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martes, 26 de agosto de 2025

LA CUESTA DE LA PODADA, A LA VISTA DE EL CASAL Y LA MATA (GRADO/GRAU, ASTURIAS) LA LEYENDA DE SANTO DOLFO: EL OBISPO ATAULFO DE IRIA FLAVIA QUE 'AGARRÓ EL TORO POR LOS CUERNOS'

 

Paisaje del valle del Cubia desde la cuesta de La Podada. A lo lejos Santu Dolfu, en La Mata

Los peregrinos que, saliendo de la villa de Grado/Grau acometen la subida de La Podada tras dejar atrás el barrio de La Cruz, disfrutan de unas excelentes vistas de la población y de sus alrededores como, por ejemplo, al sur el valle del Cubia cuando este se acerca a darle sus aguas al Nalón. Allí, más allá de El Casal, barrio al sur del casco urbano donde está el Estadio Marqués Vega de Anzo, veremos en la distancia, y cerca de la Autovía A-63 'Oviedo-La Espina', las casas de Entelaiglesia, en la parroquia de La Mata

La Mata: al fondo. Puede reconocerse la espadaña de la iglesia de Santa Olaya un poco a la derecha

Ese barrio llamado así porque es el solar de la iglesia parroquial de Santa Eulalia o Santa Olaya, en la que se encuentra el que se dice es el sarcófago del famoso obispo Ataúlfo o Adulfo (Adulfo II) de Iria Flavia, origen de la sede episcopal de Santiago de Compostela, el cual, según la leyenda, murió en este lugar regresando a su diócesis tras someterse en Oviedo/Uviéu, la capital del Asturorum Regnumal implacable juicio del rey Alfonso III, del que salió bien parado

Entelaiglesia, la iglesia de Santa Olaya se reconoce bien por su espadaña (en medio de la foto)

No pasa el trazado oficial del Camino de Santiago por Santu Dolfu, pero su estrechísima vinculación con la historia jacobea hacen a esta parroquia moscona merecedora de nuestra atención aunque la veamos en la distancia, al otro lado del río Cubia y en esta gran vega cuya fertilidad fue ensalzada desde antiguo y sus productos favorecieron que la huerta y caserías de Grado/Grau fuesen considerada la despensa de Asturias y la villa celebrase dos mercados semanales y numerosas ferias

Básicamente, podemos decir que, acusado de traición y Sodomía, el obispo Adulfo II fue llamado a la corte asturiana, capital de un reino que se extendía por todo el norte-noroeste de la península, incluyendo Galicia con Iria Flavia, para rendir cuentas y responder a tales acusaciones, siendo sometido a un juicio de Dios habitual en el medievo: se le soltó un toro bravo en una plaza, entendiéndose que si el prelado sobrevivía era inocente. Nada más salir y dirigirse al prelado, el toro amansó y Adulfo llegó a cogerlo por los cuernos, con lo que demostró dicha inocencia. Pero mejor que nos lo cuente el escritor Pablo Antón Marín Estrada, junto con todo su contexto, en El santo que agarró el toro por los cuernos, (origen además de esta expresión popular), artículo publicado en el periódico El Comercio el 4-7-2021

"Si el rey Alfonso II abrió el Camino a Compostela, el primer peregrino notable en visitar San Salvador fue Adulfo II o Ataulfo, obispo de Santiago, y está enterrado en Santa Eulalia de La Mata, en plena ruta primitiva a su paso por el concejo de Grau. En el interior de esta iglesia de trazado románico puede contemplarse aún hoy el sarcófago de piedra en el que la tradición oral sitúa los restos de Santo Dolfo, al que se le atribuyen numerosos milagros y cuya gran devoción popular quiso prohibir a finales del siglo XVIII el titular de la diócesis ovetense, Agustín González Pisador, cercando la tumba con una reja metálica. 
Fue el tercer obispo de Iria Flavia tras el descubrimiento del sepulcro del apóstol y bajo su gobierno tuvo que hacer frente a las incursiones de normandos que penetraban por la ría de Arousa. También los sarracenos acechaban las riberas del Ulla. Ante los constantes ataques, pidió al Papa Nicolás I trasladar la sede a la población que crecía en el Locus Sancti Iacobi, más resguardada en el interior y donde le resultaba más fácil organizar la defensa de las reliquias de Santiago. Pero su mayor quebradero de cabeza fue la indisciplina y el relajo que se extendía entre el clero y los monasterios de su tutela. Para atajarlo dictó rígidas medidas que le valieron un gran número de enemigos entre los corruptos. Varios de ellos se conjuraron para hacerle caer en desgracia. Sobornaron a tres de sus siervos, llamados Zadán o Zador, Cadón y Acipilión, para enviarlos a la corte del rey Alfonso III el Magno y presentar ante éste un pliego de acusaciones contra el prelado que incluían, entre otras no menores, un trato de traición con los moros y la de haber cometido sodomía, el pecado nefando. Viniendo de sus propios hombres, que se confesaban avergonzados de servir a tal señor, el monarca no dudó en creerles y mandó llamar a Adulfo para que fuera a rendir cuentas ante él de las graves imputaciones o a defenderse de ellas en caso de que fuesen falsas. 
El obispo viajó a Oviedo con un pequeño séquito, formado por sus clérigos más fieles. Llegaría seguramente por el mismo camino que recorrió el Casto en su peregrinación a Compostela. Su entrada en la capital del reino fue anunciada pronto a Alfonso III, que envió soldados para salirle al encuentro y conducirlo a su Palacio. Los guardias encontraron las mulas de la comitiva episcopal a las puertas de la Catedral y uno de los criados les informó de que Adulfo había querido entrar en ella a rezar a San Salvador antes de presentarse ante el rey. La escena siguiente la relata un romance de la Crónica General: «Esos alcaldes del rey/ mucho le han denostado,/ diciendo que antes debiera/ ir al rey besar la mano/ que no entrar en la iglesia/ como él había entrado./ Respondió el arzobispo/ que no habían bien hablado,/ que muy más guiado era él/ y todo buen cristiano,/ ver al que era Rey de todos/ que no al rey que era mundano». Si esto llegó a conocimiento del Magno, no es de extrañar el recibimiento que le dispensaría al de Iria Flavia. 
Se cuenta en el mismo romance y lo refiere el Padre Carvallo en sus 'Antiguedades y cosas memorables del Principado de Asturias', aunque se equivoca al poner los hechos en tiempos de Bermudo II. Sin darle oportunidad de argumentar su defensa, el rey asturiano dictaminó que la única manera de poder probar su inocencia era sometiéndose a un Juicio de Dios. Mandó traer un toro bravo y lo soltó en la plaza del Palacio para que Adulfo se enfrentase a él y lo domara. Era uno de los trabajos de Hércules y el reto aparece en múltiples leyendas gaélicas. El obispo se arrodilló a esperar la acometida del animal y cuando lo tenía justo encima lo agarró por las astas. El morlaco, humillado, bajó el testuz y lamió los pies del obispo como un buey manso. Fue el primer milagro de Santo Dolfo y debió correr como la pólvora por toda la Hispania cristiana. En el refectorio de la Catedral de Pamplona un capital recrea el suceso con su protagonista asiendo los cuernos de la bestia mientras mira a las alturas. El destino de los originales lo refiere el Padre Carvallo: «Ataulfo se fue a la Iglesia de San Salvador a dar gracias, en cuyo Sagrado Templo ofreció los cuernos del toro, dexándolos colgados en él, aunque aora no se hallan». 

Es el mismo sabio tinetense quien señala donde está enterrado el obispo: «Sus clérigos le sepultaron en la Iglesia de Santa Eulalia, donde vemos al presente su sepultura, y es tenido y venerado como Santo, y a la misma Iglesia y Lugar llaman desde entonces Santo Dolfo, corrompido del nombre de Ataulfo». El sarcófago sigue reposando en La Mata."
La Podada, saliendo del casco urbano de Grado/Grau

Como hemos dicho, a La Podada llegamos procedentes del barrio de La Cruz, llegando ya al final del casco urbano moscón tras cruzar El Regueiru Gaspar o Ríu Ferreiru, donde la antigua carretera Oviedo-Villalba, inaugurada en 1859 para sustituir al viejo Camín Real y actualmente llamada N-634, hace una curva subiendo a la derecha para ascender a Cabruñana: nosotros la dejamos en este lugar, yendo a la izquierda por la calle Modesto Cuervo Guisasola, donde el Camín Real de Galicia, que sigue de frente, se cruza con el Camín Real de la Mesa, que entra en la población por dicha calle, a la izquierda

Nada más tomar dicha calle, nosotros la cruzamos frente al Bar El Pistolo, parada motera por excelencia, para seguir de frente por un callejón (donde hay aparcado un coche rojo), que empieza al otro lado, a la derecha de una casa de dos pisos con portón, por donde sigue la cuesta entre más casas de este barrio de La Podada 

Algunas flechas amarillas pintadas en el suelo y en los bolardos de la calle indican al peregrino la ruta a seguir. Un poco más adelante, en el muro de la casa de planta baja de la derecha, entre el callejón y la carretera, una concha nos advierte también de seguir de frente y cuesta arriba por las casas de La Podada, donde existió una vieja venta y posada caminera, no muy apreciada por el ilustrado prócer gijonés Gaspar Melchor de Jovellanos, pues escribe en sus Diarios"A comer a la venta de La Podada (que está a la salida de la villa); mala. Allí los de Grado a sus cierzas. Comemos"

Desde aquí vemos al oeste (más allá de la carretera), los montes del Altu Cabruñana, por donde va el más antiguo ramal del Camín Real de la Mesa hacia el norte, rumbo a Pravia, con el que nos cruzaremos un poco más al sur, en El Freisnu, santuario mariano de honda tradición romera, por donde bajaremos a Doriga, ya en el concejo de Salas, en dirección al valle del Narcea, río que cruzaremos entre La Rodriga y Cornellana

Esta profusión de flechas pintadas se debe a que no es difícil despistarse en este lugar, dado que además, al otro lado de la calle y donde sigue el Camino por el callejón, al estar este cortado al paso de vehículos, es normal que pueda quedar semioculto por vehículos y motos aparcadas en esta como hemos dicho, célebre parada motera


Para hacernos una idea, este es el aspecto del callejón cuando no hay ningún vehículo aparcado: observemos también la pequeña flecha amarilla pintada en la esquina de la casa de la derecha

Y aquí tenemos la concha en la pared de la casa de la derecha que confirma nuestra ruta. De cerca se ve bien y destaca sobre la pared blanca, pero desde un poco de distancia, en el mismo cruce, puede llegar a pasar desapercibida


Al estar con sus rayos orientados hacia arriba se entiende que quiere decir que hay que seguir de frente, como es este el caso


La concha nos guía a La Podada, barrio del extremo oeste de la villa


De todas maneras, y en contra de lo que generalmente se cree, la concha identifica al Camino pero no es un elemento direccional por lo que su posición no implicaría necesariamente dirección, sino que esto lo hace la flecha amarilla


He aquí lo que dicen al respecto las Directrices de Señalización del Camino de Santiago del Consejo Jacobeo, existentes y aplicadas, pues están vinculadas al tráfico y, por lo tanto, al Ministerio de Transportes:
El emblema de la concha se creó con la intención de identificar un símbolo con el Camino de Santiago. En su origen, tiene un significado orientativo, de posición, no necesariamente direccional. Representa la convergencia de rutas que desde distintos lugares conducen a un punto, siempre en el oeste. No se creó, por tanto, como indicador de dirección, sino como símbolo del Camino, si bien podría ser usada con ambos fines (posición y dirección) en casos puntuales, como en el entorno de bienes declarados por su interés cultural o en conjuntos históricos, donde se podrá sustituir el cartel indicador por una concha en suelo, a fin de minimizar el impacto de la cartelería. 
El Consejo Jacobeo recomienda que el emblema de la concha se utilice como símbolo identificativo del Camino de Santiago y aconseja que su representación, proporciones y colores, así como su utilización, se ajusten a las indicaciones contenidas en el Manual de Uso publicado por el Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo en 1989. 
Es aconsejable que este símbolo aparezca junto con la flecha amarilla, que indica la dirección, en aquellos soportes que así lo permitan."

Y esta es la cuesta de La Podada que, realmente, ha empezado al cruzar el río y entrar en el barrio, unos metros antes del cruce

A partir de aquí, y con la 'tregua' de algunos tramos llanos que la hacen escalonada, comienza la subida a San Xuan de Villapañada y a El Freisnu

Al principio, desde el río hasta aquí, la cuesta es bastante suave, luego vendrán unos buenos repechos a partir de las últimas casas hasta llegar a los campos de La Quintana, ya en la parroquia de San Xuan de Villapañada

Estas casas de La Podada constituyen, unas de pisos y otras unifamiliares, una transición entre lo urbano y lo rural en este arrabal moscón, cuyo nombre hace referencia a 'terreno podado', como debió ser esta ladera en tiempos pasados. Y es que, cuando Jovellanos escribe "a sus cierzas", estas son los vástagos de la vid, que se sabe se plantó profusamente en estos valles y colinas en tiempos pasados, desapareciendo definitivamente con la filoxera del siglo XIX

En este lugar cruzamos otra calle y seguimos de frente, todo recto, siempre subiendo: es La Podada de Riba o de Arriba

Hasta llegar a La Podada los peregrinos llevaban caminando un buen trayecto, desde Valdunu, en Les Regueres, en el que lo llano con algunas cortas y suaves cuestas eran la tónica dominante en nuestra orografía caminera. Todavía no han empezado las clásicas 'etapas montañeras' tan características del Camino Primitivo pero este recuesto ya se parece bastante...

Si bien muy transformado, este es el antiguo Camín Real de Galicia o Camín Francés que, con la apertura de la carretera Oviedo-Villalba (desde 1939 N-634), más llamada carretera de Occidente, quedó relegado a vía pecuaria y de comunicación local, pero que, hasta 1859, fue la principal vía de comunicación del centro con el occidente de Asturias y con Galicia

Atentos una vez más a las señales pues pronto llegaremos a otra bifurcación

Será justo al pasar la siguiente casa, de planta alta más dos pisos, donde habremos de ir a la derecha, siempre en ascenso por La Podada arriba


La izquierda es la carretera de Acebéu, que de dirige a dicha aldea de la parroquia de San Xuan de Villapañada; realmente nosotros también vamos a ella, pero por la derecha, por el camino antiguo, el Camín Real o Camín Francés

El repecho pues continúa por esta cuesta en rampa, que sube recta, con las casas a la derecha y los prado a la izquierda

Fijémonos en el detalle: alguien ha colocado una concha caída atada a un arbusto en este lugar donde, por alguna razón, la señalética no aguanta mucho en pie y hay que reponerla continuamente

Antaño, cuando en Grado/Grau no había albergues, salvo que durmiesen en alguna pensión los peregrinos habían de seguir ruta por aquí para acabar su etapa en el albergue de San Xuan de Villapañada, sito en las antiguas escuelas detrás de la iglesia, lo que obligaba a un esfuerzo añadido al final de la jornada, pues además que está cuesta arriba, hay que desviarse unos 900 m del Camino y, muy importante, habían de subir la cena en sus mochilas

En la actualidad existen varios albergues en la villa pero muchos peregrinos optan por seguir subiendo a Villapañada pues se trata de uno de los albergues públicos del Camino y pionero en la hospitalidad tradicional de manera bastante parecida a la de antaño. Suele haber vituallas en nevera y despensa y se disfruta de hermosas vistas. De todas maneras mejor siempre llamar antes, pues el Camino Primitivo se ve cada vez más desbordado en lo relativo a plazas de pernocta ya desde antes de la primavera hasta avanzado el otoño

A nuestra izquierda, casas de La Podada en la carretera a Villapañada y, al fondo, El Casal, 'lugar de casas', es decir, 'habitado', en la gran vega de los ríos Moutas y Cubia que, junto con el Nalón, conforman las grandes llanuras de Las Veigas, A la derecha es el monte El Llanón y, más a lo lejos, las sierras de Arellanes, la Cuota y otras, que guardan el valle del Cubia por el sur 

Algunos vecinos gustan de engalanar sus casas al paso de los caminantes: detengámonos un instante en este porche por ejemplo...

Su interior, con macetas, flores, cuadros y estampas. Paredes de llamativo color rojo y puerta blanca que destaca sobre ellas

Arte y floricultura en el Camino...

Siempre hay alguien que nos observa...

Luego seguimos subiendo, un duro repecho para los peregrinos que ya llevan unos cuantos kilómetros a sus espaldas, sobre todo a pleno sol. No está mal tampoco para los que acaban de comenzar la jornada si pernoctaron en Grado/Grau


A nuestra derecha, una palmera en un bello jardín deleita también nuestra vista al subir tan pendiente cuesta...


Todo tipo de detalles en sus parterres, hasta una bicicleta. Fijémonos asimismo en la chumbera del fondo. La casa de pisos al otro lado de la tapia tiene sus portales mirando a la carretera


Y llegamos al último grupo de casas del barrio, la primera de tres plantas y con numerosas macetas a la entrada


Pegada a ella dos casas individuales unifamiliares anexas, con un tejadillo añadido a la entrada que las libre del sol. A la primera, para salvar la cuesta se accede por unas escaleras


En la segunda se ha hecho un rellano a la entrada para mejorar su acceso


Luego va una casa tipo chalet con balconada sobre el porche y, más allá, hay otra de dos plantas, con balcón saliente en esquina en la alta


Fijémonos como van escalonándose todas a lo largo de la subida...


Se acaban las casas pero la cuesta continúa, ahora por la cresta o canto de una colina en las cercanías de Los Negreirones. A la izquierda, las casas de la carretera Acebéu y, a lo lejos, las montañas del la Sierra Pedroriu o de Miranda, por donde va el Camín Real de la Mesa


Más cerca y desde aquí tapado por las casas es El Xorru, monte emblemático pese a no ser de demasiada altitud, pues hasta un histórico periódico local llevó su nombre. Por El Xorru discurre un ramal del Camín Real de la Mesa, actualmente señalizado como GR 101, que comunica dicha vía, la más antigua entre Asturias y la meseta en siglos pasados, con la capital asturiana vía Grado/Grau


Y, abajo a nuestra derecha, el valle del Ríu Ferreiru o Ríu Martín, también llamado El Regueiru Gaspar a su paso por la villa


El río nace al oeste, al pie de Cabruñana, bajando por El Valle y La Barraca, parroquia de San Xuan de Villapañada


Allí vemos El Picu la Forca (411 m), con sus ocalitos y canteras y, ladera abajo y sobre el valle, las casas de la iglesia de San Xuan de Villapañada, donde está el albergue de peregrinos que, junto con el templo parroquial, divisamos desde aquí


Ahí tenemos la iglesia, que vemos de espaldas y, al pie de su cabecera, está la antigua escuela con su campo, actual albergue de peregrinos, sito en el mismo lugar que los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén u Orden de Malta, dueños antaño de esos parajes, tuvieron su hospital-alberguería de romeros


En El Picu la Forca se ha localizado un castro astur que antaño dominaría el panorama del valle y sus encrucijadas camineras, las cuales siguen sendas ya empleadas desde la prehistoria pero mejoradas y empedradas durante la romanización y el medievo. Más a la derecha es El Picu Subarrionda (517 m), al norte de Cabruñana y limítrofe con los concejos de Salas y de Pravia


Más a la derecha y también sobre el valle es La Borbolla, en la ladera del Monte Llavayos que cae sobre el valle. Aquí abajo, algunas casas entre los árboles y al lado de la N-634


Aquí bajo nosotros, el tejado de la nave de Maderas Álvarez, con entrada también por la carretera. Al fondo una vista del Monte Llavayos (326 m), donde en 1730 se sabe de la existencia de una dehesa real, reserva de árboles maderables para la armada, la construcción de buques de guerra


Desde La Podada el Camino, aún asfaltado, presenta un firme más irregular, más estrecho y con algo de piedra suelta. La hierba tiende a crecen en su franja intermedia


Al fondo, una mata de arbolado ornamental, entre él un teixu o tejo y un ciprés, delatan la presencia de una casa


Al subir y ganar perspectiva volvemos a mirar a nuestra derecha, al norte, al monte Llavayos y su ladera de La Borbolla


Ahí el hábitat es muy disperso, con las antiguas caserías muy separadas unas de otras. Abajo por el valle y cerca del río discurría un antiguo camino que salía de Grado/Grau hacia Villapañada por La Barraca, en parte perdido pero del que hablaremos según avancemos cuesta arriba. Abajo, junto a la carretera, asoma entre el arbolado la nave de Automotor


A la derecha de la foto reconocemos, también entre los árboles la Quesería La Borbolla, que elabora queso de Afuega'l Pitu, fundada en los años 1970 cuando Mari Luz y Paco decidieron elaborar queso en su casería, de sus propias vacas, para proceder a su venta. En la actualidad mantienen la tradición sus hijas Isabel y Ana, a quienes entrevista Lucía López Pérez en la sección Pegados a la tierra de el periódico El Comercio:
"Entrar a la quesería de Ana e Isabel García es como viajar al pasado y encontrarse en medio de una elaboración tradicional, la más auténtica, del queso Afuega’l Pitu. 
Fue hace 44 años cuando sus padres, quienes se dedicaban a repartir la leche que daban sus propias vacas entre los vecinos de Grado, tomaron la decisión de fundar una quesería. Movidos, en parte, por su gusto por elaborar quesos y, en parte, por la necesidad –dada la subida de los precios de la leche y el inicio de su comercialización– inauguraron en 1978 la quesería La Borbolla con la materia prima que les sobraba. Así, entre barreñas en las que se cuajaba la leche y moldes y trapos sobre los que se construía la forma cónica o redonda del queso, nacieron y se criaron Ana e Isabel. Mamaron el queso desde la cuna. 
Ana cuenta que «siempre tuve claro que quería dedicarme a esto». Lo supo cuando, siendo niña, probó suerte y se lanzó a elaborar quesos emulando a sus padres. Era la primera vez y consiguió hacer cinco bien. Fue como un milagro para ella, que relata, con la misma ilusión de entonces, que «al ver que al día siguiente ninguno de ellos había perdido su forma fue como una revelación, supe que quería dedicarme a los quesos para siempre». Pero el camino y la emoción de ambas hermanas se vieron interrumpidas por los estudios, algo que su madre consideró más importante «porque nunca sabes dónde puedes acabar». Pese a las recomendaciones maternales y los cuatro años en administración de empresas Ana e Isabel reforzaron la ilusión por dedicarse a la elaboración de quesos. 
Desde entonces pasaron 22 años, en los que ambas han sido testigo de cómo el oficio ha ido cambiando. Si hace cuatro décadas sus padres tuvieron que hacer frente a una fuerte subida del precio de la leche, Ana e Isabel afrontan ahora el aumento de los precios de la luz, el agua y el gas derivados de la guerra y la covid. Y también, de nuevo, la escasez cada vez mayor de leche. Esta situación lleva a Ana a reconocer que «no estamos pasando por una buena racha, estamos desabastecidas y cada vez más ganaderías están cerrando» y a asegurar que «que en Asturias pueda llegar a faltarnos leche para hacer queso es lamentable». 
A este panorama se unen también los costes que tienen que asimilar por pertenecer a la DOP, que pese a que «no deja de ser un sello de calidad», Ana reconoce que supone «un impulso» para comercializar sus quesos, especialmente entre los turistas que cada verano visitan La Borbolla, atraídos por la curiosidad de conocer todo el proceso que hay detrás. 
Ante el incremento de los costes Ana e Isabel han optado por reducir los días de elaboración –«antes elaborábamos tres o cuatro días por semana y ahora dos o incluso uno»– por subir ligeramente sus precios, «pero ni aún así suplimos todos los costes», admiten. Con todo, ambas celebran que «hace un año abrimos nuestra tienda online y se nota. Exportamos mucho», algo que agradecen ya que, al fabricar bajo demanda programan mucho mejor su producción. 
Reconocen ambas la sensación de inseguridad que la situación les brinda, si bien Ana asegura estar encantada de dedicarse a la elaboración de «un queso que es tan típico de Asturias» y se mantiene optimista ante el futuro del mismo: «No creo que se pierda el arte de elaborar queso y menos este, que es tradicional. El queso Afuega’l Pitu tiene que durar toda la vida, si se pierde, se acaba todo este mundo».

Y aquí un artículo dedicado a las queseras mosconas en La Nueva España del 11-2-2024. En El Diario del 15-2-2025 Sara L. Murias publica Las cinco muyeres de Grau que salvaron el "queisu" que llegó a prohibirse en Asturias: el Afuega'l Pitu:
"Filomena Martínez (Minina) y su hermana Mari Luz salvaron de la extinción a uno de los quesos más tradicionales de Asturias: el quesu d’Afuega'l Pitu, el “queisu”. Nacidas en el pueblo de Cubia, en Ca Florento, en el concejo de Grau, no sabían estas dos muyeres que dentro de aquellos trapos donde recudía la leche sobrante estaba reposando algo mucho más grande. 
Eran unas nenas cuando aprendieron de su madre María Sabel a hacer el “queisu”, algo que por aquel entonces hacía todo el mundo en sus casas, pero que ellas convirtieron en la fórmula para sacar adelante a sus familias. Su padre, que siempre fue un visionario y un adelantado a su tiempo, se rebelaba contra los bajos precios que les pagaban por la leche, por eso cuando Minina le dijo que casi era mejor dedicarse a hacer quesos y probar a ver si alguien los quería comprar en el mercáu de Grau, que se celebra todos los domingos, José, su padre; le dijo la frase que recordarían cientos de veces durante toda su vida: “nun vos preocupéis mientras haya queisu en casa”. Y el “queisu” las salvó decenas de veces. 
Hoy, con 76 años Mari Luz y con 74 Minina, saben que gracias a ellas sus hijas siguen con el oficio, que continúa siendo igual de tradicional y artesano, un oficio que fue capaz de encandilar a estas tres herederas, Ana García, Isabel García y Marta Fernández; que tras acabar sus carreras, optaron convencidas por seguir en las queserías, metiendo el “queisu” en las barreñas con la garciella, apretando los trapos y vendiéndolos en los mercados. 
Las queserías Ca Sanchu y La Borbolla son las dos únicas en Asturias que producen sólo Quesu d’Afuega'l Pitu y fueron precisamente sus fundadoras, Mari Luz y Minina, las que salvaron de la extinción al “queisu”, porque entre otras cosas no tuvieron miedo a seguir vendiéndolo en la etapa en la que se prohibió su venta. O puede que sí tuviesen miedo, pero lo hicieron con miedo. Había gente que no hacía las cosas bien, pero otros sí lo hacíamos, con el mismo cariño y esmero de siempre, recuerdan. 
“Entonces el Gobierno del Principado prohibió su venta, daba igual que lo hicieses bien que mal. Decían que éramos igual de peligrosos que el aceite de colza. Multaron a gente por tener el queisu en sus tiendas, recuerdo que a un señor de Oviedo le pusieron una multa de cuarenta mil pesetas por despacharlo en la tienda. Nosotras los entregábamos a escondidas, tapados con un trapo. Una vez el que era alcalde de Grau, José Sierra, se puso conmigo a venderlo en pleno mercáu. No se me olvida en la vida…”, relata Minina. 
Estas dos hermanas que nacieron con catorce meses de diferencia miran ahora al “queisu” con una doble sensación. Lo aman, porque les permitió vivir una vida económicamente mejor; y lo sufren, porque aquella producción salida de sus casas sin ningún medio les hizo vivir toda una vida dedicada al queso, sin domingos ni festivos, y tardando un año en tejer un jersey para su hijo porque “no había tiempo para nada más”, dice Minina. 
Los domingos de mercado se levantaba Mari Luz a las cuatro de la mañana para pañar las verduras frescas de la huerta y preparar los queisos que vendía en la plaza, y cuando a las once la plaza de Grau era un hervidero de gente y muchos levantaban las persianas despertando para bajar a tomar el vermú o comprar un queisu, a Mari Luz le subía una sensación desde las tripas que la oprimía, ¿cuándo podría ella dormir una mañana de domingo? ¿Cuándo podría ella sentarse delante de la televisión media hora? Ahora puede. 
Tendrían cinco años cuando hicieron el primero queisu. Luego las vidas de cada una fueron por su camino, aunque nunca se separaron. Mari Luz se casó con 18 años y bajó a vivir a Grau. 
“Había un puesto en la plaza donde nos juntábamos las lecheras a vender, pero cada vez iba a menos. Se pusieron de moda las leches industriales y entonces Rosa de la Portiella dijo que ella iba a llevar la leche para casa y facer queisu. Yo no me acordaba bien de la receta y como no había teléfono, no podía llamar a Minina para que me dijera cuánto cuajo había que echar en un litro de leche. Me acuerdo que llegué a casa y salí en madreñas y zapatillas a comprar tres cubos, les hice los furacos en casa con una punta y, al día siguiente, saqué los tres primeros quesos. Parece que los estoy viendo… eran hermosos. No se me había olvidado la receta”, cuenta Mari Luz levantando las manos en paralelo, tersas como sus quesos. 
Y mientras la hermana mayor recuperaba la receta de su niñez en su casa de Grau, la pequeña bajaba al mercado con los quesos metidos en un cesto de dos plantas que le había diseñado su padre. “Si por mi padre fuera teníamos todas carrera. Fue el primero en comprar un tractor en Cubia y siempre nos apoyó”, explican. Con 23 años Minina se casó y estuvo cinco años sin hacer queso. 
“No sé muy bien decirte el porqué, pero el caso es que el mi marido dijo un día que quería hacer una cuadra grande para las vacas en nuestra casa de Ambás y era una inversión importante. ¡En menudo garbanzal nos íbamos a meter!, así que ahí decidí yo volver a hacer el queisu, porque siempre nos sacó adelante”, explica la quesera. Y Minina volvió al mercáu a Grau y echo mano de la receta, la misma de su hermana, para volver a dedicarse al queisu día y noche. 
Tras la prohibición de la venta del queisu llegaron las regulaciones de la Administración: el etiquetado, la pasteurización de la leche y la Denominación de Origen Protegida. En 1992 se colocó la primera pegatina que identificaba el queisu de La Borbolla y el de Ca Sanchu. Fue también la primera vez que el queisu adoptó para siempre el nombre de Afuega'l Pitu. 
“Una vez estando yo en casa de mi madre llamaron a la puerta. Era un paisano o al menos eso me parecía a mí, que era un paisano mayor... yo debía de tener seis o siete años. Me dijo que venía porque quería comprarle a mamá un quesu d’Afuega'l Pitu. Yo no sabía de qué me estaba hablando. Sabía que hacíamos queisu, pero nunca le habíamos llamado así. No teníamos ni idea de que hacíamos Afuega'l Pitu”, explica Isabel. 
Un 6 agosto del año 2003, fecha en la que se aprobó la Denominación de Origen Protegida, Minina y Mari Luz fueron conscientes plenamente de que ese queisu, su queisu, estaba por primera vez en el lugar que le correspondía. 
Y en ese lugar, viviendo ese reconocimiento debería estar también, y lo está de alguna manera, su hermana Carmina, que también fizo queisu en su casa de Bulse, en Salas. Porque en Ca Florento todas aprendieron la receta que les iba a salvar la economía, todas vieron recudir aquella leche en el trapo, pero lo que nun pudo el queisu fue impedir que muriese Carmina, pero vuelve en el recuerdo de la cocina de Cubia, donde se sirve café de pota y gotas de anís, y todas las queseras, madres e hijas, comparten anécdotas unidas, apretadas con la misma fuerza de un trapo que abraza un queisu. 
Hoy, Minina y Mari Luz ven a sus hijas desde una mirada tranquila. Están orgullosas de que sigan con el oficio y de que hayan sido capaces de marcarse un horario y de tener una vida compatible con el queisu. Atrás quedaron las vidas de total sacrificio de estas dos mujeres que sin darse ningún mérito lo tienen todo. 
En octubre del año pasado, estas artesanas queseras, recibieron el premio “Afuega'l Pitu de Oro” que otorga la Hermandad de La Probe y el Consejo Regulador de esta variedad quesera en Morcín y es que es en este concejo donde se celebra cada año un certamen en honor a este queso, aunque es en Grau donde más se hace. “Lo guapo de este queso es que siempre fue un queso popular, se come en todas las casas y es el queso que más fame mató”, dicen las artesanas. 
Hoy son siete las queserías que producen esta variedad de queso en Asturias, un queso que estuvo a punto de desaparecer, con una producción prácticamente testimonial fruto de las restricciones que se impusieron desde la consejería de Sanidad. El único queso de Asturias que tiene su nombre en asturianu… 
“Tenemos una idea romántica del queisu, yo siempre digo que soy artesana y no empresaria. Queremos vivir dignamente, pero sin especular y lo hacemos al precio justo”, asegura Marta, hija de Minina; y su prima Ana asiente, mientras reconoce que todos los días a las seis y media de la mañana ella está en la quesería haciendo lo que más le gusta: queisu. “Pásamos de los libros a la garciella”, señala. Y encantadas. 
Ahora que Minina ya no toma el café para mantenerse despierta, ahora que Mari Luz se sienta a ver la tele y puede hasta no madrugar el domingo… ahora las tres herederas del queisu siguen yendo al mercado cada domingo. Quizás tampoco se den cuenta del valor que tiene tomar un testigo y mantener el nivel que dejaron sus madres. 
Pero un día alguien llamará a sus puertas y ya no dudarán en decirle a ningún paisano que sí, que allí se fabrica el queisu d’Afuega'l Pitu, y que mientras haya queisu también hay vida."

Aquí vemos ahora un poco mejor la quesería, en primer término, de la que leemos, explicando este magnífico entorno, en su página web:
"En la Quesería La Borbolla, la vida pasa lento y cada día arranca al amanecer con faenas que no han mutado un milímetro en cientos de años. 
En esta pintoresca población, lejos de grandes ciudades y autovías, no hay fábricas, ni ruido, ni atajos, solo honestidad. 
Disfrutamos de pintorescos bosques y valles que alimentan a las vacas, y de la frescura de esta tierra que es excelente para el curado de nuestro Afuelga’l Pitu. 
A esta pequeña población asturiana, sin embargo, por pequeña que sea nadie podrá quitarle el mérito de darle nombre a esta quesería, una de las más representativas de España."

Monte arriba más caserías, La Saladina, Morana, Las Casas de Baxu. La Portiella, La Foxaca y otras, ya en la vecina parroquia de Castañéu


Y, monte abajo (a la derecha), Los Niserinos, cuyo nombre delata la antigua presencia de frutales, nisos, cuyo fruto, el nisu, es una variedad de ciruela (Prunus domestica)


Destaca allí por su tamaño el bloque de pisos de la calle La Hermandad, dedicada a la Hermandad de Santiago y Santa Ana, la de las renombradas fiestas mosconas

Más allá, La Resquitina y el cueto de La Moratina que, hacia el otro lado, caen hacia la vega en la que se unen los ríos Cubia y Nalón


Más a lo lejos, al otro lado del valle del Nalón, vemos El Monte'l Caleyu (368 m) con La Manga (355 m) a su izquierda, ambos en Cueru, concejo de Candamo. Un poco más atrás asoma El Picu Pedrouzu (616 m), también en Candamo pero en su parroquia de Murias y que, como señala la Enciclopedia del paisaje de Asturias, en "la cartografía del IGN se le nombra pico y sierra Pedroso", la cual fue una buena referencia visual, junto con su continuidad por las de Faidiello y Bufarán, cuando atravesábamos el concejo de Les Regueres


Según subimos más vamos aprovechar también para escudriñar el paisaje a nuestra izquierda, el del valle del río Moutas, que nace al pie del Picu Pedroriu (786 m), que vemos a lo lejos. Desde, como hemos dicho allí un ramal del Camín Real de la Mesa enlazaba con la capital asturiana, la antigua Ouetus o Ouetao y, acaso antes, con la mítica ciudad romana de Lucus Asturum (Llugo de Llanera) que, como Lucus Augusti (Lugo), habría sido fundada tras reducir a la población castreña


Ese camino debió ser especialmente empleado tras el traslado de la corte asturiana a la fundación monacal existente (acaso sobre un asentamiento anterior, de época romana) en la colina de Ouetao en tiempos de Alfonso II El Casto; tanto que este ramal, que aquí discurre por la cresta de El Xorru, sobre el río Moutas, pasaría a ser el principal respecto al que iba a la antigua Flavionavia (Pravia), la capital anterior


En el lugar donde ese ramal del Camín Real de la Mesa se cruzaba con el Francés o de Galicia se fundó la puebla de Grado/Grau en algún momento antes de 1256, que es cuando aparece por primera vez como tal, aprovechando su condición caminera en estas rutas por las que habría abundante trasiego de gentes y mercancías, entre ellos no pocos peregrinos


No obstante, en la vega y llanura de El Casal y al pie de La Podada, el cronista Álvaro Fernández de Miranda aseguraba en su libro Grado y su concejo, publicado en 1907, que existió una población previa a la puebla, de la que habían aparecido restos y señales, aunque, lamentablemente, luego no se pudieron confirmar al no volver a aparecer posteriormente:
"En tiempos remotos no se asentaba Grado donde hoy se asiente, sino aguas arriba, en Los Casales, planicie que se halla entre La Troncada y La Podada, y en la que existen todavía insignificantes vestigios de las primitivas edificaciones, habiendo aparecido restos humanos en ocasiones diversas. Este Grado antiquísimo supónese que fue pasto de las llamas..."

Ciertamente, en la confluencia de los ríos Martín, Moutas y Cubia se han producido hallazgos pero no de una población anterior propiamente dicha sino de los tiempos de los cazadores-pescadores-recolectores paleolíticos en periodos prehistóricos muy anteriores a la agricultura y ganadería, anteriores a las primeras poblaciones permanentes neolíticas. Pero ello no quiere decir que, como en todo este gran valle central moscón del Nalón, sus afluentes y los afluentes de sus afluentes, no existiesen núcleos poblacionales anteriores en aquel territorio de Prámaro que aparece en textos anteriores a la fundación de la puebla con Alfonso X El Sabio


Mirando atrás, tenemos una buena panorámica de la población, con La Podada de Arriba en primer término, y luego todo el casco urbano, extendido en  el valle del río Cubia, que forma esta gran vega al ir a desembocar al Nalón, rodeada de cuetos, colinas y montañas, como las que cierran el valle al este, desde El Pedrouzu y El Caleyu ya mencionadas, siguiendo por Peñaflor con La Peña (236 m) (a la izquierda de la foto), bajo la que hemos cruzado el Nalón, entre ella y Alto de Anzu (261 m) a su derecha. Más a la derecha aún es El Picu Tueru (234 m), y Santu Dolfu (326 m) a la derecha, al lado de El Picu'l Cantu o Picu Guileiru (346 m)


Seguimos subiendo, desde más arriba tendremos más vistas, incluyendo las de La Mata y el valle del Cubia al sur de la villa moscona. Dejamos a nuestra derecha la portilla de acceso a la finca del teixu y el ciprés y continuamos ruta, siempre ascendente


Ahora vemos la vertiente sur de la loma a la que estamos subiendo, con el valle del río Moutas, afluente del Cubia a sus pies y a nuestra izquierda. Reconocemos al fondo el viaducto de la Autovía A-63 Oviedo-La Espina en Picalgallu y bajo El Monte'l Pintu


Otra vista de El Llanón, por cuya ladera norte va la Autovía de La Espina y, aquí abajo, las mencionadas casas de La Podada en la carretera de Acebéu, con las naves de la Cooperativa Agraria Cunalpinar en el valle de la vega del río Moutas, hacia la que baja desde El Xorru el Camín Real de la Mesa para ganar el antiguo valle de Prámaro en el que se fundaría Grado/Grau en el siglo XIII


El Camino sigue subiendo todo recto en otra buena cuesta, pasando nosotros bajo el tejo de este jardín, cerrado con muro y valla. A la derecha, una nozal 'nogal' en primavera, cuando empiezan a salirle las hojas...


Y aquí ya avanzado el verano, con el árbol repleto de hojas


Y mostrando ya sus frutos


El ganado vacuno pasta apaciblemente en esta finca a nuestra izquierda, donde algunos frutales crecen al fondo ladera abajo, algunos mostrando sus primaverales flores blancas


Dichos árboles apenas nos dejan ver el Cementerio Municipal, situado un poco más atrás, declarado Bien Cultural de Asturias como Conjunto Histórico, al igual que el propio casco antiguo de la villa, el cual empezó a construirse con proyecto del prestigioso arquitecto Juan Miguel de la Guardia en 1886, ampliándose en 1900, lo que le dio su configuración actual


Sí es posible, que fijándonos, descubramos la cúpula de uno de sus panteones, el de Concha Heres, del que nos cuentan así en la web del Ayuntamiento:
"Una de las joyas del patrimonio artístico moscón se encuentra en un lugar poco frecuente, el cementerio municipal, proyectado por el afamado arquitecto Juan Miguel de la Guardia. 
Se trata del Panteón de Concha Heres, filántropa asturiana que creció en Grau y a lo largo de su vida realizó numerosas obras benéficas a la vez que mandó construir edificaciones muy interesantes. 
Descansa junto a su primer marido en este panteón, frente al cual destaca la escultura de mármol "La Noche", un ángel modernista que despliega sus alas al cielo. Su autor, Juan Cristóbal, ganó con esta obra la Primera Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1922."

Vemos de nuevo el Viaducto del río Moutas, en la A-63, con alguna casería de El Xorru en lontananza


La A-63, Autovía Oviedo-La Espina o, popularmente, Autovía la Espina, ha causado un tremendo impacto visual en numerosos puntos del Camino Primitivo y su entorno más inmediato. No obstante y pasado más de un cuarto de siglo después de sus primeros trabajos (año 1999), aún no había cumplido su cometido, unir la capital asturiana con La Espina, una de las puertas del occidente astur, a causa de continuos retrasos


Sí al menos ha conectado más rápidamente con la capital asturiana la villas de Grado/Grau y Cornellana, así como las poblaciones intermedias según avanzaba esta obra en fases, pero la obra padece sucesivas paralizaciones. De ello tendremos oportunidad de hablar nuevamente a lo largo de nuestro trayecto jacobeo por el Camino Primitivo


La Cooperativa Cunalpinar, fundada en 1963, produce y vende piensos para animales de las caserías. En Grado planta cara a los gigantes, la periodista Margarita Salas les dedica un reportaje para el periódico La Nueva España el 30-9-2015, el cual empieza así:
"Cunalpinar no es un gigante, pero tampoco quiere serlo. Es una cooperativa modesta, de 2.000 socios, que sigue al pie del cañón después de 52 años de actividad. Lo que le diferencia de los grandes y a su vez le hace fuerte en Asturias, es un servicio cercano al ganadero. "Hacemos un reparto de los piensos diario. Si nos llaman hoy, al día siguiente estamos allí", asegura el gerente, Agustín Menéndez, que de momento descarta una unión del sector como la que plantea Campoastur. "Esa fórmula no nos convence. No queremos perder nuestra identidad ni nuestro nombre", insiste. El hombre no entiende por qué ahora hay ese empeño de crear macrocooperativas -el acuerdo lácteo del Gobierno de España va en esa línea-. Y se explica: "Sería igual que promover la unión de conocidas cadenas de supermercados. ¿Qué pasaría? Pues que no habría competencia en la región y el consumidor no podría elegir. Ahora sí que la hay, y el ganadero puede comparar calidades y precios".

Justo detrás reconocemos las instalaciones del Instituto de Educación Secundaria Ramón Areces, sito antes del cementerio, cuya historia extraemos de su página web, con las firmas de Carlos Argüelles, Francisco Monteserín y Alfonso Martínez:
"Lo que hoy en día es el IES “Ramón Areces”, nuestro centro educativo, echa a andar en las instalaciones actuales en septiembre de 1979. Inicialmente concebido para la Formación Profesional, se han sucedido en el tiempo diferentes enseñanzas, leyes y planes educativos. Recopilamos aquí los recuerdos de tres veteranos profesores y Jefes de Estudios. Gracias Carlos, Paco y Alfonso por el relato de tantos años.
LOS INICIOS

Los inicios nunca suelen ser fáciles, y en el caso de nuestro instituto no fue una excepción. Las clases se iniciaron con las obras de construcción aún sin terminar, con falta de profesorado, de personal administrativo, etc. El primer curso tuvo que impartirse en las antiguas escuelas del colegio Sagrado Corazón (actualmente sede de la Escuela de Música de Grado), que en aquella época era un edificio abandonado y prácticamente en ruinas. En ese primer curso que comenzó en septiembre de 1978, bajo el nombre de Centro Nacional de Formación Profesional, se impartieron únicamente los estudios de Técnico Auxiliar  de FP I (formación Profesional de Primer Grado) de la entonces llamada rama de Administrativo. El siguiente curso -1979/80 - ya se inició en los actuales edificios, aumentando la oferta educativa con dos grupos de 30 alumnos para Técnico Auxiliar de Mecánica del Automóvil, y un grupo de 30 alumnos para Técnico Auxiliar de Electricidad del Automóvil, ambos estudios pertenecientes a la rama de Automoción. 

Con aquellas obras sin terminar el primer trimestre se fue superando gracias a la colaboración de todos los profesores y alumnos: la limpieza de los restos de escombro procedente de las obras, la instalación de nuevas máquinas, la distribución de los talleres de Automoción y Agraria, del laboratorio y de la biblioteca, la recepción del material escolar que iba llegando poco a poco, el montaje del gimnasio en el actual Salón de Actos, etc. Fueron todas ellas tareas en las que nos implicamos con mayor frecuencia de la deseada para un centro educativo, si bien es cierto que todos esos contratiempos los superamos con la buena disposición y la ilusión de todos. 
En los siguientes cursos académicos el centro educativo pasaría a denominarse “Instituto de Formación Profesional”, y se fue incrementando progresivamente la oferta educativa con los estudios de Delineación y de Agraria en FP I (de dos cursos de duración), los de Técnico Especialista en Automoción y Técnico Especialista en Administrativo, así como los de Secretariado (de tres cursos de duración). También se empezaron a ofertar los estudios de FP II de Técnico Especialista en Informática de Gestión, que tuvieron una gran aceptación, especialmente entre los alumnos que previamente habían cursado el bachillerato. 
El horario de las clases, si bien tuvo varios cambios, era de jornada partida, de 9:20 a 13:30, y de 14:40 a 17:30 horas. Lógicamente era un horario muy condicionado por la dispersa procedencia geográfica de los alumnos. A medida que pasaban los cursos se fue completando la dotación del centro con la llegada nuevo material educativo: máquinas de escribir, retroproyectores, proyectores de opacos, dotación completa de laboratorio, mesas de trabajo para Automoción, equipos de comprobación y diagnosis, elevadores, los primeros equipos informáticos, una potente antena parabólica, etc. Así, poco a poco el centro se fue asentando en Grado con un aumento paulatino de alumnos que llegaban también de otros concejos como Belmonte, Salas, Tineo, Cangas del Narcea, Quirós y Teverga. En el curso 1991/92 se implantó el llamado “Bachiller General” en el marco de una reforma educativa experimental, con una duración de dos cursos académicos para los alumnos que procedían de octavo de EGB. En cada evaluación los alumnos recibían un novedoso y complejo sistema de calificaciones de modo que en la calificación de cada asignatura, además de la correspondiente nota de materia, había hasta nueve valoraciones más, de los entonces denominados “objetivos comunes”. 
Desde los primeros cursos el centro se caracterizó, y no era lo habitual en aquellos tiempos, por intentar ofrecer a sus alumnos variadas actividades complementarias y extraescolares como excursiones, visitas culturales, rutas de montaña, charlas sobre temas de actualidad o actividades deportivas. Claro que eran otros tiempos y muchas de ellas se realizaban los sábados, contando con la colaboración de buena parte del profesorado. También durante esos primeros años se iniciaron los intercambios culturales con alumnos de otros países. Los primeros se realizaron con alumnos de un centro educativo francés, de la localidad francesa de Concarneau, y posteriormente se hicieron también con alumnos de Cornualles (Inglaterra). Con el paso del tiempo estos intercambios se irían consolidando y ampliando a otros países: Alemania, EE.UU…, hasta el punto de que fue necesaria una pandemia mundial para interrumpir, al menos por un curso, el desarrollo de tantas actividades extraescolares de las que muchos alumnos pudieron disfrutar.

Carlos Argüelles

LA LLEGADA DE LA ESO 

Con la institucionalización de la ESO, la dirección del instituto percibió la ocasión perfecta para elevar el nivel del centro realizando una activa campaña de captación de alumnado y profesores, que provenientes de de la EGB, iban a trasladarse a los IES. El objetivo básico era simple pero ambicioso: conseguir y mantener un instituto con la más alta calidad instructiva posible, en la vanguardia de la innovación educativa, apoyado por instituciones privadas, como la Fundación “Ramón Areces” (el nombre del centro es claro), y con un cierto aire vital más europeo que hispánico. 
Se impulsó la innovación educativa y se apoyaron iniciativas didácticas que se adelantaron a  su tiempo. Por citar algunas, señalaré la apuesta por la Formación Profesional y la introducción de lo que luego se ha llamado “Nuevas Tecnologías Educativas”. A principios de los ochenta del siglo pasado ¡ya se daban cursos de Informática a profesores!, los programas Platea, Mercurio y Atenea, o la promoción de los idiomas hasta institucionalizar los intercambios con otros países. 
Asimismo, se realizó una defensa muy seria de los alumnos frente a sus inseguridades, contra los abusos de sus semejantes y también frente a los intentos reduccionistas de la administración en las optativas de Bachillerato. Otro aspecto muy importante, fue la lucha constante por la consecución de un ambiente de trabajo positivo para todas las personas implicadas en el centro. Todo eso significó enfrentarse  con decisión a las carencias de medios materiales, a la miopía institucional, a los intentos de división y a la actitud estudiantil perversa de una minoría.

Francisco Montesinos

Y TREINTA AÑOS NO ES NADA 

Y dice el tango qué es un soplo la vida… qué 20 años no es nada. ¡Pues 30 aún son menos! 30 años de trabajos, de historias, de sonrisas y de lágrimas. ¡Cómo resumir el tiempo qué pasó como el soplo de ese tango hermoso! Lo mejor será abrir el baúl de los recuerdos y que estos se desparramen a su antojo, intentar recomponerlos y que sea lo que Dios quiera. 
Para mí la relación con el “Ramón Areces” comenzó una calurosa mañana de principios de septiembre, allá por 1992. El año de la modernidad, de la EXPO, de las Olimpiadas de  Barcelona o del AVE, y el año también de dudosas mascotas, como COBI, una especie de perro, o algo parecido, y de Curro, a medio camino entre pájaro y unicornio. En aquella primera mañana me sentí como un niño pequeño que por primera vez llega a la escuela. Recuerdo que aparqué en Grado y le pregunté a un hombre dónde estaba el Instituto de FP, a lo que él contestó: “¿el de formación?... tapa allí… al lao del cementerio”. Yo, por agradecerle el detalle, o por hacerme el importante, le comenté que era profesor y que iba a trabajar en ese centro. Entonces lanzó la siguiente exclamación: “¡¡¡Home así que vas a poner clase en formación, yo tengo un sobrín estudiando mecánica allí!!!” No le contesté, sonreí y empecé a pensar que sería eso de “poner clase en formación”. Sin saberlo, ya estaba mi mente reproduciendo esa mítica expresión moscona que se repite generación tras generación entre el alumnado: !!NUN SE¡¡ 
En aquel curso tan especial llegamos al centro un montón de profesores, que aun siendo de pelaje variopinto, teníamos algo en común; éramos, salvo alguna honrosa excepción, profesores jóvenes en su primer destino, de aquello que llamaban “asignaturas comunes”, y por qué no reconocerlo, también un poco pipiolos. Quizá por eso de ser “los nuevos” surgió entre nosotros un sentimiento de solidaridad pedagógica. Y eso que he de reconocer que los compañeros más veteranos, de la vieja guardia, nos acogieron con los brazos abiertos; así el aterrizaje no se cobró ninguna víctima. En el campo profesional el 92 fue un curso muy especial, estábamos en plena implantación de una reforma, que, 30 años después, parece prolongarse cual círculo vicioso. No era tarea fácil convertir los antiguos centros de Bachillerato y FP en Institutos de Educación Secundaria, cambiar al  modelo de educación obligatoria, diversificar los bachilleratos y lanzarse a una nueva Formación Profesional. El reto estaba allí y allí estábamos nosotros. 
La verdad es que teníamos medios realmente punteros para la época: televisión y video en cada aula, talleres estupendos, y ya en 1993 un “super-polideportivo” vinculado al mecenazgo de la Fundación Ramón Areces, que si bien entonces como ahora es capaz de transportarte durante los meses de invierno al corazón de la estepa rusa. Aunque durante muchos años, ese frío, debido a una deficiente calefacción, también asoló aulas, pasillos y rincones escondidos. Aquella temperatura heladora era especialmente temible en el coloquialmente llamado “edificio de enfrente”. Todavía recuerdo imágenes como de posguerra, en las que alumnos y profesores tiritábamos embutidos en variadas prendas de lana (aún no había llegado a nuestras vidas el confortable forro polar). Dicha imagen la rescatamos, a nuestro pesar, con la obligada ventilación pandémica. En fin..., hablo de una modernidad que hoy suena entrañable, pero que rápidamente se fue quedando obsoleta bajo los designios amenazantes de las nuevas tecnologías. Por eso las viejas diapositivas y las cintas de viedocassetes, guardadas con devoción, hace tiempo que duermen el sueño de los justos. Los noventa fueron años de cambio en los que muchos tuvimos que hacer aquello que mi querido compañero y Jefe de Departamento sempiterno, José Manuel, decía con sorna: “¡Cámbiate el chip!” 
Tirando de ese hilo debo hacer mención a dos elementos que, sin ser novedosos en la reforma, fueron vitales. Me refiero a las Programaciones Didácticas que pasaron de ser apenas unas hojas con lo básico, lo que viene a ser un Dacia Sandero -sencillo pero eficaz-, a convertirse en verdaderos tratados pedagógicos de decenas de folios en los que se incluía desde apartados filosóficos y existenciales (cómo, por qué, cuándo evaluar) hasta complejísimos apartados, subapartados, cuadros, tablas,….y partes contratantes de la primera parte, cual BMW repleto de comandos y lucecitas hechas para deslumbrar. Y envolviendo todo esto apareció un nuevo lenguaje pedagógico repleto de extrañas expresiones como “propedéutico”, “disruptivo”, “sumativo” o “gamificación”, que aún hoy en día me está constando asimilar. Así, en poco tiempo, nuestro Instituto fue perfilando su nueva oferta educativa: segundo ciclo de la ESO, Bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales, Científico-Técnico, y una transformada Formación Profesional. La verdad es que los recuerdos de aquellos primeros años en él son luminosos y amables. A pesar de tanta novedad, el clima de trabajo fue muy positivo, llevadero y diría que hasta feliz, discrepancias incluidas. Reinaba un ambiente de buen humor, de risas inteligentes y de sano compañerismo aderezado con mucha  ironía. Todo esto contribuyó a que, aparte de la vida profesional, hubiese una interesante y notable vida social: comidas con largas sobremesas y cenas con bailoteo fueron frecuentes. También vivimos el devenir de nuestras vidas: noviazgos, matrimonios, nacimientos, compra de pisos, hipotecas de esos pisos... y  alguna que otra ruptura. Se podría escribir un libro entero con anécdotas de entonces, pero eso sería otra historia. 
Los cursos se fueron sucediendo y el marco académico del centro consolidando. A finales de aquella década se implantó el primer ciclo de la ESO, con la incorporación de profesores de primaria que nos aportaron una perspectiva diferente. Asimismo se fueron perfilando los ciclos formativos, es decir la nueva FP, que implicó también la desaparición de la rama de administrativo y la marcha de algunos compañeros. Como complemento a esta oferta, el instituto se embarcó en múltiples programas didácticos que nos pusieron a la vanguardia de Asturias. Fueron muchísimos, pero por su importancia destacaríamos el programa bilingüe que potenció la ya existente política de intercambios, y que permitió a muchos de nuestros alumnos recorrer media Europa y llegar incluso hasta el viaje a Nueva Zelanda. En mi caso pude ir a Finlandia, donde curiosamente todo el mundo hablaba finlandés o finés y no inglés, como me habían dicho. Allí conocí su avanzado sistema educativo, llegando a la interesante conclusión de que nosotros no éramos tan malos. Pero hubo otros muchos proyectos y actividades extraescolares. De los más entrañables el del Aula Vital o el huerto escolar. Empezamos a realizar los Viajes de Estudios a Italia, que se convirtieron en un clásico. Al final, entre tanta excursión, viaje de intercambio y folklore vario, el Instituto parecía “Viajes Mariano, o mejor  “Viajes Nieto”, nuestro “autobusero” de referencia durante tantos años. 
El tiempo iba transcurriendo y llegamos al año 2000. Nuevo siglo, nuevo milenio y nuevas historias. Quizás de este momento lo más destacable fue el desarrollo de la atención a la diversidad, y sobre todo ese proceso de digitalización que para algunos de nosotros, fue y sigue siendo, una auténtica tortura, que aún hoy me hace agradecer a compañeros, incluso alumnos, su ayuda en trances tan difíciles como poner pantalla completa. Con los programas educativos como el de PMAR se intentó ayudar a los alumnos con problemáticas más agudas. De modo que la educación pudiera convertirse en un verdadero motor de promoción y en un mecanismo para progresar en todos los sentidos. Siguen pasando inexorablemente los cursos, llegan nuevos compañeros, algunos se quedan y otros transitan solo para acabar marchándose. Y así entramos en la segunda década del siglo XXI, y es entonces cuando se produce uno de los hechos más importantes que van a dar una identidad singular, casi única diría yo, al Ramón Areces: nuestro Musical. Hasta ahora no he dicho nombres, para que los no citados no se ofendieran, pero aquí tengo que hacer referencia a las personas que han hecho posible este acontecimiento anual, que nació vinculado al Acto de Graduación de 2º de Bachillerato. El musical es glamour, taconazos, vestidos imposibles, jóvenes de traje y corbata, padres orgullosos, madres emocionadas, inspectores rendidos y hasta alguna que otra autoridad de relumbrón. Sin duda Cristina es el alma mater de este proyecto, el referente como se diría ahora, preclara y enorme organizadora que logra año tras año hacer funcionar a una tropa variopinta de profesores y alumnos, para que al final todo ruede, entre imperfecciones, a la perfección. Junto a ella militan Laura, la firme lugarteniente, disciplinada y metódica, y nuestra querida María José, trabajadora incansable y encargada de tantos detalles imprescindibles. Todos los días echamos de menos a esta valiente jubilada. También está Noelia, talentosa coreógrafa, siempre dispuesta a una fiebre de sábado noche, y Carmen, nuestra artista, capaz con recursos mínimos de crear ambientes maravillosos, bien sea de la movida madrileña, de la Arabia de las Mil y una noches, o de un sórdido orfanato neoyorquino en los años 30; todo es posible con su desbordante imaginación. Y luego está esa Rosa, atenta a todo y que añade a su firme dulzura, una inmensa capacidad de trabajo. Y por último “los técnicos”, Manolo y Toni, que ponen a disposición del proyecto sus conocimientos y su buen hacer para que todo engrane a la perfección. El resto estamos ahí, a sus órdenes, colaborando en lo que podamos para hacer que cada año este milagro se produzca. 
Ya nos vamos acercando al final. Sin duda nuestras últimas experiencias docentes se han visto marcadas a fuego por el COVID, que nos ha obligado a una transformación en los modos de enseñar, pues las nuevas tecnologías nos han permitido, con mucho esfuerzo, ir sacando adelante los dos últimos cursos en condiciones complicadas. Pero esto mismo ha servido también para valorar la importancia de las clases presenciales, y el  contacto entre profesores y alumnos. Parece que un ordenador no lo es todo y que todavía no somos prescindibles, y en esas estamos: a la expectativa de tiempos inciertos. 
No quiero concluir esta semblanza sin hacer un hueco en la memoria para recordar a los compañeros que por desgracia se han ido para siempre dejando un sentimiento de vacío en nuestras vidas, y para citar a esos otros compañeros, los no docentes, imprescindibles para que esto funcione. En Secretaría Montse, bondad y eficiencia personificadas, en Consejería nuestras queridas bedelas Rosa y Elisa, haciendo el trabajo de 10 minutos en 5, y en las tareas de limpieza las chicas y chicos que junto a los demás hacen que este centro, desde mi punto de vista, vaya bastante bien. Y por supuesto, a Flei, nuestro chigrero y cafetero, quien regenta ese lugar donde entre tantas horas de guardia, de reunión de tutores, de Juntas de Evaluación, de grupos de trabajo o de reuniones de departamento hemos arreglado el mundo, filosofado sobre lo divino y lo humano, y en fin... contemplado con nuestros propios ojos cómo se arrastra el tiempo. Solo me queda ya recordar a tantas generaciones de alumnos, de personas que han sido, son y serán los verdaderos protagonistas de este cuento “no moralizante”..."  
Alfonso Martínez

El Llanón es una hermosa y boscosa loma, con alguna pradería, que recibe su nombre por su amesetada y llana cima. Allí están las aldeas de Las Casas de Fanculo y Ribiellas o El Llanu Ribiellas, en la parroquia de La Mata, aunque apenas las vemos desde aquí


La Mata constituyó un coto independiente que no se incorporó al concejo de Grado/Grau hasta 1827; perteneció a los marqueses de Valdecarzana, cuyo palacio vimos a la entrada de lo que fue la puebla intramuros, y contaba con una dos leguas de circunferencia, pues su extensión no correspondía con los límites de la actual parroquia, sino que era mucho mayor, tal como nos explica Álvaro Fernández de Miranda:
"Cabeza de las antiguas jurisdicciones de la fortísima casa de los Miranda, perdió su capitalidad sin inquietarse, al ser agregadas aquéllas á los Municipios donde estaban enclavadas.

Abarcaban tales jurisdicciones parte de La Mata, con el coto de Villanueva y las parroquias de Coalla y Cabruñana, en Grado, Dorigas y Soto de los Infantes, en Salas, y Luerces y Quinzanes, en Pravia.

Al Ayuntamiento de La Mata acudían en casos arduos ó difíciles los Jueces de todas las aludidas jurisdicciones, y se juntaban con los Regidores, algunos perpetuos, para resolver lo que procediera, con anuencia del Señor.

Aún hay quien recuerda haber visto á los quintos de los Ocho señoríos venir a tallarse á la "Casa de la Venta" ó antigua Consistorial, una de cuyas celdas, la que hizo de cárcel, conserva este nombre todavía.

La jurisdicción de La Mata -como la de Cabruñana y Coalla- era, pues, absoluta y pedánea de los Miranda, correspondiéndoles por sus facultades peculiares y privadas el nombramiento de Oficiales de Justicia. Mas, como queda indicado, la jurisdicción no se extendía á todo el territorio de La Mata, aunque sí a la mayor parte: desde muy cerca de La-cay, donde estaba el Ayuntamiento, extendiéndose a Santo Dolfo, Rivielles y San Pelayo, hasta la parroquia de Grado, pertenecía al Concejo, y los demás era del couto, como todavía lo llaman los habitantes de la parroquia."

Ribiellas, El Llanu Ribiella o, como dice Fernández de Miranda, Rivielles, por tanto, formaba parte de aquel coto señorial al que hidalgos y pecheros pagaban al marqués de Valdecarzana una cuarta parte de las cosechas, incluyendo las de vino, por entonces, como hemos dicho, plantado en toda esta zona, "siendo 29 los días de bueyes á viñedo por los años de 1710". Además los siete pecheros o vecinos no hidalgos registrados en ese año se sabe pagaban cuatro reales, llamados el dinero de la marrana. Todo los vecinos contribuían asimismo con un carro de leña en Navidad, "tasado en real y medio"


Según andamos, contemplamos el paisaje y comentamos alguna historia de estos parajes casi limítrofes pues con aquel coto de La Mata, cuyos vecinos, además de trabajar la tierras asignadas a ellos por su dueño el marqués, habían además de acudir con sus yuntas y carros a recoger las cosechas de los Valdecarzana  y, en cualquier tiempo, para el transporte de madera, piedra, etc., con destino a edificios o tierras de su señor. "De resistirse, invocábase la razón de vasallaje", sigue contándonos Fernández de Miranda


Sigue el prado a nuestra izquierda, a la vez que, a la derecha, el seto de cierre de una finca de frutales que llega al menos hasta el final de esta cuesta, que ya vislumbramos desde aquí


Destacamos que, si bien no es una cuesta larga ni especialmente prolongada, puede constituir un esfuerzo importante, tanto para los peregrinos que empiezan la jornada subiendo, como para aquellos que ya han empezado antes, a veces mucho antes, desde la Sancta Ovetensis incluso, como era lo habitual antes de que hubiera albergues, salvo el de L'Escampleru, antes del de Villapañada


No es por ello extraño que, en días estivales de intenso sol, nos encontremos a algún romero parado bajo los árboles, a veces incluso tumbado, mientras recupera resuello, aprovechando y agradeciendo su buena sombra al acometer esta rampa


Magnífica vista del valle a nuestros pies; aunque no podemos reconocer directamente el río Moutas, su curso lo delatan los árboles al otro lado de la vega, al pie de El Llanón



Vemos, abajo, junto a la cooperativa las casas de la calle Modesto Cuervo Guisasola y, más cerca, una muria de piedras es la que separa la carretera de La Podada a Villapañada de estas fincas cuesta abajo. Fijémonos ahora en la lejanía, donde se atisban, entre nubes, algunas altas serranías...


En días claros puede llegar a verse perfectamente bien el Aramo, sobre todo en su sector más septentrional, en torno al Picu Gamonal (1.710 m). Esta es su ladera occidental, encima de los concejos de Santu Adriano, Proaza y Quirós


El collado de Pan de la Forca separa el grueso de la serranía del prominente picu de La Mostayal (1.313 m), que conforma una montaña independiente dentro del Aramo, señalando sus estribaciones más norteñas


Incluso en días aparentemente despejados, es común que las cumbres del Aramo oculten sus crestas y picachos entre las nubes, aunque sí podamos ver, más cerca, otros montes y cordales


Más allá de El Llanón, por ejemplo, la Sierra Arellanes, con algunas de sus cotas cimeras como El Picu Cordel (591 m), El Picu Cogolla (594 ), El Picu Cabornu (545 m) y El Picu la Espina (501 m) 


Más a la izquierda y a lo lejos llegan a reconocerse algunos montes de Proaza y Santu Adriano como El Plantón (750 m), que cierran por el oeste el valle del Trubia, otro afluente del Nalón, de la misma manera que el Aramo, aquí tapado por las nubes, lo hace por el este


Más a la derecha y más cerca, los montes de Pando y Las Ordaliegas, en la parroquia de Samartín (Gurullés) que cierran el valle del Cubia por el este, mientras recibe las aguas de afluentes como el río Menende


Vemos algunas casas de las aldeas de Campulvalle, El Mirín, Las Arangas y otras de la parroquia de La Mata como La Cai, donde como Fernández de Miranda dice que estuvo el Ayuntamiento, que llegó incluso a ser constitucional en 1821 durante el Trienio Liberal, como lo fue Peñaflor


Paisaje de La Veiga la Mata, la fértil vega de la parroquia regada por el Cubia, con La Cai, Las Corradas, Las Ferreras y El Rellán abajo, cerca de la ribera. Poco más arriba están La Casona y Campulvalle



Y al este tenemos ahora esta magnífica e inolvidable vista de la villa de Grado/Grau desde La Podada: son sus barrios del sur, con El Casal en medio de esta veiga en la que el Moutas entrega sus aguas al Cubia


Destacan en medio de la veiga las instalaciones del Complejo Deportivo El Casal, con el campo Club de Rugby El Casal seguidas de la del Estadio Marqués de la Vega de Anzo, del Club Deportivo Mosconia, fundado en 1961 como Grado Club de Fútbol y que cambiaría de nombre en 1969. Hubo previamente otro Mosconia, fundado en 1945 y desaparecido en 1958


Más allá y siguiendo la Avenida de los Deportes tenemos el Mercado de Ganados (circular), la Piscina Municipal y el Polideportivo Municipal. Más atrás es la Autovía A-63, que atraviesa la parroquia de La Mata y pasa sobre el Cubia. A su derecha está el barrio de Entelafonte


Entelafonte, La Zurraquera y El Pozancu, por donde va la carretera AS-313



El Mirín d'Arriba, El Mirín d'Abaxu y El Cantu Guileiro (346 m), "Amplio cerro situado al norte del pueblo de Samartín, en el que parten términos las parroquias gradenses de Gurullés, La Mata y Peñaflor", nos explican en la Enciclopedia del paisaje de Asturias, comentando las batallas allí acontecidas en la Guerra Civil:
"El relevante interés estratégico de la elevación, desde la que se domina un amplio sector del área centro-occidental de la región, determinó que ésta fuera escenario de los episodios bélicos más cruentos que tuvieron lugar en el concejo moscón, durante la pasada guerra civil. Éste se solventó con la toma y desalojos alternativos de la loma, tras encarnizados combates, que causaron gran número de bajas a ambos contendientes"

Más cerca y a este lado de la autovía, justo a la izquierda del Mercado de Ganados, está la Estación de Autobuses, edificio reconocible por su gran visera y, más allá y a la izquierda de la A-63 está Santu Dolfu, barrio llamado así, decíamos al principio, por el obispo Adulfo II, pues allí está la iglesia parroquial de Santa Olaya de La Mata en la que, como decíamos al principio, existe la tradición que está su sarcófago. Esta es la versión de la historia que nos proporcional la web del Ayuntamiento:
"Según está escrito, en el siglo X, el obispo de Iria (Santiago de Compostela) se dirigía a Oviedo para ver al rey Bermudo II y defenderse de unas graves acusaciones de las que había sido víctima. A punto de llegar, se encontró con la iglesia de La Mata y le gustó tanto que decidió que cuando falleciese quería ser enterrado allí. 
Al día siguiente, continuó hasta Oviedo y entró en la iglesia a decir misa antes de ver al rey. Mientras tanto, el monarca, que creía ciertas las graves acusaciones hacia el obispo, mandó soltar a un toro feroz contra él para que lo embistiera en cuanto se asomara al patio. Sorprendentemente, el toro se acercó al obispo de forma mansa poniéndole sus astas en la mano, como rindiéndose ante él. Ataulfo, sin hacer fuerza alguna, las sostuvo y dejó al toro desprovisto de sus armas. Para mayor milagro, el toro arremetió contra los hombres que le habían llevado hasta allí y huyó al campo. Entonces, el obispo Ataulfo dio las gracias a Dios y se dispuso a volver a Galicia. 
Llegando al valle de Pramaro (Grado) falleció repentinamente. Cuando sus acompañantes deciden continuar con el cadáver, las mulas que lo portaban se espantan y se dirigen a la iglesia de La Mata donde se paran, haciéndose cumplir el deseo del Obispo de ser enterrado allí. Desde entonces, sus restos fueron venerados fervorosamente hasta que en el siglo XIX se prohibió su culto por orden del Obispo Pisador."

En primer término, El Casal con las casas de la Avenida de la Constitución, a la izquierda de la Estación de Autobuses y, un poco más allá, las casas llamadas Entelosríos, por estar entre el Cubia y otro de sus afluentes, el Ricabo. Ahí está el puente, que antaño era de madera, que comunicaba La Mata y la villa de Grado/Grau. A su derecha seguimos viendo Santu Dolfu, cuya iglesia románica pasó por diversas transformaciones, pero cuyo sepulcro de Adulfo II permanece intacto. Leamos lo que dice en su libro Álvaro Fernández de Miranda:







No es fácil, también lo decíamos al principio, reconocer la iglesia parroquial de La Mata en la distancia y entre las casas, pero su espadaña la delata, como acontece en estas fotos (justo debajo de las casas que a su vez están debajo de la torre eléctrica en esta fotografía). El prelado pasó a ser venerado como un santo, aunque oficialmente no lo era, por eso el enérgico obispo de Oviedo Agustín González Pisador prohibiría su culto en el siglo XVIII. Vamos a recoger ahora la versión del gran erudito Alberto Solana en Tradición Jacobea:

"Adulfo II, o Ataulfo, fue obispo de Iria-Compostela entre los años 855 y 876, cuando el sepulcro apostólico hacía bien poco que había sido descubierto por Teodomiro y la incipiente Compostela aún carecía de reconocimiento formal respecto a Iria Flavia, pues ésta era la sede oficial y aquella solo la residencia obispal.

Flota normanda, siglo IX          Eran tiempos en que se sucedían, con grave peligro, los ataques normandos que, entrando por la ría de Arosa y el río Ulla, llegaban hasta Iria y la atacaban en busca de todo el botín material y humano que pudieran lograr, dejando a Iria en una situación muy precaria y obligando al clero y a la población a huir al Locus Sancti Iacobi y su primer núcleo urbano, más seguro y defendible que la vega iriense. Algunas de las incursiones normandas pretendieron llegar hasta la aún naciente Compostela para robar como botín los restos apostólicos y pedir alto rescate por ellos. La intervención del Conde Pedro resultó fundamental, salvando a Santiago de la amenaza, venciendo al invasor y disuadiéndole en el futuro de este objetivo.

IMG         Es entonces cuando el obispo de Iria Adulfo o Ataulfo II, hizo a Roma la solicitud de trasladar la sede por razones de seguridad, a lo que el papa Nicolás I accedió, aunque a condición de que Iria mantuviese la condición de cátedra o sede oficial sobre Compostela. Es a partir de este momento que surge, para los obispos de Iria, la nominación de Obispo de Iria y de la Sede Apostólica, que luego generará tensiones entre Roma y Compostela.

          Las costumbres por aquellos tiempos no eran precisamente ejemplares, ni el ámbito monástico ni en el laico, y las incursiones normandas y las razias árabes favorecían un ámbito que propiciaban los desordenes, desenfrenos y abusos en las costumbres, con escándalos, concubinatos, ventas simoníacas y todo tipo de desordenes. El buen obispo Adulfo II se propuso acabar con estos desequilibrios y recuperar, incluso con mano dura, la disciplina eclesiástica. Tal actitud contrarió en extremo los intereses de cuantos disfrutaban de tales alborotos, por lo que al obispo Adulfo le surgieron enemigos que buscaron su perdición ante el monarca Alfonso III. Fue acusado del abominable crimen de la sodomía, y se sobornó a los siervos del propio obispo, Zadan, Cadón y Acipilón quienes, probablemente resentidos por la austeridad reinstauradora del prelado que les hacía perder sus prerrogativas y prebendas, se prestaron a acusar a su obispo ante el rey, de tratos traidores con los moros. Con tan malas artes y perversa y desleal estrategia se convenció al rey de sus culpas, que lo apresó, y ante las alegaciones de inocencia del obispo, resolvió someter el caso al «Juicio de Dios».

          El acusado debería comparecer ante un toro bravo como modo de dirimir su culpabilidad o inocencia. Asumió Adulfo la prueba con sumisión, celebrando antes la Eucaristía y presentándose luego ante el astado con su vestuario obispal y sus ornamentos sagrados. Suelto el morlaco y  azuzado por perros, arremetió la fiera en primera intención, milagros obispo ataulfopero al llegar ante el siervo de Dios con su mirada y sus pensamiento puestos en la justicia divina, frena su envestida, depone toda su cólera e inclina su testuz con mansedumbre, dejando que el obispo cogiera sus cuernos con sus manos, mientras los asistentes prorrumpían en aclamaciones de admiración ante la inconfundible prueba de su inocencia. El milagro legendario fue recogido en un romance de la Crónica General de Alfonso X:

En Oviedo reina Alfonso,
hijo del rey don Ordoño;
a Ataulfo, su arzobispo,
con el rey le habían mezclado.
Dijeron al rey que es moro
y que tiene concertado
de entregarles la Galicia
do él tiene el obispado.
Creyó el rey que era verdad
aquesto que le han contado.
Jueves era de la Cena
cuando el rey había mandado
que se venga para Oviedo,
que el rey le está aguardando.
El arzobispo que supo
el mensaje que le es dado,
adereza su persona,
y a Oviedo se había llegado.
Fuérase a San Salvador,
que es templo a Dios dedicado,
por hacer la su oración
y decir misa en sagrado.
Esos alcaldes del rey
mucho le han denostado,
diciendo que antes debiera
ir al rey besar la mano
que no entrar en la iglesia
como él había entrado.
Respondió el arzobispo
que no habían bien hablado,
que muy más guiado era él
y todo buen cristiano,
ver al que era Rey de todos
que no al rey que era mundano.

Mandó el rey traer un toro;
esquivo era y muy bravo;
metiéronlo en la plaza
que estaba ante el palacio;
acosáronlo muy recio;
ensañado está bramando…
Y que mate al arzobispo
tenía determinado,
Ya había dicho la misa
aqueste arzobispo honrado,
saliérase de la iglesia
do el toro está allegado.
El toro, cuando lo vido,
arremetió denodado;
llegándose cerca de él,
muy manso había quedado.
El le trabó de ambos cuernos;
en las manos le han quedado.
El toro arremetió a aquellos
que de él habían mal hablado.
Muchos de ellos dejó muertos,
huyendo se es ido al campo.
El arzobispo bendito
a la iglesia se ha tornado;
en ella puso los cuernos
en memoria de lo pasado.
Loando están al Dios del cielo
por el milagro contado”.

 

          Para que los hechos cantados en este romance no cayeran en olvido, la escena quedó inmortalizada en un bello capitel del refectorio de la Catedral de Pamplona.

índice          Otras fuentes más piadosas relatan que los denunciantes, declarándose reos de falso testimonio, pidieron perdón al obispo, quien mansamente lo otorgó. Y tras deshacerse la infame calumnia, renunció a la sede compostelana y se retiró a un lugar de Asturias, su patria chica, satisfaciendo su antigua aspiración de consagrarse a la vida contemplativa.

 Sacristía de la iglesia de Santa Eulalia de la Mata,  Grado, que la historia atribuye al obispo Adulfo (Santo Dolfo).         El buen obispo Adulfo, segundo de su nombre en la cátedra iriense, hombre dotado de gran virtud y santidad según citan la Historia Compostelana y el Cronicón Iriense, murió en 876, en la villa asturiana de Grado, donde fue tenido por santo, y en su sepulcro, dicen las crónicas, el Señor obró milagros.

Sarcófago de San Ataúlfo en Santa Eulalia de la Mata. Grado. Asturias. www.flickr.com          La cornamenta del toro permaneció expuesta por muchos años en la catedral de Oviedo. En el siglo XIX, el Obispo Pisador de Oviedo, prohibió la devoción al Santo Ataulfo y su sarcófago estuvo cercado con reja para dificultar el culto, que terminó por perderse en la memoria popular. Actualmente se conserva este sarcófago en la iglesia de La Mata, de Grado (Asturias).

       El P. Flórez calificó todo de cuento, pero López Ferreiro, creo que con mejor criterio, concede cierta base al legendario relato. Sin duda se trata de una narración piadosa a partir de un conflicto con pleitos que el obispo Ataulfo supo resolver en su favor con buenas artes frente a testimonios ficticios y desleales de sus denunciantes. 

          Quizás proceda de aquí aquello de que para resolver los problemas, hay que coger el toro por los cuernos. Es lo que hizo el obispo de Iria-Compostela Ataulfo II, poco antes de que su silla fuera ocupada por su sucesor y sobrino Sisnando I, que resolvió traer sus restos a Compostela."


El peregrino curioso hallará muchas más versiones, más o menos coincidentes, más o menos divergentes, sobre el obispo que "cogió el toro por los cuernos, el mismo que abogó por el traslado de la sede episcopal de Iria Flavia a Compostela, como así se hizo. La traza original de la iglesia de Santa Olaya, románica, no sería tampoco de la época del prelado sino posterior, lo que no quiere que no hubiera una anterior en el mismo lugar, prerrománica y contemporánea a la leyenda, citada documentalmente en algunos escritos altomedievales. Consultamos a Románico digital:
"La parroquia de La Mata, apenas a 1 km de Grado, en el antiguo territorio de Pramaro, se localiza en una amplia vega dominada por un pequeño alto donde se asienta el llamado “Castiellu de La Mata”, restos de un imponente recinto defensivo que debió de constituir el germen de la zona. 

 Las primeras referencias al lugar pueden situarse en torno al año 967 cuando en el testamento, para algunos autores interpolado, del obispo Diego a favor de la Catedral de Oviedo se cita Sancta Eulalia como uno de los linderos de la iglesia de San Pelayo In territorio Pramaro. Posteriormente, en 1086, los hermanos Osorio, Pelagio y Geloria Froilaz, donaron a San Salvador In territorio Pramaro in villa qua apellatur Sancte Eulalie medietatem in ea ab omni integritate, mientras que la otra mitad sería donada a la misma institución en 1104 por su tía Gontrodo Osoriz. En 1151, el libro Registro de Corias hace referencia al reparto en Santa Eulalia de Pramaro de los hijos tenidos por un siervo del mencionado monasterio con una sierva de los infanzones de Pramaro, dato éste de donde se desprende que esta demarcación territorial, que a mediados del siglo XIII pasaría a formar parte del alfoz de la puebla de Grado, se encontraba en estos momentos bajo la autoridad de un grupo nobiliario de segundo orden que ostentaba el título de Infanzón

 La iglesia de Santa Eulalia
 En la margen derecha de la carretera que viene de Grado, en el lugar conocido como Entrelaiglesia, se sitúa la parroquial de Santa Eulalia de la Mata, varias veces reformada y en lamentable estado de conservación, en la que, según recoge la tradición, fue enterrado el obispo San Ataúlfo. La iglesia, como tal, aparece citada por primera vez en el Libro de las Crónicas del obispo D. Pelayo (1101-1130) cuando se hace referencia al milagro del obispo Ataúlfo. Según la leyenda, en tiempos de Bermudo II (984-999), el obispo Ataúlfo de Iria, acusado de un terrible pecado, fue llamado a presentarse ante el monarca en la Iglesia de San Salvador de Oviedo, y en su camino quedó maravillado con un templo emplazado en medio de una llanura que le llamó tanto la atención que mostró deseos de ser enterrado allí. Continuó su camino y cuando se dirigía al encuentro con el monarca, éste mandó soltar un toro bravo para que lo embistiera. Sin embargo, la fiera, al llegar delante del prelado, se arrodilló dócilmente ante él. Ataúlfo, sin ningún tipo de esfuerzo, arrancó las astas del animal ante la admiración de los presentes que identificaron el milagro como un triunfo de la inocencia frente a la calumnia. Emprendió entonces el viaje de regreso a Galicia, pero falleció al poco repentinamente. Su corte decidió continuar camino, pero al llegar in valle Pramarensis, los animales que arrastraban el carro donde viaja el cuerpo del finado, espantados, emprendieron una vertiginosa carrera hasta que, al llegar ad ecclesia Sancte Eulalieel mismo templo que en su viaje de ida le había maravillado, se detuvieron tranquilamente. Los acompañantes del obispo entendieron el hecho como una señal divina para que sus restos descansaran en aquel lugar. La tradición recogió esta leyenda, considerando el sarcófago que se conserva en el templo como perteneciente al mencionado San Ataúlfo, llamado en la zona Santo Dolfo. 
En un documento de 1279, en el que el obispo de Oviedo defiende sus derechos sobre la iglesia de la villa de Grado en contra de las pretensiones de los moradores de la puebla, aparece mencionada la iglesia de Santa Eulalia, ya que en su territorio tuvo lugar la fundación de la Puebla de Grado a mediados del siglo XIII. Se dice de ella que nuestra iglesia de Santa Olalla que ye el nuestro cellero de Santo Adolfo e que ye iglesia parrochialHacia 1385-1386, en la Nómina de parroquias mandada elaborar por el obispo Don Gutierre, no aparece citada Santa Eulalia de Pramaro como parroquia, sino Santo Adolfo de Çurruquera. Iglesia que Hevia Vallina identifica con Santa Eulalia de la Mata, al corresponderse Çurruquera con el lugar de Zurruquera, caserío de la misma parroquia. Ya en tiempos más modernos la iglesia sería conocida como Santo Dolfo de Mata o bajo la advocación dúplice de Santa Eulalia y Santo Dolfo de la Mata."

Volvemos a mirar arriba al Guileiru o El Cantu Guileiro, que domina el panorama y la parroquia de La Mata desde sus alturas en la gran loma de Los Pinos, que también cierra por el este el valle del Cubia hasta su confluencia con el Nalón


A su izquierda se encuentra El Picu la Robla en dicha loma de Los Pinos y se ve alguna casa de Prioutu, cerca de la divisoria de La Mata con la vecina parroquia de Peñaflor


Ahí está El Castiellu, topónimo que revela la existencia de un castro astur, localizado por el eminente historiador, arqueólogo y filólogo José Manuel González y Fernández Valles en 1950. Compartimos parte de su ficha en la web ArqueoAstur de Eduardo Pérez-Fernández:
"Se localiza en un saliente o espolón, situado en la ladera occidental del cordal que separa la cuenca del arroyo de Anzo, de la vega del Cubia. 
Según la primera descripción del enclave, correspondiente al profesor González y publicada en un artículo de 1952, se trata de un recinto en la cima del contrafuete, a modo de pequeño montículo artificial definido por una explanada que lo rodea en el que se apreciaron restos de derrumbes así como algún hoyo. Justo donde es recinto se eleva sobre el istmo que enlaza el contrafuerte con el monte, discurre lo que el autor denomina como una calleja o posible foso en dirección NW. En su extremo se manifiesta a modo de una acusada rampa que desciende  bordeando el flanco NE del saliente superior del contrafuerte, perdiéndose pocos metros después en la empinada ladera occidental. A partir de la calleja y el lugar de nacimiento de la rampa, se abren tres grandes fosos que discurren ladera abajo ligeramente arqueados de NE a SW. El más cercano al recinto, se corresponde con el actual camino de descenso del monte (González y Fernández-Valles, 1952). 
Durante la elaboración del inventario arqueológico del concejo, se añadieron más detalles descriptivos del conjunto. El recinto es de planta circular con un diámetro aproximado de 25-30 metros. Está delimitado en el flanco oriental por un de 9,80 metros de altura. A sus pies discurre el foso interno, muy desfigurado por el paso del camino que bordea el promontorio; su cara externa alcanza los 4 m. de altura y le sigue un contrafoso de 4 metros de ancho. En paralelo, el segundo foso, de unos 108 metros de longitud, con una anchura máxima de 15 metros y una profundidad que varía entre los 5 metros su cara externo, y 2,20 metros la interna. Está separado por un contrafoso de 13 metros de ancho del tercer foso, de 145 metros de longitud, con un ancho máximo de 19 metros y una profundidad que varía entre los 7,20 metros su cara externo, frente a los 3,80 de la interna (Estrada García, 1997). 
Con posterioridad a la realización del Inventario Arqueológico, el autor de la misma realizó una nueva visita al enclave en compañía del arqueólogo del Servicio de Patrimonio, Jorge Camino. En este nuevo reconocimiento se confirmaron unas dimensiones mayores para el recinto, que alcanzaría los 90 metros de longitud y un ancho entre los 50-60 metros. Dicho recinto estaba delimitado por un potente talud perimetral de 5-7 metros de altura, complementado en su flanco suroriental por los fosos antes descritos. Así, el pequeño recinto coronado por el montículo, se ha interpretado como un bastión o baluarte que se extendería a los pies del frente occidental (Estrada García, 1997)."
 
Al pie de El Castiellu está El Rebollal, al lado de la autovía y también en la parroquia de La Mata


A la izquierda de El Castiellu es El Monte'l Chintu, con Las Piñucas, Las Llamargonas y El Carbaéu, encima de la aldea de Sestiellu (a la izquierda de la foto)


En Sestiellu vemos las casas escalonadas por la ladera que baja del monte. Fijémonos en la gran trinchera de la autovía, abierta a sus pies. Para la filóloga María del Carmen Bobes Naves la etimología del nombre habría de estar en el latín ad sextum, que como ad quintum y otras, son expresiones relativas a las estaciones o paradas de las vías romanas


Por ello, el gran historiador y arqueólogo José Manuel González y Fernandez Vallés señalaba que por ahí iría el camino antiguo que, tras pasar el Nalón por el puente de Carril, preexistente al de Peñaflor, subiría de Anzu la collada hacia Sestiellu y de ahí, bajaría a Grado/Grau, atravesando el valle de Prámaro hacia los altos de El Freisnu, como estamos haciendo ahora nosotros


La primera mención conocida al Puente o La Ponte Peñaflor es del año 1144, es decir más de un siglo antes que la primera de la puebla de Grado/Grau, por lo que puede decirse que cuando este fue fundada dicho puente ya llevaba mucho tiempo en uso y sería el suyo el camino principal por cuanto más llano y rápido para atravesar La Veiga, evitando la subida de Anzu y la bajada de Sestiellu que implicaba el anterior puente de Carril


Tras este hermoso descanso a la sombra, rememorando las andanzas de Santo Dolfo y las historias de La Mata y otros lugares gradenses, reemprendemos la marcha y seguimos la cuesta del monte Los Negreirones


Ahí arriba hay una casa, que se dice pertenece a La Podada y, por lo tanto, a la parroquia de la capital del concejo, pero luego empieza ya la de San Xuan de Villapañada


Primeramente hay, a la derecha, una caseta o cobertizo


Al llegar a la casa se ha acabado lo más duro y largo de esta primera parte de la subida desde La Podada hacia El Freisnu. El Camino sigue a la derecha del portón


Camino que pierde el asfalto y el hormigón y se torna en una bella caleya o camino rural de tierra y piedra


Aún subimos un poco más, pero más suavemente; enseguida llanearemos durante un buen trecho


Al subir podremos ver, a la izquierda, la casa con su finca


Y pasamos junto a lo que debió ser una casa más antigua, reformada como refugio o cobertizo


Al llegar a estos árboles ya se intuye, unos pocos metros más adelante, el final de la subida


Desde aquí tenemos una hermosa vista de la villa con el Alto de Anzu y Peñaflor en lontananza


Al sol de la tarde reconoceremos mejor algunos barrios y edificios. Podemos comprobar que, en la actualidad, Grado/Grau y Peñaflor constituyen en la práctica un continuo urbano con la N-634 (antigua Oviedo-Villalba) como eje 


Desde su mismo origen con la carta puebla del siglo XIII, la población se asentó fuera del muy reducido recinto amurallado, a lo largo de los caminos que, desde su Puerta de la Plaza, se dirigían al oeste. Más tarde, cuando se trazó la carretera, acabada en 1859, al menos en este tramo que comunicaba con Oviedo/Uviéu, hubo gran disgusto pues no pasaba por el centro de la villa, donde estaban los comerciantes, taberneros y posaderos, pero esta inmediatamente creció hasta la nueva arteria de comunicación


En 1884 se demolió la antigua iglesia románica fundada intramuros y se inauguró la nueva en 1890, una de cuyas dos torres vemos desde aquí (a la izquierda está la otra, pero tapada por un edificio solamente muestra la cruz que la remata), en un lugar cercano al ya por entonces desaparecido hospital de peregrinos de Nuestra Señora de las Candelas, construido extramuros


A lo largo de la carretera, que se integró en el casco urbano en forma de nuevas avenidas, los indianos levantaron sus mansiones. De una de ellas, El Capitolio, vemos su cúpula o torre-mirador. Compartimos parte de su descripción en Wikipedia:
"La casa se atribuye al arquitecto Juan Miguel de la Guardia por encargo del indiano Pancho García después de que una vivienda previa, de los años 1880, fuera arrasada por un incendio. Se construyó a finales del siglo XIX e inicios del XX. Durante la Guerra Civil fue ocupada a modo de cuartel y saqueada. La familia la recuperó tras la contienda y la vendió al también indiano Manuel Velázquez, cuya familia actualmente mantiene su propiedad
De estilo ecléctico, sigue los gustos de la arquitectura indiana. Es un edificio de planta cuadrada de dos pisos más buhardilla, con torre anexa de cuatro alturas que remata en una cubierta de forma piramidal."

Más cerca y a la izquierda tenemos el Colegio Bernardo Gurdiel. A la derecha asoma la planta superior y tejado a dos aguas de la Escuela de Música, en lo que fue el Colegio Sagrado Corazón. Más arriba y encima de la torre de la iglesia está la chimenea de la antigua tejera o cerámica en lo que ahora es un polígono industrial que se extiende, junto con casas, supermercados, restaurantes, estación de servicio, etc. a ambos lados de la Recta de Peñaflor, en la carretera


Y ahí está el pueblo de Peñaflor, con el desfiladero de su nombre detrás, donde como hemos dicho cruzábamos el Nalón viniendo de Les Regueres. Más arriba El Picu Pedrouzu


Peñaflor fue una incipiente villa caminera en lo que era un coto episcopal dependiente del obispado ovetense. Muy posiblemente de no haberse fundado la Puebla de Grado hubiese llegado a ser verdaderamente una villa importante pues llegó a competir con la puebla en alguna ocasión, sobre todo cuando su gobierno pasó a ser vecinal con la desamortización de Felipe II en el siglo XVI, emancipándose del poder eclesial, aunque de facto dirigirían sus asuntos los propietarios más importantes, los Jove Dasmarinas, hasta la integración en el concejo de Grado/Grau en 1827, como La Mata


Llegando arriba salimos a unas hermosas praderías en lo alto de la colina de Los Negreirones


Vemos ahora de nuevo el valle del río Moutas a nuestra izquierda, solo que ahora desde más altura, comprobando todo el viaducto de la A-63 que lo salva entre La Quinta y Picalgallu, con El Xorru en la distancia y, a su izquierda, El Monte'l Pintu, La Cuesta la Uz y El Burdión


El Camino en verano, cuando crecen las hortensias en el seto a nuestra derecha


Prados abajo está el cementerio, que tampoco llegamos a ver, entre la arboleda, aunque sí la meseta de El Llanón, encima de la autovía, donde están Ribiellas, El Barrial, El Praón y Las Casas de Fanculo. Un poco más atrás es El Monte'l Pintu


Más lejos la ya mencionada también Sierra Arellanes, con una longitud de unos cuatro kilómetros de este a oeste, se yergue entre los ríos Cubia y Las Varas, sobre las parroquias gradenses de Cuaya, Rodiles y Rañeces


En esta fotografía ya podemos reconocer muy bien el Aramo, la gran montaña central asturiana, una referencia visual y geográfica que hemos tenido a la vista desde que salimos del casco urbano ovetense en La Florida y Paniceres


Se reconoce perfectamente bien su silueta por su vertiente occidental, con La Mostayal a la izquierda y el gran collado de Pan de la Forca que lo separa de las estribaciones en torno al Gamonal


Aún a cierta contraluz, se reconocen bien sus claras peñas calizas, siendo su cota más alta El Gamoniteiru (1.786 m). A la izquierda, subiendo de Pan de la Forca al Gamonal, contemplamos los formidables peñascos salientes de El Cantu Bildeo (1.150 m) y El Mosquil (1.288 m), La Vega Fontazán (1.300 m), La Calzá (1.672 m) y Monrasiellu (1.666 m) con la collada del Llagu Bermiellu (las alturas pueden variar en algunos metros según la fuente consultada)


La Mostayal es bien reconocible por su posición como pico 'independiente' separado del resto de la serranía y, además, constituyendo su límite septentrional


A la derecha reconocemos La Sierra de Tene con L'Airúa Naval o Bremonde (1.422 m), separada del Aramo por la collada del Pando la Mortera


El Camino en primavera temprana, en el mismo lugar en el que acaba la cuesta


Ya empezamos a llanear al llegar a este castaño, observemos la llanura que se extiende de frente ante nosotros, con La Sierra Miranda o del Pedroriu a lo lejos, la del Camín Real de la Mesa


El mismo árbol un par de meses después, en todo su esplendor y con todas sus hojas, a la vez que ya han crecido las hortensias


Las hortensias en este tramo son un verdadero espectáculo de la naturaleza, todo un regalo para la vista y un premio para el peregrino al final de la fatigosa cuesta de La Podada


La mata de hortensias se prolonga durante unos cuantos metros, configurando un camino bello y hermoso, un verdadero jardín caminero


A la izquierda, una fila de castaños en la linde entre el Camino y el prado


Un hermoso hallazgo, un banco de piedra que invita a sentarse unos instantes y contemplar entorno y paisaje


Un paisaje de postal con el prado en primer término, El Llanón a continuación y seguidamente, las sierras del sur del concejo hacia Proaza y la sierra del Aramo o El Puertu l'Aramo, acaso una referencia toponímica a la deidad céltica Aramo, al decir de los filólogos, protector de los caminos y de sus encrucijadas, precisamente. No en vano en torno al monte hay numerosas y antiquísimas sendas pastoriles e incluso de la arriería y la trashumancia, también frecuentadas por peregrinos de antaño, como es la entrada en Asturias por el puerto de Ventana y sus ramales


En la mañana, la fragancia de las hortensias se hace especialmente perceptible con el frescor de la alborada y sus horas inmediatas, más aún con los pulmones bien abiertos y a pleno rendimiento tras subir desde La Podada


Excelente recibimiento  y bienvenida para el peregrino que llega a la parroquia moscona de San Xuan de Villapañada con su historia hospitalaria, pues fue también un coto señorial, este de los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén, Orden de Malta, de Rodas y otras denominaciones que, como La Mata, Peñaflor y otros, no se integró en el concejo de Grado/Grau hasta 1827


Llega hasta aquí, justo antes de un cruce de caminos, la mata de hortensias; nosotros seguimos todo recto, de frente y en llano


De momento no vemos ninguna casa pero pronto veremos los barrios de esta parroquia de San Xuan de Villapañada, que antaño aparece mencionada como Leñapañada, se dice que a causa del tributo en leña que se pagaba por parte de los vecinos a los Caballeros Hospitalarios (leña pañada, 'apañada', 'recogida', normalmente del suelo)


El suelo se cubre de oricios de castañas con la llegada del otoño. ¡Cuántas hambres mataron antiguamente!, no en vano los castaños se plantaban por los caminos para sustento de caminantes y viajeros. Hasta el pote se hacía con ellas antes de la llegada de las patatas, hoy se dejan pudrir abandonadas


Tras aquellos árboles del fondo se encuentra La Quintana, la primera casería de San Xuan de Villapañada. Al fondo seguimos viendo las alturas 'camineras' de El Xorru


Esta llanura de La Quintana nos ofrece una tregua en la escalonada ascensión a El Freisnu, donde dejaremos el territorio moscón para entrar en el concejo de Salas, dejando la cuenca del Nalón para bajar a la del Narcea, su más importante afluente, que configura la orografía del suroccidente asturiano


El Freisnu se halla ya ante nosotros, es el collado que vemos a la izquierda del Picu Tablas (476 m), donde nos cruzaremos con el trazado más antiguo del Camín Real de la Mesa, el cual se dirigía al norte, a la costa, vía Pravia, como hemos dicho y recalcado


Justo a la derecha es el ya mencionado Picu la Forca (411 m), solar castreño, cuyo nombre dice la leyenda se debe a la horca en la que los comendadores de la Orden de Malta, 'señores de soga y cuchillo', colgaban a los levantiscos, aunque la filología nos dice que tan abundante topónimo tiene que ver más con la forma, bifurcada, 'en forma de horquilla', de la orografía de la montaña. Sea como fuere ahí tenemos el que fue su convento y hospital de peregrinos, la actual iglesia parroquial de San Xuan de Villapañada


Más abajo son las casas de La Barraca, por donde sube otro antiguo Camino desde Grado/Grau a la sede de la encomienda hospitalaria, el cual estuvo señalizado alguna vez y aparece en algunas guías y mapas 


Dicho Camino podemos verlo parcialmente desde aquí. Ruta de peregrinaciones que, acaso llegó a ser más concurrida que la subida por Acebéu, en la capilla de Santiago se celebraba renombrada feria y también la romería de Santa Ana, las cuales fueron trasladadas a la villa a mediados del siglo XIX. Nos lo dice, de nuevo, Fernández de Miranda:
"La famosa feria de Santiago tenía lugar en esta parroquia, y en la ya derruida capilla del Apóstol decíase la misa del día, colectándose para el Santo buena cantidad de limosnas entre los feriantes. Puede decirse que la feria comenzaba en Grado, parque en todo el trayecto, desde esta villa hasta San Juan, había concurrencia y puestos de venta, satisfaciéndose las alcabalas en las jurisdicciones respectivas, y los jueces de éstas se esforzaban para que no fuese en la suya donde el orden se alterase. 
La romería de Santa Ana se celebraba igualmente en tierras de San Juan. 
Feria y romería se acordó trasladarlas a Grado por los años de 1852, muy a disgusto de los vecinos de Villapañada."

Ese camino aprovechaba el pasillo natural que constituye el río Ferreiru o Martín subiendo luego directamente a las inmediaciones de la iglesia tras cruzar la carretera en La Llamiella (arriba a la izquierda de la foto). Más a la derecha se ve la Sierra Sollera (602 m), al norte de Cabruñana, por donde pasa la N-634 y constituye otro secular paso al valle del Narcea vía Cornellana


A la izquierda de la foto vemos Acebéu, por donde sube el Camino directo hacia El Freisnu. Cuando la bajada desde allí a Doriga estuvo cortada durante las obras de la autovía se ideó una ruta alternativa, al otro lado del Picu Tablas, para, por el pueblo de Fuexu, llegar a Cabruñana, en cuya antigua escuela se hizo un albergue de peregrinos. En base a ello se señalizó un sendero para bajar a Cornellana, no oficial, pero que evita tener que volver atrás, de vuelta a El Freisnu, pues muchos son los peregrinos que, cuando se llenan otros albergues, siguen pernoctando en Cabruañana


De igual manera, y aunque hay que realizar un cierto desvío, numerosos son también los romeros que se desplazan, como antaño cuando apenas había albergues, a pasar la noche en la antigua escuela de San Xuan de Villapañada, pues aún mantiene el espíritu de la acogida tal y como era en la década de 1990, cuando sobre todo a partir del Xacobeo'93 se revitalizaron los caminos de Santiago, procediéndose a su señalización efectiva y a su promoción


El albergue es propiedad del Ayuntamiento y fue su primer hospitalero Poldo, vecino que vivía en la casa de enfrente. Después de su muerte se ocupa de atenderlo Domingo, "que sube a media tarde, para informar con todo detalle a los peregrinos que lo deseen, sobre todo lo referente al Camino Primitivo, siendo un hombre muy hospitalario y muy conocedor de todo lo relacionado con la ruta jacobea", como explican en Wikipedia, donde se nos pormenorizan las características del lugar:

"Tiene una capacidad de 22 plazas. El local está distribuido en cuatro estancias; un dormitorio común donde se encuentran las literas, el baño, una sala y un salón comedor-cocina de uso libre, una máquina de autoservicio (con ensaladas, bebidas, tabletas de chocolate, etc.), frigorífico con un buen surtido de productos a disposición del peregrino, lavadora y secadora de pago, dos duchas con agua caliente, dos inodoros, botiquín y una terraza en el exterior con dos mesas donde observar las vistas del concejo. El albergue está abierto todo el año y el único requisito para usarlo, es ser peregrino con credencial..."

Del albergue, de Domingo Ugarte y de San Xuan de Villapañada el escritor Pablo Antón Marín Estrada publicó esta hermosa glosa en el periódico El Comercio del 14-2-2022 dentro de su serie A un paso del Camín dedicada a las rutas jacobeas asturianas:
"A un paso del Camín, las recias torres de la iglesia de San Juan de Villapañada se alzan al cielo como testigos en piedra de la larga tradición hospitalaria con la que han acogido a los peregrinos jacobeos durante siglos. El legado sigue aquí, al otro lado de los muros del templo, en el albergue municipal ubicado en las antiguas escuelas de la aldea. Domingo Ugarte, su responsable, además de hombre abierto, campechano y hablador, es un extraordinario guardián de la historia que atesora este lugar. Vecino de Rivielles, tomó el relevo del popular Poldo, que veló durante años por la atención a los caminantes y por el cuidado de las instalaciones. Su sucesor relata con todo lujo de detalles y de forma amena los orígenes de la hospedería. Nos desvela su vinculación a la Orden de Malta, también conocida como Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén, y apunta que el mismo topónimo de Villapañada viene del antiguo Leñapañada, en referencia al carro de leña que los aldeanos debían de pagar cada año al comendador sanjuanita.
Señala el recinto, cerrado por un muro de piedra, en el que se encuentra la iglesia y sobre el solar de la desaparecida alberguería, la casa parroquial, y evoca que allí había derecho de asilo, no solo a quienes peregrinaban, a cualquier persona que viniera a acogerse a él, incluidos los perseguidos por la justicia. Ugarte añade que el mismo Coto de San Juan fue territorio independiente con ayuntamiento, juez y cárcel hasta comienzos del XIX, el siglo hasta el que estuvo en funcionamiento el hospital. 
En Villapañada hay otros vestigios de su conexión al Camino de Santiago como la llamada Fuente de los Peregrinos, un manantial que saciaba la sed de los que llegaban aquí tras el duro repecho que conduce al pueblo y en el que recibían la primera muestra de hospitalidad del lugar. Los romeros actuales la obtienen de manos de Domingo nada más flanquear la puerta del albergue. 
En su interior hay suficientes botellas de agua fresca preparadas para los recién llegados y en la cocina el fogón dispuesto para que el de Rivielles se ponga el mandil si los huéspedes precisan un plato caliente para cenar. 
A falta de chigre en la aldea, el alojamiento cumple esas necesidades básicas y su cuidador incluso dispone siempre de algunas botellinas de sidra enfriando para invitar a los viajeros a unos culinos. 
No duda en hacerlo para que prueben nuestra bebida autóctona Norbert Lenz y Peter Korestian, policías jubilados de la ciudad alemana de Nastätten que siguen la vía primitiva a Compostela «por motivos espirituales y también como reto personal», como afirman mientras saborean la sidra del anfitrión. 
Salieron desde Oviedo casi con las primeras luces del día y acaban de llegar a San Juan cuando ya la tarde va enfilando su rumbo final. El hospitalero les señala en la distancia el hueco en el horizonte que ocupa la sede de El Salvador y luego, apuntando hacia la cumbre envuelta en neblina que parece guardarla indica a los teutones que allí está el Monsacro: «Es el Monte Sagrado donde estuvieron custodiadas las reliquias de la Arca Santa de la Catedral». 
Los peregrinos asienten con interés a las explicaciones del hospitalero que antes les había sorprendido pidiéndoles la guía editada en Alemania que consultaban en una de las mesas exteriores del albergue y mostrándoles en ella una foto suya de hace algunos años. «Todos los peregrinos alemanes traen esta guía y ahí estoy yo. Me conocen ya antes de llegar», comenta con retranca Ugarte. 
Norbert y Peter no son los únicos alojados esta tarde en el albergue. Con la espalda apoyada en la fachada de las antiguas escuelas, el burgalés Jorge García descansa a la sombra y con los pies descalzos mientras lee una novela de Carlos Ruiz Zafón. Cuenta que ya hizo dos veces el Camino Francés y que ahora decidió recorrer el Primitivo «porque tenía unas semanas de vacaciones y esta me pareció la mejor opción para disfrutarlas. Me gusta la tranquilidad, poder estar a mi aire y sin depender de transportes, hoteles, etcétera. Iré sin prisa, aunque procurando ajustarme a las etapas oficiales», expresa. 
Cerca de él, Jano Villanueva, de Valencia, escucha la conversación y se suma a ella, revelando que este es su cuarta peregrinación a Santiago y la segunda partiendo de Oviedo. «El Francés ahora mismo está sobrepasado de gente, se pierde toda la esencia. Aquí en el Primitivo aún se puede vivir una experiencia distinta», opina. 
Domingo el hospitalero sigue escanciando culinos y entre medias aportando nuevos datos sobre el pasado de San Juan de Villapañada. Por ejemplo, que siguiendo la ruta jacobea viajaban hacia Galicia los caldereros avilesinos de Miranda y que algunos acabaron asentándose en la aldea: «Hasta hace poco, todavía quedaban vecinos que sabían el bron, la jerga gremial de los xagó, como se llamaban a ellos mismos», explica. «Este fue siempre un lugar de tránsito y lo sigue siendo hoy gracias a los peregrinos», sentencia mientras apunta al camino que sale desde el albergue hacia donde ya comienza a ponerse el sol y está Santiago."

De esta manera, ya en la parroquia de San Xuan de Villapañada, continuamos ruta hacia La Quintana, donde volveremos a subir, camino de Acebéu y luego, en La Venta, decidir si vamos al albergue, desviándonos a la iglesia y antiguo convento hospitalario, o bien seguimos subiendo la cuesta hasta El Freisnu y su santuario...










































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