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viernes, 1 de noviembre de 2024

LA CATEDRAL DE SAN SALVADOR (y 8) EL JARDÍN DE LOS REYES, LA CAPILLA DE SANTA MARÍA DEL REY CASTO (OVIEDO/UVIÉU, ASTURIAS) EL PANTEÓN REAL Y EL ORIGEN DE LA CIUDAD Y DEL CAMINO: ENTRE LA HISTORIA Y LA LEYENDA

La catedral, a su izquierda capilla de Santa Bárbara y detrás la de Santa María del Rey Casto

La visita completa a la catedral ovetense de San Salvador, la Sancta Ovetensis, se completa con la visita a la capilla de Santa María del Rey Casto, que vemos a la izquierda de la foto, en su costado septentrional y detrás de otra capilla barroca añadida a la estructura gótica catedralicia original, la de Santa Bárbara, que pudimos ver en la entrada de blog dedicada a las capillas de este lado norte, las de la nave del evangelio

Pero a diferencia de la de Santa Bárbara y de las demás de este lado, a la de Santa María del Rey Casto hay que visitarla normalmente saliendo al exterior y atravesando el Jardín de los Reyes Caudillos, cerrado con una larga verja pero con horario de apertura, construido en 1942 con motivo del Milenario de la Cámara Santa, en la parte más antigua de la catedral, donde se guardan las reliquias de Jesús, que le dieron su advocación del Salvador o San Salvador, de la Virgen María, santos, apóstoles y profetas que, procedentes de la Jerusalén, hicieron de este uno de los santuarios más sagrados de la Edad Media, compitiendo mismamente con Santiago de Compostela, hasta el punto de decirse que "quien va a Santiago y no al Salvador visita al criado y olvida al señor"


El jardín se llama así por las estatuas de los reyes asturianos en él colocadas, obra del escultor Gerardo Zaragoza, a excepción de la de Alfonso III, que es de Manuel Álvarez Laviada, mientras que la de afuera, delante de la capilla de Santa Bárbara y al pie del pórtico y torre de la catedral, es la de Alfonso II El Casto obra de Victor Hevia Granda, quien trabajó también en las obras de restauración de la Cámara Santa en 1921 y en la posguerra. Antes había una pequeña plazuela limitada por algunas casas y los muros de la catedral y estas capillas septentrionales

Estamos al comienzo de la calle del Águila, en el lugar donde antiguamente hubo una fila de casas incendiadas durante la Revolución de 1934. En 1935 el Ayuntamiento propuso comprar los solares para mejorar el entorno de la catedral, actuación que no se pudo hacer hasta acabada la Guerra Civil

Antes era esto un pequeño barrio, llamado La Rinconada del Rey Casto, construido tras el pavoroso incendio de 1521 que destruyó casi toda la ciudad (excepto la catedral y un par de edificios más de piedra) y que por atrás pudo llegar a la calle San Vicente, donde asoma la torre del convento de San Pelayo, considerada la 'hermana pequeña de la catedral'

Por ello, para un mejor conocimiento de la catedral de San Salvador y de su historia hemos realizado un recorrido que empieza por dicho convento y sigue al de San Vicente, vinculado al mismo origen de la ciudad, desamortizado y actual iglesia de Santa María del Real de la Corte y Museo Arqueológico de Asturias, para luego por la Corrada del Obispo y siguiendo el trazado del Camino de Santiago del Norte, que viene de Siero por el valle del Nora salimos al lado de la torre catedralicia desde el Tránsito de Santa Bárbara y calle Santa Ana, al lado de la iglesia de San Tirso que, aunque muy reformada en el siglo XVI, formaría parte de los templos fundados aquí a partir de que Alfonso II El Casto hiciese de esta ciudad su capital en el año 791, parece que reconstruyendo unos anteriores de tiempos de su padre Fruela, destruidos en los ataques de las tropas del emir de Córdoba Hixem I en los años 794 y 795

Alfonso II El Casto pues, mira a esta plaza que lleva su nombre, asimismo conocida, por supuesto, como Plaza de la Catedral, la cual estuvo también llena de casas hasta hacerse este gran ensanche en la década de 1920. Aquí confluyen los peregrinos que vienen del citado Camino Norte de Santiago con los del Camino del Salvador procedentes de León (por la calle de la Rúa, al fondo), así como con los que arrancan aquí por el Camino Primitivo

Este sería pues el principio del Camino Primitivo, el que tradicionalmente se dice emplearía el mismo Alfonso II El Casto, si las crónicas, muy posteriores a ello, son ciertas, a verificar el descubrimiento del que se tiene por sepulcro del apóstol Santiago en Compostela, al otro extremo de sus dominios

Aquí, tanto quienes empiezan a caminar en esta plaza, como los que prosiguen ruta tras hacer el Camino del Salvador o continúan a partir del Camino del Norte, se deciden entre dirigirse por este de regreso a la costa, al norte, en ruta a Gascona y La Foncalada, o tomar dicho Camino Primitivo, por el interior, tomando a la izquierda la dirección oeste, en la antigua Rúa de los Albergueros (actual calle Schulz), donde como su nombre indica existían albergues para los peregrinos, además del Hospital de San Juan, dependiente de la catedral

Por eso, que el rey Alfonso II El Casto esté en este preciso lugar tiene una gran carga simbólica, pues si bien las crónicas que dan cuenta de los sucesos acaecidos, o supuestamente acaecidos en aquel tiempo se escribieron en muy gran parte siglos después a ellos, si bien basadas en otras más antiguas, desaparecidas, leyendas y tradiciones, secularmente se dice estaríamos ante el primer peregrino de nombre conocido a Santiago y ante el primer Camino de Santiago de la historia, todo ello recalcamos, independientemente de la absoluta realidad histórica, siempre en debate

Independientemente también de que Alfonso II El Casto fuese a Compostela, enviase representantes o se trate de una recreación histórica posterior, como la que se hizo con Carlomagno y el Camino de Santiago, tampoco sabemos con certeza qué camino habría seguido, pero sería fácil fuese el actualmente denominado Camino Primitivo, ancestral ruta de peregrinación de ida y vuelta a Santiago, además de arriería y viajeros en general, el cual sigue una ruta natural a través de los valles interiores asturianos hacia Galicia y que, durante la romanización, fue la vía Lucus Asturum-Lucus Augusti, que comunicaría la actual Llugo de Llanera, unos pocos kilómetros más al norte de aquí, importante civitas romana en el territorio de los astures luggones, con Lugo en Galicia, antigua capital de la Gallaecia Lucense, luego, por las vías XIX o XX del Itinerario de Antonino llegaría a Aseconia, una población que estaría en la actual Santiago de Compostela

En relación al papel de Alfonso II El Casto en relación con el Camino de Santiago compartimos lo que dice al respecto la Xacopedia:

"Rey de Asturias (759-842). Reinado: 791-842. Fue decisivo en el nacimiento y desarrollo inicial del santuario compostelano, situado, como el resto de Galicia, en su aislado reino cristiano asturiano, en el noroeste y norte peninsular. Hacia los años 820-830 confirmó como pertenecientes a Santiago el Mayor los restos óseos aparecidos en un olvidado edículo funerario de origen romano emplazado en un bosque del occidente gallego. Sobre los motivos y hechos concretos que le llevaron a tomar esta decisión nada se sabe. 
Fue, en todo caso, un primer e imprescindible paso que sólo él podía hacer efectivo con su superior autoridad, emanada de Dios. Y le dio forma estable mandando construir la primera iglesia para el culto y la custodia del sepulcro. El paso siguiente fue la creación de una comunidad monástica responsable de los restos apostólicos, que dio origen al primer cenobio compostelano, San Salvador de Antealtares, actual convento de San Paio. Completó la labor de creación de lo que se iba a conocer como el locus sancti Iacobi -el lugar santo de Santiago- con un baptisterio del que apenas se conservan restos. 
Pero Alfonso II no se conformó con todo lo anterior. En otra decisión que evidencia su interés por el naciente santuario de Santiago, realiza en el año 834, durante una peregrinación desde Asturias, la primera donación de tierras a la naciente Iglesia compostelana. Fue un espacio de tres millas de radio alrededor del locus sancti que daría origen al futuro señorío de Santiago y permitiría la supervivencia de los primeros religiosos del lugar. 
Estas medidas, unidas a su decisión de situar a Oviedo como capital del reino y centro religioso, pretendían reforzar la pequeña iglesia asturiana frente a la situada en territorio musulmán, liderada desde la poderosa Sede Metropolitana de Toledo, que mantenía serias discrepancias teológicas con la del pequeño reino cristiano. 
Se cree que Alfonso II solicitó ayuda al emperador franco-alemán Carlomagno, con el que mantuvo contactos, para la consolidación de su Iglesia y la durísima lucha contra los musulmanes, que llegaron a arrasar Oviedo, la capital del reino. Estos hechos pudieron inspirar en el siglo XII el relato legendario de la Historia Turpini -libro IV del Códice Calixtino- donde se sitúa al gran emperador continental como liberador del sepulcro y responsable de la apertura del Camino a Santiago. Se buscaba reforzar la dimensión europea del santuario, a pesar de que la muerte de Carlomagno se produjo en el año 814, varios años antes del hallazgo del sepulcro de Santiago, y de que el texto ignoraba la trascendencia de Alfonso II en el nacimiento del santuario. 
Durante el reinado de Alfonso II podría haber nacido la consideración del Apóstol como “patrón y señor de toda Hispania”, partiendo quizá de fuentes que, como el himno O dei verbum, de finales del siglo VIII, aluden a un patronato anterior. En este confirmado patronato estarían los orígenes remotos de una interpretación de su figura como líder celestial en el largo combate peninsular contra los musulmanes. Esta interpretación va a convivir a través de la historia con su consideración como apóstol y peregrino, que le daría su verdadera dimensión europea. 
Alfonso II está considerado como el primer peregrino jacobeo. Visitó el naciente santuario compostelano al menos una vez (834), llegando previsiblemente a través de lo que hoy se conoce como el Camino Primitivo, entre Oviedo y Compostela".


De la misma manera que Alfonso II El Casto mandaría edificar la basílica de San Salvador, antecesora de la antigua catedral, y los primeros templos, monasterios y palacios ovetenses de su entorno, como la citada iglesia de San Tirso, la de San Juan (luego San Pelayo) o la de Santa María, precedente de la capilla de Santa María del Rey Casto, habría hecho lo mismo con Santiago, su primera iglesia y primeros conventos, como veremos también en las entradas de blog dedicados a la catedral gallega, entre ellos el primer templo jacobeo, la llamada iglesia de Alfonso II El Casto, de la que nos cuenta también la Xacopedia
"Es así como se conoce el pequeño templo que tras el descubrimiento del sepulcro de Santiago (ca. 820-830) construye el rey Alfonso II el Casto con la ayuda del obispo de Iria FlaviaTeodomiro, a quien correspondía la jurisdicción eclesiástica del lugar del hallazgo. Fue la primera iglesia jacobita, mas puede que no el primer templo compostelano: seguramente ya existía una modesta ermita muy próxima, en el lugar actualmente ocupado por la iglesia de San Fiz de Solovio. En ella moraba Payo, a quien la tradición atribuye la primera visión del sepulcro apostólico. 
Alfonso II concede gran relevancia al descubrimiento para la consolidación de su reino, a pesar de la promoción religiosa que inicia de la naciente ciudad de Oviedo. Por lo tanto, era esencial disponer lo antes posible en Santiago de un espacio idóneo para el culto, tanto para que los monjes pudieran establecerse de inmediato en el lugar para custodiar el sepulcro como para los primeros peregrinos. 
Casi no hay datos de este primer templo de Santiago, pequeño y sencillísimo, pero esencial para iniciar la consolidación de la tradición jacobea. En su estructura rectangular, con la misma orientación que la actual catedral, se integró como espacio central para el culto la planta superior del edículo de origen romano en el que había sido descubierto el sarcófago de Santiago, situado en la inferior o cripta. La pequeña iglesia, “de piedra y barro”, según cita medieval, se completaría con un sencillo pórtico. Desapareció unos 40 años después, cuando en el 872 comenzaron las obras de la basílica promovida en el mismo espacio por el rey Alfonso III el Magno."

En Historia y leyenda de un peregrinaje real, artículo publicado en el periódico El Comercio del 31-7-2022, el periodista Rafael Francés entrevista a la historiadora María Álvarez Fernández sobre esta legendaria tradición del viaje de Alfonso II a Compostela:
"En estos tiempos en los que el Camino Primitivo a Santiago se ha puesto de moda, ha recobrado fuerza la figura de Alfonso II «El Casto» (791-842) como la primera persona en peregrinar a Compostela tras recibir la noticia de la localización de la tumba del apóstol que evangelizó la península ibérica en el siglo I. ¿Hay seguridad de ello o se está más en el terreno de la leyenda? 
Es la eterna cuestión que llevan debatiendo largo y tendido historiadores y clérigos. Para responderla, María Álvarez Fernández, profesora titular de Historia Medieval de la Universidad de Oviedo y subdirectora de la Cátedra Origen del Camino, financiada por el Ayuntamiento para velar por la verdad de todo lo relacionado con el pasado y presente peregrino de la capital del Principado de Asturias. 
«El relato de Alfonso II como primer peregrino es uno legendario porque no hay constancia de crónicas del momento. Los primeros relatos escritos son del siglo XII, con las Crónicas asturianas de Alfonso III, es decir, unos 300 años después», aseguró la profesora en declaraciones a este diario. Aunque añadió: «Que no lo podamos certificar no significa que no haya ocurrido tal y como lo cuentan». 
El caso es que entre el 820 y el 830 un ermitaño encuentra algo importante (la tumba del santo) que le comunica a Teodomiro, obispo de Iria Flavia (actualmente una aldea coruñesa), que manda emisarios al rey (Alfonso II) para su conocimiento. Todo hace indicar, aunque sin relato escrito directo, que el rey toma una decisión estratégica que es «potenciar la noticia de la aparición de la tumba del Apóstol en un momento de dificultades en su reinado», explicó la experta medievalista. 
«No sabemos con precisión si Alfonso II fue a Santiago y ni siquiera si fue el primero en ir pero en ningún caso podemos decir que fuese a Santiago en peregrinaje, en todo caso fue a comprobar si lo que le contaban era cierto. Toda esta historia bebe de fuentes legendarias que compila Alfonso III, que le denominaba Alfonso 'El Magno'». 
¿Cómo era Alfonso II el Casto? Era un rey inteligente, no en vano reina durante 50 años, lo que era difícil en unos tiempos tan convulsos como los que se vivían en el siglo IX. «Llega tarde al trono (30 o 31 años) y eso le hace llegar más preparado. Fue criado en Pravia por sus tíos Silo y Adosinda y estuvo refugiado en Vascongadas y en el Monasterio de Samos (Lugo). Tiene gran habilidad diplomática y una profunda religiosidad. Fue amigo o aliado de Carlomagno, que lo veía como el parapeto frente a los musulmanes», explicó María Álvarez Fernández. Un rey profundamente religioso en el que «el sobrenombre de 'Casto' es más un cliché historiográfico porque Alfonso III siempre se refirió a él como 'Magno', pero como murió sin descendencia quizá sea por eso el apodo», advirtió la profesora. 
Alfonso II reinó del 791 al 842 y durante esa época hizo frente a graves problemas como la lucha, junto a Beato de Liébana, contra la herejía del adopcionismo (aquí la aparición de la tumba del apóstol le hace un gran favor para encauzar la fe en el Reino), los problemas con la nobleza -que no le quería como rey- y, por último, el Islam, que acechaba a las puertas. 
Pero no solo vivió problemas, tuvo sentido de estado, en términos actuales, y «trasladó la capital a Oviedo, un estratégico cruce de caminos y quiso convertir a la ciudad en la Toledo visigoda». Así, construyó la Basílica del Salvador o la Cámara Santa donde llegó a reunir 90 reliquias de los santos lugares. Además construyó el primer panteón regio de la Cristiandad. Alfonso II fue un rey inteligente y con visión de futuro. Los relatos legendarios adornan la vida del primer peregrino, aunque perfectamente pueden ser ciertos."

De la misma manera en ¿Quién fue el primer peregrino del Camino de Santiago? de la web Ven a Galicia, Rebeca Cordobés recaba la opinión al respecto del también historiador José Miguel Andrade:

"Aunque hoy es habitual ver grupos de personas con mochila, botas y bastones que siguen flechas amarillas, la ruta xacobea no siempre fue tan popular. Se sabe que el fenómeno de la peregrinación a la catedral surgió en la Edad Media, cuando no existía un itinerario definido por mojones y vieiras. Como decía Antonio Machado, el camino se hace al andar. Y fueron los propios peregrinos quienes definieron las rutas a su paso. Pero, ¿quién fue el primero? 
La teoría más extendida sostiene que fue el monarca Alfonso II. «La tradición cuenta que el obispo Teodomiro informa al rey de que fue hallado el cuerpo de Santiago y el rey viene en peregrinación hacia el año 820, convirtiéndose en el primer peregrino», cuenta José Miguel Andrade, experto en el Camino y profesor de Historia Medieval de la Universidade de Santiago. De ahí que se considere que la ruta que parte de Oviedo, donde estaba la residencia real, sea el Camino Primitivo. «La tradición dice eso, pero no hay ninguna prueba documental que lo mantenga. Si fue el primer peregrino o no es completamente imposible de saber», advierte el investigador. 
«Es una historia que está escrita dos siglos y medio después del acontecimiento. Aparece en crónicas y textos de Compostela del siglo XI. En función de eso, no sabemos nada. No sabemos siquiera si Alfonso II fue alguna vez a Compostela», añade Adeline Rucquoi, miembro del Comité de Expertos del Camino de Santiago. 
Otra de las cuestiones que debaten los investigadores está relacionado con ese supuesto Camino Primitivo. «Admitiendo que sí fue a Compostela, no sabemos dónde estaba en esa época. Con lo cuál si Alfonso II fue a Santiago nadie dice que fue desde Oviedo», cuenta Rucquoi. «Los reyes en aquella época estaban moviéndose continuamente. Lo mismo estaba en Sarria, en Portomarín o cerca de Compostela», explica Andrade. 
Entonces, ¿por qué esta teoría es las más extendida? «La primera referencia documental que habla de la iglesia de Santiago es una donación del propio Alfonso II, pero eso no certifica que sea el primer peregrino. Cabe suponerlo, pero no hay manera de comprobar que fuera él», expone Andrade. 
Adeline Rucquoi lo compara con la hipótesis que habla de Carlomagno como creador del Camino. Un supuesto que aparece en el Códice Calixtino, publicado en el siglo XII, tres siglos después de la muerte del emperador. «Se asociaba el descubrimiento a la monarquía para darle prestigio. Es algo normal», explica. 
«El primer peregrino del que tenemos constancia documental es un peregrino alemán que pasó por Compostela y lo cuenta en el año 930, cuando vuelve a Alemania. Dice que Santiago le ha curado la ceguera. Este es el primero del que hay mención en las crónicas», cuenta Rucquoi. 
En cuanto a nombres propios, ambos expertos coinciden en señalar a Gotescalco. «El primer peregrino conocido que viene de fuera de la península Ibérica es un obispo de Le Puy, en Francia, que aparece en el año 951. Cuando viene de Francia a Compostela para en un monasterio de La Rioja y pide la copia de un manuscrito que no tenía en su diócesis. Los monjes del lugar dejaron una anotación en la que pone que, de camino a Santiago, el obispo les había encargado la copia. Por eso está documentado», relata Andrade. 
Existe de hecho una ruta xacobea llamada Camino de Le Puy que sigue el itinerario realizado por el obispo. Sin embargo, Rucquoi advierte que se trata de un recorrido creado siglos después: «Jamás habría cruzado en línea recta el macizo central de Francia. En la Edad Media no había mapas y no se iba de un lado al otro en línea recta. Lo mismo se hizo en Asturias con el Camino Primitivo. Se rescató la historia de Alfonso II y se creó un camino derecho entre Oviedo y Santiago». 
«Hay mucha inflación informativa sobre el Camino de Santiago. Desde el punto de vista histórico hay mucho que decir todavía. Hay mucha información basada en leyendas, en a prioris y en ideas preconcebidas que no siempre están documentadas históricamente. Esa es la reflexión que conviene hacer», advierte José Miguel Andrade. 
Sobre la posibilidad real de que Alfonso II fuese el primer peregrino, ambos expertos coinciden en señalar que no se puede ni confirmar ni desmentir. «No tenemos pruebas. No quiere decir que no lo fuera. Simplemente no se puede comprobar», concluye Rucquoi."

En Alfonso II El Casto, el rey que abrió las puertas de Europa el historiador Vicente González García manifiesta lo siguiente en este debate:

"Según la tradición eclesiástica, Santiago predicó en España y, después de su martirio el año 44, fue trasladado su cuerpo al finisterre donde recibió sepultura en "arca marmórica" o en "arcis marmóricis" (8) donde también fueron enterrados, posteriormente, al lado de su Maestro, los discípulos Atanasio y Teodoro que fueron los encargados del traslado apostólico. 

Debido a las persecuciones, los cristianos primitivos ocultaron los sepulcros y el "habitáculo" que los contenía. Galicia siempre mantuvo esa tradición que se encontraba extendida por todas las iglesias anteriores al siglo IX, siendo ésta la razón por la cual nadie puso en duda que el sepulcro aparecido en el citado siglo fuera del Apóstol Santiago.  

Alfonso II el Casto, empeñado como estaba en hacer de Oviedo un segundo Toledo, no aceptaría, de buenas a primeras, la noticia sobre la atribución a menos que hubiera unas poderosas razones: totalmente convincentes. Tampoco iniciaría en Santiago, es decir, en el extremo occidental de su Reino, un Santuario que haría, en principio, competencia, llegando después a superarlo. No valdrían, pues, unos argumentos sencillos. Y esos argumentos fueron la base de una aceptación, aceptación que trae consigo una peregrinación, origen de todas las posteriores, y un origen de una Ciudad altomedieval levantada cerca del Castro de Lovio y sobre la necrópolis anterior al siglo VIII. Por lo tanto, la base de nuestra reclamación, sobre el derecho de primogenitura, consiste en la aparición segura de un sepulcro en Santiago el año 829, el cual se atribuyó al Apóstol por las siguientes razones tradicionales y documentales o epigráficas: 

a) La inscripción del año 57 va dedicada a Nerón por haber liberado la "provincia" de ladrones y de los que profesaban la "nueva superstición": el cristianismo. No conozco autor alguno que ofrezca razones en contra de la autenticidad. El argumento fundamentado en la base, objeto de prueba, de que en esa fecha no había cristianos en España (porque, de existir, tendrían que haber sido convertidos por Santiago) no sirve. En cambio, Pagi y otros autores que la estudiaron la aceptan como buena. Morales q·ue la refiere y dice que apareció en Marquesía, aunque él no la haya visto, la considera buena y dice que la recogieron los entendidos y aficionados a cuestiones históricas.

b) Esta inscripción adquiere, a partir del año 1989, una importancia extraordinaria, con el descubrimiento fortuito o mejor providencial, como diría un creyente, de la inscripción del discípulo de Santiago: S. Atanasio. Se trataba de llevar a cabo la idea de Millán González-Pardo de reproducir a escala la cripta de Santiago. El encargado de la ejecución sería el sacerdote especialista, D. Segundo Mendoza Cajade. Hechas las fotografías necesarias, se descubrió al proyectar las diapositivas la presencia de unos caracteres en griego y criptográficos en los que Millán leyó algo como: ATHANASIOS MARTYR. Estudiada con el esmero que merece uno de los hallazgos más importantes en favor del Apóstol, será dado a conocer un estudio exhaustivo que, en colaboración con el Prof. Freijeiro, he visto ya terminado en las manos de su autor.

La inscripción parecida a la del "PETROS ENI" sobre la tumba del Apóstol S. Pedro, aporta gran claridad ya que la tradición jacobea sobre el sepulcro de Santiago y los de sus discípulos Atanasia y Teodoro queda así confirmada, al mismo tiempo que aclara otros numerosos problemas. Será el autor, maestro indiscutible en esa y otras materias, quien muy pronto pueda ofrecer a los estudiosos los resultados de tal descubrimiento. A mí sólo me resta agradecerle la posibilidad de adelantar estas breves noticias sobre una inscripción favorable ya desde el siglo I, la cual hace más creíble la inscripción anterior del afio 57.

c) Además del argumento del Santoral, de los Concilios y del Pilar de Zaragoza tenemos los testimonios de S. Justino, Ireneo y Tertuliano en el siglo II; S. Cipriano y Dídimo en los siglos III y IV; S. Jerónimo y S. Hipólito Portuense en el siglo V; S. Anastasio en el siglo VI; S. Isidoro, Juan de Biclara o el Biclarense, Venancio Fortunato y S. Adelhelrno en el siglo VII; y Beda el Venerable, Beato de Liébana y otros muchos autores que se podrían citar. Todos ellos son favorables a la predicación jacobea en Espafía. En el Himno de Mauregato, atribuido a Beato de Liébana, se dice, además, lo que se deduce de otros autores: que es nuestro Patrono y defensor. Ese Himno que en el Acróstico pide ayuda, en presente, para el "piadoso" Rey Mauregato, se conserva en Toledo lo cual da un gran valor a su testimonio, ya que la Primada podía sentirse incómoda con tal testimonio. favorable para un iglesia que quiso competir, corno Apostólica que era, con la que venía ostentando, contra la tarraconense, una situación de privilegio.

De no haber sido por esta tradición favorable, no hubiera sido aceptada por toda la Cristiandad tan fácilmente, como lo fue, la noticia del descubrimienLO del sepulcro dicho de Santiago. Surge, al mismo tiempo y como consecuencia de la aparición de ese sepulcro, la Ciudad Compostelana a la que acuden numerosos peregrinos por el único lugar posible y no sujeto ni a los árabes ni a los vaivenes de la reconquista."

Más crítico se muestra el medievalista Miguel Larrañaga Zulueta, del que extraemos lo siguiente de su trabajo, en el que cita las conclusiones del también historiador Peter Linehan:

"Solo un comentario respecto a la unción regia de Alfonso, un episodio íntimamente vinculado con la pretendida restauración goticista asturiana a la que hemos hecho alusión. Muchos autores la dan por segura y practicada de continuo desde el reinado de Wamba, ungido en el 672. Sin embargo, el “Laterculus Ovetensium Regum”, lista de monarcas compilada en época de Alfonso II, dice que este rey fue “positus in regno”, sin que esa expresión pueda justificadamente interpretarse como una unción. Por otra parte, solamente se alude a ella una vez en la versión “Rotense” de la “Crónica de Alfonso III”, posterior al 914 y que cubre el periodo de Wamba a Ordoño I, en 866, sin además mencionar el lugar exacto, y no se cita en la versión “Ad Sebastianum” ni en la “Crónica de Albelda” del 976. Según Peter Linehan, que argumenta con solidez contra la veracidad de la unción de Alfonso II, se trataría de una invención del siglo X, en el contexto de la fundación de una nueva corte en León por Ordoño II donde se superaría la etapa de Asturias, útil esta para enlazar con el pasado visigodo. 

Conviene también recordar las dudas que Linehan albergaba sobre la activa participación de Alfonso II en el descubrimiento del cuerpo del apóstol Santiago, basándose en los siguientes argumentos: 

— No se puede demostrar que Beato de Liébana sea el autor, hacia el 780, del himno “O Dei Verbum” y, por tanto, no es factible afirmar que hubiera un entendimiento entre el rey de Asturias Mauregato, a quien se dedica el himno y para quien se pide protección celestial, y los clérigos con el propósito de crear este símbolo de identidad y protección nacional. 

— La donación “entusiasta” de Alfonso II a la iglesia de Santiago, fechada el 829, donde expresa su alegría por el descubrimiento del cuerpo santo y en la que lo proclama patrón de Hispania, es una falsificación del siglo XII. 

— No hay mención alguna del descubrimiento en las dos versiones, “Rotense” y “Ad Sebastianum”, de la “Crónica de Alfonso III”. 

— ¿Por qué en Compostela y no en Oviedo, lo que hubiera sido más lógico y acorde con la conversión de la capital en un centro político y religioso? Para formular esa pregunta, Linehan se apoya en la “Historia urbana de León y Castilla” de Jean GautierDalché, quien afirma que Santiago es una ciudad desconectada del impulso de la repoblación. 

— Tiene más sentido, en el contexto de la expansión territorial que después llevará la capital a León (Ordoño II, en 914), que fuera Alfonso III a finales del siglo IX quien apoyase decididamente este culto. El privilegio de este rey a la iglesia de Santiago del 899 sí es auténtico, según Antonio Floriano en su “Diplomática española del periodo astur” (1949-51)

Efectivamente,6no es factible afirmar con seguridad que Beato compusiese el himno, pero los razonamientos que podemos ver en la edición de 1995 de las obras completas de este monje permiten datarlo sin duda a finales del siglo VIII, por lo que estaríamos hablando de una referencia muy importante para la política de Alfonso II en materia religiosa. Además, también se menciona la presencia del apóstol en Hispania en el “Comentario al Apocalipsis”, esta sí, una obra de Beato de Liébana con total certeza . Ambas, el “Comentario” y el “O Dei Verbum”, tienen un carácter milenarista vinculado con la presencia del islam en la península y en las que la figura de Santiago juega un papel esencial. 

Por otra parte, muchos autores han señalado el interés del monarca por el área galaica de su territorio y el más o menos entusiasta descubrimiento del cuerpo apostólico, que ofrece continuidad a la política del culto a las reliquias en un espacio limítrofe y amenazado desde dentro por tensiones internas y desde fuera por el emirato andalusí. 

Que la donación no se produjese con Alfonso II y que el descubrimiento no sea mencionado en la crónica Rotense son, desde mi punto de vista, argumentos poco concluyentes: realizada la donación por Alfonso III, vendría a confirmar la importancia de un culto ya asentado; y sobre la valoración de la crónica, cabe aducir que esta es muy dispar en la información histórica que proporciona10 . Desde luego, la creación del culto al apóstol cobra todo el sentido en el reinado de Alfonso II, en especial si consideramos el contexto internacional que tratamos en este artículo."


Imprescindible en este contexto es citar el libro Los reyes de Asturias y los orígenes del culto a la tumba del apóstol Santiago de varios autores, coordinados por los eruditos medievalistas Francisco Javier Fernández Conde y Raquel Alonso Álvarez. Asimismo, compartimos lo que escribe el historiador Luis Antonio Alías en su libro El Camino de Santiago en Asturias. Itinerarios respecto al papel de Oviedo/Uviéu en la epopeya xacobea:
"Oviedo, etapa jacobea y meta salvadoreña. La ciudad se compone de anillos sucesivos alrededor de la catedral -San Salvador, origen, centro y explicación del todo ovetense- dibujados por mil doscientos doce años de tiempo luz o de tiempo oscuridad, de energía y de laxitud, de heroicos triunfos y de heroicos fracasos.

En el medio del medio, donde se cruzaban las principales vías romanas entre las tierras galaicas y pésicas y las astures y cántabras, entre las augustas y, cordillera por medio, las costeras, cerca de la que fue la importante civitas de Lucus Asturum (Lugo de Llanera), en progresivo abandono y ruina desde bastante antes del siglo VIII, se emplazaba una pequeña colina.

Con el Naranco como norte próximo y la sierra del Aramo cerrando el sur, un tupido bosque cortado en circunferencia por los ríos Nalón y Nora arrancaba desde aquel alto.

Era, sigue siendo, un lugar abierto de fácil acceso. También, y por poco tiempo, un lugar solitario, agreste, selvático.

Los astures, acostumbrados a medir sus fuerzas ante enemigos mucho más poderosos, preferían las zonas montaraces y resguardadas sobre las llanas y desprotegidas.

Buscando retiro para una vida de trabajo y meditación, dos monjes, Fromistano y su sobrino el presbítero Máximo, llegaron en compañía de varios criados hasta esta colina conocida con el nombre de Oveto u Ovetao.

Tras hacer laborable el terreno, levantaron una iglesia dedicada al mártir San Vicente.

Dos décadas después se les unieron veinticinco monjes, encabezados por el presbítero Montano, y la humilde iglesia se transformó en el monasterio de San Vicente, firmándose el documento fundacional el 25 de diciembre del año 781, con Fromistano como primer abad.

Convertido Oviedo en lugar de encuentro geográfico y de fértiles labrantíos, creció en población y viviendas y obtuvo protección de Fruela I, que lo escogió como residencia de Munia, su mujer vascona.

Aquí nació Alfonso II, que la convertiría en capital del reino y ciudad principal treinta años después de haber nacido a golpe de azada.

Alfonso II... ¿Hubieran sido posibles las peregrinaciones sin él como principal monarca promotor? Sánchez Albornoz escribe en su monumental estudio "El Reino de Asturias"": "La fé de que partió Alfonso el Casto y que él apadrinó, de hallarse en aquel rincón extremo de Galicia el cuerpo del Apóstol Santiago, aseguró el gran cordón umbilical que unió por siglos España a la matriz Europea de la que había nacido".

Desde el momento en el que el Reino de Asturias salió de su refugio montañoso y hubo de hacer frente a los problemas que amenazaban su supervivencia -luchas de palacio entre facciones de la nobleza e incursiones militares musulmanas- buscó razones históricas y símbolos que le legitimaran y fortalecieran. Por una parte se proclamó heredero directo y legítimo del reino visigodo de Toledo, por otra buscó un santo patrón guerrero, unificador y antimusulmán. Durante una de las luchas civiles previas al esplendor alfonsino, Beato, el escritor de los antiadopcionistas y difundidísimos Comenttarios del Apocalípsis compuso un himno religioso, dedicado por acróstico al rey Mauregato, donde Santiago es considerado protector y patrono.

Alfonso II, que accede en 791 a la dignidad real, construirá sobre la sepultura que un eremita y un obispo, -Pelayo o Paio y Teodomiro- descubren entre luces de estrellas, ángeles y revelaciones divinas la primera basílica. Al tiempo que engrandece el reino, gana tierras a la Media Luna, amuralla, embellece y convierte en capital su Oviedo natal, peregrina -dice la tradición- a Compostela. 

Reinando Ramiro I, el sucesor, tiene lugar la batalla de Clavijo (año 842) durante la que, según la tradición, apareció Santiago, espada en mano, para dar la victoria a las fuerzas cristianas.

En agradecimiento, el monarca instituye la ofrenda al apóstol de los primeros frutos de las cosechas y de parte de los botines arrebatados (voto de Santiago). El tercer y último gran monarcas asturiano, Alfonso III, amplió y enriqueció la basílica y protegió al obispo Sisando I, fundador del primer asilo y hospital de peregrinos. Para entonces -año 876- estaban llegando los primeros peregrinos europeos, sin duda atravesando caminos asturianos, los más seguros. El rey Magno, que había arropado de oro y piedras preciosas la Cruz de la Victoria, joya inefable, regaló otra rica cruz, desaparecida hace varias décadas, a la catedral compostelana.

El Camino, y gran parte del propio culto jacobeo nació, por lo tanto, en Oviedo; y Oviedo mismo nació, prácticamente, al mismo tiempo que la ciudad de Santiago, hijas gemelas del casto rey. Pero según aumentaba el número de peregrinos hacia Santiago, y según cruzaban los caminos asturianos hasta que León, capital heredera, impuso como principal la ruta navarro-castellana, otro templo, el de San Salvador de Oviedo, más antiguo que el compostelano y de excepcional poder espiritual y terrenal, iba convirtiéndose en el segundo santuario peninsular.

La advocación al Salvador del mundo y sus incomparables reliquias -desde la Cruz que dos ángeles labraron al Santo Sudario, desde el pan de la Ultima Cena a los pañales que envolvieron al Niño Jesús-, guardadas en un arca de santo origen y extraordinarias vicisitudes, terminaron llenando naves, capillas y, sobre todo, la Cámara Santa, de gentes de toda procedencia. Gentes como un obispo de Tracia que, acompañado de un discípulo, visitó San Salvador el año 1012.

El obispo Ponce (años 1028-1035), la apertura del Arca Santa ante Alfonso VI (1075) y la extraordinaria labor literaria y cultural del obispo Pelayo (1101-1130) marcan nombres propios de exaltación del Arca y reliquias. Dentro del Libro de los Testamentos, joya de la miniatura románica, aparece un catálogo de reliquias que, años después y con nuevos elementos, ocupará pergaminos de códices franceses. La leyenda, como la devoción, se extiende, el obispo Pelayo escribe que "los mercaderes y peregrinos cruzaban los reinos de Alfonso VI sin temor de nadie". Dado que su entorno es Oviedo, debía encontrar normal y cotidiano la entrada de francos, lombardos, bávaros... en las prerrománicas y románicas piedras salvadoreñas. Precedente del actual turismo organizado, la Cámara Santa ya ofrecía por entonces guías escritas y cicerones que explicaban la procedencia de cada objeto, de cada maravilla."

Si bien mucho más antiguo, pues hunde su origen en la misma historia del cristianismo, el culto a las reliquias de Jerusalén se asentó aquí tras años de huida con la expansión persa y árabe y, casi a la vez o no demasiado después, de aquí nacería el Camino de Santiago, tal vez en este mismo y preciso lugar en el que nos encontramos, al pie de la estatua del rey casto, del pórtico y de la torre de la actual catedral gótica y antigua basílica prerrománica, dicho esto con todas las reservas según el debate, abierto y que sin duda siempre lo estará, sobre lo que aconteció realmente en aquellos tiempos e instantes del reinado de Alfonso II


En este aspecto, se ha querido ver también una gran equivalencia entre la fundación de ambas ciudades, ovetense y compostelana, bajo el reinado de este monarca: las dos sobre poblaciones anteriores, villas, castros, mansio o paradas de postas más antiguas en importantes encrucijadas, en torno a un templo-relicario que llegará a ser catedral, con conventos, palacios y población alrededor, que llegarán a ser las dos capitales y grandes centros de peregrinación, comercio y cultura, con gran trasiego de gentes


Independientemente, una vez más, de la realidad plena de las crónicas, que son, reiteramos, dos siglos posteriores al menos a los sucesos en ellas relatados, lo cierto es que el culto a Santiago y origen del Camino parece afianzarse a partir de este monarca y con sus sucesores, no solamente ya reyes asturianos, sino ya leoneses y castellanos, hasta nuestros días.


A lo largo del Camino hacemos constantes referencias a estos hechos, compartiendo tanto la veracidad histórica más o menos aceptadas como el tan nebuloso como apasionante mundo de la tradición y la leyenda


Y es que con Alfonso II, como dicen en la Enciclopedia de Oviedo, es "con quien se produce un profundo proceso de renacimiento interior en todos los órdenes", a lo que añaden esta su biografía, hecha a partir de las siempre posteriores y discutidas crónicas:
"Hijo de Fruela, es llamado a reinar por los magnates palatinos y la reina Adosinda, a la muerte de su tío Silo I; pero fue desposeído del trono por un bastardo de Alfonso IMauregato, por lo que se vio obligado a refugiarse en tierras alavesas, de donde procedía su madre. Fue marginado del trono por los sucesos con su padre. Nacido probablemente en Oviedo, poblado unos años antes por el presbítero Máximo, se vería alejado durante largo tiempo del trono paterno. Cuando se hizo cargo del Reino, éste tenía la extensión actual de la provincia, con los límites vasconavarros y gallegos. Trasladó la corte a Oviedo, que había crecido rápidamente. Mientras, se había casado con doña Berta, viviendo castamente con ella. En el 791, tras renunciar Bermudo al trono, sucesor de Mauregato, es restituido en el trono, viéndose nuevamente alejado, aunque por muy escaso tiempo, a consecuencia de una revuelta palatina rápidamente sofocada por sus fieles, hacia los años 801 u 802.
Tras el saqueo de Oviedo a manos de Abd al-Malik en 794, Alfonso decide evitar riesgos y se alió a Carlomagno, con quien mantuvo contactos con resonancias a partir de la herejía adopcionista. Dadas las divisiones internas entre los árabes, en el 798 Alfonso decide emprender la ofensiva, llegando triunfante hasta Lisboa. Al-Hakam, emir cordobés, apuesta por frenarle con Abd al-Karim, cuando Alfonso estaba con su ejército en los confines de Castilla la Vieja, cerca de Miranda de Ebro. Tras tres días de enconada lucha, los cristianos se retiran por la superioridad enemiga, refugiándose en los desfiladeros del Pancorbo (816). Tras el saqueo de Álava por Abd al-Rahman II en el 822, Alfonso vence repetidas veces a los árabes en Galicia estableciéndose una tregua de doce años, aprovechada para reorganizar el régimen interior de los estados, engrandeciendo y fortaleciendo Alfonso la ciudad de Oviedo y, pensando en convertirla en el nuevo Toledo. 
La iglesia dedicada al Salvador, fundada por Fruela, y casi destruida en los reinados anteriores, la restauró con amplitud, siendo consagrada en el año 802, con asistencia de siete obispos refugiados en Oviedo. Levantó la Iglesia de Santa María, hoy capilla del Rey Casto, edificó otra iglesia de San Miguel, San Julián de los Prados, a un estadio de la ciudad, proveyó de agua a Oviedo por medio de un acueducto cercano a San Lázaro, construyó el hospital de San Nicolás, una muralla, y un palacio. Los escritos teológicos del Beato de Liébana, algo anteriores a su reinado, son buena prueba del saber teológico de la época. Es también en época de Alfonso II cuando por primera vez se tiene constancia de las relaciones exteriores del reino de Oviedo, como la embajada con Carlomagno y Pío Ludovico, o la expedición a Lisboa del año 797.

Entre los logros mayores de su reinado figura la donación de la Cruz de los Ángeles para el templo del Salvador, con gran cantidad de oro y piedras preciosas, recogido en las incursiones contra los moros, que la leyenda atribuye a unos ángeles, aunque por su inspiración parece obra de orfebres bizantinos. En cada brazo de la reliquia hay una inscripción de oro que traducida del latín dice así:

Es el blasón de la Santa Iglesia Catedral de Oviedo y también constituye el escudo de dicha ciudad. 

También se encontró en su reinado el cuerpo del apóstol Santiago, que supuestamente huyó hacia España, y estaba en Galicia enterrado, aunque su memoria se había perdido. El año 814 don Alfonso ordenó edificar una catedral en honor del santo, rumor que se propagó por todo el orbe cristiano, creciendo la devoción por el santo y viniendo de Francia, Italia y Alemania multitud de peregrinos. 

A los ochenta y cinco años de edad, y cincuenta y dos años de reinado con grandezas y triunfos, Alfonso II falleció. Su muerte provocó dificultades en la sucesión al no haber dejado descendencia directa y haberse negado a que la descendencia indirecta reinase. El Conde Nepociano se autoproclamó rey, al tiempo que Ramiro era designado como sucesor legal. De la batalla entre ambos producida en el río Narcea, salió victorioso Ramiro I. 

Se le considera artífice de la creación del Reino de Oviedo, por la reconstrucción de la ciudad que llevó a cabo y las nuevas edificaciones que construyó durante su reinado y que se recogen en su testamento del año 812. La convocatoria de concilios obispales por parte de Alfonso II sumado al hecho de que Oviedo fuese ciudad-refugio de varios obispos huídos, hizo que ya por estas fechas se conociese a Oviedo como ciudad de los Obispos. 

En la catedral de Oviedo, se conmemora todos los 20 de marzo, el aniversario de la muerte de este rey, celebrando un funeral en su memoria."


La estatua del rey Casto, que da nombre a la capilla que vamos a visitar, recorta su silueta sobre el muro occidental de otra capilla, la de Santa Eulalia, patrona de la diócesis desde el siglo XVII, mártir emeritense cuyas reliquias fueron traídas a Asturias, una vez más según tradiciones y crónicas discutidas, posiblemente por el rey Silo cuya corte estaba en Pravia. 



La capilla, que como hemos dicho vimos en la entrada de blog correspondiente del interior de la catedral (girola y nave del evangelio), fue promovida por el obispo franciscano fray  Simón García Pedrejón para acoger las reliquias de Santa Eulalia, patrona de la diócesis, así como para acoger su sepultura, contratada en 1690 con el arquitecto avilesino Francisco Menéndez Camina, quien la haría con su hijo, del mismo nombre

En los años 1732 y 1734 se abre este gran ventanal del lado oeste, bajo el óculo, para dar mayor luz natural al interior, así como otro más mirando al norte. En el interior fueron enterrados varios obispos además del fundador, cuyo escudo vemos entre dichos ventanal y óculo

Detrás de la capilla de Santa Eulalia y a su izquierda, la torre del monasterio de San Pelayo, hecha a cierta semejanza de la catedral, parece querer suplir la inexistencia de una segunda torre catedralicia proyectada, la cual no se pudo construir por falta de presupuesto, como vimos en la entrada dedicada a la fachada occidental de San Salvador


Así, si por alguna razón, el Jardín de los Reyes nos pasase desapercibido, la torre de Les Pelayes parece ser como un faro de advertencia para que nos fijemos en ese espacio al norte de la catedral, al comienzo de la calle del Águila, incluso desde el otro extremo de la plaza


Y es que, saliendo de la catedral y su plaza, y siguiendo calle abajo, la emoción de empezar o seguir Camino nos haga nada más que mirar de frente, buscando las señales jacobitas pertinentes, pronto, nada más pasar la estatua de Alfonso II El Casto, veremos asomar la torre de San Pelayo, a nuestra derecha


La veremos al llegar a la altura de las placas que, en el suelo y de bronce, y en la farola, anuncian la mencionada bifurcación entre Camino Norte y Camino Primitivo. Con la torre, nos fijaremos asimismo delante en estos preciosos jardines, tanto el que está al lado de la calle, donde se sienta la gente, como el de más atrás, al que se sube por una escalera, el Jardín de los Reyes Caudillos, cerrado por una verja pero, insistimos, con horario de apertura


Y de esta manera, tanto desde la explanada de la estatua de Alfonso II como desde las escaleras siguientes desde la calle Águila, podremos dirigirnos al Jardín de los Reyes y, a través de él, a la capilla de Santa María del Rey Casto


La Torre les Pelayes se hizo en el siglo XVII (año 1654) para sustituir a otra más antigua. Fue destrozada en la Revolución de Asturias de 1934 y rehecha en 1953


Dicha torre se hizo imitando, pero en menor tamaño, la torre gótica de la catedral de San Salvador, rematada con una flecha de tracería gótica, por lo que viene a decirse que es su 'hermana pequeña'. Aunque al imitarla, esta estructura se basa en el gótico, la torre, que veremos mejor desde la Plaza de la Catedral o de Alfonso II (al otro lado), es de estilo barroco clasicista y uno de sus primeros exponente ovetenses. En Disfruta Oviedo se nos cuenta que durante su construcción hubo un litigio con la catedral que paralizó un tiempo las obras y que fue la razón de esta imitación:
"El cabildo catedralicio la consideraba muy suntuosa y que el tañido de sus campanas impedía celebraciones religiosas en la Capilla del rey Casto. 
Tras la intervención de la Casa Real, se procedió a cerrar los vanos sur que daban a la Capilla del rey Casto , pero hubo otras medidas decretadas a las que las monjas hicieron "oídos sordos" (hacer más baja la torre no renovar sus campanas...) 
Encima las monjas "contestaron" al Cabildo catedralicio coronando la torre con una aguja gótica similar a la de la Catedral (en lugar de las bolas proyectadas por el arquitecto Melchor de Velasco) generando cierta rivalidad en su época".

En Una obra maestra de la arquitectura renacentista ovetense: la iglesia de San Pelayo, la especialista en Arte Andrea Casal nos ofrece una magna explicación de este templo, cuyo origen estaría en las fundaciones de Alfonso II El Casto:
"El conjunto monástico de San Pelayo se funda legendariamente en época del rey Alfonso II el Casto (791-842) bajo la advocación de San Juan Bautista, aunque el nombre de San Pelayo se emplea desde la llegada de sus reliquias en el año 994. La arquitectura conservada hasta la actualidad empieza por la iglesia, edificada entre 1592 y 1601. Se trata de la primera obra perteneciente a la reforma de la estructura medieval preexistente en el monasterio, que fue llevada a cabo entre finales del siglo XVI y comienzos del XVIII en clave barroca, a excepción de esta obra, de estilo renacentista. Otro testimonio trascendental es la torre campanario levantada por el arquitecto cántabro Melchor de Velasco Agüero, con la ayuda de su padre, Bartolomé de Velasco, comenzando el trabajo en 1654. Igual de importante resulta el levantamiento del área monacal, cuya traza pertenece a Gaspar Ladrón de Guevara y Gregorio de la Roza, comenzando las obras en 1694. Para finalizar, es interesante citar la fachada de la vicaría, ya construida en el siglo XVIII (1703) por Fray Pedro de Cardeña
La iglesia se edificó siguiendo las trazas del arquitecto renacentista Leonardo de la Cajiga, compañero de Juan de Nates, aunque los arquitectos que la levantaron fueron Diego de Villa junto a Domingo de Mortera debido a las ocupaciones del primero. Se erige sobre estructuras de origen romano, cuyos descubridores fueron los arquitectos Juan Vallaure y Federico Somolinos tras la destrucción de la iglesia durante la revolución de 1934. La sacristía o Capilla del Santísimo se levanta gracias a la traza del arquitecto Melchor de Velasco en 1657 y 1658, dentro de un lenguaje barroco de tradición todavía herreriana. La decoración en yeso data de mediados del siglo XVIII. El acceso a la iglesia se realiza por la calle San Vicente. 
La fachada se encuadra dentro del clasicismo renacentista, destacando su purismo arquitectónico por la escasa ornamentación. Puede accederse a ella tras cruzar una monumental escalinata que realza la grandiosidad del edificio. Se trata de un cuerpo uniforme que utiliza sillares de Piedramuelle trabajados cuidadosamente. La portada tiene tres entradas, la central más alta que las laterales, enmarcadas con molduras y rematadas mediante un guardapolvo. Las puertas son de madera con casetones. 
En las laterales cabe destacar que se simula una clave en la piedra mediante la inclinación de la línea que define los sillares. Encima de la portada, en el eje correspondiente al acceso principal, se abre un nicho de arco escarzano con la escultura de San Pelayo. En la parte superior se utiliza un óculo acristalado. Finalmente, una cornisa sencilla formada por una moldura sirve de transición al tejado plano, decorado en la actualidad con una cruz latina de forja".

Y aquí a la derecha estaría la iglesia de Santa María, fundada en principio también por el mismo rey y a la que en época barroca se sometió a una total reforma y transformación para hacer la actual capilla de Santa María del Rey Casto, donde se encuentra el Panteón de los Reyes, en el que están enterrados algunos reyes asturianos cuyas estatuas y bustos vemos en los muros este (al fondo) y norte, a la izquierda, de este jardín, además, también supuestamente, el propio Alfonso II El Casto cuya escultura acabamos de ver en el exterior, al que ya se ha citado se le dedica una misa anual el 20 de marzo. Esta es la historia de este santuario-panteón en Wikipedia:
"El Panteón de reyes de la catedral de Oviedo se encuentra ubicado en el interior de la capilla de Nuestra Señora del Rey Casto de la catedral de San Salvador de Oviedo, que está situada en el lado norte del crucero,​ y en él recibieron sepultura numerosos miembros de la realeza astur-leonesa durante la Alta Edad Media
El primitivo panteón real se encontraba en el interior de la iglesia de Nuestra Señora del Rey Casto, adosada a la catedral de Oviedo, y había sido construido por deseo del rey Alfonso II de Asturias, en el siglo IX, aunque ambos fueron demolidos a principios del siglo XVIII, debido a su mal estado de conservación, por iniciativa del obispo de Oviedo Tomás Reluz, y edificados de nuevo en estilo barroco, siendo consagrados en 1712. 
El primitivo panteón de reyes 
El rey Alfonso II de Asturias ordenó a principios del siglo IX​ la construcción de una iglesia dedicada a Nuestra Señora, en la ciudad de Oviedo, con el propósito de destinarla a panteón real y de que en él recibieran sepultura sus propios restos mortales. Y posteriormente, dicha iglesia fue conocida con el nombre de iglesia de Nuestra Señora del Rey Casto, en honor a su fundador. 
El primitivo panteón real ocupaba el nártex de la iglesia de Ntra. Sra. del Rey Casto, y el ingreso principal a esta última, en vez de realizarse a través de aquel, se realizaba mediante una portada abierta en el brazo meridional del crucero de la iglesia, a fin de dedicar el nártex exclusivamente a contener los restos mortales de los monarcas allí sepultados. 
El primitivo panteón real era una pequeña estancia cuadrilonga de veinte pies de ancho, correspondiéndose de ese modo con la anchura de la nave principal de la iglesia, de doce pies de fondo, y con unos ocho o diez pies de alto.​ Su techumbre era de madera, y sobre el panteón real estaba situado un coro alto o tribuna que,​ al igual que en las iglesias de San Miguel de Lillo o de San Salvador de Valdediós, se encontraba situado sobre el nártex. 
A ambos lados del panteón había dos camarines de similares medidas a las de aquel, y en uno de ellos se encontraba la escalera que permitía el acceso a la tribuna situada sobre el panteón, y el otro posiblemente estuviera destinado a guardar los objetos de culto del templo. El panteón se comunicaba con la iglesia mediante una estrecha puerta, frontera al altar mayor de la iglesia, y una pequeña ventana, y ambas, según refieren los cronistas de la época, estaban cerradas con gruesas barras de hierro que casi impedían la entrada de la luz solar en el panteón. 
En el panteón real, que era de apariencia «humilde y sencilla», recibieron sepultura numerosos miembros de la realeza astur-leonesa durante varios siglos, y, según refieren los cronistas que lo contemplaron, las sepulturas se hallaban tan próximas entre sí, que no era posible andar sino pasando por encima de ellas y,​ debido a ello, varios miembros de la realeza no fueron sepultados en el panteón real, sino en la iglesia. No todos los cadáveres yacían en sepulcros murales o exentos, ya que varios individuos tenían sus tumbas en el suelo de la primitiva iglesia, y estaban cubiertas por lápidas de piedra ordinaria sin adornos y, en la mayoría de los casos, sin inscripciones, aunque había algunos sepulcros cobijados por arcos en las paredes del templo. 
Cerca de la escalera que comunicaba la iglesia con el coro alto o tribuna se encontraba una tumba que había sido muy venerada en el siglo XVI, debido a la creencia generalizada de que en ella descansaban cuerpos santos. No obstante, el cronista Ambrosio de Morales supuso en el mismo siglo que los restos allí sepultados ya habrían sido extraídos y depositados en otro lugar. Dicha tumba se hallaba cubierta con una losa de mármol, y en ella, aunque desgastada y casi ilegible, se conservaba una inscripción latina que rezaba «Adepti...Regna Celestia potiti». 
En el panteón real, y junto a la entrada, se encontraba el sepulcro que supuestamente contenía los restos del rey Alfonso II, alzado dos pies sobre el suelo, y cubierto por una tapa acofrada carente de adornos y de inscripción, aunque la tradición y el lugar preeminente que ocupaba dicha tumba demostraban, en opinión de diversos historiadores, que en ella reposaban los restos del fundador de la iglesia y del panteón real. Fuera de este, y ya en la primitiva iglesia de Nuestra Señora del Rey Casto, recibieron sepultura varios miembros de la realeza: 
Fruela I de Asturias (722-768). Hijo de Alfonso I de Asturias y de la reina Ermesinda. 
Munia de Álava (740-780), esposa del anterior y madre de Alfonso II. 
Elvira Menéndez (m. 921), esposa de Ordoño II de León y madre de Alfonso IV y de Ramiro II. 
Urraca Sánchez (m. 956), esposa de Ramiro II y madre de Sancho I de León.​ 
Teresa Ansúrez (m. 997), esposa de Sancho I y madre de Ramiro III de León."

En el año 986, la campaña de Almanzor contra el reino de León hizo que el rey Bermudo II trasladase a la antigua iglesia de Nuestra Señora del Rey Casto los restos mortales de varias reinas de monarcas, reinas e infantes que se encontraban en templos de León, Astorga y otros lugares, trayéndolos a un lugar más seguro, al otro lado de la cordillera, para evitar que fuesen profanados. Una vez acabada la amenaza se retornaron a sus lugares de procedencia la mayor parte, aunque no todos:
"Los restos mortales de los monarcas e infantes fueron introducidos en siete cajas de madera y trasladados a la ciudad de Oviedo, y al no haber espacio suficiente en el panteón real para albergarlos, fueron depositados en la iglesia. En cada una de las siete cajas descansaban los restos de los siguientes individuos: 
Alfonso III de Asturias y su esposa, Jimena de Asturias. 
Ordoño II de León y sus esposas Elvira Menéndez y Sancha de Pamplona. 
Ramiro II de LeónSancho ITeresa AnsúrezOrdoño III y la reina Elvira 
Fruela II de León y su primera esposa, Nunilo Jimena. 
Elvira Ramírez, hija de Ramiro II y tutora del rey Ramiro III de León. 
Urraca Sánchez, esposa del rey Ramiro II de León. 
En la séptima se encontraban los restos de varios infantes e infantas. 
Tras la muerte de Almanzor, y la de su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar, el rey Alfonso V repobló la ciudad de León y trasladó a ella la mayor parte de los restos de los reyes que su padre, el rey Bermudo II, había llevado a Oviedo. Aunque en el panteón real de la iglesia de Ntra. Sra. del Rey Casto permanecieron los cadáveres de los reyes Alfonso III y Fruela II, y los de las reinas Jimena, Munia, Elvira, Urraca Sánchez y Teresa Ansúrez."

Y esta es la historia del nuevo Panteón de Reyes, que veremos en el interior, y de la nueva capilla barroca de Santa María del Rey Casto, que admiramos ahora en su exterior:
"A finales del siglo XVII aún se conservaba prácticamente intacto el primitivo panteón real, aunque tanto él como la primitiva iglesia de Nuestra Señora del Rey Casto, de la que formaba parte, se encontraban en muy mal estado de conservación. El 15 de mayo de 1696, el rey Carlos II otorgó una Real Cédula a la catedral de Oviedo y agregó los beneficios derivados de Tanes y Brañalonga a la fábrica de la iglesia, a fin de contribuir al mantenimiento y al adecentamiento de la iglesia de Nuestra Señora del Rey Casto, y varios años después, en 1705, el cabildo catedralicio ovetense envió un memorial al rey, en el que se dejó constancia del mal estado en el que se encontraba la iglesia y el panteón real y, junto con dicho documento, el obispo Tomás Reluz envió una carta al rey en la que recomendaba la demolición de la primitiva iglesia del Rey Casto.​ 
En la nueva capilla de Nuestra Señora del Rey Casto, que fue levantada principalmente por voluntad del obispo Tomás Reluz a principios del siglo XVIII, el panteón real pasó a ocupar un espacio entre los pilares de la nave del Evangelio, estaba cerrado con una verja, y la luz penetraba en él a través de un óvalo.​ Dicha disposición ha sido interpretada por diversos historiadores como «una pérdida de la importancia» de la función de panteón real de la iglesia, en favor de su función como santuario mariano, ya que la capilla estaba destinada a albergar, al igual que la primitiva, la imagen de la Virgen de las Batallas o del Rey Casto. No obstante, la ubicación del nuevo panteón real a los pies de la nave del Evangelio, permitió dar mayor amplitud a la nave central de la nueva capilla. 
El contrato para la construcción de la nueva capilla fue firmado el 10 de noviembre de 1705 por el obispo Tomás Reluz y por el maestro de obras Bernabé de Hazas. La construcción de la nueva capilla fue tasada en 24.000 ducados, y se estimó que las obras deberían finalizar a los tres años desde que comenzaran.​ El 2 de agosto de 1709 el cimborrio de la nueva capilla de Nuestra Señora del Rey Casto, que se estaba edificando en esos momentos, se derrumbó, ocasionando la muerte de varias personas,​ y en 1712 finalizaron las obras en la nueva capilla, aunque hasta 1717 no fue trasladada a ella la imagen de la Virgen del Rey Casto, que se encontraba provisionalmente en la capilla de Santa Bárbara de la catedral ovetense."

La construcción de esta capilla provocó un nuevo conflicto de intereses entre la catedral y las monjas de San Pelayo, el cual nos explica Vidal de la Madrid Álvarez, Doctor en Historia, en La Construcción de la Capilla del Rey Casto y Panteón Real de la Catedral de Oviedo:



La Torre les Pelayes, por tanto, fue testigo en piedra de todas las transformaciones de este lugar, hasta la construcción de este Jardín de los Reyes Caudillos en 1942, con el Milenario de la Cámara Santa y su reconstrucción en la posguerra civil con Víctor Hevia Granda, escultor de la estatua de Alfonso II. Tal vez habría de ser el 1.100 aniversario si se considera hecha en tiempos de dicho rey, si bien nuevas investigaciones arrojan datos de que sería posterior, de tiempos de Alfonso III El Magno, pero de eso ya disertamos en la entrada de blog a ella dedicada, ahora vamos a ver las estatuas y bustos del jardín, obra como dijimos de Gerardo Zaragoza a excepción de la de Alfonso III El Magno


Dejamos pues la fuente (seca) a la derecha y nos dirigimos hacia las primeras estatuas, a la izquierda. Su disposición general no guarda un orden cronológico histórico sino que parece se les ha otorgado sitio según la importancia que les suelen dar los historiadores, por ello las estatuas-mural están a este lado y los bustos, junto con la estatua sedente del rey Fruela, padre de Alfonso II El Casto, a continuación y al fondo


También, seguida de estas tres primeras estatuas-mural, tenemos a continuación la estatua de cuerpo entero, erguido y en hornacina de Alfonso III El Magno, quien está considerado el último rey de la monarquía asturiana o Asturorum Regnum antes del traslado de la corte a León, si bien en Asturias reinó su hijo Fruela II entre los años 910 y 924, si bien subordinado a sus hermanos García I, rey de León (910-914) y  Ordoño II, su sucesor en el trono leonés, hasta que tras su muerte el mismo Fruela II se proclamase rey de León


Por Fruela II y la existencia de al menos un monarca más, aunque de corta duración, Nepociano (entre Alfonso II El Casto y  Ramiro I), podemos decir que la lista de reyes aquí representados no es tal vez la completa, aunque es la que viene manejando la historiografía tradicional desde hace tiempo


En cuanto a Alfonso III tendríamos que decir que las revisiones historiográficas más recientes, incluyendo las excavaciones arqueológicas, apuntan a este rey como protagonistas de algunas fundaciones que se le atribuyen a Alfonso II en la crónicas usualmente manejadas, empezando por la misma Cámara Santa y siguiendo otras muchas, incluyendo el patrocinio del templo e incipiente ciudad de Compostela y el favorecimiento del Camino de Santiago con la fundación de los primeros hospitales de peregrinos (tal vez el primero el de Borres o Bourres, en Tineo, Camino Primitivo)


Si bien, recalcamos, la relación de reyes representados no sigue una sucesión lineal según su colocación, y hay varios 'saltos' entre unos y otros según su ubicación, del último vamos a pasar directamente al primero, es decir, de Alfonso III El Magno a Pelayo o Don Pelayo que, siempre según discutidas crónicas, habría sido proclamado princeps (primus interpares) hacia el año 718 y en 722 habría vencido a los musulmanes en Covadonga, lo que provocaría su marcha de Asturias y el nacimiento de un reino independiente


Gerardo Zaragoza representó a Pelayo según se supone iría vestido con su atuendo guerrero en la batalla de Covadonga, la cual se desarrolla detrás, con un defensor arrojando piedras a los atacantes y, arriba, un ángel les dispara flechas, como en la leyenda, pues en la historia de este fundador es muy difícil discernir, más aún que en los demás reyes, lo real de lo legendario, existiendo un debate siempre abierto sobre su vida y orígenes, tal y como vimos en el que se tiene por su solar familiar, la parroquia de Tiñana, en Siero


Si miramos de Pelayo a su izquierda sí tenemos continuidad cronológica en su hijo Favila, que aparece de espaldas, a punto de subirse a su caballo, posiblemente a la cacería en la que, siempre según las crónicas, muy posteriores, fallecería cazando osos y, seguidamente, Alfonso I, su cuñado, quien le sucedió a su muerte, aconteciendo un importante cambio dinástico


La Crónica de Alfonso III en sus dos versiones, la Crónica Sebastianense y la Crónica Rotense , como la Crónica Albeldense, describen muy escuetamente su reinado, centrándose sobre todo en que sucede a su padre Pelayo, que "por su ligereza fue muerto por un oso" y que edificaría, muy importante, la canguesa capilla de la Santa Cruz en la vega donde se unen los ríos Sella y Güeña, sobre un templo anterior situado a su vez sobre un lugar sagrado ancestral, un túmulo megalítico. La advocación a la Santa Cruz revela un culto primigenio que se manifestará posteriormente en la nueva corte ovetense con la Cruz de los Ángeles, la Cruz de la Victoria (en la Cámara Santa) y el Jubileo de la Santa Cruz que incrementará las peregrinaciones en la baja Edad Media


A Alfonso I, yerno de Pelayo por estar casado con su hija Ermesinda, le favoreció este parentesco para llegar al trono, lo que revela que la línea femenina, matrilineal, era importante en el naciente reino, dando lugar a pensar que se trata de una reminiscencia prerromana, o tal vez germana. Alfonso I, aprovechando un momento de debilidad del poder musulmán y una guerra interna de árabes contra sus aliados bereberes, que ocupaban y estaban establecidos en los accesos al reino, extendió a golpe de espada sus dominios por Galicia, llegando a Lugo, la vieja Lucus-Augusti, y aún más allá. De la misma forma hacia el sur domina La Liébana y llegan sus cabalgadas al corazón de La Vardulia, que posteriormente sería llamada Castilla. Parece que con él el reino se asienta grandemente, afianza su independencia, trae refugiados cristianos que influirán en el arte, la cultura y la sociedad cortesana, así como en la religión y la política y establece una zona se seguridad o 'tierra de nadie' frente a los dominios musulmanes, aunque, recalcamos, es otro elemento en entredicho. Su hijo Fruela está representado al otro lado del jardín y es el padre de Alfonso II El Casto


Más a la izquierda sí hay un salto cronológico respecto a los otros reyes, pues en un hueco-hornacina igual al de Alfonso III El Magno, nos topamos con la estatua de Ramiro I, la primera a la izquierda según entramos al Jardín de los Reyes Caudillos, que es la que está más escondida y siempre a la sombra del arbolado en la parte más umbría. Sería rey tras la derrota de Nepociano, sucesor directo de Alfonso II El Casto, en la batalla del puente del río Narcea en La Ponte, enfrente de Cornellana (paso del Camino Primitivo), reinando durante los años 842 a 850, para lo que hubo de hacer frente a enemigos tanto internos, Nepociano y sus partidarios, así como 'los brujos' (¿paganos?) y externos, los musulmanes y la nueva amenaza vikinga


Sin embargo durante su reinado, relativamente corto, hubo tiempo para la cultura y el arte, apareciendo el estilo ramirense, tan peculiar, que unos lo integran en el Arte Asturiano pero otros no, siendo sus obras cumbre Santa María del Naranco y San Miguel de Lliño, Liño o Lillo, cuya maqueta porta en esta estatua. En sus tiempos se libraría la legendaria batalla de Clavijo que, aunque no se descarta que tal vez basada en un suceso real, sirvió para entronizar a Santiago como figura bélica, Santiago Matamoros, inexistente en los evangelios, pues supuestamente se habría aparecido a ayudar a los cristianos montado en su célebre caballo blanco. Por lo general se piensa es una alegoría por la que se concedieron nuevos privilegios a la iglesia de Santiago de Compostela como creciente núcleo de poder político-religioso


Para continuar, pasamos ante la estatua de Alfonso III El Magno, que recordemos es la única del jardín obra del escultor Manuel Álvarez Laviada. Hablamos mucho de este rey, con el que el Asturorum Regnum llega a su máximo esplendor y extensión, a la vez que a su ocaso, cuando visitábamos Valdediós, en cuyo templo de San Salvador (como la catedral), conocido como El Conventín, parece ser estaba pensado para ser su mausoleo al haber sido su lugar de retiro, no obstante no fue así. Parece ser, con mayor fundamento documental, que este rey sí peregrinó a Santiago, realizando importantes donaciones a sus templos y población. Al mismo tiempo, apoyó decididamente las peregrinaciones, por eso deseamos compartir la información que, al respecto, nos aporta la Xacopedia:
"Llamado también el Grande (ca. 848-Zamora 910). Monarca de Asturias entre los años 866 y 910. Sucedió a Ordoño I. Fue, tras Alfonso II el Casto y el propio Ordoño, el benefactor inicial del santuario compostelano, que en su reinado comienza a manifestarse como gran centro espiritual del Reino astur. 
Las iniciativas de este monarca ayudaron de manera decidida a la consolidación de la inventio jacobea en su primer siglo de existencia. Una de ellas fue la donación a la Iglesia compostelana, como prueba de agradecimiento al Apóstol, de los bienes del conde gallego Hermenegildo, que se había sublevado contra él. 
Viajó a Compostela previsiblemente en el año 872 y, con seguridad, en el 874, acompañado de su esposa Jimena, una de las primeras mujeres peregrinas conocidas. Realizaron una donación en la que se incluía una cruz de oro y pedrería de estilo asturiano montada sobre madera. Es la ofrenda a Santiago más antigua de la que hay constancia concreta y una de las más famosas de la historia. 
El obispo compostelano Sisnando I aprovechó estas visitas para solicitar al monarca apoyo para la construcción de un nuevo y más vistoso templo del Apóstol. Alfonso III no sólo aceptó, sino que facilitó materiales de gran calidad que hizo traer en algún caso desde el sur de la Península Ibérica, fruto de sus conquistas. En mayo del 899 volvió a Compostela, desde Oviedo, la capital del reino, para presidir la consagración de la nueva iglesia. Vino acompañado de un amplísimo séquito, un gesto que contribuyó a la consolidación del nuevo centro de peregrinación. 
 
El rey magno fue el primer monarca en tomar medidas para establecer fundaciones hospitalarias en los nacientes itinerarios de peregrinación a Compostela por Galicia y Asturias. Lo que algunos consideran el primer hospital para peregrinos se creó en el 883, durante su mandato, en Villarmilde -Asturias- en la vía que enlazaba Oviedo con el santuario compostelano. Es el itinerario seguido con probabilidad por el propio monarca y por sus antecesores desde Oviedo a Compostela. Coincide en gran medida con la actual ruta del Camino Primitivo a Santiago, así conocida por ser la más antigua de las vías jacobeas. 
Poco antes de su muerte en el 910, Alfonso III traslada de Oviedo a León la capital del reino. Esta decisión contribuirá a la pérdida del gran protagonismo inicial del eje de peregrinación Oviedo-Santiago, favoreciendo indirectamente al futuro Camino Francés, que surgirá y se consolidará por tierras leonesas desde el siglo X."

La Torre les Pelayes domina la escena; del convento sabemos que en su origen estaba dedicado a San Juan Bautista y se construyó reinando Alfonso II El Casto y pasó a estar bajo la advocación a San Pelayo tras el traslado desde León aquí de las reliquias de este niño-mártir, amenazadas por las incursiones musulmanas de Almanzor en el reinado de Bermudo II. Otro rey, Alfonso VII, les concedió los derechos de portazgo (algo que llamaríamos hoy en día "peaje" sobre mercancías) sobre el paso del puente de Olloniego, la principal vía de comunicación entonces de Oviedo/Uviéu con los puertos de la cordillera hacia la meseta (paso del Camino del Salvador). Fue de los pocos monasterios que no desaparecieron con las desamortizaciones del siglo XIX


Subimos ahora unos peldaños y, al pie mismo de La Torre les Pelayes, llegamos a la zona donde están los bustos de los demás reyes que, al igual que la estatua sedente de Fruela, son todos obra, reiteramos, de Gerardo Zaragoza


Tres bustos sobre pedestal o peana de piedra con hornacina circular, semiesférica, detrás


El primero por la izquierda es Aurelio, que sería escogido rey por la nobleza palaciega canguesa a la muerte de Fruela, su primo hermano, en 768. La temprana edad del hijo de Fruela, el futuro Alfonso II, o directamente el deseo de apartarlo del trono para que no se vengase de los asesinos de su padre, hizo posible su elección. Se sabe, siempre siguiendo crónicas muy posteriores, que habría hecho frente a una rebelión de siervos y que no debía de gustar de estar mucho en la corte de Cangues/Cangas de Onís, sino que habría tenido una "corte ambulante" que podría haberse establecido con cierta asiduidad en la localidad de Baraosa en el valle de Langreo/Llangréu, iglesia de San Martín de Tours, de ahí que, a partir del siglo XIII, esa zona, que llegaría a ser concejo independiente, pasaría a ser conocida como Samartín del Rei Aurelio


A su derecha sí tenemos continuidad cronológica con Silo, que llegó al trono tras Aurelio en 774, favorecido por su matrimonio con Adosinda, hija de Alfonso I y nieta de Pelayo. Siguiendo el proceder de su antecesor, abandonó la corte canguesa definitivamente (es posible que fuese un poco apetecible nido de intrigas desde la muerte de Wimarano y Fruela) y se estableció en Pravia, posiblemente porque tenía allí fuertes apoyos al ser natural de la zona, lo que es controvertido. De todas formas el concepto de 'capital', como lo tenemos hoy en día de 'sede estable en una población' no existía y esto era lo habitual, la capital era 'donde estaba el rey con la corte' y esta podía ser muy cambiante, como era el caso por ejemplo de la de Carlomagno


A la muerte de Silo en 783 su viuda Adosinda llamaría a reinar al 'ya crecido' hijo de Fruela, Alfonso, pero este sería depuesto (la espadas seguían en alto en la corte, evidentemente), por un verdadero golpe de estado protagonizado por Mauregato, del que vemos ahora su busto. Hijo natural de Alfonso I, reinó hasta 789 y la historiografía clásica hemos de decir que no le tenía demasiadas simpatías por su forma de llegar al trono. No obstante es entonces cuando se escribe el himno titulado O Dei Verbum, a él dedicado, en el que se cita, por primera vez, al apóstol Santiago como patrón de Hispania, un hecho tan extraordinario que aportamos la explicación que nos aporta la Xacopedia:
"Himno litúrgico del reino asturiano de la Alta Edad Media en el que se invoca por primera vez al apóstol Santiago como patrón de España. Su autoría está en discusión, aunque no su datación, que se acostumbra a situar entre los años 784 y 785, durante el reinado del monarca asturiano Mauregato (783-788). 
El conjunto del himno está destinado a ensalzar a los apóstoles como difusores excepcionales del mensaje de Cristo, y recoge su misión en tal sentido. Aunque en el caso del apóstol Santiago no se aluda a su predicación hispana sí se establece ya la vinculación. Aparece sorprendentemente como patrón peninsular: 
Oh, muy digno y muy santo Apóstol [Santiago], 
dorada cabeza refulgente de Hispania, 
defensor poderoso y patrón especialísimo 
asiste piadoso a la grey que te ha sido encomendada. 
El poema le pide al Apóstol que proteja al rey Mauregato y le suplica que sea el pastor de su clero y de su pueblo. Todo indica que el himno va dirigido a levantar los ánimos de los cristianos del reino astur, en aquel momento aislado en una España dominada por los musulmanes. Se ha dicho que sería una forma de reivindicar el protagonismo real y moral que la Iglesia y el reino asturiano tenían en aquel tiempo ante los demás cristianos peninsulares, al ser los únicos situados en un territorio no musulmán. 
La gran difusión del himno en Asturias crearía, según determinados autores, las condiciones psicológicas necesarias para que unos años después (820-830) el obispo de Iria FlaviaTeodomiro, viese en un sepulcro abandonado existente en el extremo del reino, en Galicia, la tumba del Apóstol. La aparición, a finales del mismo siglo VIII, de un oficio litúrgico dedicado a Santiago cada 30 de diciembre en la Iglesia galaica refuerza este ambiente, aunque desconozcamos los motivos originales de la situación. 
La atribución de este himno al Beato de Liébana (s. VIII) es la que más éxito ha tenido. La han sostenido Sánchez Albornoz y Pérez de Urbel, entre otros, y más recientemente el medievalista compostelano López Alsina, pero también son numerosos los expertos que la rechazan y la consideran obra anónima."

Pasamos ya a los últimos tres reyes del jardín, los del fondo, y para asentar cierta cronología vamos a empezar por el del medio, el sentado, Fruela, bien representado en una hornacina y frontón rematado en escudo, lo que le confiere especial importancia respecto a los demás de esta zona, únicamente mostrados en busto


Fruela sucedió a su padre, Alfonso I, quien a su vez había sucedido a su cuñado Favila, dado que los hijos de este, muy jóvenes a su muerte, no podrían sucederle. Esa es al menos la versión de la historiografía más o menos oficial basada en las discutidas crónicas. No obstante hay que recordar que la monarquía asturiana no era sucesoria per se sino que la sucesión había de ser aprobada y aceptada por la nobleza palaciega. Fruela heredaría en base a ello el carácter guerrero de su padre Alfonso I pero no sus dotes diplomáticas, por lo que parece que trató de alejarse, o al menos alejar a su familia, de la corte canguesa, donde llegaría a matar a su hermano Wimarano en una revuelta cortesana


El lugar donde apartó a su mujer, la alavesa Munia, y a su hijo Alfonso (el futuro Alfonso II El Casto) era una incipiente población fundada bajo sus auspicios en una importante encrucijada caminera en medio del valle del Nora y sus afluentes, OuetaoOvetus, con la llegada de los monjes Máximo y Fromestano en 761, parece que a asentarse en un poblamiento precedente que habría sido abandonado. Fruela fallecería asesinado en Cangues/Cangas de Onís tras matar a su hermano y sucesivos reyes enviarían la corte a otros lugares hasta la llegada definitiva al trono de su hijo, Alfonso II


A la izquierda de Fruela tenemos a Bermudo, también escrito Vermudo, apodado el Diácono por su vocación religiosa


Era hermano de Aurelio y sucedió a Mauregato a su muerte en 789 para continuar apartando al hijo de Fruela, Alfonso, del trono, pero tras el desastre de la batalla del río Burbia, en El Bierzo en 791, frente a los musulmanes, abdicó y, en un momento de desesperanza, se decidió llamar in extremis a Alfonso, quien tomó posesión en un momento decisivo, soportó dos ataques seguidos (años 794 y 795) que arrasaron su nueva capital, Oviedo/Uviéu, la antigua Ouetus, devolvió el golpe llegando hasta la misma Lisboa y reconstruyó aquí los templos mandados edificar por su padre Fruela, reinando con el nombre de Alfonso II El Casto


Bermudo volvería a vestir sus hábitos religiosos y viviría en la corte de Alfonso II, lo que revela que habría buenas relaciones entre ambos. La historiografía tradicional ha valorado especialmente esta forma de apartarse del trono y cómo dejó paso a un reinado largo y fructífero de su sucesor, sin embargo, como todo, está en entredicho, leamos lo que dice al respecto la Real Academia de la Historia en lo concerniente a este traspaso de poder y cómo se pudo dulcificar por los cronistas:
"la explicación a la voluntaria renuncia al Trono del nuevo Rey, cuyas cualidades espirituales destacan acordes los textos cronísticos —“clemente y piadoso”, lo llama la Albeldense; “varón magnánimo”, la versión “a Sebastián” de la crónica alfonsina— al cabo de sólo tres años de caudillaje, y que el segundo de estos textos atribuye al hecho de que Vermudo recordase que “antaño se le había impuesto el orden del diaconado”, dista mucho de ser satisfactoria. Las causas de esa renuncia y de la promoción de Alfonso al Trono por la supuesta iniciativa del propio Vermudo debieron ser más complejas. Seguramente influyeron en esos hechos las críticas circunstancias derivadas del giro de la política exterior andalusí, con la violenta ruptura de un largo período de paz con los cristianos; y habría que considerar también la existencia de posibles compromisos cortesanos cuyo alcance se nos oculta tras las lacónicas y eufemísticas explicaciones de una historiografía oficial asturiana que, conviene recordarlo, se elabora bajo la directa inspiración de un biznieto de Vermudo: Alfonso III el Magno. Cuando esas crónicas se redactan, en las postrimerías del siglo IX y seguramente en la corte ovetense, obedeciendo al designio neogoticista de este monarca, la figura de Alfonso II el Casto, el más grande de los monarcas asturianos, debía quedar a salvo de cualquier información que pudiera poner en entredicho la pacífica transición del caudillaje del Rey diácono a su joven sobrino. Pero tras los silencios, las contradicciones y las fantasías de los relatos cronísticos no es difícil suponer la existencia de algún tipo de conflicto cuyo alcance exacto se oculta interesadamente para preservar la buena imagen de la memoria histórica de la propia monarquía asturiana, personificada en esos momentos en el biznieto de Vermudo."

Y, a la derecha de Bermudo, el último de los reyes del Jardín, Ordoño I, hijo de Ramiro I y padre de Alfonso III El Magno. Siendo gobernador en Galicia murió Alfonso II sin descendencia ni un heredero del todo claro ni aceptado, por lo participaría activamente en organizar el ejército con el que su padre, ausente en Bardulia (Castilla) para casarse con Paterna, su segunda esposa, conquistaría el trono en la batalla del puente del Narcea antes mencionada


Al suceder a su padre se afianza la línea patrilineal del reino frente a la matrilineal antes imperante, como hemos visto, y esto se repetirá al sucederle su hijo Alfonso III. Participó en diversas campañas frente a los musulmanes y favoreció las revueltas internas del emirato de Córdoba, no siempre con fortuna. También tuvo revueltas internas, principalmente de los vascones


Su experiencia previa como gobernador en Galicia, además de entrenarle para el trono regio, le valió la fidelidad de la nobleza gallega, favoreciendo a la ciudad de Santiago de Compostela, dice la Xacopedia:
"Ordoño I fue, en su caso, un rey si no decisivo, sí significativo en dicho proceso. Realiza ciertas concesiones a Santiago, siguiendo el ejemplo de Alfonso II, y dona algunas joyas y objetos de valor. También amplía el territorio propio de la Iglesia compostelana -conocido por el Giro, dada su extensión radial en torno al sepulcro apostólico- de las tres millas iniciales de Alfonso II a seis (858), aunque el documento acreditativo se ha llegado a considerar una falsificación. Se le atribuye la peregrinación a Santiago. 
Ordoño I obtuvo una importante victoria sobre los musulmanes en la batalla de Albelda de Iregua (La Rioja) en el 859. Algunos creen que pudo ser la batalla histórica que daría lugar a la mítica de Clavijo situada en el 844, atribuida al también rey asturiano Ramiro I -padre de Ordoño- y en la que la intercesión del Apóstol daría lugar al Voto de Santiago. En la batalla de Albelda no existe referencia alguna a una supuesta aparición de Santiago, como sí se considera que sucedió en Clavijo."


Y esta es una vista del Jardín de los Reyes Caudillos desde la explanada de la estatua de Bermudo, con el comienzo de la calle Águila. A la derecha del edificio que tenemos enfrente sigue el Camino Primitivo por la calle Schulz, la antigua Rúa de los Albergueros, donde estaban los albergues y el Hospital de San Juan, habilitado en el antiguo palacio de Alfonso III, que corría a cargo del cabildo catedralicio desde que otro rey, Alfonso VI, lo donase al obispo Martín en 1096, siendo llamado "palacio frantisco", de 'francisco', eso es, franco o francés, término que aglutinaba centroeuropeos en general. Sus cimientos pueden verse desde la cristalera en el bajo el actual Ilustre Colegio de Abogados de Oviedo. A la derecha y por la calle del Águila sigue el Camino Norte en dirección a Gascona, la calle de los gascones asentados en la ciudad desde el medievo al calor de las peregrinaciones


Pero aún tenemos pendiente de ver, a la izquierda, la capilla de Santa María del Rey Casto, viendo primeramente la capilla de Santa Eulalia en sus muros oriental, y septentrional. Más arriba asoma la torre flamígera de la catedral


Vamos a entrar ahora a la capilla de Santa María del Rey Casto, que como apuntábamos fue mandada rehacer por el obispo Tomas Reluz en el año 1705 sobre otra anterior prerrománica (Arte Asturiano), del tiempo de Alfonso II El Casto, que era el panteón real de la monarquía asturiana y estaba en muy malas condiciones. Leemos en la web catedralicia Sancta Ovetensis esta descripción:
"A finales del siglo XVII la basílica de Santa María se encontraba en estado ruinoso, por lo que el obispo Fray Tomás Reluz (1697-1706) encargó la construcción de una nueva a Bernabé de Hazas. Contando con el patrocinio real, Hazas trazó un templo de mayores dimensiones que el primitivo, describiendo una planta basilical, de tres naves separadas por gruesos pilares, crucero cubierto por cúpula sobre tambor y cabecera recta. La antigua portada tardogótica del crucero septentrional quedó integrada dentro de la nueva iglesia y sirve de comunicación entre ésta y la catedral. 
En los elementos de la cubierta se despliega una profusa decoración vegetal y heráldica, en las pechinas que sostienen el tambor de la cúpula se esculpieron los bustos de los reyes Fruela I, Alfonso II, Ordoño I y Alfonso III. 
A los pies de esta capilla, sobre la puerta de entrada, se conservan tres cabezas de un Calvario, esculpidas en piedra y fechadas a finales del S. XII por su paralelismo con las conservadas en la Cámara Santa".


Está anexa a la catedral pero forma un templo aparte con entrada propia desde el exterior por este Jardín. Trabajaron en ella los afamados maestros cántabros Bernardo de Hazas y Luis de Arce. La nueva capilla siguió conservando su carácter de panteón real de los reyes asturianos y varios leoneses. Fijémonos arriba y más atrás el cruce del transepto o nave transversal de la catedral con las naves central, del evangelio y la epístola que forman el crucero de los templos de planta de cruz latina, como lo es este de San Salvador y como lo es este mismo de Santa María o Nuestra Señora del Rey Casto, pues como nos dice Vidal de la Madrid en su estudio sobre esta capilla, "Los deseos del obispo Reluz y del Cabildo de crear un edificio ambicioso y de gran empeño le han convertido en la mayor capilla de la catedral de Oviedo hasta el mundo de semejar una pequeña iglesia en su interior"


La hermosa portada occidental fue también diseñada por el arquitecto Hazas, único elemento plenamente decorado al exterior, junto con la cornisa. Un óculo en forma de óvulo da luz natural al interior de la nave central


Monumental portada barroca con pilastras corintias almohadilladas (decoradas con formas de rectángulo -almohadilla-), sobre las que descansa un entablamiento de frontón triangular partido o abierto por arriba para albergar el escudo real, resaltado su patrocinio por parte de la Corona


Existen modelos bastante similares  dentro de la misma catedral, observemos como es prominente la decoración vegetal con sus motivos naturalistas


En la clave de la portada, dos cabezas de niños o querubines miran a ambos lados, con la corona real en medio y, debajo, un jarrón con flores


Arriba el escudo real encajado en el frontón partido


Debajo de él y en una cornisa, el Agnus Dei o Cordero de Dios simboliza la divinidad


Justo encima dos leones la parte inferior del mural que representa el escudo miran el uno para el otro mientras sus garras izquierdas se apoyan en sendas bolas del mundo


El escudo real muestra las armas de León, Castilla, Aragón... y la Flor de Lis de los borbones, que acaban de llegar a España con Felipe V. A los lados más ángeles entre nubes o filigranas


Arriba, a los lados de la corona, otros dos ángeles a ambos lados asoman sus salientes y bien cinceladas cabezas

Adentro, admiramos la estructura de tres naves, la central o nave mayor que se dirige al altar mayor y retablo mayor, la de la derecha, meridional o de la epístola, donde se encuentra la portada gótica que comunica con el interior de la catedral por su nave del evangelio o septentrional y, a la derecha, la nave del evangelio de esta capilla


En ella, a nuestra izquierda y en este su primer tramo según entramos, tras una reja rematada también por el escudo de Felipe V, se encuentra el Panteón de Reyes o Panteón Real con los seis sarcófagos que contienen los restos de varios reyes, reinas y príncipes, además del de Itacio, del siglo V y del que se desconoce su procedencia, si bien el mármol se sabre procede de Portugal, aunque antes se pensaba de Aquitania, se cree sería reaprovechado para miembros de la realeza medieval. Según la tradición en él se trajeron los restos de Alfonso III El Magno y su mujer Jimena. Una muy completa descripción de todo el panteón:
El panteón real ocupa el último tramo del lado norte de la capilla de Nuestra Señora del Rey Casto, y es la parte más suntuosa del conjunto, debido a su decoración vegetal y heráldica, que llena todo el recinto. En seis nichos, con otras tantas urnas cinerarias, descansan en la actualidad los restos de diferentes miembros de la realeza astur-leonesa, y una lápida colocada en el muro de la capilla menciona los nombres de los individuos que fueron sepultados en este lugar, aunque contiene varios errores, como señaló el historiador Ricardo del Arco y Garay. Las rejas del panteón real y de la iglesia fueron realizadas por el rejero Andrés García Casielles, fueron colocadas en el año 1713, están adornadas con el escudo de armas del rey Felipe V de Borbón, que asumió el patronato de la capilla y el panteón real, y son similares a las de la capilla de la Anunciación de la catedral ovetense, aunque las de esta última carecen de escudo real.​ 
En el centro del Panteón Real se halla colocado un sarcófago, cubierto por una lauda de mármol bajoimperial romana del siglo V, que contuvo el cuerpo de Ithacio, y es el único de los sepulcros del primitivo panteón que se conserva en la actualidad. Diversos autores afirman que este sarcófago fue utilizado para trasladar los restos mortales de Alfonso III y de su esposa, la reina Jimena de Asturias, desde la ciudad de Astorga hasta Oviedo,​ y en dicho sepulcro se encuentra esculpido el siguiente epitafio: 

INCLVSI TENERVM PRAETIOSO MARMORE CORPVS AETERNAM IN SEDE NOMINIS ITHACII 

Este sepulcro fue reutilizado en el panteón real durante la Edad Media, aunque se desconoce la identidad del miembro de la realeza que fue sepultado en él.​ La urna sepulcral es de piedra ordinaria y carece de adornos, y la tapa que la recubre es de mármol, de forma acofrada y más ancha por la cabeza que por los pies, y está cubierta enteramente de relieves 
Monarcas sepultados en la actualidad 
Los miembros de la realeza astur-leonesa que se encuentran sepultados en la actualidad en las urnas barrocas del panteón de reyes, según refieren diversos historiadores, son los siguientes: 
Reyes 
Fruela I de Asturias (722-768), hijo de Alfonso I de Asturias y de la reina Ermesinda. 
Bermudo I de Asturias (m. 797), sucesor del rey Mauregato de Asturias. 
Alfonso II de Asturias (c.760-842), hijo de Fruela I y de Munia de Álava. 
Ramiro I de Asturias (c.790-850), primo y sucesor del anterior e hijo de Bermudo I.​ 
Ordoño I de Asturias (821-866), hijo y sucesor de Ramiro I.​ 
Alfonso III de Asturias (c.852-910), hijo del anterior y de la reina Nuña 
García I de León (c.870-914), hijo del anterior y de la reina Jimena de Asturias.​ 
Fruela II de León (c.875-925), hermano del anterior e hijo de Alfonso III.​
Reinas 
Munia de Álava (m. después de 768), esposa del rey Fruela I de Asturias y madre de Alfonso II de Asturias. 
Berta, esposa del rey Alfonso II.​ 
Nuña, esposa de Ordoño I de Asturias y madre de Alfonso III. 
Urraca, esposa de Ramiro I y madre de Ordoño I. 
Jimena de Asturias (m. 912), esposa de Alfonso III y madre de los reyes García IOrdoño II y Fruela II de León.​ 
Elvira Menéndez (m. 921), esposa de Ordoño II y madre de Alfonso IV y Ramiro II de León. 
Urraca Sánchez (m. 956), esposa de Ramiro II y madre de Sancho I de León. 
Teresa Ansúrez (m. 997), esposa de Sancho I de León y madre de Ramiro III de León.
Curiosa la mención a Berta la esposa de Alfonso II El Casto, pues existe la creencia general que este rey, como su nombre indica, era casto y no tenía mujer, sin embargo aparece a partir del siglo XIII en las siempre discutidas crónicas, en este caso el Cronicum Mundi de Lucas, obispo de Tuy, quien afirma que era hermana de Carlomagno, lo que parece en principio ser un dato aún más fantástico:
[…]Y había tomado por mujer a Berta, hermana de Carlos, rey de los franceses, la cual, que por no haberla visto y por quitarse de lujuria, fue llamado rey Casto […]».

Sobre el crucero, una cúpula octogonal con cimborrio ilumina también con luz natural estas naves. Estaba destinado a ser el elemento más significativo del templo por su tamaño y luminosidad


Las pechinas o triángulos que forman el anillo de la cúpula y que hacen la transición entre la planta cuadrada del crucero y la octogonal de dicha bóveda están decoradas con los bustos esculpidos de Alfonso II El Casto, Ramiro I, Ordoño I y Alfonso III El Magno, a los que se tiene por los monarcas más relevantes del Asturorum Regnum, abundan también los escudos borbónicos que resaltan por doquier el patrocinio real de la construcción de esta capilla



El resto de las bóvedas, salvo la de la cabecera, de la que enseguida nos ocuparemos buscan una solución que para la época resultaría arcaizante dada su impronta gótica, la crucería, estrellada en la nave central y más sencilla en las laterales, lo que muestra la pervivencia del gusto por esta estructura, es posible que dada por el deseo de hacer una capilla majestuosa, por lo que se evitarían en este caso las sencillas bóvedas de cañón imperantes por entonces. Esta reminiscencia del gótico en un momento en el que se consideraba un arte 'superado' (la misma definición de 'gótico' no es contemporánea a él sino posterior y despectiva al considerarlo arte 'godo', 'bárbaro' los renacentistas) podría anunciar tal vez, cual premonición, la recuperación y revalorización de este estilo en el siglo XIX con el romanticismo y la aparición del neogótico


En la pared norte o de la nave del evangelio hay un retablo datado en el último tercio del siglo XVI de la Virgen de la Luz, de la escuela de Juan de Juni y estilo renacentista, del que nos cuentan en Sancta Ovetensis que "está fechado en 1552 y originalmente formaba parte del altar del trascoro de la nave mayor. Fue trasladado a esta capilla con el desmontaje de la estructura tardogótica en 1901. En él destaca la imagen central, la Virgen de la Luz, escultura manierista atribuida a Manuel Álvarez". Por otro lado, en la relación de Nuevos Bienes de Interés Cultural de la Catedral de Oviedo, del Gobierno del Principado de Asturias se dice sin embargo que es del último tercio de esa centuria del XVI :
"Retablo que consta de banco, tres calles y ático. Banco estrecho dividido en tres casas decoradas con elementos vegetales y cabezas de angelito, la central más destacada y en los extremos dos plintos. Cuerpo estructurado en hornacina con arco deprimido rectilíneo dentro de un recuadro, que alberga la imagen de la Virgen de la Luz; las laterales ocupan dos pisos, el inferior con recuadro y el superior con hornacina de medio punto con el interior avenerado, separación de calles por cuatro columnas terciadas con cimacios desarrollados; entablamento ligeramente retranqueado y con el friso de querubines. Remata en ático semicircular con el fondo estrellado, en el centro el relieve de Dios Padre, flanqueado por angelotes y dos floreros en los cimacios centrales". 

Llegamos al crucero y alzamos la vista para admirar la gran cúpula y cimborrio sobre él. Parece ser que antes que Bernabé de Hazas acometiese el proyecto de las obras ya existía uno, de autor desconocido, que siguiendo la idea del obispo Reluz, seguía una estructura similar a la del santuario prerrománico anterior y solo estaba bien detallado el proyecto del cimborrio y poco más, el cual reforma y completa Hazas, quien es contratado para ello el 10 de noviembre de 1705

Impresionante sensación al mirar hacia arriba... al principio las obras avanzaron bien pero el fallecimiento del obispo patrocinador hizo que hubiese de buscarse un nuevo patrocinio, el del rey, y de ahí viene la profusión de sus símbolos, prosiguiendo hasta su terminación, pero entonces ocurre un terrible accidente, al colocarse la clave del cimborrio con toda solemnidad y el presencia del cabildo catedralicio, convocado para la ocasión, la cúpula se viene abajo, al parecer por un pilar mal macizado, lo que causa la muerte de tres oficiales. Debió ser un espectáculo dantesco cuyo desenlace posterior preferimos lo cuente Vidal de la Madrid en su trabajo sobre la construcción de esta capilla:

Una verja guarda altar y retablo barroco, en parte obra del maestro barroco Antonio Borja y hecho de 1715 a 1719 con la novedad, en Asturias, de presentar soportes de estípites, columnas troncopiramidales invertidas. Está dedicado a Nuestra Señora de las Batallas, cuya imagen se encuentra en el centro, mientras que en los relieves se muestran escenas de la vida de la Virgen, patrona del santuario. En el ático se ve la imagen de la Asunción-coronación de la Virgen flanqueada por los bustos de los santos-reyes Hermenegildo y Fernando III. A los lados del retablo se encuentran las esculturas en piedra de San Pedro y San Pablo, labradas entre 1733 y 1737 y que son otros de los elementos del antiguo trascoro catedralicia repartidos por diferentes lugares de la catedral y sus dependencias. En el catálogo de los nuevos bienes de interés cultural de la catedral se nos dan estos datos sobre la autoría de este retablo y características:

"Se desconoce el autor del retablo. Se conoce que fue Francisco Bustamante quien doró y estofó el retablo, y que fue el arquitecto Francisco de la Riva quien realizó el sotabanco de jaspe, mientras que Antonio Borja se encargó de la imaginería y relieves. Retablo que consta de altar, sotabanco de jaspe, banco, tres calles, dos pisos y ático. Altar con el frente decorado con medallón y anagrama de María, flanqueado por pilastras, sotabanco labrado de jaspe, banco dividido en dos casas decoradas con relieves de la Anunciación y la Visitación, la central deja paso a un templete exento, separándose por ménsulas vegetales y colgantes. Calle central desarrollada, que ocupa dos pisos y consta de hornacina de medio punto con la imagen de Nuestra Señora del Rey casto rodeada de angelotes y que se separa de las laterales mediante dos estípites de orden gigante, con pilastras con vegetación en los extremos. En el primer piso, recuadros con escenas en relieve de la adoración de los pastores a la izquierda y Circuncisión a la derecha. Segundo piso con Epifanía y Presentación en el templo. Entablamento retranqueado con friso vegetal y tarjetón central, que remata en ático desarrollado en forma de templete con la Anunciación de la Virgen flanqueada por estípites sobre los que se colocan dos ángeles. Se corona por escudo de Castilla y León. Colores: dorado, rojo, azul, verde, negro, marrones y ocres con tonos rosáceos para las carnaciones. En la hornacina central sirve como fondo a la imagen un guardamecí azul y oro". 

La cúpula elipsoidal sobre esta cabecera es inédita en las obras catedralicias, pero la decoración sigue las pautas de otro arquitecto, Ignacio del Caxigal o de Cajigal, en la otra gran capilla lateral de esta catedral, la de Santa Bárbara o Nueva Cámara Santa, añadida al lado de la nave de la epístola, de ahí que presente estas bandas pareadas con decoración vegetal


En el brazo izquierdo del crucero, nave transversal o transepto, está el retablo de Cristo crucificado, el Santo Cristo de Muñoz, del primer cuarto del siglo XIX y estilo neoclásico, del que dicen en la lista de los nuevos bienes de interés cultural de esta catedral:
Retablo de calle única sobre altar sencillo que tiene frontal trapezoidal. Banco escalonado. Cuerpo de calle única flanqueada por columnas de orden corintio con fuste liso sobre plinto cuadrado. El recuadro rectangular alberga un crucificado de factura reciente. Por encima, un medallón ovalado con una pintura de la Dolorosa sobre tabla. El entablamento tiene arquitrabe estructurado en dos bandas y friso liso. Frontón triangular decorado con dentículos y coronado por dos ángeles en las acróteras y la figura de San Juanito en el vértice. Pintado con colores verdes, amarillos, marrones, que imitan mármoles. El marco que alberga al Cristo y los capiteles están dorados". 

Esta es, en el brazo sur del transepto la maravillosa portada tardogótica comunica con la catedral aunque casi siempre está cerrada (la vimos por el otro lado al visitar las capillas catedralicias del lado del evangelio), construida entre 1470 y 1485 por Juan de Malinas. Es de inspiración flamenca y está dividida en dos por un parteluz en el que se encuentra la magnífica escultura  la Virgen con el Niño. A los lados imágenes de Santos y arriba El Salvador. Era una de las portadas de acceso a la catedral y su extraordinaria belleza sin duda propició que se conservase intacta al hacerse esta capilla barroca. De ella tiene un muy recomendable estudio Ana María González, erudita historiadora del Arte, titulado La portada de la capilla del Rey Casto:


En las arquivoltas, profusamente decoradas, están las esculturas de Santiago, San Pablo y San Andrés, además de los cuatro evangelistas, profetas y reyes del Antiguo Testamento


El Salvador, patrón de la catedral y de la ciudad, aparece como Cristo Resucitado entre dos ángeles que tocan instrumentos


La Virgen de la Leche, amamantando al Niño, escultura que conserva su policromía, dándole una sensación de gran realismo en esta imagen totalmente humanizada, según el gusto tardogótico, de unas figuras de tanta importancia religiosa


A la derecha de la portada, San Pablo (izquierda) y San Andrés (derecha)


A la izquierda, en la parte más próxima a la puerta está San Pedro con las llaves del Cielo, y a su izquierda Santiago Apóstol y Peregrino


Y con tan evocadora, simbólica y alegórica imagen de Santiago Peregrino con su hábito, concha, libro y bordón, daremos por finalizada nuestra visita a la catedral de San Salvador y continuaremos Camino...


Camino del Norte o Camino Primitivo, tal y como nos recuerdan las señales de la calle del Águila a las que antes nos hemos referido...


Sin embargo, no podemos resistirnos a visitar un poco esta hermosa Plaza de Alfonso II El Casto y sus alrededores, donde coinciden viajeros, visitantes y peregrinos, desparramándose luego a conocer todos los vericuetos de la ciudad. A la vez, y para despedir esta entrada de blog compartimos este texto basado en nuestro libro El Camino de Santiago Primitivo entre Asturias y Galicia (diario de viaje):

Casi como norma general, los comienzos de cualquier historia contienen tanta leyenda como realidad, o aún más. Es una constante que los orígenes de todo acontecen en medio de una verdadera nebulosa legendaria en la que es muy difícil señalar qué hay de verdad fidedigna y qué de tradiciones añadidas a lo largo del tiempo. También en no pocas ocasiones estos mismos orígenes acontecen en parajes y fechas que a simple vista pudiese parecer que poco o nada tienen que ver con el tema que nos ocupa, aunque enseguida va a verse que no es así. Por eso nuestra saga de las rutas de peregrinación a Santiago, ruta secular de viejos caminos milenarios entre Asturias y Galicia, vagará y divagará también, mezclando misterio, realidad y anécdotas en un periplo para el que queremos escoger uno de los muchos posibles orígenes de la ruta jacobea y de sus protagonistas. Un origen extraño, un comienzo dudoso en un lugar inesperado y con un suceso dramático

Empezamos con un rey muerto por una osa en una cacería, desangrado en un monte cerca de su corte, en Cangas de Onís/Cangues (Asturias), el rey Favila, hijo y sucesor de Pelayo, que en sus dos años de corto reinado protagonizó un suceso tremendamente simbólico, la consagración de una ermita cristianizando un enterramiento prehistórico, un túmulo con su dolmen-cámara funeraria, una verdadera refundación consagrada por el "vate Asterio", vate, un cargo que tiene más que ver con la jerarquía druídica que con la eclesiástica cristiana: llegan nuevos dioses a superponerse al antiguo panteón de deidades celto-romanas: Júpiter, Fortuna, Lug, Deva y Taranis pasan a vestir hábitos nuevos, a transformarse en santos y vírgenes cristianas y sus nombres a hacerse inmortales en la toponimia: ahora una nueva religión extendida en tiempos de Roma y de los godos, centra ya las creencias espirituales de media Europa

Muerto Favila le sucede Alfonso I, yerno de Pelayo, pues el estar casado con su hija Ermesinda le favoreció para llegar al trono. Alfonso, aprovechando un momento de debilidad del poder musulmán y una guerra interna de árabes contra sus aliados bereberes, que ocupaban y estaban establecidos en los accesos al reino, extendió a golpe de espada sus dominios por Galicia, llegando a Lugo, la vieja Lucus-Augusti, y aún más allá. De la misma forma hacia el sur domina La Liébana y llegan sus cabalgadas al corazón de La Vardulia, que posteriormente sería llamada Castilla

En el año 757 muere Alfonso y le sucede su hijo Fruela, que heredó de su padre el carácter belicoso pero no las dotes diplomáticas y de mando. Bajo su reinado unos monjes, Máximo y Fromista, labran las tierras de un monasterio que acaban de fundar en las colinas de Ovetao (Oviedo/Uviéu), a donde Fruela llegará a enviar a su esposa, la vascona Munia y a su hijo Alfonso (llamado así en honor a su abuelo), pues tras años de reinado y luchas contra enemigos internos y externos su forma de gobernar le granjeó numerosas enemistades en su propio palacio, incluso en el seno de su misma familia, ya que su hermano Vimara se opondrá a él y por ello morirá en medio de una sangrienta revuelta cortesana que seguidamente le costará la vida al propio monarca. El pequeño Alfonso parece entonces quedar a cargo de su tía Adosinda y otra tradición afirma que pasó su infancia en el monasterio de Samos, en Lugo

En Cangas de Onís/Cangues, naturalmente, a nadie se le ocurriría llevar al trono a este joven Alfonso por miedo a que se vengase algún día de los asesinos de su padre o de quienes lo consintieron. La nobleza del palacio nombra rey a Aurelio, primo de Fruela, quizás también involucrado en aquellas dolosas intrigas y que por lo tanto no se encontraba muy a gusto en el palacio cangués, teniendo una verdadera "corte ambulante" que al final y según la tradición se estableció en el valle del río Nalón, actual concejo asturiano de Samartín del Rei Aurelio (años 768-774). Su sucesor, Silo, favorecido en la elección por su matrimonio con Adosinda, hija de Alfonso I y tía del joven Alfonso (futuro Alfonso II El Casto), lleva la corte a Pravia, población próxima a la desembocadura de ese mismo río Nalón. Funda el primer monumento del arte prerrománico que llegó a nuestros días, la iglesia de Santianes, y a su muerte, acontecida en el año 783, su viuda Adosinda, dado que no tenían hijos, dispone que ocupe el trono quien ella tenía por rey legítimo, Alfonso (que bajo el reinado de Silo se había ocupado de la gobernación interna del palacio real), pensando que se habían aplacado miedos y venganzas

Pero no fue así, un verdadero golpe de estado de Mauregato, hijo bastardo de Alfonso I, obliga a Alfonso a volver a refugiarse, en este caso en las tierras alavesas de su madre Munia, y a Adosinda a recluirse de monja, apartándola de los poderes mundanos

A la toma de hábitos de Adosinda asiste un monje lebaniego, su confesor, el famoso Beato de Liébana, quien llegará a ser el verdadero ideólogo del reino y un teólogo que asombrará a Europa por sus Comentarios del Apocalipsis y su oposición al Adopcionismo de la Iglesia de Hispania con sede en Toledo, herejía que discute la naturaleza de Cristo, y que señalará la separación de la Iglesia del reino astur de la toledana, la cual, bajo mando del obispo Elipando, sucedía a la sede visigótica pese a estar bajo dominio musulmán. Sin duda con esta versión que hacía de Cristo un hijo "adoptivo" de Dios (recuperando la creencia del arrianismo, de alguna manera) se buscaba una cierta coincidencia con el islam

Beato de Liébana escribiría (se le atribuye al menos) un misterioso documento: "O Dei verbum" en el que, como acróstico (las primeras letras de cada verso leídas seguidas forman frases) dedica sesenta versos al Apóstol Santiago como patrón de los cristianos en una loa a Mauregato, varias décadas antes del descubrimiento del sepulcro en Compostela, pero siguiendo una vieja tradición que aseguraba la presencia aquí de la obra evangelizadora del Apóstol...
"Oh muy digno y muy santo Apóstol (Santiago)
dorada cabeza refulgente de Hispania,
defensor poderosos y patrón especialísimo
asiste piadoso a la grey que te ha sido encomendada"
"... Santiago, elegido por Cristo para el triunfo del martirio, cumplió con éxito su apostolado y alcanzó así la victoria y señales de la pasión. Ciertamente atendido por el divino sufragio, actúa frente a las malignas iras del demonio, vence a los necios, castiga a los seguidores del diablo y es oráculo para los creyentes de corazón..."
Estas frases son parte del enigmático Himno Jacobeo de Beato de Liébana, y decimos enigmático porque fue compuesto unas décadas antes del descubrimiento de la tumba del Apóstol Santiago en Compostela. Beato de Liébana, confesor de reinas y consejero de príncipes, parece adelantarse a un acontecimiento que, independientemente de su total realidad histórica, iba a ser fundamental para la configuración ideológica de Europa tal y como hoy la conocemos

Beato atormentaría muchas mentes con otra de sus obras, los famosos Comentarios del Apocalipsis de San Juan, verdadera alegoría del fin del mundo en un momento en el que los reinos cristianos buscaban desesperadamente hacer un frente común contra  las amenazas e invasiones que literalmente parecían querer "tragárselos": árabes y sus aliados por el sur extendiendo el islam, magiares por el este, y al norte, nuevos quebrantos empiezan a salir de los neblinosos fiordos escandinavos: los vikingos comienzan a enfilar sus barcos de vela cuadrada y mascarones de dragón hacia las riquezas guardadas en castillos y monasterios. De momento asoman por Escocia e Irlanda, pero no tardarán en aproximarse. Nada más los dominios de Carlomagno, soñando recuperar el Imperio Romano de Occidente, parecen garantizar un poder duradero ante nuevos y viejos enemigos. Hacían falta nada más motivos y fundamentos para acogerse o negociar de una manera o de otra su ayuda y protección

Beato escribía sus himnos jacobeos y comentarios apocalípticos como verdadera premonición de lo que habría de acontecer, pero también sabía guardarse las espaldas ante sus propios "protectores": la reina Adosinda con su corte en Pravia, así como con Silo y hasta con Mauregato, pese a forzar este la deposición del sucesor designado por estos monarcas, Alfonso, refugiado en tierras vascas. Los dos, Adosinda y Mauregato, protegieron a Beato en sus disputas con el obispo Elipando de Toledo, que con sus enseñanzas y discusiones sobre la naturaleza divina de Cristo (un viejo dilema cristiano desde los tiempos de Arriano) hacía peligrar la unidad religiosa de esta parte de Europa buscando un acercamiento al islam, que cree en Jesús como profeta, aunque no como Mesías

Pese a esta aparente contradicción ideológica de apoyar a dos partes en conflicto en un reino pequeño, Beato también buscaba sin duda librarse de su propio y personal apocalipsis en un tiempo en el que, repetimos, nada estaba asegurado ni había ninguna garantía, aconsejando a estos reyes y alabándolos, pues el Himno Jacobeo, y no es casualidad, representa un "acróstico", esto es, la primera letra de cada verso, leída de arriba abajo, compone otro poema que dice, nada menos...
"Oh Rey de Reyes, escucha al piadoso Mauregato y préstale tu protección con amor..." 
Las obras y fama de Beato de Liébana no tardarían en pasar a la corte de Carlomagno, coincidiendo además con otros sucesos extraordinarios

En el año 789 fallece Mauregato y la nobleza de palacio escoge rey a Bermudo, que pese a su parentesco con la dinastía gobernante, parecía preferir la vida religiosa, por eso fue llamado El Diácono. Quizás, quien sabe, no muy convencido ni contento con su nuevo cargo, no dudó en abdicar antes de dos años ante el desastre militar de la derrota del río Burbia, en El Bierzo. Períodos de relativa paz en los que los musulmanes parecían estar más atentos a solucionar sus graves conflictos internos, y de los que disfrutaron los anteriores monarcas de las cortes asturianas de Pravia, llegaban a su fin: un nuevo emir, Hixem, llamaba a la guerra santa

La magnitud de aquel revés debió ser tan grande que pocos quisieron llevar el inmenso peso de una corona que se tambaleaba. La única solución, fácilmente bajo un pacto que evitase posibles tentaciones vengativas, era llamar al único que tal vez aceptase el reto, el tanto tiempo apartado de sus derechos sucesorios Alfonso, el hijo del asesinado Fruela. Alfonso, expulsado, perseguido, refugiado, acepta, llega al trono en el año 791. Los protagonistas de nuestra historia van entrando definivamente en escena. Bermudo ( a veces escrito Vermudo) vuelve a la vida monástica

Alfonso pasaría a la historia con el nombre de Alfonso II El Casto, un apodo que hace referencia a un celibato no del todo bien explicado, todo son suposiciones: pertenencia a orden religiosa, promesa para llegar al trono, pecado de juventud, etc. cierto nada se sabe, pero sí que inmediatamente llevó su capital al lugar en el que confiaba, aquella naciente ciudad crecida al amparo del monasterio fundado por Máximo y Fromista que le guardó a él y a su madre en los trágicos momentos de la muerte de su padre Fruela y de  los crímenes, espadazos y puñaladas de una capital anterior que se había transformado en un nido de peleas y desconfianzas, a la que ningún rey había querido volver. Alfonso aguantó dos graves acometidas musulmanas de Abd-El-Melik y Abd-El-Kerim, capitanes de las expediciones ordenadas por Hixem en los años 794-795 y que arrasaron dos veces a su nueva capital. Alfonso II podría incluso devolver el golpe llegando en una cabalgada nada menos que hasta Lisboa, pocos años después, ocupándola por un breve tiempo. La "cosa" iba en serio, un pequeño territorio por el que nadie apostaba sobrevivía a un fuerte embate. Carlomagno, por la cuenta que le traía, había de enterarse, tarde o temprano, de una manera o de otra, de todo lo que aquí estaba ocurriendo

Las embajadas de Alfonso II El Casto al rey de los francos se sucederían en los años 797 y 798. Aquisgrán y Herstall son las cortes imperiales donde se les recibe, los legados de Alfonso llevan entre sus regalos una magnífica tienda de campaña capturada en sus campañas. Pero además de presentes y conquistas la diplomacia habla de otros asuntos de hondo calado, tal y como reseñan los propios cronistas francos. La "herejía adopcionista" de Elipando de Toledo (Cristo como hijo "adoptivo" de Dios) se estaba extendiendo con el apoyo de las autoridades eclesiásticas de Urgell, llegando a los propios dominios imperiales como otro serio peligro, religioso-ideológico, contra los elementos básicos de la autoridad de Roma en el orbe de la cristiandad occidental, asestando golpes contra la unidad de acción que en base a este componente se estaba fraguando frente a tantos enemigos interiores y exteriores

Fruto de ello serían los concilios y reuniones en los que se condenó esta teoría religiosa, intentando además hacer retractarse a sus defensores. Las embajadas fueron devueltas por Jonás, obispo de Orleans, que visitaría los dominios de Alfonso II con esta misma finalidad. De todas formas, las relaciones con los francos no siempre fueron fáciles y debieron dar lugar a conflictos internos una vez más: hacia el año 800, durante otros extraños avatares, Alfonso II El Casto es depuesto en oscuras circunstancias y aunque no tarda demasiado en recuperar el poder ayudado por sus "fideles", permanece retenido o internado un año en "Abelania", un enigmático paraje que algunos identifican con Ablaña (Mieres-Asturias, valle del río Caudal) y que otros no dudan en comparar, al menos de nombre-topónimo, con "Avalon", la Insula Pomorum de las leyendas artúricas. No todo el mundo revelaba estar de acuerdo con la política del rey que hacía de Oviedo su capital, los romances de Bernardo del Carpio y Roncesvalles parecen hacer referencia a un supuesto vasallaje al emperador de los francos como una posible razón de este nuevo golpe padecido por El Casto

Vuelto Alfonso II El Casto una vez más al trono, que algunos revelan envidiar después de los años "difíciles", había un contexto preparado para afianzar un "frente común" de la cristiandad europea frente ante tanta adversidad. Nada más se necesitaba "algo" que le diese una razón, no ya a nivel de reyes, obispos, papas, príncipes y consejeros, sino de tan profundo calado que agitase la conciencia de la totalidad de la población, que trascendiese hondamente hasta en las clases más populares. Había que inventar algo, buscar alguna razón, argumento, cosa, y se encontró... realmente tampoco era nada "nuevo" en el sentido absoluto del término, sino que siempre estuvo allí: caminos

Caminos milenarios que van al final del mundo, viejos "nemeton" o santuarios naturales que se cristianizan, divinidades ancestrales que visten el hábito de la nueva religión que vino del oriente, santos y herejes, peregrinos que siguen las calzadas empedradas sobre ancestrales pasos entre valles, sierras y cordilleras, y tras ellos órdenes religiosas, míticos monjes-guerreros, viajeros, comerciantes, escribanos, reyes y emperadores, vasallos, amigos e invasores... Europa parecía volver a ponerse en marcha, a lo largo de las sendas labradas por su propia historia volvían a fluir gentes, ideas y pensamientos, después del ostracismo causado por una de las épocas más duras y determinantes de su pasado. Y todo ello de manera más o menos buscada, gracias a un "motor", a algo que, ya que hablamos de "nemeton", surge en un bosque

En el bosque Libredón, cerca precisamente del fin del mundo, de Fisterra, donde un eremita llamado Pelayo, que vivía en recogimiento, un buen día, según la historiografía oficial, deja su aislamiento y se encamina a Iria Flavia (Padrón) para avisar al obispo Teodomiro de los prodigios y señales de los que era testigo: luces, ángeles, apariciones sobrenaturales. El prelado acude y en este paraje, señalado por las estrellas, y las estelas... funerarias del Campus Stelae, dice confirmar que allí se halla la sepultura, en mármol, del Apóstol Santiago, al que viejas tradiciones tenían por evangelizador de la vieja Hispania romana y de los últimos rincones de la Gallaecia. No se sabe a ciencia cierta la fecha exacta de este suceso, la inventio, si bien la del año 813 que aparece en diversos estudios y publicaciones puede ser demasiado temprana, pues hasta el año 819 se sabe que no estaba en el sitial obispal  de Iria Teodomiro, sino Quendulfo II, ambos personajes totalmente históricos, por lo que las fecha debería ser un poco más tardía. Tal vez con el 813 se buscaba antiguamente coincidir con el reinado en vida de Carlomagno, emperador de los francos, al que muchos atribuyeron erróneamente ser paladín de las peregrinaciones, a raíz del Codex Calixtinus, pero que falleció en el año 814

La noticia corre y se extiende pronto, el rey Alfonso II El Casto sale de su reluciente capital ovetense y se dirige a visitar esta parte de sus dominios para dar fe del hallazgo y hacer levantar un santuario para gran honra del Apóstol del Trueno, convirtiéndose en el primer peregrino, al menos peregrino conocido y poderoso, de la historia jacobea: nace así el Camino Primitivo, y por extensión el Camino de Santiago, el primero de ellos, el más antiguo

Aún así no faltan quienes señalan que la autenticidad del prodigio se puso en duda desde el mismo comienzo. La confirmación oficial parece postergarse un tiempo, eso sí, según algunos investigadores, no todos. Es posible que hubiese dudas por un lado y por otro temores, ante la magnitud de un acontecimiento que podría afectar a otras sedes políticas y eclesiásticas que quedarían relegadas a un segundo plano a partir de esto. Es más, también a veces se pone en duda la presencia personal del propio Alfonso II o si este mandó a sus emisarios en calidad de representantes, ni qué ruta exacta, en cualquier caso, fue la primera empleada para ir, si bien es fácil que siguiese la vieja calzada romana Lucus Asturum-Lucus Augusti, la más directa, tal vez hasta con sus sendas adyacentes, incluso posiblemente más antiguas, aunque nada hay demostrado en ese aspecto de la verdadera ruta tampoco. Sea como fuese en la práctica poco importaba y, aunque durante siglos hubo críticas y descreimiento incluso dentro de la propia Iglesia, ya todo estaba en marcha de manera imparable para afianzar Santiago de Compostela como uno de los más grandes santuarios sagrados de la cristiandad, como Roma o la misma Jerusalén. No es de extrañar que en la misma Roma se mirase con mucho cuidado cualquier atisbo de "competencia" metropolitana, llegando a temerse mismamente en algún momento la posibilidad de un cisma

A pesar de todo no tardarán en acudir más fieles y caminantes, nuevos peregrinos. Era lo que se necesitaba para poner en marcha el engranaje de una maquinaria religiosa y política que los papas y poderes eclesiásticos no dudarían en equiparar a Roma y Jerusalén como uno de los principales centros de peregrinación de la cristiandad

Sucesivos reyes y gobernantes engrandecerían este culto y este lugar: Santiago. Le nombrarían patrón de sus ejércitos y protector ante la adversidad, cambiaría a conveniencia humana su hábito de peregrino al de soldado y guerrero, pero también uniría personas de pueblos alejados y dispares, haría fluir las ideas y el conocimiento, el comercio, la cultura, el arte, independientemente de las buenas o malas intenciones de los fines designados por quienes movían las riendas de todo este verdadero "aparato ideológico" que arrancó gracias a la ruta jacobea y, que como comprobamos, no se puso en funcionamiento seguramente "por casualidad",  sino que se necesitaba un elemento de estas características para organizar un frente común frente las sucesivas amenazas, interiores y exteriores, de los reinos cristianos del occidente Europeo

Pero como ya hemos dicho, nada era del todo "nuevo": el Camino Primitivo sigue en buena parte el trazado de la famosa calzada romana Lucus Asturum-Lucus Augusti, esto es, de Llugo de Llanera, en Asturias, centro administrativo bajo el antiguo dominio de Roma en el territorio de los "astures lugonni" (los hijos del dios celta Lug), hasta Lugo, la vieja capital galaica y, a su vez, esta calzada aprovechaba pasos naturales de este a oeste, empleados desde la más remota noche de los tiempos, los cuales ya debieron quedar abiertos, por lo menos, tras la retirada de los hielos de las glaciaciones, pasando por ellos las manadas de animales herbívoros buscando nuevos pastos, seguidos siempre por sus depredadores carnívoros y, tras su aparición, por los humanos (hay quien observa que tampoco está demostrado que fuese la actual Llugo de Llanera la antigua Lucus Asturum y que podría ser un asentamiento precedente a la actual ciudad de Oviedo/Uviéu). Es más, estos son los mismos caminos, con todos sus ramales y vericuetos alternativos, por los que fueron llegando a estos confines del mundo las sucesivas oleadas de nuevos pobladores, siguiendo de alguna manera la rotación y el movimiento solares y, de noche, la mágica línea de la Vía Láctea, llamada siempre popularmente El Camino de Santiago

Como demostración palpable, a lo largo de nuestros itinerarios xacobeos, si tenemos curiosidad, iremos viendo lugares de gran importancia arqueológica, castros, túmulos y dólmenes, cavernas prehistóricas, que demuestran que mucho antes de Santiago, miles de años antes, otras personas circularon por estas sendas en la misma dirección, detenidas nada más por la llegada a la mar, pero únicamente por un tiempo, pues también habría de saltarse a la inmensidad de los océanos para descubrir un nuevo mundo

Sendas jalonadas hasta por nuestros más remotos antepasados que fueron a lo largo de los milenios levantando sus moradas, así como los monumentos a sus dioses y difuntos, por todo este recorrido. Culturas y religiones sucesivas intentarían dar nuevas explicaciones a estos lugares ancestrales, una verdadera ruta esotérica y espiritual sobre otra física y real que llegan a formar una misma cosa. En este contexto, figuras semilegendarias como Prisciliano adquieren un brillo especial, independientemente de su completa realidad histórica y de quien sean auténticamente los restos hallados en Santiago de Compostela, o las tradiciones de vírgenes que llegan del océano, las barcas de piedra, las decapitaciones de santos, recordando ancestrales creencias prerromanas relacionadas con la cabeza humana o "tótem". Todo ello leyendas que informan de la llegada del cristianismo a estas tierras, evangelizaciones protagonizadas sin duda por santos, herejes o eremitas que sincretizaban la nueva religión, (o una de sus múltiples variantes, pues aún tenían que celebrase decenas de concilios para unificarla) con los cultos anteriores

 Y todo esto, al final del Camino, el principio: Oviedo, Uviéu, Ovetao, Ovetus, la capital del rey Casto, donde en su catedral de San Salvador se guardan las reliquias de la "Jerusalén Perdida", primeramente custodiadas en el cercano monte Monsacro, y que aún mucho después de que los reinos del norte ganasen nuevos territorios a los musulmanes, y que las rutas por la meseta desde Roncesvalles tuviesen más romeros y caminantes, numerosos eran los que venían caminando, y siguen viniendo hasta nuestros días, para acudir a venerarlas, pasando por Oviedo/Uviéu, bien llegando desde el Camino de la Costa, o bien subiendo desde León por el Camino de San Salvador, haciendo caso a aquella máxima de origen franco que dice:
El que va a Santiago
y no al Salvador
visita al criado
y olvida al Señor
En origen todos los caminos a Santiago por los que venían peregrinos francos (europeos occidentales en general), eran llamados Camino Francés, Camino Francisco, Camino Franco... etc. solo la moderna nomenclatura oficial ha designado de forma acientífica como Camino Francés a solo uno de ellos, ideando nuevas denominaciones para los demás, más o menos acertados y con más o menos éxito. Pero repetimos, son en realidad denominaciones muy, muy recientes... no obstante, independientemente de cómo lo llamemos, y qué camino escojamos, siempre BUEN CAMINO...











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