¡Pobre pueblo! ¡Pobres moradores! Sin amparo, sin leyes que os protejan, viendo que con abusos y atropellos os ponen un dogal de hierro al cuello. (…/…). Ya es hora de que despiertes. Sacude tu somnolencia (…/…)”, decía, acusando abiertamente de complicidad e interesada inoperancia al Ayuntamiento mogarreño.

Como consecuencia de aquel escrito, Lorenzo fue desterrado en 1885 (año en el que fallecería Posada Herrera). Cumplió el castigo en el paraíso llanisco, y la incendiaria loa del cuco quedó de este modo unida para siempre al sosiego del Paseo de San Pedro, desde cuya grandeza los caciques del mundo se ven insignificantes y efímeros"


Y así ahora, contemplando siempre la villa de Llanes ante nosotros, bajamos las mismas escaleras de la Escalinata de San Pedro por las que hemos subido


Y por la Avenida de las Gaviotas entramos nuevamente en el Llanes intramuros de la cerca yendo a la iglesia parroquial


Los muros, ya familiares, de El Cercáu y La Bombilla, como se conoce a la finca del Palacio de los Duque de Estrada, nos encaminan hacia ella...


Vemos la Casa Rectoral, de estilo historicista gotizante, añadida a la cabecera a finales del siglo XIX y seguimos a la izquierda, a la sombra de su muro norte, donde estuvo el primer camposanto, desplazado de lugar al hacerse, dentro de la parroquial, la capilla de la Trinidad o de Juan Pariente, alcalde perpetuo de Llanes y hombre de confianza de Enrique IV, personalidad llanisca de mucha influencia en el siglo XV, que hace aquí su panteón. 


Al fondo, la Torre del Castillo o de la Fortaleza, tantas veces ya mencionada, es el siguiente hito caminero al que vamos a llegar, retomando el trazado oficialmente señalizado del Camino Norte en el centro histórico de Llanes para dirigirnos a la población extramuros, al Ayuntamiento y el Casino, visitando también la capilla de San Roque que fue del antiguo hospital de peregrinos 





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