Plaza de Juan XXIII. Antigua Puerta de Socastiello |
Esta es la pequeña Plaza de Juan XXIII, donde antiguamente se ubicaba la Puerta de Socastiello, en la vieja muralla ovetense, cercana al Hospital de San Juan, que primero fue el palacio del rey Alfonso III El Magno, quien tenía además su castillo, El Castiello, donde ahora se encuentra la Plaza de Porlier (a la derecha de la foto), antigua de La Fortaleza, de ahí que a esta puerta, por la que salían los peregrinos que del Salvador continuasen a Santiago, se la llamase así, Socastiello, que es como decir 'debajo' o 'al pie' de El Castiello
A OVIEDOEN RECUERDO DE TOMÁS Y CECILIACON ELLOS CONOCÍ LA AMISTAD, EN ELLOSCONOCÍ EL AMOR
ESTATUA DONADA ALA CIUDAD DE OVIEDOPOR EL ESCULTORSANTIAGO DE SANTIAGOSEPTIEMBRE 1993
"La mixología vive su época dorada en nuestro país. Cada vez son más los locales especializados en «el arte, la ciencia y la técnica de mezclar destilados» ante el gran reclamo de los clientes. Uno de los mejores de España e, incluso, Portugal se encuentra en Oviedo. Se trata de Mala Saña, que el pasado mes de enero ha conseguido -revalidando por cuarta vez- el distintivo Top Cocktail Bars 2023. En esta coctelería decorada con gusto y al más puro estilo urbano, donde las mesas altas ceden parte de su espacio a sofás, uno puede bajo la tenue luz de una auténtica explosión de sabores mientras que la música se da paso al ritmo marcado por las cocteleras. Un pequeño pero acogedor espacio situado en la plaza Porlier que se ha convertido en un auténtico referente nacional.
Mala Saña es el sueño hecho realidad de Saúl Vega e Iván Vázquez. Tras trabajar codo con codo en un bar de Oviedo ambos hicieron buenas migas. Como además tenían «los mismos gustos profesionales» se percataron de que «en grandes ciudades de Europa» como Londres o París la coctelería «estaba repuntando mucho». También ésta empezaba a hacerse un hueco en Madrid y Barcelona, sin embargo, en la capital asturiana «no había este tipo de locales». Por tanto, vieron «una gran oportunidad de negocio» y como estaban «capacitados» para atender a esa gente que «cada vez demanda un servicio más profesional» se pusieron manos a la obra.
No fue hasta el 28 de diciembre del 2016 cuando Mala Saña abrió sus puertas. «Empezamos con un local pequeñito que era aquella parte», cuenta Saúl Vega, quien señala hacia la zona situada en frente de la barra del local, justo a la derecha de la entrada para indicar cómo era el espacio en sus inicios. Pasados tres años, «a finales del 2019», Saúl e Iván ampliaron el espacio hacia el local contiguo para «poder desplegar todo el potencial» del negocio. Un negocio cuyo nombre, aunque «mucha gente lo asocia» con el barrio madrileño, tiene una historia de fondo, su porqué.
¿Por qué Mala Saña?
«Cuando empezamos en este mundo, nos dimos cuenta de que había una gran cantidad de jóvenes que no acudía a una coctelería porque pensaba que era aburrido. Sin embargo, cuando íbamos por ejemplo a Londres, donde durante un tiempo fuimos muchísimos, vimos que en las coctelerías de mucho nivel había mucha gente joven tomando cócteles. Entonces, dijimos: ‘si eso pasa allí también tiene que pasar aquí’. Queríamos romper con ese concepto que en cierta manera iba ligado a la típica coctelería de hotel donde tú tienes que ir como muy rígido para tomar algo», asegura Sául Vega.
Bajo esta premisa, el bartender señala que al fin y al cabo «a una coctelería puedes ir vestido como quieras». Además, en este tipo de locales la música puede estar más alta o más baja. «No tiene porque ser todo súper estricto», apunta Saúl Vega, quien señala que en Mala Saña el perfil del cliente es muy variado. «Si tú vienes al bar casi siempre puedes ver grupos muy diferentes de gente, desde jóvenes a personas mayores que visten o muy formal o muy casual. Y para nosotros eso es un orgullo porque al final en un mismo local consigues aglutinar tantos estilos de gente diferente. Algo que también debería de pasar en la sociedad, donde debería de tener cabida en la vida todo el mundo y en todos los sitios», resalta.
Amplia variedad de cócteles que cambian por temporadas
Mala Saña es «un tipo de cocina» en donde en vez de elaborar platos crean «tragos con ingredientes líquidos». Unos tragos que permiten explorar todo tipo de sabores y texturas. Desde cócteles clásicos hasta las mezclas más modernas, pasando por los combinados que llevan alcohol o prescinden del mismo, incluyendo los que tienen un sabor más afrutado o los que destacan por su toque más picante. Una amplia variedad de elaboraciones que se sirven tanto para el aperitivo como en los populares afterworks de esta coctelería ovetense en la que dependiendo de la estación del año la carta es diferente.
«Cada temporada incluimos cócteles nuevos para aprovechar los ingredientes que hay en ese momento. Al final, en otoño o en el invierno apostamos por sabores más cálido, mientras que en la primera o el verano son más florales y herbales», detalla Saúl Vega, quien confiesa que siempre intenta complicarse «un poco» en las elaboraciones para ponerse ellos mismos también «a prueba». Es por ello que en Mala Saña «hay muchísimo trabajo detrás de lo que se ve en la barra». «Ahora mismo estamos ya desarrollando la carta para la primavera que en breves tendremos esbozada y preparada. Esto nos mantiene ocupados y entretenidos todos los días porque aquí, normalmente, entramos a trabajar cinco horas antes de empezar el servicio porque hay que preparar previamente las elaboraciones diarias. Hay que hacer siropes, exprimir los zumos…, a parte de la formación que realizamos todos los viernes», detalla Saúl Vega.
A pesar de tener una gran variedad de cócteles, elaborados a partir de ingredientes de primera calidad, el combinado estrella del Mala Saña es el Pisco Sour. «Hacemos un montón todos los días», resalta Saúl Vega antes de puntualizar que se trata de un combinado «típico» de Perú y de Chile. «A nivel nacional la gente lo conoce mucho, me imagino que será por la gran cantidad de restaurantes nikkei que hay hoy en día donde mezclan la comida peruana con la japonesa y sirven muchos Pisco Sour», manifiesta el bartender.
La inspiración a la hora de crear cócteles
La filosofía de trabajo de Mala Saña tiene como base la coctelería clásica. «Tú para poder ser un buen cocinero tienes que saber hacer lentejas para luego preparar un plato más elaborado, pues con la coctelería pasa lo mismo. Nosotros partimos siempre de la coctelería clásica y desde ahí evolucionamos nuestros cócteles», asegura Saúl Vega, quien afirma que a cada cliente le indican las distintas variaciones de los preparados que figuran en la carta, así como de aquellos cócteles que también se pueden tomar de tarde y están muy de moda como el Aperol Sprtiz o el Negroni. «Se trata de dar a conocer el origen y aunque parezca que no también generar un poco de base y de cultura a este sector que al final ya no solo nosotros, sino que en Asturias en general hay muy bien nivel de coctelería», ensalza.
No obstante, la coctelería clásica no es la única fuente de inspiración en Mala Saña. Las vivencias personales y las experiencias de viaje suponen un plus a la hora de crear cócteles. «Concretamente, esta carta, que tenemos ahora, es un homenaje a México. Hace un año Iván y yo estuvimos en Jalisco -zona donde se produce el tequila- y conocimos todos los campos de agave. Además probamos muchos sabores, algunos muy extremos , y entonces decidimos crear varios cócteles a partir de ese viaje», cuenta.
Uno de los cócteles que surge de la visita al país americano y que tiene mucho éxito es La Farmacia. «Se trata de una variación de la Margarita pero muy evolucionada. La base sigue siendo la margarita, lo que pasa es que le añadimos mango y tajín - una mezcla única de chile, limón y sal de mar-», detalla Saúl Vega, quien reconoce que las técnicas y métodos de elaboración facilitan el trabajo en el sector. «Ya existen máquinas para redestilar, también para concentrar sabores… herramientas que antes se veían en la alta gastronomía y que ya las tenemos casi todas las coctelerías», remarca.
No obstante, «gran parte» del éxito de la coctelería Mala Saña radica en el personal.«No lo digo por quedar bien pero en este tipo de negocio es fundamental tener un gran equipo humano detrás y no solo me refiero a los camareros sino a todo el personal que hay detrás, desde el administrador, al community manager, etc. Al final yo siempre pongo como ejemplo el fútbol, aunque no soy extremadamente futbolero, pero La Liga no la gana un jugador solo sino todo el equipo. Aquí pasa exactamente lo mismo pero claro para que el equipo humano te responda tú tienes que corresponder. La labor de los hosteleros a día de hoy es ser honrados si queremos que la hostelería siga profesionalizándose porque necesitamos profesionales. Y para que los haya y la gente vaya a la escuela, cosa que animo muchísimo porque están muy bien, tienen que ver que aquí hay buenas condiciones y se pueden ganar la vida dignamente», confiesa.
Una de las mejores coctelerías de España
Todo ello ha llevado a Mala Saña a revalidar por cuarto año consecutivo su estrella Michelín de las barras. Fue el pasado mes de enero, cuando la coctelería ovetense recibió en la última edición del Madrid Fusión el sello de Top Cocktail Bars. Un reconocimiento que ha sido otorgado a otros 67 establecimientos, tanto de España y Portugal, y que premia la calidad del cocktail, el ambiente del local, así como la atención y servicio al cliente. «Es un premio al trabajo duro de todo este año. Con esto ves que el esfuerzo tiene su recompensa y además el estar al lado de locales de Madrid o de Barcelona pues te hace sentir muy orgulloso», resalta Saúl Vega, quien reconoce que la pandemia también les ha servido para salir más reforzados.
Proyectos de futuro
Ser una de las mejores coctelerías de España, obliga e impulsa a Mala Saña a continuar trabajando en la misma línea como hasta ahora «y más si cabe». Por el momento, Saúl e Iván tienen en mente seguir dando alas a Mala Saña de Jarama. «Es un nuevo brazo de nuestra coctelería. Lo lanzamos a finales de 2022 y nuestro objetivo es dar cabida a todo tipo de eventos. Si alguien quiere hacer una presentación de un producto en un sitio y quiere que nosotros vayamos a hacer cócteles pues podemos llevar nuestra barra y hacer cócteles allí. También las bodas son un gran nicho porque ahí todo el mundo demanda cócteles. Además, lo bonito de esto es que trabajamos a dos con los novios y, por tanto, podemos hacer los cócteles que ellos quieran o especiales para esos días», reconoce Vega. Al fin y al cabo con Mala Saña de Jarama los dos amigos pretenden sacar la barra de coctelería a «cualquier espacio» y ofrecer la misma profesionalidad que uno se puede encontrar en el local. «Esa es nuestra misión. Seguir creciendo pero dando siempre el mismo servicio» , sentencia Vega."
"Jovellanos.—Antes calle de Tras la cerca y de detrás de la muralla, hasta el acuerdo municipal de 1869 en memoria del insigne gijonés.—Ent.: Argüelles.—Conc.: Vega."
Tras una pequeña muralla primigenia en el núcleo en torno al primer templo de San Salvador en tiempos de Alfonso II El Casto, que hizo de esta su capital hacia el año 791 (asaltada poco después dos año seguidos por las tropas del emirato de Córdoba) y de la que poco se sabe se hizo una nueva más grande con el crecimiento de la vieja ciudad, acaso en tiempos del citado Alfonso III El Magno o posteriormente con Alfonso X El Sabio (s. XIII), siendo posible que se tratase esta de un reforzamiento de la de Alfonso III quien mandó construir El Castiello que dio nombre a la vieja puerta aquí ubicada
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La muralla y sus puertas. Fuente Mirabilia Ovetensia |
"El Gran Hotel España cumple 140 años de historia. Fue uno de los primeros edificios destinados a hospedaje en Oviedo. Ubicado en el casco histórico de Oviedo, el Gran Hotel España es uno de los edificios más emblemáticos de la ciudad. Su origen se remonta a 1885 y a lo largo de los años ha evolucionado para convertirse en un hotel de vanguardia manteniendo su esencia clásica.
El Gran Hotel España, con 140 años de historia en Oviedo, es un icono de elegancia y tradición en la ciudad. Desde su inauguración, ha sido testigo de momentos históricos, acogiendo a huéspedes ilustres y ofreciendo un servicio excepcional. Su arquitectura clásica, combinada con comodidades modernas, crea un ambiente único donde la historia y el confort se fusionan. A lo largo de las décadas, el Gran Hotel España ha mantenido su compromiso con la calidad, siendo un referente en hospitalidad asturiana y un destino preferido para quienes buscan una experiencia inolvidable en el corazón de Oviedo."
Aquí estaba el barrio de juderías. La presencia de los judíos se registra en la ciudad desde el año 1046, cuando se cita en un documento a María conversa. Se trata de una judía convertida al cristianismo que sin duda pertenecería a una comunidad asentada en esta ciudad elegida más de 200 años atrás como nueva capital por Alfonso II El Casto. Las relaciones de judíos y cristianos frecuentemente estuvieron sujetas a problemas pese a que se vislumbra que convivieron durante mucho tiempo
"No podemos conocer la fecha exacta en la que los judíos llegaron a Asturias. Basándonos única y exclusivamente en la documentación hallada hasta el momento, en Asturias aparecen referencias claras hacia mediados del siglo XI, en el Concilio de Coyanza celebrado en la Diócesis de Oviedo en el año 1050, en cuyo capítulo VI dice así: «…que ningún cristiano viva en una misma casa con judíos, ni coma con ellos; y si alguno infringiere nuestra constitución, hará penitencia siete días; y si no quisiere hacerla, siendo persona noble, será privada de la comunión por un año íntegro, y si fuera persona inferior se le aplicarán cien azotes». También por estas fechas, el 8 de junio de 1046, tenemos una carta de donación en la que Didago Osoriz, como personero, vicario y ejecutor testamentario de su madre doña María, hace entrega de una villa en Taranes a Legundia Gundemaris. Lo interesante de este documento es que esta Doña María aparece varias veces como María, conversa, lo que abre la posibilidad a que hubiera conversos en Asturias en 1046; por tanto, el origen de la población judía, en estas tierras, sería anterior a esta fecha, cosa nada extraña, si tenemos en cuenta las conversiones forzosas a las que se vieron obligados los judíos en tiempos de los visigodos, a lo que hay que añadir algunos nombres de testigos que parecen judíos en documentos de los siglos IX y X (Zabaiub iben Tebit, Sisebutus Iben Pepi, Theudericus Daneli, Aubaiub iben Thebiti, Abozehar, Abaiub, Hebregulfus, Theoda, Iosue, Salomon, Daniel, Iermias, Asur Falconis, y otros)."
"El documento más evidente y explícito, uno de los documentos más importantes con los que contamos y que nos muestra la verdadera importancia que debió de alcanzar esta Comunidad Judía en el siglo XIII, es el de las Ordenanzas de Oviedo de 1274. En ellas se establece un barrio específico en el que debían habitar los judíos, el barrio de Socastiello y también se les regula en el negocio de la usura y de los objetos robados: no hacer empeños sobre objetos robados, entregar las prendas a la luz del día cuando se tratase de extranjeros, la mujer necesitaba autorización del marido para pedir dinero… En esta regulación del préstamo no parece que haya ningún matiz negativo, las Ordenanzas tan sólo regulaban la forma de hacerlo. Vemos también por estas Ordenanzas que hasta entonces los judíos vivían mezclados por la ciudad, en los mismos barrios que los cristianos, dentro y fuera de las murallas. Pero a partir de aquel año, 1274, estaban obligados a residir en una zona concreta, en el Barrio de Socastiello, ¿Por qué?… «porque se esparzian a morar por la villa, por que venja danno ala villa en muchas maneras que non queremos declarar». O sea, que se esparcían, que crecían demasiado y que este aumento podía hacer daño a los demás habitantes de la ciudad.
Parece que en Asturias también se siguen las directrices antijudías que en estos años se están llevando a cabo en el resto de la Península, aunque aquí su efecto parece fue menor. Los límites de esta judería eran: desde la Puerta del Castillo hasta la Puerta Nueva de Socastiello y de la Puerta para afuera si quisieran. El Castillo Real y el Alcázar ocupaban, en aquel Oviedo del siglo XIII, más o menos el lugar en el que hoy se encuentra el edificio de la Telefónica, junto a la Plaza de Porlier, la Puerta del Castillo quedaba a la izquierda de este, y la Puerta Nueva de Socastiello podría estar o bien al pie de la antigua calle de San Juan, o bien al final de la calle de Cimadevilla, pues aparecen las dos como «Puerta Nueva» en documentos de las mismas fechas. Si es la Puerta situada al final de la calle de San Juan estaríamos hablando de una línea de unos cien metros, que sólo nos serviría para precisar uno de los lados que delimitaban la judería, no sabemos ni su anchura, ni su profundidad hacia el interior de la ciudad. Si fuese la puerta que se hallaba al final de la calle de Cimadevilla, estaríamos hablando de una zona mucho más amplia. Hay que tener en cuenta que, en aquellos años, en Oviedo, las casas ya habían rebasado el ámbito amurallado, y que es probable que algunos también se hubieran establecido extramuros, pues en la zona Oeste existían heredades en el siglo XV que llevaban el sobrenombre «de los judíos».
"Esta placa señala la entrada a la judería por la llamada Puerta Nueva de Socastiello en los documentos del Archivo Municipal. Recoge parte del texto de los Capítulos dirigidos al Consejo de Oviedo por el Rey Don Sancho IV, en el año 1286, en el que se elimina la posibilidad de que gozaban los judíos de contar con Alcaldes apartados, esto es, que los problemas habidos entre judíos, se dirimieran dentro de la Comunidad, sin necesidad de recurrir a la justicia formal."
En Socastiello los judíos seguirían con sus funciones pero cada vez con más restricciones. No parece que las disposiciones antijudías se aplicasen mucho hasta que el enérgico obispo Gutierre de Toledo dicta tal serie de prohibiciones que dan a entender una previa convivencia bastante intensa entre judíos y no judíos:
"Del siglo XIV, del año 1372, se conservan unas cartas de pago en las que aparece la intervención de los judíos en la recaudación de impuestos públicos en Asturias, su actuación como agentes del Tesoro del Reino y también el nombre de algún judío notable entre los moradores de la ciudad. Son cinco cartas de pago otorgadas al noble Don Gonzalo Bernaldo de Quiros por el judío Don Abraham de Dios Ayuda, recaudador mayor en Asturias. Se hallan como testigos el judío Don Abraham de Palencia, Don Yaco y Don Yusaf, físico morador en Oviedo. Y otro testigo cuyo nombre no parece judío pero que en el documento se le designa como, «Alvar García, castellano judío». Actuando como recaudador nos encontramos a Mosen Falcón y Adam Giraldiz, que intervino con otros en las cartas de pago, avenencias y composturas hechas en Asturias en razón de las cuentas y pesquisas que Don Abraham El Barchilón arrendó de Sancho IV.
Entre los años 1377-1389 surge la figura de Don Gutierre de Toledo, Obispo de Oviedo, el cual condena con la pena de excomunión a todo aquel que se oponga a que los judíos y moros sean echados de las iglesias cuando se están celebrando los divinos oficios, a los que participen en sus bodas o enterramientos y a todos los cristianos que críen a judíos o moros o que realicen negocios con ellos, e insta a que ningún miembro de estas dos minorías desempeñe oficios públicos."
"El 31 de marzo de 1492, los Reyes Católicos firman en Granada el edicto de expulsión: en el plazo de cuatro meses todos aquellos judíos que no optasen por tomar el bautismo tendrían que salir de sus reinos. En 1499 llega a Asturias la Real Pragmática de los Reyes Fernando e Isabel, en la que «por virtud de haber expulsado a los judíos de estos reinos, con prohibición de regreso a él bajo pena de muerte, por cuanto algunos se atrevían a volver diciendo no ser de los expulsos sino de reinos extraños, y que después de presos manifestaban querer ser cristianos, se manda que a todos los que infrinjan se les de muerte, sin embargo de afirmar que adoptan la religión cristiana, a no ser que antes de entrar en el reino enviaran a hacerlo saber así, y lo pusieran por obra ante escribanos y testigos en el primer lugar donde llegaran…» Hasta el año 1968 no se reconoció en España la derogación del edicto de expulsión de los Reyes Católicos."
"La farmacia más destacada de España está en Oviedo y tiene nada más y nada menos que 83 años de historia. Ismael Migoya abrió en plena posguerra, en diciembre de 1940, una botica en el número 2 de la calle Jovellanos de la capital asturiana. Fue una profesión «vocacional» para él, una persona que resultó ser «pionera», ya que participó en hitos del sector como la fundación de Cofas —la Cooperativa Farmacéutica Asturiana— con otro grupo de profesionales.
En la histórica farmacia Migoya le relevó Ismael, su hijo, quien también formó parte durante 25 años de la junta de gobierno del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Asturias. Y tras él llegó la tercera generación: Ismael, Ignacio y, ahora, Mercedes Migoya, titular en solitario desde hace casi un año. Una gran «trayectoria familiar» que ahora ha sido reconocida en la primera edición de los Premios Excelencia Farmacéutica que organiza la asesoría Acmfarma con vocación de futuro.
Mercedes Migoya recibirá «con mucho orgullo» el galardón a la farmacia más destacada de España el próximo 18 de noviembre en Vigo. A punto de cumplir 83 años con la oficina de la calle Jovellanos de Oviedo abierta, la actual titular asegura que es un premio «muy compartido con mi abuelo, mi padre, toda mi familia, mi equipo y lógicamente los clientes, que son los que hacen que sigamos aquí año tras año».
Tanto ella como sus hermanos Ismael e Ignacio crecieron en la farmacia. «Cuando teníamos cinco, siete y nueve años los sábados estábamos aquí en el laboratorio y nos ponían a tamizar manzanilla o a poner precios, para entretenernos básicamente. Lo hemos vivido siempre», asegura. Aprendieron el oficio de su abuelo y, sobre todo, de su padre. Él fue quien inculcó a Mercedes la pasión por la profesión. «Me transmitió que lo más importante es el barrio, la gente, cuidar, escuchar, mostrar cercanía y empatía. Aprendí de él la parte más bonita de la farmacia», celebra. Por eso le dedica una pedazo importante del premio sin dejar de lado a su madre, que ajena al sector ha vivido «entre farmacéuticos» toda la vida.
Tanto el exterior como el interior de la farmacia Migoya refleja que se trata de un negocio histórico de Oviedo. «Seguimos manteniendo todo», asegura Mercedes. Desde los escaparates y el rótulo de entrada a las estanterías y el mostrador, que han tenido que acortar para adaptarse a las nuevas necesidades. «No hemos hecho ninguna reforma, es todo de la época de mi abuelo. Dentro sí vamos haciendo cosas por logística, pero fuera no, intentamos mantenerlo todo», cuenta.
A lo largo de todos estos años han tenido que ir adaptándose, aunque sin perder la misión principal de la farmacia, que no es otra que cuidar la salud de los demás. Primero llegaron los ordenadores para gestionar el almacén y después la digitalización fue avanzando. «Ha pasado una posguerra, una crisis económica y una pandemia, que nunca pensamos que fuésemos a pasar, y te vas adaptando con los tiempos. Pero yo creo que es muy importante que las farmacias nunca perdamos nuestro ADN. Somos personal sanitario, muy cercano a la población. Aquí no hay que pedir cita, estamos a pie de calle y esa parte no hay que perderla, pero sí ir adaptándose», apunta.
Trabajan en formulaciones como ya lo hacía su abuelo, en control de parámetros como la tensión, la glucosa o el colesterol y se han especializado en dermofarmacia. En la actualidad, el equipo está formado por tres farmacéuticas —incluida Mercedes—, cuatro técnicos y Gonzalo, un joven con síndrome de Down que lleva cuatro años trabajando como uno más.
¿El secreto del éxito? Mercedes Migoya cree que ofrecer un servicio personalizado a cada paciente. «Creo que es importante escuchar, dar tiempo para explicarse e intimidad, que puedan contarte lo que les está preocupando. Ese puede ser el secreto de la comunidad que tenemos de clientes», afirma la farmacéutica. Hay mucha gente del barrio que les conoce de toda la vida y hasta han visto crecer a Mercedes y a sus hermanos. «Eso también es muy bonito, el poder formar parte de la vida de la gente y que te puedan contar qué les pasa, no solo de salud, también de la vida», admite.
Junto a esta clientela tiene una importante comunidad online a la que denomina Migoya Lovers. En el afán que tanto ella como sus hermanos han tenido por formarse y seguir creciendo a nivel profesional, abrieron un perfil en redes sociales como «escaparate» para mostrar su farmacia. «Es una manera de comunicarme con mis clientas y no tener que hacerlo todo de una en una», asegura. Lo utiliza fundamentalmente para el apartado de dermofarmacia y empezó a crecer a raíz de la pandemia. En Instagram tiene cerca de 12.000 seguidores.
«Empezamos a profesionalizar la parte de personalizar rutinas de la piel en enero del 2017. Dos años después decidimos darle una vuelta y empezamos a hacer talleres que inicialmente hacíamos aquí con rutinas de cosmética, charlas de fotoprotección, para pacientes oncológicos, de menopausia…etc. Así fue creciendo una comunidad en la que surgieron alianzas personales y profesionales en un proceso que fue muy divertido», relata Migoya. En octubre del 2019, cuando ya estaban haciendo del orden de siete talleres semanales, pusieron una entrada solidaria de cinco euros que cada mes se destinaban a una causa diferente. Y poco después irrumpió el coronavirus.
«Durante el confinamiento, todos los días a las seis de la tarde hacíamos un taller. Ahí surgió un nexo de unión, en un momento dificilísimo para la vida de todos. Una ventana en la que poder reírte y desconectar. Una de las participantes fue la que denominó al grupo Migoya Lovers. Eso fue creciendo y luego tuvimos que pasar de los talleres a los eventos solidarios, porque ya no entrábamos», explica Mercedes Migoya. Uno de ellos se celebrará este jueves en el Hotel España de Oviedo a favor de Movember, la iniciativa que pretende visibilizar a través del bigote la salud mental masculina y el cáncer de próstata, así como recaudar fondos para su investigación.
Con todo ello, la farmacia Migoya de Oviedo se ha convertido en «un faro» para el sector, tal y como aseguran desde los Premios a la Excelencia Farmacéutica. Destacan la «labor incansable» y la «vocación familiar» de este histórico negocio ovetense, además de poner en valor la «dedicación y la pasión» por la profesión de Mercedes, su actual titular."
"Ama su profesión de farmacéutica y le encanta innovar, pero sobre todo está consiguiendo que sus consejos lleguen al gran público a través de diferentes formatos muy creativos. Su iniciativa, capacidad de gestión y compromiso solidario le ha llevado a crear la sólida y fiel comunidad de los #MigoyaLovers. Mercedes Migoya, que desborda energía positiva en cuanto abre la boca, acaba de ser reconocida como Mujer Prestosa 2024, un galardón concedido por la Asociación Mujeres de Empresa.
-Has entrado a formar parte del Club de Mujeres Prestosas. ¿Qué te ha hecho brillar con luz propia?
-Es un premio que me ha hecho mucha ilusión. Que me hayan reconocido mujeres, que además son empresarias y saben lo que supone todo esto pues presta todavía más. Y si encima son de mi tierra, ni te cuento.
Pues son varias las facetas en las que se reconoce a la Mujer Prestosa: que inspires a otras mujeres, ser ejemplo de perseverancia, crear un buen ambiente laboral en tu entorno, el trato con los pacientes, el sentido del humor, la parte solidaria y de compromiso social, la empatía…
-También recibiste el Premio Farmacia Destacada 2023 en la primera edición de los Premios Excelencia Farmacéutica. ¿Cómo se mide el éxito en una farmacia?
-Esta es una farmacia con historia, la fundó mi abuelo en la calle Jovellanos (Oviedo) hace más de ochenta años y ha conseguido adaptarse a los tiempos, reinventándose en cada momento. A ello sumas que ofreces servicios distintos, muy profesionalizados, y en base a este trato se ha creado una comunidad en Instagram que en realidad son mis clientas, ellas se autodenominan las #MiGoyaLovers. No es una comunidad digital ni de redes sociales, son pacientes que acuden a mí para personalizar un tratamiento de la piel, asesorarse en la menopausia, o de cualquier otro problema. También valoraron el trato con el resto de los compañeros y mi compromiso con la salud desde todas las vertientes. Recoger ese premio fue uno de los días más bonitos de mi vida. Ambos galardones dan importancia a lo que para mí es más importante, la parte humana.
-¿A qué le llamas tú reinventarse?
-Mi abuelo fundó la farmacia en los años cuarenta que era la postguerra, luego entró mi padre, y los tres hermanos hemos pasado por aquí hasta que al final me quedé yo de titular. Mi abuelo eran un gran emprendedor, mi padre añadió la óptica hasta que salió del establecimiento por cambios legislativos; hemos vivido postguerra, crisis económica y pandemia.
Además de ir profesionalizando los servicios que hacíamos, hemos añadido otros a lo que sumamos el tema de las redes sociales. Nos hemos ido transformando, reinventando sin perder nuestra esencia y lo que es nuestra forma de trabajar.
-Cuéntame cómo nacen los talleres solidarios. ¿A quiénes van dirigidos?
-Estoy especializada en dermofarmacia y hago consultas privadas de media hora para estudiar cómo está una piel, qué necesita, o personalizar una rutina. Ese servicio había crecido porque surgían muchas dudas sobre cómo se utilizaban las cremas, qué producto iba antes, cuando utilizar Retinol (antiarrugas y antimanchas)… Me preguntaba tanta gente en el mostrador que, para no repetir lo mismo, pensé en dar unos talleres en principio como para seis personas, luego fueron diez, doce… Eran muy divertidos y siempre diferentes: sobre distintas rutinas y marcas. Luego se reunían mujeres que no se conocían entre ellas, y eso les daba mucha libertad y se pasaban un rato muy agradable, se sentían bien autocuidándose.
Empezamos en enero de 2019 y como se hacían tantos talleres gratuitos, pensé en poner una entrada solidaria de 5€ y destinar lo recaudado cada mes a una causa solidaria. Durante la pandemia los talleres fueron casi diarios y se apuntó tanta gente que aterrizar todo aquello a nivel físico, reunir a tantas personas, era difícil. En septiembre de 2021 hicimos el primer evento grande, acudieron 150 personas y aumentamos el donativo a 10€.
-¿Eres tú quién elige esas causas solidarias?
-Sí. El año pasado lo recaudado fue para Germán Rodríguez, el pediatra de Mieres (Asociación Humanitaria Sira) que todos los años viaja a Guatemala un mes para atender a los niños de los poblados. También colaboramos con la Fundación Dravet y la Asociación Movember.
-Dices que tu tribu no para de crecer. ¿Quiénes son?
-Mis clientas. Hay alguna que vive fuera y viene los fines de semana o en vacaciones. Pero son todas de Asturias. Gente que acude a la farmacia y le gusta el tú a tú. Soy poco digital. Me gusta el contacto y trato personal. Son las que acuden a los talleres, las que vienen a consulta de piel, de menopausia, una gran familia que sigue creciendo. A partir de septiembre tendremos que buscar una nueva ubicación porque ya no cabemos. Ese es mi mayor éxito, tener a toda esa gente que me sigue en lo que haga y que además les gusta colaborar en los proyectos solidarios. Juntas podemos hacer muchas cosas.
-En la farmacia trabajáis un grupo de ocho personas entre los que se encuentra ‘Gonza’, un joven con Síndrome de Down, que decís que es el pilar fundamental del equipo. ¿Cómo habéis consolidado este equipo?
-Los tres técnicos que trabajan conmigo llevan a mi lado lo que ha sido toda mi vida laboral. Las farmacéuticas es más difícil que se queden, cuando tienen oportunidad quieren comprar una farmacia y eso lo entiendo. Las que tengo ahora están durando bastante. Luego tenemos a ‘Gonza’ que va a hacer cinco años aquí. Priorizo la parte humana porque aquí pasamos muchas horas juntos y nos tenemos que llevar bien, tomarnos las cosas con humor, y en ese sentido ‘Gonza’ humaniza todo lo que le rodea. Valora cosas que nosotros damos por sentado, como firmar la nómina o la cesta que recibe por Navidad. Siempre tiene una sonrisa para regalar y un sentido del humor a flor de piel. A nivel laboral es muy resolutivo.
-Eres madre de tres hijos, ¿es fácil combinar la maternidad con tu profesión?
-Es muy difícil y creo que nadie te dirá lo contrario. Siempre surgen imprevistos, los horarios son de locos. Ahora mis hijos van siendo mayores, el primero cumple 19, la niña 17 -empiezan a volar solos- y luego una de 10 años. Aún tengo una logística un poco complicada. Voy capeando el día a día con lo que va surgiendo. La verdad es que llegas a casa y no dejas de trabajar, mi cabeza siempre está creando, a veces tengo la sensación de que no puedo dar el cien por cien en la farmacia y tampoco en casa. Parece que no llegas a todo, por eso entreno para llevarlo bien, aunque te confieso que, a pesar de que he hecho avances, aún no lo he conseguido.
-¿Qué es lo más gratificante de tu trabajo?
-El trato con las personas. No hay nada más bonito que la gente te escriba por Instagram o que vengan a la farmacia para decir que lo que les diste ha ido fenomenal (producto o consejo); el poder ayudar a mejorar la calidad de vida de las personas me llena por dentro. Me gusta cuando además de darte las gracias por la consulta, por escuchar, por el consejo, añaden lo bien que se lo han pasado contigo el rato que hemos estado juntas. A través de las redes nunca podrías dar un abrazo para consolar, te pierdes el lenguaje no verbal, una mirada. Cada día agradezco que todas esas personas me hayan abierto la puerta de sus vidas y lo hayan querido compartir conmigo.
-¿Consideras que tu éxito, tu forma de hacer farmacia, es extrapolable a otras farmacias o es marca personal?
-Me hace gracia lo de la marca personal porque estuve haciendo un poco de rebranding y los que se dedican a esto de unificar la marca -tipografía, colores, mensaje- me decían que yo era una marca personal. Y es que veces no te das cuenta de lo que transmites. Yo creo que se trata de crear una farmacia asistencial, que ofrezca muchos servicios enfocados al paciente. Si el trato con el cliente no es lo que más le gusta al titular de la farmacia, que busque en el equipo gente que valga para esas cosas que siempre la hay. Dedicar un tiempo a la solidaridad, a crear un proyecto o colaborar con alguno. Y, añadiría una cosa más, incluir en el equipo a una persona con Síndrome de Down, que se pongan en contacto con asociaciones. No se pueden imaginar lo rápido que aprenden, la cantidad de trabajo que quitan. Ha estado ‘Gonza’ de vacaciones y el equipo contaba los días para que se incorporara a trabajar. Es quien recoge los pedidos de los almacenes, los recepciona y coloca los productos en los cajones para que el resto del equipo vaya haciendo otras cosas. En una persona imprescindible en nuestra farmacia.
-¿Cómo es la boticaria en familia? ¿Qué haces para desconectar?
-Intento desconectar, pero tengo un problema y es que me apasiona mi trabajo. En septiembre tendremos un gran evento y eso para mí es adrenalina pura. Sigo pensando, organizando, creando, es un día muy bonito con muchas clientas a las que quiero mucho y te confieso que me cuesta desconectar. Cuando me hace falta, sí, lo hago, aunque teniendo chavales es complicado, cuando sean un poco más mayores, libres y con la vida más hecha, a lo mejor me relajo más.
-A parte de todo lo que haces, ¿hay alguna aventura más en la que te gustaría embarcarte?
-Creo que no. He hecho tantas cosas tan seguidas que ahora lo que me apetece es hacer crecer lo que he puesto en marcha y disfrutarlo. Estoy intentando reducir un poco los días de consulta para volver al mostrador, a disfrutar con la gente. Le dedico también mucho tiempo al estudio para poder dar mejores consejos. Si me meto en otras cosas dejaría de disfrutar este momento. Somos sanitarios y tenemos que estar poniéndonos al día continuamente. Las redes van muy rápido, la gente busca y tú tienes que informarte también. Tienes que ser una autoridad para la desinformación.
-¿Crees que las farmacias están infravaloradas en el sistema sanitario?
-No lo creo, pero eso dependerá de la persona a quien preguntes. Pienso que hay cosas que sí podían mejorar, reivindicaciones que hemos hecho los profesionales hace tiempo. No puede ser que si yo no tengo un antibiótico para una persona porque está en desabastecimiento y se lo han recetado en cápsulas, no pueda darle al paciente ese mismo medicamento, pero en sobres. Creo que eso es un atraso. No hablo de cambiar un medicamento sino de sustituir una pastilla por un sobre. Cara al público considero que estamos muy valorados como profesionales y eso es lo más bonito. Si nos dieran un poco más de autoridad, mejoraría mucho más la vida de los pacientes.
-Reconocen que eres una mujer que inspira. ¿Recuerdas qué decisiones que no han resultado como esperabas te han aportado un mayor aprendizaje?
-Siempre quise ser farmacéutica y mi sueño fue quedarme en esta farmacia. Me daba igual si era sola o con mis hermanos. Cuando terminé la carrera, como mi padre tenía aquí la óptica, me animó a hacer la especialidad. Lo hice más que nada por él porque no me gustaba nada, hasta el punto de que los tres cursos los estudié en dos años para terminar antes. Regresé a la farmacia, y el día en que la óptica se independizó como negocio, toda la zona que estaba con gafas pasó a estar con cremas y empezó mi otra vida. Hay que saber entender los consejos que nos dan nuestros padres, en el fondo lo hacen para asegurarnos la vida, pero hay que saber escucharse. De los errores he aprendido muchísimo. Ahora creo que tengo entre manos un proyecto muy chulo y me gustaría disfrutarlo."
"Camilo de Blas es una confitería fundada a mediados del s.XIX en León por don Camilo de Blas Heras (Palencia, 1849). Desde los inicios de su historia tiene como actividad principal la venta de productos de confitería, y como actividad secundaría la venta de delicatessen y productos gourmet.
La tienda de León se abre en 1876 en la Plaza Carnicerías, trasladándose al año siguiente a la C/San Marcelo (hoy Ancha). Miguel de Blas, hijo de Camilo hereda el negocio, y tras su fallecimiento la tienda de esta ciudad desaparece.
En febrero de 1914 Camilo de Blas abre a su segundo hijo José una tienda en Oviedo, instalándose en la C/Jovellanos y que se mantiene intacta hasta nuestros días. Este local ha ido traspasándose a las siguientes generaciones, hasta llegar a la quinta generación que actualmente ya está incorporada al negocio familiar. En 1915, Camilo abre otra tienda a su tercer hijo Julián en Gijón, que hoy en día ya está cerrada.
En 2016 la cuarta generación de la familia inaugura una nueva tienda en Gijón en la C/Covadonga nº24.
Y así nace el carbayón
En 1924, el Alcalde de Oviedo encarga a José de Blas la creación de un dulce que represente a Oviedo en la Primera Feria Internacional de Muestras de Gijón. Este pastel de hojaldre, almendra y yema se bautiza como Carbayón, en honor al nombre de un roble centenario (“carbayu” en asturiano), y que es el gentilicio popular de los ovetenses. Hoy en día el Carbayón es un dulce emblemático de la ciudad de Oviedo y que se comercializa en todo el Principado, son muchos los establecimientos que han versionado la receta original de Camilo de Blas.
En 1929 la tienda de Oviedo sufrió uno de los mayores incendios sucedidos en un área comercial en Asturias. Fue restaurada manteniendo intacta toda su fachada, y conservando el mostrador de mármol de Carrara y sus características columnas, consiguiendo que el local se mantenga a día de hoy exactamente igual que en 1914...
Una confitería de película
En 1975 la confitería Camilo de Blas dio el salto a la gran pantalla, siendo escenario del rodaje de la película «¡Jo, papá!». En este mismo periodo, la confitería se convierte en un improvisado plató, donde se rueda un programa dedicado al consumo, en el que se sigue paso a paso la elaboración del turrón artesano.
Camilo de Blas se convirtió además en plató cinematográfico para la película ‘Vicky Cristina Barcelona’ de Woody Allen (2007). Scarlett Johansson, Rebecca Hall y Javier Bardem grabaron una escena de la afamada película en la tienda de Oviedo, donde pudieron deleitarse con algunas especialidades.
En 2008, la actriz estadounidense Gwyneth Paltrow recorrió España en compañía del chef Mario Batali y el crítico gastronómico Mark Bittman, para dar a conocer lo mejor de la gastronomía y la cultura del país, en un viaje que se plasmó en la serie de televisión «Spain on the road again», presentando la elaboración de los carbayones en el capitulo 110 “Gawking at Gaudí and Asturian Adventures”.
"Camilo de Blas es una confitería fundada a mediados del siglo XIX en León por don Camilo de Blas Heras. Desde los inicios de su historia tiene como actividad principal la venta de productos de confitería, y como actividad secundaría la venta de delicatessen y productos gourmet.
En febrero de 1914, Camilo de Blas abre a su segundo hijo José una tienda en Oviedo, instalándose en la calle Jovellanos y que se mantiene intacta hasta nuestros días. Este local ha ido traspasándose a las siguientes generaciones, hasta llegar a la quinta generación que actualmente ya está incorporada al negocio familiar. En 2016, la cuarta generación de la familia inaugura una nueva tienda en Gijón en la calle Covadonga. Actualmente, su mayor reto es conseguir que la gente joven se forme en este maravilloso oficio. La dirección ve claro ajustar horarios en la medida de lo posible, pero manteniendo la misma calidad de siempre, por lo que asegurar "querer trasladar nuestros conocimientos a las nuevas generaciones, y en un mundo en constante cambio, tenemos la oportunidad de ser una referencia en tradición y “savoir faire”".
Paloma de Blas, directora de la confitería y la quinta generación que regenta este negocio asturiano, cree en el potencial de salir fuera para regresar a Asturias con más formación.
–¿Qué le diría a la juventud asturiana para que desarrollen su vida profesional y/o para animarles a ser emprendedores en Asturias?
–Esto es algo muy personal. En mi opinión, es enriquecedor salir fuera y formarse, ver otras cosas...Y después poder volver y llevar a cabo un proyecto en tu tierra en el que puedas aplicar todo lo aprendido. Si esto funciona, vivir y trabajar en Asturias es un lujo.
–¿Cómo ve el futuro de Asturias y en qué materias debemos apostar para ser una región atractiva para las empresas?.
–Me gusta ser optimista y pensar que la calidad de vida que tenemos aquí va a atraer talento joven, sin embargo la realidad actual es que la población está envejecida. Considero que para lograr un cambio económico debe haber primero un cambio social e invertir en proyectos que retengan a los jóvenes, pero eso ya se lo dejo a los políticos."
"José Juan de Blas Nut (Oviedo, 1950) es la cuarta generación de Camilo de Blas. Ameno, entregado a su casa, amable y muy orgulloso del legado recibido y del que deja a su hija Paloma como quinta generación. «Me dio mucha alegría que estando ya trabajando fuera, decidiera volver para trabajar conmigo aquí», le agradece.
-Felipe VI come bombones de Camilo de Blas en Mallorca. ¿Honor y promoción?
-Sí, claro. Cuando estuvo aquí el chef José Andrés para recibir el Princesa de Asturias hace unos años vino a hacer un reportaje a la tienda y estuvo hablando con mi hija Paloma. Ahí comenzaron los contactos con Pascual Cabaño de la quesería Rey Silo y más tarde con Tino Helguera para hacernos bombones de gran categoría. Ya teníamos en la cabeza hacer un bombón con el queso. Así que sacamos dos tipos de bombones, uno Rey Silo y otro nuevo con el nombre de la madre de José Andrés, «Mamá Marisa». Los presentamos en la Copa del Rey de Vela en Mallorca y a Felipe VI le gustaron mucho. De hecho, salían a navegar con los bombones.
-¿Cómo ha repercutido en su centenario negocio la subida generalizada de precios?
-Nosotros no hemos subido el precio, pero hay que planteárselo porque todo ha subido. Estamos intentando manejar los precios porque hay que ajustarse, pues tampoco vamos a trabajar para el inglés. De todas formas, más que pensar en subir mucho el precio creo que será mejor ajustar más los márgenes porque hay que mantener el carro en movimiento o esto se va al fondo. La ventaja que tenemos en Camilo de Blas es que tenemos una clientela de 108 años, y eso ayuda mucho en estos tiempos complejos a la hora de vender. La referencia de sabor somos nosotros y eso no debe cambiar.
-¿Cuántas generaciones al mando del negocio?
-Con mi hija Paloma, la quinta, así que yo soy la cuarta. Mire, el negocio ya no es nuestro, es de la gente de Oviedo. Yo soy el que lo vigila y estoy obligado a mantener la calidad y el sabor de Camilo de Blas.
-Ustedes inventaron el Carbayón para ir a la Feria de Muestras en 1924, ¿qué inventaría para este año?
-En aquellos años el Ayuntamiento le pidió a mi abuelo un pastel para representar a Oviedo en la Feria de Muestras. Él y su maestro pastelero hicieron muchas pruebas hasta que quedaron contentos aunque no sabían qué nombre ponerle. Eso se solucionó en una tertulia de la rebotica de la farmacia de enfrente de la tienda. Eso de volver a inventar ya lo hicimos hace cinco o seis años cuando nos volvimos a plantear y con una idea, creo que bastante afortunada, como es el helado de Carbayón. Fue un gran éxito.
-Una pastelería con el aire acondicionado a 27 grados, ¿qué le parecen estas medidas de ahorro de energía?
-Las máquinas de frío no son aire acondicionado así que esperamos que nos permitan mantener las cámaras.
-Dicen los hosteleros que hay muchos turistas, pero que gastan menos. ¿Lo nota?
-Los carbayones son lo que tira de la confitería y siguen teniendo un poder de atracción enorme. Tenemos un buen mes de agosto. Cuando aciertas de verdad con un producto, el producto se hace eterno y funciona siempre. Parece mentira que el Carbayón acabe de cumplir ya 98 años.
-Existe un boom de apertura de establecimientos de bollería industrial, ¿les han hecho daño?
-Hace unos años surtíamos de bollería de calidad a más de 200 cafeterías, pero empezamos a perder clientes porque la bollería barata empezó a triunfar. Todo esto depende de lo que tú quieras en tu negocio. Si solo piensas en el precio, serás una cafetería más. Yo creo que deberías querer un poco más a tu negocio, siendo exigente, porque se ha perdido la capacidad de exigencia y, por eso, el público cada vez busca menos la calidad.
-Pese a que es un negocio de los más tradicionales de la ciudad, ¿renovarse siempre?
-Por supuesto, hace unos años abrimos una tienda en el Calatrava buscando acercar la marca Camilo de Blas a la juventud porque estábamos buscando una clientela que en Jovellanos no conseguíamos. No funcionó pero seguimos en ello. Además, si no estás en las redes, no existes, y ahí nos hemos embarcado, aunque ese mérito es todo de mi hija, que a mí ya me supera un poco.
-Una nueva clientela puede aparecer con la llegada del AVE...
-¿Llegará algún día? No estoy seguro (sonríe).
-Dice la ministra de Transporte que para la primavera de 2023.
-Cuanto más rápido nos comuniquen, mucho mejor. El caso de León es claro, el AVE lo ha puesto más en el mapa. No creo que nos beneficie tanto como a León porque estamos más lejos pero va a ser importante para Oviedo y para Asturias. Es una pena, con lo que hemos sido. Mire, Asturias siempre fue muy importante en España. De hecho, en muchos casos 'hacer las américas' era venir a vivir y trabajar en Asturias."
Y aquí tenemos con las maravillas de la repostería ovetense: los carbayones, apodo de los habitantes de la ciudad por causa de un gran carbayón o roble grande que había en la calle Uría, arteria que comunicaba la población antigua con la Estación del Norte y que se derribó tras larga polémica en 1879 alegándose molestias al tránsito
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Foto: Carbayones Camilo de Blas |
"Los carbayones son un dulce típico asturiano, más concretamente de Oviedo, de donde toman su nombre, ya que carbayones es como se llama coloquialmente a los ovetenses por un determinado roble (carbayu en asturiano) que estaba situado en la calle Uría, en el centro de la ciudad. En el lugar en el que estuvo hay actualmente una placa conmemorativa que recuerda el emplazamiento de este legendario árbol.
El dulce fue creado en el primer tercio del siglo XX. Entre 1920 y 1923 José de Blas, titular de la confitería Camilo de Blas, encarga a su maestro obrador, José Gutiérrez, que elaborara un dulce que representara a la ciudad de Oviedo. Ese dulce, el carbayón, sería dado a conocer en la primera Feria Internacional de Muestras de Asturias que tuvo lugar en Gijón en 1924.
Características:
Consiste en una masa de hojaldre en tres pliegues rellena de una mezcla de huevo, almendra molida, coñac o vino dulce y azúcar, básicamente, y cubierta de un almíbar hecho a base de agua, zumo de limón, azúcar y canela."
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Foto: Carbayones Camilo de Blas |
"Almendra molida, azúcar, huevo y un almíbar, tan fino como eterno, con agua, zumo de limón, azúcar y canela. Así de sencillo, así de exquisito…y de imitado. Convertido en uno de los abanderados de la repostería ovetense, y eso es mucho decir, teniendo en cuenta la predilección llambiona de Oviedo, y de Asturias, el legendario carbayón de Camilo de Blas sigue siendo hoy un tótem confitero.
Quiso la ironía que fuera una familia de leoneses las que sentaran las bases de la que es hoy la confitería más antigua de Oviedo. Sería Camilo de Blas el que iniciara aquella odisea, con tres hijos desperdigados por el noroeste español. Gijón, León y, por fin, Oviedo, serían los puntos por los que su prole se esparciría.
Allí, en Oviedo, se cimentaron en azúcar, almendras y mieles unas bases culinarias que hoy convierten la confitería Camilo de Blas en un peregrinaje gastronómico desde 1914. Sin embargo, habría que esperar una década a que se alumbrase el gran hito de la casa: los míticos carbayones.
Con José de Blas al mando, hijo del patriarca, se formaría aquella inusual mezcla de almendra, huevo y azúcar, distribuido en tres capas, y al que bañar con una delicadísima glasa que hoy, como se hacía hace 100 años, se sigue repartiendo a mano y de carbayón en carbayón.
Lo explica Paloma de Blas, miembro de la quinta generación de esta saga confitera que ha expandido el nombre del carbayón por el mundo. Un hito que hace que muchos se pregunten si a los ovetenses se les conoce como carbayones por la impronta de los De Blas.
Carbayones, una leyenda desde 1924
"No, no. Vino antes el mote de carbayones", explica el guía turístico David Estévez, refiriéndose a un antiguo carbayón –roble, en asturiano– situado en la calle Uría y que fue talado en 1879. Su fama era tal que el concepto se inoculó en el ideario colectivo ovetense, adoptando así el apodo de carbayones.
"Mi bisabuelo José junto al pastelero José Gutiérrez idearon el carbayón para una feria internacional de muestras que se celebró en Gijón en 1924", explica Paloma desde el mostrador, también centenario, de la confitería que ahora regenta.
La primera mujer en hacerlo, aunque sus derroteros laborales la llevaron antes por la química y la cosmética, mimbres que le han valido para comprender buena parte de lo que se gesta en el obrador de Camilo de Blas. "Al final, sabes que hay ciertos razonamientos que te hacen entender por qué se comporta de una determinada manera un chocolate o por qué un almíbar cristaliza", explica.
Un ultramarinos goloso casi museístico
Sin embargo, la confitería Camilo de Blas es mucho más que una confitería. No solo porque su interior, detenido en el tiempo, con celosías, azulejos de época y columnas de acero art decó, merezca la consideración de museo. "Cuando se imagina Camilo de Blas en sus orígenes hay que interpretarla también como una tienda de comestibles. De hecho, en la fachada ponía ultramarinos finos", indica Paloma. Una tienda gourmet adelantada a su tiempo que, sin embargo, ha triunfado por la pastelería, en especial del mítico carbayón.
"Parte de su éxito es que viaja muy bien", indica Paloma, mientras sirve una remesa de carbayones del día. "Pueden aguantar un mes sin nevera, que no es muy habitual en repostería o pastelería", puntualiza. Lo que ha permitido que desde hace décadas, los carbayones se convirtieran en souvenir gourmet dentro y fuera de España.
De crisis e historias familiares
Un ejemplo de marketing y de know how antes de que España utilizase ambos términos por doquier. Y también de fidelidad y marca. "En el obrador tenemos trabajadores que llevan con nosotros 40 años", confiesa Paloma, que también tiene un guiño para todos esos pasteles que salen también a diario del obrador.
De crisis e historias familiares
"Tenemos muchísimas referencias, algunas que incluso ya no preparamos, pero a veces viene un cliente de siempre, acordándose de él, y preguntamos en el obrador si alguien recuerda la fórmula y lo hacemos", añade.
Una fidelidad que, sin embargo, también ha pasado por sus malos momentos. "El peor trago de la empresa fue en la crisis de 2008. Entre 2008 y 2013 fueron años durísimos", recuerda. También la crisis del Covid-19 hizo estragos, pero los carbayones seguían saliendo. "La tienda online funcionó muy bien y creo que es uno de nuestros pilares porque llevamos con comercio digital desde 2016", sostiene.
Aquello salvó las cuentas de Camilo de Blas que ahora, con los 100 años del carbayón en ristre, planea editar un libro sobre su historia. Las cifras, si las multiplicásemos, abrumarían. "Hoy hacemos unos 400 carbayones al día, todos a mano", indica Paloma. Pero en agosto, cuenta, "se hacen 1.000 diarios".
Navidad, Pascua, verano… Determinadas fechas se multiplican en el calendario de Camilo de Blas. En cuanto a la receta, se sincera: "Es de dominio público. Hojaldre, crema de almendra marcona entera, yema de huevo y luego la capa de azúcar de palote". A partir de ahí, la maestría de pasteleros que llevan trabajándolo décadas. "Lo más complicado es el azúcar de palote, pero en el obrador todo el mundo sabe hacer carbayones", cataloga sobre su buque insignia.
Una quinta generación con rostro de mujer
Respecto a la responsabilidad, Paloma se sincera. "Yo soy oficialmente la primera mujer de cara al público, pero la realidad es que mi abuelo ya trabajaba con sus hermanas", ilustra. Junto a ello, ser fiel a un legado. "Lo primero de todo es el personal y la responsabilidad con el negocio. Esta gente me ha visto crecer y tengo una responsabilidad con ellos", considera.
"Aunque haya una evolución, no podemos bajar la calidad. A veces oigo que heredar un negocio familiar es fácil porque está todo hecho, pero es un peso enorme por lo que tiene de sentimental", razona Paloma, que acudió a la llamada confitera en 2018, aparcando su carrera en la industria cosmética.
A partir de ahí, sus recuerdos se subliman en idearios dulces que se han capilarizado en las cabezas de miles de ovetenses. Carbayones, duquesitas, las florentinas, el dado, la casita, el nido, el milhojas de frambuesa, sus chocolates…
Y, mientras tanto, Paloma de Blas se encarga, casi como si se tratase del mítico gatopardismo, en que todo cambie para que nada cambie. "Camilo de Blas es una institución y como tal se debe mantener", cuenta.
Aunque también deje guiños a la modernidad para, por ejemplo, haber alumbrado los minicarbayones. "Son exactamente iguales, pero un poquito más pequeños", remata."
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Foto: Carbayones Camilo de Blas |
"En 1924, el gentilicio oficioso de Oviedo era carbayón en honor a un roble centenario (carbayu en asturiano) situado en la calle Uría. Un siglo después, sigue siendo el mismo, pero el imaginario popular ya no lo asocia a ningún árbol, sino a un pastel, el carbayón, que aquel año empezó a elaborar la confitería Camilo de Blas y acaba de cumplir su centenario convertido en emblema de la ciudad y con récord de ventas.
El aniversario lo celebraron el 15 de agosto, día de la fiesta de Begoña, cien años después de la primera Feria Internacional de Muestras de Asturias, celebrada en Gijón en 1924. La confitería ya sumaba una década de historia, fundada en 1914 por Camilo de Blas, y era referente en Oviedo. Al frente estaba ya su hijo, José de Blas, y el alcalde les encargó que ideasen un producto para representar a la ciudad.
Crearon el carbayón y lo bautizaron así por ese gentilicio. José Juan de Blas es la cuarta generación, bisnieto del fundador y nieto del artífice de su producto estrella, y rememora la historia que le ha llegado como parte del legado familiar. “No sabían qué nombre ponerle, estaban en la botica y alguien dijo: vamos a ir a Gijón con un producto de Oviedo;¿cómo nos llaman a los de Oviedo?”.
En ese momento, empezaron a escribir su propia historia y la de su ciudad. “Ahora hemos conseguido suplir al genérico, la gente ya no se acuerda del árbol, cree que nos llaman carbayones por el pastel. Eso es un triunfo ya”, presume José Juan, que dejará el negocio en manos de la quinta generación de la saga, su hija Paloma de Blas.
Pasa el testigo en un momento dulce. “Ha cumplido 100 años y se ha vendido más que en toda su historia. Ha alcanzado los 100 años en plena juventud”, y convertido en un referente de la repostería tradicional asturiana, incluso como protagonista de un romance popular. Cada día, despachan una media de 500 y en verano, Navidad o durante la feria llegan a superar los mil.
El secreto
Base de hojaldre cubierta de una crema artesana de almendra marcona, bañado en una capa de yema y terminado con un baño de azúcar que le aporta aspecto brillante y sabor crujiente. La receta original nunca la han ocultado y, sin embargo, aunque le han salido muchas versiones, nadie ha conseguido igualarles.
¿El secreto? “Tienes que identificarte con lo que estás haciendo, saber cómo trabajarlo en cada momento, saber cómo puede evolucionar y saber darle lo que necesita”. El momento más delicado es buscar el punto del azúcar de palote para que coja muy poca densidad, “no es lo mismo un azúcar gordo que comes y es un cristal a algo delicado que se deshace”.
Usar ingredientes “de muy alto nivel” es fundamental y cada año le resulta complicado conseguir una almendra marcona que les permita replicar la receta familiar, pues no toda da el mismo resultado. Son “pequeños matices” que convierten el producto en único e inolvidable.
Consciente de que forma parte del imaginario popular, la saga De Blas no oculta cierto malestar por el hecho de que en la comida oficial que ofrecieron los Reyes en octubre con motivo de los Premios Princesa de Asturias si sirviese un carbayón que no era el auténtico. “Yo no quiero que me los compres, pero búscame a alguien que sepa hacerlos, no me puedes poner ingredientes que yo no utilizo, que si coñac, que si limón… Estás usurpando un nombre y no haces un producto digno”.
En Camilo de Blas siguen elaborándolo exactamente igual que hace 100 años y vendiendo por separado carbayón a carbayón, aunque también se adaptan a los nuevos tiempos, con elaboraciones más pequeñas o a medida: “Vienen y nos piden: un carbayón para 12”.
Carbayones por el mundo
Aguanta fresco un mes, facilitando la exportación. Por internet, lo envían a toda Europa y, en cada período vacacional, llegan clientes fieles que, de regreso a casa, lo llevan como recuerdo. A modo de souvenir gourmet y dulce. “Todo el mundo lleva carbayones cuando vuelve y, en cuanto los lleva una vez, ya no le dejan volver a su casa sin él”.
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Foto: Carbayones Camilo de Blas |
"Aunque en la actualidad tienen dos tiendas en Oviedo (tienda que visitamos durante Feminas) y una en Gijón y puntos de venta repartidos por toda España, acudir al obrador original de la calle Jovellanos es parte de la tradición.
Se conserva como la tienda de comestibles que era en sus primeros años y bebe de una tradición que incluso es anterior a su apertura, pues Camilo de Blas había fundado en León su primera confitería en 1876 y abrió la de Oviedo en febrero de 1914 para su segundo hijo, José, que luego crearía esta singular mezcla de hojaldre, almendra y yema.
La intención es preservarla. “Yo creo que tenemos un deber moral, no solo con la familia, porque, cuando eres la cuarta generación como yo, no me atrevería a cambiar nada, por respeto, sino incluso con la gente porque tus clientes, que desde niños lo conocieron así, no te permitirían el lujazo de tirarlo por tierra”, asegura José Juan de Blas, fiel al legado familiar.
El producto les ha dejado momentos emotivos, como un encuentro con una chica que le relató sus recuerdos cuando acudía con su padre de niña a comprar pasteles cada domingo y cómo su progenitor, ya mayor y con Alzhéimer, recordaba su sabor. “Cuando le puse el pastel en la boca, dijo: Camilo de Blas”.
La tienda sufrió en 1929 uno de los mayores incendios en un área comercial en Asturias, pero se restauró manteniendo intacta su fachada, el mostrador de mármol de Carrara y sus características columnas. Hoy en día, entrar es como un viaje en el tiempo.
Esa estética incluso ha llegdo a la gran pantalla. En 1975 fue escenario del rodaje de la película ‘¡Jo, papá!’ y plató de rodaje de un programa dedicado al consumo y en 2007 Woody Allen se fijó en el local para su película ‘Vicky Cristina Barcelona’, con Scarlett Johansson, Rebecca Hall y Javier Bardem.
Su fama creció gracias a proyectos como el de la actriz estadounidense Gwyneth Paltrow, que en 2008 hizo parada en esta confitería en su recorrido por España en compañía del chef Mario Batali y el critico gastronómico Mark Bittman, para dar a conocer lo mejor de su gastronomía en la serie de televisión ‘Spain on the road again’.
El carbayón convirtió la confitería en emblemática y ahora conservan la fama también gracias a otros productos, como las duquesitas, aros de mazapán de almendra Marcona rellenos de yema y bañados en azúcar de palote de muy poca densidad que siguen elaborando siguiendo la receta original de hace más de un siglo. Conocidas en Gijón como princesitas, y coetaneas de su pastel de referencia, también han convertido en uno de los dulces más clásicos de Asturias."
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Foto: Carbayones Camilo de Blas |
"Ahí está el aroma de la ciudad, capaz de alegrar a la vieja Vetusta dormida y de despertarla y ponerla en pie. Son los bombones, los carbayones y el vermut productos tan acabados y prestigiosos que abren hasta las puertas mejor guardadas."
"Cuando uno ya ha cumplido 110 años poco le queda por explicar de sí mismo. Es lo que le ocurre a la confitería Camilo de Blas, merecedora de la Caldereta a la Trayectoria, galardón que José Juan de Blas, cuarta generación al frente, quiso hacer extensible en forma de homenaje a «todos los que han llegado hasta aquí con nosotros, incluyendo a nuestros clientes».
Tanto José Juan como su hija Paloma, quinta generación de la confitería que Camilo de Blas abrió en 1914 en Oviedo para su segundo hijo, José, entienden que «si quisiéramos cambiar algo, bien sean nuestros sabores o aromas, no nos lo permitirían». Por eso se mantienen fieles a la tradición pero sin parar de innovar. Y también por eso agradecen un premio que va más allá, pues «reconoce los casi 150 años de historia que la familia lleva dedicada al dulce», ya que antes que en Oviedo, el fundador abrió una confitería en León en 1876.
«Cuando heredas negocio, no puedes fallar a los ovetenses, eres el que cuida de que esto se mantenga, de lo contrario nadie te lo va a perdonar», entiende la familia, que recientemente ha abierto una academia de pastelería «para aficionados».
Y puestos a celebrar fechas redondas, su emblemático pastel, el carbayón, una base de hojaldre cubierta de crema artesana de almendra Marcona y acabado con yema, cumple 100 años. En 1924 se lo encargó el Ayuntamiento de Oviedo a José de Blas, para degustarlo en la primera Feria Internacional de Muestras de Gijón. El resto es historia, igual que la decoración de la tienda ovetense."
"Casa Camilo de Blas es una confitería fundada en 1876, en León, por don Camilo de Blas Heras. Desde los inicios de su historia tiene como actividad principal la venta de productos de confitería, y como actividad secundaría la venta de ultramarinos y bebidas.
En febrero de 1914 se abre la primera confitería Camilo de Blas en Oviedo, instalándose el obrador en el número 21 de la calle Jovellanos, que regentaría D. José de Blas Alonso. Simultáneamente se inaugura la confitería Camilo de Blas en Gijón, situada inicialmente en el Paseo Alfonso XII (hoy de Begoña) y a finales de los años 30 en la calle Corrida, a cargo de D. Julián de Blas Alonso.
En 1924, D. José de Blas Alonso indica a su maestro obrador D. José Gutiérrez, la creación de un dulce que se identifique con los ovetenses. Este dulce será conocido como «carbayones», cuya patente pertenece a Camilo de Blas SA. Ese mismo año, tanto los «carbayones» como los dulces conocidos como «duquesitas» son presentados de forma oficial en la I Feria de Muestras Asturiana de Gijón.
El 12 de octubre de 1928 la confitería sufrió uno de los mayores incendios sucedidos en un área comercial en Asturias, originándose el fuego en la techumbre del edificio de casas, en cuyos bajos está el comercio, por haberse inflamado el hollín de una chimenea.
La fama de la confitería puede verse por ejemplo, en el hecho de que el escritor Luis Junceda, ganador del premio Ciudad de Murcia de 1969, mencione tanto a la confitería como a su producto estrella, los «carbayones».
Entre 1982 y 1986 la confitería Camilo de Blas dio el salto a la gran pantalla, siendo escenario del rodaje de la película «¡Jo, papá!». En este mismo periodo, la confitería se convierte en un improvisado plató, donde se rueda un programa dedicado al consumo, en el que se sigue, paso a paso, la elaboración del turrón artesano.
En 2014 se cumplirá el centenario de la apertura del establecimiento ovetense.
Una de las normas distintivas de la casa es el escrupuloso respeto por la calidad de los ingredientes y la bondad de las tradiciones. Conserva aun los mostradores originales de su primera apertura.
La Confitería Camilo de Blas es miembro fundador del Gremio de Artesanos Confiteros.
La empresa esta constituida hoy en día como Sociedad Anónima, y su obrador de confitería, almacén y despacho de venta al público históricos están ubicados en la calle Jovellanos"
"El artesano Felipe Prieto empezó a hacer cosas “con las manos” en la década de los años cuarenta. En la guarnicionerías de Jeijo y Cossent de Oviedo pidió sus primeros trozos de cuero para hacerse mocasines de cuero crudo al estilo de los nativos americanos:
“Había que adaptarse a lo que hubiere (…) Te vendían lo más barato, lo más tosco e inadecuado para lo que uno pretendía fabricar. Ni tú sabías lo que tenías que pedir ni ellos sabían lo que te tenían que dar.“
Hizo cinturones, estuches, fundas,… lo básico del cuero. Aprendió técnicas decorativas del cuero en Cossent a finales de los años cincuenta y los años sesenta, donde le enseñaron sobre todo a cortar, a perforar, a hacer los bordes y a coser, así como a conocer las herramientas. Esto lo combinó con sus estudios de magisterio y los comienzos de su docencia en pueblos del oriente asturiano.
Felipe Prieto trabaja como lector de español en Glasgow en 1969 y dirige allí el grupo de teatro de la Fundación de la Asociación de Lectores de Español. Además, asiste a clases de “Design Applied to Arts and Crafts” con Alexander Gaudi en la Art School de Glasgow y renueva muchas de sus ideas anteriores, sobre todo las relacionadas con la ornamentación en el diseño. Su trabajo se simplifica en apariencia; es menos decorativista, mejorando en cambio las estructuras internas, que son las menos entendidas y valoradas, aunque imprescindibles en un buen diseño.
En 1970 vuelve a Asturias y se ve obligado a compatibilizar la docencia con la creación artesanal en cuero, al mismo tiempo que se integra en el Grupo Erosión. En estos años setenta comienza la relación personal y profesional con su esposa Maribel Aguilar y surge la posibilidad de abrir una tienda taller en Oviedo, compatibilizada en los primeros años con su labor docente. Juntos fundan su emblemática tienda-taller Escanda en 1976.
Su ejercicio como maestro nacional en diversos pueblos del oriente asturiano llevó a Felipe Prieto a escribir “en el habla de la tierra”. Como consecuencia, en 1980 publica su único libro de poesía, Esbilla, escrito en bable oriental. Esbilla supuso un impacto en la sociedad asturiana de la época porque hasta ese momento los temas en asturiano eran amables, románticos,… Prieto inaugura el realismo social en bable oriental y pretende que la lengua asturiana se respete manteniendo las diferencias dialectales de cada zona de la región. Como consecuencia de Esbilla, la Academia de la Llingua Asturiana le ofrece ser Correspondiente de la citada entidad.
En 1982 Felipe Prieto abandona la docencia en la escuela para dedicarse plenamente a la artesanía del cuero con diseños que resultaron impactantes en la sociedad del momento. En esa época se convierte en el primer presidente asturiano del Consejo Asesor de RTVE. Mientras, su esposa se decanta por la creación de máscaras de cuero y el diseño de tapices, alguno de los cuales fue seleccionado por el grupo El Paso para las bienales de arte de Oviedo en esa década
De los años ochenta en adelante se consolida la firma Felipe Prieto en el sector y se realizan gran cantidad de encargos institucionales y piezas para personalidades destacadas. Tras haberse formado y crecido en el taller, Bruno Prieto, segunda generación de artesanos de la familia, continúa desarrollando la presencia de la marca a nivel internacional. La casa mantiene la filosofía de calidad artesana, atemporalidad e investigación en las técnicas del trabajo del cuero, consolidada en diseños propios."
«Yo déxovos mio voz pa semala fonda: / vuestros son la llabiega, el terrenu y la vida». Pese a dejar escritos estos esperanzadores versos, Felipe Prieto deja desolados a familiares, amigos y lectores tras su muerte. Maestro, artesano y poeta falleció ayer en Oviedo a los 73 años. Nacido en Zamora en 1941 pero asentado en Asturias desde sus primeros años, en un principio se formó para ejercer la docencia y así lo hizo en diferentes pueblos del oriente así como en el Baudilio Arce de Oviedo, pero sus inquietudes eran muchas y diversas. Perteneciente al colectivo literario Erosión, miembro correspondiente de la primera nómina de la Academia de la Llingua Asturiana y del consejo de TVE en Asturias en los años 80, pasó una etapa de su vida como lector de español en la Universidad de Glasgow, estancia en la que dirigió grupos de teatro al tiempo que comenzaba a interesarse por la artesanía a la que se dedicaría el resto de su vida en el taller ubicado en la céntrica calle Jovellanos de Oviedo con el nombre de Escanda. Pero fue su único poemario, publicado en 1980 con el título de 'Esbilla', donde reúne trece poemas escritos en la década de los 60 en apenas una veintena de páginas, el que le valió ser considerado una referencia en una literatura que ayer lamentaba su desaparición.
«Escribió poco. Pero eso poco era de lo poco que se podía leer en la primera época del Surdimientu. Siempre va a ser el gran poeta que pudo ser, en lugar del excelente poeta que fue», explicaba ayer Xandru Fernández. Para Xuan Bello es, «sin ninguna duda, el gran poeta» de esa promoción primera: «Los trece poemas de 'Esbilla', que puedo recitar de memoria, son de lo más hondo e intenso que se publicó nunca en asturiano. El poema del sapu (como símbolo del pueblo) es de una finura que le aproxima al modernismo brasileño de Manuel Bandeira (la vanguardia a mi juicio más fértil de la literatura occidental): Esmigayando plata siento los lloqueros / de sapos espadíos pela nueche. / Como un tarrón gorrumbu llombu al aire / tou amanciáu, moyáu en cuchu / canta la so vida más curtia que la voz del espineru...». Cuando leí, en 1981, los poemas de Felipe, supe que el asturiano podía ser otra cosa. Hablé con él muchas veces diciéndole esto: no lo creyó porque lo más difícil que hay en el mundo es reconocer el genio que hay en uno mismo».
Para Antón García, Felipe Prieto, «un poeta extraordinario y del que lo desconocemos casi todo, fue el primero en enseñarnos que no se puede empezar a hacer literatura prescindiendo del registro oral de la lengua. Con él aprendimos a escuchar a la gente de los pueblos». Opinión compartida por Xuan Xosé Sánchez Vicente quien ya en el año 91 le había definido como «un poeta de excepcional fuerza expresiva y de un especial significado». «El hecho de volver sus ojos al campesinado y al campo viendo en ellos lo que la literatura tradicional nunca había visto (la brutalidad de la emigración, la soledad, la vejez de la población, su miseria...) hacen de su poesía algo radicalmente novedoso», aseguraba entonces sobre la aparición de aquella breve antología de Prieto. Ayer, tras conocer la noticia de su fallecimiento, lo calificaba de «excelente persona, paisano-paisano. Siempre tuve admiración por él, como artesano-artista y como escritor. Es un magnífico poeta, tanto en castellano como en asturiano, aunque esta faceta de su creación la abandonase pronto».
Quien fue director del centro territorial de TVE en Asturias, Pedro Alberto Marcos, coincide en definirle como «una persona entrañable en lo personal, generoso, comprometido y solidario. Su poesía formó parte de nuestras referencias cuando este país caminaba, no sin dificultades, hacia la democracia».
Por su parte, José Luis Campal, quien le trató con frecuencia en los últimos tiempos, tampoco escatimó en elogios a la hora de valorar de trascendencia de la obra de Prieto: «Leonfelipista confeso, encuentra en los ejes de los viejo y lo nuevo un canon de posibilismo, procediendo a novedosas elaboraciones sin abandonar el dominio formal de la tradición. En la poesía cívica y solidaria de Prieto, denunciadora y reflexiva a la vez, que protesta y quiere ser sostén, la fuerza expresiva del uso de las figuras literarias empapa el texto y lo moderniza. Compromiso vital y vivencial, y desgarro asistencial marcan su escritura, en que mandan preocupaciones como la soledad, la temporalidad o la muerte. Prieto construye el poema como diálogo en que sentir pavor o pedir explicaciones, y así la primera persona se declara portavoz de un sentir más amplio, se hace casi profética, una mímesis de la sabiduría popular. No estamos sobrados de esto, todo lo contrario, por lo que su pérdida la vamos a notar una enormidad».
En el mismo sentido se expresaba y lo valoraba el profesor del Departamento de Filología Española de la Universidad de Oviedo Leopoldo Sánchez Torre: «Supo recoger del mundo campesino, y traducir poéticamente, no solo un lenguaje, unas palabras familiares, sino también una forma de pensar, de enfrentarse al mundo y de expresarlo. Pero, y esto me parece lo más importante, sus poemas trascienden ese mundo del que proceden para hablar con emoción y verdad del mundo en su sentido más amplio, de las vivencias, preocupaciones y esperanzas de cualquier ser humano: el abandono, la soledad, el amor como bálsamo, las injusticias sociales, los estragos del tiempo... 'Esbilla' puede verse aún hoy como un modelo de escritura para las generaciones más jóvenes por su lenguaje, de una compleja sencillez, por el hábil manejo del arte de la sugerencia, por el sentido del ritmo y de la composición o por la forma de encarar el compromiso, con su íntima correspondencia entre historia personal e historia colectiva».
"Vicente Fidalgo también recogió el testigo del negocio paterno, el Hostal Fidalgo, hace unos 15 años. «En invierno ha estado fastidiado y en verano han sido dos semanas de llenar». En su caso la crisis ha afectado bastante. «En invierno no te entra nadie por semana y por fin de semana muy poco. Lo hago yo todo, la limpieza, las camas, la ropa, es la manera de poder tirar un poco con el tema», dice.
Según señala, el negocio da para vivir sabiendo controlarse y sin excesos, pero «es esclavo». En lo tocante a la gente, Fidalgo anota que «somos casi de la familia; muchos vienen por otros que ya han estado». Uno de sus últimos clientes fueron unos italianos que estaban de camping y que, tras empezar a llover, optaron por pasar la noche bajo un techo firme."
"Cuando el ferrocarril paraba en la desaparecida estación de El Vasco, muchos viajeros, de buen olfato y mejor paladar, subían golosos hasta uno de los primeros comercios de la calle Jovellanos, la pastelería Camilo de Blas, instalada en 1914 y reabierta en 2006 tras tres años de restauración. Casi en este punto, al terminar Argüelles, arranca una de las calles más transitadas de la capital, lugar de paso, de parada, y casa para políticos (la Casa del Pueblo), para las monjas benedictinas (el convento, con entrada por San Vicente y lateral a ésta) y visitantes al levantarse varios hoteles. Entre ellos, el más antiguo de la región, el Gran Hotel España, inaugurado en 1885, y el Regente.
Cuenta J. Tolivar Faes en 'Nombres y cosas de las calles de Oviedo' (1992), una de las más valiosas, sino la mejor, guía para conocer la historia de las vías de la ciudad, que antaño, el paso entre la cuesta de Luna y Azcárraga se conoció por 'Solacerca', 'Traslacerca' (uno de los más empleados popularmente) y 'Debaxo la cerca'. Finalmente, un monumento dedicado al ilustrado Gaspar Melchor de Jovellanos, obra de Juan de Villanueva y erigido en 1798, influyó para que casi siete décadas después, el Pleno municipal acordara darle el actual nombre.
La lápida sufrió diversos abatares hasta terminar en el sombrío lateral de Las Pelayas. «Fue parcialmente destruido cuando la reacción absolutista de 1823 y reconstruido en 1835», constata Tolivar Faes. Desmontado y trasladado, acabó a la vera del convento en 1940, al lado de la frecuentada parada de autobús de los visitantes con destino a El Antiguo.
Vecinos y trabajadores de las tiendas (destacan algunos comercios antiguos, como la sastrería) y establecimientos de hostelería y alojamiento han visto la evolución de la calle dedicada al ilustre ministro y donde se sacó parte de la antigua muralla de la capital «a fin de ensanchar la calle, y con el objetivo inmediato de proporcionar a la autoridad militar mil metros cúbicos de piedra para el arreglo del camino del Escamplero».
"El Mesón del Labrador se funda en 1962, en la calle Jovellanos, número 3. A aquellas alturas del siglo XX, Oviedo, y hasta París de la Francia, estaban más cerca del siglo XIX que del XXI. Los que venían entonces abobados de París lo hacían porque podían comprar las publicaciones de El Ruedo Ibérico (que dejaban las manos perdidas de tinta) sin que se lo impidiera la policía, no porque hubiera mejores servicios higiénicos que en España.Y nada digamos del mundo rural. Basta leer las páginas preliminares de «El habla de Lena», de Jesús Neira, para darse uno cuenta de que en el campo se vivía como en la Edad Media. No sólo en España, insisto. Lean, si no me creen, las novelas de Bernanos, «Diario de un cura rural» o «Nueva historia de Mouchete», publicadas veinte años antes que el libro de Neira, o las mucho más recientes de John Berger ambientadas en una Suiza menos idílica de lo que se supone. Bien es verdad que en los años sesenta no había ordenadores, ni Zapatero ni Bibiana Aído; pero teníamos a Solís Ruiz y a Pilar Primo de Rivera; al cambio, lo mismo: intervencionistas, demagogos, populacheros y, sobre todo, unos y otras profundamente antiliberales.
En 1962, la hostelería ovetense empezaba a evolucionar de las excelentes «casas de comidas» (Modesta, Bango, Noriega, etcétera), al restaurante. En rigor, el primer restaurante moderno de Oviedo fue Marchica. En el Cristo, Luis Gil Lus hacía y patrocinaba innovaciones, más en la cocina que en el formato del establecimiento. Con Casa Conrado triunfa definitivamente el gran restaurante que, con hondas raíces asturianas, lo mismo podía estar situado en cualquier otra ciudad europea, en tanto que no se concebía Casa Noriega si no era a la sombra de la Catedral. Se abre, pues, el Mesón del Labrador en un momento de cambio importante en la hostelería ovetense, y a partir de ella, de la asturiana en general. De la misma manera que el mesón antiguo había evolucionado a la taberna, ahora las tabernas volvían a recibir el nombre de mesones, que indicaban un tipo de establecimientos de más categoría. En Oviedo había otro mesón excelente, El Mesón del Pollo, en la calle de San Bernabé, que era bar y restaurante. El Mesón del Labrador, en principio, era un bar, o más exactamente, de acuerdo con la decoración, una taberna, en la que se podía comer. Era el dominio de las tapas y del vino; con el tiempo sería también sidrería.
Fundan el Mesón Constantino, hijo de Sucel y de Fernando, naturales de Mallecina, una de las localidades más ilustres de la gastronomía ovetense, junto con Tineo: parece mentira que siendo pueblo pequeño haya dado profesionales tan grandes del ramo hostelero, de los que hoy es representación viva Ubaldo, de La Paloma. Fernando y Sucel habían hecho dinero en Cuba, pero con la toma del poder por Fidel Castro empezó a olerles aquello a chamusquina y regresaron a la patria a tiempo. Establecer el Mesón del Labrador donde antes había estado el café Jovellanos, entre la confitería de Camilo de Blas y el bar restaurante Niza. Para hacerse cargo del mesón vienen a Oviedo Armantina Quintana Menéndez, de Mallecina, e Ignacio García Menéndez, de Cordoberu (Pravia), que se habían casado el año anterior: y felizmente aquí continúan, al cabo de casi medio siglo, paseando por la ciudad como si fueran dos novios, aunque Ignacio piensa, con muy buen criterio, que todo tiempo pasado fue mejor.
El Mesón del Labrador tenía un buscado y conseguido aspecto rústico. Las puertas eran de madera. La barra estaba a la izquierda, era larga y terminaba haciendo una curva: detrás estaba el comedor: trece mesas de sólida madera que habían sido las del restaurante Feudal, que acababa de cerrar en la calle Covadonga, donde ahora está La Goleta. De las paredes encaladas colgaban una guadaña, un garabato y unas espigas de forja de hierro que constituían también el logotipo de la casa, obra de Hevia. Los camareros iban uniformados de chaleco de pana beige, camisa blanca con lazo y faja roja. Se buscaba un aspecto rústico convencional, pues entonces todavía no se había puesto de moda el asturianismo de índole nacionalista, no menos falso que el ruralismo del uniforme de estos camareros. La cocina era de carbón y dos espectáculos adicionales ofrecía el mesón: cuando, desde la calle, se descargaba el carbón desde camiones y cuando se llenaban las grandes tinajas de las bodegas de vino de León traído en camiones cisterna una vez a la semana. Para dirigir la cocina se llamó a Guzmán, uno de los mejores cocineros de su tiempo, que había estado en La Paloma, el Tropical y el Pelayo. La inauguración tuvo lugar el 18 de octubre de 1962, por la tarde. Al día siguiente se celebraba el «desarme», que fue el primer menú que se sirvió en el mesón. Los callos aguardaban en un pote de aluminio con capacidad para 50 kilos.
En 1968 el mesón se extiende hacia abajo, fundándose un merendero en las huertas sobre las trincheras del Vasco al que se bajaba desde el bar por una larga escalera encalada. La barra estaba al aire libre, bajo un tejadillo, sobre el verde césped. Había también un asador de pollos, parrilla para la carne, plancha para el pescado y ocho árboles. El mesón era de vino, servido en jarras de barro, y el merendero de sidra, de Fran.
Las sardinas a la plancha eran una especialidad del merendero, mientras que la tortilla Labrador (jamón, guisantes, champiñones y adornos de salsa de tomate, dos espárragos y dos tostadas de pan) se servía indistintamente arriba y abajo. Otras tapas y platos representativos eran los callos, la merluza a la cazuela, la carne guisada, el rosbif, el hígado, los riñones, las patatas rellenas, etcétera. Las mesas del merendero eran de tablero, por lo que se reunían alrededor de ellas grupos y las más de las veces se acababa cantando. Antes el país sería muy tristón (como dice Gonzalo Suárez), y todo lo que se quiera, pero se cantaba más que ahora. También cantaban los grandes intérpretes de la tonada Infiesta, Manolo Ponteo, Ignacio Apaolaza, etcétera, e iban Carlos Menéndez Jeannot y Ángel el de la Caja de Ahorros a organizar los concursos de la canción asturiana. El merendero permanecía abierto sólo por el verano, desde la víspera del Martes de Campo, para que se pudiera comer allí el bollo, hasta pasado San Mateo. En 1972, Armantina e Ignacio se hacen cargo también de La Gran Taberna, sin dejar el mesón, que cierra en 1993. En la actualidad, su lugar lo ocupa el hotel El Magistral, administrado por la misma familia García Quintana."
"La calle Jovellanos. Es la continuación de la calle Argüelles, desde La Luna y San Juan, y concluye en el alto de la Noceda; es decir, en el punto en el que nacen las vías de Martínez Vigil y Azcárraga, en la zona en la que en el siglo XVIII se franqueó una plazuela, misma ubicación en la que se erigió el primer monumento a Jovellanos, en 1798. Influyó para que en 1869 se denominara así a esta misma calle, anteriormente llamada Traslacerca o Solacerca, en razón a ir pegada bajo la muralla, por fuera de la misma. La plazuela ya mencionada pasa desapercibida en la actualidad, pero estaría frente al convento de Las Pelayas, pues fue con fondos de San Pelayo con los que se abrió este espacio. Gaspar Melchor de Jovellanos es una de las personalidades españolas más destacadas durante la segunda mitad del siglo XVIII. Esta vía está llena de comercios de todo tipo, con un tránsito continuo de ovetenses y turistas.
La sidrería Niza es uno de los negocios más populares de la calle Jovellanos. Allí jugaron de niños hasta propietarios que, a día de hoy, tienen otros locales en la misma calle. Pero por aquel entonces era el negocio de Charo, íntima amiga de la madre de Javier Suárez, quien decidió dejarlo hace treinta años. Momento en el que la progenitora de Suárez decidió continuar con esta sidrería tan conocida en la calle. Ahora, es Javier quien lleva las riendas, recordando que «primero, fue sidrería; luego restaurante -sin servicio de barra-, y ahora ha vuelto a ser sidrería». También cafetería y bar.
Con tres décadas a sus espaldas, Suárez percibe que el cambio de la calle Jovellanos fue «espectacular», y sobre todo lo centra en el tráfico. «Los coches subían por la calle La Luna y Jovellanos y era bidireccional; la plaza de Juan XXIII era un aparcamiento de turismos». Y todo ello, con tráfico también hasta la Catedral. Para él, «la peatonalización alrededor fue inmejorable porque hace llegar a más turistas hasta la calle». No solo eso, a los hosteleros «nos beneficia la peatonalización de Mendizábal; ojalá fuera hasta Jovellanos, pero de momento sigue siendo una arteria de salida del tráfico de la ciudad».
La reina Letizia, Vicente Fox o Hugo Chávez le encargaron una creación en cuero. En el museo del Vaticano hay unas sandalias de cuero. Tiene imágenes de los reyes eméritos don Juan Carlos I y doña Sofía observando una cartera creada por su padre en la feria de Santiago de Compostela. La de Bruno Prieto es la historia de quien continúa con la ilusión que ya tenía su padre cuando el edificio ya era de su familia. Ahora ya solo les pertenece el bajo, con su tienda y taller artesanal en el que tratan el cuero. «Se abrió con la filosofía de mantener el oficio lo más íntegro posible, lo más tradicional», explica Prieto, en el mismo número 5 de la calle Jovellanos de siempre.
Para él, su negocio, fundado en 1946, cuenta con clientela de todo el mundo, por lo que, al final, «nos buscan allí donde estemos». Aunque sí nota que las cosas han cambiado «relativamente», «la calle sigue siendo la misma». Más bien se centra en el modelo de compra actual. «El comercio a pie de calle ha cambiado de manera radical», lamenta. Pero si algo ha crecido en la calle es «el movimiento de turismo, aunque ahora van muy enfocados a visitar monumentos o zonas concretas y no pasean tanto», indica Prieto.
Es habitual pasar junto a la muralla un 22 de diciembre de cualquier año y ver a toda una familia, con chaquetas de diferentes colores y estampados, festejando con champán algún buen resultado cantado por los niños de San Ildefonso. Así es El Estanco de la suerte, que nació en 1931 «más por la venta de tabaco que por la lotería» y ahora es «más administración que estanco». O así lo percibe Julio Acebal quien, junto a su hermana Rosa, lleva el negocio familiar que, si con algún cambio de ubicación, siempre ha estado en esa calle «Estuvimos en el bajo del Hotel España y frente al local actual» hasta que hace veintisiete años se instalaron en el número 8. Pero en todos estos años, recuerda Rosa Acebal, las cosas han cambiado. «Éramos el estanco de la estación de El Vasco, que se accedía por aquí; algunos de los edificios no existían entonces», rememora.
Para ellos, lo mejor de la calle es que «es una calle de barrio, con clientela fija y permanente, y a su vez del centro, por donde pasa muchísimo turismo». También gracias a «los hoteles que hay alrededor, la Catedral y Gascona». Esta una calle que «ha ido creciendo en notoriedad y visitas» a lo largo de los años. También destaca «la limpieza de las fachadas» del casco antiguo.
La historia de la calle Jovellanos no se puede entender sin la clásica y ya centenaria, desde hace una década, confitería Camilo de Blas. Fue en 1914 cuando el confitero que da nombre a su negocio abrió a su hijo José una tienda en Oviedo, instalada ya en esta misma vía. Entonces era en el número «veintipico» de la calle Jovellanos, que ahora es el número 7. Cambió la numeración de la calle pero la confitería se mantiene intacta. Ahora, José Juan de Blas recuerda cómo han cambiado los tiempos. «Teníamos el obrador debajo y, una vez, recuerdo cómo un hombre, serio e irónico, nos dijo que nos denunciaría porque había una ventana rota y el olor que salía a la calle obligaba a los pasajeros que se bajaban en la estación de El Vasco a entrar a Camilo de Blas», rememora.
«Con los años, la calle cambió el estilo, antes había tertulias en los locales», aunque ese cambio se debe a la sociedad, y no tanto a evoluciones técnicas y urbanísticas. Y lo dicen desde uno de esos negocios cuyo escaparate ha visto el paso del tiempo. «Pasaban los carruajes con caballos, coches clásicos...», recuerda De Blas, quien celebrará el próximo año el centenario del carbayón, postre que muchos creen es «el motivo por el que nos llaman así en Oviedo y no al revés».
"Casa Conrado (Argüelles, 1. Oviedo) es un clásico en la restauración ovetense. Y lo es por su decoración, seria y formal, por su cocina de raíces asturianas, y por su trayectoria. Una historia que inició Conrado Antón, que prosiguió su hijo y actual propietario, Marcelo Conrado Antón -que inauguró el actual restaurante en 1975- y que hoy continúa junto con su padre el nieto, Javier, la tercera generación de esta saga hostelera.
Son casi treinta los años que este establecimiento viene ofreciendo una culinaria tradicional, renovada a los gustos actuales por más ligereza y mejor presentación, que pasa por los sabores conocidos y las materias primas de máxima calidad, desde los pescados del Cantábrico a las carnes rojas de ganaderías del Principado.
En su carta hay mucho donde elegir. Para empezar, por ejemplo, unas anchoas con aceite de oliva, unas sensacionales croquetas suaves, cremosas, casi líquidas, boletus o perretxicos ligeramente salteados, ensalada de bacalao con caviar de oricios, o platos más contundentes como pulpo de pedrero con patatinas, típico de la zona, las incuestionables fabes o un sustancioso pote. En pescados, distintas elaboraciones de merluza de pincho -magnífica-, bacalao, pixín (rape), mero o besugo, en preparaciones sencillas que no resten protagonismo al producto.
Con las carnes otro tanto. Chuletón de carne roja con pimientos de Guernica, solomillo con foie, entrecot con milhojas de calabacín, chuletillas, o mollejas, expresan la calidad de la materia prima, ésa que no necesita casi aditamentos. Los postres entroncan con la tradición (frixuelos, carbayón, casadielles de nuez, crema de arroz), y muchos no se pueden conocer si no es en Asturias. La bodega, con más de 200 referencias y con menciones destacables de cavas, finos, whiskies, destilados y aguardientes. Comer a la carta está entre 35 y 40 euros y el menú a 31,55 euros (tres platos, postre y vinos)."
"En mayo hará dos años que sonó el teléfono y escuché al otro lado la voz apenada de José María Fernández, pariente de media Asturias, amigo de ley de la otra media y el mejor «águila del Foro» al oeste del río Nora a su paso por Colloto:
-¿Sabes que Marcelo Conrado tuvo un accidente cerebral?
Como es natural, no sabía nada. Ahora, al cabo de casi dos años, Marcelo está casi del todo recuperado, optimista y en marcha, aunque los tres últimos años fueron de dura prueba para él y para sus establecimientos. A comienzos del año 2011 murió doña Jesusa Pertierra, la matriarca de la casa, que un buen día bajó desde Tineo acompañando a su marido, el poderoso Conrado Antón, de sonoro nombre de chambelán del Imperio romano-germánico como aseguraba su paisano J. E. Casariego, para establecerse en el Auto Bar, a la sombra de la redonda cúpula de la iglesia de San Juan, desde donde se extendieron por Oviedo, y desde Oviedo al resto de la provincia, el lacón y los choscos. Auto Bar era también estanco, porque entonces, asómbrese quienes no conocieron aquella época, se fumaba en los bares, en los trenes, en los autobuses, en las estafetas de correos y en las aulas universitarias: menos en las iglesias y en los cines, se fumaba en todas partes, y entonces la gente no se moría más ni menos que ahora, que siguen muriéndose los guapos, los feos, los ricos y los pobres, los que se cuidan y los que no se cuidan, los fumadores y los no fumadores. Del Auto Bar era cliente, por cierto, Emilio Marcos, quien en sus clases de Historia de la Lengua en la Universidad, a las nueve de la mañana, sólo fumaba él porque tenía cenicero sobre la mesa y no permitía que lo hicieran los alumnos porque ponía perdido el sintasol del suelo con las colillas La familia Conrado hizo diversos itinerarios a lo largo de la geografía urbana de Oviedo y de la geografía española, trasladándose al bar Cervantes en la calle Jovellanos, a Casa Conrado en la sucesiva calle Argüelles y a La Goleta en la calle Covadonga, y a todos estos emplazamientos lo siguió Marcos con su séquito; y atravesando las montañas e internándose en la Meseta, los Conrado mantuvieron alto el nombre de Asturias en el bar Asturias de Medina de Rioseco. Doña Jesusa, con más de noventa años, era maestra del arte de la cocina, del buen trato a los clientes, de atención hacia los suyos y de humanidad.
A partir de esta sentida muerte se fueron produciendo en torno a los Conrado una serie de desgracias o alteraciones en un plazo muy corto. Primero muere trágicamente el barman Luis Azcárate, gran experto en «cocktails», mientras asistía a una descarga de cohetería en su Cangas del Narcea natal: un cohete se desvió de su trayectoria y le mató. Yo siempre pensé que lo de tirar cohetes en las fiestas es peligroso y ahí está una prueba: mejor las comisiones organizadoras invertían en jamón lo que gastan en pólvora. Después tuvo que jubilarse por motivos de salud el formidable Saturnino y algunos creyeron que Casa Conrado no volvería a ser lo que era. Y no volvió a serlo porque no escuchamos el elogio del pote con embutidos de la alta montaña de Tmeo curados al aire y al sol, del «pito» de caleya que tenía los espolones gastados de buscar el sustento por esos vericuetos aldeanos; de la merluza que por la mañana aún se debatía en las aguas del Cantábrico a la altura de Cudillero; del vino, que pidiera el cliente el que pidiera siempre era una «afortunada elección». Pero sigue en pie, y que siga por muchos años, Pelayo, el otro gran emblema de Casa Conrado, sin el que el restaurante sería tan inconcebible como el bar de Rick's, de «Casablanca», sin Sascha y Carl. Pelayo, que empezó en el bar Luba de La Calzada, lleva treinta y siete años de gran profesionalidad y sosegada eficacia en esta casa en la que con discreción admirable ejerce de jefe de comedor al tiempo que tiene en cuenta todos los detalles y es una especie de agenda viviente: sabe los teléfonos que hay que saber y cómo tratar a cada cliente. La línea de Saturnino la mantiene Juan a gran altura. Pequeño, rápido y sonriente, Juan, natural de Gijón pero criado en Avilés, estuvo en la Carballera y La Bellota, antes de desembarcar felizmente en Casa Conrado. Daniel completa el servicio de comedor, mientras que Mar, una guapa brasileña, atiende la barra. Gracias a la profesionalidad de este equipo, Casa Conrado sigue como antes.
Porque las jubilaciones hicieron estragos. En la cocina se jubiló «Pichi», el pequeño gran Marcelino Niño Abad, pero el actual «chef», Jesús Martín Gallego, formado como cocinero a su lado, le mantiene en espíritu. La cocina es igualmente buena, con algunas innovaciones notables.
También la jubilación nos deja sin Juan Carlos, siempre exacto y discreto, en La Goleta. Aquí radica la importancia de formar un buen equipo estable, cosa que entendió muy bien Marcelo Conrado. Se van las personas pero el estilo de los establecimientos permanece. Ya no está Marcelo a todas horas en Casa Conrado ni en La Goleta, alternando en la barra con los clientes que esperaban mesa o recorriendo el comedor corno quien no quiere la cosa, saludando aquí, sonriendo allá, comprobando si todo estaba en orden -no se le escapaba detalle-. Pero su hijo Javi le sustituye en Casa Contado y Laura en La Goleta: dos excelentes profesionales, cuarta generación de los Antón en el ramo de la hostelería. Javier es más tranquilo y Laura más guapa que su padre. Pero permanece en ambos una manera de hacer, de tratar al cliente, de llevar el negocio, que es marca de la casa.
Por las tardes, Marcelo baja a Casa Conrado acompañado de Adelaida (al lado de todo gran hombre siempre hay una gran mujer), y verle en el comedor reservado jugando al mus, una vez levantadas las mesas, es como volver a casa. Porque Marcelo tardó muchos meses en volver a salir a la calle. Si no recuerdo mal, salió por primera vez para asistir a la imposición del fajín de general a su entrañable amigo el coronel Feliz, de la Guardia Civil: a tal señor, tal honor. Feliz, que con el ascenso fue trasladado a Galicia, es un gran tipo y un gran amigo, uno de los grandes amigos de Marcelo. Y de una ceremonia militar Marcelo pasó a las perfectamente civiles de dar un paseo por la calle con Adelaida, Javi y Laura, sentarse en una cafetería y bajar de vez en cuando a Casa Conrado. Las cosas continúan como antes. Marcelo está de vuelta en Casa Conrado, juega al mus con los amigos y gana.
La cocina y el servicio del restaurante, como siempre. Ahora sirven platos de cuchara: lentejas los lunes, pote los martes, porrusalda los miércoles, marmita de salmón los jueves, garbanzos con bacalao y espinacas los viernes. Y callos y rabo de toro todos los días durante el invierno. Los fritos de bacalao y las croquetas como entradas, una crema de nécoras para entonar el estómago, lubina o rodaballo y luego entrecot de buey o paletilla y de postre el frisuelo crujiente o el tocinillo con leche merengada pueden constituir un menú de los que no se olvidan. Y como la bodega es selecta, cualquier vino que se pida es «afortunada elección».
"Acaba de cumplir los 90 años doña Jesusa Pertierra, cuya sabia mano rigió cocinas inolvidables, en Tineo, en Madrid, en Oviedo, en Medina de Rioseco y, nuevamente, en Oviedo. Doña Jesusa, que sigue tan guapa y tan buena cocinera como cuando tenía 50 años, nació en Norón, concejo de Tineo, en 1918, y empezó a dedicarse profesionalmente a la cocina cuando contrajo matrimonio con el también tinetense Conrado Antón Díaz y ambos establecieron un restaurante en la capital municipal. Eran los primeros pasos por un gremio en el que los Antón, ya en su tercera generación (Javi y Laura, los nietos de doña Jesusa), siguen caminando con paso firme. Conrado, con su nombre germánico de dignatario imperial, según Jesús Evaristo Casariego, era un buen mozo, grande como un oso y noble como un asturiano de pura cepa. Jesús Evaristo Casariego, tinetense como él y luarqués de adopción, aunque al final volvió a sus raíces de Tineo, al menos en un sentido nostálgico y sentimental, solía decirme:
—¿Sabe usted que el Rey de España me dio certificado de buen mozo?
Y yo aparentaba sorpresa, porque ya se lo había oído decir muchas veces:
—¿Cómo es eso?—Pues porque hice el servicio militar como gastador. ¡Gastador del Rey! ¡Ahí es nada!
Y era verdad, Casariego también era un buen mozo, grande como un castillo. No sé si Conrado habrá hecho el servicio militar, porque estuvo parte de su juventud en Cuba. Pero de haber servido al Rey, habría sido gastador de manera inevitable. Casariego y Conrado, en cualquier caso, desdecían con su grande envergadura y su poderosa humanidad aquella copla maliciosa referida a unos quintos de Tineo:
Una cosa como ésta
no la ha visto el Rey de España:
cuarenta mozos en quintas
y ninguno dio la talla.
Y la desdicen también los dos hijos de doña Jesusa y Conrado, Marcelo y Javier, y los dos hijos de Marcelo, Javier y Laura. Todos ellos, bien apuestos para ser gastadores, incluida Laura, dado que ahora las mujeres prestan servicio de armas.
Doña Jesusa y Conrado dedicaron toda su vida a la honesta ocupación de dar bien de comer y beber a sus semejantes, ocupación que, según Casariego, es muy propia de las gentes de Tineo. Doña Jesusa y Conrado pasearon su excelente cocina por Asturias y fuera de Asturias, y, establecidos en Medina de Rioseco, en el bar-restaurante llamado precisamente Asturias, fue a dar allí el veterano periodista Luis Puente, que exclamó: «¡Ancha es Castilla, pero aquí está Conrado!».
La historia de los Cornado y de doña Jesusa Pertierra es la de sus establecimientos, y viene de lejos y de ultramar. Los primeros Antón que ingresaron en el gremio hostelero, José Antón, el padre de Conrado, y su hermano, que tuvieron el café Alhambra, en el centro de La Habana, al lado del actual teatro José Martí. El café Alhambra fue famoso en la Cuba de su tiempo, muy vinculado al mundo del teatro y de los negocios.
Ya hemos dicho que doña Jesusa y Conrado Antón tuvieron su primer negocio hostelero en Tineo. De allí dieron el salto a Madrid, donde tomaron en traspaso el restaurante O Pexeiro, en la calle Arganzuela, cerca del Mercado Central de Pescados. Este restaurante había pertenecido a un gallego, y debido no sólo al nombre, sino a la proximidad del mercado, su especialidad fueron los pescados, con lo que doña Jesusa pasó de los espléndidos embutidos de la alta montaña de Tineo, como dice Secundino, y que son el gran aval y fundamento del pote que figura como uno de los platos insignia de Casa Conrado, a la cocina del pescado, en la que, con el tiempo, logró platos extraordinarios, como el rodaballo en salsa de oricios. Aunque en los años cuarenta los oricios todavía no habían ingresado en la alta cocina, doña Jesusa ya empezaba a experimentar, dentro del amplio marco de la cocina tradicional.
Después de pasar unos años en Madrid, los Antón regresaron a Asturias y se establecieron en Oviedo, en el Auto-Bar, en la calle Melquíades Álvarez. Del Auto-Bar pasaron al restaurante Cervantes, en la calle Jovellanos. Y de ahí a Medina de Rioseco, donde pusieron en funcionamiento el bar-restaurante Asturias, a la entrada de la zona monumental de la villa y al borde de la antigua carretera general. Si fue posible que los almirantes de Castilla procedieran de un pueblo que se llama Medina de Rioseco, no fue menos extraordinario que la cocina reciamente asturiana de doña Jesusa triunfara en la ancha Castilla de Valladolid. Es ésta una Castilla muy llana y muy amarilla, un poco monótona, por lo que hacía falta para poder sobrellevarla adecuadamente un buen pote de la alta montaña de Tineo y algún buen toque de la sabia culinaria de los pescados traída de O Pexeiro, de Madrid. Madrid casi siempre fue la mejor rula de España, de manera que están equivocados quienes creen que en plena Meseta no se puede comer buen pescado. Eso era antes, cuando las comunicaciones y los refrigerados eran más precarios. Pero si en el restaurante Madrid, en el puente de Medina del Campo, se comían los mejores calamares de la ruta del Norte, entre las plazas pesqueras de los grandes puertos del mar Cantábrico y la villa y corte, capital del reino (incluso durante el régimen anterior, España seguía siendo un reino), ¿por que no había de comerse buen pescado en Medina de Rioseco, aunque estuviera seco el río?
Y de Medina de Rioseco volvieron a Oviedo doña Jesusa, Conrado y Marcelo, ya introducido en el negocio, para fundar Casa Conrado, que resultó un éxito completo. Después de Casa Conrado, Marcelo Conrado fundó el restaurante La Goleta, en la calle Covadonga, otro éxito total de quien vuelve a dar en la diana: de manera que Casa Conrado y La Goleta son dos establecimientos que surgen del mismo impulso, aunque cada uno presenta sus características peculiaridades que no es caso detallar aquí. Porque de lo que se trata es de recordar la buena hostelería del Oviedo de otro tiempo: al menos, la hostelería que alcanzó a conocer este cronista. En esa hostelería pasada ocupa el Auto-Bar un lugar destacado.
Las primeras veces que entré en el Auto-Bar fui con mi tío Regino Muñiz, que era alcalde de mi pueblo y diputado provincial. Yo estaba interno en el Colegio de los Dominicos y cuando venía a Oviedo, a hacer política o a asentir, me sacaba a comer con él. Mi tío era un clásico: íbamos a Modesta, a Noriega, a Bango, a La Alameda, en la calle Santa Susana, sobre el Campo San Francisco, y, desde luego, al Auto-Bar. A mi tío le encantaba el plato estrella de la casa, el lacón, y desde entonces yo identifiqué el lacón con la libertad, porque comía lacón estando fuera del colegio.
El Auto-Bar se encontraba muy cerca de la iglesia de San Juan, al inicio del tramo de la calle Melquíades Álvarez que desemboca en la calle Uría. Había otro bar en Oviedo de resonancias automovilísticas, el bar Transporte (pues se entendía que el transporte se hace por carretera, en vehículos automóviles, y que donde paran los camioneros se come bien), en la calle General Elorza, y si el lacón era la especialidad del Auto-Bar, la del bar Transporte eran las fabes con almejas, que, según Magín Berenguer, se habían inventado no mucho antes en La Panera de Collanzo, de donde era también la menestra de truchas. El Auto-Bar recibía el nombre porque ante él aparcaban los autobuses procedentes de la zona occidental de la región. Era un bar alargado, con un estanco según se entraba, después cuatro barricas de vino de Bodegas Regias y la barra, varias mesas de mármol y al fondo se ensanchaba y estaba el comedor, con más de una docena de mesas en las que se servían, además del lacón con patatas, los otros platos representativos de la casa: el fastuoso pote de verduras con embutidos de la alta montaña de Tineo y la merluza a la cazuela. Aquí entró Emilio Alarcos en contacto por primera vez con la familia Antón. Según sugiere Salvador Gutiérrez Ordóñez, los platos de doña Jesusa fueron un argumento de fuerza mayor para que el ilustre filólogo fijara su residencia definitiva en Oviedo, y, a partir de entonces, durante casi medio siglo Alarcos permaneció unido a los establecimientos de Conrado. El Auto-Bar popularizó los productos de Tineo en Oviedo: allí se inicia un ilustre período de la gastronomía ovetense. Supongo que doña Jesús se acordará de estas cosas en sus felices 90 años recién estrenados."
"La persiana bajada del restaurante La Goleta llamó ayer la atención de los ovetenses que pasaron por la calle Covadonga a mediodía. Que uno de los locales más emblemáticos de Oviedo estuviera cerrado a la hora del vermú en pleno mes de marzo era raro. El pestillo seguía echado cuando dieron las dos y algunas personas se acercaron a comprobar si había algún cartel. Aquello era aún más raro. Cuando por la tarde todo permanecía igual, un rumor empezó a extenderse por la ciudad: El local había cerrado definitivamente. Laura Antón, que regenta el negocio desde hace unos años, lo confirmó a LA NUEVA ESPAÑA. "La fuerte crisis económica y la competencia infinita" han obligado a cerrarlo. Y no sólo eso. Pasará lo mismo dentro de dos días con el otro establecimiento familiar, Casa Conrado, en la calle Argüelles. "El disgusto es muy grande, pero antes de bajar la calidad y el servicio es mejor dejarlo"
Laura es hija de Marcelo Conrado Antón, el hostelero que abrió La Goleta en 1980 tras hacerse cargo de Casa Conrado, el restaurante que fundaron sus padres -los tinetenses Conrado Antón Díaz y Jesusa Pertierra- hace cuarenta y siete años. Después, Laura y su hermano Javier se pusieron al frente de los dos establecimientos, ella en La Goleta y Javier en Conrado, para continuar con la tradición y permitir que su padre se tomase un descanso al sufrir un percance de salud.
Los abuelos de Tineo dejaron una huella imborrable en el panorama gastronómico y hostelero asturiano. Atendieron "El Recreo" en la capital de su concejo; trabajaron en el "O Pexeiro" de Madrid; abrieron en 1951 en la calle Melquíades Álvarez de Oviedo el desaparecido "Auto-bar"; e incluso tuvieron "El Asturias" en Medina de Rioseco. Sin duda, el restaurante del matrimonio que alcanzó más fama por su nivel culinario y por su ambiente social y cultural es Casa Conrado, que curiosamente se llamó primero "El Cervantes" y estuvo en otro local de la misma calle.
Las reacciones no se hicieron esperar. Ese fue el caso del cocinero Pedro Morán. Es el presidente del grupo Fomento de la Cocina Asturiana al que pertenecen los restaurantes Conrado y La Goleta. "Es un mazazo para la hostelería asturiana y española al desaparecer dos referentes. Se trata de establecimientos insustituibles con historia y empaque".
Si en algo coinciden los habituales de estos dos clásicos de la gastronomía de Oviedo es en afirmar que los locales eran mucho más que restaurantes. Allí se hicieron tertulias, se fallaron premios, se organizaron veladas culturales y se convirtieron en parada obligatoria de personajes de la categoría del lingüista Emilio Alarcos -que incluso hoy da nombre a un rincón de Casa Conrado- o del locutor Luis del Olmo cada vez que viene a la capital asturiana. Así, la catedrática de Lengua y viuda de Alarcos, Josefina Martínez, apenas podía creerse que los restaurantes cerrasen sus puertas. "Es una bofetada muy grande, una puñalada en el corazón. En Casa Conrado hay un pedazo de mi vida y de mi corazón. Emilio y yo éramos habituales, en los setenta sólo nos faltaba dormir allí", comentó.
El empresario Manuel Cosmen Adelaida definió su relación con los Conrado Antón como estrecha debido a que acude con frecuencia a La Goleta a celebrar comidas familiares y en otras ocasiones a debatir en la tertulia "El Urogallo" con un grupo de amigos. "Tengo una relación sentimental con ese restaurante y su desaparición me hace pensar que la hostelería clásica ovetense cada vez sufre más mordiscos".
Otro de los miembros de esa tertulia, el periodista Luis José de Ávila, cree que "Oviedo pierde dos señas de identidad que han sabido labrarse amigos fieles a los largo de más de cuarenta años gracias al trabajo de toda una familia". De la misma opinión es el pintor Manolo Linares, que cree que la mejor manera de describir los dos establecimientos es usando una frase muy de Oviedo: "Ante la duda de dónde ir a comer, Conrado o La Goleta".
«Tenemos todo reservado hasta el 15 de octubre», afirmó este miércoles satisfecho Iván Suárez, dueño del Llagar de Colloto y nuevo responsable de Casa Conrado, que reabre a las ocho de la tarde de este jueves ampliando su nombre –incorpora '& Suárez', según se lee ya en los carteles–. Tras más de un año cerrado, ofrecerá en su ubicación de toda la vida, en la calle Argüelles, un concepto ligeramente diferente al que mantuvo durante cuatro décadas uno de los restaurantes señeros de la hostelería ovetense.
El empresario llegó a comienzos del verano a un acuerdo con la propiedad para gestionar el local. Los aires renovados para un restaurante que junto a La Goleta conformaron el alma gastronómica de la ciudad llegan desde Colloto. Quiere acercar su producto estrella, la carne de buey, «al centro de Oviedo».
Tras unos meses de obra y la obtención de la licencia, el local se ha modernizado para ofrecer a los clientes «restaurante de producto, con una carta no muy extensa y de calidad a un precio normal», según avanzó a EL COMERCIO el propio Suárez cuando el acuerdo se hizo público.
Todo, porque Casa Conrado es especial. Su historia hunde sus raíces un siglo atrás en Cuba, cuando el abuelo de Conrado, José Antón, inauguró el restaurante La Habana. José se casó en la isla con Florida. Treinta años después, el hijo de ambos, Conrado, volvió a los fogones y a los orígenes. Casó con Jesusa Pertierra y, de vuelta en Tineo, abrieron El Recreo, casa de comidas y tienda. Y de ahí a Madrid a cocinar pescados en 0' Pexeiro, y, de vuelta a Oviedo, con el Auto-bar. Inquieto, el matrimonio abrió en 1958 en Medina de Rioseco, el local Asturias, donde Jesusa amplió a la caza y el asado sus habilidades culinarias. Tras seis años regresaron a Oviedo para instalarse en el restaurante Cervantes, junto a El Vasco, en el que elevaron la culinaria ovetense y les permitió subir otro peldaño y abrir, en 1975, Casa Conrado.
En sus manteles mantuvo su tertulia Emilio Alarcos, entre muchos más. Y por sus sobremesas pasaron galardonados con el Premio Príncipe de Asturias y quien los otorga, el hoy rey Felipe VI. Por allí disfrutaron artistas y poetas: Úrculo, José Hierro, Ángel González, Woody Allen, Paulino Vicente, Mingote..."
"Tras más de un año cerrado, el restaurante Casa Conrado vuelve a abrir hoy, jueves 4 de octubre, sus puertas. Será a las 20.00 horas en una inauguración para familia y amigos. Así lo cuenta Iván Suárez, nuevo responsable del negocio y propietario de El Llagar de Colloto y El Tonel. El clásico restaurante ovetense vuelve con fuerza y con cambios. El primero, visible antes de entrar: «Casa Conrado y Suárez» puede leerse en la fachada.
«Ha cambiado todo. El interior, el exterior y también la carta al 100%», explica Suárez. La protagonista, la carne de buey, una materia prima también fundamental en sus otros restaurantes. «Queremos ofrecer una cocina clásica, donde primen los productos de calidad y una buena preparación», explica.
A pesar de estos cambios notables, la esencia de Casa Conrado se mantiene, sobre todo, en su gente. «En el negocio continúa Javier Antón, hijo de Marcelo Conrado, y Pelayo o Samuel, que forman parte la historia del negocio», cuenta Suárez, y asegura que la esencia del mítico restaurante sigue presente.
«Pretendemos mantener la clientela del local y ofrecer un trato y una calidad acorde a la imagen del Casa Conrado anterior», explica el propietario. Por el momento, las expectativas son altas y la acogida calurosa. Las reservas llegan ya al 15 de octubre. «Ha sido espectacular», afirma Suárez."
"Sigue siendo Casa Conrado. Así lo ponen, en elegantes letras castellanas, los letreros y el toldo que la señalan al paso. Pero se añade '& Suárez'. Y hágame el favor de no traducirme el '&', o 'et', por 'and', que esta unión y evolución gráfica de las letras 'e' y 't', inventada por los romanos y presente en toda la documentación latina y castellana medieval, se lee 'y': antes que anglosajona ya formaba parte del alfabeto hispano. Pues ese 'y Suárez' incorpora a Iván Suárez Martínez, también propietario del Llagar de Colloto, un faro en el arte de la tablajería y el trinchado: José Manuel Suárez, su padre, propietario de Ganadería Cabrero, en Villamiana de Oviedo, cría bueyes adultos -es decir, toros castrados- de cruce entre casinas y asturianas de los valles, que superados los cuatro años de vida, vividos a cuerpo de rey y alimentados según la madre naturaleza manda, proporcionan una materia prima seductora para la vista y sensual para el gusto. Hablamos de carnes llariegas maduradas alrededor de setenta días en cámaras especiales que, tras el golpe de calor adecuado, descuellan por color, aroma, cobertura e infiltraciones rojas y marfil.
Ahora podemos difrutarlas en Casa Conrado y Suárez, donde el susodicho Iván, en unión de Javier Antón, el hijo de nuestro siempre recordado Marcelo, y de Miguel Ángel Menédez, profesor de la escuela de Olloniego, los tres compañeros de estudios hosteleros y de las actuales aventuras, dan entrada a gracias orientales -gyozas, pan bao, selección de sushi incluidas heterodoxas piezas de foie y buey- o noticias degustables, el brioche de picadillo de buey acompañado por el queso más caro del mundo.
¿Cuál? Las piezas de Cabrales (entre dos y tres kilos) mercadas por Iván en reñidas subastas, por 14. 300 euros y 20.500 euros, el día de la fiesta de 2018 y 2019. ¿È vero a 14,50 euros el Brioche? Ellos lo dicen y yo los creo, así que, por mucho aprovechamiento que se le dé, se trata de un lujo finito.
O no; la quesería premiada y ganadora reemplaza igualdades.
Y permanecen platos troncales, por supuesto, como la tosta de ibérico y foie fresco con compota de manzana, el arroz negro, la fabada, el pote, la merluza del pinchu, los pescados diarios... Aquellos que legaron los fundadores, Conrado Antón y Jesusa Pertierra, dos tinetenses laboriosos que, bien en Tineo, Madrid, Medina de Rioseco u Oviedo, hicieron historia de potes, guisos y caza. De casta les venía: José Antón, el primero de la saga, bisabuelo de Javi, emigró muy joven a Cuba y allí fundó el café Alhambra, ambigú del Teatro Alhambra, el más celebrado, pícaro, político y sicalíptico de la vieja Habana, que protagonizó novelas y películas. Y casta dejaron: Marcelo, dignísimo Caldereta de don Calixto, promotor cultural, editor de libros, irrepetible relaciones públicas, amigo entrañable. Su delicado estado de salud, unido a los golpes de la crisis que ahí sigue hecha costumbre, adoptándonos y adaptándonos, forzó el cierre de Casa Conrado un día del padre de 2017 con lleno incluso en las listas de espera.
¿Casa Conrado cerrada? ¿El escenario de las más largas e ilustradas tertulias carbayonas comenzando por la de don Emilio Alarcos? ¡No podía ser! Y no lo fue. Retirados cuadros, premios y recuerdos, cubiertas las paredes con cantería, convertidos los techos en céspedes o jardines verticales, reabrió el 4 de octubre del pasado año y llenó de nuevo.
Pelayo Lastra, el ayuda de sala de toda la vida, vuelve a serlo representando la historia; David Rodríguez, a quien conocimos en Del Arco, refuerza el presente, y los chuleteros impresionantes (aquí el adjetivo no se compone de dos sino al menos cinco palabras) que exhibe el escaparate, montan los campos y las armas del blasón personal de Iván y de la Ganadería Cabrero."
"La despedida íntima que tuvo a la una de la tarde de hoy en el cementerio tinetense de Santullado el restaurador Conrado Antón Pertierra, "Marcelo Conrado", alma durante décadas de Casa Conrado y La Goleta, tiene y aún tendrá más eco mañana. Será durante su funeral, en la basílica de San Juan, a las 17.00 horas, donde se oirán multiplicados los testimonios de todos los que fueron comensales o compañeros de gremio de un gran profesional de la hostelería, símbolo del mejor Oviedo, fallecido el miércoles a los 73 años.
"Fue una figura indiscutible de la hostelería asturiana", "una parte de la historia de la gastronomía astur", "restaurador y relaciones públicas de primer orden", "impulsor de una forma de entender la restauración donde la calidad de la cocina competía con un servicio excelente", "ejemplo de trayectoria humana, de profesionalidad y de valentía empresarial modelo de nuevas generaciones"€ Con esas y otras muchas expresiones, pronunciadas tras su fallecimiento o durante sus tiempos de mayor gloria por compañeros y especialistas, se teje el perfil de "un baluarte del mejor oficio hostelero", como ha dicho el presidente de Otea, la patronal de la hostelería, José Luis Álvarez Almeida.
Fue en 1994 cuando Casa Conrado, con una historia detrás de casi 20 años, recibe el Premio "Principado de Asturias" de Hostelería. Y ya entonces Ignacio Gracia Noriega describía lo que fueron cualidades del local, marcadas a fuego por su gerente y su equipo: "el premio de este año reconoce no sólo a un excelente restaurante, sino también a una recta trayectoria: el recuerdo del viejo Conrado, la presencia de doña Jesusa, el sentido empresarial de Marcelo, la sabiduría de Pichi y la atención de Satur, Pelayo o Lope. No se premió simplemente una cocina, sino a una 'casa': a toda una institución asturiana y ovetense".
De esa "institución" Marcelo Conrado ejerció siempre como el mejor de los anfitriones posibles, cualidad que unida a la calidad del producto y del servicio hicieron de Casa Conrado y La Goleta el punto de encuentro durante décadas de empresarios, políticos y personalidades propias de la región, además de centro oficial de recepción y la mejor carta de presentación ante cualquier celebridad que visitaba la comunidad."
"Situado en el casco antiguo de la ciudad, el establecimiento hostelero es especialista en la elaboración de este plato típico asturiano. Por el buen sabor de su plato han conseguido con uno de los premios de la sexta edición del concurso nacional que busca poner en valor este guiso tradicional.
El pote asturiano ha ido escalando posiciones y ahora ya es uno de los platos de cuchara más aclamados por los amantes del buen comer. Cada vez son más las personas que se decantan por este guiso elaborado a base de berzas, patatas y compango que durante siglos quitó el hambre de muchas bocas en nuestra región, especialmente en épocas de mayor necesidad. Por este motivo, numerosos restaurantes se han especializado en la que se considera la receta más antigua del Principado.
De hecho, en Oviedo, apenas existen establecimientos hosteleros en los que no se sirva este delicioso puchero. Ya bien sea en su carta o en el menú del día, los diferentes restaurantes y casas de comidas de la capital suelen ofrecer siempre este manjar a sus comensales. De todos ellos, el mejor pote asturiano se prepara en Sidrería Niza. Así lo avala el jurado de expertos que personalmente se ha encargado de buscar la mejor receta de la capital asturiana.
El local situado en la calle Jovellanos ha quedado además tercero en la sexta edición del concurso nacional que busca poner en valor este guiso tradicional y en el que han participado medio centenar de establecimientos de Asturias y del resto de España. Es por este motivo que en el momento que recibieron la noticia, la alegría fue «inmensa», y más teniendo en cuenta que no se esperaban bajo ningún concepto que iban a conseguir dichos reconocimientos.
«Siempre participamos en muchos concursos creyendo que llevamos lo mejor y al final nada. Por eso, cuando escuché que el primer premio de Oviedo era para Sidrería Niza quedé clavado en la silla. Mi hijo que estaba conmigo empezó a decirme: papá, venga, sube y es que yo había quedado frío», reconoce Javier Suárez, propietario junto con su hermano Jose Luis de este restaurante que lleva décadas llenado el estómago de los asturianos. Ambos cogieron las riendas del negocio cuando su madre se jubiló después de ponerse al frente del local cuando los antiguos propietarios decidieron dejarlo en 1992.
Al ostentar ahora no solo uno sino dos títulos de tanto prestigio dentro del sector de la hostelería, esta afamada sidrería de Oviedo no para de recibir llamadas de comensales que quieren pasarse por el local para probar su pote. «De semana viene mogollón de gente pero es que de fin de semana ni te cuento, estamos hasta saturados», asegura el hostelero ovetense antes de reconocer que esta situación suele darse cuando el nombre de un establecimiento está en boca de todos. «Me imagino que pasa lo mismo con todo el que gana o recibe un premio», apunta.
El pote que preparan en la Sidrería Niza, según los propios comensales, «está muy bueno». Todo aquel que lo prueba no puede evitar relamerse cuando piensa en este guiso. Las valoraciones que hacen sobre este plato típico asturiano son tan positivas que los responsables de este icónico restaurante del casco antiguo de la ciudad decidieron probar por primera vez suerte en un concurso centrado en platos de cuchara. Y les ha salido más que bien la jugada porque han conseguido nada más y nada menos que dos premios.
Pero, ¿por qué realmente está tan bueno el pote de esta sidrería ovetense? Javier, quien se encarga personalmente de la cocina, utiliza la misma receta que seguía su madre quien era «una gran cocinera». Partiendo de la base, se sirve además de las mejores materias primas para potenciar el sabor de este tradicional guiso. «Todos los ingredientes son de aquí, de Asturias, tanto la berza como la faba y el embutido», dice.
Con mucho mimo, cariño y paciencia cocina las berzas, a las que después le incorpora la fabada con su compango, entre el que no puede faltar el chorizo, la morcilla y el tocino. También echa a la pota lacón, manos y oreja de cerdo. «Lo aúno todo en un cocido que le suele gustar mucho a la gente», confiesa el cocinero ovetense, quien no pudo tener mejor maestra. «Todo lo que sé hacer lo aprendí de mi madre y a su vez todo lo que aprendí se lo enseñé a la chica que lleva conmigo en la cocina desde hace 17 años», reconoce orgulloso.
En esta sidrería de Oviedo es también uno de los templos de peregrinación de los amantes de la fabada. Y, por supuesto, son especialistas en elaborar y servir todo tipo de guisos. Desde los callos hasta las manos de cerdo, pasando por el cabrito o el cordero, incluido el rabo de toro y las carrilleras. «Son platos que hacía ya mi madre y que yo intento copiar. Hay muchas otras recetas que ni me atrevo a hacerlo porque sé que no llegaría ni a igualarlas», reconoce el responsable de los fogones de este emblemático restaurante, mientras que su hermano se encarga de la sala.
Aparte de la amplia carta de platos de cuchara, si por algo se caracteriza también esta casa de comidas de Oviedo es por sus cachopos. «Tenemos tres tipos: el tradicional, que llevan jamón y queso serrano; el de angus, que es con cecina de buey y queso de cabra; y el vaqueiro, elaborado con chosco de tineo y queso afuega'l pitu rojo», detalla.
Pero, sin duda alguna, la mejor variedad de este plato típico asturiano es la que apodaron con el nombre de El Semáforo. Se trata de un cachopo que lleva las tres versiones ya mencionadas y con el que consiguieron colarse en la final de un concurso nacional en torno a esta elaboración. «En este caso siempre aconsejamos empezar por la parte del tradicional porque tiene un sabor más suave, luego por la de angus y por último por la vaqueira porque es la más potente y para mi gusto es la más rica de todos», confiesa.
El plato estrella solo lo preparan si se reserva. Se trata de pitu caleya con bogavante. «Es una mezcla bastante explosiva pero a la gente es verdad que le gusta mucho», reconoce el cocinero. Preparan también bajo previa petición todo tipo de arroces, aparte de servir menús especiales en fechas puntuales como puede ser el antroxu, el desarme o el día de la Ascensión. Organizan además jornadas gastronómicas. En febrero, por ejemplo, hacen las de la caza, en la que no faltan los guisos de jabalí, ciervo, corzo, gamo o rebeco.
Una Clientela de toda la vida
La carta, en definitiva, es muy extensa pero con cada uno de los platos consiguen siempre dejar a los comensales con un buen sabor de boca. «Mucha gente marcha de aquí encantada y eso es lo que nosotros queremos, que salgan a gusto», reconoce Javier. Gracias a ese saber hacer, tanto en la cocina como en sala, esta popular sidrería ovetense puede presumir de contar una cartera de clientes más que consolidada.
«Tenemos gente que desde que abrimos viene todos los fines de semana. Para nosotros, muchos son ya como familia. También hay gente de fuera con los que también hicimos amistad porque vienen todos los años», señala con orgullo. «Lógicamente sé que tengo alguna crítica mala porque en verdad nadie es perfecto y menos en hostelería y las admito», confiesa. Es por eso que le reconforta «mucho» el saber que alguien vuelve una y otra vez porque es sinónimo de que están haciendo las cosas bien. «Por lo menos lo intentamos», reconoce.
Tanto Javier como José Luis ansían poder poner punto y final en el negocio que les vio crecer y desarrollarse como personas. «Queremos mantener la actividad en la sidrería todo lo máximo que podamos», asegura el hostelero ovetense. Eso sí, no sabrá si habrá relevo generacional porque tanto sus hijos como sus sobrinos «saben bien» lo que significa trabajar en este sector. «Es una profesión muy bonita pero también muy esclava», dice.
Que haya clientes que vuelven y que su trabajo sea además premiado les da a los dos hermanos el «chute de energía» necesario para seguir remando en la misma dirección. Al haber recibido recientemente con el título al mejor pote de Oviedo y el tercero de España han aumentado además su palmarés. Hace una década se hicieron con el primer premio del concurso «Bocados del Cofrade» gracias a un chipirón relleno de centollo y con una crema de queso y nuez se convirtieron en finalistas de una de las ediciones de «Oviedo de Pinchos».
«Hubo un momento en el que habíamos perdido la ilusión de presentarnos a ningún concurso porque no sabíamos si merecía la pena o no pero esto nos anima a seguir haciéndolo», asegura el ovetense, quien al igual que su hermano, busca colocar a la sidrería familiar en el mapa de los mejores restaurantes de la región porque en el de Oviedo ya lo han conseguido. De hecho cuentan con una puntuación de 4,3 estrellas de 5."
El Niza es otro local emblemático, también merece la atención del escritor José Ignacio Gracia Noriega en Territorios perdidos:
"El bar-restaurante Niza representó un papel muy importante durante la época de oposición al franquismo y la primera época de la transición como lugar de reunión e incluso estafeta, primero de los socialistas, a cuya grey pertenecían los propietarios, y más tarde de la izquierda en general e incluso del centro descafeinado, algunos de cuyos miembros asomaban la cabeza por allí a ver qué se guisaba. En el aspecto político se guisaba mucho, y en el culinario se guisaba bien. A estas alturas, haber sido cliente del Niza certifica un pasado de izquierdas con tanta garantía como haber pasado un par de tardes en compañía del comisario Ramos, en una habitación sin ventanas y llena de humo de Ducados. ¿Por qué sería que los policías dela político-social fumaban Ducados? Verdaderamente era el tabaco que fumaba casi todo el mundo: y una cosa tenía la «social»: cuando interrogaba, ofrecía tabaco, a no ser que el interrogado se pusiera especialmente intratable. De éstos había muy pocos, y uno de los más valientes era Pravia, dirigente de la ORT u organización similar, de grandes bigotes a la mejicana y permanente sonrisa (cosa rara en un militante de la extrema izquierda, que solían ser gente más bien adusta), pero que en Comisaría se comportaba como un auténtico gallo, sin permitir confianzas ni aceptar tabaco. Los únicos que no solían ir al Niza eran los agentes de la mencionada Policía político-social, porque los conocía todo el mundo y cuando los reconocían y señalaban, lo pasaban muy mal. Fue el caso del inspector Núñez Ispa, eterno estudiante de tercero de Derecho, que se había comprado una chaqueta como las de los escolares del Colegio Mayor San Gregorio y se daba un paseo por la Universidad (entonces, la Universidad era el casón de la calle de San Francisco, donde coexistían en armonía las dos facultades literarias de Oviedo, la de Derecho y la de Filosofía y Letras, los días que no tenía cosa mejor que hacer. Como todo el mundo sabía que era policía disfrazado de escolar del San Gregorio, nadie quería tratos con él, por lo que se juntaba con los confidentes que la Policía tenía infiltrados entre los alumnos y se iba a tomar vino con ellos, de manera que los descubría a todos. Un día se le ocurrió ir a una clase de Economía en la que Teodoro López Cuesta pasó lista, y al ponerse en pie Núñez Ispa y decir: «servidor» (pues los «sociales» eran muy respetuosos con las jerarquías, tanto universitarias como municipales), Teo le advirtió:
—Don Santiago, me falta usted a muchas clases, así que por ese camino me parece que no va a aprobar.
Los alumnos empezaron a decir en voz alta: «¡policía! ¡policía!» y Núñez Ispa se puso colorado y se sentó como si le hubiera caído encima una losa.
Lo que no se perdía Núñez Ispa eran los seminarios de Gustavo Bueno en el aula escalonada. Se sentaba en las primeras filas y sacaba papel y lápiz como si fuera un cazador al acecho, pero se cansaba enseguida y entonces sobre el papel escribía varios nombres (Marx, Engels y Lenin, que era hasta donde alcanzaba su erudición marxista) y cada vez que Bueno pronunciaba uno de ellos, ponía un palote en el lugar correspondiente, de manera que al final de la disertación podía establecer una estadística fiable de las veces que había citado a cada uno de ellos: doce veces Marx, once Engels, tres Lenin. Duramente se ganaba su pan aquel funcionario.
Hoy que se ha implantado el socialismo posmoderno, todo el pasado épico trae al fresco, pero hace algunos años todavía se valoraba haber pasado por Comisaría y ser cliente del Niza, por parte de personas que sólo pisaron la Comisaría para renovar el carné de identidad, y el Niza no lo pisaron nunca. Dedicaremos al Niza la atención que merece en la serie paralela a ésta «De transición y copas», y ahora nos ocuparemos del Niza como de otro «territorio perdido» de la antigua hostelería ovetense.
Ciertamente, el restaurante Niza continúa abierto en el mismo lugar de la calle Jovellanos de su época de esplendor (anteriormente había estado enfrente del Campoamor, al lado de La Paloma). Pero han cambiado las circunstancias políticas en las que era punto de referencia inevitable y cambiaron también los dueños, aunque la disposición del establecimiento es la misma que la de hace treinta años, salvo en algunos cambios en la parte de atrás. Alguna vez entro en el Niza por pura nostalgia, y hasta es posible que algún día me quede a comer. Seguro que en este nuevo Niza se come bien y a buen precio.
La entrada del Niza, muy próxima a la bajada de la calle de la Luna, era estrecha, con la puerta a la izquierda y al lado un escaparate pequeño. La barra se encontraba (y encuentra) a la derecha de quien entra, y en el extremo al lado de la puerta se colocaba detrás de ella el gran Genaro, enorme y bondadoso, con chaquetilla blanca y el cabello blanco en las sienes y escaso arriba. La barriga de Genaro era descomunal, con lo que su cabeza parecía pequeña como remate de un cuerpo desmesurado, y a consecuencia de ello se movía con dificultad. Pero atendía la barra con la profesionalidad de un excelente barman.
En la pared frente a la barra se alineaban varias mesas en las que se solían sentar los clientes a limpiar los zapatos o a comprar lotería. ¡Todavía eran tiempos de loteros y limpiabotas, y todo el mundo fumaba y bebía vino blanco antes de ir a comer! Al término de la barra, el local se ensanchaba un poco y al fondo había una puerta que daba entrada al comedor. Otra entrada comunicaba la cocina. El comedor era interior, con un par de ventanas de cristales opacos, que filtraban la luz de un patio. La decoración era sencilla y las paredes tenían cierta tonalidad amarillenta. Habría media docena de mesas, sobre poco más o menos.
El comedor lo atendían Charo y Charito. Charo, activa y maternal, no se concedía un momento de reposo. Era pequeña y maravillosa, con el cabello gris peinado hacia atrás y hacia arriba, dejándole libre la frente. Tanto ella como Charito, su sobrina, vestían de negro con delantales blancos: el uniforme de las camareras en el Oviedo de aquella época y de épocas anteriores. Charito era alta, esbelta, pelirroja y muy guapa: pintaba los labios de rojo y en el escote ostentaba un camafeo con la efigie del Che Guevara.
Tenía otra hermana menos espectacular, pero también muy guapa y más delicada, rubia y de rostro muy suave, que se había casado con Crispi, el jugador del Real Oviedo.A veces aparecía por allí el hermano, un muchacho serio, que estudiaba Medicina. Eran los tres hijos de Genaro, que era viudo y sobrinos de Charo. Charo y Charito eran la sal y la alegría del Niza. En la cocina estaba Obdulia, hermana de Charo, que a veces salía al bar a sentarse en una mesa y respirar un poco. Obdulia había tenido experiencias terribles durante los primeros días de la Guerra Civil en Oviedo. Por aquella época, el Niza tenía pensión, y en ella se alojaba el diputado socialista Graciano Antuña. Cuando el coronel Aranda se sumó al alzamiento, el diputado fue detenido y conducido al cuartel de la Guardia de Asalto, en el antiguo convento de Santa Clara. Obdulia iba a llevarle la comida todos los días en una tartera hasta que un policía le dijo: «Ya no hace falta que le traiga comida». Abrió una puerta y al otro lado estaba Graciano Antuña en el suelo, con un tiro en la cabeza.
A veces, Juan, el marido de Charito, un hombre alto, con muy buena facha y muy agradable, que era facultativo de minas, echaba una mano en la barra, aunque después de la muerte de Genaro la barra pasó a ser dominio de Juaco, que era cazador y siempre tenía una colilla de tabaco de caldo en la comisura de los labios. Era hermano de Charo. La familia era de la Faya de los Lobos, y el día de descanso marchaban todos para allá. Juaco era más bien taciturno, mientras Charo estaba siempre de buen humor. Un día la vi verdaderamente emocionada. Alguien le enseñó una fotografía borrosa y Charo lanzó un grito:
—¡Urrutia!, gritó. ¡El mejor socialista!
E inmediatamente se echó a llorar y enjugaba las lágrimas con la punta del delantal. Había sido novia de Urrutia hasta que pasó a Francia clandestinamente para volver a luchar en la guerrilla. Años más tarde murió de tuberculosis en Francia.
La cocina del Niza era legítimamente casera, una cocina robusta, con sus buenas grasas y condimentos, totalmente despreocupada por la dietética. Dos platos tenían la categoría de estrellas: la lengua asada con guisantes y las coles de Bruselas. ¡Lo que daría por comer lengua con coles y que me las sirvieran Charo o Charito!"
"En muchas ciudades de España hay calles de la Luna y del Sol; y la de Oviedo, dedicada al astro de la noche, debe el nombre á su posición singular respecto á éste cuando la bañaba y alumbraba antes de las edificaciones del N."
"Su denominación fue aprobada por el Pleno del Ayuntamiento de Oviedo del día 7 de agosto de 1869. El Ayuntamiento franquista barajó en febrero de 1937, durante el cerco a Oviedo, recuperar el antiguo nombre del Campo de la Lana, pero finalmente se mantuvo el de Calle Argüelles.
Al comienzo de lo que hoy es esta calle, estaba situada la casa del verdugo de la ciudad, aneja a la muralla, que el municipio dispuso erigir en 1669 cerca de la Fortaleza (ver: Calle Mendizábal). Al ser demolida ésta en 1783, el núcleo rural que entonces constituía la zona quedó mejor comunicado facilitándose su urbanización."
"Del siglo XV, del año 1412, tenemos un documento muy importante, pues gracias a él podemos conocer lo que parece fuera el cementerio de la Comunidad Judía, un solar cercano al convento de Santa Clara, extramuros de la ciudad, situado más o menos donde actualmente se levanta el Teatro Campoamor. En este documento, que es una carta de venta, encontramos de nuevo al físico Don Yusaf, pues es su hija, Mencía Fernández y su marido Pedro Fernández Carrio, quienes venden su parte en una tierra que dicen la huerta de los judíos. Nos confirma que este terreno fue cementerio judío un documento posterior, del año 1503, es un pleito entre el Concejo de Oviedo y algunos vecinos, ya que, a raíz de la expulsión decretada por los Reyes Católicos, el Concejo incautó el cementerio, pero lo dejó en estado de abandono y algunos vecinos entraron en él y labraron la tierra, por lo que el Concejo reivindicaba sus derechos. En este pleito, los vecinos declaran que la llosa había sido sepultura para los judíos y que habían visto allí muchos monumentos y sepulturas, y uno de los testigos, Juan González de Lampajúa, menciona una conversación con alguien llamado Salomón, judío, que le había dicho que aquella huerta era sepultura de los judíos que solían vivir en la ciudad y que allí yacían sepultados sus antecesores. Otro testigo, Juan de la Podada confirma haber oído decir que la huerta siempre había sido sepultura de judíos y que «vió allí seis o siete monumentos», y Pedro Menéndez del Estanco afirma lo mismo."
"Esta placa señala el emplazamiento del antiguo cementerio judío de la ciudad, que se encontraba extramuros, como es natural. En el texto se recoge la venta de la llamada Huerta de los judíos o Campo de los hombres buenos por la hija de un afamado médico judío Don Yuca (Yosef o José), seguramente ya fallecido en el momento de la venta. Es evidente que el cementerio se encontraba abandonado, como consecuencia de la expulsión decretada por los Reyes Católicos.
Como consta en la placa, este documento o Carta de Venta, fue encontrado el el Libro de Acuerdos de 1503."
"El bar La Quintana, en la calle de la Luna, se caracterizó durante una época por una clientela bastante peculiar, que en cierto modo contrastaba con el aspecto interno y externo del bar, más bien conservador. Algunos le llamaban El Gallo de la Quintana, sin que la referencia al gallo apareciera en el rótulo. Más bien parecía alguno de aquellos bares de la calle Caveda con la bolera atrás, y si no recuerdo mal, en la parte de atrás de La Quintana había un patio de color hollín. Frente a él había dos bares paralelos, ambos con entradas estrechas, y uno con escaleras que descendían y el otro con escaleras que ascendían, de manera que en el primero, la barra estaba en el sótano, y en el segundo, en el piso. Subiendo por la calle hacia Argüelles estaba el aperitivo, que tenía un altillo habilitado para comedor, como El Ovetense y el Bar Azul, y haciendo esquina con la calle Argüelles, una librería en la que, cuando cerró, compré en la almoneda gran cantidad de libros de caja (sobre cuyo papel la estilográfica se desliza estupendamente) y otros materiales de escritorio, a precio módico. Y en la desembocadura de la calle de la Luna hacia Alcalde García Conde estaba otro bar muy característico, el Sport, aunque con público muy distinto al de La Quintana.
La Quintana tenía la barra a mano izquierda: una barra de madera, con ondulamiento, y detrás, un trozo de hórreo, como si le hubieran cortado una esquina para que sirviera de decoración. Yo no sé por qué motivo entré alguna vez siendo niño en este bar con mi tío Avelino, que era muy aficionado a los toros, y reconozco que el hórreo me fascinó. Era magnífico que hubiera un hórreo dentro de una casa. Después, entré más veces en La Quintana, aunque sin ser cliente asiduo, y me acostumbré al hórreo. Pero aquella esquina de hórreo, con su pegoyo y fragmento de tejado, era un atractivo tan poderoso como el cochecito que subía las viandas desde la cocina hasta el comedor, que estaba en el piso, adosado al pasamanos de la escalera, de Casa Perón, en la calle del Rosal. Aquel cochecito le llamaba mucho la atención a Emilio Alarcos. No sé qué habría dicho del hórreo de La Quintana, porque nunca le vi en ese bar, aunque ésta no es razón suficiente para afirmar que no lo conocía y que no tenía opinión sobre él.
A mano derecha había varias mesas de madera oscura, en las que se reunían algunos viejos a beber el vino por medias botellas, y algunos daban cuenta de dos o más, pero parecía como si bebiéndolo por medias botellas se bebiera menos cantidad, y se comía un menú muy arreglado, tanto en el aspecto culinario como de precio. De manera que La Quintana era un bar de cierto aspecto rústico (no premeditado, como tantos establecimientos posteriores, de los que fue seguramente un adelantado el Mesón del Labrador), como había tantos en Oviedo en aquella época, y que tenían su principal clientela en gentes que iban a la capital al médico, al abogado o a cualquier gestión. El aldeano casi nunca baja a la capital por motivos estimulantes, por lo menos en aquella época. Y este bar tan típico, tan de toda la vida, con su hórreo sobre el que parecía que de un momento a otro iba a ponerse a kikirear el gallo, no sé exactamente por qué motivo se convirtió en el equivalente ovetense de una «cave» parisina, o, si se prefiere la versión carpetovetónica, de las Cuevas de Sésamo de la calle del Príncipe de Madrid. Yo no sé si aquella clientela nueva que acabó desplazando a la antigua sería consciente de que era «existencialista» a la manera de Juliette Greco o Jean-Paul Sartre; pero como vestían de negro y lo hacían con cierto desaliño indumentario, la gente del común dio en llamarlos «existencialistas». El desaliño era uno de los posibles ingredientes del progresismo y del afrancesamiento, dándose la circunstancia de que, algunos años más tarde, un partido radical y extraparlamentario hubo de convocar una asamblea para forzar a uno de sus miembros a que se ocupara más a su higiene bucal, en atención al olfato de los restantes camaradas. Ahora bien, estos refinamientos burgueses por lo general estaban de más entre quienes se proponían imponer la dictadura del proletariado o sufrían pavorosamente bajo el peso de la existencia. Éstos no es ya que desdeñaran sofisticaciones cosméticas, sino que hacían extensivo su desprecio al modesto e incluso democrático jabón chimbo. Andar hecho un desastre era síntoma de que había cosas más importantes en qué ocupar el tiempo que en la limpieza y una señal incuestionable de afrancesamiento. Nunca figuraron nuestros vecinos entre los más entusiastas del agua y jabón. El existencialismo, por lo demás, estaba de moda, tanto entre los lectores de las revistas literarias (no había número de «Índice» o de «Acento» en que no se mencionara media docena de veces por lo menos a Sartre o a Camus) como entre la gente de la calle, que tomaba el rábano por las hojas. ¿Qué era ser existencialista? Vestir de negro y padecer la «angustia vital», que se manifestaba físicamente en el ceño perpetuamente fruncido y, a ser posible, en la palidez del rostro. Incluso la moda existencialista llegó a la Universidad, muy poco permeable a las modas. En una clase de Religión del canónigo don Cesáreo, martillo de herejes, un alumno burlón le pidió que refutara con un par de pases de castigo a los existencialistas. A don Cesáreo aquella petición, tan razonable, por lo demás, le agarró descolocado, porque él todavía estaba en la refutación de Voltaire, y subrepticiamente criticaba a su compañero de Cabildo don Rafael Somohano porque había escrito una refutación contra Sartre, alegando que a un autor tal no se debe acercar nadie ni para refutarle. Por lo general, si mencionaba a Sartre o a Unamuno, los despachaba con el calificativo de «infracerdos», aunque Camus se libraba porque, según don Cesáreo, su madre era española, «y los españoles somos buenos razonadores». En cuanto a lo de refutar a los existencialistas, aquel día no estuvo vivo y se disculpó:
—¡Hombre!, refutar a los existencialistas en dos palabras…
Pero uno de los alumnos le apuntó:
—¿No es verdad, don Cesáreo, que como dicen las Escrituras, quien es sucio de cuerpo lo es de alma? ¡Pues entonces…!
Aquello le pareció muy bien a don Cesáreo:
—¡Ahí, ahí! Ahí dio usted en el clavo.
Pero otro de los alumnos elevó la protesta quejumbrosa:
—Don Cesáreo, que mi padre es carbonero, y no es existencialista.
Probablemente, también, no todos los que vestían de negro eran existencialistas (por ejemplo, los curas como don Cesáreo, sin ir más lejos), pero era evidente que algunos vestían de negro por parecer existencialistas. En La Quintana no sólo se reunían jóvenes pálidos vestidos de negro, sino con ciertas pretensiones de carácter intelectual o artístico que les permitían encajar en el muy vaporoso e indefinido concepto de existencialistas sin necesidad de «preguntar por el ser» y «entender el ser», ni de tener la certeza de que el modo fundamental de ser del hombre es estar en el mundo y el último fondo del ser es la temporalidad. Ahora bien, se disculpa, porque Heidegger es mucho Heidegger, y de Sartre, que era el más famoso, apenas se sabía que era antifranquista y ateo (como diría el P. Ruiz, lo uno es consecuencia de lo otro), y que había escrito «El Diablo y Dios», obra atea, confirmando lo que decía el P. Inciarte: la mejor manera de ganar lectores es recibir el premio Nobel o ser incluido en el Índice. En fin, con esto queda claro que los llamados «existencialistas» de La Quintana eran jóvenes inconformistas, que andaban un poco a la contra, y algunos de ellos manifestaban aspiraciones artísticas. Algunos eran poetas, como Olvido García Valdés o Felipe Prieto, o pintores como Carlos Sierra, o escultores como Fernando Alba, y la mayoría eran también poetas, pintores y escultores de la misma manera que eran existencialistas. Al final de aquella escapada, algunos anduvieron en la oposición al régimen, y uno de ellos falleció después de haber pasado por la Comisaría para ser interrogado. Una muerte muy lamentable, una verdadera tragedia.
Los «existencialistas» de La Quintana eran complementarios con los que por las tardes y primeras horas de la noche iban al Cecchini del final de la calle Mon. Cantaban canciones muy tristes (porque al Cecchini se iba a cantar) y por ellos empezó a divulgarse en Oviedo algún tipo de canción sudamericana. Lo normal era que, siendo tan afrancesados como eran, cantaran en francés, pero se conoce que no se les daba el acento. Y así cantaban no sé qué del «charango», en coro o en solitario, y luego, después de haber bebido vino peleón, se perdían en la noche, calle Mon arriba, abrumados por el peso del mundo y de la historia.
Tanto peso era lo que entendían como «angustia vital»."
"Fue uno de los representantes más genuinos de la arquitectura de Asturias a finales del siglo XIX y principal responsable de la imagen del ensanche de la ciudad de Oviedo en el cambio de siglo. Cursó la carrera en la Escuela Técnica Superior de Madrid entre 1872 y 1876 y, después de un intervalo en el que ejerció en el Cuerpo de Ingenieros Geógrafos del Estado, se tituló en 1881 y obtuvo la plaza de arquitecto municipal de Oviedo en 1882, donde se quedó el resto de su vida profesional.
Su clientela particular estuvo configurada por industriales, banqueros e indianos, entre los que gozó de gran prestigio, lo que le hizo tener una enorme cantidad de encargos. Fue autor de cartografías y actuaciones en el ensanche, como las parcelaciones de la finca Villazón en 1884 y Llamaquique en 1890, que tendrían grandes consecuencias urbanísticas. Se le debe la construcción de las primeras manzanas de casas en la calle Uría, y el Pasaje, un notable paseo comercial cubierto. Es autor de un numeroso conjunto de chalés y palacetes repartidos por toda la comarca.
En ellos predomina un diseño académico en la tónica renacentista y relación con la arquitectura francesa. El más emblemático a causa de un derribo traumático de gran eco y polémica ciudadana, fue el de Concha Heres, que incorporaba además un magnífico invernadero de hierro y cristal. Destacan, entre otros muchos, la Villa Magdalena, Palacete Rubín en La Lila, o el Palacete Masaveu en Oviedo, así como La Concepción en Llanes, El Capitolio en Grado, o la Villa Guatemala en Luarca.
Como arquitecto municipal llevó a cabo en Oviedo numerosos edificios públicos y equipamientos. Escuelas, mercados, la capilla del cementerio del Salvador, juzgados y laboratorios; destacan las escuelas de la Luna hoy llamadas Dolores Medio (1883-1885), El Postigo en 1891 y el mercado del Progreso o de Santa Clara (1883-1887), y la dirección de obra y terminación del teatro Campoamor. También fue autor de la mayor parte de las obras de amueblamiento del Campo de San Francisco: el quiosco de la música del Bombé de 1887 y varios pabellones de arquitectura efímera, generalmente en madera, destinados a cines y exposiciones.
Para los grandes edificios urbanos, insiste en el énfasis y potencia de los recursos compositivos, decora los paramentos con columnas y pilastras de orden gigante, balaustradas, ménsulas, frontones, frisos escultóricos, etc. Realiza preferentemente la articulación de las fachadas mediante rotondas coronadas con cúpulas, consiguiendo edificios nobles de aspecto monumental muy del gusto de la burguesía urbana..."
TODOS NACEMOS LIBRES E IGUALESWE ARE ALL BORN FREE AND EQUAL
"Los concejos de Salas, Allande Tineo y Grandas de Salime completan la 'Ruta de los Derechos Humanos en el Camino Primitivo', una iniciativa de la Fundación norteamericana International Solidarity for Human Rights y la asturiana Where is Asturias. La acción, «pionera en Europa», persigue la educación y divulgación de los derechos humanos, mediante la colocación de placas conmemorativas desde Oviedo a Compostela. La pasada mañana, representantes de ambas organizaciones entregaron a los alcaldes del suroccidente sus respectivas placas. Derecho ante la ley para Salas, Derecho a la Justicia para Tineo, Derecho a un juicio justo para Allande, y Derecho al asilo en cualquier país y a una nacionalidad para Grandas de Salime. La placa con el artículo seis, otorgado al concejo salense, se ubicará frente al CRA Eugenia Astur de La Espina. «Por este punto pasan muchos niños, es una buena manera de trabajar esta temática», apuntó la concejala Ana Pérez."
"Hace 82 años, Purificación Llavona traspasaba cada día las puertas del colegio La Luna, situado en el número 4 de la calle del mismo nombre. Tenía por aquel entonces 12 años y acudía a clase para que su maestra Maximina le enseñase a sumar, restar, multiplicar o dividir, y también para aprender a leer. Sin embargo, poco tiempo después tuvo que abandonar los pupitres, quizá sin saber que sería para no volver.
La marcha del centro quedó truncada por la sublevación militar de julio de 1936 que dio lugar a la guerra civil española en plenas vacaciones escolares. Gran parte de los profesores no pudieron regresar a Oviedo y el edificio del colegio quedó devastado durante el conflicto. A la postre muchos niños, como Llavona, nunca retomaron sus estudios.
La mujer acudió al que hoy es el colegio público Dolores Medio en silla de ruedas, pero con un vigor mental envidiable. Mantuvo un encuentro con los alumnos de quinto de Primaria, a los que relató cómo era la vida de una niña de entonces.
Curiosos, los pequeños avasallaron a la exalumna a preguntas. Querían saber cómo eran llos 'profes', los libros, los pasatiempos, si había notado cambios en el edificio... Durante largo rato, la mujer contestó con lucidez: estudiaban con una enciclopedia y jugaban en la calle.
El momento más emocionante de la visita fue cuando Llavona se sacó del bolso una fotografía de 1935, en blanco y negro pero conservada en perfecto estado. En ella aparecen sus otras treinta y ocho compañeras de colegio y también su maestra, doña Maximina.
«Muchas gracias por su visita y esperamos volver a verla. Nos ha hecho mucha ilusión conocer de primera mano las vivencias de una antigua alumna de nuestro colegio», la despidió en nombre de la comunidad educativa el director del centro, Francisco Santos".
"María Dolores Medio Estrada (Oviedo, 16 de diciembre de 1911-Oviedo, 16 de diciembre de 1996) fue una escritora española, ganadora del Premio Nadal en 1952 por su obra Nosotros, los Rivero, insertándose en el fenómeno literario femenino de "la chica rara". Son mayoría los que la incluyen en la generación del 36.
Biografía
Estudió Magisterio, ejerciendo como maestra en el concejo asturiano de Nava, hasta que en 1945 ganó el Premio Concha Espina en un concurso organizado por el semanario nacional Domingo con Nina, que no se publicó hasta 1988, y se trasladó a Madrid donde colaboró con la revista bajo el seudónimo de Amaranta. Se matriculó en la Escuela de Periodismo. Empezó a ejercer sin dejar del todo la enseñanza hasta que en 1952 obtuvo el Premio Nadal con Nosotros, los Rivero. El éxito obtenido le permitió dejar la escuela y dedicarse por entero a la literatura. Conectó con la que ella denominaría "la verdadera bohemia madrileña" convirtiéndose en una autora de éxito.
En 1963 comenzó su trilogía Los que vamos a pie con Bibiana, en el que se relatan los hechos (autobiográficos, como gran parte de su obra) relativos a la manifestación en apoyo a los mineros que la llevó a prisión, experiencia a su vez relatada en Celda común; y obtuvo el Premio Sésamo con Andrés.
La otra circunstancia continúa la trilogía en 1972. En 1982 publicó El urogallo, cuento escrito entre 1936 y 1939 que no se publicó antes por problemas con la censura.
Otras novelas de Dolores Medio son Funcionario público 1956, El pez sigue flotando 1959, Diario de una maestra 1961, Farsa de verano 1974 y El fabuloso imperio de Juan sin Tierra 1981.
Es una de las máximas representantes de la literatura social en España, así como de la estética social realista, siendo muy aclamada durante la década de los cincuenta, hasta bien entrados los 60, momento en el que la literatura social perdió protagonismo.
En 1981 creó la Fundación Dolores Medio, a la que donaría todo su patrimonio. Desde su origen creó el Gran Premio de las Letras Asturianas, dirigido a reconocer una trayectoria literaria y el Premio «Asturias» de Novela.En 1988 regresó a su ciudad natal, Oviedo, que la había nombrado "Hija predilecta" y se le concedió la medalla de Plata de Asturias. En 1992 un grupo importante de Asociaciones de Mujeres de Asturias le ofreció un homenaje en Gijón, donde la Concejalía de las Mujeres había celebrado unas jornadas y exposición sobre su vida y obra, en las que participó activa e ilusionadamente. Falleció el 16 de diciembre de 1996 en Oviedo.
En el año 2003 el Ayuntamiento de Oviedo decidió colocar una escultura en su memoria, llamada Dolores Medio, en la plaza que lleva su nombre, plaza de Dolores Medio, en el barrio de La Argañosa, obra del escultor Morrás.También tiene calles dedicadas en Gijón, Avilés y Málaga.
El 16 de diciembre de 2016, cuando se cumplen veinte años de su muerte, el Ayuntamiento de Oviedo homenajeó a su escritora colocando una placa en la casa donde nació, en la calle Ramón y Cajal, siendo glosada su figura por Carmen Ruiz Tilve, cronista de la ciudad y quien había escrito sobre Dolores Medio varias obras.
El 4 de diciembre de 2017 Ángeles Caso presentó una nueva edición de Nosotros, los Rivero en la editorial Libros de la Letra Azul. Esta edición rescató el texto original del Archivo General de la Administración de Alcalá de Henares, donde se conserva la documentación de la censura durante la dictadura franquista. Incluye un prólogo escrito por Ángeles Caso en el que se narra la historia de la obra y los documentos descubiertos en el Archivo General de la Administración como las cartas del censor rechazando la novela y de la autora defendiendo su publicación y prestándose a quitar lo que los censores consideren. Esta edición ha sido ilustrada por la artista Rebeca Menéndez.9
En febrero de 2023 se publicó una nueva edición de El pez sigue flotando en amarillo editora. La novela, una crítica de la dictadura en los años cincuenta, solo había sido publicada en 1959 y llevaba años descatalogada.
Obras
De producción abundante y variada, unos 25 volúmenes, pese a sus obras inéditas como las novelas infantiles (Modelo de madres y Entre abrazos) o de adolescencia (Mi compañera) o las no publicadas debido a la censura como Celda Común.
Nina (1946)
El milagro de la noche de Reyes (1948)
Nosotros, los Rivero (1953)
Compás de espera (1954)
Mañana (1954) Funcionario público (1956)
El pez sigue flotando (1959)
Diario de una maestra (1961)
Bibiana (1963)
El señor García (1966)
Biografía de Isabel II de España (1966)
Andrés (1967) Guía de Asturias (1968)
Las aventuras de Juan Sin Tierra
Selma Lagerlöf (1971)
La otra circunstancia (1972)
Farsa de verano (1973)
El bachancho (1974)
El fabuloso imperio de Juan sin Tierra (1977)
Atrapados en la ratonera: Memorias de una novelista (1980)
El urogallo (1982)
La última Xana: narraciones asturianas (1986)
Oviedo en mi recuerdo (1990)
En el viejo desván (Memorias) (1991)
¿Podrá la ciencia resucitar al hombre? (1991)
Celda común (1996)
Moriré sola (1998)
Cuentos clásicos (2000)
"Dolores Medio nació del segundo matrimonio de Ramón Medio-Tuya y Rivero, que había hecho fortuna en América y había enviudado de su primera esposa, y una joven ovetense de buena familia, María Teresa Estrada. El día en que Dolores Medio-Tuya Estrada nació, sus familiares fueron a verla vestidos de negro, ya que volvían de enterrar a un pariente. La escritora utilizaría esta imagen fantasmal en torno a su cuna para explicar al modo freudiano su aversión al negro. Con todo, el paisaje nublado, las brumas y la melancolía se fundieron con su obra. La escritura la salvaría a menudo de esa tristeza.
Dolores Medio vivió una infancia feliz, junto a sus hermanas, en el caserón familiar de Oviedo. El padre, una figura idealizada en el imaginario de la futura escritora, era el héroe de la familia. En aquella casa del siglo xvii las niñas vivían en una atmósfera de fantasía que Dolores plasmó en un diario. A los cuatro años asistió al Colegio de Recoletas, donde la pequeña sufrió malos tratos, y luego al grupo escolar Fermín Canella, con maestras vocacionales que le insuflaron luz sobre su propio porvenir: sería también maestra.
La economía familiar dio un vuelco al incendiarse el primer negocio paterno, Bodega Española. Dolores y sus padres se trasladaron a una casa más pequeña que contaba con una tienda de ultramarinos aneja. Este descenso en la escala social, vivido con el dramatismo que imprimía la época, aparece como elemento de ficción en Nosotros los Rivero y más tarde como hecho biográfico relatado en primera persona en el primer tomo de sus memorias, En el viejo desván. En 1924 su padre falleció y la situación familiar se agravó. Los mismos avatares de Lena Rivero, idéntico declive familiar.
El paralelismo entre Lena y Dolores es transparente.
A Dolores le faltaban dos años para obtener el título de maestra, y, para sufragarse la carrera, trabajó de institutriz en Lugo y acompañaba a una anciana maestra en Llanes (Asturias). Esta última, de ideas innovadoras, influyó de un modo sustancial en Dolores Medio.
La primera vocación de Dolores Medio fue la enseñanza.
La literatura, no obstante, le acompañó hasta su muerte. La infancia, asociada a la felicidad, y la exploración de la memoria, nutren su narrativa. La fuerza de sus vivencias asturianas, el desastre vital y colectivo de la Guerra Civil, la oscuridad de la posguerra y el hálito existencialista atraviesan su obra, que oscila entre lo autobiográfico y el realismo.
En julio de 1936, Medio, de veinticinco años, ejercía de maestra en Nava. La maestra, identificada con los postulados educativos republicanos, quedó atrapada en el cerco de Oviedo durante el verano y se vio obligada a firmar la adhesión al Movimiento para cobrar su sueldo, pero fue detenida junto a su hermana en agosto, sin cargos aparentes. Aislada de su escuela por los imperativos geográficos impuestos por los frentes, fue destinada a otra provisionalmente, pero en 1937 ya pudo reincorporarse a la de Nava.
Su llegada a la escuela, donde sus métodos pedagógicos eran bien conocidos, generó división entre las autoridades, y el párroco la denunció: en el pliego de cargos se la acusaba de haber atacado en público la religión, la patria y la moral, y de haber hecho propaganda de la Asociación de los Trabajadores de la Enseñanza (ATEA). Como sanción, fue enviada a la escuela de la villa, en Cancienes, cerca de Avilés. Los buenos informes del cura párroco de este pueblo le permitieron regresar a Nava en 1940. Pero se sentía vigilada y decidió abandonar la enseñanza oficial y marchar a Madrid a estudiar periodismo y a sobrevivir como escritora.
En Madrid, Medio alternó su labor en el diario Madrid con su obra narrativa. En 1945 obtuvo el Premio Concha Espina por Nina, punto de arranque de su carrera literaria. Nosotros los Rivero, novela en la que retrata el ocaso de una familia de Oviedo desde 1924 a 1935, es, sin duda, su obra central. Con esta novela se alzó con el Premio Nadal de 1952, dotado aquel año con 50.000 pesetas. Los diálogos entre la madre tradicional y represora y la hija que quiere ser libre impregnan la obra y crean una atmósfera social a punto de quebrar e iniciar su transformación.
Diario de una maestra, otra de sus novelas emblemáticas, recoge desde la ficción su destitución como maestra. La carga autobiográfica es abrumadora, ya que Medio presta a la protagonista su propio fracaso amoroso a través del personaje de Máximo Sáenz, pedagogo comprometido con la República y amante de la maestra, Irene Gal en la ficción. Encarcelado al inicio de la Guerra Civil, Sáenz pierde sus ideales en la prisión, y al salir abandona a Irene Gal por la hermana de un preso de familia acomodada, tal como al parecer le había sucedido a la escritora.
Discreta en su vida pública, Medio apoyó, sin embargo, con su testimonio o su presencia, la huelga de mineros y otros movimientos ciudadanos surgidos a finales de la dictadura. En la transición democrática reingresó en la escuela del madrileño pueblo de Cenicientos. En el tramo final de su vida, regresó a Oviedo."

Cruzaremos la avenida mientras vemos, a la izquierda, el edificio de la Agencia Tributaria, sito en lo que fue el Convento de Santa Clara, fundado en el siglo XIII en unos terrenos libres en lo que era el extrarradio de la ciudad y pues, siguiendo las reglas de la orden de buscar lugares un tanto retirados, se establecen las monjas franciscanas clarisas, cuyo monasterio es reformado en estilo barroco en el siglo XVIII, desamortizado en el XIX, cuando pasó al Estado, mientras que su huerto fue adquirido en 1860 por Carlos J. Bertrand para su fábrica de fundición y construcción
"La principal vía de acceso al centro de Oviedo desde la Autopista Y, que conecta Oviedo con Gijón y Avilés, desde la ampliación que sufrió en 1960 (hasta entonces era un pequeño callejón).
Parte de Calle General Elorza a la altura de la entrada de la citada autopista y concluye en la Calle Gascona, tras la cual se prolonga como Avenida Alcalde García Conde. Por su acera norte, ya cerca de Gascona, desemboca la Calle Alfonso III el Magno, que originalmente también se llamó Víctor Chávarri.
El Pleno del Ayuntamiento de Oviedo del 26 de marzo de 1909 acordó bautizar a esta calle con el nombre del financiero, industrial y político Víctor Chávarri y Salazar, impulsor del ferrocarril Vasco-Asturiano junto a José Tartiere Lenegre."
" Fundó asimismo este religioso Príncipe la iglesia de San Juliano cerca de la ciudad de Oviedo, que corruptamente llaman Santullano, cuya obra alaban cob mucho encarecimiento los Autores, aun en nuestros tiempos permanece la manera que el rey la dexó; y es grande de cruzero, y Capillas, y tiene una maravillosa proporción, y corresponencia en el ventanaje, y en otras partes tiene mucho de Arquitecturas Romanas, y como Morales considera, sin duda alguna que el Maestro de estas obras, que llamaron Fioda, como arriba hemos visto, era muy gran arquitecto, pues no ay obra de por las que por aquel tiempo en cuyo ornato no se muestre algún notable primor, sin la perfecta proporción que todos tienen"
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