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viernes, 14 de abril de 2017

LA PLAYA CUEVAS (CUEVAS DEL MAR): LA VIRGEN QUE VINO DEL OCÉANO, EL DESEMBARCO DE LA FLOTA DE AQUITANIA Y EL CASTIGO A LA LEGIÓN I AUGUSTA (LLANES, ASTURIAS)

 

La Playa Cuevas (Cuevas del Mar)

Este es el precioso arenal de la Playa Cuevas o Cuevas del Mar a principios de la primavera, cuando aún no ha llegado a él el animado y bullicioso turismo veraniego a este sable, a dos kilómetros al norte de la villa de Nueva, capital del llanisco Valle de San Xurde, intensamente promocionado desde que, coincidiendo con el fenómeno de los indianos o emigrantes afortunados en América, los avances médicos demostraron las virtudes de los baños de sol y agua de mar, ya avanzando el siglo XIX, con lo que ya por entonces y dado el impulso de aquellos pioneros benefactores, Nueva empezó a ser un destino veraniego, primero entre las clases más pudientes y luego, con las conquistas sociales e históricas del siglo XX, como las vacaciones, para todo el mundo en general

Su nombre se debe a las numerosas cuevas existentes tanto en ella como en tierra firme, producto de la erosión kárstica en la piedra caliza que aflora por todas partes, algunas de ellas cavernas habitadas desde la profunda prehistoria y que son el más antiguo precedente poblacional humano de estos parajes prontamente habitados en el pasillo natural de la rasa, cuya anchura abarca entre la primera línea de costa y las montañas del interior, aquí constituido por El Llanu Nueva y la Sierra de Cueva Negra, mitológica serranía de leyendas marianas donde nace el Ríu Ereba, que viene aquí a desembocar, muy cerca de las casas del lugar llamado precisamente Cuevas, situado a escasos metros de la carretera AS-340, que comunica Nueva y la carretera general con esta playa

Playa no muy grande, de unos 100 a 128 de longitud según las fuentes que consultemos y una anchura muy variable respecto a pleamares y bajamares, pero que de media oscila según esas fuentes entre los 40 y los 50 metros

Su entorno agreste, natural y rural, así como que en marea alta se forma una verdadera piscina de agua salada muy segura y hermosa, hace que sea de las favoritas para muchos veraneantes y usuarios, pudiendo llegando en ocasiones a masificarse en días de sol de los meses veraniegos, cuando dispone de salvamentos, duchas y otros servicios playeros, incluyendo chiringuitos

No obstante, y como suele pasar en tantas playas cantábricas, cuando crece la marea la superficie arenosa tiende a desaparecer y quedan los cantos rodados, cosa que se compensa sin duda con la balsa de aceite que aquí se forma en los por lo general suaves mareaxes del verano

Desde ella puede accederse, a la derecha, a la muy coqueta y diminuta cala arenosa de Puertu Secu o Puertu Cerráu que, como en el caso de la de Cuevas, su nombre delata un antiguo uso portuario, así como la algo más grande de San Antoniu, situadas ambas a la derecha del gran promontorio promontorio de Cabumar o Cabo de Mar, tan glosado por el poeta Celso Amieva en su poema titulado Las Costas de Tor. Ahí está además la tan mítica capilla marina de San Antoniu, panteón de algunos de los Condes de la Vega del Sella, cuya mansión palacial vimos al llegar a Nueva...

Desde Cabo de Mar hasta Tinamayor  
extiéndanse las costas escarpadas de Tor. 
Sin duda el dios del Norte tiene un solio en sus brumas  
y es quien del mar exige tanta ofrenda de espumas  
que ascienden a los cielos en la marea llena.  
Su majestad gravita, fatal, sobre la arena  
de las playas sagradas… Le he comprobado yo  
en Torimbia y Toranda, en Troenzo y Toró.  
Su sombra amenazante muchas veces la veo  
proyectada en el alto litoral de Toreo  
y él es el que golpea toda la crestería:  
la montaña en Benzua y el cantil en Bendía.  
Los bufones marinos le rinden homenaje  
de sus frémitos hondos en un coro salvaje.  
¿No lo oyes, doncella la del blondo cabello  
que en la noche medrosa te abrazas a mi cuello?  
Son San Tiuste y Vidiago, son San Martín y Pría:  
el dios del trueno truena encima de Tronía.

 

Desde Tinamayor  
hasta Cabo de Mar,  
el martillo de Tor  
golpea sin cesar.

Unas lanchas de pesca de bajura revelan estos usos portuarios que han pasado a la toponimia, muy posiblemente puertos de cabotaje para la navegación prehistórica que han pervivido como ensenadas pesqueras hasta nuestros días

Aquí se produjo, el 2 de agosto del año 1810, el desembarco de soldados al mando de Juan Díaz Porlier El Marquesito, apoyados por una escuadra inglesa de tres fragatas y por la guerrilla llanisca de las partidas volantes de José Balmori, dentro de las operaciones de la Guerra de la Independencia o francesada. La expedición avanzó de aquí al interior, rumbo a los valles de  Liébana, siguiendo el paso natural del valle del Ríu Ereba que aquí desemboca, en dirección a Espinama

Esta expedición no estaría haciendo otra cosa que seguir un paso natural de norte a sur que, comunicando los puertos húmedos de la costa con los puertos secos de la cordillera, ya habría sido empleada desde tiempo inmemorial para acceder a la meseta. Su cruce con el camino litoral, el Camín Real de la Costa y ruta jacobita, en las inmediaciones de esta playa propiciaría la fundación de la antigua Puebla Nueva de Aguilar (Nueva de Llanes) en base a la antigua Torre de San Xurde, la cual controlaría esta estratégica encrucijada caminera y alrededor de la que se construiría el citado Palacio de los Condes de la Vega del Sella

Este paso franco y directo desde aquí a la cordillera valle arriba habría sido empleado ya mucho antes por los soldados romanos desembarcados por la flota de Aquitania para atacar por su retaguardia a los núcleos de resistencia del Mons Vindius (Picos de Europa y Cordillera Cantábrica) que hacían frente a las seis legiones embotelladas en la meseta que no eran capaces por sí solas de doblegar la resistencia autóctona durante las guerras asturcántabras o Bellum Cantabricum et Asturicum (29-19 a. C.)

La decisión de emplear la flota se tomó en un momento desesperado en el que hasta la Legio I Augusta, crema de la élite militar romana, había castigada por cobardía a no emplear nunca jamás el nombre el emperador. A partir de entonces sería la Legio I Germánica. Este es el resumen de lo que sucedió, plasmado en Wikipedia pero que puede consultarse, de manera extendida, en otras fuentes:

"Entre los años 30 y 16 a. C. fue desplazada a la Hispania Tarraconensis, donde luchó en las guerras cántabras. En un principio también llevó el sobrenombre de "Augusta", pero fue en esta campaña donde, según Dion Casio,​ tras un enfrentamiento con los cántabros, en 19 a. C., perdió su estandarte, hecho humillante para una legión, por lo que fue duramente castigada y desde entonces en adelante tuvo prohibido llevar el nombre del emperador"

Sobre estos pasos naturales entre estas ensenadas y el mar están las leyendas marianas de la Sierra Cueva Negra, con sus míticas montañas y picos de El Portillín, Socampu y El Picu Mediudía, donde han sido hallados interesantes restos arqueológicos al respecto, muy bien detallados por Hernán del Frade de Blas en Mediudía y Socampu, dos montañas sagradas, excepcional trabajo publicado en la revista Bedoniana del año 2010

Básicamente la leyenda mariana viene a decir que la Virgen María habría desembarcado en esta playa huyendo de sus perseguidores moros (paganos en general según la tradición local) y habría obrado ciertos prodigios para abrirse paso por esos cercanos cordales costeros hasta guardarse en la cueva de Covadonga. Dichos prodigios serían ciertos elementos orográficos y arqueológicos que del Frade de Blas localiza in situ en sus investigaciones...

"... la Virgen, huyendo de los moros que vienen por mar tras ella, llega con el niño a Cuevas del Mar de noche. Un sirviente la lleva hacia Nueva sobre una mula con el niño bajo su manto. Al descubrir al niño, este emite un extraño fulgor que ilumina la noche. La comitiva va siguiendo a la «estrella más hermosa», que inicialmente está sobre el Socampu y va girando hacia el oeste. La comitiva sube por Robazón hacia el monte, pasando por lugares determinados. Unos pastores ven el fulgor el niño. Una vieja que está con ellos no lo ve por impía, se va a dormir y su lecho se convierte en un bloque de piedra llamado «Cama de San Pedro». La comitiva llega al Portillín. No puede pasar por las rocas. La Virgen ordena a la roca que se abra. Allí deja su marca la mula. Siguen por el Valle la Piedra hacia Covadonga. Tras leer la leyenda, se aprecia que el romance que esta narra se prodiga en descripciones exactas del camino seguido por la Virgen, todo parece indicar que estamos ante un mito local muy antiguo posteriormente cristianizado (...)

La llegada a la playa de la Virgen huyendo de los moros, se puede relacionar con leyendas como la de la llegada a Saintes Maries de la Mer, en la costa mediterránea francesa, de las tres Marías, huyendo por mar de los romanos. Tras llegar a tierra, la Magdalena fue a retirarse a una cueva de la montaña de Sainte Baume, junto Aix en Provence (...)

Quizá nos hallemos ante la cristianización de un mito pagano que se repite por todo el Arco Atlántico: una diosa que procede del mar, interpretándose la travesía marítima como el viaje subterráneo o infernal que se repite en la diferentes religiones de la antigüedad más remota, en donde la diosa de la fertilidad desaparece de la tierra durante el invierno. De allí se escapa y vuelve a la tierra, haciendo que esta reverdezca. Al volver a la tierra, perseguida por las fuerzas del mar que quieren retenerla, esta revive en la forma de su hijo recién nacido y del que surge un brillo maravilloso. Este brillo es atributo del sol, del sol victorioso, que vence sobre las tinieblas y trae la vida y el calor de nuevo a la tierra"

Es significativo que en lo que hoy parece una cala relativamente apartada estuvo en el siglo XVI el Palacio de los Calderón de la Barca, emparentados con los Junco. El solar de este linaje, del que procede el gran escritor Pedro Calderón de la Barca, lo encontrábamos en Viveda, al pasar el río Saja al norte de Torrelavega siguiendo el Camino Norte de Santiago, un apellido, de la Barca, vinculado al dominio que ejercían sobre el paso de ese río en las barquerías que controlaban desde su palacio (calderón por su parte es un tipo del delfín que fue abundante en estas costas)

Esta casona calderoniana de aquí, de Cuevas, aparece citada en relación a torres y atalayas marinas en el libro Marinos, puertos y barcos de la antigua Asturias, de Hernán del Frade y Rubén Figaredo, cuando dicen:

"En la zona del valle de San Jorge se localizan las posibles atalayas de cabo Mar, junto a Nueva, y Castro Gutierre, sobre la playa de Gulpiyuri; en las proximidades también se localiza el topónimo Torrelanegra. En referencia a Nueva, es de mencionar la torre de una cronología incierta dominando la playa de Cuevas del Mar, junto a la casa de los Calderón de la Barca"

La casona era citada también de esta forma a mediados del siglo XIX en el Diccionario de Madoz, dentro de la descripción de la parroquia de Nueva:

"en Cuevas del Mar existe el palacio del conde Calderón de la Barca, cuyo edificio es muy notable por su antiquísima arquitectura"

Para mayor sorpresa estamos además ante lo que fue un importante puerto pesquero y ballenero integrado dentro del Gremio de Mareantes de Llanes, fundado, como la villa capital del concejo en el siglo XIII y cuya sucesora es la actual Cofradía de Pescadores Santa Ana, en cuya página, apartado de Historia, podemos leer:

"Desde el siglo XIII, aparece organizado el Gremio de Mareantes San Nicolás de Llanes, especie municipio industrial independiente, que en el siglo XIV logró gran prosperidad. Pertenecian a el gentes de esta villa, Póo, Celorio, Barro, Niembro, Hontoria y Cuevas del Mar, cuya principal pesca era las ballenas. Merced al trabajo tan asiduo y lucrativo que suponía la pesca de las ballenas surgió la riqueza, a cuya influencia se vio aumentar considerablemente el número de marineros, de tal modo, que en las levas de los años 1665- 1667 y 1674 correspondieron a Llanes 65 marineros, ascendiendo el número de estos en el año 1696 a 228 según una lista creada en el mismo año por el mayordomo de la Cofradía de Mareantes de San Nicolás.

Fueron en aquellos lejanos tiempos las aguas de Llanes muy abundantes en cetáceos de grandes tamaños. En la Gaceta Oficial de Madrid del 7 de Febrero de 1800, se puede leer que el diez de ese mismo mes, vararon en el arenal del abra de San Antonio, en la parroquia de Nueva, más de 400 cetáceos, de los que 138 quedaron en seco y se pudieron aprovechar por el vecindario de dicha parroquia"

Estamos pues visitando lo que fue un puerto muy antiguo, cargado de historia, donde ahora limitan las parroquias llaniscas de Nueva y Pría, preciosa ensenada de forma triangular que mira al norte y cuyas cuevas habrán de llamarnos poderosamente la atención

Ante algunas de esas cuevas, la desembocadura del río Ereba o Nueva viene a delimitar, además de dichas parroquias llaniscas, el extremo occidental del Paisaje Protegido de la Costa Oriental

Existió además en las inmediaciones una piscifactoría, fundada en la década de 1980, dedicada a la cría del rodaballo, luego reconvertida en criadero de pulpo hacia 2010 pero que nuevamente fracasó. Aunque apenas es visible sus ruinas suponen un deterioro ambiental de primera magnitud en este maravilloso enclave al producirse vertidos al río y playa desde sus ruinas

Estos son los acantilados y cuevas de la zona occidental de la playa, hacia la parte de Pría, cercanos al pueblo o lugar de Villanueva, y aún más a su playa de La Canal (que no del Canal), a la que podemos acercarnos por la senda costera

Y esta es una vista de su sector oriental desde la desembocadura del Ereba, que nace en las estribaciones del Colláu la Tabla, detrás de la Sierra Cueva Negra y fue río molinero por excelencia

Realmente todo su entorno son cuevas, la misma carretera AS-340 que le sirve de acceso rodado pasa por una de ellas aprovechando que dispone de dos entradas. Alguna de estas grutas llegó a estar habitada en la prehistoria, como la del Penicial, a quien el pionero del estudio científico del pasado de Asturias, Ricardo Duque de Estrada y Martínez de Morentín, VIII Conde de la Vega del Sella, le dedicó toda una monografía


Son las cuevas, entre otras, de la cultura Asturiense, descubierta por el Conde, cazadores y recolectores preneolíticos que se especializaron en la recogida de moluscos, ideando para ello una famosa herramienta lítica, el pico asturiense, para arrancarlos de las rocas. Sus grandes concheros o montañas de detritus de cáscaras, en donde aparece alguno de estos picos, es su característica más localizable en un momento en el que, por alguna razón cultural, las civilizaciones de su época habrían abandonado el gusto estético por pinturas rupestres y similares


Aparecerían con los más benignos climas tras las últimas glaciaciones, se supone que hacia 9.500 a.C e irían paulatinamente desapareciendo al diluirse en las importantes migraciones de pueblos neolíticos que trajeron la primera cerámica, con los que parece debieron coexistir e intercambiar conocimientos, técnicas, objetos y rituales, siendo llamativo cómo aparecen los primeros toscos recipientes cerámicos en los concheros asturienses, y a la vez, picos asturienses en los túmulos funerarios de las necrópolis neolíticas


Es también curioso cómo, durante las obras del cercano tramo de la Autovía del Cantábrico en 2011, aparecieron tanto nuevos concheros (con un cráneo humano), como algunos más de esos túmulos. Es necesario saber que por entonces la línea de costa estaba unos kilómetros más al norte


Unos milenios después, ya con la playa en este lugar, se habrían dominado ciertas técnicas de navegación y esta habría sido esa ensenada portuaria de la Antigüedad ligada a una antiquísima vía de comunicación, o a dos. Una sería el Camín Real de la Costa (y Camino de Santiago), basado en una más antigua vía romana Ossaron (oyarzun o Irún) a Brigantia (A Coruña o Betanzos), basada a su vez en el gran pasillo cantábrico de su franja costera, y la otra ya citada hacia el interior valle arriba. En su estudio El Valle de San Xurde -El paisaje: la memoria recuperada-, Miguel Menéndez Cárcaba habla de ambas:
"El Camino de Santiago o Camino Real a su paso por este espacio sigue aún manteniendo su trazado original de forma mayoritaria y junto a la vía que va de Cuevas del Mar a Corao (según algunos autores se trataría de la vía usada por las legiones romanas para la ocupación del corazón de los territorios cántabros Vadinienses, desde la costa) constituyen las principales vías de la antigüedad que aún son reconocibles"

El que la flota de Aquitania desembarcase aquí y en otras playas cercanas solamente hubiese sido posible con el buen conocimiento de las mismas para saber esquivar sus bajíos y sortear sus corrientes, peligros de los que ya se sabría por contactos comerciales anteriores y muy antiguos, tal y como revela el famoso Periplo Massaliota de la Ora Marítima de Rufo Festo Avieno describiendo los itinerarios de los navegantes fenicios y tartésicos por estos mares desde al menos el siglo VI a.C.


La arribada y refugio en estos pequeños puertos sería mediante el arrastre de las embarcaciones por la arena a buen resguardo (sobordar) o simplemente aprovechando las pleamares y bajamares. Naturalmente serían lanchas y botes de cabotaje, las embarcaciones mayores habrían de buscar otras ensenadas más grandes para fondear, como por ejemplo la que guarda el promontorio de Cabumar o Cabo de Mar, más a la derecha de esta playa, la de las mencionadas playas de Puertu Pequeñu y San Antoniu


Así como las Tres Marías de la leyenda francesa escapaban de los romanos desembarcando en una playa y refugiándose en una cueva de la montaña, la de la Virgen María haciendo lo mismo aquí de los moros y yendo a la Cueva de Covadonga en la puerta de los Picos de Europa (centro de resistencia primero contra los romanos y luego contra los musulmanes según la tradición y escenario de la famosa batalla) no parece obedecer a una casualidad, sino a antiquísimas tradiciones de viejas rutas marinas y terrestres y llegada y trasiego de gentes a través de ellas, incluyendo refugiados e invasores, por eso se recoge el romance...
«Navegando va la Virgen
navegando por la mar; 
los remos trae de oro 
y la barca de cristal, 
el remador que remaba 
va diciendo este cantar: 
Por aquella cuesta arriba, 
por aquel camino real, 
por el rastro de la sangre 
a Cristo hemos de encontrar

De los acontecimientos sucedidos por entonces en estas costas, dos son las fuentes fundamentales de la historiografía romana para las guerras de Augusto, pues aparte de las esporádicas las sistemáticas son las de los historiadores-cronistas Lucio Anneo Floro y Paulo Orosio. Dado que ambos son bastante posteriores a la contienda, sobre todo el segundo, se conoce emplearon a su vez otras fuentes anteriores de las que recopilaron su información


Después llega la parte de su interpretación y de buscar los escenarios de la lucha según todo el relato, la toponimia y los hallazgos arqueológicos. Así, en su libro Roma contra cántabros y astures, el historiador Eutimio Martino escribe de todo este teatro de operaciones entre el mar y la Cordillera Cantábrica con los romanos trazando improvisadas calzadas para el rápido movimiento de sus tropas:
"Como si aceptasen a la letra el desafío, los romanos, procedentes de Aquitania, lanzan sus calzadas a lo alto de la vasta fortaleza de más de cuatro leguas de fachada que se expande entre el Dobra y el Cares, fachada norte del macizo occidental. Fabulosa maraña de calzadas con la que fue trabada la meseta de Enol, desde la que se sube por Següenco, al extremo poniente, sobre el Sella, hasta que la remonta el río Casaño por La Molina y puente Pompedro, al este. Y más al este aún, por entre Casaño y Cares, al puerto de Ostandi. Calzadas a los puertos, que no tuvieron otro fin que la guerra. Se anudan por el alto en La Frecha (Cangas) y El Reguero (Onís) antes de salir a Comeya, la plataforma central de los puertos. Empalman por bajo, como podemos contemplar entre Demués y Los Gamonedos. 

No hay que olvidar el paso de Las Estazadas con su corte de la roca, cierre del Casaño con el Cares, así como el enlace con la línea del Duje mediante la calzada de Caoro, que se encumbra estratégicamente de Arenas de Cabrales a Portudera, enlace que también se llevó a cabo por la garganta y puente de Pocebos. El gran anillo en torno al macizo, al occidental por sí mismo y al central por acumulación, pues el Cares era inviable, quedaba cerrado. Y se cerró desde el mar.

La Sierra de Cuera y su prolongación, antemural marítimo de los Picos, fue cruzada por las tropas desembarcadas. En el río Las Cabras, los puentes de Cima y Terviña son afirmaciones en piedra de que por ahí, efectivamente, subieron al Alto Ortiguero, divisoria del Güeña y el Casaño. También por el afluente Riensena y el Puerto de Piedrajita, como testimonia la calzada que sale a La Estrada y, pasado el Güeña, a Intriago ("Entrada"). Con ésta enlaza, ya en Cuerres, ya en Llenín, la que sube directamente desde la costa por el arroyo del Collado la Tabla, afluente del Ereba, coincidiendo más o menos con la actual carretera Nueva-Corao. Arribaron así al Güeña y al Casaño, zona base de penetración al macizo.

Los mencionados ríos, el Bedón-Las Cabras y el Ereba, nos han de ilustrar igualmente acerca del desembarcadero, que abarca en consecuencia desde la playa de San Antolín (Posada de Llanes) hasta Cuevas del Mar, en Nueva, enfilando estrictamente el macizo occidental. Brotan calzadas en la misma costa de San Antolín, a poniente de la playa, desde San Vicente, Santa Eulalia, La Moría... Algo más al oeste, dispusieron de buen fondeadero al abrigo de Cabo del Mar en la Playa de San Antonio (Nueva). En la inmediata finca, La Moría, se pueden apreciar más de media docena de aquellos hoyos circulares que observamos desde Peña Corada y a través de los Picos, De aquí sale, por San Jorge, la calzada Nueva-Corao." 

Así Eutimio Martino interpreta que estas playas entre los ríos Ereba y Bedón serían las del desembarco romano, mientras la flota fondeaba aquí detrás, en Cabumar/Cabo de Mar

En cuanto al desembarco de la Virgen María en esta playa huyendo de sus perseguidores para acogerse a aquellas mismas montañas en Covadonga, este relato legendario encajaría con aquello que escribió el erudito Ambrosio de Morales, en viaje encargado por Felipe II en 1572 para recopilar noticias manuscritos, libros y objetos históricos:

"Una de las cosas que a mí me ha parecido muy notable en todo esto de Covadonga y por aquí, es que aquí fue la furia de la guerra de Augusto César con los asturianos, quando los sujetó, en aquellos mismos años en que nació nuestro Redemport, que parece se habían acogido a la fortaleza natural de Covadonga y sus contornos..."

Así pues, "Covadonga y sus contornos", a donde pasó la Virgen escapando de sus enemigos en Cuevas del Mar, habría sido el centro de resistencia contra los romanos, que se dirigieron allá por este mismo arenal y parecida o igual ruta. De la misma manera la Virgen huiría por aquí de los moros, a los que se hace también frente en Covadonga. Insistimos en que es una leyenda que mezcla épocas y conceptos, pero que como toda leyenda tiene su trasfondo real, unos conocidos puertos naturales y fondeaderos en los que enlazan los caminos de la tierra con los del mar


Y así, de la misma manera que se producirán trasiegos de gentes, pescas y mercancías, estas estratégicas calas verían también el desembarco de tropas, al menos desde los romanos a la francesada, desde donde se adentrarían en el interior por el antiguo camino al valle del Güeña por Corao y de ahí a Covadonga y Liébana. Posteriormente leyendas piadosas transformarían aquellas antiguas historias, cristianizándolas con tradiciones marianas


De la tradición mariana que une esta playa con Covadonga existe una versión literaria que transmite el escritor Elviro Martínez en su libro Leyendas asturianas
"En otro romance, recogido por nosotros en Llanes, se di­ce que los moros perseguían a la Virgen para prindarla y llevarla cautiva a Turquía: 
«Por la mar vienen los moros 
que quisiéranla prindar, 
y ella escapa tierra adentro 
mucho lejos de la mar». 
Fue hace muchos años cuando, antes del alba, una joven bellísima, la Virgen, arribó a Cuevas del Mar, en Nueva de Llanes. Una mula ataviada al estilo oriental, que un hom­bre de más de media edad llevaba del diestro, esperaba a la Virgen. De inmediato se inicia la andadura. 
La más hermosa estrella brillaba sobre el Pico de Socam­po, y una aurora plácida anunciaba la mañana próxima lle­na de tibiezas y armonías. Presurosos, dos pescadores acu­dían con sus cañas al hombro para ocupar sus atalayas al repunte de la marca. Y los dos pescadores, porque eran lim­pios de corazón, vieron el cortejo; y oyeron que el hombre que llevaba del diestro al animal dijo a la mujer con acento dulce: 
-¿Aquí, mi Reina? 
Alguien habló en el regazo de la mujer: 
-Suena el mar, madre mía; subamos más. 
Vieron entonces los pescadores que entre los brazos de aquella mujer había una corona de estrellas que alumbraba como el sol y cuyo reflejo alcanzaba y envolvía la parroquia de San Jorge; la Peña de San Antón y los acantilados de Villanueva también se alumbraron. 
Creyeron los pescadores que era un encanto; tuvieron mie­do e invocaron a Santa María diciendo: ¡Ave María Purísi­ma! Pero el encanto no se deshizo. Se arrodillaron apoyando las conteras de sus cañas en las arenas de la playa y, fasci­nados por la corona de cstrcllas, cayeron desvanecidos. Las cañas tenían su sedal con tres anzuelos cada una. 
Se deshizo el encanto cuando la Virgen se envolvió en su manto, ocultando cuidadosamente en su regazo el fulgor de la corona. El sueño de los pescadores quedó envuelto en las sombras. 
Siguen tierra adentro. La estrella que brillaba en el Pico de Socampo había inclinado su disco más a Occidente y proyectaba su luz sobre la falda de la Peñe, mirando hacia Pría. Como siguiendo el curso de aquella luz celeste, los viajeros llegaron a Ruhazón, y por un estrecho y tortuoso sendero escalaron la ladera de la Peñe. Rendido por la fati­ga, a cierta altura, en el lugar conocido por la Valleyona, se detuvo el hombre. Tornando su mirar piadoso, preguntó a la Virgen: 
-¿Aquí, mi Reina? 
Ella desciñó otra vez el manto. Sobre su corazón brilló de nuevo la corona de estrellas con tanta intensidad que todo el paraje se inundó de luz; inclinó su rostro sobre la corona de estrellas que brillaba sobre su corazón y preguntó con cariñoso interés: 
-¿Aquí, mi Rey? 
De nuevo el Hijo hubo de contestar: 
-Aún se oye el mar, madre mía; subamos más. 
Prosiguieron la ascensión. 
La pequeña cabalgadura pasó por la Cruz del Regón. Unos pastores, mañaneros como las alondras, tenían sus apriscos en Joncima. Los pastores, que también eran lim­pios de corazón, vieron que se iluminaba Paraperi con una lumbre maravillosa; el Niño resplandecía como un foco de luz. En el cielo no había otra luz que la de aquella estrella brillante ocultándose detrás del Pico del Sol. 
Despertaron una vieja, astrosa y maldiciente, que aquella noche dormía en los apriscos, y le pidieron explicación de la maravilla: 
-¡Malditos de vosotros -dijo ella- que me habéis qui­tado el sueño! Todavía es noche, nada veo. Estáis locos, pastores malditos. 
Para ver la luz divina se requiere la gracia de Dios. Los pastores, que tenían diafanidad en el alma, pudieron ver con admiración que en aquella amanecida había cruzado derecho a la Paserina una Virgen bellísima sobre una mula que un hombre llevaba del ramal; que la Virgen llevaba en el regazo un precioso niño con una corona de estrellas tan luminosa que alumbraba hasta las borizas de la marina y más allá de la mar. 
Atraídos por una fuerza misteriosa se fueron los pastores en pos de los viajeros, y en pos de los pastores se fueron los rebaños. 
La vieja, porque no veía la celeste luz, se tumbó a dormor maldiciendo de los pastores que le habían turbado el sueño. 
Una muralla de rocas atajó el paso a los viajeros. La estrella brillante se había pcultado detrás de los montes. No había paso practicable para la cabalgadura. Pero también allí llegaba el rumor rencoroso y lejano del mar: Los moros podían ganar la playa y prindar a la Virgen. El hombre vol­vió a hablar: 
-Aún se oye el mar, mi Reina, y no tenemos paso. Entonces la Virgen extendió su brazo hacia la muralla de rocas y dijo: 
-Ábrete, peña dura, y deja paso a mí y a mi mula. 
Tembló la tierra, se estremeció el monte y, desplomándo­se un enorme bloque de roca, abrió un portillo por el que pasó la Virgen para huir del mar  
«De día andando en el monte, 
de noche en camino real».
Llegaron a Covadonga, instalándose para siempre la Vir­gen en la Santa Cueva. 
En la Peñe de Pría, también término de Llanes, a unos setecientos metros de altitud, se ve el Portellín por donde, según la tradición, pasó la Virgen camino de Covadonga, dejando la mula marcadas las herraduras en la roca en el sitio hoy llamado Patada de la Mula. En Caravia recogió Aurelio de Llano este romance: 

Allá arriba hay un portillo

nunca le he visto cerrado,

por allí pasó la Virgen

de vestido colorado;

el vestido que traía

lo trae todo manchado,

que lo manchó Jesucristo

con la sangre del costado 

 En el valle de Piedra había un enorme abismo que, para dejar paso a la Virgen, se llenó con una avalancha de rocas derrumbadas al abrirse el Portellín; y al otro lado del For­cón existe un bloque rectangular de grandes dimensiones, que llaman la cama de Surpedro, en que quedó convertido el lecho de la vieja maldicente"

La Playa Cuevas o Cuevas del Mar, donde la Virgen desembarcó en la leyenda y los romanos en la historia, es en nuestros días un apacible lugar que conforma una preciosa concha de arenas claras y acantilados calizos así descrita en la página de Turismo Asturias:

"... playa salpicada por enormes formaciones rocosas perforadas por el mar que dejan al descubierto cuevas y túneles. Se trata de un paisaje kárstico de gran belleza.

Cuevas de Mar es un arenal muy turístico, con un alto nivel de ocupación, cercano a Nueva de Llanes. Está formado por bolos y arena blanca, registra un oleaje moderado, aunque su baño no es peligroso, y se abre en forma triangular.

Dispone de un amplio aparcamiento, buenos equipamientos y un área recreativa"


Sus cuevas, más visibles en marea baja, constituyen un espectáculo natural y en verano puede ser un lugar perfecto para una zambullida. Comunicada con otras de manera peatonal por la senda costera que recorre el litoral llanisco, los peregrinos que siguen el trazado oficial del Camino Norte pueden desplazarse a ella desde Nueva por la citada carretera AS-340 (sin arcenes) o bien tomar la más larga aunque más tranquila carretera local que desde el Paseo de los Tilos y la Estación de Nueva viene aquí por Obiu y Picones. 


Son, según por donde se elija, dos y tres kilómetros de distancia desde el Camino en Nueva, lo que para quien vaya andando no deja de ser un importante desvío si tenemos en cuenta la vuelta, pero si pernoctamos en Nueva o cercanías y tenemos oportunidad, no dejemos de acercarnos si disponemos siquiera de una tarde o media tarde libre, sin duda merecerá la pena















































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