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jueves, 20 de febrero de 2014

LA BECIELLA Y EL RÍU LOS ROMEROS: SIRENAS, TEMPLARIOS, PEREGRINOS Y CORSARIOS (CARAVIA, ASTURIAS)

La Beciella, Caravia, playa y desembocadura del Ríu Los Romeros

Recorre el Camino de Santiago del Norte la costa del concejo asturiano de Caravia, saltando de playa en playa en uno de los trayectos camineros más bellos del litoral, del Arenal de Morís a la campiña de La Tuerba y poniendo rumbo a la playa, agreste, arenosa en bajamar y a la vez pedregosa, de La Beciella o La Veciella, en un impresionante paisaje marítimo de mar y praderías ante esta concha, cerrada al este por la Punta l'Atalaya, con sus campos de La Garita, a cuyos pies desemboca El Ríu los Romeros, cuyo nombre rememora el secular paso de peregrinos por este, el Camín Real de la Costa, donde un enigmático hospedaje a ellos dedicado, que una dudosa información dieciochesca atribuye a la Orden del Temple, los acogía, no muy lejos del viejo monasterio de Santiago de Caravia, y en una costa en la que los cantos de serena (sirena), embelesaban a los marineros que entraban y salían del cercano puerto de Llastres

El Camín Real, con el Puertu Sueve de frente

El Camín Real avanza recto entre los prados de La Tuerba a La Beciella, ante la magnífica silueta del Sueve, tradicionalmente siempre El Puertu Sueve, formidable serranía costera algunas de cuyas cimas pasan de los 1.000 m, como el Picu Pienzu, su cota superior (1.161 m), donde, lo mismo que les serenes (las sirenas) se apostaban en la costa divisando los navíos, allí en esas alturas lo hacía el nuberu, el genio asturiano de las nubes, presto a ver dónde arrojar su truena y granizo antes que algún párroco, de buena o mejor gana, repicase las campanas de la iglesia o realizase algún otro sortilegio o esconxuru, a petición de los alarmados vecinos, que no querían ver cómo la ventisca destrozaba sus campos, clamando hacia la peña "tente nube tente tú, que Dios puede más que tú"


Por los testimonios que recogieron los folkloristas de antaño la acción de espantar a este personaje mitológico procedimientos mágico-religiosos debió ser bastante empleada para pasar a las coplas populares:
Sentáu nel Picu Pienzu
mirando taba un nuberu
que conxuró el señor cura
antes de llegar al eru

Y es que el Sueve debe su nombre no a los suevos sino a Iovi, Júpiter, la máxima divinidad romana y señor del rayo, Júpiter Tonante, superpuesta a algún Taranis tronador y a la vez evolucionado a nivel popular en el mito del nuberu y cristianizado en santos como el mismo Santiago, Apóstol del Trueno, o en la misma Santa Bárbara, de la que "sólo nos acordamos cuando truena", cuyas oracines también servía para intentar ahuyentar al ente tronante:
Santa Bárbara bendita, 
Que en el cielo estás escrita, 
Con papel y agua bendita, 
En el ara de la cruz, 
Pater noster, amén, Jesús.

Otra versión: 

Santa Bárbara bendita 
que en el cielo estás escrita 
con papel y agua bendita. 
Santa Bárbara doncella, 
líbranos de la centella 
y del rayo mal parado. 
Jesucristo está enclavado 
en el ara de la Cruz. 
Paternoste, Amén Jesús

Tal vez por ello, la advocación a Santiago de algunas importantes iglesias situadas a los pies del Puertu Sueve no solamente guarden relación con la ruta xacobea pese a su proximidad y vinculación con el Camino, como la de Santiago de Duesos, aquí en Caravia, alguna de cuyas casas podemos divisar, aunque no la iglesia, sucesora del templo monacal de Santiago de Caravia, fundado por el poderoso conde Munio Roderici o Rodríguez, apodado El Can, que "gobernaba la tierra asturiana en nombre del rey", hacia el año 1040, cuyo coto monástico habría de ser el germen del actual concejo

Reconstrucción de la estela de Los Duesos, Caravia (Fernández y Miyares 1987)

El monasterio se habría construido en un solar sagrado de antaño, pues en el templo fue descubierto un fragmento de lo que fue una estela discoidea de gran tamaño, con adornos cincelados a base de entrelazos alrededor de un disco solar, hecha al parecer en tiempos de la romanización del territorio pero con estas filigranas claramente prerromanas y muy similares a las localizadas en la cerámica y otros objetos del Picu'l Castru, situado en las inmediaciones, castro especialmente investigado desde 1917 y con únicamente ocupación prerromana. Los investigadores Alberto Fernández Suárez y Alejandro Miyares Fernández publican de ella un excelente estudio en La Estela de Duesos. Caravia


Por ello la fundación del monasterio de Santiago en este lugar no obedecería a la casualidad sino a la cristianización de un lugar sagrado anterior, es posible que una necrópolis, si bien los usos concretos de estas estelas, plenamente funerarios en época romana, pudieron tener anteriormente otros, como señalización territorial


En este sentido no deja de llamar la atención que, en base a este monasterio y a unos límites muy definidos de su coto, Caravia se convierte en un territorio independiente de Colunga en el que aparece integrado hasta el siglo XIII. Este coto monástico, con sus "homines et mulieres" del "ualle de Caravia" entre Lloroñi y el río Cerracín, así como al sur las sierras del Fitu y del Sueve, será el que el rey Alfonso IX establecerá por escrito cuando lo dona a la Iglesia ovetense en 1215, a cambio de diversas propiedades en el vecino alfoz de Leduas, el actual territorio riosellano al oeste del Sella


En 1381 un documento señala aún a Caravia como propiedad episcopal, pero pocos años después, en el Libro Becerro del obispo Gutierre de Toledo (1385), ya aparece como concejo, a pesar de su pequeña extensión y con igual categoría por tanto que el de Colunga, al que se hallaba nominalmente adscrito al menos hasta el último cuarto del siglo XII, cuando otro rey, Fernando II, lo donó en 1176 al obispo Pelayo, manifestando su situación en "Asturias valle de Colunga". Este mismo obispo, en su Liber Testamentorum, recopila, o mejor, interpola, supuestas donaciones anteriores de enclaves caravienses, que fecha en el año 921, otorgadas por parte del monarca Ordoño II a la Iglesia ovetense, situándolas "in territorio Colunga". Si bien se consideran documentos falsos no se descarta esas donaciones hubiesen realmente existido


De ahí la importancia y trascendencia de estas fundaciones monacales. Y es que un monasterio en la Edad Media era mucho más que un lugar de retiro conventual y oración, era toda una empresa de organización, administración, explotación y gobierno del territorio, con sus sirvientes, siervos, colonos, tierras de labor, ganados y todo cuanto se precisase para ello, además, en casos como este, de sellar la alianza del poder laico (aristocracia feudal) con el religioso, es posible que con frailes de la orden de San Benito


No debieron ser sus primeros años muy dados a lo contemplativo ni muncho menos, en 1045 el presbítero Gevolvo, fundador de la iglesia de San Pedro de Saltum (Soto del Barco o Sotu'l Barcu), a orillas del Nalón (paso del Camino de Santiago Norte), manifestó que el conde Munio le hizo ceder, "mediante violencia y miedo" (per uium et metum), esa su iglesia y tierras a este monasterio, que luego recuperaría para donarla al de San Vicente de Oviedo. Un siglo después, en 1147, se sabe por una lápida de consagración hoy desaparecida, que tras una restauración promovida por un abad llamado Roberto de Quovaduenia, sería consagrado este convento por el obispo Martín. Seguidamente el mencionado obispo Pelayo revela el gran interés de la mitra capitalina ovetense por hacerse con este coto, cosa que culmina en las donaciones posteriores de Fernando II y Alfonso IX


La independencia plena de Caravia respecto de la Mitra se debió de producir en algún momento antes de 1494, pues ya forma parte de los concejos asturianos de pleno derecho o "municipios de jurisdicción ordinaria", como leemos en el Gran Atlas del Principado de Asturias.


Y así llegaríamos al siglo XIX, cuando se producen dos grandes contrastes: por un lado durante el Trienio Liberal Caravia incorpora a sus términos la parroquia de Berbes, que luego pierde al acabar ese periodo tras la invasión de los Cien Mil Hijos de San Luis; y luego, en 1839-1840, se logra detener un intento de reunificación con Colunga, pues dado su origen como coto eclesiástico, la administración liberal, que los reintegraba de nuevo en los concejos de los que se habían desgajado, pretendió hacer lo mismo con Caravia pese a que llevaba siglos independiente de la propiedad eclesiástica, tal y como exponen en la carta enviada a la reina Ayuntamiento y vecinos


Nos cruzamos con la pista que enlaza el Camín Real con la carretera N-632 procedente de Los Duesos, acceso rodado a La Beciella al menos hasta este cruce, donde pueden llegar los coches


Hay una fuente de agua potable con grifo, sumidero y bebederu o abrevadero. Al sur El Picu'l Casatru y la Sierra del Fitu, prolongación hacia el oeste del Puertu Sueve


En esta encrucijada, siempre ante la totémica montaña, seguiremos de frente, hacia abajo, todo recto


Suben veraneantes desde La Beciella. Estas rutas, la senda costera y el Camín Real, son hermosos itinerarios entre playas, desde el Arenal de Morís hasta las de La Isla y La Griega, ya en Colunga


Aquí tenemos el mojón que indica la ruta que hemos de seguir: a lo lejos, unas casas blancas son las de El Barrigón, en Colunga, más allá de la playa de La Espasa, que aún no llegamos a ver, y del río de este nombre, divisoria de concejos


El Barrigón pertenece a la parroquia colunguesa de Gobiendes y las casas blancas forman parte de las urbanizaciones allí construidas, entre la playa y la carretera general: junto a ella pasará el Camino. Más a la derecha son los acantilados de El Barrigón o de La Salmoriera, nombre de la playa (salmoria, salitre, sal concentrada) situada entre las de La Espasa y La Isla. Fijémonos también, bajo las casas, cómo sube por los prados el Camín Real, donde hay varias personas caminando. Al llegar a lo alto tendremos un magnífico paisaje de toda la serie de playas, Moracéi, El Visu, La Espasa, El Barrigón y La Isla, que se extienden de Caravia a Colunga y que, en bajamares, tienden a ser una sola, de varios kilómetros, sólo separadas por la desembocadura fluvial


Más a la derecha, asoma sobre el prado de la vertiente occidental de La Garita el moño de La Punta Melín, que cierra La Beciella por el oeste y la separa de las playas antes citadas


En torno a él algunas casas de La Isla, e incluso a su derecha una pequeña porción de su playa. Al llegar al río de La Espasa el camino tiene dos alternativas: seguir la ruta oficial a la villa de Colunga, capital del concejo, o ir al albergue de peregrinos de La Isla, más allá de las casas, en el barrio de Les Quintanes. También, en la misma playa está el privado de El Furacu. Más lejos, el monte Cualmayor (325 m), sobre el valle del Ríu Llobones y paso a Villaviciosa, a su izquierda, por Conyéu, Pernús y La Llera


Más a la derecha los montes de Llue y Sales, en Colunga, por donde discurría un camino secundario a Villaviciosa en ruta a La Venta'l Probe. En medio de una campera y en medio de la foto, la Casa de Loja, al sur de Güerres. A su derecha y prado abajo va el camino de La Isla a Colunga por Trespando y El Foyu, uno de los que pueden emplear quienes se hospeden en La Isla para retomar el Camino oficial en Colunga, el otro es por los acantilados de Güerres, más largo pero espectacular, al borde del mar


El monolito jacobita nos indica, en efecto, seguir de frente, pese a que faltaría para bien ser la flecha amarilla que constituye el elemento inequívocamente direccional, según las normas señaléticas del Consejo Jacobeo. Una pequeño poste, al lado, no sindica la posibilidad de ir a Los Duesos, donde está el albergue, donde está el albergue de peregrinos de Les Reblagues


Empezamos aquí la bajada al Ríu los Romeros y La Beciella. De frente los montes de La Cruz (44 m), al otro lado del río que divide las dos Caravias, Caravia l'Alta, esta en la que estamos, y Caravia la Baxa o, más correcta y oficialmente Caravia, a secas. Los Duesos forma parte de la segunda, a cuyos vecinos los apodaban coritos, mientras esto llamaban a los de Caravia l'Alta rabudos:
Los Coritos de Los Duesos
ya sabemos cuántos son:
veinticinco retorcidos 
como cuernos de castrón
Existían como esta numerosas coplas alusivas a estos piques vecinales


Una foto más primaveral en el mismo lugar, con toda la intensidad del verde resaltando en el prado. Los de Caravia ponderaban magníficamente así su solar de nacimiento:
En Caravia nací yo,
en Caravia morir quiero
porque dicen que Caravia
está cerquina del cielo.

El llugarín de Caravia
de lejos parece villa,
tién un clavel a la entrada
y una rosa a la salida

Cerca del cielo por razón de su proximidad a las altas cumbres del Sueve, siempre majestuosas, a las que subían los mozos y las mozas, por ejemplo, para ver bailar el sol, cuando este surgía por el horizonte, sobre las aguas, la mágica alborada de San Xuan:
La cuesta del Picu Pienzu
¡mi Dios! quién la subirá.
Les mocines de Caravia
con mucha serenidá

El Puertu Sueve, como otras alturas, eran la estación meteorológica de antaño. Sus frecuentes nieblas, la borrina, o el borrín, nublina, neblina, etc., se decía predecían lluvias. Así lo cuentan también coplas y dichos populares que pueden ser interesantes a tener en cuenta cuando pasemos por aquí:
Malhaya sea la borrina
que asoma al Puertu Sueve
y nun traigo capotillu
pa tapame si llueve

Cuando'l Sueve ponga capa, nun dexes la tuya en casa

Cuando Sueve pon la capa, pon la tuya y escapa

Si el borrín posa en Sueve, ye bien seguro que llueve

Malhaya sea la neblina que al Puertu del Sueve se arrima

El Camín Real es aquí una buena y ancha pista, parece tiempo ha perdió su empedrado pero conserva su trazado histórico en la bajada al río, justo por donde pasaron los peregrinos que le dieron nombre, los Romeros, algo que en ocasiones parece se hace extensivo para denominar a todo este entorno cercano a su curso y desembocadura


El antiguo monasterio de Santiago de Caravia languideció hasta ser declarado extinguido en el siglo XVI, justo cuando en base a su templo monástico se construyó la iglesia parroquial de su misma advocación y aprovechando sus piedras y restos. En relación a la desaparecida estela de consagración del año 1146, se sabe aludía a muchas y preciosas reliquias pertenecientes a San Vicente, Santa María Virgen, San Miguel y otros santos, las cuales habrían sido un gran reclamo para los peregrinos piadosos, que se acogerían también a la preceptiva hospitalidad de los monjes


Aún mucho después de extinguido el monasterio, la iglesia de Santiago de Caravia seguía siendo visitada por los romeros y, en algunos casos, fue su última morada para alguno que falleció en estos parajes con los rigores de las peregrinaciones de antaño, fue en 1716 el caso del flamenco Joseph de Fur, enterrado en el templo, así como en 1802 "un pobre extranjero llamado Manuel"


Bajando, vemos un poco de mar, al fondo a nuestra derecha, la ensenada de La Isla, que fue puerto de importancia en la antigüedad, a tenor de los hallazgos en él localizados


Fue puerto prerromano y romano, basado en la ensenada de arribada natural que es su misma playa con su isla-dique, protegido por un castro en la misma bocana y otro aún mayor más a la derecha, en el monte de La Villeda, que domina al otro lado la Playa la Griega, de briga, fortaleza


Entre ambos castros, los acantilados de Güerres, por donde pasa el camino desde el albergue de La Isla al pueblo que les da nombre, cuyas casas vemos en lontananza, más allá de las de La Isla, estas sobre el acantilado. Más arriba están el Monte la Salú y la Rasa de San Telmo. Entre ellos y La Villeda va a desembocar a La Griega el Ríu Lliberdón o río Libardón, tras pasar por la villa de Colunga


A la izquierda del Sueve un grupo de más pequeñas cumbres, como El Cantu la Teya (729 m) o Los Arrudos (672), señalan el mejor acceso, y más empleado por los montañeros y senderistas, para subir al Picu Pienzu, por El Fitu, desde La Cruz de Llames, donde está su famoso mirador a la majada El Bustacu


Por esta su vertiente norte hay buenas ascensiones desde Duyos y Pie de Potru, en Caravia, o desde Lloroñi y Gobiendes, en Colunga, sólo por citar alguno de los más cercanos. Más abajo del Sueve son los boscosos montes del Campu Medina y Felguera, en Lloroñi


Pero no nos despistemos mirando al Sueve: llegamos a esta bifurcación, en la que habremos de ir a la derecha. Fijémonos en el mojón, aunque carece de flecha amarilla


El Camino hace aquí una pronunciada curva a la derecha y sigue bajando suavemente a La Beciella


Sigue el paisaje de esta preciosa campiña caraviense cuando ya tenemos enfrente el Monte la Cruz (44), al sur de La Beciella, donde un gran túmulo megalítico de unos 4.000-5.000 años de antigüedad, legado de la Edad del Bronce, guarda la memoria de más antiguos pobladores de estas costas que mismamente los de la estela de Duesos y El Picu'l Castru, lo que demuestra también la larga historia de un camino, varias veces milenario, recorriendo esta franja costera aprovechando sus pasos naturales entre el mar y las montañas


Y desde aquí empezamos a ver la ensenada de La Beciella, cerrada al oeste por La Punta Melín, en Peña Forada, peñasco rocoso pero a la vez muy cubierto de vegetación, que dará a su vez paso a las demás playas de Caravia


El mar agita sus pedreros y, enfrente, disfrutamos de otra espectacular vista de los acantilado de Güerres desde La Isla a La Villeda. Estamos en costas de serenes o sirenas, mitad mujeres mitad pez, cuyas leyendas recogieron folkloristas y etnógrafos como el caraviense Aurelio de Llano, que en su obra Del folklore asturiano dice de ellas que "de medio cuerpo para arriba es mujer, menudina y guapísima, y de medio cuerpo para abajo es pescado". Se trata, según las tradiciones, de jóvenes encantadas cuyos cánticos atraen a los marineros a la costa, causando su perdición al estrellarse sus naves contra los escoyos, bajos, acantilados; pero esta acción, la más conocida y común a otras mitologías, no es la única


En otros casos les serenes enamoran a los humanos y llegan a tener hijos con ellos, siendo el origen mitológico de ciertas estirpes que buscaban de alguna manera una procedencia sobrenatural o mágica que asentase su pretendida superioridad de linaje en la unión de un hombre y un ser mítico

 Armas de los Miranda según el libro  Armas y linajes de Asturias y Antigüedades del Principado del clérigo e historiador don Tirso de Avilés (1517-1599) en su libro  Manuelfb55 - CC BY-SA 4.0 

Posiblemente uno de los más conocidos en Asturias sea el de los Miranda, con cinco serenes saliendo de una concha de vieira o venera, símbolo jacobita pero anteriormente de la diosa Venus, deidad del amor, la belleza y la fertilidad:
"En gules, cinco bustos de doncella puestos en sotuer, cinco veneras de oro puestas en cruz y, en orla, dos serpientes con sus cabezas cruzadas en el jefe y sus colas en la punta, también cruzadas."
La presencia de la serpiente, alada en este caso, es también de gran simbolismo como guardiana de tesoros y ninfas, doncellas, encantadas...


No cabe duda que la serena es un mito ancestral vinculado a culturas ancestrales de navegantes, y es que ahí, en La Isla, está el promontorio de El Castru, topónimo que evidencia un asentamiento castreño, del que se extraía piedra procedente de sus milenarias edificaciones y defensas para emplearla en diversas construcciones vecinales. Todo ello revela ser un antiquísimo embarcadero prerromano que siguió en uso en época romana y medieval, con diversas estructuras portuarias y defensivas de las que han llegado numerosos restos a nuestros días


Luego de El Castru va La Punta la Isla, que da paso a La Güelga y los acantilados de Güerres por La Raposera. A continuación los aún más impresionantes acantilados del también castreño monte de La Villeda (141 m), otro de los abundantes recintos fortificados de la Edad del Hierro que hallamos en este litoral, ya excavado por Aurelio de Llano en 1919 y que la arqueóloga Gema Adán Álvarez definió así en 1992:
"El castro es definido por una «acrópolis» de forma ovalada en la parte más alta,  rodeada por «una plataforma a la que circundan dos taludes de dimensiones muy respetables y un foso al Este.” La altura de los taludes varía desde los 3 a los 7-8 metros en el más inferior y en torno a los 8-10 metros de altura el superior"

El enclave portuario de relevancia en esta gran ensenada natural guardada al oeste por El Cabu Llastres que ha llegado a nuestros días es la villa marinera de este nombre, Llastres, de llastra, piedra grande lisa y llana abundante en esos cantiles y pedreros donde, podríamos imaginarnos, los miedos a sus peligros serían especialmente alimentados por el secular mito sirénido. Otro de los pioneros de la etnografía asturiana, Braulio Vigón, que en base también a leyendas identificó, como su particular ciudad de Troya, el castro de La Villeda en 1894, recoge esta copla relativa a aquellos sublimes pero fatales cantares...
En el medio de la mar
oí cantar la serena.
¡Válgame Dios qué bien canta
una cosa tan pequeña!

Según leemos en la página del Ayuntamiento de Colunga"Llastres es una villa y parroquia marinera" cuyos orígenes "se remontan a época romana y el primer testimonio escrito sobre su asentamiento data de 943",  si bien sería en el siglo XIII cuando se configuraría como el gran puerto, comercial, pesquero y ballenero, de la naciente puebla de Colunga, fundada con el afán repoblador de Alfonso X El Sabio en algún momento anterior al 24 de agosto de 1278, que es cuando aparece por primera vez en un documento que haya llegado a nuestros días, siendo entonces cuando se asientan en él numerosos vecinos del cercano pueblo de Lluces (arriba en la rasa costera a la izquierda de la foto), hoy integrado en esta parroquia llastrina 


De época anterior se dice que su Calle Real así como el camín real, formarían parte de un antiquísima vía romana. Otra tradición cuenta que un ancla romana es la que se expone en en lugar de La Plaza, paso de la citada calle hacia el puerto, que en un principio sería un embarcadero natural en la actual Playa l'Escanu, pues no en vano se sabe que allí se despiezaban, tiempo después, a raíz del asentamiento de población en el siglo XIII, las ballenas, abundantes en el Cantábrico hasta su práctica extinción, a causa de su caza masiva, en los siglos XVII y XVIII


El primer muelle construido como tal del que tenemos noticia es de mediados del siglo XVI, centuria en la que se conocen los estatutos de la cofradía de mareantes de Santa Ana (1542), de gran importancia, que llegaría entre otras cosas a fundar un hospital para pobres y peregrinos bajo esta advocación, pero no aquí, sino en la villa de Colunga, capital del concejo. Aquel muelle sería destruido por una galerna en 1740, lo que ocasionaría la marcha de muchos navegantes a otros puertos y el final de la que debió de ser una edad dorada con rutas comerciales europeas de exportación e importación, actividad ballenera, grandes costeras del congrio, el besugo, la merluza y el bonito, que daban pie a una importante actividad escabechera para su transporte posterior por tierra al interior (caminos de arriería) y a una importante artesanía de cajas y toneles. El puerto fue mandado reedificar en 1773 con los auspicios del monarca Carlos III


Junto aquel antiguo muelle fue donde se crio el marinero Juan de Abadía, que allá por el año 1677 fletó dos naves corsarias para responder a los continuos ataques piratas o de flotas enemigas también corsarias, que tanto daño hacían a este entonces a los buques de este por entonces importante puerto comercial. Para ello tuvo de fiadores a sus acaudalados vecinos Francisco Fernández Pando y Alonso Fernández, reflejándose por escrito que:
“Todos tres juntos y de mancomún a voz de uno y cada uno por el todo, obligándose con su persona y bienes muebles y raíces presentes y futuros de que el Capitán Juan de Abadía siempre y en cualquiera ocasión que en virtud de la licencia y facultad de su Majestad, Dios le guarde, saliere con sus fragatas y gente a corso hará buena guerra, guardando y cumpliendo las órdenes e instrucciones en esta razón dadas y que para adelante se dieren sin las quebrantar ni alterar en poca ni en mucha manera, ni hacer daño ni vejación a ningún vasallo de su Majestad, ni amigos, ni confederados con su Real Corona, antes bien como buen vasallo y soldado en las ocasiones que se ofrecieren los amparará y defenderá contra los enemigos con todas sus fuerzas y poder (…) De no hacerlo así damos poder a las Justicias de su Majestad para que se lo hagan cumplir pasando en autoridad de cosa juzgada y especial y señaladamente a los dichos señores del Consejo de Guerra…”(…) siendo testigos del capitán D. Diego Gutiérrez Robredo, D. José Antonio de Granda y D. Toribio Gutiérrez, vecinos y residentes es este dicho puerto y los otorgantes que lo firmaron, yo escribano doy fe que conozco a Juan de Abadía Cueva"

Hemos de recordar que los corsarios no son piratas, explicado muy escuetamente, hacen la guerra por su cuenta pero bajo pabellón de alguna nacionalidad, en este caso la corona española, y han de respetar, al menos teóricamente las leyes de la guerra. Así, en su periplo por las rutas comerciales, la fragata Nuestra Señora de Atocha, de Juan de Abadía, daba el alto, si era preciso a cañonazos, a cualquier nave sospechosa. Normalmente se acababa realizando abordaje y lucha cuerpo a cuerpo, se confiscaba la mercancía y en caso de ser piratas, se colgaba a la tripulación del palo mayor según la ley del mar, y después se hundía el barco. En los casos en que la tripulación enemiga era llevada a puerto su castigo podían ser las galeras. Con las ganancias Juan de Abadía fletó mas barcos y enroló más tripulantes, muchos de los cuales construyeron casas en la población. En la página de la Asociación de Amigos del Concejo de Colunga (AACC)  el erudito Faustino Martínez García lo explica así:
"Ser Corsario no es lo mismo que ser pirata, bucanero o filibustero. La literatura, el cine y los relatos populares han hecho leyendas con las historias de corsarios y piratas. Pero hay que advertir que no es lo mismo un Corsario que un pirata, aunque con el tiempo ambos términos han tenido casi idéntica connotación. Los Corsarios son aventureros que voluntariamente se ofrecieron a las autoridades de su país para actuar en el mar contra los enemigos de su nación utilizando la carta o patente de corso. Ser un Corsario era poseer patente de corso, es decir, tener la carta patente o documento oficial que podría ser presentada para demostrar que estaba autorizado a emprender una campaña naval para perseguir a los piratas o a barcos enemigos, para hacer un “corso”, una “carrera” persiguiendo y saqueando naves con autorización de la Corona. Francis Drake fue un corsario. La diferencia de los piratas es que éstos son personas que navegan sin licencia, asaltan y roban barcos en la mar o en la costa. Thomas Cavendish fue un pirata. Los bucaneros aparecieron durante el último cuarto del siglo XVII y no les amparaba ningún pabellón, ningún gobierno. El bucanero era un cazador de ganado salvaje que se vio obligado a piratear. El filibustero es una fusión de bucanero y de pirata. Tenían un idioma peculiar formado por palabras inglesas, francesas, españolas y holandesas. Su norma fundamental era la no posesión de propiedad individual, ni barcos, ni tierra, todo era para la comunidad del filibustero. Lo robado era de la Hermandad bucanera de la Costa. Henry Morgan, fue el más famoso de todos los filibusteros."

Una antena de comunicaciones y el gran edificio de un restaurante, delatan el emplazamiento del Campu San Roque, L'Atalaya, desde donde antaño los atalayeros oteaban el mar atentos al paso de ballenas, buques enemigos (Llastres llegó a ser cañoneado en la Guerra de Sucesión) y cuyos antiguos robles y castaños se emplearon para fabricar embarcaciones en los astilleros situados en las inmediaciones del puerto. Allí se construyó en 1616 y sobre un templo más antiguo (s. XV) la capilla de San Roque, reformada en el siglo XIX, situada sobre La Punta'l Castillu, donde hubo un viejo fuerte mandado construir por la familia Robledo en 1715, artillado con cinco cañones traídos de Santander por disposición de Felipe V al llastrín Alonso Victorero Colunga:

"Llastres llegó a ser cañoneado por fragatas inglesas y francesas al igual que lo fueron Candás y la fortaleza gozoniega de Nieva, a la que llegaron a ocupar los ingleses por breve tiempo al igual que otros lugares fácilmente accesibles y sin defensas. A Llastres no se atrevieron a asaltarlo y robarlo. Sus casonas, vistas desde la bahía ostentaban que era un pueblo rico y próspero. Una tentación para el desembarco y el saqueo por su aparente riqueza y el aislamiento de la población. Pero seguramente la posición escarpada del núcleo del pueblo, el Barrio de los Balleneros y de los Corsarios, sobre el alto acantilado le hacía inexpugnable para quien quisiera desembarcar e invadirlo. Los únicos accesos de subida y bajada al pueblo y al puerto eran un peligroso sendero sobre el abismo que da al Escanu, por donde transcurren hoy las escaleras que bajan de La Fragua, y un sendero que asciende desde El Escanu hasta La Plaza. No existía la carretera actual del muelle."

Aquellos antiguos astilleros llastrinos dieron nombre a la Playa l'Estilleru, a la izquierda de la población, también llamada La Playa Llastres, por entonces separada del pueblo por un acantilado vertical, ya que la carretera actual no existía y únicamente un empinado camino comunicaba con Sales (al oeste de la villa de Colunga) por el sur, además del más accesible por la Rasa de Lluces, ambos entrando, o saliendo de la población por su barrio más alto, el de San Pedro. Este enclave era defendido, como era usual, por los propios vecinos organizados en milicias bajo el mando de algún preboste local. Un amplio informe de época alertaba de la vulnerabilidad de este litoral a partir de La Espasa:

 “Espasa: en el espacio que media desde Vega a este río que es de una legua se hallan tres arenales de bastante capacidad, pudiéndose desembarcar piratas en cualquiera de ellos a pesar de la fuerza con que les barren las aguas y lo pedregoso de la orilla. En la última guerra un buque francés que se refugió en el arenal de Espasa fue saqueado por un corsario inglés; en este supuesto convendrá que tanto el destacamento de Rivadesella, como el de Llastres, proporcionen el debido auxilio, en caso de alguna incursión por los piratas. (…) Llastres: Villa situada en una rápida ladera, en medio de barrancos penosamente transitables, contiene 200 vecinos, y entre ellos algunos bien acomodados. La concha de este puerto (la cual no tiene barra) se forma por los montes de Penote y San Roque hallándose en lo elevado de éste una batería de figura parabólica (pero abierta por la gola, y sirve paso a las gentes y caballerías, etc…) con dos cañones de a 16, y tiene por objeto la defensa del puerto, y el de proteger los mercantes que tengan que montar el cabo de Llastres, distante de ella media legua. La batería y cuerpo de guardia se hallan en buen estado. (…) Tazones: al éste de éste pésimo pueblo, cuya situación es en lo profundo de un barranco, se halla en la falda de un monte una batería con tres cañones de a 24 que al paso que protege la concha de Tazones, defiende igualmente la barra de la ría de Villaviciosa. Tanto la batería como el cuerpo de guardia se hallan en buen estado. (…) Las baterías se hallan al cargo de los alcaldes o jueces, los cuales debiendo mudarse anualmente resulta que al cabo de pocos años no se encuentra a quien poder hacer cargo de cualquier menoscabo que se note, y mayormente cuando las más son entregas sin inventario ni documento que lo justifique; a esto debe añadirse que hallándose muchas de ellas abiertas por la gola los vecinos, y en particular los muchachos, atacan los cañones con piedras, barrotes, etc… quitan el herraje de las cureñas, cierran los tragaderos de las baterías, estropean los tejados y ejecutan cuanto daño tienen por conveniente. A fin de precaver los dos primeros puntos y captar o mover la afición de estos robustos jóvenes hacia la carrera de las armas sería muy conveniente que en tiempo de paz permaneciese a lo menos un batallón o regimiento en la localidad. (…) Con respecto al poco número de tropas que tienen hoy día algunos destacamentos sería conveniente que se alojasen en los cuerpos de guardia próximos de las baterías a fin de que tanto de día, como de noche, se hallasen prontos en su puesto, y no quedasen nunca sin la fuerza necesaria. (…) La fuerza existente en Llastres es: 1 sargento, 1 cabo, 10 soldados, 2 cañones de calibre 16/24 y 2 artilleros. La fuerza necesaria sería: 1 oficial, 1 sargento, 2 cabos, 15 soldados, 3 cañones, 3 artilleros y 15 paisanos. El verdadero y más seguro modo de proteger el comercio, como así mismo el más económico, es el de establecer vigías en aquellos puntos mas avanzados de la costa, pues de lo contrario son las más veces infructuosas, tanto las tropas, como las baterías de tierra, a causa de que no pueden como aquellos, transmitir a los mercantes, de si hay o no posibilidad de continuar la navegación. La verdad lo ha manifestado la experiencia a expensas de muchas perdidas, y en esta costa se tienen bien sabidas las presas, que han logrado los piratas enemigos junto a la concha de Artedo, y entre los Cabos de Vidio y Busto. No ignorando tampoco los buques que ha libertado del cautiverio, el vigía que hay en el avanzado cabo de Peñas, según lo evidencia el rencor que contra él manifestaron los piratas ingleses en la pasada guerra cuando desembarcaron en la ensenada del cabo saqueándole la casa y quemando el asta y la bandera etc. según se ha dicho ya anteriormente por solo el resentimiento de haberle privado en pocos días de la aprensión de 7 u 8 buques. Los puntos que pueden considerarse más esenciales para el establecimiento de los vigías son: Llanes, cabo Prieto, cabo de Mar, Ribadesella, cabo de Llastres, cabo de Tazones, cabo San Lorenzo, Santa Catalina de Gijón, Cabo de Torres, punta de la Vaca, Cabo de Peñas, punta de Vidrias, cabo Vidio, cabo Busto, Vega y cabo Blanco. Los vigías que hay en la actualidad necesitan precisamente de banderas y gallardetes, pues muchas de las que tienen se hallan ya inservibles por lo mucho que han padecido y padecen en los recios temporales. Por sobresaliente que sea la situación de una batería se sabe que jamás puede defender con perfección ciertas ensenadas y recodos que la naturaleza tiene dispuestos; y así creo que el medio de remediar estos inevitables defectos, como igualmente el de poder prestar el debido auxilio a los fugitivos mercantes en sus persecuciones, y aun el de mantener en algún modo el tráfico de estos puestos a otros, sería el de destinar a cada uno de los dos o tres de estos más esenciales de la costa de Cantabria, dos lanchas de fuerza para que los escoltasen de un punto a otro, pues de lo contrario, serán infructuosas cuantas precauciones quieran tomarse en el particular y el comercio, base de la prosperidad de toda provincia, estará de una total inacción. Debe advertirse que las lanchas de que se trata no debieran permanecer fondeadas en las ensenadas como lo estaban anteriormente las de Gijón, sino convoyando los buques de un puerto a otro de los dos o tres destinados, o bien siguiendo el método que se ha establecido desde Bilbao a Ferrol, aunque este no es tan continuo como lo exigen las circunstancias y como lo sería el arriba propuesto, pero de uno y otro modo se consigue el fomento del comercio y se reanima a tanta multitud de buenos vasallos, los cuales al paso que proporcionan bien al Estado, se acrecienta su amor al Soberano pues reconocen el amparo, y protección que les facilita aun en medio de tantas calamidades”.

Aquella amenaza permanente hacía peligrar la prosperidad de los años de esplendor del puerto llastrín, donde había desde tiempos de Felipe II (construcción del primer muelle) unas treinta carabelas mayores con rutas importantes comerciales:
"... navegando con sus naos desde Sevilla, San Lucar de Barrameda, Lisboa, Peniche, Aveiro, Oporto, pasando por Vigo, Pontevedra, Redondela, Coruña, Ribadeo, hasta Llastres, Ostende, Amsterdam, Roterdam, Londres, Edimburgo, Bristol, Dublin. Con caravelas y otras naos menores exportaban: avellanas, limones, naranjas, nueces, vinos, aceitunas, higos secos, pasas, sal, tabaco, hierro, azafrán, jamones y otros productos del Principado y del Reino. Importaban telas, encajes, lino, lozas y otras mercancías que se producían en aquellos países, en Santander y Vizcaya, portando también hierro para Andalucía y Galicia.

Todos estos barcos eran propios de los vecinos acaudalados de Llastres siendo tripulados por ellos mismos. Sus capitanes y maestres tenían un conocimiento sobresaliente del pilotaje y una audacia imperturbable en medio de las tormentas. Así lo testifican las relaciones y diarios de sus viajes y los testimonios que nos dejaron de sus votos religiosos. Hacían contratas con los Administradores Generales para obtener casi en monopolio el comercio de la sal. Abrieron lonjas, tinglados, formaron Compañías en Galicia y se abroquelaron con casi todo el comercio de aquellas provincias.

Llastres era un pueblo formado por hombres laboriosos e infatigables que se vieron obligados a armarse y a socorrerse mutuamente fomentando según las facultades de cada uno empresas mercantiles. Destinaban a los de mejor talento a las expediciones forasteras. Otros se encargaban del manejo y beneficio de las pescas y todos participaban dentro de la Cofradía de Mareantes de sus productos, beneficios y utilidades.

La población de Llastres había aumentado hasta el número de ochocientos vecinos. Dada la prosperidad de nuestro pueblo durante el siglo XVII se domiciliaron en él muchas familias vizcaínas, montañesas, gallegas, así como familias provenientes del interior de Asturias: de Nava, de Beleño, de Les Arriondes, de Piloña, de la Busta, de La Poledura, la Isla, la Busta, Lluces, Huerres, Cofiño.

La prosperidad de Llastres estaba siendo amenazada por los piratas extranjeros A estas circunstancias adversas hay que añadir que muchos de los jóvenes llastrinos eran reclutados en levas (uno de cada cinco, los “quintos”) para engrosar la Armada Española que lucharía por todos los mares del mundo en defensa del Imperio Español. Algunos ya habían participado en el siglo XVI en la Armada Invencible bajo el Almirante Oquendo, cuyos exvotos de promesa a la vuelta de aquel desastre todavía estaban expuestos en la Capilla del Buen Suceso hasta que fueron sustraídos durante la pasada guerra civil. Llamados también sus mareantes al servicio de los bajeles del Rey, en levas numerosas, hizo que la situación de prosperidad de los llastrinos comenzase a decaer. La saca de gentes para el servicio de la Armada era muy considerable y el regreso incomparablemente menor. Se sabe que muchos jóvenes llastrinos de aquellas levas para luchar en la Armada española por el Atlántico frente a los ingleses y por el Indico frente a los holandeses y portugueses nunca volvieron a su querido pueblín. Tanto es así que en el tiempo de un siglo la Villa de Llastres, a principios del siglo XVIII, había descendido a unos seiscientos cincuenta vecinos, quedando inhabilitadas la mayor parte de sus casas, que se arruinaron, reduciéndose a pequeños huertos cuyas “murias” conservan las señales de que fueron en otro tiempo suntuosos edificios."

En la centuria del 1600 se sabe que los llastrinos habían perdido muchos barcos en aquellas guerras endémicas con casi todo el mundo, ingleses, franceses, holandeses, portugueses y berberiscos, que se quedaban al abordaje con naves y mercancías. Continuamos leyendo en la página de ACC:
"Según los datos que hemos podido investigar en el Archivo de la Marina Española en el Viso del Marqués (Ciudad Real) y en el Archivo General de Simancas (Valladolid) los navieros de Llastres que “perdieron navío y carga son: Mateo Victorero, Cosme de Orellon, Antonio la Busta (navío y gente), Domingo Casarin y Andres Gonzalez (con navio y gente), Francisco la Poladura (barco y hacienda), Francisco Alvarez (navío y carga), Juan Poladura (barco y hacienda), Santos García (barco y parte de la hacienda), Pedro Castañera (una pinaza cargada de vinos), Juan de Lué (navío y carga), José de Basco (barco y hacienda), Juan de Robledo (pinaza y hacienda), Juan de Morales (barco, hacienda y gente), Domingo de Nava (barco), Juan de Robledo (navío), Cosme de Orellón (pinaza), Toribio Robledo (barco)”. 
Ante tal estado de cosas, y como dice el dicho popular: ¡No hay mejor defensa que un buen ataque…!, la reacción y el coraje de los llastrinos salió una vez más a flote. Varios navieros del pueblo lo hablaron y lo discutieron. Buscaron avales e influencias para obtener de la Corte del Rey Carlos II, el permiso para ejercer de Corsarios, con patente de corso. 
La Corona Española en el año 1670 se había visto obligada a reconocer la posesión de los territorios ocupados por Inglaterra en América, y (lo que fue más grave) el derecho inglés de navegar hasta ellos. Como contrapartida se creó un nuevo servicio de navíos guardacostas (Corsarios) encargados de reprimir el contrabando extranjero. Así se corrió la voz por todo el Reino de las facilidades que el Rey otorgaba a quienes quisieran constituirse en Corsarios. En el año 1674 se animó a los súbditos españoles a constituirse en Corsarios cobrando a razón de las presas conseguidas. Otra parte de lo requisado era para la Corona. Los corsarios se convirtieron de esta manera en un arma auxiliar de la Armada española. Ya a partir del año 1675 la Corona Española comenzó a utilizar Corsarios vascos como ayuda de operaciones militares. Estos Corsarios vascos hablarán indirectamente de los corsarios asturianos con quienes colaboraron y se apoyaron en sus excursiones por la mar colaborando con la Armada Real, aumentando el poder naval de España sin gasto para su hacienda y de donde saldría marinería bien preparada para las armadas reales."

Y es entonces cuando aparece la figura de Juan de Abadía Cueva, hijo del matrimonio de hidalgos compuesto por  Juan de Abadía y de María Cueva, nacido en 1639 "en el Barrio de los Balleneros":
"Desde crío se había empapado del ambiente marinero y pescador que había visto en su padre y hermanos mayores. Su vida de adolescente y de joven se curtió en el cai del muelle y en El Escanu, ayudando a su padre en las faenas portuarias y en las transaciones comerciales de los productos que exportaban e importaban. Colaboró activamente, al igual que otros muchachos llastrinos en el desguace de las ballenas que se realizaba en el Escanu, y en el duro transporte, cuesta arriba, desde el muelle hasta la Casa de las Ballenas y hasta el tinglado que tenía su padre al lado de su casa natal. No pudo acudir a ninguna escuela, pues la primera Cátedra de Latinidad tardaría casi un siglo en crearse en la localidad. Su formación era la recibida como los demás críos del pueblo, en Historia Sagrada, rudimentos de aritmética y escritura El párroco que regentaba la “Iglesiona Vieya”, a punto de derrumbarse, y la Capilla de San Blas que hacía de parroquia, era el único que enseñaba esta elemental formación. El resto del aprendizaje para la vida lo aprendió en casa, en el muelle y en El Escanu, oyendo a los navieros y pescadores transmitir sus experiencias vitales. Desde joven acompañó a su padre en casi todos los viajes por los principales puertos de Europa y de la Península Ibérica, siendo testigo de todas las iniciativas comerciales y de las dificultades y peligros de la navegación.

Juan de Abadía, a sus 38 años logró convencer a Francisco Fernández Pando y a Alonso González, vecinos del pueblo, para que hiciesen con él de fiadores y principales pagadores, tal como aparece en el documento de escritura de fianza que los armadores de naves corsarias tenían obligación de prestar como garantía de su conducta en el fiel cumplimiento de las instrucciones que regulaban esta clase de guerra"

De esta manera, y tras conseguir la licencia de corsario, Juan de Abadía remodeló y preparó una fragata en el astillero local, Nuestra Señora de Atocha:
"Que no hay que confundir con el famoso galeón del mismo nombre, portador del tesoro más grande que se haya hundido en el Atlántico. Muchos de los árboles, robles y castaños de la atalaya del monte de San Roque fueron utilizados para su construcción.

El reclutamiento de su tripulación fue realizada entre los jóvenes llastrinos más aguerridos y dispuestos para la acción corsaria. No era una aventura fácil, ni para andar con bromas. La fragata “Nuestra Señora de Atocha”, atracada dentro del antiguo puerto almenado de Llastres, cuyo cai de fuera salía debajo de la actual “peña”, fue pertrechándose de todas las armas necesarias para salir a la caza del “hereje” (inglés u holandés) o del gabacho francés.

La fragata “Nuestra Señora de Atocha”, si tenemos en cuenta el diseño de otras similares de aquel tiempo, era de un porte de 60 toneladas, con doce piezas de artillería, por babor y estribor. Lo más característico de la fragata era su popa redondeada, su gran velocidad en comparación con otros navíos, su maniobrabilidad y rapidez, lo que le permitía romper el contacto en caso de enfrentarse a barcos enemigos superiores. Durante meses estuvieron preparándose para todo cuanto implicaba salir al corso: Velas, municiones, barriles de pólvora, picas, espadas, ballestas, mosquetones, mechas, metralla, piedras, dagas, banderas, anclaje para el abordaje, avituallamiento… y todo aderezado con un cabreo sin límites de tanto tragar y aguantar"


Faustino Martínez nos cuenta que estos corsarios llastrinos salían de Llastres siguiendo las rutas mercantiles y vigilando los mares, realizando los oportunos controles y apropiándose de sus preceptivas presas:
"Si en su singladura divisaban un navío extranjero sospechoso, o que les pareciera portar un buen cargamento, se le intentaba dar caza para comprobar que las licencias se encontraban en regla. Trataban de identificar su nacionalidad. Se aproximaban hasta la distancia prudencial para estudiar su potencial presa por si era asequible para el abordaje. El abordaje dependía de la envergadura del contrario, dotación de la tripulación, armamento, velocidad y destreza en el pilotaje para perseguirlo, maniobrar y alcanzarlo. Perseguido y alcanzado el barco, se le conminaba en nombre del Rey de España, a dejarse inspeccionar. Si se negaba, se les conminaba a rendirse y se disparaban unos cañonazos disuasorios ante una eventual resistencia. En el mejor de los casos se llegaba a un acuerdo entre el patrón del barco y Juan de Abadía. Si no se accedía a la inspección por las buenas, se procedía al abordaje, previamente preparado con cañonazos sobre cubierta y a los mástiles, barriendo la cubierta con los arcabuces y ballestas. Una vez abordado en barco, casi siempre con resistencia y con lucha cuerpo a cuerpo, si el barco era pirata, se les ahorcaba en el palo mayor siguiendo la tradicional ley de la mar. Después, se expoliaba el barco de su cargamento trasvasándolo al “Nuestra Señora de Atocha”. Y en la mayoría de los casos se hundía después el barco a cañonazos. En algunos casos, los menos, se entregaba a la tripulación en puerto español pudiendo ser condenados a cadena perpetua en las galeras españolas. Según Real Cédula de 22 de Abril de 1796 se reafirmaba en: “… que los estrangeros (sic) por contrabandistas u otros delitos sean castigados aquí o con pena capital u otra moderada que merezcan y nunca se remitan a España para escusar los recuerdos que hacen a sus embaxadores, y necesidad de dexar impunidos estos delinquentes”.

Juan de Abadía y su tripulación detenían a cualquier nave extranjera de país en guerra con España y asequible a ser abordada, considerando a sus tripulantes contrabandistas si transportaban productos coloniales y herejes si eran ingleses u holandeses. Para todos había muy severas penas, así como para cualquier súbdito español que tuviese trato con ellos

"Por las fuentes indirectas de los Corsarios vascos, que al lado de los llastrinos cursaron nuestro litoral, Juan de Abadía y sus corsarios debieron enfrentarse a muchos barcos franceses, portugueses e ingleses expoliándolos y aplicándoles la ley de la mar para los piratas y enemigos de la Corona de España. De estos ataques obtuvieron pingües riquezas que desembarcaban después de cada viaje en el cai almenado del antiguo muelle de Llastres. A hombros, y siempre cuesta arriba, se llevaban las mercancías apresadas hasta la bodega y tinglados que tuvieron que habilitar para las mismas. Parte del valor de lo sustraído era entregado a la Hacienda Real, y parte del “quiñon” acordado por la Cofradía de los Mareantes, iba para el fondo común de la Cofradía. Con estas riquezas Juan de Abadía y sus corsarios se compraron más barcos, se edificaron mas casas en Llastres para los tripulantes de la fragata y algunos compraron tierras a las afueras del pueblo. La fragata “Nuestra Señora de Atocha” con el Capitán Juan de Abadía y sus hombres contribuyeron sobre todo a disuadir a los franceses, ingleses, holandeses y portugueses a asomar las narices, a robar amedrentando a nuestros marinos, a atreverse a aproximarse por la costa cantábrica y nuestras rutas comerciales por el Cantábrico. La prosperidad de Llastres no seria ya más amenazada por barcos enemigos."

La prosperidad del lugar, efectivamente, no sería más amenazada por barcos enemigos pero sí por los ya mencionados temporales, que obligaron a muchos navieros a marcharse, junto con sus familias, a otros puertos, sobre todo en Galicia, donde se asentaron y son la razón de la existencia de apellidos locales en aquellas tierras. Por el censo de Llastres del año 1758 y estos apellidos se revela que muchos eran descendientes de Juan de Abadía y su tripulación, "integrada por hidalgos y pecheros del puerto de Llastres":
"No sabemos los integrantes que acompañaron al Capitán corsario, Juan de Abadía Cueva. Por los datos indirectos de las dotaciones de otros Corsarios vascos, una fragata como “Nuestra Señora de Atocha”, solía llevar como tripulación corsaria a unos 40 hombres bien preparados y dispuestos para el combate, entre artilleros, espadachines, tiradores de arcabuces y ballestas.

El Capitán Juan de Abadía Cueva, estaba casado con Benita de Valdés y sus descendientes aparecen en el censo del año 1758. No hemos podido encontrar todavía las capturas realizadas por los Corsarios de Llastres ni tenemos datos de los nombres de aquellos corsarios de la tripulación de la fragata “Nuestra Señora de Atocha”.

Las obras ordenadas en 1773 fueron prolongándose en el tiempo hasta su paralización en 1807 por mandato del Ministerio de Marina, "que el mar se encargará de derruir" y que no serán reanudadas hasta finales del siglo XIX, pues en 1821, tras la invasión francesa, un primer intento de retomarlas queda en nada después de llegar a las cortes. Esto ocasionaría una larga decadencia en un momento que ya se perfilaban Avilés y El Musel (este en Gijón/Xixón) como los grandes puertos de Asturias. Sin embargo, en el último tercio del siglo XX, la pesca seguiría dando trabajo a muchas familias, junto con las industrias de salazones, escabeches y ya, las nuevas conserveras


Se exportaba carbón de las cercanas minas al pie del Sueve, madera y sidra, llegando cereales, vino, sal, azúcar, coloniales, hierro y telas. Las obras fueron por fin adjudicadas en pública subasta el 22 de julio de 1870, aprovechándose para ello los materiales del trabajo anterior, mampuestos y sillares de gran tamaño, siendo inaugurado el nuevo puerto en 1875. Gracias a ello el comercio llastrín experimentó un ligero repunte y fue concedida una aduana de tercera clase, a petición de varios industriales y comerciales, "para el comercio de cabotaje y para exportar los frutos y productos del país", comprometiéndose estos a sufragar los gastos de instalación y mantenimiento


Sin embargo, la decadencia de Llastres como puerto comercial no se detuvo. Además de la estructura portuaria, que ya no podría ni imaginarse competir con los puertos avilesino y gijonés o ni siquiera con el riosellano, faltaban buenas carreteras, un ferrocarril (el proyectado de las Cinco Villas nunca se llegó a construir) y un faro, haciendo las veces del mismo unas fogatas que se prendían en el Prau del Picu en Lluces, donde se haría el ansiado faro, inaugurado en la extraordinariamente tardía fecha del 1 de julio de 1994 (los demás de la costa oriental asturiana lo habían sido en la década de 1860)


A pesar de ello fue incrementándose el número de embarcaciones. Las minas de antracita de La Riera y Carrandi exportaban por Llastres su producción, lo que prolongó la vida comercial del puerto. La especialista de la Universidad de Oviedo, Rebeca Menéndez Marino, en su trabajo Evolución histórica del puertode Lastres, lo explica de esta manera:
"Desde la segunda mitad del siglo XIX, al calor de la explotación de las minas del concejo, destacando entre ellas los yacimientos de antracita de La Riera y Carrandi, ambas propiedad del industrial Braulio Vigón, y del beneficio de las minas de espato flúor del vecino concejo de Caravia, el puerto de Lastres empezó a atraer flujos mineraleros. Éstos, aunque muy discretos, sobre todo en comparación con los grandes puertos carboneros asturianos, como San Esteban de Pravia, Avilés o Gijón, recuperaron en cierta medida la actividad mercante de la villa, abriendo una vía inexplorada hasta el momento, el tráfico minero. A tal efecto fue habilitado, por Real Orden de 2 de marzo de 1926, el pantalán de hormigón que hoy día aún puede contemplarse en medio de la bahía frente al barrio de San Antonio. El mineral, trasportado por carretas hasta las proximidades de Lastres, era enviado al pantalán por medio de funiculares, cuyos restos perviven escondidos entre la maleza, desde donde era embarcado con destino a distintos puntos del norte del país, especialmente al País Vasco"

Como suele suceder, los flujos mareales con su marcado desnivel ocultan o hacen aflorar buena parte de la superficie arenosa de las playas, como es el caso de esta de La Beciella, con gran pedral o pedreru y bastantes rocas frente al sable (arena), siendo muy frecuentada por los pescadores de caña y, en verano, por no pocos bañistas, aunque no tantos como las cercanas de Moracéi, El Visu y La Espasa, o por supuesto, el Arenal de Morís


Se dice que fue precisamente un pescador de caña el que se encontró con una serena. En el Gran Libro de la Mitología Asturiana, sus autores Xuan Xosé Sánchez Vicente y Xesús Cañedo Valle, recogen dos leyendas al respecto, recopiladas por el investigador Alberto Álvarez Peña, una de ellas cuenta:
"En cierta ocasión, un joven pescador encontró una chica en la playa que cantaba mientras estaba en el agua. Era muy guapa y se enamoró de ella. Iba todos los días a verla, pero, en cuanto aparecía él, la chica se zambullía en el agua y desaparecía. Hasta que un día se tiró al agua tras ella; entonces descubrió que no tenía pies, sino, cola de pez, era una serena."


Otra habla de otro pescador que lo que pescó fue a la misma serena, y esta, para su sorpresa, le pide que la corte en ocho trozos iguales y dé dos de ellos a comer a su esposa, dos a su yegua, dos a su perra, y que entierre los otros dos restantes bajo un naranjo que el hombre tiene en su huerta:
"Como consecuencia de esto, la mujer dio a luz dos gemelos; la yegua parió dos caballos,; la perra dos perritos; y bajo el naranjo nacieron dos lanzas; todo gemelo. A los veinte años, Juan, uno de los gemelos, coge un caballo, lanza y perro y se va a conocer mundo. En una ciudad una princesa se enamora de él tras un torneo y se casan.

Un día Juan sale de casa y encuentra el Palacio de los Encantos, donde el que entra no vuelve a salir. Cuando se acerca sale una bella muchacha a recibirlo, le manda pasar y él, entonces, desaparece. En ese momento la lanza de su hermano, Antonio, se oxida, señal de que Juan se encuentra en peligro. Antonio coge lanza, caballo y perro y se va a la ciudad en busca de su hermano. Allí encuentra a la princesa que era esposa de Juan, la cual, por cierto, no es capaz de distinguirlo de su marido, porque, como gemelos que son, se parecen muchísimo. Antonio se dirige al Palacio de los Encantos; allí obliga a la muchacha que sale a recibirlo a que le diga dónde está su hermano.

Ella lo envía a la Cueva de los Encantos para que mate una paloma blanca y, después, le saque un  huevo. Si así lo hace, le explica, las puertas del Palacio de los Encantos se abrirán solas, En ese momento deberá entrar hasta que llegue a un salón donde duerme un gigante; le dará con el huevo en la frente y el encanto del Palacio se desvanecerá. Antonio lo hace así y mientras lo hace tiene que pelearse con otros dos gigantes con la ayuda del perro y de la lanza. Al romper el encanto libera a su hermano Juan y a todos los príncipes y princesas que estaban allí encantados. Como no podía ser menos, Antonio acaba casándose con una de las princesas."

La Punta Melín guarda los misterios de estas leyendas, con elementos cargados de simbolismo ancestral, como el huevo cósmico común a los mitos de creación numerosas culturas y que se ha querido comparar con el Big Bang. Este mito de la creación está relacionado también con el de los hermanos. En Los gemelos, una curiosidad histórica, Miguel Alarcón Nívia, ginecólogo-obstetra,  profesor asociado de la Universidad Industrial de Santander y miembro de la Academia de Historia de Santander, pasa revista a Cástor y Pólux, Rómulo y Remo, San Cosme y San Damián, etc., afirmando en su prólogo:
"A lo largo de la historia de la humanidad los gemelos no han pasado inadvertidos. Han sido objeto de curiosidad, de fascinación y de rechazo por algunas culturas. Su nacimiento era considerado de buena suerte entre unas tribus pero en otras era percibido como una maldición."

Repasando desde la mitología clásica y las culturas africanas hasta las tradiciones cristianas, halla este investigador la conexión de los gemelos y el huevo cósmico de la creación del universo:
"Entre los pueblos indígenas Mande y Yorub, habitantes de Malí, región de la República de Guinea, entre los Mande de Camerún, la creación del hombre hace parte del llamado "Mito del huevo cósmico", tan extendido en otras comunidades indígenas del mundo. Según los relatos mitológicos de esta cultura, la creación de la tierra, el sol y los hombres, fue el resultado de las relaciones incestuosas entre dos hermanos gemelos. 

En los comienzos del hombre solo existía Mangala, el dios supremo, lleno de energía. Posee los poderes de la materia, del tiempo y del espacio. Mangala guardó toda la energía en dos semillas gemelas de diferente sexo que guardó en una matriz que tenía forma de huevo. Posteriormente guardó más semillas gemelas hasta completar 4 pares, de diferente sexo. Pasado el tiempo las semillas se convirtieron en peces; por ello el pescado es símbolo de fertilidad entre la cultura Mande. Mangala mantenía en perfecto estado sus semillas dentro de la matriz hasta que ocurrió una desgracia: uno de los peces fue víctima del "pemba" que era el caos, el desorden y la parte dañina de la creación. Este pez fue muy ambicioso y se convirtió en Pemba. Primero robó un pedazo de placenta y la arrojó fuera de la matriz, lo cual dio origen a la tierra, luego fertilizó a su hermano gemelo Farro de manera incestuosa. El Dios Mangala muy disgustado convirtió a Pemba en la oscuridad y la noche, a otro pez lo convirtió en el sol y la luz. Para compensar la falta de Pemba convirtió a Farro en el primer hombre y le dio el don de la palabra. A otros peces también los convirtió en hombres para que poblaran la tierra. Luego vino Sourakata, un dios de los cielos que trajo la primera lluvia y les enseñó a labrar la tierra. Los siameses son adorados como dioses en estas culturas indígenas africanas"

La Punta Melín es posiblemente un antropónimo, mientras que Peña Forada hace alusión a su roca horadada en el acantilado. Ciertos etnógrafos (como Ramón Sordo Sotres) aluden que, en tiempos inmemoriales, se achacaban muchas veces tanto los accidentes marítimos como despeñamientos y ahogamientos a los cantos de sirena o serena o de algún otro ser maléfico, como por ejemplo, la Fiera Crupecia o Corrupecia, un verdadero monstruo, del que existe la copla...
"Tando Pachu Segando
nun campu de barbechu
sintió un llatigazu
na metá del pechu.

Como yera tan arriesgáu
quixo saber lo que yera
y vio a la Fiera Crupecia
tres d'una facina d'herba.

Tien tres carreres de dientes
y oreyes afuracaes
como de gastar pendientes.

Cuando a la mar va a beber,
mos dexa mui aturdíos:
tanto fae vaciar la mar
que pueden coyese arcinos"
(Estando Paco segando / en un campo de barbecho / sintió un latigazo, en la mitad del pecho. / Como era tan arriesgado / quiso saber lo que era/ y vio a la Fiera Crupecia / tras de un monton de hierba segada. / Tiene tres carreras de dientes/ y orejas agujereadas / como de gastar pendientes. / Cuando a la mar va a beber/ nos deja muy aturdidos: / tanto hace vaciar la mar / que pueden cogerse erizos -de mar-)

Seguimos distinguiendo en lontananza El Castru, en La Isla, cuyos acantilados conforman sus defensas naturales, a la que sus antiguos pobladores añadieron un foso y un talud en tierra, de unos 170 metros de longitud y una altura de dos a tres metros que es aún bien visible, así como lo que fue un parapeto en su zona más occidental, un metro aún más alto


La planta de El Castru es ovalada y abarca una superficie de 100 x 60 metros en forma de meseta, en la cual aparecieron, casualmente y en trabajos de aprovechamiento del terreno, los cimientos de algunas cabañas que han sido atribuidas a épocas romanas o prerromanas sin determinar, pendientes de nuevas investigaciones


El castro que dio nombre al lugar habría pasado por un periodo de romanización y estaría en relación con el antiguo puerto de La Isla y ciertos importantes hallazgos en el entorno de la iglesia parroquial, antiguo monasterio de Santa María de Tona, donde excavaciones hechas en 1845 (J. Argüelles) y 1901 (E. Gilhou) sacaron a la luz columnas de antiguas termas, un tubo de plomo, tégulas, ímbrices, huesos de animales y moluscos y fragmentos de un mosaico geométrico


Asimismo desde el siglo XVIII se conoce la existencia de una estela relacionada con el culto mitraico, religión oriental que, como el cristianismo, se extendería por el Imperio Romano a través de las rutas terrestres y marítimas más empleadas, como sería este el caso. Una cueva reaprovechada como almacén por un restaurante habría sido el mithraeum o lugar de culto y rituales. Las clases sociales más elevadas, comerciantes, altos funcionarios, así como comerciantes en general, solían ser las primeras en entrar en contacto con las nuevas religiones y, comúnmente, las primeras en ser sus adeptos e impulsores, bien por fe o bien por conveniencia, según el caso. 


Pero en el caso concreto de Mitra, y dado que sus rituales y misterios eran salvíficos y la participación en ellos garantizaba la inmortalidad, se extendió también especialmente (como pasaría con el cristianismo) en el ejército y también en los esclavos. El historiador Narciso Santos Yanguas en El culto a Mitra en Asturias en el marco de los cultos orientales en la Península Ibérica, esboza la posibilidad que en el caso de Asturias este culto fuese traído por legionarios aquí acantonados:
"... la inscripción de La Isla se menciona tanto el cargo más elevado de la organización sacerdotal conectada con el dios Mitra (pater patrum), que se nos documenta aquí como pater patratum, como uno de los niveles intermedios de dicha estructura religiosa, el correspondiente a leo (león); en realidad no constituyen más que un exponente de lo que sería la jerarquización sacerdotal de Mitra en su conjunto, aunque nos dan pie para poder afirmar la existencia de una comunidad de creyentes en dicho territorio, que celebrarían los cultos de esta divinidad oriental

Quizás haya que conectar el arraigo del culto a Mitra en dicho territorio de Colunga con la presencia de una vexillatio (destacamento militar) asentado en dicho emplazamiento o en sus alrededores; ahora bien, este grupo de soldados no tendría que estar vinculado directamente con la legión VII Gemina sino tal vez en conexión con la escuadra romana del Cantábrico, cuya importancia arrancaría al menos de los años correspondientes a las guerras astur-cántabras. 

Entre los objetivos que cumpliría este ejército naval del Cantábrico, en el transcurso de la segunda mitad del siglo I y todo el siglo II, se hallarían los relacionados con la salida de los productos mineros, tanto de las minas de oro como de hierro, contando en este último caso el entorno territorial del mitreo asturiano con varios yacimientos próximos"

De todas maneras, pese a que la zona noroeste nunca estuvo plenamente pacificada y siempre tuvo guarniciones militares permanentes, el culto a mitra no parece haber salido de grupos reducidos de individuos y tal vez no trascendiese a los pobladores indígenas. Santos Yanguas plantea como explicación al respecto que estos naturales, como los de La Villeda y otros castros y lugares, tendrían divinidades de carácter similar y con una función parecida:
"En este sentido, mientras que en otras provincias imperiales, como Germania, por ejemplo, la epigrafía mitraica nos ofrece la presencia de indígenas, en las regiones que contaban con un sustrato céltico prácticamente no se da esta circunstancia, como es el caso de Hispania y Galia. 

De esta realidad parece concluirse que tal vez existiera un dios céltico, cuya vigencia en tiempos romanos continuaría siendo intensa, con unos cultos y funciones religiosas similares a los mitraicos; es posible que dicha divinidad pueda ser identificada con Lugus (Lug), asociado algunas veces a Mercurio, otro dios que para algunos investigadores hay que considerar en paralelo con Mitra. 

Hemos de pensar, sin embargo, que este papel lo pudo desempeñar alguna otra divinidad celta, como Esus, Cosus o Taranis, pero su difusión resulta mucho más débil que la de Lug por el territorio hispano; quiere decir esto que, aunque no se daría realmente un rechazo frontal por parte de los indígenas del Norte peninsular a los cultos de Mitra, se explicaría así la escasa incidencia de dicho culto en las regiones más celtizadas de la Península (en ese aspecto radica uno de los principales elementos que definen al mitraismo en territorio hispano: su escaso arraigo)"

En relación al castro allí existente una gran plantación de ocalitos, así como sus correspondientes pistas forestales abiertas para la extracción de madera, han afectado seriamente a sus estructuras, en las que se ha reconocido foso y muralla. Sus formidables acantilados, continuidad de los de Güerres, conforman su defensa natural por el mar, se han localizado restos de cerámica y materiales que se han comparado a los del castro de Caravia (El Picu'l Castru), del que hemos hablado notablemente en los artículos correspondientes a los anteriores tramos de Camino


Cuando Aurelio de Llano quiso excavar aquí el dueño del terreno se opuso tenazmente al principio, pues pensaba que el investigador era uno de aquellos ayalgueros o buscadores de tesoros que tanto pululaban antaño (y hasta fechas muy recientes, si bien han renacido con los detectores de metales) por estos yacimientos. Así lo cuenta en Del folklore asturiano:
"Y en Agosto de 1921 fuí a hacer excavaciones al Castro de la Villeda, sito en el concejo de Colunga. Y el dueño del terreno se opuso en un principio, a pesar de ofrecerle la indemnización correspondiente, a que yo entrara a excavar en la finca. 
-«No le permito excavar -me dijo- porque en lo alto del Castro hay un tesoro escondido, el cual consiste en una vajilla de plata y un juego de bolos de oro. Y esto pertenece a mis hijos, porque el terreno es de mi mujer, que en paz descanse…» 
Por fin se convenció de que allí no había ningún tesoro, y me dió toda clase de facilidades para llevar a cabo mis investigaciones."

Un camino sobre el acantilado comunica con La Griega, otra de las grandes playas de este sector, oculta a nuestra vista, su topónimo está vinculado al castro ya que procede de la raíz celta briga, altura, fortaleza, si bien en la creencia popular se atribuía a asentamientos de griegos de Grecia. La etimología parte de un aún más antiguo berg o bhergh indoeuropeo, con similar significado y origen de muchísimos topónimos en el área europea


Arriba y a lo lejos reconocemos algunos barrios de Lluces, cuyo nombre partiría de las hogueras que antaño se prendían aquí como faro primigenio. Es fácil de identificar por su copa del agua, el depósito elevado que suministra a esta población, hecho así para dar presión suficiente a los conductos acuíferos y que llegue bien a las casas de esa gran planicie que se extiende al oeste hasta el profundo valle del Ríu la Llastra y frontera con Villaviciosa


Abajo, y a la izquierda de Llastres, la Playa l'Estilleru o Playa Llastres, que apenas vemos en marea alta, si bien sí sus acantilados. Allí se construían antaño los barcos llastrinos con la madera de los bosques de San Roque. Es de unos 300 metros de longitud y en ella desemboca el río Frayón o Astuera, hidrónimo relacionado con astur y Asturias, de discutida etimología pero presente en numerosas corrientes de agua que a la vez son origen de más topónimos, antropónimos y palabras, desde esturión a Estiria. Leemos al respecto en la voz Asturias en Wikipedia:
"El término «Asturias» recibe el nombre de sus antiguos pobladores, los astures, primitivos habitantes de orillas del río Astura (Esla). El nombre de astures englobaba no solo a los de la Meseta (cismontanos), sino también a los del norte (transmontanos).

«Astura» debió de tomar la raíz del celtastour, que significa «río». Dicho topónimo aparece en Bretaña, donde Plinio habla del río Stur; hoy en día existen tres ríos Stour en KentSuffolk y Dorset. En la desembocadura del Elba hay otro río Stör, llamado antiguamente Sturia. Asimismo, en el Piamonte se localizaba la tribu celta de los Esturi y un río Stura. La misma raíz perdura aún hoy en el gaélico y el bretón en las palabras ster y stour con el significado de «río"

De Lluces procedería la población primigenia de Llastres (aparte de la escasa que podría haber en el primitivo embarcadero preexistente) cuando este se constituyó como el gran puerto colungués en el siglo XIII con la carta puebla y en su llana rasa se han localizado testimonios de antiguos pobladores de tiempos romanos y prerromanos, hasta la prehistoria. Llegó a ser la gran despensa de las familias marineras llastrinas en lo concerniente a los productos del campo, que secularmente intercambiaban por pescado (leche, huevos, chorizo y otros embutidos, harina, etc.)


Bajamos a la hondonada formada por el Ríu los Romeros en su desembocadura en La Beciella, riachuelo fácil de cruzar, como pronto veremos, cuyo nombre guarda relación con el paso de peregrinos por este Camín Real de la Costa, los cuales solicitarían cobijo en el monasterio de advocación jacobita de Santiago de Caravia, fundado durante la primera mitad del siglo XI por el poderoso noble Munio Roderici, El Can, dentro del territorio de sus extensos dominios, cuyo coto sería el germen del concejo de Caravia, separado del de Colunga


Una fundación piadosa pero que no dejaba de formar parte de su política de influencias, pues por entonces un monasterio no era un simple lugar de retiro y oración sino una verdadera empresa de explotación agropecuaria y administración del territorio, por ello no dudó en obligar "mediante violencia y miedo" a ceder rentas y posesiones de lugares como la iglesia de Santa Pedro de Saltum (Soto del Barco/Sotu'l Barcu), tal y como se quejaría en 1045 su fundador, el presbítero Gevoldo, quien la había fundado años antes bajo la protección del monarca Alfonso V


Diversos autores sostienen que este monasterio, extinguido como tal en el siglo XVI, estaba a unos 250 metros de la desembocadura, y por lo tanto muy próximo al Camino, según afirmaba Aurelio de Llano de sus prospecciones en estos parajes, señalando que ya a finales de esa centuria estaría en la ruina. Se supone la actual iglesia parroquial de Santiago de Caravia sería la sucesora del templo monacal, si bien esta se encuentra algo más al interior, lo que hace dudoso autentificar plenamente su antigua ubicación


El historiador Luis Antonio Alías, por ejemplo, en El Camino de Santiago por Asturias. Itinerarios,  cuenta que, aprovechando las dependencias del monasterio se construyeron además las cuadras del Palacio de los González Cutre, en el que se conserva incluso la lápida de consagración con "la leyenda que Alfonso III grababa en todas sus construcciones":
SIGUNM (CRUCIS) SANTIS PONE DOMINE INDOMIBUS ISTIS ET NON PERMITAS ANGELUM PERCUTIONENTEM INTROIRE AMEN

(Pon, Señor, la señal de la Cruz en estos santos edificios y entre el ángel exterminador)

La fórmula era pues la usual de los tiempos del Alfonso III, fallecido en 910 y tradicionalmente tenido por el último rey de Asturias antes del traslado de la corte a León, aunque su hijo Fruela II seguiría figurando como tal, subordinado a su hermano García I, primer rey leonés y luego a la muerte de este a su también hermano y heredero de tal título Ordoño II (muerto este Fruela II sería investido rey leonés en 924 pero fallecería al año siguiente). Esto da en pensar que, o bien hubo una fundación anterior, o más seguramente que la fórmula seguía empleándose cuando Martín, obispo de Oviedo, consagró el monasterio fundado por El Can


Sabemos que Martín fue obispo de 1043 a 1053, por lo que entre ese dato y las quejas de Gevoldo en 1045 (que recuperó su iglesia de San Pedro para cederla a los monjes del monasterio ovetense de San Vicente), que la consagración de Santiago de Caravia hubo de hacerse empezando su mandato, lo que no quiere decir necesariamente que hubiese sido construido entre 1043 y 1045, pues este rito podía hacerse tiempo después de la fundación propiamente dicha


De haber estado a unos 250 metros de la playa aquel monasterio habría estado muy cerca de aquí, un poco más a la izquierda, al pie del monte de La Cruz (44 m) y antes del viaducto de la Autovía del Cantábrico, que vemos parcialmente en la foto justo bajo las estribaciones del Sueve, por lo que estaría casi al lado del Camino


Pero si estaba en el solar de la iglesia actual de Santiago de Caravia o sus inmediaciones (Palacio de los González Cutre), estaría bastante más al sur, por lo que, o bien los peregrinos hacían un gran rodeo para llegar allí o existía una ruta más al interior desde Berbes. Sea como fuese sabemos por los libros parroquiales que en dicha iglesia fue enterrado en 1716 el peregrino flamenco Joseph de Fur, y en 1807 "un pobre extranjero llamado Manuel", es decir, mucho después de extinguido el cenobio, que se supone albergó monjes benedictinos


Sin embargo, en el siglo XVIII, se plasma por escrito la tradición que afirma existió un Hospital de Caravia cuyo patronazgo no era de los benedictinos sino de los templarios. 
"está poco más de quinientos del sitio donde estaba la antigua Yglesia o Monasterio de Caravia (...) quasi llega el agua del mar donde hai el vestigio o Mina subterránea donde dicen hubo una Ospedería de Templarios"
A falta de más documentos fehacientes no podemos asegurar si esto era así o que ya estaban corriendo las legendarias historias de atribuir a la Orden del Temple la construcción de misteriosos edificios arruinados, como también se haría con la Inquisición o, desde tiempo inmemorial, con los moros (los antiguos pobladores y no necesariamente musulmanes o norteafricanos, aunque no pocas veces sí paganos o precristianos)


¿Habría pues una hospedería en este lugar y un monasterio más allá o estarían los dos juntos en uno de los dos emplazamientos?. Las dos posibilidades son verosímiles, es más, a principios del siglo XIX todavía se cita al Hospital de Caravia en un inventario de hospitales de peregrinos, por lo que su existencia fue más allá que la del monasterio. ¿Morirían pues los dos peregrinos antes citados en ese hospital, lo harían en el Camino, o habrían llegado buscando socorro a la actual iglesia de Santiago donde fueron enterrados?. Volvemos de nuevo a Aurelio de Llano, que en El libro de Caravia, recoge esta leyenda al respecto:
"Dice la tradición que cuando el monasterio de Santiago de Caravia estaba amenazando ruina, determinaron los caravienses sacar de allí a los santos y llevarlos al pueblo. Y hubo grandes discusiones entre los de Caravia Alta y los de la Baja sobre cual de los dos pueblos tenía derecho a llevarse la imagen de Santiago

El monasterio estaba erigido en la margen oriental del río de los Romeros y por tanto en términos de Caravia la Alta, razón suficiente para que los de arriba tuvieran más razón que los de abajo.

Y una hermosa mañana, los vecinos de Caravia la Alta descendieron al río de los Romeros, entraron en el ruinoso monasterio y después de rezar al Apóstol, le bajaron del altar, y colocándolo cuidadosamente en unas parihuelas, a hombros de cuatro mozos, le llevaron procesionalmente hacia el pueblo.

Cuando subía tan original procesión por la Calzada, caminaba sobre fogoso alazán por la ería de los Duesos, en dirección a Deldi, el caballero hijodalgo D. Antonio de Arada, vecino de Caravia la Baja, el cual viendo que llevaban a Santiago, clavó las espuelas en los hijares del caballo y emprendiendo una carrera velocísima dió alcance a la procesión al llegar a la Tjera; se metió entre la gente, cogió la imagen y dijo:

-El que quiera a Santiago que vaya por él a Caravia la Baja

Y marchó

Y cuentan en el pueblo que reventó el caballo por tanto correr"

El Ríu los Romeros, que divide estas dos Caravias, sería pues el solar monástico cuya imagen habría sido llevada a la iglesia de Santiago de ser cierta esta legendaria historia, pero con ella habrían de haber salido más cosas, como la lápida de consagración antes mencionada y otra, desaparecida, que estuvo en la capilla de San Lorenzo del Palacio de Cutre, pero cuya copia fue entregada al ilustrado prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos por el erudito historiador Francisco de Paula Caveda, la cual se conserva en la Real Academia de la Historia y que, traducida, viene a decir así:
+ En esta iglesia se guardan ocultas muchas muy preciosas reliquias de San Vicente, de Santa María Virgen, de San Miguel y otras muchas. Roberto, abad de Cuovaduenia (¿Covadonga?), la restauró y Martín, obispo de la iglesia de Oviedo, la consagró, el día cuarto antes de las kalendas de agosto  (29 de julio), en la era MCLXXXIIII (1146 d. de C.) + Me hizo cuidadosamente la mano de Mascarono

Aurelio de Llano creía la procedencia de esta lápida era la del extinguido monasterio fundado por Munio Roderici o Muño Rodríguez, El Can o Muñaçan, muerto hacia 1056, "a nombre de su hijo Muño Muñiz (¿1051-1082?)" nos dice la Gran Enciclopedia Asturiana (volumen 4, voz Caravia, monasterio de Santiago de), citando al Libro Registro de Corias y al Cartulario de San Vicente de Oviedo. Todas estas noticias despejan unas dudas pero plantean a la vez otras sobre los avatares monásticos aquí acontecidos. Víctor Manuel Rodríguez Villar, uno de los autores de El Camino de Santiago por Asturias. Topoguía 2. Ruta de la Costa, escribe así:
"... los jacobitas encontrarían albergue, merced a la acostumbrada hospitalidad monástica, en el desaparecido cenobio de San Jacobo o Santiago de Caravia (Caravia la Baja). Atribuido tradicionalmente a la Orden de San Benito y su fundación en 1040, al conde Nuño Rodríguez "El Can"m destacado personaje de la emergente nobleza asturiana del siglo XI, fue donado en 1176 por Fernando II de León a la catedral de Oviedo, y permanecería en pie hasta finales del siglo XVI.

Es de suponer que estuviera emplazado, sino en en propio solar, sí en las inmediaciones de la parroquial de Caravia, igualmente puesta bajo la advocación de Santiago Apóstol, templo construido en los siglos XVI-XVII que, en todo casi, contiene restos de la antigua fábrica monástica.

En relación con este monasterio podría estar, asimismo, una lápida fechada en 1146 que se conservaría en la capilla de San Lorenzo de Caravia hasta el siglo XVIII; en ella se aludía a la existencia de muchas y preciosas reliquias pertenecientes a San Vicente, Santa María Virgen, San Miguel y otros santos.

Evidentemente, estas santas reliquias, de haber estado en el monasterio de Santiago, habrían actuado como un poderoso reclamo para los peregrinos que recorrían la costa caraviense, conduciéndoles hasta el cenobio para venerarlas."

La cuesta abajo acaba al llegar a la ribera del Ríu los Romeros, en cuya orilla estuvo aquel viejo monasterio. Aurelio de Llano cuenta que a Santiago de Caravia lo fundó "Munio Monión Can, natural de Caravia y señor de Campo de Salinas", según título a él otorgado por Fernando I El Magno, rey al que acompañó como capitán en las "guerras de Valencia y Andalucía", trayendo de Sevilla a León "el cuerpo de San Isidoro, que, en la capital andaluza, le había entregado el rey árabe Abenamar, en 1063", una fecha que nos desconcierta si según la Gran Enciclopedia Asturiana falleció en 1056. Abenamar o Ibn Ammar, por su parte hemos de destacar que fue el visir de la taifa de Sevilla y consumado poeta sobre el que se basó el famoso y anónimo Romance de Abenámar, anónimo del siglo XV:
—¡Abenámar, Abenámar,   moro de la morería,
el día que tú naciste   grandes señales había!
Estaba la mar en calma,   la luna estaba crecida,
moro que en tal signo nace   no debe decir mentira.

Allí respondiera el moro,   bien oiréis lo que diría:
—Yo te lo diré, señor,   aunque me cueste la vida,
porque soy hijo de un moro   y una cristiana cautiva;
siendo yo niño y muchacho   mi madre me lo decía
que mentira no dijese,   que era grande villanía:
por tanto, pregunta, rey,   que la verdad te diría.
—Yo te agradezco, Abenámar,   aquesa tu cortesía.
¿Qué castillos son aquéllos?   ¡Altos son y relucían!

—El Alhambra era, señor,   y la otra la mezquita,
los otros los Alixares,   labrados a maravilla.
El moro que los labraba   cien doblas ganaba al día,
y el día que no los labra,   otras tantas se perdía.
El otro es Generalife,   huerta que par no tenía;
el otro Torres Bermejas,   castillo de gran valía.
Allí habló el rey don Juan,   bien oiréis lo que decía:
—Si tú quisieses, Granada,   contigo me casaría;
daréte en arras y dote   a Córdoba y a Sevilla.
—Casada soy, rey don Juan,   casada soy, que no viuda;
el moro que a mí me tiene   muy grande bien me quería.

En la pequeña pero preciosa ribera, seguimos a la derecha, en dirección a la playa. También Aurelio de Llano decía que entre aquellos peregrinos "venía mucha gente maleante" que se metía en una cueva que había al lado del mar y desvalijaban a cuantos pasaban por aquel camino real, lo que provocaba que los vecinos hubiesen de hacerles frente, "Cuentan que un caraviense, de un golpe de hoz, cortó una oreja a un bandido en reñidísima pelea"


Este camino fue el principal hasta la apertura de la carretera de La Espasa a Ribadesella/Ribeseya el 30 de julio de 1885, el resto eran vías vecinales y caminos de herradura, para el paso de caballerías y animales de tiro, raro era el tramo donde pudiese transitar bien un carro, solamente las socorridas recuas de mulas de los arrieros, los transportistas de la antigüedad, con sus mercancías de un lado a otro, parando en ventas como la de La Espasa, en el paso de Caravia a Colunga, que nos encontraremos poco más allá


Ante nosotros vemos el lugar por donde se vadearía tradicionalmente este arroyuelo, aquí a la izquierda. Gran parte del año, principalmente en verano, no parecería tarea difícil, pero estos regueros, de escaso cauce y mínimo caudal, podrían bajar con ímpetu en las crecidas invernales e incluso primaverales en temporadas de lluvias y deshielos. No es de extrañar que Munio Muión Can estableciese un monasterio en estos parajes o sus cercanías, controlando el trasiego de gentes y mercancías por sus áreas de influencia


La mujer de Munio era Munia, Munia Dona, hermana del mítico conde Piniolo, posesor de grandes términos en Asturias y que ha pasado a la historia por intercambiar gran parte de ellos por nuevas posesiones en el extremo suroccidental de Asturias para hacer lo mismo, fundar un monasterio, el de Corias o Courias, bajo la advocación de San Juan, antesala de Cangas del Narcea, las antiguas Cangas de Tineo, la tierra de los astures pésicos o del occidente, dice de nuevo Aurelio de Llano:
"Estuvo casado con Munia Dona hermana del conde Piniolo, y éste casó con una hermana de Munio llamada Doña Aldonza Munión: vivió en el condado de Duyos, Caravia la Baja.

El monasterio de San Jacobo o de Santiago de Caravia, perteneció a la Orden de Benedictinos y estaba situado en un verde vallecito a 250 metros de la desembocadura del río de los Romeros, en el mar. En someras excavaciones que hemos practicado, pudimos comprobar la existencia de algunos cimientos. Fue declarado ruinoso hacia fines del siglo XVI.

Al mimo tiempo que iglesia de Caravia, era alberguería de peregrinos que iban a Santiago de Galicia; por eso aquella parte del arroyuelo se llama río de los romeros"

En la actualidad, un poco más allá, se ha habilitado una pasarela de madera que nos evitará mojarnos los pies o, lo que es usual, resbalar o tropezar al pisar los cantos rodados del lecho fluvial y darnos un buen susto. Dice Luis Antonio Alías en El Camino de Santiago en Asturias. Itinerarios:
"Aquí "vivieron" los desaparecidos monasterio de Santiago y albergue de peregrinos -la alberguería y hospital, cuya administración la tradición atribuye al Temple, sobrevivió al monasterio y aún aparece citado en una relación de comienzos del XIX- que han esparcido las huellas de su dilatada existencia por el concejo."

El mismo concejo nació, reiteramos, a raíz de esta fundación monacal. En la diplomática más antigua Karauiam (Caravia), aparece integrada  dentro de la entidad geo-administrativa de Colunga, como es el caso del Liber Testamentorum de la catedral ovetense de San Salvador, donde cita la donación de Ordoño II a la mitra catedralicia de este espacio "in territorio Colunga" en 921, mencionándose diversos enclaves como Duesos, Prau y Valle. Si bien este documento es en realidad una interpolación dos siglos posterior a la fecha apuntada, obra del obispo Pelayo, vale para atestiguar la existencia de este término dentro del término Colungués, administrado por un representante real o potestas, que hacia 1216 sería un tal Sebastián Gutiérrez, posiblemente desde La Isla, donde tendría su castillo


Cuando hacia 1270 se funda la Puebla de Colunga la condición monacal del territorio caraviense debió de ser fundamental cara a su independencia respecto a su alfoz, pues desde casi un siglo más atrás, en 1176, habría sido donado por Fernando II al prelado ovetense, aunque figurando aún como dentro del "valle de Colunga"


Y en 1215 otro monarca, Alfonso IX, hace libre y exento el coto de Caravia al confirmar su donación a la Mitra a cambio, como hemos dicho, de diversas propiedades que el monasterio de Santiago poseía en el vecino alfoz de Leduas (sector occidental riosellano, al oeste del Sella), entregándolo con "todos sus hombres y mujeres" y señalando sus límites, que son los del actual concejo, en documento así traducido por Aurelio de Llano:
"... a cambio de estas heredades que me otorgáis, os doy los hombres y las mujeres que tengo en el valle de Caravia, entre Loronio y Sarracín, para que desde hoy en adelante queden libres de mi jurisdicción y pasen a la vuestra, e incorporo a vos aquel valle, para vos y vuestros sucesores perpetuamente, por sus términos antiguos, por la Sparsa (Espasa) de Loronio y por Santa Eulalia y por Piedra blanca y por la Forcada, y por el pico de Bobú y por Levanco y por la piedra de Puades y por la piedra de Lamas y como por el agua vierte, y por el río de Concas y por el río Sarracín, y por los fondos de Portiello; y de otra parte por la playa del mar Océano a Loronio hasta río Sarracín, y todo lo que contiene bajo estos términos y eximo de toda regia voz"

De esta forma, al ser posesión monacal y no real, cuando Alfonso X funda la recitada puebla de Colunga, Caravia parece ir quedando al margen de su jurisdicción concejil, aunque no sabemos la fecha exacta en la que esta independencia se manifiesta de manera efectiva, pero en 1378 ya tendría representantes propios en la junta o hermandad de concejos (antecedente de la Junta General del Principado) celebrada en la capital asturiana para oponerse al servicio extraordinario impuesto por el conde don Alfonso con ocasión de la guerra de Castilla con Navarra


En 1381 una relación atribuye al prelado ovetense estas "tierras del obispo de Oviedo e de su Eglesia" y en 1385 en el Libro Becerro del obispo Gutierre de Toledo figura Caravia como concejo, con una sola parroquia, la de Santiago Apóstol, advocación del monasterio, de cuyo templo se cuenta en el Gran Atlas del Principado de Asturias lo siguiente:
"La iglesia de Santiago Apóstol se hallaba además engarzada en el rosario de centros asistenciales que conformaban la ruta costera hacia Santiago. Resultado de este trasiego aparece el hidrónimo los Romeros, que se otorga a la corriente que circulaba próxima al templo que, no obstante, contaba, según la lápida ya mencionada de 1146, con muchas muy preciosas reliquias, cuya veneración, sin duda, contribuyó a también a dar nombre al río. El monasterio quizás declinó al mismo ritmo que la peregrinación jacobea, pues según Aurelio de Llano a finales de la decimosexta centuria se encontraba ya en ruinas"

La estrecha relación del coto monástico con la iglesia ovetense se manifiesta en detalles como, ya en 1260, cuando el abad de Santiago de Caravia y canónigo de la catedral de San Salvador de Oviedo,  don Pedro Gutiérrez, adquiere una casa en el barrio de San Isidoro de la capital asturiana. Pero tampoco sabemos la fecha, y mucho menos los avatares, que desligaron al concejo de esta dependencia eclesiástica, sólo que en 1494 ya aparece formando parte de los concejos de jurisdicción ordinaria en las ordenanzas de la Junta General del Principado


He aquí un mapa de nuestra ruta por Caravia. El Camino de Santiago recorre unos cuatro kilómetros por él, que viene a ser la extensión de su franja costera, pero verdaderamente muy intensos y naturales, prácticamente en todo momento en primera línea de costa o casi. De nuevo leyendo el libro El Camino de Santiago por Asturias. Topoguía 2. Ruta de la Costa, nos informan así de esto:
"Dejando atrás el concejo de Ribadesella, la calzada jacobea corría serpenteante por tierras del antiguo valle de Caravia. En rápido tránsito, bordeaban los peregrinos el litoral a través de apacibles erías y praderías, por uno de los recorridos más genuinamente costeros de todo el Camino de la Costa por Asturias, mientras que ante ellos aparecían, majestuosas, las alturas de la cadena montañosa de El Fito y las primeras estribaciones de la cordillera del Sueve; todas ellas cubiertas de pastos y extensas manchas forestales"

En otro apartado del mismo libro se dice que "Los escasos 4 km del Camino por Caravia discurren tan pegados al mar que a veces apenas hay distancia real entre el Camino y acantilado e incluso podría decirse que la erosión de éste ha ido robando terreno a aquel", como veremos ahora en nuestro trayecto por La Beciella


Seguidamente comprobaremos algo similar en La Espasa, "ya que el peculiar trazado de la vía por una zona de gran actividad erosiva ha facilitado el progresivo desdibujamiento de su planta". Manifiesta además este dato que unos 1.800 metros de este itinerario han desaparecido "borrados por numerosas praderías de su entorno" al haberse realizado en tiempos una "apropiación indebida de vías públicas por particulares"


No obstante el mismo libro nos dice que "el seguimiento del antiguo itinerarios resulta fácil, ya que éste continúa hacia poniente en línea casi recta, con tenues cambios de cota, a lo largo del más estricto litoral caraviense"


Y esta es la vista del río desde la pasarela habilitada para cruzarlo, la cual aún no estaba hecha en el momento (año de 1994) de publicación de ese histórico libro-guía, pues dice que " Tan sólo el estrecho cauce del arroyo de Los Romeros, de evocadoras resonancias, frena el paso ya que carece de puente y ha de ser sorteado como lo hicieron los antiguos peregrinos". Este río nace en las cercanías de Prado o Prau, Caravia l'Alta y también se le conoce como Beciella o Veciella, un topónimo cuya etimología, no muy clara, hace pensar en una referencia a valles y riberas, pues suele darse en cauces de río y vaguadas, por lo que se le busca una raíz prerromana bed o bedia, posteriormente latinizada y emparentada con vadum, vado, cruce de río


Cruce de río que ya realizamos aquí nosotros, continuando camino a la derecha, atendiendo al mojón xacobeo que tenemos enfrente. Una larga línea de estacas con alambrada separa el Camino de las fincas sitas a su izquierda


Y ahí tenemos el gran túmulo de La Beciella, en este evocador promontorio ante el mar, testimonio de las antiguas civilizaciones megalíticas que poblaron estos parajes hace unos 4.000 ó 5.000 años y que antaño mostraba una cámara dolménica de grandes dimensiones actualmente desaparecida. En el interior se halló un hacha pulimentada, elemento usual en las ofrendas de estas necrópolis, en parte tallada y en parte pulimentada, maciza y de tamaño importante, presentando además huellas de uso que dan a entender que pudo ser empleada como azada de trabajo agrícola


Ante el túmulo hay una bifurcación, el Camino sigue de frente y comienza una cuesta. A la derecha está el acceso a la playa. No deja de llamar la atención que este túmulo, como los de La Tuerba, de los que hablamos en la entrada de blog dedicada al trayecto anterior, estén en la rasa litoral "y flanqueando el denominado Camín Real o camino de la costa", como nos dicen en el Gran Atlas del Principado de Asturias"ubicación que parece estar sugiriendo el empleo de este corredor natural, muy utilizado en épocas posteriores, como frecuentado lugar de tránsito ya en tiempos neolíticos."


Frente al túmulo y ante la playa, unas mesas y bancos conforman una bella área de descanso donde podremos sentarnos y, si se tercia, sacar el bocadillo de la mochila y compartir viandas, reponiendo fuerzas en este mágico paraje donde tantos milenios nos contemplan...


Muy interesante es también el dato que nos aporta el libro Asturias concejo a concejo: Ribadesella, Caravia, Colunga del Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) sobre la vinculación de estos túmulos con el Camino:
"Tanto los enterramientos tumulares de La Tuerba como el de La Viciella se disponen a lo largo del eje vial E.-O. conformado por el antiguo camino real de la costa, también de Santiago, a manera de mojones indicadores de sus paso. Este hecho pudiera poner de manifiesto la vinculación existente entre monumentos megalíticos y viejas vías de comunicación, fenómenos bien constatado en Galicia que cuenta con algunos ejemplos en nuestra región, insinuando la inauguración de un itinerario que a lo largo de la historia aglutinaría la mayor parte de la circulación de la franja costera asturiana"

Tras la bajada al Ríu los Romeros toca pues volver a subir a la rasa propiamente dicha. El libro arriba mencionado explica otras evidencias de estas necrópolis costeras, de las que dice que están "vinculadas directamente con el megalitismo que supone el primer intento en nuestra región de reflejar la obra humana en el paisaje, en el que dejará una huella permanente."


A ello añade que estas estructuras dan pie a pensar en el aprovechamiento de los recursos terrestres y marinos por aquellas antiguas poblaciones que ya dominaban las artes de la agricultura, la ganadería, la pesca y muy posiblemente de la navegación, al menos de cabotaje:
"Estas arquitecturas funerarias, ubicadas en la rasa litoral, inmediatas al mar y próximas a la desembocadura del arroyo de los Romeros y de Caravia respectivamente, evidencian la utilización tanto ritual como económica del espacio costero, teniendo, así, que unir el aprovechamiento pastoril-ganadero y agrícola incipiente propio de estas comunidades a la plausible explotación del medio marino y fluvial, dentro de una economía primaria en la que no se desaprovecharían ninguno de los recursos aportados por el medio natural."

Llegan ahora una serie de escalones dispuestos en la cuesta que facilitan la subida de este repecho. El escritor Pablo Antón Marín Estrada describe en Caravia: romeros, templarios y trasgos en el Camín Real, artículo publicado en El Comercio el 14-11-2021, un recorrido por el concejo y su historia a través del Camino:
"El peregrino se adentra en Caravia cruzando el arroyo de La Reguta y seguirá bordeando la costa por el trazado del Camín Real que parte en las inmediaciones del arenal de Morís para ir asomándose a los otros del concejo: La Beciella, El Visu, Mocarey y La Espasa. Los pasos y la presencia del ser humano por estas tierras se remontan al menos hasta el paleolítico, época en la que se datan los abrigos rupestres de Les Vaques y La Pongueta, próximos al lugar de Duyos.
Hay enclaves donde, además de la huella de las poblaciones que lo habitaron, perviven los vestigios del misterio y lo sagrado. En la mencionada playa de La Beciella desemboca el Río de los Romeros, un hidrónimo que evoca a los caminantes xacobeos que lo atravesaban y donde se cree existió una hospedería vinculada a la Orden del Temple, según algunos autores como el caraviense Aurelio de Llano. Formaba parte del antiguo monasterio de Santiago fundado por el conde Munio Roderici en el siglo XI. A escasos metros de la Beciella se localiza un gran túmulo dolménico, prueba de que las riberas de ese regato que baja de las estribaciones del Sueve a unir sus aguas con las del mar debían ser lugar propicio al encuentro con lo sobrenatural. No es la única piedra notable y con enigma de las dos Caravias: frente a la iglesia de Santiago en Duesos se exhiben en una urna de cristal los fragmentos de la Estela castreña que se descubrió hace casi un siglo semienterrada en la sacristía del templo. Observando el tamaño de estas piezas es posible visualizar las colosales dimensiones que hubo de tener la estela discoidea donde se engarzaban alrededor de un círculo solar. La decoración geométrica es de la misma factura que la hallada en cerámicas y otros restos del castro prerromano del Picu, excavado por De Llano."

Los peregrinos coinciden en verano con numerosos senderistas y veraneantes que realizan esta ruta en ambas direcciones, yendo o viniendo de La Espasa a La Beciella y el Arenal de Morís. Estamos ahora en un lugar ideal para contemplar la playa


Si bien no tan concurrida como las otras playas citadas no poca gente se acerca a La Beciella o La Veciella (es común verlo escrito con b o con v), mucha gente se acerca a ella para estar en un lugar más agreste y no tan masificado en verano, apartados relativamente del barullo aunque sin salvamentos, duchas, chiringuito, ni otros servicios playeros


Esta es una imagen con la marea subiendo, cuando llega a prácticamente desaparecer la superficie arenosa y quedan únicamente los cantos rodados y las rocas del pedreru, donde la gente gusta de acomodar sus ropas y pertenencias


Al oeste volvemos a ver los acantilados de Güerres, La Villeda y el Cabu Llastres, que se extiende como una cuña varios kilómetros en dirección norte-noroeste formando esta gran ensenada portuaria de notable antigüedad


Ante la playa, numerosos afloramientos rocosos dificultan el baño para quienes gustan de dar buenas brazadas y nadar, pero esto se ve compensado con la grata sensación de paz y sobrado espacio que se respira en este arenal y pedral


A lo lejos, Llastres también tuvo su refugio de peregrinos. Si bien la antaño poderosa cofradía de Santa Ana estableció el suyo en la villa de Colunga, se tienen noticias de un centro benéfico asistencias que a comienzos del siglo XVIII, era atendido por una mujer y disponía de siete camas a mediados de esa centuria, cuando era su patrono don Bernardo del Castillo, "quien lo mantenía por devoción y a sus expensas" según nos informa Víctor Manuel Rodríguez Villar, uno de los autores de El Camino de Santiago por Asturias. Topoguía 2. Ruta de la Costa, señalando que también tenía capilla propia, si bien por entonces ya "en franco deterioro"


Esa centuria del XVIII era cuando muchos establecimientos hospitalarios entraron en decadencia a la vez que las peregrinaciones, desapareciendo en su mayor parte, si bien es en muchos casos cuando hay, en contraste, más información de los mismos, al realizarse importantes censos, relaciones y catastros, como el del Marqués de la Ensenada, especialmente sustancioso en datos. En el caso de Llastres, Rodríguez Villar recaba que a juzgar por el número de romeros que en ese siglo murieron en es hospicio de Llastres "no debieron ser pocos, en consecuencia, los jacobitas que de camino hacia Santiago, o ya de regreso de la vieja "civitas" galaica" se acogiesen al hospital llastrín, bien desviándose de la ruta principal, o bien llegados por mar, "puerto al que aportaron en la Edad Moderna tantos peregrinos"


De hecho en los Libros de Difuntos o registros parroquiales se plasman estos fallecimientos, y es que hacer el Camino de Santiago, no ya en la Edad Media sino aún en el "Siglo de las Luces", era una sufrida odisea muy diferente a la excursión, más o menos larga, que en comparación viene a ser en la actualidad. Otra cosa sería discernir entre peregrinos reales, fingidos, pícaros y gallofos o falsos peregrinos, o vagabundos y pobres en general, a quienes también se atendía en estos albergues:
"De hecho, desde 1738, año en que fallece un francés de nombre Jacobo Oche, hasta 1777, once extranjeros iban a encontrar la muerte en esta institución hospitalaria; recibiendo todos ellos un solemne entierro, "como misa cantada e ofizio de defuntos", en el que participaban todos los sacerdotes presentes en la población."

Continuamos la subida al borde del acantilado sobre la playa, ahora escalón a escalón. A la derecha una franja de vegetación separa el Camino del despeñadero. A la izquierda sigue la alambrada


La cuesta se suaviza a partir de aquí, empezando ahora un tramo de tierra y losas de piedra. Es posible que antiguamente estuviese algo más a la derecha, desapareciendo según la erosión marina va haciendo retroceder al acantilado


Detrás, una magnífica vista de los campos de La Garita, donde pastan las vacas, así como de la Punta l'Atalaya y del extremo más oriental de la playa, bajo sus acantilados


Las partes más blandas del cantil son las que más retroceden al resultar más afectadas por el desgaste propio la erosión. Las rocas del arenal y del mar no son sino señales del antiguo acantilado


La entrada a la playa por la desembocadura del Ríu los Romeros, acceso principal que hemos dejado atrás, junto a las mesas del área de descanso


Una vista del mismo lugar con bajamar e iluminado por el sol de la tarde, adviértase cómo aumenta la superficie de arena y se deja ver más pedreru. De ahí viene que también a lo largo, la longitud de la playa varíe en las guías, unas le dan 300 metros, otras hasta 370...


Los topónimos de La Garita y L'Atalaya revelan el uso de este pequeño cabo como lugar de vigilancia costera. Solía hacerse para descubrir el paso de ballenas y advertir, muy posiblemente con fogatas, a los balleneros de Llastres para salir a su caza, pero de paso también se oteaba la siempre peligrosa presencia de barcos hostiles, la proximidad de algún temporal o cualquier otra novedad que requiriese atención


Aquellos atalayeros aquí apostados contarían pródigos historias de serenes, como aquella que explicaba
su origen, recogida en el Gran libro de la Mitología Asturiana:
"Serena, una chica muy hermosa, no hacía más que moverse entre las rocas de la costa, buscando afanosamente lapas, bígaros, pulpos... Su madre estaba tan preocupada que un día le dijo:
-¡Tenías que convertirte en pez!
Y un día, cuando se metía en el agua, sintió que iba transformándose, la piernas se convirtieron en cola y se cubrió entera de escamas. Pero poco después se sintió feliz mientras nadaba en el agua, se subía a las rocas, cantaba con gran dulzura y, de vez en cuando, engañaba a los humanos con su canto"

"El Cantábrico, en otro tiempo, gozó fama de ser muy poblado de sirenas", narra la Gran Enciclopedia Asturiana, relatando que antaño "se cuenta que cuando lo pasaron los cruzados que iban a combatir a Tierra Santa, los guerreros se asombraron porque las sirenas se aparecían junto a los barcos". Se trata de la célebre historia del cruzado Osbernus u Osborne, recogida en el documento de la Expugnatione Lyxboensi o Sobre la conquista de Lisboa, que cuenta las vivencias de un testigo ocular del sitio de Lisboa al comienzo de la Segunda Cruzada, cuando fue tomada a los musulmanes en 1148, si bien la narración recoge desde el momento de la salida del contingente inglés el 23 de mayo de 1147...
"26 y 27 de mayo; A continuación, se detienen las corrientes de calma y la serenidad de la vista.

[...] Y por la noche, una tormenta voló, estamos dispersos con todo. Sobre el mar, la oscuridad de la noche y no acostumbrada a los "marineros", incluso atrevidos a desesperarse en la pista. En la noche anterior a la tormenta las sirenas fueron escuchadas mientras tanto.

29 de mayo. Un sonido impresionante, primero con dolor. Más tarde con una sonrisa y una risa, como si el anfitrión gritara ansiosamente. Hemos trabajado toda la noche en la ascensión del domingo, por lo tanto, el guardián de la esencia divina estuvo presente durante todo el curso para censurarlos, enmendar su consorte y aquellos que sufren de la noche, no los dejó pasar.

Existe la disciplina cuanto al valor de los pecados y las fallas, reconocen la tristeza y suspiran por su conversión indefinida. [...] De hecho, incluso a los beneficios que recibió el privilegio singular de felicitarse durante el tiempo que contemplan en detalle cuántas imágenes se exponen las visiones milagrosas.

¿Al día siguiente, por lo tanto, usted, un poco logró calmar la tormenta, en España? En el puerto de San Salvador, más que Salvador, se dice que es un mal acantilado, afortunadamente, aterrizamos. Hay poco tiempo antes del día en que los moros de la Iglesia de la Ascensión hayan sido destruidos. De los monjes del monasterio, el más famoso: las diez millas distantes, sin embargo, desde la ciudad de Oviedo [...]"

A un lado el mar y al otro las montañas: los picos más altos del Sueve vuelven a verse de nuevo desde el Camino, asomando más allá de las praderías del monte La Cruz


Bajo sus estribaciones y no en la costa, se han hallado los testimonios del más antiguo poblamiento en lo que hoy es Caravia, los pequeños abrigos naturales de Les Vaques y de la cueva de El Bayu, en Duyos, cuyos escasos restos (lascas o desechos de piedras trabajadas) no permiten más que asignarlos de modo general al Paleolítico y hacen sospechar que no eran hábitats estables sino refugios ocasionales de cazadores


Tal formidable muralla natural era un obstáculo para las comunicaciones, por lo que en 1773 se planteó hacer la ahora conocida como Carretera del Fitu (AS-260). Consultamos la Gran Enciclopedia Asturiana nuevamente:
"La andadura hacia Castilla se abría por el mediodía, a través de la Sierra de El Fito, por los rocinos hacia Arriondas, Sevares, río Colorado, Tarna, San Isidro y Lillo. Era éste el camino de Colunga a Cangas de Onís. A mediados del siglo XIX, llegaba el correo desde Colunga tres veces a la semana. Ya en las ordenanzas del vecino municipio, escritas en 1733, se decía que "para beneficio de este concejo y los inmediatos, para los principales ramos de vino y aceite y otros de Castilla de carecemos en éste, es muy conveniente y fácil la apertura del monte del Fito sin más dispendio que un día o dos a lo más, cada vecino de este concejo, Caravia y Parres interesados en esto". La Junta del Principado, reunida el 13 de agosto de 1787, concedió a los concejos de Caravia y Parres una ayuda de tres mil reales para componer el camino."

Si bien se dice normalmente que el Picu Pienzu es una de las mayores alturas del mundo respecto a su corta distancia con el nivel del mar, al abordarse la cuestión con datos, las cifras de altitud y su desnivel se muestran algo más tozudas ante esta afirmación. En la excelente página montañera Mendikat existe un debate abierto al respecto que animamos a seguir


El Camino, ahora de tierra, llanea recto en dirección a Peña Forada, con el Cabu Llastres siempre en lontananza. De este recorrido por Caravia dice el genial Antón Pombo en su Guía del Camino de Santiago. Camino Norte, que es "uno de los más planos del Camino Norte" y por ello afirma que los más fáciles, pudiendo, si establecemos una etapa a nuestro gusto, tener tiempo de sobra para bañarnos en alguno de estos arenales si pasamos en verano


Tradicionalmente las guías suelen establecer esta etapa con salida de Ribadesella/Ribeseya y final en Colunga, pero como solemos decir, son estas, orientaciones que podremos modificar a nuestro albedrío. En buena medida las etapas, que pueden variar según cada autor, se establecían teniendo en cuenta, más que el kilometraje, los lugares donde los peregrinos podían encontrar algún acomodo más o menos acorde con sus circunstancias en aquellos momentos que aún no había albergues o muy pocos, y no siempre exclusivos de peregrinos, en los comienzos de la recuperación del las rutas de peregrinación seculares con el famoso Xacobeo'93


En la actualidad, la apertura de nuevos albergues, públicos y privados, turísticos y de peregrinos desde la segunda mitad de la década de 1990 y, sobre todo, a partir de 2005 ó 2010, así como otros alojamientos que, no orientados en ese sentido de alberguería, reciben a los peregrinos con gusto y a veces con precios especiales, abre muchas posibilidades en ese sentido para hacer etapas a nuestro gusto y manera. Los peregrinos más aventureros van decidiendo sobre la marcha dónde van a parar y cuándo en cada jornada, improvisando un vivac (la acampada libre está prohibida fuera de los lugares habilitados para ella) para dormir unas horas si es verano y resulta estar todo lleno. Otros, los más, previsores, procurarán reservar cama o litera con más o menos antelación


Aunque cada uno es libre, tal vez para disfrutar plenamente lo mejor sea no ir demasiado sujetos a ritmos, horarios y lugares, fechas y horas de llegada salvo lo más imprescindible, pudiendo relajarnos sin prisas en nuestra andadura, en incluso realizando pausas a discreción, según vayamos encontrando lugares que inviten a ser saboreados en su toda su esencia, tal que este, tomándonos nuestro tiempo. Otra cosa es que en temporada veraniega y en la muy turística costa nos empuje a realizar alguna reserva según veamos el panorama de ocupación, a veces el mismo día por la mañana o el día antes a lo sumo. Si bien es verdad que mucha gente y según sus  necesidades y prioridades prefiera tenerlo todo prefijado con bastante más antelación. Va en gustos


En nuestro caso los albergues más próximos para alojarnos están entre Duesos y La Isla, algunos públicos y otros privados. Más allá encontraremos otros en el tramo de Colunga a Villaviciosa. Llastres, ramal secundario, no cuenta con señalización jacobea oficial, pero aquellos peregrinos ya conocedores de la ruta y el terreno pueden, desde La Isla, continuar por la senda sobre los acantilados de Güerres y La Villeda, cruzar de este a oeste la Playa la Griega (pasando el puente sobre el Ríu Colunga), salir más adelante a la carretera y luego, ya desde Llastres explorar para seguir el antiguo camino a Villaviciosa por Lluces hacia La Venta'l Probe


Otro mojón jacobita con su concha. Estamos ahora aproximadamente sobre la mitad de la playa, otra buena oportunidad para detenernos a contemplarla


Contemplamos desde esta barandilla de madera al borde del despeñadero otra vista de La Beciella bajo los 56 metros de altura de La Garita y su acantilado. La marea es baja y el río se sume bajo la arena para desembocar en el mar de les serenes o las sirenas, de las que se recogen cantares como este:
Aquella coloradina
que vive xunto a la peña
bebe agua cristalina
canta como una serena

Otro estudioso del tema, Antonio Ceniza Alfonso, incide, en su blog Mitos y leyenda de Galicia y Asturias, en las tradiciones sirénidas reseñadas:
"Emparentadas con las xanas y encantadas a nivel funcional y simbólico, hasta tal punto que muchas veces es difícil discernir entre unas y otras en el análisis de los relatos orales, las sirenas o serenas pueden ser de agua salada o de agua dulce; es decir, aunque se consideran que son esencialmente seres marinos también se encuentran a veces en los lagos, en los pozos y en los ríos. Sin embargo, su carácter moral suele ser considerado negativo y perverso y se las asocia comúnmente con la seducción de jóvenes marinos a los que atraen con sus cantos a las costas peligrosas para que naufraguen y mueran en ellas."

Como otros autores, señala también la existencia de serenes con cuerpo y patas de ave, especialmente representadas en el arte medieval, así como otras representaciones, incluso masculinas, si bien paulatinamente se fue imponiendo la imagen de la serena como ente eminentemente marino:
"Por otra parte, y aunque su imagen más extendida es la de mujer con cola de pez, en las representaciones más antiguas aparecen con cuerpos y extremidades inferiores de ave. Así se muestran en varios testimonios literarios y en numerosos vasos cerámicos, esculturas y representaciones griegas donde aparecen como seres demoníacos, con cuerpo y patas de pájaro y cabeza humana que a veces podía ser de mujer con largos cabellos y otras veces de hombre con barba. Habría que esperar a los inicios de la Edad Media para que – a partir de los siglos VIII y IX – la iconografía de las sirenas comenzase a mostrar colas de pez o de serpiente. Normalmente se las representa bien tañendo diversos instrumentos musicales o bien peinando sus cabellos y portando un espejo con el que vigilan permanentemente su aspecto. Ejemplos de este tipo de representaciones pueden verse en un capitel del siglo XII de la iglesia de Villanueva (Teberga) o en la sillería del coro de la Catedral de Oviedo, de finales del siglo XV.

Las crónicas y libros medievales de toda Europa están llenos de historias de sirenas, hasta tal punto que su existencia llegó a admitirse con total naturalidad en el Occidente cristiano medieval y aún en Asturias preindustrial, cuyo origen se sitúa en una maldición paterna, como atestigua una conocida copla popular:
La serena de la mar
Es una moza gallarda,
Que por una maldición
La tiene Dios en el agua."

 También como otros investigadores advierte de serenes que de la mar remontan los ríos hasta muy al interior, y al revés, de encantadas que desde la montaña se dirigen al mar a transformarse en sirena, así como serenes netamente fluviales. Es llamativa en este caso una leyenda que las relaciona con los peregrinos:

"En Veiga´l Horru (Cangas del Narcea) se habla de una Encantada que bajó riega abajo montada en un cofre cargado de oro, hacia el mar para transformarse en Sirena. En el mismo concejo se habla de una Encantada mitad mujer y mitad pez, en el pozo La Rinconca, raptaba a los críos, solamente pudieron matarla unciendo dos bueyes gemelos a una grade, al sacar a la Encantada arrastrándola por los pelos, ésta lanzó uno de sus cabellos al agua junto a una maldición. «Adios miou pelu celemín, que tous los años m´entreges un pelegrín». Desde entonces el día de Santiago, dìa de los peregrinos, nadie se baña en el río, puesto que se ahogaría a causa de la maldición. En Cornollo (Allande) se habla de un encanto, una serena, que bajaba desde Contín al río, al embalse."

Y en Serandías, Boal, al sur de Navia (paso del Camino Norte), se recoge el dicho que los pescadores pronunciaban al embarcar:
Dios nos libre da tormenta
e d'oír cantar a serena


Todas esas peñas y sus cavidades rocosas eran dadas a las historias populares sobre este ser que se dice se aparecía en ellas llamando a los marinos a su perdición, eran los Sirenum Scopuli o escollos de sirena de la mitología clásica cantada por Virgilio y Ovidio, la cual, al extenderse literariamente y pasar a ser popular se unió a mitos semejantes existentes en otras culturas y mitologías, como sería este el caso, transformándolos para bien o para mal


Y es que existe pues una connotación negativa, similar al clásico mito de las sirenas y Ulises, cuya expansión pudo haber influido notoriamente en las sirenas de otras latitudes europeas; y también una connotación más positiva, como esposas de hombres y origen de estirpes. Leemos en la voz Sirena en Wikipedia:
"Las sirenas (en griego antiguo: Σειρήνα - Seirēna; pl.: Σειρῆνες - Seirēnes, «las que atan y desatan/encadenan», quizá relacionado con el semítico Sir, «canto», y con el griego Χίμαιρα - Khimaira, «quimera») son criaturas marinas mitológicas pertenecientes a las leyendas y al folclore.

Originalmente, en la Antigüedad clásica, se las representaba como seres híbridos con rostro o torso de mujer y cuerpo de ave (similares al Ba de la mitología egipcia) que habitaban en una isla rocosa; a partir de la Edad Media adquirieron apariencia pisciforme: hermosas mujeres con cola de pez en lugar de piernas que moraban en las profundidades. En ambos casos se les atribuía una irresistible voz melodiosa con la que atraían locamente a los marineros."


Contemplamos más de estas míticas peñas de La Beciella que permanecen ocultas bajo el mar en las pleamares. En el blog Leyendes Asturianes encontramos más información de sus mitológicas :
"En muchas leyendas la sirena aparece como madre de linajes, como en algunas versiones del apellido gallego Mariño, se dice que en el siglo XVII el Conde don Froilán hizo de una sirena su esposa. Evaristo Casariego hablaba del héroe popular conocido como El Gaviluetu y que según la tradición valdesana era hijo de una Sirena y un capitán vikingo. 
Durante la Edad Media las Sirenas son conocidas como hadas marinas. En algunas leyendas asturianas, gallegas y portuguesas se dice que el origen de las Sirenas es una maldición de Dios o de una madre furibunda contra su propia hija. 
"La sirenina de la mar
ye una moza gallarda
que por una maldición
arrojóla Dios al agua". 
 Cuentan en el Puntal de Villaviciosa y en otros concejos asturianos.
En otras historias se trata de una joven que desatiende sus quehaceres y la madre le grita "Permita Dios, te faigas pexe"

En el Manual de caza de seres extraordinarios, de Diego Cuevas, hallamos esta descripción, bastante amena y desenfadada, de las sirenas mediterráneas y de les serenes del Cantábrico:
"El termino sirena suele venir acompañado de la representación mental de una simpática chavala pisciforme con las curvas de Daryl Hannah haciéndole carantoñas a Forrest Gump, o de una adolescente lo suficientemente creativa como para considerar que un par de conchas componen un vestuario ideal y con un círculo de amigos que incluye a un cangrejo tocando los bongos. Ideas románticas y evocadoras alejadas de la infernal y monstruosa aberración de la naturaleza que sería el contemplar a una fémina cuyo cuerpo hubiese decidido a medio camino que en realidad lo que siempre había querido ser era una merluza. 

La sirena original no era de vestir escamas, el arte griego primigenio la dibuja como un ave con cabeza de mujer o con variables del cóctel mujer/pájaro. Un ser de garras afiladas, pose amenazadora y modales sociales reprobables, que se permitía robar a los pajarillos el don del canto melodioso para camelar marineros. En la catedral de Oviedo es posible encontrar representaciones artísticas de las sirenas aladas, en uno de sus capiteles (ala norte, capitel 19) y en dos de las misericordias de la antigua sillería del coro.

El texto De Monstruis (s. VI) insinuaba por primera vez la variante acuática de aquellas sirenas y más adelante el best seller Liber Monstrorum (s. VII-VIII) dejaba bien claro que la funcionalidad de su fisionomía desde el ombligo hacía abajo era meramente náutica. La catedral de Vetusta también acoge a este tipo de sirena con cola, lo hace en cuatro tallas de sus misericordias y en el capitel 9 del ala sur. Incluso Colón, en uno de sus diarios de navegación, aseguraba haber avistado a un trío de sirenas circulando por el carril derecho durante sus viajes a las Américas. Primas hermanas de la sirena con plumas (de hecho las lenguas de origen latino utilizan el mismo nombre para denominar a ambas) las sirenas marinas llegaron de algún modo hasta las costas cantábricas conservando sus modales mediterráneos, adquiriendo el nombre de serenes y con ganas de retozar con los nativos."

Otra tradición en positivo de la serena asturiana, parecida a la de la niña que se transformó en este ser, pero algo más extensa, la encontramos recogida en el apartado dedicado a la Mitología Asturiana de la página https://malditomargarito.webcindario.com/index.html
"Es una criatura muy bella, mitad mujer y mitad pez, de voz embrujadora. Acompaña a los marineros en sus travesías. Según la leyenda, la serena era una moza muy hermosa, con un apetito desordenado, que comía sin cesar mariscos y pescado. Su madre, harta de complacerla, le dijo una mañana:
- ¡ Quiera Dios que te conviertas en pez!
Esa misma tarde, cuando la joven se bañaba en el mar, sintió como sus piernas se iban cubriendo de escamas y se convertían en una poderosa aleta. No tardó en consolarse, sintiéndose libre, sin otra preocupación que nadar y bucear. Entonces, llena de alegría, empezó a cantar. Y es por sus canciones, su belleza y alegría que los marinos la quieren, pues su intención no es desviarles de su rumbo sino alegrarles la ruta.

Las criaturas más semejantes son las Nereidas, ninfas de los mares, hijas de Nereo y Doris. Su función era velar por los navegantes en sus travesías. Así hicieron con Jasón y los Argonautas, en su periplo en pos del Vellocino de Oro."

Serenes en la costa y el Nuberu en la montaña; el elenco de seres mitológicos con presencia en el concejo habría de ampliarse con el Trasgu o duende casero, cuyas andanzas por las casas de estos pueblos ya hemos mencionado en capítulos de tramos anteriores y, por supuesto, el Cuélebre, del que se dice se oía ladrar a uno en el lugar de El Fondril. En 1917, informa la Gran Enciclopedia Asturiana (tomo 5, voz cuélebre, página 215), varios vecinos de Caravia oían silbidos extraños en el bosque de El Vallín, y creyendo que era un cuélebre, "se armaron de escopetas y de dirigieron al lugar para darle muerte, pero no encontraron nada"


Los cuélebres también están relacionados con el mar, algunas leyendas cuentan de cuélebres que viven en las grutas costeras, e incluso que se los lleva la marea, otros dejan sus cuevas de los montes y bosques y se van a vivir a sus profundidades, pues tiene además el don de volar. También existe una relación con los peregrinos, pero esta recogida no aquí sino en la iglesia de Santa María de Celón o Zalón, en Allande, no muy lejos del Puerto del Palo y por lo tanto cercana al Camino Primitivo. Según recoge la tradición, un cuélebre entraba al interior por un agujero a comer los cadáveres de los allí enterrados (antes de la construcción obligada de cementerios exteriores se inhumaba en el interior de los santuarios y en su camposanto), hasta que un día llegó un peregrino que le dio muerte con su lanza, escena luego esculpida en una piedra colocada debajo de la cornisa exterior del ábside


Acercándonos a la Punta Melín y Peña Forada vemos cómo la marea, al subir, forma esta hermosa península en un peñasco. Fijémonos el fondo en uno de los frecuentes argayos, corrimientos de tierra y desprendimientos, que van socavando la pared del acantilado, haciéndolo retroceder lenta pero inexorablemente


Un istmo de arena entre las rocas constituye un tranquilo refugio para un grupo de veraneantes. Es posible que la península pronto se convierta en isla, pues la marea sigue subiendo, y tengan que transportar sus enseres al pedreru situado más atrás


En la Guía de Turismo de Asturias se dice que esta playa es "un rincón solitario y tranquilo a la vera del Camino de Santiago", añadiendo que está formada de "piedras y arena dorada":
"Con una ocupación media, dispone de un acceso sencillo y está bañada por un oleaje moderado. No dispone de equipamientos de salvamento en temporada alta y hay un camping a 400 metros. 
Se trata de un arenal ideal para aquellos que recorren el Camino de Santiago, ya que esté discurre junto a él. También es adecuado para la pesca deportiva."

A lo lejos, las casas blancas de Llastres destacan como un faro en la ladera del cabo donde el acantilado suaviza su pendiente. Su puerto tuvo sucesivos proyectos de ampliación entre 1935 y 1967, tras d elos cuales se intervino en actuaciones tales como la construcción de una escollera o el acondicionamiento de la explanada. Ante la menguante actividad pesquera y la desaparición de la antaño pujante industria conservera.la dársena de El Muellín fue transformada en puerto deportivo en 1985, con vistas a darle nuevos usos turísticos, una idea importada del Mediterráneo que caló a partir de esa década en numerosos puertos asturianos


El turismo es una potente industria que prácticamente engloba todos los demás sectores, desde la pesca a la hotelería, la hostelería, el comercio, la construcción, el mantenimiento y la misma actividad pesquera, pero es tremendamente estacional. Un fuerte impulso promocional de Llastres fue la serie de televisión Doctor Mateo, con escenario por todo el pueblo y sus alrededores, siendo en la televisión llamado San Martín del Sella, emitida entre los años 2009 y 2011 durante cinco temporadas. Una ruta recorre buena parte de los rincones llastrinos aparecidos en esta serie, la propia casa del médico, la de los fontaneros, la taberna, la comisaría, la casa de la maestra, etc., si bien es preciso tener en cuenta que las escenas de interior solían rodarse en el plató de la productora


Otra fantástica vista de La Beciella desde lo alto, para los no familiarizados con los muy acusados desniveles del mar entre pleamares y bajamares no está de más consultar las correspondientes tablas de mareas de las playas cantábricas, evitando el mal trago de de repente verse aislado en alguna peña, pedral o cantil, cosa que sucede con harta frecuencia


Recordamos una vez más que personajes como los sirénidos arrastraban antaño las culpas de no pocos accidentes y naufragios. Sonidos del mar, del viento, del oleaje, o de especies de mamíferos marinos, con sus susurros, murmullos, rugidos o aullidos, así como sus coordinados movimientos, pudieron ser además tenidos por tales seres. Algunos investigadores sostienen que ciertas voces y sones pueden ser producidas en el interior del mismo cerebro ante situaciones de especial miedo y apuro. Lo cierto es que la creencia en personajes maléficos que empujaban con su embrujo a la gente al agua de mares, ríos, canales, pozos o lagos, es una constante prácticamente universal


El mismo lugar bajando la marea. Durante las llamadas mareas vivas, un fenómeno más frecuente de lo que se piensa, la diferencia de superficie cubierta entre bajamares y pleamares es especialmente acusada. Todos los meses las hay, si bien las más conocidas son las de marzo y septiembre-octubre, es decir, en el paso del invierno a la primavera y del verano al otoño


Si bien puede decirse que todo el año puede haber gente en la playa, incluyendo los mencionados pescadores de caña, puede decirse que, a poco que el tiempo acompañe, hacia Semana Santa, sino antes, comienza la temporada de playa en la práctica, aunque oficialmente esta se retrase en realidad, dependiendo del lugar, a mayo o junio. Los meses veraniegos y de veraneantes por excelencia son julio y septiembre, si bien, dependiendo nuevamente del tiempo, estos pueden ampliarse a semanas de junio y septiembre, mes este ya en que los bañistas van desapareciendo


En ese paso del verano al otoño existen tradiciones como los nueve baños de septiembre, que consisten en bañarse nueve días seguidos, tantos como meses restan para el siguiente verano, al existir la creencia que evitarán catarros y gripes. Si se da el caso de días de sol y bonanza climatológica, no es extraño ver gente, no mucha pero bien presente, tomando el sol en las zonas más calientes y resguardadas, los tostaderos


Las charcas son un lugar especialmente visitado, pero recordemos que para capturar bígaros, oriciosllámpares (lapas), pulpos o cangrejos hay que tener la oportuna licencia, respetar las vedas y saber dónde y cuándo puede mariscarse. Gran parte de la riqueza marisquera de los pedreros, como la piscícola en la mar, ha sido particularmente esquilmada de unos años a esta parte. Diversas especies son ya difíciles de recuperar y por ello las multas son especialmente considerables


Las playas puede decirse siempre fueron apreciadas para la pesca pero no siempre para el baño. Hasta los avances médicos del siglo XIX no se consideraron las ventajas de los baños de ola o de algas, como se les empezó llamando, así como los de sol. Lo que empezó como un llamativo precepto médico para la curación o tratamiento de determinadas enfermedades, especialmente cutáneas y similares, para reyes y potentados pronto tuvo imitación, no sólo ya como medicina sino como actividad social, primero entre las clases latas y luego, con las conquistas sociales (vacaciones) entre todas las demás, naciendo así el turismo playero, algo históricamente más reciente de lo que pensamos


Más antiguamente, y salvo algunos precedentes y excepciones tenidos normalmente por excentricidades aristocráticas, las playas y el mar eran considerados lugares insalubres a los que iban además, río abajo, las inmundicias de las poblaciones, se despiezaba a las ballenas o se hacían mataderos. Otras, más apartadas, eran consideradas altamente peligrosas, pues además de la creencia en seres fatales de las profundidades, podían ser refugio de corsarios y salteadores, como fue este el caso en la cueva antes citada, además de teatro de operaciones contrabandistas y desembarcos enemigos


Para la gente del mar, si bien es cierto que podía enganchar su cierto aire de libertad fuera de los avatares de tierra (algo que no compartirían en absoluto tampoco la mayoría o buena parte de los enrolados en la marina sometidos a muy estrictas disciplinas), su fama traicionera de tempestades y galernas culpables de desgracia no la hacían especialmente amada, de ahí la frase de aquella canción que viene a decir "ese mar que vas tan bello es un traidor" y otras similares. No obstante la navegación era un medio especialmente rápido, eficaz y bastante empleado, incluso por peregrinos, pues, a pesar de los peligros, podía cubrir en días lo que tardaría semanas e incluso meses hacer por los muy largos y no menos temidos caminos por tierra, pasando montes y rías, sufriendo calamidades, robos, asaltos, y buscando acogida y protección casi siempre con incertidumbre, expuestos especialmente a la fatiga y la enfermedad


Con esos y otros avances, el concepto de paisaje fue cambiando hasta el que hoy conocemos. Por lo general se consideraba bello el más seguro y menos duro de transitar, dejado normalmente en segundo plano otros detalles. Los bosques, las montañas, las rías y arenales, los acantilados, muchas veces eran pintados con colores más bien tenebrosos, o al menos desafiantes, sólo del temor de pensar en atravesarlos y cruzarlos. Esto tal vez ya empezaría a cambiar con la Ilustración, si bien la tónica era apreciar más los espacios humanizados, campiñas, huertos, villorrios y villas, que las abruptas sierras o los inmensos mares 


No es de extrañar que la alberguería de Santiago de Caravia siguiese ofreciendo sus servicios, aún en plena decadencia, a primeros del siglo XIX en este que por entonces sería un lugar bastante inhóspito, por lo que no sería de extrañar que algunos peregrinos, arrieros y viajeros prefiriesen emplear rutas secundarias más al sur, por las aldeas, entonces diminutas, o incluso que buscasen el paso directo al interior por lugares como el valle del Piloña, acceso directo a la capital asturiana


Sin embargo, otras veces sucedía al revés, el clima, más duro en el interior, no digamos en los puertos y en aquella larga Pequeña Edad del Hielo que duró del siglo XIV a mediados del XIX, de muy inclementes y penosos inviernos. Las nevadas y los fríos empujaban al viajero a la costa, de temperatura siempre algo más benigna, aunque hubiese de exponerse para ello a sinsabores tales como el temible paso de las rías en frágiles barcazas de caro pasaje y abundantes disgustos


Nada de esto ocurre hoy en día, aunque realizar el Camino sigue teniendo su dureza no es para nada aquel verdadero martirio que supuso para muchos peregrinos históricos. No es de extrañar que fuese tomado como una penitencia, a veces como un castigo dentro del código penal incluso, que se hacía no sólo pues por motivos piadosos, sino por otros, entre los que también estaban la mendicidad, el huir de la justicia, de la guerra, de la peste o de las deudas. Era común que, en tiempos de malas cosechas, muchos campesinos pobres se lanzasen a los caminos en busca de limosna y ayuda. Todo ello favorecía, no sólo ya la picaresca sino incluso el bandolerismo


A veces el Camino, peregrinando de santuario en santuario, por fe, necesidad o ambas cosas, se hacía un modo de vida. Existían muy severas penas para los peregrinos o demás viandantes que se lanzasen al robo, muchas veces de objetos piadosos que se llevaban por descuido en las iglesias, incluyendo la decapitación y la horca, castigo empleado también para los salteadores que se abalanzasen sobre romeros y otros viajeros indefensos, como sucedió cerca de aquí, en la Playa la Griega, en 1750, cuando tres bandidos asesinaron a un vecino de Mondoñedo; capturados posteriormente, fueron ahorcados en la capital asturiana y posteriormente decapitados para exponer sus cabezas de vuelta en el lugar del crimen como escarnio, tal y como se acostumbraba por entonces


Puede decirse que, aunque también con precedentes, el concepto de viaje como placer no se consolidaría hasta el siglo XX con la mejora de las comunicaciones, si bien el de aventura ya habría nacido antes y tuvo cierta repercusión durante el siglo XIX. De ello arroja luz, cómo no, nuestra consulta en la Xacopedia:
"Este término (aventura) aplicado al Camino de Santiago no tiene connotaciones históricas. Los ideólogos de la peregrinación, principalmente las Iglesias compostelana y francesa, nunca se refirieron al Camino con este sentido ni hay referencias al respecto. El Camino es un itinerario devocional determinado hacia Dios y Santiago. Antes, al contrario, desde el primer momento de la peregrinación compostelana fue una gran preocupación contar con una ruta segura y con servicios adecuados para las necesidades básicas del caminante.

Al margen de que se constaten a través de la historia peregrinos que pretendían dejar atrás la monotonía de sus vidas, a la búsqueda, además de Dios y Santiago, de nuevas emociones -es el caso confeso del italiano Nicola Albani (s. XVIII), que así lo reconoce- el Camino nunca se ha presentado como un escenario de aventuras.

El término se incorpora a las palabras-valor de la Ruta con su renacer contemporáneo. Sobre todo a raíz del éxito de afluencia en los años noventa. Desde algunas administraciones públicas y empresas privadas del sector turístico se lanzó el mensaje del Camino como gran aventura contemporánea. Ciertos peregrinos no sólo captaron la idea, sino que ya la habían interiorizado por si mismos. Muchas personas dicen realizar o haber realizado el Camino por aventura, por conocer algo distinto a la oferta viajera habitual. Es una visión errónea: lleva a perderse la aventura que sí puede propiciar el Camino como pocos otros espacios: la aventura interior."

Por ello, no nos mortifiquemos demasiado por las actuales peripecias del Camino y menos por su dureza, otro concepto que ha cambiado notablemente, estimamos que parabien, en nuestros días. Tomemos con ánimo esta suave aunque prolongada cuesta, pues al otro lado empezaremos a ver las magníficas playas occidentales de Caravia y las orientales de Colunga, que en bajamares vienen a ser una sola...
"Para sentir el Camino con intensidad, se hace necesario separar los conceptos aventura y peregrinación, vista en sentido amplio, como inevitablemente se entiende en el presente. En este caso es posible llegar a la palabra aventura, aunque sólo sea como símbolo o metáfora. Es la aventura interior, a la que nos referíamos hace un momento. La aventura del descubrimiento intelectual y espiritual. Es un clásico contemporáneo del Camino el dicho de que se sale siendo una persona y se llega siendo otra. No se puede pedir más emoción si se logra alcanzar satisfactoriamente.

Denise Péricard-Méa y Louis Mollaret, que han analizado el término, son categóricos. Sólo se podría hablar de aventura si el peregrino partiese por la mañana sin saber cual iba a ser su destino por la noche. Hoy en día lo esencial de la aventura en el Camino es “el reencuentro con ese desconocido que cada uno lleva consigo. Otras aventuras son de siempre, tanto en los caminos de peregrinación como en la vida”, concluyen, refiriéndose a la aventura amorosa, lance que, siendo ocasional, resulta indiferente al espacio físico y humano que lo propicie."

Este último recuesto lo acometemos entre dos fincas, la de la derecha cerrada por alambrada, la de la izquierda por un pastor eléctrico o llendador. El Camino sube directo y ganando altura rápidamente


A nuestra derecha una senda paralela discurre prado arriba hacia la cabaña que hay junto al peñasco, cubierto de vegetación, de Peña Forada, otro topónimo harto repetido en Asturias y Galicia, con equivalentes en otras latitudes, de fácil explicación etimológica como hemos dicho, peña horadada o perforada, por la erosión


A nuestras espaldas dejamos La Beciella y sus paisajes y naturaleza marina, conceptos estos que también, insistimos, no son los mismos ahora que durante las peregrinaciones históricas. Vayamos de nuevo a la Xacopedia para saberlo:
"Las penalidades que a los caminantes históricos les ocasionaba la naturaleza sin aditivos, que obligaba a grandes esfuerzos de supervivencia, no estimulaba precisamente los sentidos para una percepción positiva del medio físico. Para el peregrino medieval y de los siglos posteriores el entorno era, como casi todo, un concepto utilitario: resultaba bueno en función de si ayudaba o no en el viaje.

Si en la actualidad se valora de forma positiva la naturaleza incluso en condiciones extremas durante la ruta y se acepta el padecimiento momentáneo como parte de la experiencia del Camino -siempre habrá la oportunidad de una ducha y un reparador descanso al final del día-, el peregrino histórico tenía una visión de esta cuestión completamente distinta. Incluso caminantes tan animosos y dispuestos a disfrutar del viaje y de cualquiera de sus oportunidades como el italiano Nicola Albani (s. XVIII) observan y valoran el entorno natural en función sobre todo de sus dificultades: “Tuve que hacer una subida de cuatro millas por una montaña tan horrible que incluso las caballerías se habrían cansado.” Así se refiere Albani al hoy considerado espectacular entorno del Camino Francés en el límite entre León y Galicia.

Los relatos conservados reservan sobre todo las muestras de admiración y disfrute del entorno -aunque también reciba críticas- para los espacios urbanos, los grandes edificios y, en alguna ocasión, el mar. En el medio urbano el peregrino tenía la posibilidad real de recibir ayuda, alimentos y calor humano. Y estos eran valores supremos en ruta. También aparecen algunas consideraciones positivas cuando la naturaleza se combina con el tiempo agradable para caminar. Poco más."

Insiste también la Xacopedia en que el "estimulante contacto con la naturaleza" del Camino de Santiago es más bien un aliciente contemporáneo prácticamente inexistente en un pasado de muy duros, inseguros y malos caminos, donde sólo sobrevivir día a día ya era muchas veces una epopeya en sí misma:
"Es fácil observar que los textos y testimonios históricos de la peregrinación apenas mencionan la naturaleza en sentido positivo y cuando lo hacen aparece de pasada y en relación con algún momento o lance de la ruta. Los testimonios escritos contemporáneos, con darse más al disfrute del entorno natural, tampoco la confirman, al final, como un elemento determinante en la voluntad del peregrino."

Lo cierto es que siempre que era posible los peregrinos solían ir uniéndose y formando grupos a veces casi desde su misma población de origen, creando un pequeño colectivo de autoprotección ante cualquier peligro que pudiese parapetarse en cualquier lugar. Aún así, siguiendo los relatos, se constatan desavenencias entre ellos, por lo que muchos vuelven a caminar solos. 


A veces se unen a otros viajeros, normalmente los muy activos y numerosos arrieros, compartiendo con ellos bastantes jornadas, si bien los romeros gustarían más de desplazarse hacia las villas con hospitales asistenciales fundados para ellos, con ciertas gratuidades como lecho, lumbre, caldo, e incluso con suerte cierta asistencia médica, además por supuesto de la espiritual, donde se enterarían además de noticias que les atañen especialmente, mejores rutas a seguir, situación de otros establecimientos asistenciales, también lugares a evitar, santuarios devocionales, y toda clase de novedades


Solamente algunos peregrinos principales, reyes y alta nobleza y clero, podrían ir con su correspondiente escolta y séquito, siendo recibidos con especial boato si con tiempo se conocía su llegada a villas, ciudades, catedrales, palacios, castillos o monasterios, aunque acomodar y agasajar al magnate y sus acompañantes no era tarea siempre fácil y casi siempre altamente gravosa para las arcas locales. No podemos imaginar el grave contratiempo que ocasionaría, por ejemplo, la visita inesperada, y más en estas primeras jornadas tras su arribada a Tazones-Villaviciosa, de Carlos de Flandes en 1517, a la que tantas veces no hemos referido y referiremos en este itinerario


La cuesta se acaba en esta amplia planicie en la que el Camino continúa en recto y en llano, empezando ya a divisar en lontananza la larga sucesión de playas de Moracéi, El Visu, La Espasa, El Barrigón y La Isla, en el paso de Caravia a Colunga


A la derecha asoma otro peñasco, es El Bolu Melín, formidable capricho geológico producto de la erosión junto al que pasa la otra senda y que desde el Camino podremos conocer realizando u corto desvío antes de bajar a los citados arenales en torno a La Espasa, donde el río de este nombre marca la frontera de concejos

































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